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SEXTAS JORNADAS NACIONALES DE DERECHO CIVIL
Tema II:
EL PRINCIPIO NOMINALISTA FRENTE A LA INFLACIÓN
1. El principio nominalista
Este principio es enunciado por una teoría que afirma que el
valor del dinero en el tráfico jurídico es el de la cifra numeral
inscripta en la moneda o billete respectivo, es decir que fija su
valor en el "valor nominal" que le atribuye el estado, sea cual fuere
el valor real, o poder adquisitivo de dicha moneda.
La aplicación de este principio en el cumplimiento de las
obligaciones de dar sumas de dinero se traduce en la liberación del
deudor mediante la simple entrega a su acreedor de una cantidad de
moneda nominalmente igual a la establecida en el documento obligacional, abstracción hecha de la alteración que la moneda hubiera
experimentado en su poder adquisitivo, desde la fecha de la constitución de la obligación hasta su cumplimiento.
1.1. El principio nominalista y la inflación
Los desequilibrios del sistema económico vigente, provocados
entre otras causas por un fenómeno inflacionario cuyas fluctuaciones
revisten, en nuestro país especialmente, caracteres de imprevisibilidad, nos impone la revisión de la vigencia práctica del principio
nominalista.
La necesidad del análisis surge de situaciones de evidente
injusticia originadas en el cuadro de las relaciones jurídiconegociales, públicas y privadas, desde que ésta se conciertan regidas
por normas jurídicas que tienen por base una hipotética estructura
económica estabilizada. Ello es debido, en parte, a la "vetustez" de
dichas normas, y por otro lado, consecuencia del desconocimiento -o
no reconocimiento- en otras, de la quiebra absoluta del principio
nominalista. La depreciación monetaria en la Argentina de hoy, ha
afectado directamente la función de la moneda como "medida de valor",
y en virtud de la inestabilidad consecuente, ésta ha perdido su
calidad de patrón de medida.
Este deterioro incide inmediatamente en la realización del
principio de "justicia distributiva" que atañe al goce de los bienes
en la sociedad político-económica y, mediatamente, en la realización
del principio de "conmutatividad" que debe presidir las prestaciones
obligacionales en general.
Como juristas no podemos ni debemos ignorar la relación entre el
hecho económico y el derecho como norma esencial de regulación
totalizante.
1.2. El principio nominalista y el Código Civil argentino
El Codificador legisla acerca de las obligaciones de dar sumas
de dinero en el Libro II, Sección Primera, Título VII, Capítulo IV
del Código Civil.
No obstante haberse encontrado Vélez Sársfield con una norma del
Código Civil francés, el art. 1895, que receptaba expresamente el
principio nominalista, no se pronunció legislativamente sobre él,
abandonando así en esta materia, un cuerpo legislativo que le
sirviera de fuente en numerosas instancias de su labor codificadora.
En la nota al art. 619, "in fine", aceptaba la disposición del
Código de Austria, que en casos de alteración del valor intrínseco de
la moneda no receptaba la teoría del nominalismo en el cumplimiento
de las obligaciones.
Históricamente, al tiempo de la redacción del Código, frente a
una moneda de valor intrínseco estable, no podía preocuparle a Vélez
Sársfield un hecho desconocido como es la depreciación monetaria.
1.2.1. Doctrina y jurisprudencia nacionales
A pesar de no existir en el Código una norma que consagre
expresamente el principio nominalista en el cumplimiento de las
obligaciones de dar sumas de dinero, la doctrina y jurisprudencia
nacionales predominantes infiere la adopción de dicho principio de la
correlación de algunas normas, como los arts. 619, 616 y su nota, 607
y 2250.
Entendemos que ha sido necesario forzar los textos legales
mencionados para avalar la interpretación sustentada.
El art. 616, simplemente somete las obligaciones de dar sumas de
dinero a la regulación que es propia de las obligaciones de dar cosas
inciertas no fungibles, y de dar cantidades de cosas.
El art. 619, contemplando la hipótesis de sustitución de una
moneda corriente nacional por otra de especie similar, establece que
ella deberá resolverse atendiendo al valor corriente vigente en el
día y lugar del cumplimiento de la obligación.
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Por su parte el art. 607 inserto en el capítulo que legisla
sobre las obligaciones de dar cantidades de cosas, y el art. 2250
dentro del título correspondiente al contrato de mutuo, prescriben la
necesidad de entregar una cantidad igual de cosas de la "misma
especie y calidad que las recibidas". En nuestra opinión, la calidad
del dinero se determina por su poder adquisitivo, o lo que es lo
mismo por su valor corriente. El deudor de una obligación cuyo
cumplimiento está diferido en el tiempo, no entrega moneda de la
misma "calidad" cuando sólo atiende a su valor nominal, en épocas de
progresiva desvalorización monetaria, como la presente, en que el
fenómeno adquiere caracteres de pública notoriedad.
1.2.2. En consecuencia, es insostenible afirmar la recepción del
principio nominalista en el Código Civil argentino, y por consiguiente aceptar su aplicación en el cumplimiento de las obligaciones de
dar sumas de dinero con el carácter de un precepto legal.
2. Obligaciones dinerarias y obligaciones de valor
2.1. En la búsqueda de limitar la vigencia del principio nominalista
que tanto menoscaba la justicia y el equilibrio en el cumplimiento de
las obligaciones, la doctrina y la jurisprudencia argentinas han
receptado el distingo entre obligaciones dinerarias y obligaciones de
valor, dentro del género de las obligaciones de dar sumas de dinero.
Esta diferenciación toma en cuenta la naturaleza de la prestación al tiempo del nacimiento de la obligación. Las llamadas
obligaciones dinerarias, numerarias o de cantidad, tienen por objeto
una suma de dinero expresada numéricamente y con referencia a una
unidad monetaria de determinado valor nominal.
Por el contrario, en las llamadas obligaciones de valor la
prestación consiste en un valor cierto, referido a una utilidad
determinada y concreta que debe recibir el acreedor. Este beneficio,
valor o utilidad, deberá ser expresado en una determinada cantidad
monetaria al tiempo del cumplimiento de la obligación y a los fines
de su efectivización.
2.2. La consecuencia inmediata de esta distinción es el sometimiento
de las obligaciones dinerarias al principio nominalista, en las que
el deudor se libera entregando la cantidad de unidades monetarias
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expresadas en el documento constitutivo, con independencia de las
alteraciones que haya sufrido el valor de la moneda en el curso vital
obligacional.
En cambio, las obligaciones de valor están excluidas del ámbito
de aplicación del principio mencionado; el beneficio o utilidad
debidos al acreedor deberán traducirse en este caso en la cantidad de
unidades monetarias que sea necesaria para cubrir dicho valor o
beneficio, al tiempo del cumplimiento de la obligación, teniendo en
cuenta las fluctuaciones del poder adquisitivo de la moneda.
2.3. Si hiciésemos un análisis profundo del papel que juega el dinero
en el cumplimiento de las obligaciones, llegaríamos a la conclusión
de que toda obligación es de valor, pues la principal función de la
moneda es justamente la de servir de medida de valor de todas las
cosas. Pese a ello, sin compartir la afirmación de ciertos autores
según la cual ambas obligaciones pertenecen a categorías jurídicas
sustancialmente distintas, y por razones circunstanciales fundadas en
la justicia y la equidad, admitimos la distinción doctrinaria entre
obligaciones dinerarias y obligaciones de valor.
2.4. A los fines de establecer si estamos en presencia de una u otra
categoría, habrá que tomar en cuenta la naturaleza de la prestación
que es objeto de la obligación, y no el medio de pago con el cual
puede ser satisfecha. Cabe señalar que la doctrina y parte de la
jurisprudencia nacionales, han incluido dentro de las llamadas
obligaciones de valor, entre otras, las que se originan en la
comisión de un hecho ilícito, la de colacionar en materia sucesoria,
el monto de la indemnización en las expropiaciones y el pago de la
deuda emergente del derecho de adquisición de la medianería.
3. Las obligaciones de valor y el "valor computable" de la medianería
3.1. Entendemos que la obligación de contribuir al pago de la
medianería es una deuda de valor. Conforme a la caracterización
formulada anteriormente, el objeto de la obligación no está fijado en
una suma de dinero, determinada numéricamente desde su nacimiento,
sino que la protección consiste en restituir la propietario constructor del muro la utilidad, beneficio o valor del que se ve privado por
estar constreñido a transmitir la mitad de su derecho de propiedad,
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constituyendo así un condominio sobre la pared. En consecuencia, la
cancelación de la deuda a cargo del adquirente exigirá que el valor
de la mitad del muro medianero se traduzca en una cantidad de
unidades monetarias, cuya determinación tomará en cuenta el monto de
dinero necesario para cubrir ese valor en el momento del cumplimiento
de la obligación.
3.2. La inclusión de la deuda emergente del derecho de adquisición de
la medianería dentro de la categoría de las obligaciones de valor no
resulta sólo de la naturaleza de la prestación, sino de las propias
palabras legales -valor de la pared, valor del suelo-, ratificadas
por el agregado introducido al art. 2736 por la ley 17.711, que
expresa: "El valor computable de la medianería será el de la fecha de
la demanda o de la constitución en mora".
3.2.1. Al entrar en vigencia la ley de reformas al Código Civil, la
jurisprudencia nacional estaba dividida fundamental en dos sentidos
respecto a la determinación de la fecha a tener en cuenta para
establecer el valor de la medianería: a) una posición sostenía que el
valor a tener en cuenta debía ser el de la época de la utilización;
b) la otra postura se inclinaba por el momento de la promoción de la
demanda por cobro de la medianería.
Tampoco existía uniformidad con respecto a la naturaleza de la
obligación, aunque la jurisprudencia dominante trataba la deuda de
medianería como deuda dineraria, por lo que, a los fines de su
cumplimiento, no correspondía computar suma alguna en concepto de
depreciación monetaria.
3.2.2. En la actualidad, no obstante la claridad de los términos
utilizados por la ley 17.711, no ha sido salvada la disparidad de
criterios jurisprudenciales con respecto a la segunda cuestión.
La mayor parte de los tribunales de la Capital Federal entienden
que la deuda de medianería es una obligación de valor, cuyo monto
queda "cristalizado" a la fecha de la demanda o constitución en mora.
De este modo la convierten en una deuda dineraria (que en consecuencia sólo devengaría intereses), permaneciendo ajena a las fluctuaciones del poder adquisitivo de la moneda. Obviamente, esto importa una
inconsecuencia respecto a la calificación originaria de obligación de
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valor.
3.3. Es preciso señalar que lo que se cristaliza al tiempo de la
demanda o de la constitución en mora es el valor que se computa, esto
es, la utilidad o beneficio debidos al acreedor, y no el precio o
monto dinerario de la deuda. El valor de la medianería, así fijado,
se convierte en una prestación invariable en su contenido real, que
permanece estable. Lo que variará, a consecuencia de la depreciación
monetaria, es la suma a desembolsar, que es accidental. Ella se
traducirá en una cantidad de dinero que represente el valor ya
determinado a la fecha de la demanda o constitución en mora.
Reiteramos que lo que se computa, en el momento señalado por la ley,
es el valor de la pared o muro y, en su caso, del suelo. La valuación
del muro se hará en función de su longitud, altura, espesor,
cimientos, estado de conservación y antigüedad del mismo, materiales
empleados, etc. El mismo artículo prescribe que la pared debe
adquirirse "como esté construida". Serán aquellos rubros técnicoseconómicos lo que se computarán a los efectos de determinar el valor
a integrar. Cualquier variación en ellos (como podría ser la
destrucción del muro por factores de fuerza mayor), no podrán hacer
variar el valor fijado, que permanecerá estable hasta que se realice
su traducción en unidades monetarias al tiempo del cumplimiento de la
obligación de valor a cargo del deudor.
Firmado: Nora Lloveras - María Emilia Lloveras de Resk - Norma
Juanes- Amara Bittar y Luis Moisset de Espanés
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