Desigualdades en salud en la población anciana Carme Borrell y Josep Ferrando Agència de Salut Pública de Barcelona. Introducción Las desigualdades sociales en salud El estudio de las desigualdades sociales en salud pone de manifiesto la relación entre los factores sociales y la salud. Las personas de clases sociales más privilegiadas tienen una mejor salud percibida y una menor mortalidad que las personas de clases sociales más desfavorecidas1,2. Además, estas desigualdades han aumentado a lo largo del tiempo en la mayoría de los países desarrollados debido a que la salud ha mejorado más en las clases sociales aventajadas. Otro aspecto a tener en cuenta son las desigualdades de sexo: habitualmente las mujeres, respecto a los varones, tienen una peor percepción de su salud aunque presentan una esperanza de vida más larga3. El concepto de desigualdad ha cambiado a lo largo del tiempo, mientras unos lo han utilizado para designar un concepto relacionado con el de injusticia, otros lo han hecho para designar diferencias sociales. La desigualdad en salud hace referencia a las distintas oportunidades de acceder a la salud por parte de diferentes colectivos (clases sociales, sexo, razas o etnias, etc.)4. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS)5, el término “desigualdad” (inequity) se refiere a las diferencias en materia de salud que son innecesarias, evitables e injustas. El concepto de injusticia puede ser muy variable, pero un criterio utilizado es el nivel de libertad que la persona tiene para poder escoger sus condiciones de vida. El estudio de las desigualdades sociales en salud en el Estado español ha avanzado durante las últimas 2 décadas, aunque la mayoría de los estudios son descriptivos6. El año 1996 se realizó el primer informe sobre las “Desigualdades sociales en salud en España”7, encargado por el Gobierno socialista a un grupo de expertos. Este informe tuvo una escasa difusión y las recomendaciones que realizaba sobre las políticas y programas de intervención que debían instaurarse no encontraron eco en los posteriores gobiernos central y autonómicos. Actualmente, aunque existe algún grupo de investigación que sigue estudiando las desigualdades sociales en salud, el compromiso de las administraciones públicas con dicho tema es prácticamente nulo8. En este artículo se revisa el concepto de las desigualdades sociales en salud en la población anciana, y se presenta como ejemplo algunos datos empíricos relativos a la ciudad de Barcelona. (1415) Las desigualdades sociales en salud en los ancianos La salud en la gente mayor Las personas está influida por las circunstancias sociales prede clases sociales más sentes durante los primeros años de vida, la adolescenprivilegiadas tienen una cia, la edad adulta y la ancianidad. El estado de samejor salud percibida y lud en la gente mayor dependerá de las situaciones una menor mortalidad sociales de riesgo o beneficiosas en cada una de estas que las personas de etapas. Por tanto, las personas que nacen en situacioclases sociales más nes sociales más adversas tendrán más probabilidadesfavorecidas. des de tener una peor salud a lo largo de su vida9. Es importante tener en cuenta algunos factores que influyen en las desigualdades en salud en la gente mayor. En primer lugar, la movilidad social o posibilidad de cambiar de clase social a lo largo de la vida. En segundo lugar, la mortalidad selectiva: se ha atribuido unas menores desigualdades en salud en la gente mayor debido a este hecho, interpretándose que las personas de clases menos privilegiadas que sobreviven más años son probablemente las que tienen una mejor salud. Estos dos aspectos podrían hacer variar el patrón de las desigualdades en salud en la gente mayor respecto al de la población joven o adulta10. Diversos estudios han descrito que las desigualdades son menores en los ancianos11,12. La medida más utilizada para determinar la clase social es la ocupación. A la gente mayor habitualmente se le ha atribuido la clase social correspondiente a su última ocupación, la cual puede no reflejar las distintas ocupaciones que haya tenido a lo largo de su vida. Otras opciones serían utilizar la ocupación que tuvieron durante más tiempo, o tener en cuenta las diversas ocupaciones que han desempeñado. Debemos considerar que la mayoría de las personas mayores ya no trabajan y, por tanto, viven de su pensión de jubilación, hecho que puede influir en las desigualdades en salud. Arber y Ginn13 defienden que se debe tener en cuenta la última ocupación, porque es un fuerte determinante de las condiciones de vida durante la jubilación. Estos autores firman, además, que hay que tener en cuenta también las condiciones de privación material, como el nivel de ingresos o el hecho de tener un hogar u otros bienes propios. Debemos señalar que, en nuestro medio, una parte importante de la población anciana, y sobre todo las mujeres, viven en situación de pobreza14. “ ” Un ejemplo: el caso de Barcelona A continuación, se presentan las desigualdades en mortalidad y en salud en la población anciana de la ciudad de Barcelona. La mortalidad La esperanza de vida al nacer en la ciudad de Barcelona en el año 2000 era de 75,9 años en los varones y de 83,3 en las mujeJANO EXTRA ABRIL 2003. VOL. LXIV N.º 1.474 25 OPINIÓN EL ENVEJECIMIENTO EN LA SOCIEDAD ACTUAL res. El hecho de que las mujeres tengan una esperanza de vida más larga que los varones ya se ha descrito en la mayoría de los países desarrollados15. Consecuentemente, las tasas de mortalidad en la población de más de 65 años eran más elevadas en los varones. Las primeras causas de defunción en los varones mayores de 65 años eran: la enfermedad isquémica del corazón, la enfermedad cerebrovascular, el cáncer de pulmón y el de colon. Y en las mujeres eran: la enfermedad cerebrovascular, la enfermedad isquémica del corazón, el cáncer de mama y el de colon. En ambos sexos, tanto la enfermedad isquémica del corazón como la enfermedad cerebrovascular han disminuido durante la última década16. Para estudiar las desigualdades sociales en mortalidad según el nivel socioeconómico, es necesario tener alguna medida de dicho nivel cuando se certifican las defunciones. Una singularidad única en el Estado español la constituye el registro de mortalidad de Barcelona, el cual está conectado con el Padrón de habitantes de la ciudad; ello permite que se disponga del nivel de estudios para cada fallecido. En la tabla I se presentan las tasas de mortalidad correspondientes al año 2000 en la población mayor de 65 años según edad, sexo y nivel de estudios. En general, se evidencian unas tasas más elevadas en la población con un menor nivel de estudios en la mortalidad por todas las causas y en las enfermedades cerebrovasculares, hechos que ya han sido descritos anteriormente12. El cáncer de mama presenta unas mayores tasas de mortalidad entre las mujeres con un mayor nivel de estudios, hecho que también se ha evidenciado en otros estudios, lo cual ha sido relacionado a una diferente distribución de los factores reproductivos (paridad, edad del primer embarazo y edad de la menarquia) según el nivel de estudios17,18. La salud, la salud mental y las discapacidades La Encuesta de Salud de Barcelona del año 2000 (ESB-2000) es la cuarta encuesta de salud impulsada por la Agència de Salut Pública de Barcelona; las anteriores fueron realizadas en los años 1983, 1986 y 199219. En el año 1994 también se obtuvo información de Barcelona a partir de los datos de la Encuesta de Salud de Catalunya20. El universo estadístico de la ESB-2000 era la totalidad de la población residente y empadronada en la ciudad de Barcelona no institucionalizada, sin ningún tipo de restricción en función de la edad. Se realizó un muestreo estratificado por distrito de residencia, siendo la unidad muestral los sujetos individuales y el número de entrevistas realizadas de 10.000 para el conjunto de la ciudad. Debe señalarse que la clase social se ha obtenido a partir de la última ocupación de la persona entrevistada, o si ésta no había trabajado nunca, a partir de la ocupación de su pareja. Las ocupaciones se han agrupado en clases sociales según la propuesta de la Sociedad Española de Epidemiología21. Una limitación de la ESB-2000 es el hecho de que no disponga del nivel de ingresos de la población y, por tanto, no permite analizar las situaciones de pobreza. De las 2.141 personas de 65 o más años entrevistadas en la ESB-2000, un 61,4% era mujeres y un 38,6 %, varones, aproximadamente la mitad en edades entre 65 y 74 años; el porcentaje de mujeres de mayor edad (un 11,8% eran mayores de 85 años) fue superior al de los varones (un 8,5%). TABLA I. Principales causas de mortalidad en varones y mujeres según la edad y el nivel de estudios. Tasas por 100.000 habitantes. Población de 65 años o más (Barcelona, 2000) Varones Todas las causas Enfermedad cerebrovascular 65-74 años Sin estudios Primarios incompletos Primarios completos Secundarios Universitarios 2.594,9 2.595,0 2.628,2 2.115,3 2.363,0 173,6 182,7 150,8 174,3 137,8 ≥ 75 años Sin estudios Primarios incompletos Primarios completos Secundarios Universitarios 9.751,3 10.139,7 9.439,1 8.895,0 8.890,2 1.063,0 942,7 720,9 1.109,2 1.123,4 Mujeres Enfermedad isquémica coronaria Cáncer de pulmón Cáncer de Colon 278,7 339,3 398,5 302,2 243,7 379,2 313,2 215,4 267,3 392,1 77,7 100,7 129,2 69,7 84,8 1.063,0 1.026,5 1.216,5 1.087,9 1.239,6 659,1 593,6 428,0 511,9 348,6 219,7 321,2 473,1 192,0 445,5 Cáncer de mama Cáncer de colon Todas las causas Enfermedad cerebrovascular Enfermedad isquémica coronaria 65-74 años Sin estudios Primarios incompletos Primarios completos Secundarios Universitarios 976,8 1.003,7 1.125,7 858,5 1.096,6 73,6 67,6 29,4 74,0 35,4 83,7 94,1 68,5 88,8 106,1 65,96 65,14 117,46 74,01 88,43 ≥ 75 años Sin estudios Primarios incompletos Primarios completos Secundarios Universitarios 6.935,2 6.713,2 6.555,1 5.599,4 6.889,0 892,6 860,0 948,8 865,4 821,8 670,6 746,6 500,3 559,9 846,0 120,4 168,8 155,2 127,3 241,7 32,98 45,84 88,10 59,21 70,75 179,5 191,5 86,2 101,8 96,7 Fuente: Registro de mortalidad de Barcelona. Agència de Salut Pública de Barcelona. 26 JANO EXTRA ABRIL 2003. VOL. LXIV N.º 1.474 (1416) OPINIÓN EL ENVEJECIMIENTO EN LA SOCIEDAD ACTUAL A continuación se presentan las desigualdades en la salud percibida, los trastornos crónicos, la salud mental y las discapacidades para la población de 65 años o más. La salud percibida y los trastornos crónicos Como un indicador de calidad de vida de las personas, la salud se puede valorar a través del juicio subjetivo del individuo. La autovaloración del estado de salud combina la experiencia subjetiva de enfermedades agudas o crónicas y también de sensaciones, como sentirse agotado. Para poder valorar la salud percibida, la mayoría de las encuestas de salud utilizan una sola pregunta simple: “¿cómo diría usted que es su estado de salud en general?”, con las opciones de respuesta: muy buena, buena, regular, mala, muy mala. Esta pregunta tiene un gran validez y ha estado relacionada con la mortalidad22. Un 54,4% de los varones y un 40,9% de las mujeres de 65 o más años de edad encuestados en la ESB-2000 declaraban que su estado de salud era muy bueno o bueno; en ambos sexos, dichos porcentajes disminuían con la edad (tabla II). Las personas de las clases sociales más desfavorecidas presentaban un peor estado de salud percibido; así, tanto en varones como en mujeres, las clases sociales I-II presentaban unos porcentajes de salud muy buena o buena (74,3% en varones y 67,5% en mujeres) superiores a los de las clases sociales IV-V (57,3% en varones y 33,7% en mujeres). La presencia de trastornos crónicos se considera un indicador objetivo de salud, tanto si se trata de diagnósticos que son el resultado de evaluaciones clínicas como en el caso de relatos subjetivos de estas enfermedades. En la ESB-2000 se preguntó a los TABLA II. Distribución del estado de salud percibido, trastornos crónicos y salud mental en hombres y mujeres según la edad y la clase social. Población de 65 años o más (Barcelona, 2000) Estado de salud percibido (%) Muy bueno Regular Malo/ /bueno muy malo Presencia de Salud trastornos mental crónicos (%) (%) Más de Riesgo cuatro de mala salud Varones (n = 827) Edad 65-74 75-84 ≥ 85 59,9 43,8 45,8 31,1 46,1 33,3 9 10 20,8 35,7 55,9 65,2 8,2 14,6 12,2 Clase Social* I-II III IV-V 74,3 60,9 57,3 17,2 31,1 31,6 8,6 7,9 11 33,2 36,8 43,2 4,5 5,1 10 Mujeres (n = 1314) Edad 65-74 75-84 ≥ 85 45,1 35,9 32,7 39,8 43,1 48 15,1 21 19,4 58,2 61,7 72 19,3 23,8 29,9 Clase Social* I-II III IV-V 67,5 53,6 33,7 23,1 35,8 44,3 9,4 10,6 22,1 49,3 51,9 64,5 17,6 14,8 23,9 *Las prevalencias según la clase social están estandarizadas por edad. Fuente: ESB-2000. Agencia de Salut Pública de Barcelona. 28 JANO EXTRA ABRIL 2003. VOL. LXIV N.º 1.474 encuestados sobre la presencia de 22 posibles trastornos crónicos. El trastorno crónico más frecuente, tanto en varones como en mujeres, y en la mayoría de los grupos de edad era la artrosis. En los varones destacaban los problemas de presión arterial, de próstata y de visión y audición en los de mayor edad. En las mujeres destacaba el dolor cervical, la mala circulación, el dolor de espalda y los trastornos de visión. Nuevamente, las mujeres presentaban unas prevalencias más elevadas de la mayoría de los trastornos crónicos, destacando sobre todo los problemas osteoarticulares, los nerviosos o depresivos y los circulatorios. Un 54,5% de la población de 65 o más años de edad presentaba 4 o más trastornos crónicos (44,1% en los varones y 61,1% en las mujeres). En la tabla II se refleja cómo, tanto en varones como en mujeres, el número de trastornos crónicos aumentaba con la edad. En ambos sexos, el número de trastornos crónicos aumentaba también en las clases sociales IV-V (un 43,2% de los varones y un 64,5% de las mujeres presentaban 4 o más trastornos) respecto a las clases sociales I-II (un 33,2% de los varones y un 49,3% de las mujeres presentaban 4 o más trastornos). Por tanto, y de acuerdo con otros estudios, el estado de salud percibido y la presencia de trastornos crónicos es peor en las mujeres3, en las personas de mayor edad y en las clases sociales más desfavorecidas13,23-25. La salud mental Para poder valorar el estado de salud mental, en la ESB-2000 se utilizó el cuestionario de salud mental General Health Questionnaire versión 12 (GHQ-12)26. El GHQ-12 es un instrumento utilizado para examinar la distribución de la sintomatología neurótica en la población general y también para estimar la prevalencia de personas que presentan trastornos mentales en una determinada población. En la ESB-2000 se detectó que un 17,3% de la población de 65 o más años presentaban un riesgo de tener una mala salud mental. También en el caso de la salud mental, las mujeres presentaban un riesgo mayor que los varones (un 10,3% de los varones y un 21,8% de las mujeres) de presentar dichos trastornos. Como se indica en la tabla II, tanto en varones como en mujeres, el porcentaje de personas con riesgo de sufrir una mala salud mental aumentaba con la edad. En ambos sexos, el porcentaje de personas con riesgo de presentar mala salud mental era superior en las clases sociales IV-V (10% de los varones y 24% de las mujeres de estas clases) que en las clases I-II (4,5% de los varones y 17,6% de las mujeres). Las desigualdades en salud mental según la edad, el sexo y la clase social han sido descritas también en la población de toda Cataluña27, utilizando el mismo instrumento de medición. Las discapacidades En las personas de 65 años o más se pretendió conocer la reducción de la autonomía, centrándose en algunas de las denominadas actividades de la vida diaria. Así, en la ESB-2000, se les preguntaba la dificultad que tenían en realizar 16 actividades de la vida diaria como, por ejemplo, vestirse, ir al baño, ir al mercado, utilizar el teléfono, etc. Un 35,2% de las personas encuestadas presentaban estas limitaciones, siendo las prevalencias mucho más elevadas en las mujeres (42,3%) que en los varones (24%). (1418) OPINIÓN EL ENVEJECIMIENTO EN LA SOCIEDAD ACTUAL % % 76,8 80 100 70 60 80 53,2 51,4 50 60 35 40 27,5 30 40 15,3 20 20 10 0 65-74 75-84 85 o más 65-74 75-84 85 o más Varones Mujeres Edad 0 % 65-74 75-84 85 o más 65-74 75-84 85 o más Varones Mujeres Edad % 80 100 70 60 80 50 37,8 40 30 20 10 0 22,2 9,6 I-II 20,3 24,5 60 40 13,9 20 III Varones IV-V I-II III Mujeres IV-V 0 I-II Clase social III Varones IV-V I-II III Mujeres IV-V Clase social Figura 1. Prevalencia de tener, como mínimo, una actividad de la vida diaria que implicaba tener bastante o mucha dificultad para llevarla a cabo en varones y mujeres según la edad y la clase social. Población de 65 años o más (Barcelona, 2000). Figura 2. Discapacidad en varones y mujeres según la edad y la clase social. Población de 65 años o más (Barcelona, 2000). En la figura 1 puede observarse, tanto en varones como en mujeres, que las personas de mayor edad declararon con mayor frecuencia tener como mínimo una limitación que implicaba tener bastante o mucha dificultad para llevarla a cabo. También en la figura 1 puede observarse, tanto en varones como en mujeres, cómo las personas que pertenecían a las clases sociales IV-V presentaban un porcentaje más alto de tener como mínimo una actividad de la vida diaria limitada (22,2% en los varones y 37,8% en las mujeres) que las pertenecientes a las clases I-II (9,6% en los varones y 20,3% en las mujeres). Para poder realizar una valoración de las dependencias de las personas encuestadas, y siguiendo los criterios señalados por algunos autores28, se procedió a definir la dependencia a partir de la reagrupación de las limitaciones de las actividades de la vida diaria en aquellos individuos que manifestaban necesitar la ayuda de alguien para realizarlas. Así, se definió a un sujeto sin dependencias como aquel que no manifestaba ninguna limitación; un sujeto con dependencia media aquel que presentaba limitaciones en menos de la mitad de sus actividades y necesitaba ayuda, y un sujeto con dependencias graves aquel que presentaba más de la mitad de sus actividades con limitaciones y necesitaba ayuda. Un 35,4% de la población de 65 años o más presentaba dependencias, siendo también las mujeres las que presentan unas prevalencias más altas (un 42,9% de las mujeres frente a un 23,4% de los varones). En la figura 2 se puede observar que en ambos sexos las dependencias graves aumentaban con la edad. Respecto a la clase social, también puede observarse tanto en varones como en mujeres que las clases sociales IV-V presentaban un mayor porcentaje de personas dependientes (19,5% en los varones y 36% en las mujeres) que las clases sociales I-II (7% en los varones y 19,5% en las mujeres). Nuevamente se evidencian las desigualdades según el sexo y la clase social. Otros estudios también han descrito el aumento de las discapacidades con la edad, en las mujeres28 y en las personas de clase más desfavorecida13. 32 JANO EXTRA ABRIL 2003. VOL. LXIV N.º 1.474 Conclusiones Las desigualdades sociales en salud se mantienen en la población anciana, a pesar de que hay aspectos que pueden influir, como la movilidad social o la mortalidad selectiva. La esperanza de vida al nacer es más corta en los varones que en la mujeres. En la ciudad de Barcelona existen desigualdades en mortalidad por nivel de estudios, sobre todo al analizar todas las causas de defunción y la mortalidad por enfermedades cerebrovasculares. Ello implica que las personas con menor nivel de estudios tienen unas tasas más elevadas de mortalidad. En Barcelona, las mujeres declaran un peor estado de salud, medido tanto como estado de salud percibido como por el número de trastornos crónicos, la salud mental, las limitaciones de la vida diaria o las dependencias. Estas desigualdades en salud según el sexo concuerdan con lo descrito en la bibliografía. En ambos sexos el estado de salud empeora a medida que aumenta la edad. Existen desigualdades en salud según la clase social; son las menos favorecidas las que presentan un peor estado de salud (1422) percibido, más trastornos crónicos, más riesgo de tener problemas de salud mental y más dependencias. 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