AVANCES EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRAUMATISMOS CRANEOENCEFÁLICOS GRAVES J. Sahuquillo; M.A. Poca; F. Munar* y E. Rubio Servicio de Neurocirugía, *Unidad de Neurotraumatología, Hospitales Universitarios Vall d'Hebron. Barcelona. Neurocirugía, Vol.10 N.3, pp. 185-209; Junio, 1999 (http://www.revistaneurocirugia.com) Resumen Abstract Introducción Medicina basada en la evidencia y TCE Guías de práctica clínica en los TCE Tratamiento prehospitalario del paciente neurotraumático Tratamiento hospitalario del paciente neurotraumático Medidas generales en el tratamiento de la hipertensión intracraneal Tratamiento específico de la hipertensión intracraneal Manitol Hiperventilación Barbitúricos Alternativas terapéuticas en el tratamiento de la hipertensión intracraneal Soporte hemodinámico y manipulación de la PPC cerebral Tratamiento del vasospasmo cerebral postraumático ¿Están indicados los corticoides convencionales en el TCE? Fundamentos del uso de los corticoides en los TCE Evidencia sobre la efectividad de los corticoides en los TCEG Bloqueo de las cascadas bioquímicas anómalas y neuroprotección Inhibidores de los aminoácidos excitotóxicos Bloqueo de los radicales libres del oxígeno Antagonistas del calcio Protectores de membrana: la CDP-colina Hipotermia Profilaxis anticomicial en el TCEG Agradecimientos Referencias Bibliográficas Resumen Los fundamentos teóricos para el tratamiento de los pacientes con un traumatismo craneoencefálico (TCE) grave se derivan del concepto de lesión secundaria. En este trabajo actualizamos las pautas de tratamiento seguidas en el traumatismo craneoencefálico y de aquel subgrupo de pacientes que presentan hipertensión intracraneal. Introducimos el nuevo paradigma denominado medicina basada en la evidencia haciendo énfasis en sus implicaciones presentes y futuras en el tratamiento de los traumatismos craneoencefálicos. Presentamos una revisión de las recomendaciones sugeridas por las Guías de práctica clínica recientemente publicadas bajo los auspicios de la Brain Trauma Foundation. En este artículo revisamos también los grupos específicos de drogas utilizados en el tratamiento de estos pacientes y que incluyen entre otras: Sedantes y analgésicos, bloqueantes musculares, barbitúricos, corticosteroides y soluciones hiperosmolares. Planteamos las controversias existentes en el uso de algunos tratamientos tales como el aumento de la presión de perfusión cerebral mediante drogas vasoactivas, la hiperventilación o el uso de drogas tales como la dihidroergotamina y la indometacina. También presentamos una revisión histórica y las controversias existentes sobre el uso de corticosteroides y se discuten los fundamentos y la potencial utilidad de ciertas drogas dirigidas a bloquear las cascadas neuroquímicas anómalas que se han demostrado en estos pacientes. Presentamos y discutimos también las bases teóricas sobre la utilización de los 21-aminoesteroides (Lazaroides), los antagonistas del calcio, algunos fármacos potenciales protectores de membrana y los inhibidores del glutamato en el tratamiento de estos pacientes. PALABRAS CLAVE: Traumatismos craneoencefálicos. Revisión. Estrategias terapéuticas. Corticosteroides. Hiperventilación. Medicina basada en la evidencia. Advances in the management of severe head injury Abstract The theoretical basis for treatment of severe head injury derives from the concept of secondary damage to the brain. This paper provides an overview of the current therapeutic approaches used in treating severe head injury and in particular those patients who develop high intracranial pressure. Special emphasis is given to the new paradigm of so-called evidence-based medicine and its influence on the present and future management of severe head injuries. A review of the recommendations suggested by the Guidelines for the Treatment of Severe Head Injury, recently published by the Brain Trauma Foundation are presented. Specific types of drugs covered in this review include sedatives, analgesics, paralytic agents, barbiturates, steroids and hyperosmolar solutions. The controversies surrounding certain treatments such as the increase of cerebral perfusion pressure with vasoactive drugs, hyperventilation, indomethacine or dihydroergotamine are outlined. We also review the historical background and the controversies over the use of steroids in these patients. The recently developed drugs capable of blocking the damaging neurochemical cascades identified in severe head injury are discussed. Finally, the rationale for using 21aminosteroids (Lazaroids), calcium-antagonists, potential membrane-protectors and the different types of glutamate receptors is also presented. KEY WORDS: Head injury. Review. Management strategies. Steroids. Hyperventilation. Evidence-based medicine. "En las enfermedades muy agudas, y a causa de su gravedad, las medidas más activas son siempre las mejores" Aforismo Hipocrático. TABLA 1 Abreviaturas y acrónimos utilizados en el texto ordenados por orden de aparición. TCEG: TCE: GPC: TCDB: TC: PIC: PAM: PPC: ECG: HIC: SjO2: FSC: SaO2: LCR: BHE: HV: AVDL: AVDO2: EEG: SSH: VSC: HSA: MP: NMDA: Traumatismo craneoencefálico grave Traumatismo craneoencefálico Guías de práctica clínica Traumatic Coma Data Bank Tomografía computada Presión intracraneal Presión arterial media Presión de perfusión cerebral Escala de coma de Glasgow Hipertensión intracraneal Saturación yugular de la oxihemoglobina Flujo sanguíneo cerebral Saturación arterial de oxígeno Líquido cefalorraquídeo Barrera hemato-encefálica Hiperventilación Diferencias arterio-yugulares de lactatos Diferencias arterio-yugulares de oxígeno Electroencefalograma Soluciones salinas hipertónicas Volumen sanguíneo cerebral Hemorragia subaracnoidea Metilprednisolona Receptores del N-metil-D-aspartato Introducción. El tratamiento del traumatismo craneoencefálico grave (TCEG), está sometido todavía a una excesiva variabilidd en los distintos centros hospitalarios que reciben y tratan a este tipo de pacientes. Este hecho, no ocurre sólo en nuestro país, sino también en otros, que tradicionalmente han destacado por su interés en sistematizar el manejo del paciente neurotraumático (65,85) . Esta variabilidad, justificada en algunos casos, es en otros un reflejo de una cierta reticencia por parte de los diversos colectivos médicos implicados a aceptar el hecho de que el tratamiento sistematizado de estos enfermos conlleva un claro beneficio no sólo para el paciente sino también, para el medio social en que éste se desenvuelve (159,160) . Con pocas excepciones, los avances más significativos producidos en las dos últimas décadas en el terreno del paciente neurocrítico son un reflejo de lo que hemos aprendido de la fisiopatología del paciente neurotraumático. Por su gran complejidad fisiopatológica, por los enormes problemas diagnósticos que plantean y por su dificultad en el tratamiento, estos pacientes nos han permitido adquirir una serie de conocimientos que pueden ser aplicados en general, a todos aquellos pacientes con patología neurológica aguda en los que existan alteraciones de la presión intracraneal o de la hemodinámica cerebral. Medicina basada en la evidencia y TCE En los últimos años, estamos asistiendo en la práctica de la Medicina a profundos cambios en las actitudes ante las diversas opciones terapéuticas existentes para cada enfermedad. El grupo de trabajo liderado por miembros de la Universidad de McMaster (Canadá), ha introducido una nueva forma de entender y practicar la Medicina, que se ha difundido con rapidez y que se conoce bajo el nombre de "medicina basada en la evidencia" (Evidencebased medicine) (42,76,77) . Para algunos autores el término más correcto en nuestro idioma sería el de "medicina basada en pruebas (26) ." De una forma simple, y utilizando las palabras de sus defensores, podríamos afirmar que esta forma de entender la medicina se distingue de las actitudes más tradicionales, por que "...reduce el énfasis en la intuición, en la experiencia clínica no sistematizada y en los conceptos fisiopatológicos como fundamentos suficientes para la toma de decisiones clínicas, acentuando la importancia en el análisis de la evidencia procedente de la investigación clínica" (76) . Este tipo de medicina, a pesar de haber generado importantes controversias, está teniendo cada vez una mayor influencia en todas las especialidades, siendo fácil comprender su importancia en un tema tan controvertido y complejo como es el del tratamiento del traumatismo craneoencefálico (TCE). En esta patología, han predominado con frecuencia, actitudes terapéuticas basadas en la supuesta experiencia personal y en conceptos no soportados por la evidencia científica. Un efecto inmediato de este cambio de paradigma en medicina es la obligatoriedad de que cualquier nuevo fármaco, antes de ser empleado en el tratamiento de una determinada enfermedad, debe demostrar su eficacia en estudios controlados y con distribución aleatoria de los pacientes. Los ensayos clínicos más complejos desarrollados en los últimos años por la industria farmacéutica, se han hecho en el estudio de nuevas moléculas con potencial efectividad en el tratamiento del TCEG (Lazaroides, inhibidores del glutamato, etc.). Guías de práctica clínica en los TCE Como una consecuencia directa de estos nuevos paradigmas, se han desarrollado en medicina las llamadas guías de práctica clínica (Practice guidelines). Estas guías (GPC) podrían definirse de acuerdo con Jovell y Navarro como "...un conjunto de recomendaciones diseñadas para ayudar, tanto a los profesionales sanitarios como a los usuarios, a seleccionar las opciones diagnósticas y/o terapéuticas más adecuadas en el abordaje de una condición clínica específica" (97) . La finalidad de las GPC es "la mejora de la calidad, la idoneidad y la efectividad de la asistencia sanitaria" (97) . La diferencia entre las GPC y los protocolos convencionales, es que las primeras deben surgir de la revisión sistemática de la evidencia científica a través de equipos multidisciplinarios especialmente preparados (97) . El análisis de la evidencia científica que justifique las distintas recomendaciones de las GPC, requiere la aplicación de técnicas de meta-análisis, de coste-utilidad y costeefectividad y requiere por lo tanto un proceso de elaboración complejo. Una vez desarrolladas, es recomendable que la difusión de estas guías esté gestionada por agencias estatales o instituciones que faciliten su rápida distribución e implementación, así como el obligado proceso de revisión y actualizaciones periódicas. La principal ventaja de las GPC, es que su aplicación facilita la sistematización de los tratamientos, reduce la variabilidad en la calidad de la asistencia clínica y permite en definitiva, tratar de una forma más adecuada al paciente. Para el profesional sanitario, otro de los beneficios adicionales, es el permitir una puesta al día rápida y efectiva en una serie de temas y patologías, donde el crecimiento exponencial de la literatura, hace difícil esta tarea. El desarrollo correcto de unas GPC, presenta una complejidad metodológica considerable y genera costes difíciles de asumir por una sola institución. Es por ello que en el desarrollo de estas guías deben colaborar las agencias de evaluación tecnológica, las Sociedades Científicas y los distintos proveedores de servicios sanitarios (97) . La excesiva variabilidad existente en el tratamiento de los TCEG hace que esta patología sea especialmente adecuada para el desarrollo de GPC. Recientemente en Estados Unidos en un esfuerzo conjunto entre varios organismos implicados en el tratamiento de los TCE y financiadas por la Brain Trauma Foundation, se han desarrollado unas GPC para los traumatismos craneoencefálicos graves en el adulto, estando ya en fase de desarrollo las equivalentes para la infancia (30) . Aunque nuestra intención en este trabajo no es desarrollar unas GPC, sí hemos procurado basar toda la información presentada en la evidencia científica, siguiendo como patrón los postulados propuestos por las recientemente publicadas GPC (30) . Tratamiento prehospitalario del paciente neurotraumático En el tratamiento del paciente con un TCEG, debemos diferenciar varios estadios. El primero y quizás el más importante es el período prehospitalario. De una forma amplia, podemos definir a este período, como el intervalo de tiempo transcurrido desde la recogida y asistencia del paciente en la escena del accidente, hasta su llegada a un Centro Hospitalario que disponga de Neurocirujano, Unidad de Cuidados Intensivos y Tomografía Computada disponible las 24 horas del día. Sin embargo, hay que recalcar que un porcentaje variable de pacientes con un TCEG no acuden directamente al centro receptor definitivo sino que son asistidos en primer lugar en centros hospitalarios de carácter comarcal. En este primer estadio, la estabilización hemodinámica y respiratoria, el diagnóstico precoz de las lesiones sistémicas y una intervención quirúrgica inmediata en los casos indicados de politraumatismo, son los puntos más importantes a destacar. El intervalo de tiempo que media entre el momento del accidente y la llegada al centro hospitalario receptor, es sin lugar a dudas uno de los períodos más decisivos en el futuro de cualquier paciente con un TCEG. Un manejo inadecuado de estos pacientes en esta fase, disminuye sensiblemente las posibilidades de un buen resultado final. La calidad asistencial y la rapidez en el traslado, son los puntales fundamentales del tratamiento en este período. De una forma ideal, el objetivo debería ser, citando a Eisenberg, "trasladar el servicio de urgencias a la escena del accidente, a la ambulancia o al helicóptero" (50,53) . Aunque la verdadera prevalencia puede ser muy variable, se calcula que aproximadamente el 18% de los pacientes con un TCEG presentan una hipoxia en el período prehospitalario (pO2 < 60 mm Hg), secundaria a trastornos del ritmo y/o de la frecuencia respiratoria, a obstrucción de vías aéreas u otras anomalías (50,122) . La frecuencia de hipotensión (TA sistólica < 90 mm Hg) en pacientes con un TCEG, llega a ser de hasta el 31% en algunos estudios (122) . Los resultados del Traumatic Coma Data Bank (TCDB) han evidenciado que la hipotensión y la hipoxia son factores independientes de mal pronóstico. Chesnut demuestra que la existencia de una hipotensión provoca un incremento de la mortalidad en un 150% (37) . Resulta obvio pues, que una correcta reanimación del paciente neurotraumático es esencial si se pretende ofrecer unas expectativas razonables de supervivencia y calidad de vida. En el período prehospitalario, es fundamental obtener información sobre el mecanismo y hora del accidente, así como proceder a una valoración rápida del estado neurológico y del patrón evolutivo del nivel de conciencia (coma de impacto, intervalo lúcido etc.). En la valoración del paciente, deben evitarse la utilización de términos imprecisos tales como "estupor", "semicoma" etc., siendo preferible el empleo de la Escala de Coma de Glasgow. Esta escala, de uso universal a pesar de sus inconvenientes, cuantifica el nivel de conciencia de una forma simple, rápida y reproducible, además de tener un elevado valor pronóstico (53) . Tratamiento hospitalario del paciente neurotraumático En este apartado nos referiremos al tratamiento de estos pacientes una vez han sido recibidos en el centro receptor definitivo. Como ya hemos comentado, existe todavía una excesiva variabilidad en el manejo hospitalario de estos pacientes. Citando a Jennett el tratamiento "varía ampliamente dependiendo de los centros hospitalarios y de los mismos médicos. Todos coinciden en la necesidad de evitar las lesiones cerebrales secundarias, pero difieren en cuál es el régimen adecuado para conseguir este fin, en circunstancias distintas" (95) . En nuestra opinión, los protocolos de tratamiento son imprescindibles para un correcto manejo de estos pacientes, aunque evidentemente y volviendo a citar a Jennett "es poco prudente adoptar una rutina excesivamente rígida en el tratamiento de los traumatismos craneoencefálicos graves; la valoración inteligente de los problemas específicos de cada paciente, y el uso de un sistema flexible, que responda a las variaciones necesarias, son insustituibles" (95) . El tratamiento en el hospital receptor debe iniciarse en el área de urgencias. La conducta terapéutica, el tipo y el número de exploraciones complementarias a practicar, deben ser en todos los casos individualizadas. Sin embargo y como norma general, una vez aseguradas las vías respiratorias y el estado hemodinámico, debe procederse a la valoración del paciente de acuerdo con la Escala de Glasgow, observando si existen diferencias respecto a la valoración inicial efectuada por el personal de los sistemas de transporte o en el primer centro de referencia. En el examen neurológico, además de la puntuación en la escala de Glasgow, se registrará el patrón respiratorio, el tamaño y forma de las pupilas, su reactividad a la luz y la presencia de reflejos corneales. En aquellos pacientes paralizados y sometidos a ventilación mecánica, la valoración prehospitalaria de la escala de Glasgow será la que guíe la conducta terapéutica. En los casos en que esta valoración sea poco fiable y en los pacientes sin lesiones evidentes en la TC, es aconsejable revertir la parálisis y reexplorar al paciente antes de someterlo a una monitorización y a un tratamiento agresivo que serían poco justificables. La existencia de lesiones sistémicas asociadas (pulmonares, genitourinarias, abdominales, etc.). debe ser valorada de forma preferente en este tipo de pacientes, debiéndose establecer prioridades en su tratamiento. Del mismo modo se evaluarán las lesiones externas craneofaciales (otorragias, heridas contusas craneales, etc.) y la posible existencia de lesiones cervicales antes de transferir el paciente al Servicio de Neurorradiología para la práctica de un examen tomodensitométrico. Es importante que el traslado al área de TC se efectúe en condiciones óptimas, asegurando la permeabilidad de las vías respiratorias, una correcta ventilación y el adecuado funcionamiento de las vías de aporte de líquidos. Con demasiada frecuencia, estos pacientes sufren deterioros importantes de su estado neurológico, en los períodos transcurridos en los pasillos del hospital en espera de diferentes exploraciones complementarias. El estudio tomodensitométrico, debe ser practicado de una forma rápida y técnicamente correcta, ya que esta primera exploración nos permitirá valorar las lesiones cerebrales existentes e incluir al paciente dentro de los distintos grupos de patología descritos en la primera parte de este trabajo publicada en Neurocirugía (155) . Una vez practicada la TC, y después de evacuadas las lesiones ocupantes de espacio, los pacientes son transferidos a la Unidad de Vigilancia Intensiva, en donde el esfuerzo terapéutico deberá estar dirigido a crear un "medio" favorable para la recuperación de las lesiones primarias y a prevenir y tratar precozmente las lesiones secundarias (53,111,112) . En nuestro centro, a todos los pacientes con un Glasgow inferior o igual a 8 puntos se procede a colocarles un sensor de presión intracraneal (PIC) generalmente intraparenquimatoso y en algunos casos seleccionados, intraventricular. El tratamiento quirúrgico precoz de las lesiones ocupantes de espacio es una maniobra esencial para el correcto tratamiento de los pacientes con un TCEG. En nuestro centro, todas las lesiones ocupantes de espacio, accesibles y con un volumen superior a los 25 cc, son evacuadas quirúrgicamente. El uso de los niveles iniciales de PIC en la toma de decisiones quirúrgicas, aunque controvertido, es en nuestra opinión de gran ayuda en los casos dudosos. En general se puede afirmar que aquellos pacientes portadores de lesiones focales y con niveles de presión intracraneal moderadamente elevados, independientemente de su nivel de conciencia, presentarán en un porcentaje elevado de casos, un deterioro neurológico tardío a consecuencia de elevaciones incontrolables de la PIC (12,112,120,172) . Este punto, justifica en nuestra opinión, una conducta terapéutica agresiva orientada a prevenir estas situaciones. La actitud expectante en este tipo de pacientes, y especialmente en las contusiones cerebrales, tiene a menudo, resultados catastróficos. Medidas generales en el tratamiento de la hipertensión intracraneal En su estancia en UCI la monitorización de la PIC y de la hemodinámica cerebral y sistémica serán las guías que dirijan el tratamiento del paciente con un TCEG. Aunque en muchos de estos casos, existen lesiones sistémicas asociadas, nos referiremos en general al paciente con un TCEG puro o con lesiones asociadas que no modifiquen significativamente su tratamiento. De una forma simple, podríamos definir que los objetivos terapéuticos esenciales en el paciente con hipertensión intracraneal son reducir la PIC y mantener una presión arterial media (PAM) suficiente para mantener un presión de perfusión (PPC) adecuada (16) . Está bien establecido que una puntuación igual o inferior a 8 en la escala de coma de Glasgow (ECG) constituye un riesgo de hipertensión intracraneal (HIC). Los actuales protocolos terapéuticos ya no cuestionan la importancia de la monitorización continua de la PIC y, además, aconsejan en muchos casos incluir y utilizar la información obtenida a partir de la saturación de oxígeno de la hemoglobina en el bulbo de la yugular (SjO2). Esta última variable aporta una información complementaria sobre la hemodinámica cerebral global. A nivel sistémico, se preconiza una polimonitorización del enfermo, que incluye esencialmente el control de la diuresis, frecuencia cardíaca, tensión arterial, presión venosa central y, en situaciones de inestabilidad hemodinámica, la colocación de un catéter en la arteria pulmonar para medir la presión capilar pulmonar y el gasto cardíaco (175) . En los pacientes con un TCEG, e independientemente del valor inicial de la PIC, deben iniciarse precozmente un conjunto de medidas generales encaminadas a conseguir una correcta estabilidad hemodinámica, un aporte adecuado de nutrientes y a evitar todos aquellos factores que puedan aumentar la PIC. Entre estos últimos, destacan una mala adaptación al respirador, la posición inadecuada del paciente, la hipoxia, la hipercapnia, la fiebre elevada, las crisis comiciales, la hipo o hipertensión arterial y la hiponatremia (36) . El mantenimiento de una normovolemia y la elección adecuada de las soluciones a utilizar juegan un papel primordial en estos pacientes. El manejo hidroelectrolítico incluye el mantenimiento de un adecuado volumen sanguíneo circulante (lo que contribuye a mantener la presión de perfusión cerebral y una correcta disponibilidad de O2), un volumen en el intersticio cerebral algo disminuido y una discreta hiperosmolalidad sérica (5) . Se recomienda que en el paciente neurotraumático, se administren soluciones isotónicas. La solución de NaCl al 0,9% se considera el cristaloide de elección (142) . La albúmina al 5% o el hidroxi-etil-almidón de bajo peso molecular son los coloides más aceptados (142) . No se aconseja la administración de soluciones glucosadas, salvo que exista riesgo de hipoglucemia, ya que la hiperglucemia puede agravar las lesiones isquémicas (142) . Además, la glucosa provoca un arrastre osmótico de agua en su transporte, por lo que puede contribuir a la formación de edema cerebral. Las medidas generales deben incluir una correcta analgesia y sedación del paciente. Analgésicos y sedantes deben utilizarse de forma combinada, para potenciar con ello sus efectos y reducir las dosis individuales. Por su efecto depresor respiratorio, deben utilizarse bajo ventilación mecánica y, por su repercusión cardiovascular, las dosis se ajustarán a la situación hemodinámica del paciente. En el momento actual se considera que el sedante de elección es el midazolam, una imidazobenzodiazepina hidrosoluble de acción corta. El propofol es otro hipnóptico de acción rápida y corta duración que presenta como principal inconveniente, su tendencia a provocar hipotensión arterial, por lo que no es aconsejable su administración en pacientes hemodinámicamente inestables. El cloruro mórfico y el fentanilo serían los analgésicos más adecuados, ya que a dosis convencionales no aumentan el FSC ni la PIC (139) . De una forma ideal, los objetivos de este conjunto de medidas generales, están dirigidos a: 1) mantener una PIC por debajo de los 20 mm Hg, 2) cifras de TAM > 90 mm Hg, que permitan lecturas de PPC superiores o iguales a 70 mm Hg, 3) el mantenimiento de valores de SaO2>95% asociados a ser posible, con normocapnia y 4) mantener valores de SjO2 dentro del rango de la normalidad (entre 55-70%) (1) . Tratamiento específico de la hipertensión intracraneal En aquellos casos en los que persista una PIC > 20 mm Hg, y en los que las maniobras anteriores se hayan realizado de una forma adecuada y siempre que se hayan descartado nuevas lesiones ocupantes de espacio que requieran evacuación quirúrgica, debe iniciarse un tratamiento escalonado de la HIC. A pesar de la controversia que todavía existe en la literatura reciente (92,134,140) , se acepta en general que el primer estadio debe ser la relajación muscular. La infusión continua de relajantes musculares se ha asociado a estancias más prolongadas en la UCI, junto con una mayor dependencia del respirador, potenciando ambos fenómenos las complicaciones sépticas del paciente (92,140) . Otros problemas relacionados con la administración prolongada de relajantes son la imposibilidad de efectuar una valoración neurológica adecuada, la acumulación del fármaco y la aparición en algunos casos de una miopatía secundaria (70) . Esta última complicación se ve favorecida por la administración simultánea de aminoglicósidos y corticosteroides (70) . A pesar de estos inconvenientes, es importante recordar que las aspiraciones traqueales periódicas que se efectúan en este tipo de pacientes, pueden comportar importantes elevaciones de la PIC, a pesar de la administración suplementaria de sedantes y analgésicos (Figura 1). Como ventaja adicional, los relajantes musculares disminuyen las elevaciones de la PIC que pueden aparecer durante la higiene diaria de estos pacientes (cambios posturales, clapping, etc.) y facilitan la ventilación mecánica. Fig. 1.- Efecto de la aspiración de secreciones bronquiales en un paciente con hipertensión intracraneal. La administración de un bolus de sedantes y analgésicos adicionales no evita la repercusión de esta maniobra sobre la PIC (A). En este paciente, la PIC aumenta y se mantiene elevada durante un período prolongado. En el mismo paciente, cuando se incluye la relajación muscular continua en el protocolo terapéutico, además de un control adecuado de la PIC se observa una menor repercusión de la aspiración de secreciones (B). Las recomendaciones actuales en el uso de los relajantes musculares, indican que éstos deben administrarse siempre de forma simultánea a sedantes y analgésicos. La dosis a infundir será la mínima posible, debiéndose monitorizar su efecto (estimulador de nervio periférico) y retirarse de forma precoz. Si no existen contraindicaciones, debe efectuarse una profilaxis de la trombosis venosa profunda y de las úlceras por decúbito (139) . De los fármacos existentes, es aconsejable utilizar el vecuronio, ya que comporta una mayor estabilidad hemodinámica. En pacientes con una hipertensión intracraneal persistente, a la administración de relajantes musculares le sigue la evacuación de LCR, en aquellos casos en los que la monitorización de la PIC se realice a partir de un catéter intraventricular (36) . La hiperventilación y/o la administración de soluciones hiperosmolares constituyen los siguientes estadíos terapéuticos. Cuando todas estas medidas son insuficientes, el coma barbitúrico ha demostrado su efectividad en el tratamiento de la HIC (51) . El hecho de que un porcentaje de pacientes, la hipertensión intracraneal es incluso refractaria a los barbitúricos, ha impulsado en los últimos años la búsqueda de opciones terapéuticas alternativas. Entre los fármacos que se han ensayado con este objetivo se encuentran entre otros: las soluciones salinas hipertónicas, la lidocaina, la indometacina, el THAM y la dihidroergotamina. Algunos autores también han apuntado la utilidad en determinados casos, de técnicas descompresivas, procedimientos quirúrgicos que no están dirigidos a evacuar ningún tipo de lesión, sino al tratamiento específico de la HIC refractaria. Estas últimas medidas han sido motivo de controversia en la literatura (3,72,138) . En la Figura 2 se muestra un esquema que resume el tratamiento global del paciente con un TCEG. Fig. 2.- Esquema terapéutico en los traumatismos craneoencefálicos graves. El tratamiento incluye un conjunto de medidas generales, destinadas al soporte del paciente y a evitar los aumentos de la PIC, el tratamiento específico de la hipertensión intracraneal y las potenciales medidas de neuroprotección. Manitol Desde hace más de 30 años los agentes osmóticos ocupan un lugar central en el tratamiento de la hipertensión intracraneal. El manitol está considerado como uno de los fármacos más útiles del arsenal terapéutico neuroquirúrgico. En el momento actual, se conocen y se diferencian dos mecanismos de acción de este fármaco: sus efectos reológicos y su acción osmótica (29) . La administración de manitol en forma de bolus produce una expansión del volumen sanguíneo circulante, disminuye el hematócrito, reduce la viscosidad sanguínea (hemodilución) y aumenta el flujo sanguíneo cerebral (11,28,117) . Secundariamente a sus efectos hemodinámicos, se produciría una vasoconstricción refleja de los vasos cerebrales con el consiguiente descenso del volumen sanguíneo cerebral y por tanto, de la PIC (123) . Estos mecanismos de acción explicarían la rápida acción del manitol sobre la PIC (pocos minutos) y el hecho demostrado de que esta droga es particularmente eficaz en pacientes con una PPC inferior a 70 mm Hg (145) . El mecanismo de acción más conocido del manitol es su actividad osmótica. Este efecto se manifiesta entre los 15 y los 30 minutos de su administración, cuando se ha establecido un gradiente osmótico entre el plasma y las células (11) . En el encéfalo, el manitol no atraviesa la barrera hematoencefálica (BHE) normal, permaneciendo en el lecho vascular cerebral. En esta situación se produce un "arrastre" de agua desde el compartimento intersticial del encéfalo al compartimento intravascular. Cuando la BHE está lesionada, el manitol puede penetrar en el tejido cerebral, empeorando el edema. Como mecanismos de acción adicionales, también se ha afirmado que el manitol reduce la producción de LCR (171) . Se ha demostrado que la respuesta al manitol depende del tipo de lesión a tratar, de los valores de la PIC y del estado de la autorregulación cerebral (116,123) . Este hecho, sugiere una respuesta individualizada de cada paciente al manitol. En el tratamiento de la HIC, el manitol debe ser la medida terapéutica de elección en situaciones de flujo sanguíneo cerebral normal o reducido. A pesar de los numerosos estudios realizados, no existen protocolos definidos en relación a cómo debe administrarse este fármaco. Las dosis de manitol requeridas para el tratamiento de la HIC difieren según los distintos autores. En su efecto sobre la PIC, la velocidad de infusión juega un papel tan importante como la dosis administrada. A mayor velocidad de infusión, la disminución de la PIC es más importante aunque la duración de su efecto es también menor (110,114) . Se recomienda administrar dosis de 0,5 g/kg en 60 minutos en situaciones poco urgentes o cuando se prevea un tratamiento prolongado (129) . En situaciones urgentes, puede administrarse una dosis de 1 g/kg de forma más rápida (30 minutos) (129) . La asociación de manitol y furosemida en el tratamiento de la HIC es controvertida. Estudios clínicos y experimentales demuestran que cuando se asocian ambos fármacos, se prolonga el gradiente osmótico inducido por el manitol (136,137) . En esta asociación, la furosemida inhibiría la reabsorción de H2O y de electrólitos a nivel de la porción ascendente del asa de Henle, retrasando el restablecimiento del gradiente osmótico normal a través de la BHE (136,137) . Sin embargo, para otros autores no existe una clara evidencia de que la asociación manitol/furosemida sea más eficaz que la administración individual de manitol (64) . La asociación de furosemida debería reservarse para aquellos casos de sobrecarga hídrica o cardiopatía preexistente en los que sea necesario el uso de manitol. Tras la administración de manitol, debe reponerse la diuresis para evitar la deshidratación, la deplección de volumen y la hemoconcentración, factores que tienden a crear una situación de baja perfusión cerebral, siendo estímulos vasodilatadores que pueden producir aumentos secundarios en la PIC. La reposición hidroelectrolítica debe tener como objetivo mantener una osmolalidad inferior a 320 mOsm/kg, conservando un volumen circulante y gasto cardíaco normales. Asimismo, se aconseja no sobrepasar la dosis máxima diaria de 6 g/kg de manitol, ya que cifras superiores aumentan el riesgo de producir estados de hiperosmolalidad. Como efectos secundarios del manitol, se han descrito la sobrecarga volémica aguda seguida de una deplección de volumen y deshidratación, un efecto "rebote" sobre la PIC, estados de hiperosmolalidad y alteraciones electrolíticas (hiponatremia, hipopotasemia, hipocalcemia). El uso de manitol estaría contraindicado en casos de deshidratación grave, insuficiencia renal única, insuficiencia cardiaca, descompensación hepática y osmolalidad superior a los 320 mOsm/Kg. Hiperventilación Durante años, la hiperventilación (HV) ha constituido uno de los pilares fundamentales en el tratamiento de la hipertensión endocraneal. Se trata de una medida terapéutica de fácil aplicación y efecto rápido, que disminuye de manera importante la PIC (Figura 3). Además, diversos trabajos han demostrado que la mayoría de pacientes con un TCEG conservan la reactividad cerebral al CO2 hasta estadios muy avanzados de deterioro neurológico (154,156) . No obstante, la posible contribución de la HV al desarrollo o agravamiento de las lesiones isquémicas (hallazgos frecuentes en la evolución de estos enfermos), ha hecho que en los últimos años el uso de esta técnica haya sido motivo de importantes controversias. Fig. 3.- Hiperventilación en un paciente con un TCE grave e hipertensión intracraneal. El trazado muestra que la respuesta de la PIC al cambio de pCO2 es importante e inmediata. A pesar de que el mecanismo de acción de la hiperventilación todavía no es bien conocido, una de las teorías más aceptadas es que el descenso de la pCO2 provoca una disminución en la concentración de hidrogeniones en el medio extracelular, lo que condiciona una vasoconstricción arteriolar (103,125) . La vasoconstricción que provoca la hipocapnia, disminuye el flujo y el volumen sanguíneo cerebral y, en consecuencia, la presión intracraneal. Diversos autores han demostrado que, en general, en los TCEGexiste una situación de bajo FSC en la fase aguda del traumatismo (18-20,108) . En algunos casos, el FSC se encuentra por debajo del umbral de la isquemia irreversible o infarto tisular (57) . En este tipo de pacientes, el uso indiscriminado de la HV podría provocar o agravar lesiones isquémicas subyacentes (4,41) . Como problemas o dificultades adicionales en el uso de la HV, debemos señalar que dado que los cambios en el pH intersticial tienden a compensarse en el tiempo, algunos autores han afirmado que la HV mantenida podría perder su efectividad (103,125) . En voluntarios sanos, Raichle demostró que el máximo descenso del FSC (40%) tenía lugar a los 30 minutos del inicio de la HV; después de 4 horas de mantener la HV el FSC había alcanzado de nuevo el 90% de sus valores basales (141) . Al restaurar la pCO2 arterial inicial, se producía un incremento del FSC que excedía en un 31% a los valores basales (141) . La Figura 4 nos muestra el efecto de la hiperventilación intensa, mantenida durante 4 horas, sobre la PIC y el FSC. Fig. 4.- Repercusión sobre la PIC y el flujo sanguíneo cerebral (FSC) de una hiperventilación intensa, mantenida durante un período de 4 horas. El flujo sanguíneo cerebral se estima a partir de la saturación de oxígeno en el bulbo de la yugular (SjO2). Durante todo el período, la tensión arterial media del paciente permanece estable. La SjO2 disminuye de forma paralela a la PIC. Los valores mínimos de estos parámetros se observan aproximadamente a los 30 minutos de iniciar el estudio. A pesar de mantener cifras de pCO2 muy similares, ambos valores aumentan de forma progresiva sin alcanzar los límites iniciales. En la Figura 5 se muestra el efecto rebote sobre la PIC producido al normalizar la pCO2 después de un período de hiperventilación marcada. Fig. 5.- Interrupción de la hiperventilación en un paciente con hipertensión intracraneal. La imagen muestra como el aumento de la PIC es súbito y muy importante. Es un estudio prospectivo y con distribución aleatoria de los pacientes, Muizelaar demostró que el uso profiláctico de la HV en los TCEG empeoraba el resultado neurológico cuando se valoraba el resultado a los 3 y 6 meses del traumatismo (124) . De acuerdo con los conceptos anteriores, la forma más recomendable de utilizar la HV sería (30) : 1) utilizarla en casos de hipertensión intracraneal mantenida, a pesar del uso previo y adecuado de la sedoanalgesia, parálisis muscular, evacuación de LCR y la administración de agentes osmóticos, 2) monitorizar simultáneamente el FSC, especialmente cuando se requieren cifras de pCO 2 inferiores a los 30 mm Hg. En aquellos casos en que persista la HIC, y las medidas descritas se hayan efectuado de forma adecuada, se aumentará la intensidad de la HV en función de los valores de la SjO2 . Una pauta aconsejable seguida actualmente en nuestro centro podría ser la siguiente: - SjO2 > 70%: estos valores pueden reflejar dos situaciones distintas: o 1) Aumento de FSC o hiperemia: en este caso la HV sería la primera medida terapéutica a utilizar para disminuir la PIC. Se utilizará una HV moderada, reservando la HV intensa (PCO2 < 30 mm Hg) para casos puntuales. La HV debe suspenderse si la SjO 2 desciende por debajo del rango normal. o 2) Infarto: una SjO2 > 70 mm Hg también puede indicar un infarto subyacente (no hay consumo de O2 en la zona infartada). En este caso la HV está contraindicada ya que aumentaría la zona isquémica al actuar sobre el área de penumbra. Para descartar una situación de este tipo pueden ser útiles las diferencias arterioyugulares de lactatos (AVDL), que señalarán en la mayoría de los casos un aumento del metabolismo anaerobio cerebral (143,144) . - SjO2 = 55-70% (rango normal): las soluciones hipertónicas (manitol y sueros salinos hipertónicos) son la primera terapéutica. La HV se reservaría como segunda opción. - SjO2 < 55%: estos valores indican una situación de bajo FSC. También en este punto las soluciones hipertónicas podrían ser en un futuro una de las medidas terapéuticas de elección. La HV estaría formalmente contraindicada en estos pacientes. La administración de barbitúricos sería la opción terapéutica a considerar en aquellos casos con aumentos refractarios de la PIC. A modo de resumen y de acuerdo con las guías terapéuticas recientemente propuestas, la HV profiláctica no debe utilizarse (30) , debiéndose extremar las precauciones al hiperventilar a estos pacientes dentro de las primeras 24 horas del traumatismo (30) . De forma puntual, la HV puede aplicarse en situaciones de deterioro neurológico agudo o, de forma mantenida en aquellos casos en que exista una hipertensión intracraneal refractaria a la sedación, la parálisis muscular, la evacuación de LCR y la administración de agentes osmóticos. La estimación del flujo sanguíneo cerebral, a partir de la monitorización de las AVDO2 , SjO2 o de otras técnicas, nos puede ser de una gran ayuda para decidir cuándo iniciar o interrumpir la hiperventilación. Barbitúricos En las unidades con experiencia en el manejo de pacientes con un TCEG se ha observado en los últimos años un descenso significativo en el número de casos que presentan una HIC refractaria. Sin lugar a dudas, este hecho ha sido el resultado de la aplicación de pautas terapéuticas mucho más agresivas y correctamente sistematizadas. A pesar de ello, se estima que un 10-15% de los pacients con un TCEG presentan una HIC refractaria al tratamiento médico y quirúrgico, teniendo estos pacientes una mortalidad asociada que oscila entre el 84 y el 100% (121) . Cuando otras medidas fracasan en el control de la PIC, los barbitúricos continúan siendo la droga de elección. Los barbitúricos son sustancias muy liposolubles que se distribuyen de una forma relativamente uniforme en el SNC (157) . Su mecanismo de acción fundamental es el descenso de los requerimientos metabólicos celulares. En virtud del acoplamiento que existe entre metabolismo y FSC, la disminución de las necesidades metabólicas tisulares se sigue de una disminución del flujo cerebral y, consecuentemente, de la PIC. Estas drogas han demostrado también tener un efecto vasoconstrictor directo sobre las arterias cerebrales (178) . Como función neuroprotectora adicional, los barbitúricos tienen una acción inhibidora de la peroxidación lipídica al actuar como "scavengers" de radicales libres (13) . Los efectos indeseables más importantes de estos fármacos se centran en el sistema cardiovascular (hipotensión arterial y depresión miocárdica) y en su acción inmunosupresora. En el contexto de los TCEG, los barbitúricos se han utilizado en dos vertientes terapéuticas: como profilaxis de la HIC y como estadio final en el tratamiento de la HIC ya establecida. Como medida profiláctica de la HIC, los trabajos de Schwartz y Ward (estudios clínicos prospectivos y aleatorizados) coincidieron en demostrar que los barbitúricos no ofrecían beneficios clínicos significativos y que, en cambio, provocaban hipotensión arterial (157,162,164) . En el tratamiento de la HIC refractaria el trabajo de Eisenberg et al. demostró que los barbitúricos no sólo eran efectivos en disminuir la PIC, sino que también reducían de forma significativa la mortalidad (51) . Queda todavía por definir si estos fármacos son capaces de modificar las secuelas neurológicas y si son especialmente útiles en algunos tipos específicos de lesiones. En el tratamiento de la HIC, el barbitúrico más estudiado y utilizado ha sido el pentobarbital. Las guías de práctica clínica actuales indican que su uso debe quedar limitado a los pacientes hemodinámicamente estables, que presenten una HIC refractaria a todas las medidas médicas y quirúrgicas convencionales (30) . El pentobarbital se administra en forma de un bolus inicial (10 mg/kg en 30 minutos y 3 dosis de 5 mg/kg/hora), seguido de una infusión continua de mantenimiento de 1 mg/kg/hora (30) . En general, es aconsejable llegar a alcanzar niveles plasmáticos de entre 3 y 4 mg% (30) , pero en la práctica las dosis pueden ajustarse hasta conseguir un patrón de salvas de supresión en el EEG. La retirada del fármaco será siempre progresiva y se iniciará después de que la PIC se mantenga por lo menos 48 horas por debajo de los 20 mm Hg. Alternativas terapéuticas en el tratamiento de la hipertensión intracraneal Diversos autores han demostrado la eficacia de las soluciones salinas hipertónicas (SSH) como medida terapéutica alternativa en el tratamiento de la HIC (59,61) . La administración de SSH produce una rápida expansión del volumen intravascular, debido al alto gradiente osmótico que se establece entre este compartimento y el espacio extravascular. La expansión de volumen depende de la concentración de sodio administrada. Estas soluciones han resultado ideales en la reanimación de pacientes hipovolémicos, en los que la administración de pequeños volúmenes consigue una rápida estabilización hemodinámica. Además, producen una disminución de las resistencias vasculares periféricas, lo que mejora la perfusión de los distintos órganos. Las SSH mejoran, también, la contractilidad miocárdica y, en pacientes con shock, favorecen la función renal y pulmonar (91) . Cuando la BHE está intacta, la infusión de SSH crea un gradiente osmótico que disminuye el edema cerebral (14) . En el contexto de los TCE, estas soluciones han resultado especialmente eficaces en pacientes que no responden al manitol y a la furosemida (183) . La acción de las SSH es de corta duración y puede prolongarse con la adición de un agente hiperoncótico como el dextrano-70 al 6% (91) . Su uso continuado requiere una monitorización exhaustiva, tanto de la hemodinámica como de la osmolalidad y de los electrólitos séricos. En relación con sus efectos adversos, la administración de SSH a grandes dosis puede dar lugar a estados de severa hiperosmolalidad e hipernatremia. Por la rápida expansión volémica, pueden ocasionar además hipopotasemia y ser la causa de arritmias. Además, las importantes concentraciones de cloro administradas pueden dar lugar a una acidosis metabólica hiperclorémica (179) . No obstante, un estudio prospectivo realizado en 106 pacientes, no evidenció efectos adversos destacables con la administración de ClNa al 7,5% (179) . Por sus potenciales efectos secundarios, el uso de las SSH está contraindicado en pacientes hipervolémicos, con enfermedad cardíaca, hepática o renal, así como en los estados de hiperosmolalidad e hipernatremia. La lidocaína se utiliza habitualmente como anestésico local y como fármaco antiarrítmico. En los pacientes con un TCEG, se suele utilizar administrada por vía intratraqueal como droga adicional para evitar los aumentos de la PIC provocados por la aspiración de secreciones. En modelos experimentales de embolismo gaseoso y lesiones cerebrales focales se ha demostrado que la lidocaina, administrada por vía endovenosa, puede disminuir de manera importante la PIC (6,55) . Arbit et al. en modelos experimentales de lesión focal observaron que este fármaco disminuía la PIC y aumentaba la PPC sin modificar de forma significativa la TAM ni el FSC (6) . Las técnicas descompresivas fueron el primer tratamiento que se instauró contra la HIC. A principios de este siglo, Cushing y Penfield introdujeron la práctica de craniectomías regladas en pacientes con signos de HIC. Con posterioridad, diversos autores aplicaron procedimientos muy agresivos (hemicraniectomías uni o bilaterales, en algunos casos acompañadas de resecciones de lóbulos cerebrales) de forma general y en pacientes poco seleccionados (60,72,180) . Estas técnicas fueron finalmente relegadas ya que, si bien disminuían la mortalidad, incrementaban el número de pacientes en estado vegetativo o gravemente incapacitados. En 1987, Alexander y colaboradores presentaron una modificación de las craniectomías subtemporales, destinadas al tratamiento de pacientes con una tumefacción cerebral y HIC refractaria (3) . De acuerdo con esta técnica, la resección ósea se limita a 5 cm de diámetro, situándola por debajo del músculo temporal. La craniectomía bilateral, con una apertura dural estrellada, consigue aumentar la capacidad volumétrica calculada del espacio intracraneal entre 26 y 33 cm3. Con esta técnica, estos autores observaban disminuciones significativas de la PIC sin que se objetivaran en los controles radiológicos, lesiones isquémicas residuales (3) . En la potencial regulación terapéutica del volumen cerebral, debemos destacar la acción de la dihidroergotamina. La dihidroergotamina es un vasoconstrictor con acción predominante sobre el lecho venoso encefálico. El volumen sanguíneo cerebral es de aproximadamente 100 ml, lo que corresponde a un 5-10% del volumen intracraneal total (130) . Del volumen sanguíneo intracraneal, cerca del 70% se halla en el lecho vascular venoso (vasos de capacitancia) (130) . Desde un punto de vista teórico, la utilización de un vasoconstrictor selectivo del lecho venoso permitiría disminuir el volumen hemático y la PIC, sin alterar el flujo sanguíneo ni el metabolismo cerebral. Diversos autores han demostrado esta hipótesis al administrar dihidroergotamina en pacientes con un TCEG (8,71) , observando una disminución efectiva de la PIC, sin cambios significativos en la PPC, la SjO2, las AVDO2 ni tampoco en las mediciones del FSC (71) . Recientemente algunos autores han apuntado que la indometacina podría ser también útil en el tratamiento de la hipertensión intracraneal. La indometacina es un inhibidor del metabolismo de la ciclo-oxigenasa y de la síntesis de prostaglandinas. Se ha observado que la administración de altas dosis de este fármaco en pacientes con un TCE e hipertensión intracraneal refractaria, disminuye la PIC sin modificar el metabolismo cerebral (45) . Al igual que la hipocapnia, la indometacina ejerce un efecto vasoconstrictor del lecho arteriolar precapilar que conlleva una disminución del FSC (128) . El mecanismo de acción de este fármaco es todavía poco conocido, aunque se cree que su efecto vasoconstrictor es debido a la disminución de la concentración de ciertas prostaglandinas vasodilatadoras (45) . También se le ha atribuido una acción moduladora del efecto cerebrovascular de los opioides (7) y una acción reguladora del tono vascular cerebral a partir de cambios en el pH extracelular (181) . Dado su diferente mecanismo de acción, la indometacina podría utilizarse de forma complementaria o alternativa a la hiperventilación (45) . Sin embargo, y al igual que ocurre con la hiperventilación, una reducción indiscriminada del FSC podría en teoría conducir a la aparición de una isquemia tisular. Dahl et al. evidenciaron en 4 de los 15 pacientes a los que se había administrado indometacina un aumento del metabolismo anaerobio (45) . La utilización de indometacina debe considerarse como una opción terapéutica ya que los estudios clínicos publicados hasta la fecha incluyen un número reducido de pacientes (15,45,96) y a que se ha observado un efecto rebote sobre la PIC al interrumpir la administración del fármaco (15) . Además, a nivel experimental, Nilsson et al. objetivaron que en algunos casos se producía un aumento progresivo de la PIC durante y después de la infusión de indometacina (128) . Estos hallazgos sugieren que, a pesar de la eficacia constatada de la indometacina en algunos casos, es necesario todavía disponer de más información antes de recomendar su uso como tratamiento alternativo de la hipertensión intracraneal. En el momento actual, todo este conjunto de opciones terapéuticas deben considerarse tratamientos experimentales. La práctica de estudios clínicos controlados con distribución aleatoria de los pacientes es indispensable para determinar si realmente constituyen alternativas terapéuticas en la hipertensión intracraneal refractaria a las medidas habituales. Soporte hemodinámico y manipulación de la PPC cerebral En los últimos años, diversos autores han dedicado su atención a la presión de perfusión cerebral como variable prioritaria en el manejo del paciente neurotraumático. Esta actitud se fundamenta en el concepto introducido por Rosner de "cascada vasodilatadora" (147) y en el hecho de que las resistencias vasculares se encuentran con frecuencia elevadas en la fase aguda del TCE, existiendo por lo tanto una reducción significativa del FSC. En algunos estudios se ha demostrado que hasta el 40% de los TCEG pueden presentar velocidades elevadas medidas por doppler transcraneal en la fase aguda, lo cual sugiere, para algunos autores, la existencia de un componente de vasospasmo cerebral (182) . El modelo fisiopatológico propuesto por Rosner es muy útil para entender el funcionamiento del árbol cerebrovascular. De acuerdo con este modelo, en aquellos pacientes con una autorregulación intacta, la reducción de la PPC (por un aumento de la PIC o por una disminución de la PAM), activa una respuesta refleja de vasodilatación de las arteriolas; esta respuesta está dirigida a mantener constante el FSC. El aumento del FSC provoca a su vez un aumento del volumen sanguíneo cerebral y como consecuencia incrementa la PIC en aquellos pacientes con una compliance alterada o que presentan ya hipertensión intracraneal (Figura 6) (149,150) . El aumento de la PIC disminuye a su vez la PPC perpetuando un ciclo que se automantiene y que termina en muchos casos en una hipertensión intracraneal refractaria al tratamiento. Fig. 6.- Cascada vasodilatadora según el modelo propuesto por Rosner. PPC: Presión de perfusión cerebral, VSC: Volumen sanguíneo cerebral, PIC: Presión intracraneal, PAM: Presión arterial media. Para explicación ver texto. Esquema modificado de la referencia número (146) . Del mismo modo, el aumento de la PPC provoca una respuesta de vasoconstricción arteriolar (cascada vasoconstrictora); esta respuesta reduce el VSC y por lo tanto la PIC (148) . La consecuencia práctica de estas cascadas, es que el aumento de la PPC mediante el aumento de la PAM, puede ser una herramienta útil en el tratamiento de la hipertensión intracraneal, sobre todo en aquella de etiología vascular. Basándose en este modelo, Rosner propuso un nuevo esquema terapéutico en el tratamiento de la hipertensión intracraneal, en el que el mantenimiento de la PPC por encima de los umbrales tradicionales, es el pilar fundamental (147,150) . Aunque estre tratamiento puede resultar muy útil en los pacientes con una autorregulación preservada, el problema se plantea en aquellos casos en que la autorregulación esté alterada o abolida. En este último grupo, el aumento indiscriminado de la PPC, aumenta el VSC y por lo tanto la PIC. En estos pacientes, y por lo menos desde un punto de vista teórico, la sobrecarga del circuito capilar facilitaría además el edema cerebral. Para Rosner la autorregulación siempre está intacta en los pacientes con un TCEG; la única anomalía existente es que sus umbrales superior e inferior están desviados hacia la derecha, precisando por lo tanto niveles más elevados de PPC para desencadenar la respuesta vasoconstrictora normal (151) . De acuerdo con esta hipótesis, los límites inferiores de la autorregulación en los TCEG, serían sensiblemente superiores a los propuestos en la literatura. En los últimos años y fundamentalmente a partir de los estudios de este autor se ha defendido como tratamiento "óptimo" de los pacientes neurotraumáticos el mantener presiones de perfusión cerebral elevadas, utilizando en los casos necesarios aminas presoras (150-152) . Para algunos autores el mínimo aceptable en estos pacientes estaría por encima de los 70, 80 o incluso de los 90 mm Hg (150) . Sin embargo, para valorar adecuadamente estas teorías, conviene recordar que no existen estudios con asignación aleatoria de los pacientes en que este tipo de tratamiento haya demostrado su eficacia. Por lo tanto, en el momento actual, elevar la PPC a valores supranormales, debe considerarse como una opción terapéutica (30) , pero no como una forma estándar de tratamiento. En nuestra opinión, el aumento sistemático e incontrolado de la PPC mediante drogas vasoactivas debe utilizarse con prudencia en todos aquellos pacientes con una lesión cerebral traumática. El uso indiscriminado de estas drogas para mantener presiones de perfusión elevadas, puede resultar nocivo en los pacientes con una autorregulación alterada. En estos casos, el aumento de la PPC provoca de forma casi instantánea un aumento del VSC y por lo tanto de la PIC. Aunque de una forma constante se consigue un incremento neto de la PPC, este beneficio aparente se ve contrarrestado por la ingurgitación del circuito capilar. La sobrecarga mantenida de la microcirculación facilita a corto plazo el edema cerebral (hidrostático o vasogénico), perpetuando por lo tanto la hipertensión intracraneal. Tratamiento del vasospasmo cerebral postraumático En los últimos años ha quedado patente que la hemorragia subaracnoidea (HSA) postraumática juega un papel importante en la fisiopatología del TCEG (52,119) . El vasospasmo, con toda su cohorte isquémica, es la consecuencia más importante de la HSA. En la hemorragia subaracnoidea de origen no traumático existe una buena correlación entre el volumen de sangre existente en el espacio subaracnoideo y el desarrollo del vasospasmo (58) . Este último vasospasmo tiene una evolución generalmente diferida en el tiempo respecto al insulto inicial y permite por lo tanto una amplia ventana terapéutica. A diferencia de la HSA no traumática, algunos autores han observado que el vasospasmo postraumático puede aparecer de forma precoz en el TCEG (generalmente dentro de las primeras 48 horas) (182) . Sin embargo la complejidad fisiopatológica de estos pacientes, que a menudo presentan hipertensión intracraneal, están hiperventilados y son tratados con múltiples drogas, hace que la verdadera prevalencia del vasospasmo postraumático y su evolución temporal, sean todavía problemas por resolver en la neurotraumatología. Siguiendo los modelos experimentales de HSA no traumática, el vasospasmo se caracteriza por una primera fase de respuesta vasoconstrictora aguda y potencialmente reversible de las arterias cerebrales. Esta fase se sigue de una segunda, en la que se producen cambios en la estructura del vaso arterial y de su capacidad de respuesta a las variaciones metabólicas o químicas del medio extracelular (58) . Numerosos productos derivados de la sangre o de sus componentes han sido implicados en la acción vasoespástica de la sangre extravasada en el espacio subaracnoideo. La oxihemoglobina, la bilirrubina, los eicosanoides, las endotelinas, prostaglandinas, etc. han sido mediadores implicados en diversos modelos experimentales y también en estudios clínicos (58) . Las estrategias farmacológicas en el tratamiento del vasospasmo están dirigidas a: 1) prevenir o tratar la vasoconstricción arterial o 2) a evitar o revertir las lesiones isquémicas que el vasospasmo provoca sobre el parénquima cerebral (58) . El papel que los antagonistas del calcio y los 21-aminoesteroides podrían jugar en la profilaxis del vasospasmo se expone en apartados posteriores. En este apartado nos referiremos exclusivamente al manejo hemodinámico del vasospasmo ya diagnosticado, generalmente por criterios de doppler transcraneal. Hay que destacar que de los criterios de doppler, el más fidedigno es el índice de Lindegaard que se obtiene de la relación entre las velocidades de la arteria cerebral media y de la carótida interna ipsilateral extracraneal. Cuando este índice es superior a 3, existe una elevada probabilidad de que el paciente presente un vasospasmo (182) . En la Tabla 2 se resumen las estrategias terapéuticas que han demostrado parcialmente su eficacia en la prevención o tratamiento del vasospasmo en la HSA no traumática y que pueden aplicarse en aquellos casos de sospecha de vasospasmo postraumático. Hay que recordar sin embargo, que en el TCEG el vasospasmo se injerta sobre un substrato en el que existen importantes alteraciones de la autorregulación que hacen al encéfalo traumático extremadamente sensible a la hipovolemia y a la reducción de la TAM. La llamada "triple H" asocia el uso de la hipertensión arterial y la hipervolemia inducidas a la hemodilución en el tratamiento del vasospasmo ya establecido (58) . Aunque la "triple-H" ha demostrado su eficacia en la HSA no traumática, no existen todavía estudios que demuestren su efectividad en el vasospasmo postraumático. TABLA 2 Estrategias farmacológicas en el tratamiento del vasospasmo cerebral postraumático. Profilaxis farmacológicas del vasospasmo Antiinflamatorios no esteroides Glucocorticoides Lazaroides (21-aminoesteroides) Antagonistas del Calcio Nimodipino Nicardipino Profilaxis de la hipovolemia Tratamiento mediante sistemas mecánicos Angioplastia transluminal percutánea Tratamientos farmacológicos Nitroglicerina Péptido relacionado con la calcitonina (CGRP) Papaverina Triple H (hipertensión, hipervolemia, hemodilución) Tabla modificada de Findlay JM, MacDonald RL, Weir BKA: Current Concepts of Pathophysiology and Management of Cerebral Vasospasm Following Aneurysmal Subarachnoid Hemorrhage. Cerebrovasc Brain Metab Rev 3: 336-361, 1991. Referencia (58). ¿Están indicados los corticoides convencionales en el TCE? Uno de los constantes motivos de polémica en los TCEG ha sido el empleo de los corticoides. Los corticoides se han utilizado durante años de una forma empírica en el tratamiento de los traumatismos craneoencefálicos, siguiendo dosis y esquemas terapéuticos extremadamente variables. Desde un punto de vista histórico resulta interesante recordar que Brown-Séquard, neurólogo, y Cushing, un neurocirujano, participaron decisivamente en el proceso de desarrollo y conocimiento fisiológico de las llamadas hormonas adrenocorticotrópicas (89) . Brown-Séquard, estimulado por los trabajos de Addison, desarrolló modelos experimentales en mamíferos llegando a demostrar que las glándulas suprarenales eran esenciales para la vida y que estos órganos tenían abundantes conexiones con el sistema nervioso central. Cushing describió años más tarde las características clínicas y la fisiopatología del síndrome que hoy lleva su nombre y que está relacionado con el hipercortisolismo (44,89) . A partir de modificaciones más o menos complejas en la estructura química del cortisol, la industria farmacéutica ha sintetizado nuevas substancias con un mayor poder antiinflamatorio y menor efecto mineralcorticoide (89) . Tanto en neurología como en neurocirugía los análogos sintéticos del cortisol, utilizados casi de forma exclusiva han sido la 6-metilprednisolona y la dexametasona, por su mayor potencia antiinflamatoria y menor efecto mineralcorticoide respecto al cortisol (80) . En un meta-análisis efectuado por Neugebauer sobre el uso de los corticoides en los TCEG, de los 10 estudios seleccionados 6 utilizaron dexametasona y 4 metilprednisolona (127) . La dexametasona por sus características farmacológicas y farmacocinéticas parece el glucocorticoide sintético más adecuado. Su vida media prolongada, la elevada potencia antiinflamatoria y sus nulos efectos sobre el metabolismo hidroelectrolítico, lo hacen teóricamente idóneo (46) . Sin embargo, estudios recientes, han demostrado que el efecto beneficioso de los corticoides en los TCEG, está más en relación con sus propiedades antioxidantes que con su potencia antiinflamatoria. De los corticosteroides "clásicos", la metilprednisolona, con menor potencia antiinflamatoria que la dexametasona, es la que tiene un mayor efecto antioxidante. Los efectos secundarios que se observan en los tratamientos prolongados con cualquiera de los corticosteroides sintéticos, se relacionan fundamentalmente con su actividad glucocorticoide. El aumento de la tasa de infecciones, sobre todo de las heridas quirúrgicas, la hiperglicemia, la hemorragia digestiva, la miopatía por corticoides y en algunos casos los transtornos psicológicos, son quizás los más importantes en el enfermo neuroquirúrgico y por lo tanto en el paciente con un TCEG. Otros efectos descritos, como las cataratas y la osteoporosis son más frecuentes en tratamientos prolongados y por lo tanto poco importantes en el contexto del TCEG, en que se utilizan dosis elevadas, pero casi siempre por períodos de tiempo no superiores a las tres semanas. La necrosis aséptica de la cabeza del fémur, complicación relativamente frecuente en tratamientos continuados ha sido también descrita después de tratamientos de corta duración (89) . La hiperglicemia es un efecto secundario de especial interés cuando se administran corticoides en los TCEG. Numerosos trabajos, tanto clínicos como experimentales, han demostrado que los niveles altos de glucosa en plasma empeoran la evolución y el pronóstico de determinadas lesiones cerebrales y especialmente de la isquemia (68,101) . Por todo ello, si se administran corticoides, el control de la glucemia debe ser muy estricto en estos pacientes. El ulcus péptico y la hemorragia digestiva alta son otros de los efectos secundarios descritos con el uso de corticosteroides. Sin embargo, su relación causal es todavía motivo de controversia (89) . Fundamentos del uso de los corticoides en los TCE Las razones fundamentales en las que durante años se han basado la justificación del uso de corticoides (en general dexametasona) en los TCE, han sido las siguientes: 1) La efectividad demostrada en modelos experimentales para inhibir el edema cerebral vasogénico. En los traumatismos, Kobrine y Kempe demostraban en 1973 la eficacia de dosis elevadas de dexametasona en prolongar la supervivencia de primates sometidos a lesiones traumáticas por mecanismos de aceleración/desaceleración (100) . 2) La respuesta clínica rápida y a menudo espectacular, con reversibilidad de los déficits neurológicos en algunos casos, que los pacientes con tumores cerebrales o abscesos presentan tras la administración de dexametasona. 3) La idea, mantenida hasta hace relativamente pocos años, de que el edema cerebral vasogénico y/o citotóxico juega un papel fundamental en la fase aguda y en la evolución clínica de las formas graves de los traumatismos craneoencefálicos. 4) La ausencia de medidas terapéuticas efectivas, capaces de reducir la mortalidad y/o morbilidad en el tratamiento de los TCEG. En los últimos años, diversos estudios clínicos han cuestionado la efectividad de los corticoides en mejorar el pronóstico e incluso su capacidad para reducir la incidencia de hipertensión intracraneal en los TCEG. Por otra parte, los avances en el conocimiento fisiopatológico han confirmado que el edema cerebral vasogénico, juega en la fase aguda, un papel poco importante en la mayoría de TCE. A nivel clínico y experimental se ha demostrado de forma clara que el llamado "edema cerebral difuso" postraumático, traduce en realidad un swelling o congestión cerebral por aumento del volumen sanguíneo o del agua intracelular (edema neurotóxico) y no del agua extracelular. Sobre el control de este swelling, los corticoides no tienen ninguna eficacia demostrada (94,102) . Evidencia sobre la efectividad de los corticoides en los TCEG El primer estudio sobre la utilidad clínica de los corticoides en el TCEG fue realizado por Sparacio en 1965 usando succinato de metilprednisolona (MP) (169) . En él se concluía que la mortalidad del grupo tratado con MP era superior en las lesiones focales y menor en las difusas, cuando se comparaba la serie con los resultados históricos del mismo autor (169) . Estos resultados son, sin embargo, difícilmente sostenibles debido al diseño del estudio y al reducido número de pacientes incluidos en el mismo (127,169) . La mayoría de estudios que en los últimos 25 años han intentado aclarar el tema, presentan los siguientes problemas metodológicos: 1)ausencia en muchas de las series de un manejo estandarizado y bien definido del paciente con un TCEG, 2) distribución muy variable entre los grupos de lesiones de mal pronóstico, lesiones asociadas, etc., 3) ausencia de grupo control o asignación no aleatoria de los grupos de tratamiento y control, 4) estudios no efectuados de forma ciega y 5) dosis, tipo de corticoide y tiempo transcurrido entre el traumatismo y la primera administración heterogéneos y muy variables en los distintos estudios (46,127) . En el meta-análisis efectuado por Neugebauer et al. (127) , se identificaron, en el período comprendido entre Enero de 1965 y Mayo de 1989, 16 estudios dirigidos a demostrar la efectividad de los corticoesteroides en el paciente con un traumatismo craneoencefálico grave. Entre Mayo de 1989 y Mayo 1997, aparte de observaciones aisladas o trabajos retrospectivos (49) , no hemos encontrado estudios controlados adicionales a excepción de un estudio multicéntrico efectuado en Alemania con dosis elevadas de dexametasona. En este estudio, controlado con placebo, se utilizó dexametasona a dosis de 500 mg en TCE moderados y graves. Los resultados demuestran que incluso usando estas dosis tan elevadas, no existen diferencias significativas en el grupo tratado con dexametasona al compararlo con placebo, para ninguna de las variables principales estudiadas (Escala de resultados de Glasgow y tiempo de coma) (62) . De los 16 estudios recogidos por Neugebauer, 6 se descartaron por ser retrospectivos, no tener grupo control o aportar insuficiente información sobre el diseño o los resultados (127) . La mayoría de autores incluyeron a pacientes con un traumatismo craneoencefálico grave y consideraron la reducción de la mortalidad, como la variable principal del estudio. De los 10 estudios seleccionados, únicamente 4 demostraban una reducción estadísticamente significativa de la mortalidad. Sin embargo, y de acuerdo con los criterios establecidos por Neugebauer, sólo el trabajo de Faupel et al. puede considerarse con un diseño lo suficientemente correcto como para soportar estas conclusiones (56) . Aunque de diseño correcto, este trabajo en nuestra opinión, merece algunos comentarios. Faupel utiliza un diseño a doble ciego en el que compara la efectividad de placebo frente aun primer grupo tratado con dosis bajas de dexametasona (10 mg IV en bolus y 6 mg/6h administrados durante 10 días) y a otro grupo en el que se administraron dosis elevadas del mismo corticoide (60 mg en bolus y 24 mg / 6 h durante 6 días). La mortalidad en el grupo control fue del 57%, mientras que la mortalidad global de los 2 grupos tratados con corticoides fue de únicamente el 27%. Sin embargo, si se estratifican los resultados de este estudio de acuerdo con la escala de resultados de Glasgow, y se distingue entre malos (pacientes en estado vegetativo, muertos y gravemente incapacitados) y buenos resultados (moderada incapacidad y buena recuperación), las diferencias entre el grupo control (61% de malos resultados) y el tratado con dexametasona (68% de malos resultados), no son estadísticamente significativas (46,56) . De los 6 estudios con resultados negativos, en 5 se utilizó una asignación aleatoria de los grupos y se controló el tratamiento con placebo. Ninguno de estos 6 autores, demostró diferencias estadísticamente significativas al comparar la mortalidad en el grupo tratado con corticoides con la del grupo control (22,43,46,75,135,158) . En los trabajos en que se analizó la PIC, tampoco se demostraron diferencias significativas en el control de la hipertensión intracraneal. Este último punto se trata específicamente en el estudio de Pitts y Katkis (135) . Estos autores, demuestran que la reducción de las cifras de PIC en los traumatismos craneoencefálicos no es estadísticamente significativa cuando se compara el grupo de pacientes a los que se administró placebo con dos grupos tratados con dexametasona (Grupo I: 16 mg/día, Grupo 2: 24 mg/día) (135) . Como inconvenientes adicionales surgidos en la evaluación de estos estudios, podemos destacar la gran variabilidad en las dosis tanto iniciales como de mantenimiento, que dificultan el poder establecer un régimen terapéutico homogéneo y por lo tanto, comparable. Este punto es especialmente importante si consideramos que las dosis de metilprednisolona empleadas son, en algunos casos, inferiores a las que experimentalmente tienen efecto antioxidante (80) . Las conclusiones de los estudios clínicos mejor diseñados (22,43,46) permiten concluir que no existe ninguna evidencia de que los corticoides convencionales (dexametasona y metilprednisolona), a las dosis empleadas, sean efectivos en el control de la hipertensión intracraneal o en reducir la mortalidad, cuando se administran a pacientes con un TCEG. La observación de casos aislados sugiere sin embargo que en paciente con lesiones predominantemente focales (fundamentalmente contusiones cerebrales), los corticoides pueden ser una opción terapéutica a tener en cuenta en el tratamiento (49) . Las conclusiones, pueden aparecer en TCEleves, moderados o graves y suelen llevar asociado un componente más o menos importante de atrición tisular y de edema cerebral vasogénico, que es la causa en muchos casos, del deterioro neurológico. Bloqueo de las cascadas bioquímicas anómalas y neuroprotección En las últimas décadas, los avances en el ámbito de las Neurociencias han hecho reconsiderar las teorías fisiopatológicas de la lesión neuronal. Clásicamente se aceptaba que en un TCE se producía una lesión primaria, de impacto, sobre la que ya no podríamos actuar. A esta lesión primaria y con posterioridad, se añadirían una serie de lesiones secundarias o complicaciones. Las lesiones secundarias son por definición potencialmente prevenibles y tratables. Hoy sabemos que en prácticamente todos los procesos neurológicos agudos se desencadenan una serie de complejas cascadas de reacciones bioquímicas, no sólo en las zonas lesionadas y en las zonas adyacentes, sino también en puntos alejados de la lesión inicial. Estas reacciones bioquímicas se inician de forma muy precoz, se prolongan durante horas o días después del traumatismo y pueden concluir a la destrucción celular. Entre las diferentes cascadas metabólicas destacan los fenómenos de excitotoxicidad, la entrada masiva de Ca++ al interior de la célula y la acción de los radicales libres. El conocimiento de estos hechos permite la posibilidad de "manipular" la bioquímica celular mediante la administración de diversos fármacos neuroprotectores. El concepto de excitotoxicidad o de neurotoxicidad se introdujero en los años ochenta y, en síntesis, comprende tres estadios: inducción, amplificación y expresión (170) . En la fase de inducción estaría básicamente implicado un aminoácido excitatorio, el glutamato, que, liberado en grandes cantidades en la unión intersináptica, actuaría sobre los receptores del NMDA condicionando la entrada masiva de calcio al interior celular. En esta fase, la potencial acción terapéutica se dirigiría a controlar la liberación de glutamato o a interceptar su interacción con los receptores NMDA. En la fase de amplificación, el calcio introducido en el interior celular facilita la movilización de las reservas intracelulares de este ion y, además, la despolarización de la membrana, activa la apertura de canales del Ca++ voltaje-dependientes, lo que contribuye a potenciar la hipercalcemia intracelular (106) . Las acciones terapéuticas en esta fase se dirigirían a la regulación de los canales del calcio voltaje-dependientes. La expresión de la neurotoxicidad sería la última fase de la lesión neuronal, en la que se produce la degeneración de los ácidos nucleicos, proteínas, lípidos y la disrupción de las membranas celulares, fenómenos íntimamente relacionados con la liberación y acción de los radicales libres. En este punto, nuestra acción terapéutica debería dirigirse a "recaptar" e inhibir la acción de estos radicales (170) . A pesar de esta esquematización de los procesos que aparecen en la patología neurológica aguda, debemos recalcar que los fenómenos que intervienen en la fisiopatología de los TCE son todavía más complejos y a menudo, todavía poco conocidos. No obstante, el conocimiento de estas cascadas bioquímicas ha abierto nuevas perspectivas terapéuticas en los traumatismos craneoencefálicos. Tanto en los TCE graves como en otros procesos neurológicos agudos, la protección neuronal se dirige a la modulación de ciertas funciones celulares como los fenómenos osmóticos, el mantenimiento de la membrana, del transporte axonal y de las actividades biosintéticas (170) . De este modo, la neuroprotección comprendería el uso de un conjunto de medidas terapéuticas complementarias (hipotermina, antagonistas de los receptores del glutamato, antagonistas de los canales del calcio, scavengers de radical libres, protectores de membrana, etc.) que, independientemente de su acción sobre la PIC, se dirigen específicamente a frenar las cascadas metabólicas anómalas que aparecen en estos pacientes. En la introducción de estos nuevos fármacos, un punto que debe recordarse es el conepto de ventana terapéutica ya esbozado en la primera parte de esta revisión. En los próximos apartados, comentaremos los resultados iniciales de los estudios que se han efectuado con las diferentes familias de fármacos neuroprotectores. Inhibidores de los aminoácidos excitotóxicos Una de las funciones de las células gliales es la de eliminar neurotransmisores liberados en el espacio extracelular, lo que contribuye a modular la transmisión sináptica (168) . Uno de los mecanismos protectores fisiológicos de los fenómenos de excitotoxicidad es la eliminación del glutamato "sobrante" por los astrocitos perineuronales (99,168) . Otros puntos en los que podría ser posible atenuar la acción del glutamato serían la inhibición de su síntesis y liberación o la potenciación de su eliminación del espacio extracelular (106) . No obstante, la mayoría de estudios de los últimos años se han dirigido a la búsqueda de antagonistas de los receptores de este neurotransmisor. Los receptores del glutamato son moléculas complejas, con diversas subunidades, en las cuales puede efectuarse una modulación farmacológica (73,74,133,167) . En la primera parte de este trabajo comentábamos que existen dos grandes familias de receptores del glutamato, los NMDA y los no-NMDA, que median diferentes fenómenos de neurotoxicidad (105,106) . Diversos laboratorios han ensayado diferentes antagonistas del glutamato, algunos dirigidos contra los receptores NMDA (PCP, MK-801, dextrometorfano, CGS 19755...), otros antagonistas de los receptores no-NMDA (NBQX, GYKI 52466, ...) y, en algunos casos, sustancias con acción sobre ambos tipos de receptores (66) . El objetivo final de estos fármacos sería impedir el efecto despolarizador patológico que induce el glutamato cuando se encuentra en grandes cantidades. A nivel experimental, los antagonistas de los receptores NMDA (PCP, MK-801 y dextrometorfano), administrados de forma previa o en los minutos posteriores al traumatismo, se han mostrado eficaces en la disminución del déficit motor en modelos experimentales de isquemia (88,166) . Estos fármacos también ha demostrado un efecto citoprotector (menor volumen de tejido isquémico) (66) y una normalización o mejora de la homeostasis catiónica tisular. El inconveniente más importante relacionado con estos productos es su potencial toxicidad cuando se administran a dosis elevadas (65,105,106) . El CGS 19755 (Selfotel(r)) es un potente antagonista competitivo del glutamato, que atraviesa rápidamente la BHE y permanece en el LCR durante períodos de tiempo prolongados. Este fármaco actúa sobre los receptores NMDA, disminuyendo de manera muy importante la degeneración neuronal y la muerte celular inducidas por la isquemia, especialmente en los modelos de isquemia focal. A nivel clínico, se ha demostrado que este fármaco disminuye la PIC, sin modificar la presión arterial, por lo que mejora la PPC (31) . Sin embargo, recientemente acaban de interrumpirse los ensayos clínicos en fase III en los que se administraba Selfotel a pacientes que habían presentado un accidente vascular cerebral isquémico o un TCEG. El motivo de esta interrupción ha sido la detección de efectos secundarios y una mala relación riesgo/beneficio en pacientes con un AVC así como una falta de efectividad en los TCEG. A pesar de estos malos resultados iniciales, existen importantes espectativas en la acción de estos nuevos fármacos. En el momento actual, se están efectuando diversos ensayos clínicos con otros antagonistas del glutamato en pacientes con un TCEG. Se prevee que los primeros resultados clínicos de estos estudios se conozcan a finales de 1997 o a principios de 1998 (113) . Bloqueo de los radicales libres del oxígeno El encéfalo traumático es especialmente vulnerable a las situaciones de isquemia y a la acción de los radicales libres (RL) por diversos motivos: 1) posee un elevado contenido lipídico, y los lípidos son las principales moléculas sobre las que actúan los RL, 2) el metabolismo cerebral es muy activo, 3) en el encéfalo existen concentraciones importantes de catecolaminas y de metales y 4) las reservas de antioxidantes naturales son muy limitadas (83) . Cuando un RL interacciona con la membrana celular, este extrae un átomo de hidrógeno de un doble enlace de un ácido graso originándose un nuevo radical lipídico. El radical lipídico actúa sobre las moléculas adyacentes, alterando determinadas funciones enzimáticas, modificando la estructura de los receptores y alterando la permeabilidad de la membrana celular. Cuando la reacción se produce sobre otro lípido, ocurren una serie de reacciones en cadena, conocidas genéricamente como fenómenos de peroxidación lipídica y que pueden acabar alterando la integridad de la membrana y, al final, la viabilidad de la propia célula (93,153) . El tratamiento específico contra la acción de los RL tiene como finalidad inhibir la peroxidación lipídica y limitar la lesión tisular. Los primeros intentos terapéuticos contra la acción de los RL se orientaron a la potenciación de los antioxidantes naturales conocidos, ensayándose en diversos modelos experimentales la administración de superóxido dismutasa, catalasa y vitamina E (83) . No obstante, la necesidad de utilizar productos con mayor potencia antioxidante y con un rápido acceso al parénquima encefálico, explica la puesta en marcha de diversos estudios sobre nuevas moléculas de origen corticoideo. Una de las características de los corticoides sintéticos es que partiendo de una misma molécula (colesterol), pueden producirse pequeñas modificaciones en la estructura molecular, consiguiéndose nuevos productos con diferentes características farmacológicas y farmacocinéticas. La dexametasona posee un alto efecto glucocorticoideo, pero una actividad antioxidante muy poco importante. En su proceso de síntesis, la metilprednisolona pierde gran parte de este efecto glucocorticoideo (antiinflamatorio), ganando sin embargo potencia en su actividad antioxidante. Algunos productos de nueva familia de fármacos, los lazaroides, están totalmente desprovistos de efecto glucocorticoideo y poseen la máxima potencia antioxidante conocida (24,25) . Dentro del grupo de los lazaroides, se han sintetizado más de 600 moléculas distintas, destacando entre ellas el mesilato de tirilazad por su mayor eficacia en los estudios in vitro y en modelos experimentales. En los ensayos in vitro, se observó que esta sustancia 1) podía capturar el radical superóxido e inhibir su formación por las células fagocíticas, 2) poseía un importante efecto estabilizador de las membranas celulares (el mesilato de tirilazad se sumergía en la parte hidrófoba de la membrana y al disminuir su fluidez, evitaba la difusión hacia puntos alejados de los radicales lípidicos), 3) disminuía la liberación de AA y sus cascadas metabólicas y 4) reducía de forma significativa los fenómenos de proteólisis (24,25,82,115) . A nivel clínico, los primeros resultados de la administración de mesilato de tirilazad se han obtenido en la HSA no traumática. En diciembre de 1991, 41 centros neuroquirúrgicos de Europa, Australia y Nueva Zelanda, iniciaron un estudio cooperativo, prospectivo, aleatorizado y a doble ciego, en el que se administraba mesilato de tirilazad a 3 dosis distintas y se comparaba su efecto terapéutico con placebo en pacientes con una HSA secundaria a la ruptura de un aneurisma cerebral (98) . A partir de la inclusión de 1.023 pacientes, se demostró que la adicción al protocolo terapéutico de mesilato de tirilazad por vía endovenosa a dosis de 6 mg/kg/día, se asociaba a una mejora global de los resultados y a una disminución significativa de la mortalidad a los 3 meses del sangrado (98) . Estos resultados fueron más evidentes farmacocinéticas entre ambos sexos. En el terreno de los TCE, en 1995 finalizó un ensayo clínico en fase III, aleatorizado, multicéntrico e internacional, en el que se administró mesilato de tirilazad versus placebo en la fase aguda de pacientes con un TCEG. Aunque los resultados definitivos de este estudio no han sido todavía publicados, los resultados preliminares demuestran que la administración de este fármaco no aporta beneficios significativos en el tratamiento del TCE moderado y grave. A pesar de los resultados negativos obtenidos en estos estudios clínicos, no se descarta el potencial estudio y desarrollo clínico de otros lazaroides (2metilaminocromanos y pirrolopiridinas) (81) . Antagonistas del calcio En la célula normal, existe un gradiente transmembrana de calcio ionizado, que mantiene muy bajos los niveles intracelulares de este ion (34) . Los incrementos transitorios de Ca++ intracelular, actúan como señales en el interior de la célula que ponen en marcha importantes procesos fisiológicos. En situaciones de isquemia se producen aumentos excesivos de Ca++ intracelular (67,88,161,166) . El calcio se introduce en la célula a partir de diferentes canales (específicos y no específicos), a través de las bombas iónicas, de transportadores o a partir de su liberación de los depósitos intracelulares (retículo endoplasmático y mitocondrias) (67) . El resultado final es una hipercalcemia intracelular que puede exacerbar la función de algunas proteinquinasas que a su vez activan fenómenos de proteólisis, fosforilación de proteínas e incluso puede alterar la expresión génica (88) . Diversos estudios clínicos han demostrado el efecto beneficioso de los antagonistas de los canales del calcio en la hemorragia subaracnoidea (HSA) secundaria a la ruputra de un aneurisma cerebral (27,78,79) . No obstante, en el contexto de los TCE, los estudios clínicos y experimentales han mostrado resultados contradictorios. A nivel experimental, la administración de (S)-emopamil, un bloqueante de los canales del calcio y antagonista de los receptores 5-HT2 de la serotonina, mostró resultados espectaculares en la reducción del edema cerebral regional, mejorando el resultado neurológico y la disfunción cognitiva (131) . Con este fármaco se han observado también efectos beneficiosos sobre los niveles del FSC regional (132) . A nivel clínico, el primer ensayo clínico prospectivo y aleatorizado en el que se administró nimodipino versus placebo a un grupo de 350 pacientes con un TCE grave ("Head injury trial - HIT-1"), demostró que, si bien la administración de nimodipino no mejoraba de una forma significativa el resultado final de los pacientes, sí que se observaba una tendencia al aumento de los buenos resultados (10) . Estos resultados justificaron la puesta en marcha de un segundo estudio (HIT-2) en el que se incluyó a un mayor número de pacientes. En el HIT-2, tampoco se observaron diferencias significativas en el resultado final de los pacientes que habían recibido nimodipino en relación a los que se les había administrado placebo (21) . A pesar de estos resultados, de este segundo estudio surgió la posibilidad de que el nimodipino fuera efectivo en el subgrupo de pacientes que presentaban una hemorragia subaracnoidea postraumática (21) . En 1996, se publicó el resultado de un estudio efectuado en 21 centros alemanes en los que, de forma prospectiva, aleatorizada y a doble ciego, se administró nimodipino versus placebo a un grupo de 123 pacientes afectos de un TCE en los que existía una HSA en la TC cerebral inicial (84) . En este caso, el porcentaje de malos resultados (muerte, estado vegetativo y pacientes gravemente incapacitados) fue significativamente menor en el grupo que había recibido nimodipino (27%) en comparación a los pacientes a los que se les había administrado placebo (60%) (84) . El mayor beneficio de este fármaco se observó en aquellos casos en los que existía un mayor volumen de sangre subaracnoidea en la TC cerebral y en aquellos que presentaron velocidades más altas en las mediciones de Doppler transcraneal (84) . A pesar de estos estudios, en el momento actual, las guías de práctica clínica no contemplan el uso de antagonistas del calcio en los pacientes con un TCEG (30) . No obstante, los hallazgos de los estudios anteriores sugieren que el nimodipino podría en un futuro administrase como fármaco en los casos específicos de HSA postraumática. Protectores de membrana: la CDP-colina La membrana celular aisla el contenido de cada célula, permitiéndole mantener un medio intracelular claramente diferente al de su entorno extracelular. La membrana celular constituye un filtro muy selectivo y actúa a modo de sensor para ciertas señales exógenas. Todas las membranas biológicas, incluyendo la membrana celular y las membranas de las organelas intracelulares, presentan una estructura general común: están formadas por una bicapa lipídica en la que se encuentran inmersas un conjunto de proteínas. Por su diferente polaridad, los lípidos y las proteínas se orientan de modo que la parte hidrofílica se encuentra en la parte externa de la membrana y la parte hidrofóbica está orientada hacia el interior de la bicapa lipídica. Esta bicapa lipídica es relativamente impermeable a los iones y a las sustancias hidrosolubles. Los principales tipos de lípidos que constituyen las membranas de las células son los fosfolípidos (los más abundantes), el colesterol y los glucolípidos. En los mamíferos, los cuatro fosfolípidos fundamentales son la fosfatidilcolina, la esfingomielina, la fosfatidilserina y fosfatidiletanolamina. Para el mantenimiento de su estructura y función, la membrana celular requiere energía. "El gasto energético" se dirige a la síntesis y recambio de sus constituyentes, a las funciones de transporte y, en determinados sistemas biológicos, a la transmisión de potenciales de membrana (2,23,48) . En los traumatismos craneoencefálicos se producen ruputras de las membranas celulares de las neuronas y de las células glialges, así como situaciones de hipoxiaisquemia tisular que interfieren en la síntesis de los constituyentes de la membrana, con la consiguiente disfunción de la membrana citoplasmática y de las membranas de diferentes organelas intracelulares. En esta situación, la administración de ciertos elementos que favorecieran la reparación y la regeneración membranal, podría limitar la lesión tisular y favorecer su recuperación. El citidín difosfato de colina (CDP-colina) es un intermediario en la biosíntesis de los fosfolípidos de colina (63,163) e interviene también en el metabolismo de las catecolaminas (163) . A nivel experimental se ha demostrado que la administración oral o parenteral de este fármaco permite la liberación de sus dos componentes principales: la citidina y la colina. Una vez absorbida, se distribuye ampliamente por el organismo y, a pesar de que su penetración en el SNC es relativamente baja, la colina se incorpora a los fosfolípidos de membrana y la citidina a los ácidos nucleicos (63) . En diversos estudios experimentales se ha observado que en situaciones de hipoxia controlada, y en comparación con un grupo control, la administración de CDP-colina reduce el edema cerebral, mejora los registros electroencefalográficos, disminuye el tiempo de coma e incrementa de forma significativa la supervivencia reduciendo las alteraciones cognitivas observadas (17,86,107) . Estos efectos podrían deberse al hecho de que la CDP-colina no sólo incrementa la síntesis de fosfolípidos estructurales, sino que previene también la liberación de ácidos grasos libres durante la isquemia cerebral, (176,177) incrementa la síntesis de dopamina en determinadas regiones encefálicas (163) y reduce los niveles de creatininfosfocinasa sérica y los niveles de lactatos en el LCR (47) . A nivel clínico, diversos estudios han demostrado la buena tolerancia del fármaco y la ausencia de efectos secundarios (47,163) . En pacientes con un traumatismo craneoencefálico leve y moderado, Levin observó una mejoría en los síntomas del síndrome postconmocional en los pacientes a los que se les había administrado CDP-colina respecto al grupo que había recibido placeo (104) . En un estudio en TCE graves, Cohadon et al. encontraron que la CDP-colina no modificaba de forma significativa la mortalidad ni la proporción de pacientes vegetativos (40) . Sin embargo, en este mismo estudio, la administración de CDP-colina, mejoraba de forma significativa el resultado funcional de los pacientes que sobrevivían (40) . Calatayud et al. observaron estos mismos resultados, pero sólo en aquellos pacientes que presentaban un Glasgow inicial de 6 ó 7 (33) . Otros estudios en los que se ha administrado CDP-colina a pacientes con un traumatismo craneal, coinciden en afirmar que este fármaco puede disminuir el tiempo de coma y favorecer la resolución de las secuelas neurológicas (35,54) . A pesar de estos resultados alentadores, en la valoración global de los estudios en los que se ha administrado CDP-colina a pacientes con un TCE, cabe destacar que se trata de series con pocos pacientes, con criterios de inclusión heterogéneos, normalmente estudiados en un solo centro y en los que se han utilizado dosis muy variables del fármaco. La demostración de la efectividad de la CDP-colina en los pacientes con un TCE grave, requiere todavía la práctica de estudios adicionales, con distribución aleatoria de los grupos en los que se incluyan un número suficiente de casos. Hipotermia En el tratamiento de los TCE graves, la hipotemia controlada puede ejercer un efecto neuroprotector. La hipotermia moderada (32-33°C) (38,90,109) estabiliza las constantes vitales87, reduce las demandas metabólicas cerebrales y sistémicas, protege e la acción de los radicales libres y disminuye la liberación de aminoácidos excitatorios (9,32,87,165) . A nivel encefálico, la hipotermia no altera el control metabólico del FSC (21,26) , por lo que a un descenso del consumo metabólico cerebral de oxígeno le deberá seguir una disminución del FSC, del VSC y de la PIC. En las últimas décadas, diversos trabajos clínicos y experimentales han objetivado el efecto neuroprotector de la hipotermia. Sin embargo, la falta de controles en los estudios clínicos han impedido obtener conclusiones definitivas. Este hecho ha determinado que, en el momento actual, las guías de práctica clínica no contemplen el uso de la hipotermia en el tratamiento estándar de los pacientes con un TCE grave (30) . En 1993, Clifton et al. presentaron los resultados de un ensayo clínico con distribución aleatoria de los grupos, en el que estudiaron la eficacia y seguridad de la hipotermia moderada en pacientes con un TCE grave (39) . Estos autores demostraron que el descenso de temperatura hasta 32°C, inducida dentro de las primeras 6 horas del traumatismo y mantenida durante 48 horas, no conllevaba complicaciones cardíacas o hematológicas. En este estudio se observó también, que el grupo de pacientes hipotérmicos presentaba una menor incidencia de crisis comiciales y un mayor porcentaje de buenos resultados valorados a los 6 meses del traumatismo (39) . Dado el tamaño reducido de la muestra, esta última observación no adquirió significación estadística, aunque justificó la puesta en marcha de un nuevo ensayo clínico controlado en el que se pretende incluir a 500 pacientes y cuyos resultados prelimianres se prevé que aparezcan en 1998-99 (38) . Recientemente, Marion et al. han publicado los resultados de un estudio clínico en el que han comparado los efectos de la hipotermia moderada con la normotermia en un grupo de 82 pacientes afectos de un TCE grave (109) . Los resultados de este estudio demostraron que la hipotermia moderada mejoraba de forma significativa el resultado funcional a los 3 y 6 meses del traumatismo, en aquellos casos que presentaban una puntuación entre 5 y 7 en la escala de coma de Glasgow (109) . Sin embargo, estas diferencias no fueron significativas cuando se comparaban los grupos a los 12 meses del traumatismo. En este estudio la hipotermia también se instauraba de forma precoz y se mantenía durante un período máximo de 24 horas. Los resultados de estos últimos estudios sugieren que la hipotermia puede jugar en un futuro inmediato, un papel importante en el arsenal terapéutico del paciente neurocrítico. Profilaxis anticomicial en el TCEG Durante años, se han administrado fármacos anticomiciales a los pacientes con un TCE con el objetivo de prevenir el desarrollo de una epilepsia postraumática (EPT). En una fase precoz del traumatismo, las crisis comiciales exacerban la liberación de neurotransmisores e incrementan las necesidades metabólicas cerebrales, por lo que pueden producirse importantes aumentos del FSC y de la PIC. En etapas tardías, la epilepsia postraumática añade importantes limitaciones a la recuperación funcional y psicológica del paciente traumatizado. Para el neurocirujano es importante definir si está indicada la profilaxis anticomicial en los pacientes con un TCE grave y qué tipo de lesiones comportan un mayor riesgo de aparición de EPT. También es importante definir qué fármaco es el más adecuado, y hasta cuándo debería mantenerse el tratamiento. De acuerdo con la mayoría de autores, en el contexto de los TCE se define una crisis comicial precoz como aquella que tiene lugar durante la primera semana del traumatismo (174,184) . Se consideran crisis comiciales tardías las que aparecen después de la primera semana del traumatismo. Se reserva la etiqueta de epilepsia postraumática para aquellos casos en los que se han producido por lo menos 2 crisis comiciales (174) . En general, se considera que una puntuación inferior a 10 en la escala de coma de Glasgow, las contusiones corticales, las fracturas con hundimiento, los hematomas subdurales, epidurales e intracerebrales, los traumatismos craneales penetrantes y la aparición de una crisis comicial dentro de las primeras 24 horas del traumatismo, son factores de riesgo para el desarrollo de una EPT (174,184) . En relación con la profilaxis de las crisis comiciales, en los últimos años se han publicado diversos estudios, en los que se demuestra que la fenitoína y la carbamazepina son útiles en la prevención de las crisis comiciales durante la primera semana después del traumatismo. Sin embargo, estos fármacos no modifican de manera significativa la incidencia de las crisis comiciales tardías (69,118,173) . Después de un análisis exhaustivo de la literatura, las guías de práctica clínica para el manejo de los pacientes con un TCE grave definen que no pueden establecerse recomendaciones estrictas en el uso de la profilaxis anticomicial (30) . Una opción correcta podría ser la de administrar fenitoína o carbamazepina en los pacientes de alto riesgo, pero sólo durante la primera semana después del traumatismo. Sin embargo, a la luz de la evidencia de los trabajos publicados, igualmente correcta es la actitud de no administrar profilaxis anticomicial, ya que se ha demostrado que la prevención de las crisis comiciales precoces no modifica el resultado final de los pacientes con un traumatismo craneoencefálico grave (30) . Cuando un paciente presenta una crisis comicial aislada en la fase aguda del traumatismo, puede dejar de tratarse, si aquella no implica dificultades añadidas en el manejo terapéutico del paciente (174) . Si se sospecha la existencia de un status epiléptico (signos de disfunción autonómica y/o aumento de la PIC sin causa aparente), y después de la práctica de un EEG, una opción terapéutica aconsejada es la administración de anticomiciales (clonazepam, lorazepam, etc.) hasta el cese de la crisis comicial (174) . En el período tardío, la aparición de una crisis comicial debe contemplarse y tratarse del mismo modo que una crisis de nueva aparición (174) . En este contexto, la carbamazepina y la fenitoína son los fármacos más utilizados (174) . Para la posible retirada del fármaco, se seguirán las pautas habituales utilizadas en una epilepsia esencial. Agradecimientos Agradecemos al Dr. Julio Secades de Laboratorios Ferrer, S.A., su colaboración en facilitarnos la obtención de parte de los trabajos citados en este artículo. Agradecemos la colaboración de la Dra. A. Ausina y la Dra. A. Ferrer en la revisión y preparación de los apartados de hiperventilación, fluidoterapia y administración de soluciones hiperosmolares en el tratamiento de la hipertensión intracraneal. Este trabajo ha sido en parte financiado por la beca del Fondo de Investigadores Sanitarias de la Seguridad Social FISS 96/1783. Referencias Bibliográficas 1.- Albanese, J., Martin, C. Emergency drug therapy of closed head injury. CNS Drugs. 1995; 3: 337-350. 2.- Alberts, B., Bray, D., Lewis, J., Raff, M., Roberts, K., Watson, J.D.: Molecular biology of the cell, New York & London, Garlan Publishing, Inc. 1989. 3.- Alexander, E., Ball, M.R., Laster, D.W. Subtemporal decompression: radiological observations and current surgical experience. Brit. J. Neurosurg. 1987: 1: 427-433. 4.- Alexander, S.C., Cohen, P.J., Wollman, H., Smith, T.C., Reivich, M., Vander-Molen, R.A. Cerebral carbohydrate metabolism during hypocarbia in man. 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