Aptitudes psicológicas

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GESTIÓN
Formación del personal (I)
Aptitudes psicológicas
■ EQUIPO DE REDACCIÓN
Este artículo quiere servir de base
al farmacéutico que desea ofrecer
formación al equipo humano de su
farmacia sobre las estrategias
psicológicas que pueden emplearse
a la hora de tratar con los clientes
cuando contraen una enfermedad
importante. En esta primera parte
se analizan los factores que pueden
condicionar la reacción de las
personas ante la enfermedad, su
respuesta y su experiencia, así
como las actitudes que puede
adoptar el farmacéutico en cada
caso. En la segunda parte se
abordarán las características del
enfermo crónico, las
peculiaridades de la comunicación
con los enfermos en general y las
técnicas que el farmacéutico puede
aplicar para mejorarla.
L
a enfermedad es un proceso
que entraña consecuencias en
una triple dimensión:
– Biológica, porque entraña algún
tipo de trastorno funcional o estructural y muchas veces dolor o malestar
físicos.
– Psíquica, porque suele ir asociada
a sufrimiento emocional.
– Social, porque puede conllevar
invalidez o dificultades diversas para
desarrollar las relaciones habituales
con el entorno.
Desde esta perspectiva, es importante que el farmacéutico titular de oficina de farmacia interiorice unas pautas
básicas, y sepa transmitirlas a los
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miembros de su equipo, sobre el modo
de afrontar la relación con clientes
habitualmente sanos que, en determinado momento de sus vidas, atraviesan
una enfermedad importante o deben
cuidar de una persona enferma.
El farmacéutico no es un psicólogo ni
un psiquiatra pero, ineludiblemente,
debe desarrollar estrategias psicológicas
en la comunicación con este y otros
muchos tipos de pacientes porque, al fin
y al cabo, debe enfrentarse cada día de
la mejor manera posible a la experiencia
humana de la enfermedad, que entraña
dolor, estrés, angustia y muchas otras
formas de expresión de la incertidumbre
y el miedo humanos. De su preparación
para afrontar estas situaciones puede
depender también, en buena medida, la
valoración que su clientela pueda tener
de él como profesional de la salud, la
satisfacción que muestren con su servicio y, en definitiva, su fidelidad.
FACTORES QUE CONDICIONAN
LA REACCIÓN DEL PACIENTE
ANTE SU ENFERMEDAD
Factores diversos como la personalidad del paciente, su edad, el tipo de
trastorno que sufre, la familia y los
amigos, así como la personalidad de
los profesionales de la salud con los
que se relaciona, moldean su reacción
emocional ante la enfermedad.
VOL 18 NÚM 5 MAYO 2004
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FORMACIÓN DEL PERSONAL (I)
La edad
Por razones obvias, es más habitual
que un adulto joven reaccione ante una
enfermedad con incredulidad o rebeldía y busque una segunda o tercera
opinión, confiando en un error del
diagnóstico original. Las personas de
edad avanzada suelen aceptan sus problemas de salud con mayor serenidad
o resignación.
La enfermedad
En general, los problemas cardiovasculares —arritmias, infartos, trombosis, etc.— pueden generar en quien los
padece mucha ansiedad y un miedo
constante a la muerte. La insuficiencia
respiratoria también suele provocar
ataques de ansiedad, que suelen desaparecer cuando la situación mejora o
el paciente se cura. Un diagnóstico de
patología oncológica genera miedo y
las enfermedades de transmisión
sexual, además de temor, pueden suscitar culpabilidad.
Los trastornos de carácter crónico,
como la diabetes mellitus, la artritis
reumatoide o la insuficiencia renal,
generan en el paciente reacciones muy
diversas: algunos los aceptarán rápidamente y confiarán en el tratamiento,
otros se negarán a asumir su condición, habiendo incluso quien rehúse
someterse a ningún tipo de terapia.
La personalidad
Es importante calibrar el grado de
dependencia emocional de cada persona, porque de él dependerá la estrategia defensiva que empleará ante su
patología: los individuos muy dependientes enseguida pedirán ayuda,
mientras que los muy independientes
serán proclives a negar la gravedad del
problema. Los muy inseguros tendrán
miedo a perder el control sobre sus
vidas.
Por otra parte, no hay que olvidar
que hay personas que padecen trastornos de la personalidad y éstos pueden
interferir en mayor o menor medida
con las actuaciones sanitarias. Así, los
afectados por un trastorno límite tenderán a dividir al personal en buenos y
malos, lo que dificultará la relación y el
tratamiento. Los pasivo-agresivos son
enfermos irritables y muy exigentes.
El entorno
Ante una enfermedad grave, la ansiedad suele afectar más a pacientes con
responsabilidades familiares, como
padres con hijos pequeños, que por
otra parte, encuentran en ellos la razón
para no tirar la toalla y luchar contra el
problema que les afecta. Estas personas suelen tener una muy buena adherencia a los tratamientos y colaboran
en todo lo posible con los profesionales de la salud.
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Los individuos mayores, con otras
patologías concomitantes, o las personas que viven solas, sin un entorno
familiar que los apoye, son candidatos
a fallar en el cumplimiento.
Este segundo colectivo merece una
atención especial por parte del farmacéutico y los profesionales de la salud
en general. Los pacientes con un
entorno familiar o de amistad que les
apoya firmemente también la merecen,
por otros motivos: en su caso, hay un
grupo de personas que vive muy de
cerca su enfermedad y puede, por tanto, compartir el estrés, la ansiedad y
los temores que afectan a los enfermos, a veces incluso contagiándoselos
o potenciándoselos de forma involuntaria. Esto debe ser tenido en cuenta
por los profesionales.
LA EXPERIENCIA DEL
PACIENTE
La experiencia que el paciente tiene de
su enfermedad es, según lo apuntado,
compleja y diversa, pero hay sensaciones, percepciones y reacciones comunes, como las que se describen a continuación.
Falta de ánimo y energía
Cuando las energías fallan, el paciente
puede optar por una posición autodefensiva: tal vez se encorve o no quiera
salir de la cama, confiando en que su
situación será temporal y poco duradera.
Dolor o malestar físico
A menudo, el desconocimiento de la
función de los órganos y sistemas del
cuerpo humano hace que el paciente
exagere o minimice la magnitud de su
problema.
Ansiedad y depresión
Las experiencias previas del paciente
relacionadas con su salud o la de los
suyos, las molestias que presente y los
rasgos de su personalidad determinarán el grado de intranquilidad o desesperación que puede manifestar, y sus
consecuencias: anorexia, problemas de
insomnio, autocompasión.
La ansiedad es uno de los sentimientos más frecuentes, y se presenta cuando el individuo se enfrenta a una amenaza no definida. Cuando ya se trata de
algo definido, la ansiedad deja paso al
miedo a algo concreto. Las manifestaciones de la ansiedad son variadas:
inquietud, insomnio, hiperactividad,
irritabilidad, miedo. Si estos síntomas
son muy intensos, pueden dar lugar a
trastornos como calambres, palpitaciones, hiperventilación, molestias gastrointestinales, cardiológicas o del aparato genitourinario.
La asociación entre enfermedad y
depresión es también frecuente, porque la depresión suele presentarse ante
experiencias de pérdida, entre las que
se incluye la pérdida de la salud.
Temor a la soledad, la dependencia
y la muerte
Es normal que el paciente que asiste
con incertidumbre a la evolución de su
enfermedad, sufre dolor o malestar físico y se siente deprimido, experimente
en ciertos momentos el temor a dejar de
existir, a perder su autonomía, el control de su vida, o incluso a ser abandonado por sus familiares o amigos cuando se halle en estado crítico. Por otro
lado, el temor a perder la vida hace que
en muchas personas se despierte un
sentimiento positivo de valoración de la
existencia, de las personas que les rodean y de capacidad de superación.
El sentido del dolor
Es frecuente también que las personas
que pierden la salud traten de encontrar
un sentido a su sufrimiento, un razonamiento moral, ético, religioso, cultural,
etc., que les ayude a sobrellevarlo. En
este sentido, algunos individuos pueden
considerar su enfermedad como prueba
a su valentía o resistencia. Otros, tal
vez, entiendan el dolor como un castigo
por conductas o comportamientos pasados indebidos, que les inducirán a reflexionar al respecto y tratar de mejorar.
Hay personas que contemplarán su
enfermedad como un hecho natural,
consustancial al ser humano, y lo
aceptarán como tal. También las hay
que, por su carácter dependiente o
ansioso, ven en la enfermedad el modo
de granjearse una atención constante
—que creen merecer y normalmente
no obtienen— por parte de las personas que les rodean.
LA ACTITUD DEL
FARMACÉUTICO
Para poder entender, desde el punto de
vista psicológico, cuál es la experiencia
de enfermedad que está atravesando una
persona determinada —tarea ineludible
para el farmacéutico que va a tratar con
ella—, es necesario hacer uso de la
empatía —ponerse en el lugar del enfermo— y tener un conocimiento teórico y
práctico de las posibles reacciones psicológicas de ese tipo de paciente: tanto
las deseables como las no deseables.
Empatía
La empatía del farmacéutico en su trato con el enfermo supone una actitud
abierta, acogedora y expectante, desprovista de elementos subjetivos y
autoritarios y centrada en la personalidad del otro. Como se ha señalado,
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consiste en tratar de colocarse en la
posición del enfermo, pero sin identificarse con él. Con esta actitud es más
fácil lograr que el paciente se comunique, proceda a desahogarse (lo que en
psicología se conoce como «ventilación afectiva») y coopere con nosotros.
Conocer las respuestas no deseables
del enfermo
La enfermedad es uno de los acontecimientos amenazantes y angustiantes de
más peso en la existencia humana. Por
ello, las personas, cuando enferman,
suelen activar los mismos mecanismos
de defensa que suelen activar ante otras
situaciones estresantes. Algunos de
ellos no siempre tienen efectos positivos sobre quien los despliega. Los más
destacables serían los siguientes:
Regresión
Toda enfermedad que implique reposo
en cama, hospitalización y/o procesos
de rehabilitación, readaptación o cuidados especiales propician la aparición de una respuesta regresiva.
La regresión es una respuesta emocional en la que el individuo abandona
su independencia y determinación y
retrocede a estadios más precoces del
desarrollo, cuando era pasivo y dependiente de otros. Puede ser considerada
como un buen mecanismo de adaptación a la nueva situación, si con ella el
individuo coopera y confía en el equipo sanitario que le atiende, pero puede
entenderse como negativa si la persona
se vuelve demasiado dependiente,
pasiva y se niega a cooperar.
Evasión
La evasión es una reacción por la que
el paciente rechaza su situación actual
y trata de sustituirla por un mundo de
sueños y fantasías, en el que puede realizar los deseos que la enfermedad le
ha impedido materializar. Algunos
sujetos se crean así una especie de
segunda vida, imaginaria, con experiencias y sensaciones muy íntimas,
que no dejan trascender al entorno.
Otros individuos optan por evadirse
utilizando fármacos y drogas de abuso,
incluido el alcohol. El consumo de
estas sustancias les permite acceder a
experiencias psíquicas gratificantes,
pero el ineludible proceso de dependencia que desarrollarán con el consumo
continuado desorganizará aún más su
organismo y su personalidad, con las
graves consecuencias que de ello se
derivan. El farmacéutico comunitario,
por su proximidad al paciente, puede
detectar este tipo de conductas e informar al médico si lo estima conveniente.
Agresión
Una actitud agresiva contra los profesionales de la salud implicados en su
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tratamiento —médicos en primera línea,
pero también enfermeras y farmacéuticos, como figuras participantes en otra
medida— puede ser otro mecanismo de
defensa del paciente ante la enfermedad. Los sanitarios serán vistos por él
como responsables o culpables del origen, la evolución, la lentitud en la curación, la complicación o cualquier incidencia frustrante que acontezca en el
transcurso de la enfermedad: por fallos
en el diagnóstico, omisiones, falta de
implicación, incomprensión, errores en
la aplicación de una terapia, negligencias a la hora de informar sobre un tratamiento, etc. El paciente nunca está
satisfecho con la atención que se le proporciona, se siente peor tratado que
otros pacientes y despliega una conducta verbal muy agresiva y llena de notas
de desconfianza.
Los profesionales de la salud, y en
este caso el farmacéutico, deben entrenarse psicológicamente para poder hacer
frente a estas reacciones con actitudes,
estrategias y argumentos efectivos.
escrupulosa su propio organismo y le
invade el temor a contraer otras enfermedades.
Autoinculpación
Algunos individuos desarrollan, cuando enferman, conductas autopunitivas.
Se sienten culpables de lo que les pasa
y tratan de aislarse. Ofrecer confianza
y abrir con ellos una vía de comunicación lo antes posible es la estrategia
idónea para frenar el proceso inculpatorio de estos individuos y tratar de
evitar que caigan en una depresión, con
las graves consecuencias que de ella
pueden derivarse, incluido el suicidio.
– Reacciones de superación de la
enfermedad, que se caracterizan por una
postura de serenidad ante ella, un claro
deseo de curación y un alto espíritu de
colaboración con los profesionales de la
salud. Estos enfermos se sacrifican gustosamente y están dispuestos a hacer
todo lo posible para ayudar al médico,
al farmacéutico o al personal de enfermería en el proceso de tratamiento.
– Reacciones de resignación. Están
marcadas por un fuerte deseo de curación y una valiosa disposición a colaborar con los profesionales de la salud, pero
con un nivel de iniciativa y proactividad
sustancialmente inferior al anterior.
– Reacciones de aprobación de la
enfermedad. La persona llega a un
nivel tal de aceptación de su condición
que la contempla ya como algo consustancial a su existencia y empieza a
replantearse un cambio radical en su
estilo de vida, actividades, relaciones,
actitudes, etc. ■
Represión y supresión
Los psicólogos llaman represión a la
reacción del paciente que trata de
rechazar o no identificar de forma
consciente las sensaciones desagradables. La supresión es un proceso
mediante el cual el individuo realiza
un esfuerzo más o menos consciente
para desviar del pensamiento todo
aquello que es desagradable.
Respuesta deseable del paciente
Evidentemente, también hay enfermos
que manifiestan reacciones positivas o
deseables ante su enfermedad. Y los
hay que, en diferentes fases, alternarán
respuestas positivas y negativas,
dependiendo de los múltiples factores
que se han ido comentando.
El conjunto de las reacciones adecuadas a la realidad de la enfermedad se
suele sistematizar en estos tres grupos:
Negación
El individuo oculta su enfermedad,
niega que la padece, esconde sus efectos o actúa como si no los padeciese.
También intenta eliminar cualquier
sentimiento o pensamiento desagradable relacionado con ella. Se trata de
una respuesta emocional común ante
la enfermedad, que parece más frecuente entre los ancianos que entre los
jóvenes. Normalmente se pone de
manifiesto cuando la diferencia entre
la condición física perceptible del
paciente y la forma en que éste la describe resulta palpable. La negación de
la enfermedad se produce, principalmente, con tres actitudes:
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
– Actitud masoquista: el enfermo
considera la irrupción de la enfermedad como un castigo justo y merecido.
– Actitud ganancial: el enfermo
trata de obtener el máximo beneficio
de su condición de enfermo sobre
todo, descargándose de responsabilidades y reclamando el derecho a ser
cuidado, atendido y ayudado en todo
momento, de manera prioritaria.
– Actitud hipocondríaca: el enfermo se dedica a observar de forma
Amigo I, Fernández C y Pérez M. Manual
de Psicología de la Salud. Madrid: Psicología Pirámide, 1998.
Latorre JM. Ciencias Psicosociales Aplicadas II. Madrid: Síntesis, 1995.
Llor B, Abad MA, García M y Nieto J.
Ciencias Psicosociales Aplicadas a la
Salud. México DF: Interamericana
McGraw-Hill, 1995.
Simón MA. Psicología de la Salud: Aplicaciones clínicas y estrategias de intervención. Madrid: Psicología Pirámide,
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