ART. A REMARKABLE MEXICAN PAINTER. The Hour, Nueva York

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ART. A REMARKABLE MEXICAN PAINTER
There has been on exhibition in New York a picture which
has more than ordinary attractions. Its composition, its size,
the minuteness of its details, the number of figures which it
contains and the historical events which it depicts, make it a
subject of special interest. The picture is about twelve feet by
six and contains between two and three thousand figures. In
one place they are crossing a lagoon; in another, defending a
fortress; here crowning a king and there killing him; first
worshipping his horse and then carrying the same horse’s
head on the point of a spear. Here they crown a conqueror
with roses; there they fight against him. There are some
strikingly original points in this work. But, although the
figures are most lifelike and are the production of a practiced
and bold hand, yet they are hard carelessly drawn. The figure
of the horse, for instance, is very roughly finished.
Judging from the style of composition and the colors used,
the picture is probably two hundred years old. There is no
doubt that about that time there existed in Mexico a school of
painting which was discouraged by the admirers of the
Spanish masters, with whose works the churches and
museums in Mexico are filed. History and mythology were
subjects then prohibited by law. Only religious pictures were
allowed to be painted, and it was with such pictures that
Villalpando covered the walls of the convents and churches
with paintings which still astonish all those who see them.
Evidently, this picture must have been painted to order for
some rich person or corporation—perhaps for one of Cortes’
train, or, more probably still for the Audiencia of the
ayuntamiento, or for the Viceroy. No private person could
have paid a composition which must have taken the painter
some years to complete. The painting is on wood and, to
prevent its being stolen, one of the owners of this picture had
it cut into ten pieces.
To one familiar with the history of the conquest of Mexico,
one look at this painting will suffice to demonstrate the
grandeur of the land of Moctezuma. The general tone of the
picture is sombre, but bright spots relieve it. Every scene in
the occupation of the Mexican capital by Cortes seems to be
compressed in it, from his imposing entry, to the noche
triste, when the inhabitants so fiercely revenged themselves
upon him
for his
temerity.
From
these life-like
representations the reality of those terrible days can be
imagined. The battles, processions, vessels, castles,
volcanoes and the blue lagoons of that period are seen in this
great picture. Were it only for the truthfulness with which it
represents the costumes of the inhabitants, the weapons of
the Spaniards, the pomp of the emperors and the singular
contrast between the two peoples facing each other—the
Spaniard accoutered in steel, the native half naked—the
picture would be well worth seeing. This artist’s deviation
from the beaten path, his transition from slavish ideas to a
free scope of the study of nature, his absolute disdain of
imitation of masters or conventional colors and his contempt
for the opinion of a prejudiced school, all tend to make this
great painting well worth studying.
The Hour, Nueva York, 14 de agosto de 1880
[Mf. en CEM]
ARTE. UN NOTABLE CUADRO MEXICANO
(Traducción)
En Nueva York se ha estado exhibiendo un cuadro con
atractivos nada corrientes. Su composición, su tamaño, la
minuciosidad de sus detalles, el número de figuras que
contiene y los hechos históricos que representa, lo hacen un
asunto de especial interés. El cuadro tiene aproximadamente
doce por seis pies y contiene de dos a tres mil figuras. En un
lugar están atravesando una laguna, en otro defendiendo una
fortaleza; aquí coronan un rey y allá lo están matando;
primero están adorando su caballo y después están cargando
a pico de lanza la cabeza de ese mismo caballo. Aquí coronan
al conquistador con rosas; allá están peleando contra él. Hay
algunos puntos de originalidad notable en esta obra. Pero,
aunque las figuras son muy naturales y han sido pintadas por
una mano avezada y audaz, sin embargo están dibujadas con
dureza y descuido. La figura del caballo, por ejemplo, está
muy mal acabada.
Juzgando por el estilo de la composición y los colores
usados, el cuadro probablemente tiene doscientos años. No
hay duda ninguna de que en aquella época una escuela de
pintura existía en México que fue desalentada por los
admiradores de los maestros españoles, de cuyas obras están
llenas las iglesias y museos de México. La historia y la
mitología eran entonces asuntos prohibidos por la ley.
Solamente se permitía pintar cuadros religiosos, y fue con
tales cuadros que Villalpando cubrió las paredes de los
conventos y las iglesias, con pinturas que todavía sorprenden
a todos los que las ven. Evidentemente, este cuadro debe
haber sido pintado por orden de alguna persona o entidad
rica—quizás para algún acompañante de Cortés, o, lo que es
aún más probable, para la Audiencia del ayuntamiento o para
el virrey. Ningún particular puede haber pagado un cuadro
que debe haberle tardado al pintor algunos años para
terminarlo. La pintura está sobre madera y para evitar que
fuese robado, uno de los dueños de este cuadro lo hizo cortar
en diez pedazos.
Para el conocedor de la historia de la conquista de México,
una mirada al cuadro será suficiente para reconocer la
grandeza de la tierra de Moctezuma. El tono general del
lienzo es sombrío, atenuado por algunos claros. Cada escena
de la ocupación de la capital mexicana por Cortés parece
hallarse en esta obra, desde su entrada imponente hasta La
Noche Triste, cuando los habitantes se vengaron tan
ferozmente de su temeridad. De esta presentación tan
natural, la realidad de aquellos días terribles puede
imaginarse. Las batallas, las procesiones, los buques, los
castillos, los volcanes y las lagunas azules de aquella época
se ven en este gran cuadro. Si solo fuera por la veracidad con
que pinta los trajes de la época, las armas de los españoles,
la pompa de los emperadores y el contraste singular entre los
dos pueblos enemigos—el español protegido por el acero, el
indígena medio desnudo—el cuadro bien valdría la pena de
verse. La salida del artista de los campos trillados, su
transición de ideas esclavas a un estudio libre de trabas de la
naturaleza, su
maestros y por
las tendencias
todo tiende a
estudiado.
desdén absoluto por la imitación de los
los colores convencionales y su desprecio por
de una escuela de arte llena de prejuicios,
hacer este gran cuadro bien digno de ser
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