Informe APIF sobre la reforma del régime[...]

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INFORME DE LA ASOCIACIÓN PROFESIONAL E INDEPENDIENTE DE
FISCALES (APIF) AL PROYECTO DE MODIFICACIÓN DEL ESTATUTO EN
MATERIA DISCIPLINARIA
Con carácter previo al informe solicitado debemos hacer tres precisiones: i) No nos
parece serio que la información sobre un tema tan importante se remita a los fiscales el
día 31 de julio. Muchos fiscales no hemos recibido el email y otros muchos solo lo
hemos recibido al reincorporarnos de las vacaciones. No creemos que este sea el modo
de buscar una colaboración leal de la Carrera Fiscal para abordar la reforma del régimen
disciplinario de los fiscales. Tampoco creemos por tanto que unos pocos días sean
suficientes para abordar el gran número de cuestiones que la propuesta de reforma del
Estatuto sugiere y requiere de profundo análisis; ii) Nos parece que simplemente para
hacer el texto más digerible debería haberse redactado una exposición de motivos,
sucinta, para conocer las razones de las modificaciones y de los concretas sanciones que
se introducen en el Estatuto, así como sobre la adaptación del texto de la LOPJ a la
organización de los fiscales; y iii) No se acompaña la documentación con el informe del
Consejo Fiscal, que hubiera servido para conocer las objeciones o la falta de ellas del
órgano de representación de los fiscales. La impresión que estos defectos producen es
la de una improvisación grande y una ausencia de reflexión sobre un tema que tiene
importancia capital para los fiscales, para la FGE y para la Justicia española. En su
conjunto nos parece un proyecto de régimen sancionador hecho para un modelo de
Ministerio Fiscal autoritario, no respetuoso con las garantías que merecen y necesitan
los fiscales en el ejercicio de su función y sobre todo cargando casi todo el peso de las
responsabilidades disciplinarias en aquellos sometidos a los dictados de otros, es decir,
a la mayoría de los fiscales sometidos a la autoridad de los jefes. Se olvida que el
principio de dependencia es instrumental a conseguir la unidad de actuación del Fiscal,
pero no es un fin en si mismo. Sin embargo, son numerosas ocasiones en que se castiga
la desobediencia, la falta de sometimiento de los fiscales (tratados más como
funcionarios de bajo nivel que como juristas de categoría), con independencia de que
esas conductas afecten efectivamente a la unidad de actuación del Ministerio Fiscal.
Parece en este sentido, como si todas estas cosas no tuvieran importancia. Y la tienen,
y mucha.
No se explica porque se modifica, por ejemplo, el capítulo de formación de los fiscales,
y no conocemos lo que se pretende, cuales eran los problemas que la FGE había
detectado en el sistema actual y nos vemos limitados por la falta de tiempo para
pronunciarnos sobre la materia.
Creemos que el sistema disciplinario de la Carrera Fiscal requiere de cambios
sustanciales, y que esos cambios deben empezar en primer lugar por establecer garantías
a favor de los fiscales que van a ser sometidos a expediente. Esas garantías, en una
Carrera jerarquizada, en la que todo el mundo depende del FGE, no pueden sostenerse
al depositar en personas elegidas discrecionalmente por el FGE para sostener la
investigación. O se establece una separación entre quien investiga y entre quien
sanciona o será posible que se repitan hechos como los que han conmocionado a la
Carrera Fiscal el último año. Por tanto, no basta con la copia de una figura como la
que se establece en el régimen disciplinario de la Carrera Judicial, sino que hay que
dotarla de independencia del FGE desde su propio nombramiento. Incluso en el ámbito
funcional, al establecerse su independencia respecto sus superiores (art. 94.3) se ve
ensombrecida por el hecho de que se establece una suerte de subordinación del
Promotor respecto de la Comisión Permanente del Consejo Fiscal (se habla de "ordenar
al promotor" la incoación de un expediente). Recordemos que la Comisión Permanente
está compuesta por los tres vocales natos (FGE, Inspector y Teniente Fiscal) además de
tres vocales electos, y recordemos también que el voto del FGE decide por calidad en
caso de empate. No puede ser. Además, no se establece un régimen de salvaguardia
profesional para el Promotor, ni unas restricciones a sus aspiraciones profesionales que
le pongan en la órbita del FGE. Todo eso hace que las garantías que se buscan con la
figura sean ilusorias. Esta asociación propone que el Promotor sea elegido por la
Carrera Fiscal por un periodo de cuatro años, por votación directa, libre y secreta de
todos los fiscales; que su estatuto personal le haga merecedor de la categoría honorífica
de Fiscal de Sala durante el periodo, pero que no pueda ser promovido a cargo alguno
en la Fiscalía durante el periodo de su mandato (incluso mediante previa renuncia a su
cargo).
La Sentencia de la Audiencia Nacional que consideró que la Fiscalía había vulnerado el
principio de legalidad y los derechos fundamentales de un fiscal al acordar su
separación del servicio, estableció como defecto grave en la estructura del
procedimiento sancionador la ausencia de alguien independiente de la estructura
jerárquica de la Fiscalía. Aquí no estamos hablando de una cuestión de subordinación
funcional al mantenimiento del principio de unidad que inspira la actuación del
Ministerio Fiscal, sino de los derechos de los fiscales a ser examinados con un mínimo
de imparcialidad. Por ello creemos que debe establecerse una separación en cuanto a
su legitimidad de origen entre el FGE y el Promotor de la acción disciplinaria, y
creemos que el promotor no puede ser ordenado por nadie para incoar o no un
expediente disciplinario, al margen de la existencia de recursos contra los abusos que
puedan llegar a producirse. Si no se accede a cambiar el sistema de designación del
Promotor de la Acción Disciplinaria, nuestra asociación rechaza de plano por ausencia
de garantías el presente procedimiento sancionador.
Debería asimismo instaurarse la figura de un defensor del Fiscal, otro compañero
elegido por el expedientado (o un representante de su asociación profesional), a quien
hubiera que considerar una parte independiente de la jerarquía con derecho a alegar y a
argumentar en diversos momentos del expediente, a modo de amicus curiae garante de
la protección de los derechos fundamentales de los expedientados. No se nos dirá aquí
que ese caso de vulneración de derechos es improbable en la Fiscalía a la vista de lo
ocurrido recientemente: por ello extremar las garantías es bueno para los fiscales y lo es
también para la institución. Además, si las asociaciones están legitimadas para recurrir
en la vía jurisdiccional (art. 88.4), parece coherente que también puedan hacerlo en el
procedimiento sancionador a petición del expedientado.
El proyecto se construye aparentemente desde la idea de que los fiscales se dividen en
mandos y subordinados: las sanciones se conciben en su mayor parte para los
subordinados, sin tomar en cuenta la necesidad de incluir sanciones a actuaciones como
por ejemplo, la no incoación del procedimiento establecido en el art. 27 del Estatuto
(suprema garantía de nuestra independencia profesional), o el acoso laboral, o sexual
(instituyendo la necesaria obligación por parte de la Inspección de investigarlo), o la
discriminación, o los abusos en los repartos de trabajo o el desconocimiento de los
derechos de los fiscales o los abusos en los visados. Infracciones el acoso laboral y
sexual que se recogen en el Estatuto básico del Empleado Público (art. 95), pero que
aquí, inexplicablemente, se obvian. Todas esas infracciones alguno dirá que "puede
interpretarse" que están incluidos en otros preceptos, pero nosotros creemos que la copia
del sistema disciplinario de la carrera judicial no permite contemplar situaciones
abusivas que se dan en la Fiscalía hasta ahora ante la falta de sanción adecuada. La
Fiscalía tiene una estructura exageradamente jerarquizada y hay situaciones que no son
homologables con las establecidas en la Carrera judicial, en la cual la independencia de
criterio está constitucionalmente garantizada. Hay que poner un poco de equilibrio si no
queremos que -entre otras cosas- nuestro Estatuto se convierta en un modelo negativo
en Europa.
Parte Primera: El Consejo Fiscal
Aunque se trata de una reforma orientada a establecer un nuevo régimen disciplinario,
creemos que hay que apuntar algunas cosas en relación con la composición y
funcionamiento del Consejo Fiscal.
Creemos que debería aprovecharse la oportunidad de no incluir al Jefe de la Inspección
del Consejo, al menos en cuestiones de índole disciplinaria, y sin perjuicio de estudiar la
conveniencia de su permanencia como vocal nato para el resto de los asuntos. Resulta
evidente la contaminación que se produce con su presencia en el órgano decisor de los
expedientes disciplinarios más graves.
Creemos que el problema fundamental de la atribución de la responsabilidad a los
vocales del Consejo de la facultad de imponer sanciones disciplinarias es la apariencia
de independencia respecto del FGE. No pueden por tanto permitirse a los vocales
obtener promociones o renovaciones discrecionales mientras permanecen como vocales:
recordemos que en el Consejo anterior, sin ir más lejos, hasta tres vocales fueron
reelegidos o promovidos por el FGE. Y creemos que eso merma su imparcialidad
objetiva, especialmente cuando se trata de aplicar sanciones a los compañeros de la
Carrera. Pedimos que se reflexione sobre esta cuestión.
Debe hacerse de una vez referencia en el apartado primero del art. 14 en lugar de a una
norma electoral reglamentaria, a la aplicabilidad de la LO de Régimen Electoral, como
base para establecer la normativa electoral de la Fiscalía. Y debe el Consejo Fiscal
incluir entre su catálogo de responsabilidades la resolución de los recursos de los
Fiscales contra los repartos de trabajo acordados por los Fiscales Jefes, y en
general contra la generalidad de asuntos de índole administrativa que afectan a los
Fiscales. Y además, debe establecerse que el Consejo Fiscal pueda someter al FGE no
solo las peticiones relativas a su competencia que se consideren oportunas, sino también
todas aquellas que pudieran redundar en el bien de la Carrera en su conjunto, de una
concreta Fiscalía o en la mejora del servicio.
Y entre las obligaciones del Consejo Fiscal debería establecerse un plazo para resolver
las cuestiones que se les plantea y no tener que dejar transcurrir hasta dos años como
hemos visto en el pasado reciente.
Parte Segunda: Responsabilidad de los miembros del Ministerio Fiscal
Vamos a abordar algunas cuestiones generales y puntuales, ni mucho menos todas las
posibles, pero eso no significa que lo que no se comente cuente con nuestra
aquiescencia: es sencillamente, que no se nos ha dado ni tiempo ni información para
abordar todas las cuestiones que el Proyecto establece.
No estamos de acuerdo con la posibilidad de suspensión cautelar del afectado, y menos
dejando en manos de la Comisión Permanente del Consejo Fiscal tal decisión. Este
tema ha de ser abordado desde la idea de que el expediente no puede eternizarse, que
hay plazos de caducidad y que ha de haber celeridad en la tramitación. Por tanto las
suspensiones provisionales han de encuadrarse en ese contexto de celeridad. Si hubiera,
en casos extraordinariamente graves, necesidad de acordar tal medida, no puede ser la
Comisión Permanente (integrada por seis miembros, de los cuales hay tres natos,
incluido el FGE con voto de calidad). Aquí debe darse intervención a la figura del
Defensor del Fiscal del que hablábamos antes y añadirse la necesidad de justificar
suficientemente las razones por las cuales se suspende cautelarmente al afectado
(razones ligadas a la prestación del servicio) ya que en caso contrario no hay garantías:
no es desconfianza hacia nadie, es solo que no hay garantías suficientes y de eso
padecerían los fiscales y también la Institución.
No nos parece de recibo que sin audiencia pueda modificarse la calificación jurídica de
la conducta a imponer al expedientado (art. 88), al causársele con ese proceder
indefensión.
En cuanto a las infracciones y sanciones, dejando de lado que consideramos como
hemos señalado más arriba que se establece un sistema disciplinario pensado para meter
en cintura a las bases mucho más que para regular las infracciones de cada fiscal sin
distinción de rangos, hacemos las siguientes consideraciones:
Se amplía el catálogo de conductas sancionables en términos además muy abiertos, lo
que da lugar a inseguridad jurídica.
Por ejemplo, la valoración de cuando hay
"perjuicio relevante al funcionamiento interno de la Fiscalía" (Art. 68.2) se ha
considerado en el pasado por el hecho de no hacer una estadística de faltas. O cuando
se equipara art. 68.5 el dolo o la culpa grave; o cuando se equipara el abandono del
servicio a la ausencia injustificada por siete días. Eso no puede admitirse: somos
juristas y somos fiscales y hay que exigir mucho mayor rigor en el establecimiento de
los tipos. También creemos que hay que relevar a los fiscales de la obligación de
hacer estadísticas y por tanto la sanción establecida en el art. 68.11 debe
suprimirse. Hasta hoy no hay precepto legal alguno que obligue a los fiscales a hacer
la estadística de sus datos, pero con este precepto se incluye dicha obligación. Nos
mostramos totalmente en contra: los fiscales no son auxiliares administrativos, son
fiscales. La FGE debe procurarse los medios para evaluar el trabajo de cada uno sin
hacer perder un tiempo valioso en estos trabajos administrativos. Además, hay que
decirlo, debe prohibirse expresamente el uso del personal auxiliar de las Fiscalías
para el control del trabajo de los Sres. Fiscales. Esa medida es ofensiva per se para
el Fiscal o para los Fiscales afectados. Creemos que es hora de empezar a dar a cada
uno de los fiscales el valor que tienen dentro de la Fiscalía. No se puede permitir esa
práctica que en si misma se aproxima al acoso laboral.
El art. 68.16 habla de la ignorancia inexcusable en el cumplimiento de los deberes como
Fiscal. ¿A que se refiere? ¿A los deberes externos ante terceros, como Fiscal? ¿A la
ignorancia o al incumplimiento de esos deberes? ¿Incluye también los deberes de los
vocales del Consejo Fiscal? ¿No precisa ese precepto de una mayor concreción?
La infracción contenida en el art. 69.7 está concebida en términos inusitadamente
amplios, que incluiría las conversaciones de café con compañeros. Creemos que eso
no puede ser. Parece un cajón de sastre donde encajar cualquier actividad de un fiscal
en el supuesto de que sobre él cayera el peso de la jerarquía. Pensemos que no hay
referencias a la existencia de daño al proceso o a la Fiscalía o a la Justicia. La falta del
art. 70.6 relativa a la inobservancia de "observaciones verbales" es un abuso si no se
conecta -como tantas ocasiones- con la preservación del principio de unidad de
actuación del Ministerio Fiscal. Es sancionar para preservar el principio de autoridad
por si, y eso no nos gusta. Además, debemos señalar que la orden verbal no debería
llevar anudada una sanción por incumplimiento. No es tan complicado escribir lo que
se quiere que se haga, o incluso utilizar los medios tecnológicos para que quede
constancia de la misma. De esta manera se evitarían situaciones como las vividas
recientemente y que han causado daño a algún compañero y también a la Institución.
¿Es necesario introducir la autoría mediata entre los modos de infringir la norma?
¿No se buscará con eso introducir una especie de Policía inquisitiva de las opiniones, de
los consejos, de las deliberaciones, incluso en el seno de las asociaciones o de las
reuniones de fiscales? ¿De verdad hace falta llegar ahí?
No nos parece de recibo que se aumente el importe de las sanciones económicas
(hasta 10.000 euros), cuando los sueldos no paran de bajar desde hace unos años.
¿A que viene eso? No nos dan explicación. ¿Qué se busca? ¿Introducir el temor, el
miedo en los fiscales?
Hay mucho más que tratar sobre sanciones, pero queremos llamar la atención sobre la
separación del servicio: Nos parece increíble tras lo ocurrido con el compañero separado
del servicio que se siga manteniendo la ausencia de audiencia del expedientado ante
el Consejo Fiscal, y que al tiempo no se establezca la abstención obligatoria del
Inspector Fiscal en dicho órgano. Además la expulsión de un Fiscal debería estar
sometida al régimen de la unanimidad, no de la mayoría de dos tercios de los vocales
(en las que se incluyen los natos, incluido el FGE). Para el resto de faltas muy graves
debería establecerse la mayoría de dos tercios.
¿Son realmente necesarias todas las vías de investigación establecidas en el Proyecto?:
una información previa, una instrucción sumaria posterior, unas diligencias informativas
y el expediente en si. Esta complicación procedimental, sin explicación de las razones
de la misma, produce una sensación de maraña que no acabamos de entender.
No estamos de acuerdo con que se amplíe el plazo de prescripción de las
infracciones disciplinarias y menos aún si se considera que prescriben antes las
sanciones impuestas que las faltas sin sancionar, contradiciendo los criterios
establecidos en el Código Penal que parten justamente del criterio diferente. Además,
no encontramos razones (más allá de las que dan coherencia a un proyecto tan riguroso
como el que se nos somete a consideración en las penosas condiciones de tiempo
material para despacharlo) para establecer plazos de prescripción tan largos para las
faltas muy graves y las graves.
Nos pronunciamos en contra del Proyecto entre otras cosas por el hecho de que el
art. 84 permite que la Comisión Permanente del Consejo Fiscal (es decir la
jerarquía pura y dura de la Carrera) pueda de oficio "ordenar" al Promotor la
iniciación de un expediente disciplinario, contra su voluntad. ¿Son esto garantías,
incluso cuando el mismo Promotor, según el Proyecto, es elegido discrecionalmente por
el FGE?. Además, deberán aclararse, porque el art. 94 indica que el Promotor no puede
recibir órdenes de superiores jerárquicos ni de ninguna autoridad.
No nos gusta la prórroga de la duración del expediente (art. 89), y menos si la cuestión
viene establecida por quien al final ha de imponer la sanción (el FGE). Pero nos
preguntamos si es necesario acordarla en los casos de faltas leves o graves y no
reservarla a los supuestos de faltas muy graves.
En lugar de acordar medidas perjudiciales para las garantías de los fiscales nos
preguntamos si no sería más conveniente, obrar como se hace con el Promotor de la
Carrera Judicial, es decir, colocarlo en situación de servicios especiales (para evitar la
existencia de superiores jerárquicos) y relevarlo de toda función compatible con la
establecida. Y no creemos que haya que nombrar un sustituto del Promotor: si hace
falta porque cesa o no puede seguir, que se nombre a otro. Debemos añadir que el
plazo de dos años nos parece corto (porque lo coloca a merced del FGE): en el caso
de la Carrera Judicial se le nombra durante un periodo de cinco años, equivalente al
mandato del Consejo. En nuestro caso debería el Promotor ser elegido por los Fiscales
y también durante cuatro o cinco años. Si de lo que se trata es de que el FGE, del signo
político que el Gobierno tenga a bien nombrar, pueda elegir discrecionalmente a quienes
incoen expedientes a los fiscales para que él mismo FGE resuelva como tenga a bien, no
hace falta ninguna sutileza jurídica. Pero si se quiere crear un sistema garantista, que
ofrezca protección a los fiscales en la defensa de su imparcialidad profesional y del
resto de sus derechos, armonizando todo ello con las necesidades de la unidad de
actuación de la Fiscalía, hay que dotar al Promotor de la necesaria autonomía y fortaleza
para que pueda desarrollar su función con total imparcialidad. El plazo previsto en la
LOPJ para el Promotor Judicial es mucho más garantista que el que se pretende
establecer. En este sentido, la decisión del cese del Promotor no puede descansar en
el FGE, oído el Consejo: hace falta mucho mayor consenso en la redacción actual.
La prevista es una medida antigarantista y con apariencia de autoritaria. Pensemos que
las normas han de establecerse para cualquier jerarquía que pueda llegar a la FGE. No
solo para la actual. Y los derechos y garantías que se establecen ahora son también
para amparar a otros fiscales cuando cambie la situación política. Son garantías de la
función, además de garantías para los fiscales.
Además, al igual que en relación con la Carrera Judicial, ha de establecerse un personal
auxiliar del Promotor disciplinario del Fiscal para que pueda ejercer su función, y
además un auxilio técnico, solo dependientes del Promotor.
Parte Cuarta: Formación
No se nos ha dado tiempo ni información suficiente para abordar con detenimiento esta
cuestión. Por lo tanto no nos manifestamos en relación con el conjunto del precepto.
Pero si hacemos constar una discrepancia.
El artículo 102.3 establece la posibilidad de que el FGE establezca la obligatoriedad de
una determinada actividad formativa. La formación debe considerarse como un derecho
de todos los Fiscales. Y no cabe duda que es bueno que todos nos reciclemos, pero
establecer la "obligación de un Fiscal de tener que ir a un curso determinado" no lo
creemos procedente, al menos sin explicaciones de su fundamento. Quizá pudiera
entenderse que se refiere a la clase de cursos de las que depende el buen funcionamiento
interno de la Fiscalía (como por ejemplo, sobre el -por otra parte, muy deficientesistema informático). Pero no se explica y la cuestión se establece en términos de
generalidad. Entendemos que así redactado el precepto no es procedente. Sí nos
parece correcto que se condicione el acceso a determinados puestos a acreditar la
superación de determinados cursos. Pero no que sin más el FGE pueda establecer que
un curso es obligatorio para todos o algunos fiscales. Y esto enlazado con el régimen
disciplinario implica una sanción. La formación es un derecho y es conveniente pero
entiendo que no puede ser objeto de imposición. Máxime cuando existen múltiples
parámetros que no se tienen en cuenta: carga de trabajo de cada Fiscal, situación
personal y familiar, etc. Desde luego a los jueces el CGPJ no puede imponerles la
asistencia a cursos.
Reforma del art. 36 del EOMF: Valoramos positivamente que no se destine al TSJ de
Madrid a los fiscales mencionados en el citado precepto y si a la Fiscalía Provincial de
Madrid. A todos, a excepción de los fiscales destinados en la Inspección Fiscal. El
problema de la Inspección Fiscal, en nuestra opinión, no está en los fiscales de la
plantilla, sino en la dependencia de ese órgano del FGE.
Los Fiscales de la
Inspección tienen una antigüedad superior a la de los demás fiscales mencionados en el
apartado 3 del art. 36. Ha de extremarse el celo (cosa que desgraciadamente creemos
que no se hace en los nombramientos en la Fiscalía en muchos casos) en elegir a los
mejores fiscales destinados en la Inspección; fiscales que han de haber acreditado
preparación suficiente de derecho administrativo. Pero una vez elegidos -la cuestión de
los nombramientos es una de las más graves deficiencias que padece en nuestra opinión
el Ministerio Fiscal, al no garantizarse la asignación por razones de mérito y capacidad
sino por otras razones sobradamente conocidas-, no encontramos razones de peso para
equiparar su tratamiento en el ceso a otros elegidos puramente por razones
discrecionales. No son lo mismo. Si se quiere mejorar la Inspección ha de abordarse
el estatuto de los fiscales de la Inspección, ha de clarificarse el ámbito de sus
competencias, ha de evitarse que haya solapamientos con la Unidad de Apoyo, ha de
garantizarse la independencia del Fiscal Inspector respecto del FGE. Y todo eso no
tiene nada que ver con mandar a fiscales cualificados y experimentados a la Fiscalía de
Madrid tras diez años de ejercicio.
Y ello con independencia de que puedan
establecerse causas de cese por incumplimiento de sus obligaciones o por negligencias
graves en el desempeño de las mismas que produzcan perjuicios a otros fiscales o a la
institución. Pero en eso hablamos de otra cosa.
Por lo demás debemos decir que la redacción de este último precepto es confusa y
puede ser gramáticamente mejorada.
En relación con la Inspección Fiscal, el Proyecto no entra a cuestionar o modificar
precepto alguno mas allá de los párrafos 2 y 3 del art. 36. Sin embargo, creemos que
debería considerarse empezar a introducir, aprovechando la presente reforma, un
sistema de evaluación anual de los fiscales jefes con parámetros muy diferentes a
los de ahora mismo. Estos parámetros de evaluación por parte de los fiscales de la
Fiscalía podrían ser:
- capacidad técnico-jurídica
- transmisión de conocimientos
- capacidad de comunicación positiva
- cooperación y confianza en el equipo de fiscales
- actitud relajada, cordial y cercana
- reparto de trabajo justo y equitativo
- transparencia
- capacidad relacional y comunicativa....
y otros conceptos corrientemente utilizados en los equipos de recursos humanos para
desterrar la idea en nuestra profesión de que la autoridad se gana por el mero
nombramiento y la detentación del poder, sino por el reconocimiento del equipo
humano que se dirige. La intervención de la Inspección Fiscal, de modo preventivo
ante la denuncia de los fiscales a sus jefes, podría proceder a la normalización de las
situaciones de conflicto antes de que los mismos pudieran agravarse.
APARTADO SEXTO, sobre la reforma de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa
La Asociación Profesional e Independiente de Fiscales (APIF), considera que esta
reforma, que atribuye competencia a la Audiencia Nacional para resolver sobre todos
los recursos contra actos del FGE o del Consejo Fiscal, aleja al funcionario fiscal de su
fuero natural que sería el actual TSJ, aunque lo conveniente y recomendable sería, de
hecho, dejarlo en los Juzgados unipersonales provinciales. Veamos: cuando un
trabajador asalariado normal tiene un pleito en la jurisdicción social, el mismo acude al
Juzgado de lo Social más próximo. Aquí se pretende que, para prácticamente
cualquier reclamación profesional, el funcionario fiscal, sea canario, ceutí, balear,
o de donde se quiera, tenga que plantear un pleito en la Audiencia Nacional lo que
le desprotege sobremanera: no conoce un abogado especialista de contencioso en
Madrid, la AN nunca va a resolver en plazo (en algunos unipersonales hasta eso es
posible), la AN nunca va a hacer una eventual inspección ocular, le carga un sobrecoste
al fiscal (desplazamiento del abogado si es de su ciudad, el suyo propio, etc.), respecto a
una actuación en su propia provincia. No parece una medida neutral, de mejor
funcionamiento de la Institución, sino específica dirigida a desproteger al fiscal de a pie,
a la hora de ejercitar sus derechos. Debemos decir que una medida así ha de explicarse
muy bien por la FGE, cosa que no se hace, y analizar sus ventajas e inconvenientes.
Aquí parece que los inconvenientes los sufrirán los sufren los fiscales que no viven en la
Comunidad de Madrid.
Es lo que la Asociación Profesional e Independiente de Fiscales, APIF, ha de informar
lealmente pero con tristeza sobre un Proyecto que consideramos muy negativo,
restrictivo de garantías para los Fiscales, introductor de inseguridad jurídica y
potenciador de los aspectos más negativos de la Institución.
Madrid, a 9 de septiembre de 2014
La Comisión Permanente de la APIF
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