1 LA COMUNIDAD LATINOAMERICANA EN CANADA: ALGUNOS

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LA COMUNIDAD LATINOAMERICANA EN CANADA:
ALGUNOS DESAFIOS PENDIENTES
Daniel Schugurensky & Jorge Ginieniewicz
1. Latinoamericanos en Canadá: Un panorama general
De acuerdo a los primeros datos del censo canadiense del 2001, residíamos en Canadá
aproximadamente 212.000 personas de origen hispano. Posteriormente, respondiendo a
una solicitud del Congreso Hispano Canadiense, Estadísticas Canadá volvió a analizar
los datos censales utilizando una nueva definición de “hispano” que incluye tres
criterios: a) origen étnico vinculado a un país de habla hispana; b) español como
primera lengua; y c) nacimiento (propio o de sus padres) en país hispanoparlante.
Cualquier persona que mencionó al menos una de estas tres características fue
considerada de origen hispano. A partir de esta nueva categorización, Estadísticas
Canadá realizó un nuevo cálculo, de acuerdo al cual estimó que la cifra de hispanos
residentes en Canadá era de 520.260 personas.
Es pertinente notar que esta definición de “hispano” incluye a los inmigrantes españoles
y excluye a los brasileños. La categoría “latinoamericano”, a la inversa, incluye a los
inmigrantes de origen brasileño y excluye a los españoles. Si bien las categorías
“comunidad hispana” y “comunidad latinoamericana” no son conceptualmente
equivalentes, demográficamente se superponen bastante: según el censo del 2001 existe
un número relativamente similar de inmigrantes de origen español y de origen brasileño
viviendo en Canadá
De todos modos, esta cifra oficial de 520.260 excluye a personas que no se autoidentificaron como “hispanos” en el censo y a muchos que no completaron el censo por
temor (particularmente aquellos que carecen de documentos migratorios) o por otras
razones. Aunque los datos detallados sobre las minorías étnicas del censo nacional del
2006 aún no están disponibles (Estadísticas Canadá estima publicarlos en abril del
2008), ya sabemos que entre 2001 y 2006, del grupo de los ocho países más
desarrollados (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Rusia y
Canadá), fue Canadá el que tuvo la tasa de crecimiento poblacional más alta (+5.4%).
También sabemos por el censo del 2006 que dos tercios de ese crecimiento demográfico
es atribuible al flujo inmigratorio. Así, tanto los datos preliminares del censo del 2006
como la información extraoficial con la que contamos en este momento sugieren que la
inmigración latinoamericana ha aumentado significativamente en el último lustro.
Varias asociaciones comunitarias han manifestado que ya hay aproximadamente
700.000 latinoamericanos residiendo en Canadá, y algunos observadores estiman que en
los próximos años se estará rondando el millón.
Considerando estos factores, varias asociaciones comunitarias han manifestado que ya
hay más de 700.000 latinoamericanos residiendo en Canadá, y algunos observadores
estiman que en los próximos años se estará rondando el millón. Si bien no sabemos a
ciencia cierta cuál es la cifra exacta, sí sabemos que, de acuerdo a datos recogidos por la
revista Factor Hispano, ya somos la tercera minoría étnica en Canadá. También sabemos
que, según el censo del 2001, la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos hemos
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llegado de El Salvador, México y Chile, seguidos por inmigrantes de Perú, Colombia,
Guatemala, Argentina y Ecuador y, en menor medida, del resto de los países de la
región. Actualmente, más de la mitad de los inmigrantes latinoamericanos residimos en
Toronto y Montreal o en localidades cercanas a estas dos ciudades. En términos
provinciales, las comunidades de origen latinoamericano tienen una presencia
relativamente significativa en cinco provincias canadienses: Ontario, Quebec, British
Columbia, Manitoba y Alberta.
La inmigración masiva de Latinoamérica a Canadá comenzó hace medio siglo, y está
constituida por varias “oleadas migratorias” que se diferencian entre sí por las razones
de la migración, el contexto sociopolítico de la época y el origen de los inmigrantes.
Así, por ejemplo, se habla de la ola líder de fines de la década de los 50s y principios de
los 60s, la ola andina de principios de los 70s, la ola de los golpes de estado en el cono
sur de mediados de los 70s, la ola centroamericana de los conflictos armados de los 80s,
y la ola profesional que comenzó en los 90s. Esta última ola, que aún continúa, se
generó en parte por la combinación de la política del gobierno canadiense de atraer
inmigrantes altamente calificados y del fracaso del modelo neoliberal en América
Latina.
Independientemente de las cifras demográficas exactas y de las diferentes olas
migratorias, es claro que en el contexto histórico canadiense somos una comunidad
relativamente nueva y en pleno crecimiento. Según el análisis realizado por Estadísticas
Canadá con base en los datos del censo del 2001, el 73% de los inmigrantes
latinoamericanos llegamos a Canadá entre 1981 y 2001, y el 40% entre 1991 y 2001, y
es importante enfatizar que este dato no incluye al gran contingente que llegó después
del 2001. Por esta razón, varios observadores de dinámicas migratorias han señalado
que, después de medio siglo de inmigración contínua, la comunidad latinoamericanacanadiense está alcanzando un nivel de madurez, organización y visibilidad cultural,
social y política sin precedentes en la historia de este país. Sin embargo, aún quedan
desafíos por resolver. En este texto mencionaremos sólo dos de ellos: los de la
integración externa, y los de la integración interna.
2. Los desafíos de la integración externa
Los documentos oficiales del gobierno canadiense hablan de ayudar a los recién
llegados para que se conviertan en miembros plenos y participantes activos en la
sociedad canadiense tan pronto como sea posible; también proclaman que Canadá
debería ofrecerles a todos los inmigrantes tanto las oportunidades como las capacidades
para participar en las decisiones sobre el destino de sus comunidades y del país. Sin
embargo, la comunidad latinoamericana, al igual que otras comunidades inmigrantes,
aún encuentra dificultades en términos de integración sociocultural, educativa,
económica y política.
El desafío de la integración sociocultural consiste en ser capaces de preservar nuestra
identidad cultural, social y lingüística, y al mismo tiempo ser capaces de participar
plenamente en todos los ámbitos de la vida canadiense. La integración sociocultural es
una alternativa positiva a los modelos negativos de la asimilación forzada, por un lado,
y al de la segregación aislada, por otro. Decimos que estos son modelos negativos
porque ambos niegan algo importante a las comunidades inmigrantes, mientras que el
modelo de la integración suma en lugar de restar. Claro está que la integración
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sociocultural es un camino de ida y vuelta, y por tanto requiere adaptaciones mutuas, no
sólo de parte de los inmigrantes. Esto implica trabajar sobre los estereotipos negativos y
las prácticas discriminatorias que existen hacia las comunidades inmigrantes en la
sociedad receptora.
El segundo desafío de la comunidad latinoamericana se vincula con la integración
económica. En 1965, John Porter acuñó el término ‘mosaico vertical’ para referirse a la
estratificación social de este país. Lamentablemente, aunque hayan pasado cuarenta
años desde el riguroso trabajo de Porter, el mosaico vertical aún persiste. En un libro
reciente, titulado Canada’s Economic Apartheid: The Social Exclusion of Racialized
Groups in the New Century, el politólogo de la Universidad de Ryerson Edward Grace
Galabuzi revisa los datos oficiales y, pese a varias décadas de discursos oficiales sobre
el mosaico multicultural canadiense, llega a las mismas conclusiones a las que llegó
Porter hace cuatro décadas. Otros estudios sobre distribución del ingreso en Canadá
coinciden en ubicar a la comunidad latinoamericana en una situación económica
desventajosa respecto a muchas otras, señalándola, incluso, como una de las más pobres
del país. Por ejemplo, tanto el conocido estudio de Michael Ornstein sobre la
desigualdad económica en Canadá como los datos nacionales del censo del 2001 indican
que el nivel de ingresos promedio de los latinoamericanos que residen en Canadá es
inferior al resto de la población canadiense, a pesar de que el nivel educativo promedio
es similar (y en algunos casos superior) al del resto de la población.
Entre los principales problemas que impiden una correlación más justa entre el nivel
educativo de la comunidad latinoamericana y su nivel de ingresos están la acreditación
profesional (en la cual las asociaciones profesionales juegan un papel fundamental), las
barreras idiomáticas y la discriminación. Muchos inmigrantes latinoamericanos que
llegan con sus diplomas y una larga experiencia profesional en una gran variedad de
áreas (desde enfermería hasta odontología, pasando por medicina, química, farmacia,
contabilidad y todas las ramas de la ingeniería, sólo por nombrar algunas) no pueden
encontrar trabajo en su área, sea porque su educación no es reconocida en Canadá o
porque no tienen la ya famosa “experiencia canadiense”. Para sobrevivir, muchos deben
hacer trabajos que poco tienen que ver con su talento, su vocación y su formación
profesional. Aquí pierden todos: el país de origen pierde recursos calificados a través de
la fuga de cerebros, Canadá pierde la oportunidad de aprovechar tanto talento, y los
inmigrantes pierden su autoestima y la posibilidad de hacer una contribución en sus
especialidades después de tantos años de estudio y trabajo. Como se dice en Canadá, se
trata de una funesta combinación de “brain drain” y “brain waste”. También está, no
cabe duda, la explotación de mano de obra inmigrante en varios sectores de la
economía, siendo éste un tema importante que debe ser abordado en la discusión sobre
integración económica.
El tercer desafío tiene que ver con la integración cívica y política. Según el discurso
oficial, la política multicultural promueve la ciudadanía activa y brinda oportunidades a
toda la población canadiense en su inmensa diversidad para moldear el futuro de sus
comunidades y de la nación. Sin embargo, las investigaciones sobre el tema indican que
los inmigrantes latinoamericanos encontramos grandes dificultades para involucrarnos
cívica y políticamente en Canadá. Esto es doblemente sorprendente, primero porque
venimos de sociedades altamente politizadas, y segundo porque estas dificultades
afectan aún a inmigrantes latinoamericanos que han tenido una alta participación
ciudadana en sus países de origen y aquí no encuentran la manera de hacer una
contribución a la sociedad canadiense más allá del esporádico voto o del
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involucramiento en espacios internos de la comunidad latinoamericana. Entre los
factores que más dificultan este tránsito se han señalado la incomodidad para
expresarnos públicamente en inglés o francés, la existencia de cerradas redes sociales y
políticas, el desconocimiento del modus operandi del sistema político canadiense, la
estructura de las reuniones, y la discriminación en el acceso a las estructuras políticas
formales (especialmente partidos políticos).
Muchos inmigrantes latinoamericanos que llegan con sus diplomas y una larga
experiencia profesional… no pueden encontrar trabajo en su área, sea porque su
educación no es reconocida en Canadá o porque no tienen la ya famosa “experiencia
canadiense”.
El cuarto desafío lo encontramos en el ámbito educativo. A las dificultades de muchos
inmigrantes adultos para integrarse plenamente a la economía canadiense se suman las
dificultades experimentadas por las jóvenes generaciones de la comunidad
latinoamericana para lograr una plena integración educativa. Paradójicamente, el
relativamente alto nivel educativo de la primera generación de inmigrantes
latinoamericanos (en gran parte debido al actual sistema de puntos de la política
inmigratoria canadiense) no se corresponde con el alto nivel de deserción escolar
existente entre los jóvenes de origen latinoamericano. Un reciente estudio realizado por
el Consejo del Distrito Escolar de Toronto, por ejemplo, revela que el 40% de los
jóvenes de origen latinoamericano abandonan la escuela secundaria antes del grado 12.
Esta tasa de deserción escolar es el doble que la tasa promedio en las escuelas públicas
de Toronto. Este desafío se relaciona mucho con los anteriores, porque ese 40% de
jóvenes latinos que hoy no termina la escuela, dentro de una década será parte de la
siguiente generación de adultos que tendrá dificultades para integrarse económica,
política y socioculturalmente al medio canadiense. Debido a que, posiblemente, estos
jóvenes tampoco tendrán los recursos culturales y lingüísticos de la comunidad hispana,
es probable que muchos de ellos se queden a medio camino, sin sentirse plenamente “ni
de aquí ni de allá”, lo cual podría acarrear serios problemas de identidad y autoestima.
3. Los desafíos de la integración interna
Los hispanos somos una comunidad diversa que aún esta conformándose como tal,
intentando ser algo más que la simple suma de sus partes. Si bien la diversidad tiene una
dimensión positiva, en nuestro caso la diversidad muchas veces viene acompañada de
dispersión, aislamiento, desconfianza y fragmentación. Por mucho tiempo, la
comunidad latinoamericana ha tenido una doble fragmentación. No sólo la mayoría de
las actividades se han desarrollado al interior de cada micro-comunidad nacional o
étnica (estamos hablando de 21 nacionalidades y más de 45 grupos étnicos), sino que a
su vez cada micro-comunidad nacional o étnica ha estado fragmentada en diferentes
subgrupos que pocas veces interactuaban entre sí.
Hasta ahora, la comunidad latinoamericana no ha estado aún lo suficientemente unida
como para dar el salto definitivo en Canadá. Tanto conflictos regionales importados
desde nuestros países de origen como disputas internas por cargos, liderazgos o incluso
rencillas personales han privado a los latinoamericanos en Canadá por muchos años de
una dirigencia ágil, integradora e innovadora. Por otro lado, la falta de renovación entre
los líderes latinoamericano-canadienses también ha socavado las oportunidades de
promover un crecimiento comunitario sostenido.
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4. Signos de esperanza
Los desafíos son claros, palpables y concretos. Sin embargo, también hay signos de
esperanza tanto en términos de integración externa como interna. En los últimos años, el
rápido crecimiento de la comunidad ha generado un florecimiento de actividades
culturales, artísticas, cívicas, religiosas, recreativas y solidarias que congregan a
participantes de las diferentes comunidades latinoamericanas y también de otras
comunidades. Por otro lado, la recientemente aprobada ley 124 en la legislatura de
Ontario (la cual requiere que los empleadores de las profesiones reguladas implementen
prácticas razonables y transparentes) probablemente facilite la integración económica de
un gran número de inmigrantes de nuestra comunidad.
En el terreno cívico y político también hemos notado avances significativos. En 1990,
Luz Bascuñán se convirtió en la primera inmigrante latinoamericana que ocupó un
cargo de elección popular en Canadá. Tres años después, Osvaldo Núñez fue electo
diputado al parlamento federal por el Bloc Quebecois (BQ). En parte gracias a estos
antecedentes pioneros, hoy observamos con interés la creciente participación y los
triunfos electorales de otros candidatos de origen latinoamericano en el mapa político de
Canadá. Un caso notable puede observarse en el distrito 17 de Toronto, en donde César
Palacio (de origen ecuatoriano) y Alejandra Bravo (de origen chileno) compitieron dos
veces consecutivas por una banca en la legislatura de la ciudad, siendo electo el primero
en las dos ocasiones. Otros ejemplos actuales incluyen a Pablo Rodríguez (de origen
argentino), quien fue electo como miembro del parlamento federal por el distrito de
Honoré-Mercier (Quebec) en 2004 y re-electo en 2006, y Soraya Martínez (de origen
chileno), quien fue electa en 2005 consejera de la ciudad de Montreal por el distrito de
Saint Michel.
El potencial impacto social y cultural de la comunidad latinoamericana se refleja en el
hecho que, de acuerdo a una nota del periódico Toronto Star, si las actuales tendencias
demográficas se mantienen constantes, el español será uno de los idiomas más hablados
en la ciudad de Toronto en 2016. A nivel interno, el Congreso Hispano Canadiense se
encuentra en una etapa de revitalización, fortalecimiento y crecimiento, y ha logrado
incorporar a su dirigencia a personas de diferentes países de origen, ámbitos
comunitarios y grupos generacionales.
De acuerdo a los documentos oficiales, la política multicultural del gobierno canadiense
promueve la participación de los diversos grupos que integran el mosaico canadiense en
la vida social, económica y política del país. Ha llegado la hora de convertir intenciones
en realidades. En este contexto, el involucramiento cívico y político adquiere especial
importancia. Para los latinoamericanos la participación cívica y política es fundamental
para aumentar la calidad de las decisiones políticas, como así también para reducir la
vulnerabilidad de la comunidad. Sólo involucrándonos podemos evitar que otros
decidan por nosotros y aumentamos nuestro sentido de pertenencia en la sociedad donde
ahora vivimos.
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Daniel Schugurensky es profesor de Educación de Adultos y Desarrollo Comunitario en
el Ontario Institute for Studies in Education de la Universidad of Toronto, donde
también se desempeña como coordinador del Programa Interdisciplinario de Desarrollo
Comunitario del Centro de Estudios Urbanos y Comunitarios. Después de realizar
estudios de grado en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional
Autónoma de México, concluyó una maestría y un doctorado en políticas educativas en
la Universidad de Alberta, Canadá. Para mayor información sobre sus trabajos de
investigación y sus publicaciones, puede visitar su página de internet
Jorge Ginieniewicz obtuvo dos Licenciaturas (en Ciencia Política y Sociología) en la
Universidad de Buenos Aires. Llegó a Canadá en 2001 y finalizó una Maestría en
Ciencia Política en Wilfrid Laurier University. Actualmente es candidato doctoral en el
Ontario Institute for Studies in Education de la Universidad de Toronto. La disertación
de Jorge analiza la participación cívica y política de un grupo de inmigrantes
latinoamericanos que viven en Toronto. Su investigación explora las experiencias
políticas que este grupo tuvo en su país de origen y como ellas afectaron su inserción en
la sociedad receptora.
Daniel y Jorge han compilado recientemente el libro Rupturas, continuidades y reaprendizajes: la participación de los latinoamericanos en Canadá, Toronto:
Transformative Learning Centre, 2006.
Articulo publicado en
DIALOGOS REVISTA EN LINEA
"OJOS AL NORTE”: LOS
LATINOAMERICANOS EN CANADA
NUMERO #3: VERANO
2007
http://www.dialogos.ca/revista/numero3/articulo2.htm
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