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ARMAÑÓN: entorno natural
Cerrando Karrantza Harana/Valle de Carranza por su vertiente norte, una alargada loma se extiende entre las
Peñas de Ranero, los amplios pastizales de Armañon y los densos encinares que cubren el kárstico monte de Los
Jorrios (Trucios-Turtzioz). Este entorno privilegiado, en el que las actividades humanas de tipo rural han sabido
convivir en armonía con paisajes sobresalientes, constituye una parte fundamental del patrimonio natural y
ecológico de Bizkaia.
El medio que rodea estas montañas ha sido esculpido por la acción de los agentes atmosféricos, especialmente el
agua de lluvia, que han modelado un paisaje de fisonomía espectacular, principalmente en el entorno kárstico de
la Peña de Ranero, con su laberinto de lapiaces, simas, dolinas, torcas y cuevas.
No es de extrañar, por tanto, que esta zona, debido a su importancia ecológica y a su gran atractivo como lugar de
ocio y esparcimiento, requiera de una especial protección.
PARAJES DESTACABLES
Karst de Ranero
En Ranero nos encontramos ante un
macizo calizo modelado por la acción
erosiva de las aguas de lluvia, dando
origen a típicas formaciones subterráneas
como las cuevas de Pozalagua y Santa
Isabel, ambas de gran belleza; la Torca
del Carlista y Jornos II, simas de gran
interés espeleológico; y el yacimiento de
Ventalaperrra, que alberga los grabados
prehistóricos más antiguos del País
Vasco.
En las zonas más agrestes e inaccesibles de estas peñas anida una importante
colonia de buitres leonados, especie que ha estado a las puertas de la extinción
y cuya recuperación ha sido llevada de forma modélica, como demuestran los
magníficos resultados obtenidos en los últimos años.
Encinar de Sopeña
Al norte de Karrantza
Harana/Valle de Carranza,
al pie del Armañon y
Fuentefría, se extiende un
farallón rocoso, alargado y
fracturado verticalmente en
siete pequeños canales.
Aquí se abren una infinidad
de cavidades, unas de
origen natural, y otras
resultantes de las labores
extractivas que tuvieron
lugar en la comarca a comienzos de siglo.
Las calcáreas peñas de Sopeña sirven de muralla contra los
vientos marinos, y a su socaire se desarrolla un microclima cálido.
Cuevas de Ventalaperra
Están situadas en la base de las Peñas de Ranero, al pie de la espectacular
Ésta es la razón que ha permitido a un encinar mediterráneo
pared del "Mirón", en el kilómetro 56 de la carretera C-6210, entre Molinar y
Ramales de la Victoria. En su interior se han encontrado grabados sobresalientes crecer en la cornisa cantábrica. Su aspecto adehesado, debido a
las talas antaño realizadas, nos trae a la memoria paisajes tan
de bisontes y osos, realizados por la mano del hombre prehistórico.
diferentes como el extremeño o el andaluz.
Ubicadas a la derecha de la carretera, se pueden observar a simple vista en el
desfiladero que forman la Peña del Moro y la de Ranero. Asus pies discurre el río Armañon
Esta amplia y pelada cumbre se alza en el extremo noreste del
Karrantza, que ha labrado esta colosal hendidura entre ambas peñas.
valle, ofreciéndonos desde su cumbre unas panorámicas
inmejorables sobre el valle de Turtzioz y Karrantza Harana/Valle
Las investigaciones en este importante yacimiento continúan en la actualidad,
de Carranza. En sus estribaciones se ubican importantes
por lo que no se permite el acceso a su interior.
monumentos megalíticos, como el de Galupa y Lama, que
demuestran el desarrollo de actividades pastoriles en la zona
desde los tiempos prehistóricos hasta nuestros días.
Cuevas de Pozalagua
Está situada a dos kilómetros de la aldea de Ranero, al pie de la peña del mismo
nombre. El 28 de diciembre de 1957 la explosión de un barreno en la cantera de Aquí pastan en la actualidad, y en estado semisalvaje, algunas
dolomita contigua dejó al descubierto esta cueva escondida en el seno de la
razas de ganado de carácter autóctono, como el caballo pottoka y
peña. Una visita guiada nos permite acceder al interior de la cavidad donde
razas bovinas como la betizu y la terreña.
podremos admirar en toda su magnitud la riqueza de esta joya geológica. El
itinerario ha sido acondicionado con una serie de pasarelas metálicas que
facilitan el tránsito a través de la gruta.
Lo más interesante de la cueva lo constituye un tipo concreto de estalactitas,
conocidas como excéntricas. Éstas desafían la ley de la gravedad y se ramifican
en todas direcciones, entrelazándose y anudándose. La causa de estas
formaciones es, aún hoy día, una gran incógnita, y son variadas las explicaciones
que se dan a este proceso natural. La mayor presencia de excéntricas puede
admirarse en el techo de la llamada Sala Versalles.
En época de lluvias, el suelo de la cueva se cubre de agua, formando una
pequeña laguna, produciendo el efecto de un espejo que, ayudado por la
iluminación, crea un ambiente de espectacular belleza.
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Torca del Carlista
El lugar de mayor interés espeleológico en las Peñas de Ranero lo constituye la
Torca del Carlista. Su inmensa sala, de 500 metros de largo y 230 de ancho, la
convierte en la mayor de Europa y la segunda del mundo. Situada a poco más de
treinta metros de la cueva de Pozalagua, su acceso hoy día sólo es posible para
personas expertas en espeleología, pues ha de hacerse descendiendo en
vertical por una estrecha hendidura que se abre cerca de la cima de las peñas.
ITINERARIO
En Ambasaguas tomamos la carretera C-6210 en dirección a
Ramales. Pasados los Baños de Molinar, en una curva de la
carretera, parte a mano derecha la desviación hacia los barrios
de Santecilla-Ranero. Ascendemos entre setos y pastizales al
pueblo de Ranero, situado en la soleada ladera sur de la peña,
en lo alto de Karrantza Harana/Valle de Carranza.
Es una aldea típicamente karrantzana, de origen pastoril,
donde se pueden paladear los sabrosos quesos y setas de la
comarca. Junto a la pequeña iglesia, arropada entre los recios
caseríos, podemos observar un hermoso palacio del siglo XVII.
A dos kilómetros de Ranero, ascendiendo por una estrecha
carretera que se interna en el roquedo, llegamos a la antigua
cantera de dolomita. En su lado izquierdo, encontramos la
entrada de las cuevas de Pozalagua.
Junto a ellas, parte una estrecha senda que va ascendiendo
sobre el frente de la cantera, por un terreno despoblado,
dominado por los pastizales de montaña, entre los que afloran
constantemente formaciones rocosas. A media ladera,
alcanzamos una franja herbosa en la que empalmamos con la
ruta balizada que nos conduce directamente, tras atravesar
una alambrada, al portillo de Valseca. Desde aquí podemos
observar algunos pueblos cántabros, como Rasines, Udalla y
La Bien Aparecida.
En este collado encontramos un poste indicador con tres
señalizadores. Uno apunta a Trucios-Turtzioz, otro a Molinar y
el último a Ranero. La ascensión comienza al lado izquierdo
del collado por un sendero señalizado con marcas de color rojo
y blanco que nos va abriendo paso a través del intrincado
terreno kárstico.
Comenzamos la ascensión por la ladera sur que se abre sobre
Karrantza Harana/Valle de Carranza, hasta llegar a un
pequeño alto sobre una amplia hoyada. Giramos a la derecha
y cruzamos la ladera para buscar al otro lado un pasillo de
hierba que asciende directamente hacia la cumbre del Ranero,
culminada en un vértice geodésico.
Las vistas son privilegiadas y al norte podemos observar el
mar Cantábrico bañando la costa en la bahía de Santoña, el
Pico de Las Nieves coronado por una ermita, la Sierra de
Ordunte y
Karrantza Harana/Valle de Carranza, además de tener una perfecta visión de
conjunto del largo cordal que une la peña de Ranero y el monte Los Jorrios,
entre los que se eleva la herbosa loma del Armañon, configurando todo ello la
extensión de este privilegiado entorno natural.
Descendemos de la cumbre por la franja herbosa hacia el fondo de la hoyada y
caminamos por pequeñas manchas de fina hierba, en dirección oeste, para
asomarnos en el llamado mirador del Mirón a un sobrecogedor abismo que se
abre a nuestros pies.
Es el desfiladero labrado por el río Karrantza entre los picos de Ranero y El
Mazo, en cuyas cercanías se encuentran los yacimientos prehistóricos de
Ventalaperra.
De regreso al punto de partida, desandamos la ruta hacia la base del Pico
Ranero para reencontrarnos allí con el camino por el que hemos ascendido.
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