expediente 2002-00373-01 - Corte Suprema De Justicia

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
WILLIAM NAMÉN VARGAS
Referencia: expediente 2002-00373-01
Bogotá, D.C., veinticinco (25) de enero de dos mil ocho (2008)
(Aprobada por Acta No. 82 de 26 de noviembre de 2007).
Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte
demandante contra la sentencia de 7 de junio de 2006, proferida por la
Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín dentro del
proceso ordinario instaurado por Rubiela del Rosario Montoya Gómez y
Diego Alejandro, Germán David y Yuliana López Montoya frente a Leasing
de Occidente S.A. Compañía de Financiamiento Comercial.
ANTECEDENTES
1. Ante el Juzgado Doce Civil del Circuito de Medellín, los
mencionados demandantes convocaron a la referida demandada para que
se declarara que incumplió el contrato de leasing 30661 celebrado con
Germán de Jesús López Gómez, esposo y padre de los actores, al haber
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actuado abusando de sus derechos y de mala fe, y, como consecuencia de
ello, se condenara a dicha sociedad a pagar junto con sus intereses lo
siguiente: a favor de la sucesión del contratante la suma que dejó de
ingresar al haber sucesoral a causa del incumplimiento (en su decir,
CIENTO DIECISÉIS MILLONES TRESCIENTOS CINCUENTA Y SEIS MIL
OCHOCIENTOS PESOS); a la cónyuge supérstite, como adjudicataria del
bien materia del contrato de leasing, el dinero que tuvo que cancelar por
cuenta del convenio (suma que inicialmente cuantificaron los accionantes
en CIENTO CUATRO MILLONES SETECIENTOS DOCE MIL TREINTA Y
CINCO PESOS) y; a los hijos del contratante, teniendo en cuenta que se
encontraban vinculados a la acción contractual como herederos del
causante, la pena contractual por incumplimiento, esto es, la suma de
CIEN MILLONES DE PESOS (Folios 34 y 35, cuaderno de primera
instancia).
2. Las pretensiones incoadas, en resumen, se sustentan, así:
(a). El contrato de leasing contiene las siguientes características: fue
suscrito el 21 de octubre de 1996 y su vigencia se extendió hasta el 21 de
octubre de 1999; su objeto radicó en la entrega en arrendamiento
financiero con opción de compra de una tracto-mula (cuyas
especificaciones registra la demanda) por parte de la Compañía de
Leasing a favor de Germán de Jesús López Gómez, debiendo este último
pagar en contraprestación un canon mensual de CUATRO MILLONES
SEISCIENTOS
SETENTA
Y
CINCO
MIL
CUATROCIENTOS
VEINTICUATRO PESOS ($4’675.424,oo,) y pactándose la suma de DIEZ
MILLONES DE PESOS ($10’000.000,oo) como cuantía de la opción de
adquisición; adicionalmente se pactó como obligación contractual la
obtención de las coberturas de seguro relativas al automotor, cuyo
beneficiario debía ser la compañía (fol. 28. cdno. 1).
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(b). En lo que a las coberturas del seguro respecta, también se
estipuló en el numeral 9.1. del contrato: “EL USUARIO designa a la
COMPAÑÍA su representante y ésta acepta el encargo, para celebrar con
una Aseguradora establecida en Colombia los siguientes contratos: (…) d)
El seguro de deudores cuando el USUARIO sea persona natural (…)”
aclarándose en el parágrafo que “en algunos casos especiales que hayan
sido previamente autorizados por escrito por la COMPAÑÍA, el USUARIO
podrá contratar con una Compañía de Seguros aprobada por la Compañía,
los seguros a que se refiere la cláusula 9.1.” (fol. 29. cdno. 1).
(c). El 3 de febrero de 1998, encontrándose aún vigente el citado
contrato de adhesión, falleció el señor GERMÁN DE JESÚS LÓPEZ
GÓMEZ, restando aún 22 cánones mensuales por pagar (fol. 29. cdno. 1).
(d). La muerte del contratante permitió vislumbrar el incumplimiento
contractual de la Compañía de Leasing, particularmente de la cláusula
novena, pues al intentar la cónyuge supérstite ejercer la opción de compra
para integrar la tracto-mula al acervo sucesoral, fue requerida por la
demandada para que continuara pagando los cánones insolutos; situación
que no habría ocurrido de haber dado cumplimiento la demandada a las
estipulaciones del contrato, toda vez que al fallecimiento del deudor, el
seguro de deudores cubriría los cánones faltantes legitimando a los
demandantes para el ejercicio de la opción de compra, sin embargo dicho
seguro jamás existió (la demandada solo se preocupó porque el seguro
que amparaba el bien objeto del contrato estuviera vigente, situación que
encuadra en el abuso del derecho y la mala fe) (folios 29 y 30. cdno. 1).
(e). Los demandantes, particularmente la cónyuge supérstite, se
vieron en la necesidad de continuar pagando los 22 cánones restantes,
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habiendo cancelado por ese concepto un total de CIENTO CUATRO
MILLONES SETECIENTOS DOCE MIL TREINTA Y CINCO PESOS así
como los seguros necesarios para la continuidad del contrato.
No
obstante, faltando honrar dos cánones para la terminación del contrato, la
cónyuge supérstite incurrió en mora y fue despojada de la tenencia del
bien, a pesar de no haber aceptado ni suscrito el documento “ACTA DE
RESTITUCIÓN VOLUNTARIA CONTRATO LEASING No. 30661” que la
demandada pretendió inducirla a firmar y cuyo contenido se encuentra
descrito en la demanda (folios 31, 32 y 33. cdno. 1).
3. Admitida la demanda, se procedió a realizar las notificaciones
pertinentes mediante la fijación del aviso de notificación previsto en el
artículo 320 del C.P.C., el emplazamiento contemplado en el artículo 318
ídem y el nombramiento de curador ad litem, dando este último
contestación a la demanda oponiéndose a sus pretensiones.
4. El a quo pronunció sentencia de primera instancia el 1º de marzo
de 2004, decidiendo: “1- No declarar el objeto de la pretensión: No hubo
incumplimiento de la demandada y no tiene el deber de indemnizar a los
demandantes conforme a lo expuesto en la parte motiva. 2- Costas en esta
instancia a cargo de la demandante.”.
5. Surtida la apelación interpuesta por los demandantes, el Tribunal
en sentencia de 7 de junio de 2006 confirmó el fallo íntegramente.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
1. Previa reseña de los antecedentes procesales, la sentencia de
primera instancia y el recurso de apelación, advirtió la necesidad de
acreditar la relación contractual para la prosperidad de la pretensión
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declaratoria de incumplimiento, siendo “(…) la plena prueba, elemento
esencial de una decisión condenatoria.”.
2. A continuación emprendió el examen del contrato de leasing a
efectos de establecer los medios probatorios necesarios para acreditar su
existencia, concluyendo su carácter “(…) atípico, consensual, bilateral,
oneroso y de tracto sucesivo (…)” carente de formalidades o
solemnidades, existiendo una amplia posibilidad probatoria, esto es, resulta
posible “evidenciarlo mediante documentos, testimonios, confesión etc.
(…)” y subraya la necesaria conformidad de los medios de prueba con los
requisitos legales.
3. Descendió al caso concluyendo la ausencia de prueba de la
existencia del contrato de leasing y por tanto mal puede declararse su
incumplimiento, pues la fotocopia informal allegada con la demanda carece
de mérito probatorio conforme al numeral segundo del artículo 254 del
Código de Procedimiento Civil por ser menester la autenticación de la
copia por el notario previo cotejo con su original y admitiendo en gracia de
discusión su demostración con las tres notas remitidas por la demandada
al supuesto locatario con “alusiones breves e incompletas al tema”, faltaría
la acreditación de la cláusula novena según la cual la arrendadora asumió
la obligación de adquirir el seguro de vida y tampoco son sustento del
incumplimiento aludido, puesto que no constituyen prueba ni dan certeza
del contenido del contrato.
Concluyó en síntesis que “[p]ara la prosperidad de la pretensión era
necesaria la demostración del negocio que se predica vulnerado, conforme
las reglas a el efecto establecidas por el legislador (…) Como no se logró
tal cometido, la petición está condenada al fracaso.”, decidiendo así
confirmar el fallo del a quo.
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LA DEMANDA DE CASACIÓN
Al amparo de la causal primera del artículo 368 del C. de P.C. se
formulan ocho cargos, todos los cuales se resolverán en conjunto por
compartir las mismas falencias en su estructuración y ser idénticas las
consideraciones a este efecto.
CARGO PRIMERO
Por la causal primera de casación contemplada en el numeral 1º del
artículo 368 del Código de Procedimiento Civil ataca la sentencia por
violación indirecta de la ley sustancial al desconocerse el artículo 357
ibídem, pronunciándose sobre un aspecto ajeno a la sentencia de primera
instancia y a la apelación, esto es, sobre la carencia de certeza o
autenticidad de la prueba de la relación contractual, cuando el recurso se
interpuso por la indebida interpretación de las relaciones contractuales del
a quo, esto es, las valoraciones teóricas acerca de los contratos bancarios
y los presupuestos normativos para ellas, así como las “Valoraciones de
contenido práctico para denegar las pretensiones y las que rodearon el
contrato en cuestión.”.
CARGO SEGUNDO
Alega violación indirecta de la ley sustancial por indebida aplicación
del numeral segundo del artículo 254 del C.P.C. porque la copia del
contrato calificada por el ad quem de “informal” y carente de validez
probatoria es totalmente válida y con eficacia procesal a la luz de una
correcta aplicación de la norma citada, puesto que la documental
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presentada “(…) ha sido autenticada porque se cotejó con una copia
autenticada”. Como fundamento esgrime que la “o” incluida en el numeral
segundo citado, es disyuntiva y que por tanto “(…) para que se surta la
autenticación de la copia, el cotejo se puede hacer con el original o con
copias que presenten una garantía de autenticidad”. A más de lo anterior,
reprocha al ad quem por imponerle unas consecuencias que no debe
asumir, habida cuenta de la diligencia con que enfrentó el proceso, es
decir, con la demanda solicitó interrogatorio de parte y durante su práctica
el reconocimiento del contrato aportado, cosa que no sucedió por su
negativa a acudir al proceso.
CARGO TERCERO
Reprocha violación directa por inaplicación de una norma de
“obligatorio cumplimiento para el ejercicio jurisdiccional”, como lo es el
artículo 179 del C.P.C. A este respecto y en lo que al reconocimiento de la
copia aportada refiere, era deber del ad quem decretar la prueba solicitada
en primera instancia y no fue practicada, pues tal decreto y práctica habría
convalidado el valor probatorio de la copia aportada. Insiste nuevamente,
que el documento aportado es copia auténtica de una copia auténtica,
tiene plena validez y, al no ser tenido esto en cuenta en la segunda
instancia, la prueba debió decretarse por la prevalencia del derecho
sustancial sobre el procesal.
CARGO CUARTO
Acusa la providencia de “violación directa de una norma procesal
con énfasis en la sustancial” por aplicación indebida de los preceptos
relativos a las nulidades. Manifiesta confusamente el casacionista que de
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ser ajustada a derecho la apreciación del ad quem en lo tocante con la
copia del contrato allegada con la demanda, ese hecho sería únicamente
generador de una nulidad susceptible de saneamiento a la luz de los
artículos 1740 y 1742 del Código Civil y que, en aplicación de los artículos
37 numeral cuarto, 140, 143, 144 numeral primero y 358 inciso tercero del
C.P.C. en concordancia con el artículo 1746 del C.C. el ad quem debió
remitir el expediente al a quo para que éste retomara la actuación desde el
momento en que se incurrió en la supuesta nulidad. Así mismo, reitera que
el hecho de no haber alegado dicha nulidad la parte demandada, condujo a
que se saneara y sí en gracia de discusión la nulidad no fuese subsanable
el fallo del ad quem confirmando aquel basado en la nulidad, se encuentra
viciado.
CARGO QUINTO
Existe “violación directa de la ley procesal que incide sobre la ley
sustancial”, pues al haber confirmado el ad quem la sentencia proferida por
su inferior, deviene en responsable por sus errores. En tal sentido, el
artículo 183 del C.P.C. en su inciso tercero establece que el juez deberá
pronunciarse expresamente sobre las pruebas solicitadas por las partes y,
al no haberse pronunciado el a quo acerca del reconocimiento del contrato
(prueba que se solicitó para ser practicado en la diligencia de interrogatorio
de parte), con la confirmación del fallo, el ad quem está sancionando la
diligencia del demandante y avalando el actuar “negligente” de su inferior al
no pronunciarse sobre la prueba citada.
CARGO SEXTO
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Denuncia violación directa de la norma procesal que deviene en
violación al debido proceso. Prosigue indicando que el artículo 304 del
C.P.C. limita al juez a abordar en la sentencia el examen crítico de las
pruebas y los razonamientos legales, siempre bajo el principio de unidad
de la prueba, mientras que el 187 ídem lo obliga a pronunciarse sobre el
mérito que le asigna a cada prueba; continúa citando el artículo 38 ibídem,
para manifestar que el juez sólo puede fallar en equidad a solicitud de las
partes y; concluye que el ad quem se equivocó al avalar una decisión en
equidad del a quo, que a todas luces omite pronunciarse mediante una
“valoración argumentada con fundamentos en la ley sustancial” sobre las
pruebas distintas al contrato aportadas con la demanda.
CARGO SÉPTIMO
Invoca la violación directa de la ley sustancial por un error de hecho,
en atención a que la prueba que soporta la decisión avalada por el ad
quem ha sido apreciada erróneamente. Citando apartes de la sentencia de
primera instancia, estima que la apreciación que del documento obrante a
folio 12 hace el a quo es errada, puesto que extiende el requerimiento
hecho por la demandada al contratante primitivo a asuntos ajenos al objeto
del contrato. En otros términos, la prueba hace referencia a la póliza que
ampara contra todo riesgo el bien objeto del contrato de seguro mas no al
“seguro de deudor”, pues el objeto del contrato de leasing no es en ningún
momento la salud del contratante ni el aseguramiento de su vida.
CARGO OCTAVO
Sostiene la “violación indirecta por una apreciación errada” de los
artículos 4 y 871 del C. de Co., 1494, 1495, 1602, 1603, 1610, 1624 y 1757
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del C.C., normas relativas a la contratación. Recalca que la decisión
confirmada por el ad quem lo vincula y los errores de la misma le son
reprochables. En tal sentido ataca la decisión de primera instancia, por
cuanto, bajo el argumento de ser necesario en la interpretación de los
contratos atenerse al sentido práctico de los mismos más que a su tenor
literal, refiere a las nulidades del contrato de seguro y no al contrato de
leasing el objeto de controversia. Anticipa que las estipulaciones
contractuales en materia mercantil se prefieren sobre la costumbre y las
normas legales supletivas, que los contratos deben celebrarse y ejecutarse
de buena fe y obligan no solo a lo expresamente pactado sino también a
aquello que se desprende de su propia naturaleza; para concluir indicando
que el incumplimiento contractual de la demandada se fundamenta en una
estipulación expresa, como lo es la cláusula novena del citado contrato y,
en caso de atenderse a la naturaleza del contrato, “(…) existe la carga de
establecer una garantía (…) en aras a obtener una relativa igualdad
contractual.”.
Citando una providencia de esta Sala, insinúa que ha sido víctima
de un abuso del derecho por parte de la demandada, pues ella no solo
redactó las condiciones del contrato, sino también mantuvo el control del
mismo en la fase de ejecución o cumplimiento. Hace un recuento de lo
establecido en los artículos 1494, 1495, 1602, 1610 y 1613 del C.C., para
indicar que dichos preceptos legales fueron desconocidos por el a quo y
endilga idéntica responsabilidad al ad quem. Finaliza manifestando que de
haberse interpretado que en dicho contrato existía una ambigüedad, en
aras de establecer a quién correspondía la obligación contenida en la
cláusula novena, al ser el contrato de leasing un contrato de adhesión,
dicha cláusula debió interpretarse contra el redactor del contrato y no
contra los demandantes tal como lo ordena el artículo 1624 del C.C.; es por
esto que la indebida aplicación que el a quo hace de los artículos 1502 del
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C.C., 1158 y 1058 del C. Co. tampoco resulta válida a la luz del artículo
1757 del C.C., pues quien alega la extinción de una obligación debe probar
dicho hecho sin que sea permitido al fallador pronunciarse oficiosamente
sobre ella (artículo 306 del C.P.C.).
CONSIDERACIONES
1.
El artículo 357 del C. de P.C. consagra el principio prohibitivo
de la reformatio in pejus, elevado a rango constitucional en el artículo 31 de
la Constitución Política y, por su inteligencia, le está vedado al juzgador de
segunda instancia modificar la decisión apelada “en la parte que no fue
objeto del recurso, salvo que en razón de la reforma fuere indispensable
hacer modificaciones sobre puntos íntimamente relacionados con aquélla”.
Dicho postulado encuentra venero en la garantía constitucional del
debido proceso y en los principios generales del derecho procesal, en
particular, en el sistema dispositivo, la finalidad de la apelación interpuesta
en lo desfavorable al recurrente definitoria del interés para recurrir y del
thema decidendum del ad quem, por lo cual, no puede ex officio imponer
una condena más gravosa.
La prohibición de la reforma peyorativa, limita ex naturalitir al tenor
de la apelación interpuesta la competencia y facultades del superior tantum
devolutum quantum appelatum (tanto se apela, tanto se devuelve; lo que
no ha sido impugnado, no puede ser fallado de nuevo) y por ello no puede
fallar más allá de lo pedido por las partes (non est iudex ultra petitum
partium) encontrando una restricción en el agravio causado con la
sentencia impugnada al apelante o a la parte en cuya protección se surtió
la consulta, salvo las excepciones legales.
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Por esto, ha dicho la Corte: “Reformar en perjuicio es, (…) innovar la
sentencia apelada de modo tal que el fallo de segunda instancia lesione el
interés jurídico del impugnante único. Lo que, a contrario sensu, indica que
no cualquier enmienda a la providencia recurrida configura desconocimiento
del aludido principio, sino únicamente la que represente un desmejoramiento
de la situación procesal que ya había logrado la parte apelante en la primera
instancia" y "la limitación antes anotada desaparece cuando ambas partes
apelan, porque entonces el ad quem adquiere competencia para reformar y
revisar la providencia en todos sus aspectos, ya que lo favorable a la una
será desfavorable a la otra. Si las dos partes se alzan frente a la providencia,
la competencia del juez de segunda instancia es plena; no está sujeta a la
comentada limitante" (G.J. CCXII, 2o. semestre 1991, p. 92).
De este modo, la reformatio in pejus, no actúa cuando ambas partes
han apelado, la no apelante adhiere al recurso, fuere menester modificar
aspectos íntimamente relacionados con la providencia o tratándose de una
materia de previo análisis forzoso, verbi gratia, los presupuestos procesales
(CCVII, p. 212, cas. octubre 20/2000, exp. 5682, CCLXVII) o de aquellas
que el ordenamiento jurídico impone el deber de pronunciarse.
El desconocimiento de este principio prohibitivo puede invocarse en
casación por la causal cuarta prevista en el artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil y, por esto, el cargo formulado en la demanda vía
indirecta no se ajusta a esta exigencia, a más de no indicar norma
sustancial alguna ni individualizar las pruebas generatrices del error cas.
marzo 9/2006, exp. 4105, cas. agosto 2/1999, exp. 5200) ni su clase, ya de
hecho, ora de derecho (cas. agosto 17/1999, exp. 5170, cas. febrero
23/2001, exp. 5619).
Al margen de esta deficiencia, la sentencia del ad quem confirmó la
desestimatoria del a quo, con una argumentación jurídica diferente y por
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ello la censura aún de haberse propuesto por la causal cuarta no estaría
llamada a prosperar, por cuanto, sólo es violatoria de la reformatio in pejus,
cuando el agravio se encuentra en su parte resolutiva “donde debe
buscarse el desbordamiento de la limitación que impide al juzgador hacer
más gravosa la condición del único apelante, y no en su parte expositiva
(…)” y “(…) si en dicho pronunciamiento se confirmó íntegramente la
decisión de primer grado, es decir, se mantuvo por el ad-quem lo allí
resuelto, sin variación, no hay manera de afirmar que hizo más difícil, para
el apelante, la situación establecida por el sentenciador de primera
instancia, circunstancia que obvia y necesariamente excluye una acusación
por esa causa” (cas.mayo 4/2005, exp. 66682-3103-001-2000-00052-01,
cas. diciembre 14/2006, exp. No. 08001-31-03-013-2000-00194-01, cas. 8
de febrero de 1963, CL, 65-66, cas. mayo 10/1989).
Por lo anterior, no prospera el primer cargo.
2.
El segundo cargo tampoco se ajusta a los requisitos, en
primer término, porque el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil,
es norma probatoria y no sustancial (auto noviembre 13/2001) y, en
segundo lugar, porque no enuncia ninguna de este último talante y, al
margen de esta falencia, el Tribunal concluyó la carencia de mérito
probatorio de la copia informal del contrato anexa con la demanda al tenor
de precepto por ausencia de cotejo con su original o su copia auténtica y,
eso es, lo que la norma preceptúa, por lo cual, las conclusiones del iudex
son intangibles, “mientras el recurrente no logre demostrar con certeza que
el ad quem al efectuar el examen probatorio y jurídico cometió yerro notorio
de hecho o uno de valoración, por cuanto la disímil apreciación que de la
prueba haga el censor a través del aludido recurso no es suficiente por sí
misma para aniquilar o anonadar la providencia impugnada, ni siquiera en
el eventual caso en que la Corporación pueda separarse del estudio que
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haya hecho el juzgador para admitir como más razonable la conclusión
objeto de ataque” (cas. septiembre 18/ 1998). Por lo tanto, no prospera.
3.
En el mismo sentido, los cargos tercero, quinto y sexto, no
expresan el quebranto de ninguna norma sustancial, pues todos los
enunciados son de linaje procesal, como de tiempo atrás lo ha señalado
esta Sala en relación con los artículos 38 (auto octubre 25/1996), 179
(cas. junio 30/2005, exp. 7402, autos 268 de octubre 3/2003, 140 julio
1/1998, 180 agosto 12/1998); 183 (cas. septiembre 3/2004, julio 1/1998),
187 (cas. marzo 3/1996, exp. 4397, junio 30/2005, exp. 7569) y 304 del C.
de P.C. (cas. febrero 20/2003, exp. 6345 y cas. marzo 9/1995, exp. 4105) y
el cargo séptimo a más de no citar norma alguna, censura la sentencia del
Tribunal por confirmar la del a quo citando apartes de ésta.
Reiterase además que el recurso de casación procede frente a la
sentencia como thema decisum y no del litigio como thema decidendum,
pues la Corte, por mandato constitucional, “ostenta la privativa calidad de
Tribunal de casación, como tal ajena al juzgamiento propio de los jueces de
primero y de segundo grado” (cas. agosto 14/2000, exp. 5552) y el recurso
de casación “ha de ser en últimas y ante la sentencia impugnada, una crítica
simétrica de consistencia tal que, por mérito de la tesis expuesta por el
recurrente de manera precisa, y no por intuición oficiosa de la Corte, forzoso
sea en términos de legalidad aceptar dicha tesis en vez de las apreciaciones
decisorias en que el fallo se apoya razón por la cual al analizar el recurso, la
Corte tiene circunscrito su radio de acción a los límites señalados por la
demanda, dado que no puede entrar oficiosamente en la consideración de
cuestiones que no se hayan planteado concretamente, aspecto este que por
lo mismo marca ostensible diferencia entre las funciones de juzgamiento en
instancia y la que compete al Tribunal de casación, toda vez que aquellas
son expresión de atribuciones amplias de los juzgadores para examinar las
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cuestiones de hecho y de derecho, en tanto que las de la Corte en casación
están restringidas a examinar las causales invocadas dentro de los términos
de cada una de ellas, y siempre que la demanda tiene la forma que prescribe
la ley…” ( cas. septiembre 10/1991).
La cuarta acusación es confusa imputando al fallo, la violación
“directa” de una norma procesal con “énfasis en la sustancial”, o sea, no
resulta claro si el ataque se está realizando por la vía directa o la indirecta,
ni si se trata de una violación medio. No obstante, en gracia de discusión,
si fuere por la vía directa, no indica la norma sustancial afectada por la
sentencia sin atención a la valoración jurídica o material de los elementos
probatorios y se aparta considerablemente de las conclusiones fácticas del
sentenciador cuando “(…) la actividad dialéctica del impugnador tiene que
realizarse necesaria y exclusivamente en torno a los textos legales
sustanciales que considere no aplicados, o aplicados indebidamente, o
erróneamente interpretados; pero en todo caso con absoluta prescindencia
de cualquier consideración que implique discrepancia con el juicio que el
sentenciador haya hecho en relación con las pruebas” (Sentencia de 20 de
Marzo de 1973, G.J. CXLVI); contrario sensu, si la Corte asumiera que el
ataque se realiza por la vía indirecta por violación de la ley sustancial
derivada de la apreciación jurídica o material de los elementos probatorios,
adolecería de la individualización de la prueba en que soporta la acusación
y del carácter no sustancial de las normas invocadas, las cuales, deben ser
base fundamental del fallo o debido serlo. Al margen de lo anterior, llama
la atención el planteamiento del recurrente confundiendo las nulidades
sustanciales consagradas en la normatividad civil con aquellas contenidas
en el ordenamiento procesal civil, cuando las primeras se predican de los
negocios jurídicos y están dotadas de una acción específica para su
reconocimiento y las segundas pretenden corregir vicios acaecidos en el
proceso judicial. De otra parte, la causal por la cual debe atacarse la
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sentencia cuyo defecto configure una nulidad procesal es la contenida en
el numeral quinto del artículo 368 del C.P.C. y no la invocada por el
impugnante.
Prescindiendo de estas deficiencias, a propósito de las glosas al ad
quem por no decretar pruebas oficiosas, recuérdese que toda “decisión
judicial debe fundarse en las pruebas regular y oportunamente allegadas al
proceso”, sujetas a su valoración racional e integral “de acuerdo con las
reglas de la sana crítica, sin perjuicio de las solemnidades prescritas en la
ley sustancial para la existencia o validez de ciertos actos” (artículos 174 y
187 C. de P.C.), correspondiendo al demandante y no al juez la carga
probatoria (actori incumbit probatio) con elementos probatorios idóneos, y
sujetos a contradicción y, en contrapartida, al demandado demostrar in
contrario (reus in excipiendo fit acto), pues, al tenor del artículo 177 del C.
de P.C. “incumbe a las partes probar el supuesto de hecho de las normas
que consagran el efecto jurídico que ellas persiguen”, cuestión que en la
autorizada opinión de Francisco Carnelutti “se desarrolla en procura de
demostrar los supuestos fácticos que sustentan su proposición. También la
noción de carga de la prueba incluye para el juzgador una regla de juicio
que le indica cómo debe fallar cuando no encuentra la demostración de los
hechos en que se fundamenta la pretensión o la excepción” y “se traduce
en la obligación del juez de considerar existente o inexistente un hecho
según que una de las partes le ofrezca o no la demostración de su
inexistencia o de su existencia” (La Prueba Civil, Traducción de Niceto
Alcalá-Zamora y Castillo, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1979, pp. 219
ss.).
Por lo mismo, siendo del actor y no del juez el deber de demostrar
los supuestos fácticos de las normas jurídicas, cuando se omite
pronunciamiento sobre una prueba solicitada, es la parte afectada la
legitimada para interponer recurso de reposición en dicha instancia, en los
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términos del artículo 348 del C.P.C. o en alzada, en virtud de lo establecido
en el numeral tercero del artículo 351 ídem. En conclusión, la carencia de
diligencia de la parte en cuestiones probatorias, no conduce a que el
juzgador se vea obligado inexorablemente a actuar por ella mediante el
decreto oficioso de pruebas.
Por lo tanto, se desestiman los cargos.
4.
El cargo octavo, va dirigido contra la sentencia de primera
instancia y los razonamientos del a quo, dejando de lado los pilares
fundamentales de la sentencia del ad quem, esto es, la ausencia de prueba
del contrato cuyo incumplimiento pretendió, siendo así impertinente la
mención de la normatividad enunciada.
En este orden de ideas, la acusación presenta un serio desenfoque,
pues como ha sostenido la Corte, “(…) cuando se apoya en la primera de
las causales que consagra el Art. 368 del Código de Procedimiento Civil, el
escrito (…) debe contener una crítica concreta y razonada de las partes de
la sentencia que dicho litigante estima equivocadas, señalando asimismo
las causas por las cuales ese pronunciamiento materia de impugnación
resulta ser contrario a la ley. Y para que este requisito quede satisfecho del
modo que es debido, es indispensable que esa crítica guarde adecuada
consonancia con lo esencial de la motivación que se pretende descalificar,
vale decir que se refiera directamente a las bases en verdad importantes y
decisivas en la construcción jurídica sobre la cual se asienta la sentencia,
habida cuenta que si blanco del ataque se hacen los supuestos que
delinea a su mejor conveniencia el recurrente y no los que objetivamente
constituyen fundamento nuclear de la providencia, se configura un notorio
defecto técnico por desenfoque que conduce al fracaso del cargo
correspondiente.”.
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Por lo anterior no prospera el cargo.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de
Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley, RESUELVE:
NO CASAR la sentencia de fecha y procedencia antes indicadas,
dictada en el proceso ordinario instaurado por Rubiela del Rosario Montoya
Gómez y Diego Alejandro, Germán David y Yuliana López Montoya frente
a Leasing de Occidente S.A. Compañía de Financiamiento Comercial.
Condénase en costas del recurso al recurrente. Liquídense
Cópiese, notifíquese, publíquese y devuélvase al Tribunal de origen.
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
En comisión de servicios
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
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PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
WILLIAM NAMÉN VARGAS
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
Ausente con excusa
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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