Las ventajas e inconvenientes de la legalización y de la

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Las ventajas e inconvenientes de la legalización y de la prohibición
Legalizar las drogas: por qué sí o por qué no
Firmado por Juan Domínguez
Fecha: 20 Octubre 2010
El aumento de la violencia desatada por el narcotráfico en países como México y el
cansancio de una lucha inacabable contra las drogas, vuelve a poner sobre la mesa un
debate clásico: ¿es deseable legalizar la venta de drogas para frenar el crimen
organizado que acompaña al tráfico clandestino? Repasamos algunos argumentos
empleados a favor y en contra.
Drogas y criminalidad
A FAVOR:
Las leyes anti-droga ocasionan un mal mayor –el crimen organizado– que la droga
misma. En algunos lugares, el modelo represivo está produciendo más muertes y
sufrimientos que el propio consumo de drogas.
El actual modelo represivo no funciona. La prohibición no consigue eliminar el
consumo y, además, ocasiona efectos perversos adicionales: aumenta el crimen
organizado que acompaña al tráfico ilegal; favorece los sobornos a políticos y
funcionarios; financia grupos terroristas...
La legalización arrebataría el negocio a los criminales y desaparecerían sus secuelas
perversas. Serían otros comerciantes honrados, como los farmacéuticos, los que se
llevarían los márgenes autorizados.
Si desaparece buena parte del contrabando, bajarían los costes. Al ser la droga más
barata, muchos adictos ya no necesitarían delinquir para obtenerla. Así, es previsible
que disminuyan al menos los robos para comprar drogas.
Además, el dinero que cuesta actualmente la persecución del tráfico ilegal se podría
emplear en programas de prevención y rehabilitación. Las sumas destinadas a tales
programas podrían ser incluso mayores si el gobierno decidiera establecer un impuesto
sobre las drogas.
Ahora bien, la legalización ha de ser global y coordinada. De poco serviría legalizar el
consumo o el tráfico de drogas en un país, si los vecinos tienen otras reglas. De ahí la
necesidad de un debate internacional en el seno de la ONU, que revise la estrategia
mundial sobre narcóticos.
Esto es lo que propuso hace pocos días el ex presidente del gobierno español Felipe
González, sumándose así al grupo de ex dirigentes que, una vez dejado el cargo,
plantean reabrir el debate sobre la legalización de las drogas. El año pasado lo hicieron
los ex presidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; Colombia, César Gaviria; y
México, Ernesto Zedillo.
EN CONTRA:
Si admitimos que las drogas son destructoras (algo en lo que coinciden partidarios y
adversarios de la legalización), la mejor política será la que lleve a reducir el número de
consumidores. Y un negocio legal siempre tendrá más clientes que otro ilegal.
Trasformar a los narcos en empresarios de la droga legal no les arrebata el negocio, sino
que les ayuda a extenderlo y a realizarlo sin trabas y con menores costes de producción.
Lo que pierdan por el descenso de precios quedará más que compensado por la
extensión del negocio entre nuevos consumidores.
Entre los consumidores, puede descender la criminalidad relacionada con la obtención
de medios para drogarse. Pero con el aumento del consumo también pueden extenderse
las conductas antisociales relacionadas con las perturbaciones psíquicas que crea la
drogadicción (violencia, abusos sexuales, desintegración familiar, malos tratos...).
Por otra parte, imaginar un mundo sin narcotráfico no deja de ser una utopía. Las mafias
no se van a quedar de brazos cruzados al ver cómo les arrebatan unas ganancias
multimillonarias (el negocio ilegal mueve más de 250.000 millones de dólares al año y
abastece a unos 200 millones de usuarios en el mundo).
El tráfico ilegal es imposible de erradicar mientras haya demanda. Por eso la
legalización no significa quitar el negocio a los criminales, sino poner al Estado a
competir con ellos. Y en esta competencia quien tiene la responsabilidad de la salud
pública lleva siempre las de perder.
Legalizar y regular el mercado
A FAVOR:
Al sacar la producción y el consumo de la clandestinidad, se podría regular el mercado y
vigilarlo. Los consumidores tendrían a su disposición drogas fabricadas conforme a
unas normas, mientras que con la clandestinidad hay más fraudes y riesgos para la
salud.
La existencia de un mercado negro favorece los fraudes e incrementa los daños para la
salud y otros riesgos, al no existir controles sobre las sustancias y llevar a muchas
personas adictas a un consumo clandestino y en ambientes marginales.
No hay que olvidar la experiencia de la ley seca estadounidense, que prohibía vender
alcohol. Mientras estuvo en vigor entre 1920 y 1923, se produjo un auge del crimen
organizado. Bastó levantar la prohibición para que todo aquel negocio criminal se
evaporara, sin que el alcoholismo alcanzara dimensiones trágicas.
EN CONTRA:
Cualquier regulación que establezca límites será un incentivo para que persista el tráfico
ilegal de lo todavía prohibido. Necesariamente habría que hacer un catálogo de drogas
legales; ¿o es que se admitiría cualquiera que apareciese en el mercado, por nociva que
fuese? Y si se prohíben algunas, seguirá habiendo el mercado clandestino de los adictos
a ellas.
Lo mismo ocurriría con cualquier otra reglamentación: límite de edad para adquirir
drogas, cantidad máxima que se pudiera comprar de una vez, establecimientos
autorizados para venderlas, etc. Y si la droga se grava –como se quiere hacer ahora en
California–, ¿qué impide la aparición de un mercado negro, libre de impuestos?
Contra lo que se cree, los grandes narcotraficantes saldrían beneficiados con la
legalización. Empezarían por inundar el mercado con droga muy barata: pueden
hacerlo, ya que funcionan con unos márgenes gigantescos.
De ese modo conseguirían millones de nuevos adictos, y con esa expansión del mercado
se resarcirían con creces de la reducción de precios. Los gobiernos tendrían que
reaccionar con controles más severos, lo que llevaría a la subida de los precios y a un
nuevo aumento del negocio ilícito.
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Efectos sobre el consumo y la producción
A FAVOR:
Con la legalización no necesariamente aumentaría el consumo, porque desaparecería la
curiosidad y el atractivo de lo prohibido. La legalización iría acompañada de medidas
educativas y preventivas.
Si se levanta la prohibición, desaparecería buena parte del estigma social de las drogas.
Muchos adictos perderían el miedo a salir del anonimato y acudirían a tratarse a los
establecimientos autorizados. Al mismo tiempo, la campañas de prevención llegarían
con más facilidad.
Además, las cárceles están llenas de personas que han cometido pequeños delitos para
satisfacer su adicción. Pero la cárcel no es el lugar adecuado para ellas. El castigo sólo
empeora la situación de los adictos.
EN CONTRA:
El atractivo de la droga no se basa en la curiosidad por lo prohibido, sino en la adicción
que crea. También hay un atractivo por productos legales, y su fácil disponibilidad no
frena el consumo sino que lo estimula.
La legalización haría que la demanda se disparase. Al sacar las drogas de la
clandestinidad, más gente daría el paso de probarlas (seguramente a precios más bajos)
y acabarían enganchados.
También los que ya son adictos saldrían peor parados. Además de acrecentarse el riesgo
de dependencia, los enganchados podrían entrar en el sistema de “escalada”, por el cual
consumen drogas cada vez más potentes y peligrosas (sean legales o ilegales). Se
terminaría creando una clientela cautiva.
Es cierto que la prohibición sirve de poco si no va acompañada de medidas educativas y
preventivas. Pero legalizar las drogas restaría eficacia a aquellas medidas. El mensaje de
que las drogas son dañinas pierde credibilidad si al mismo tiempo se legalizan.
Al definir una conducta como delictiva, las autoridades están diciendo que aquello es
dañino y no debe hacerse. La prohibición legal no tiene solamente una función
represiva, sino también pedagógica: prohibir es una forma de educar.
La penalización no tiene por objetivo principal meter en la cárcel al que se droga (cosa
que no se hace), sino sobre todo disuadir a los que no las han probado. La prohibición
envía el mensaje de que las drogas son dañinas, circunscribe su difusión a ciertos
ambientes en los que si uno no quiere, no se mete. Bajo la prohibición el consumidor
tiene que ir a buscar la droga, con la legalización la droga le buscaría a él.
Respecto a la producción, nuevos datos demuestran que las leyes anti-droga pueden dar
frutos. El Informe Mundial de 2010 de la Oficina contra la Droga y el Delito de
Naciones Unidas sostiene que la superficie total de cultivo de cocaína ha caído un 13%
desde 2007, debido sobre todo a la eliminación del 58% de los cultivos de Colombia
gracias a la política de Álvaro Uribe. Parece que la menor oferta incide en una menor
demanda.
La existencia de otras drogas legales
A FAVOR:
Las drogas derivadas del cannabis (marihuana y hachís, principalmente) no son más
peligrosas que otras permitidas, como el alcohol y el tabaco. Éstas también causan
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daños a la salud y muertes, y sin embargo no están prohibidos. Se buscan otros límites:
prohibición de publicidad, de venta a menores, de uso en lugares públicos.
EN CONTRA:
Existe una diferencia importante entre los motivos que pueden conducir al consumo de
alcohol y los que llevan al consumo de drogas. Se puede desear consumir bebidas
alcohólicas porque se aprecia su sabor, pero sin buscar que produzcan efectos sobre el
sistema nervioso, por lo que pueden consumirse en dosis bajas y espaciadas.
Las drogas, en cambio, se consumen buscando las alteraciones que producen sobre el
sistema nervioso. Tienen efectos directos e inmediatos sobre el estado de conciencia,
cosa que no experimentan los bebedores moderados ni los simples fumadores.
Ciertamente, el consumo excesivo de alcohol es peligroso; pero su consumo moderado,
no. No puede afirmarse lo mismo respecto del cannabis. Desde el momento en que se
busca como psicoativo, su consumo –cualquiera que sea la dosis– comporta un mayor o
menor riesgo de dependencia psicólogica.
Más allá de los riesgos, cabe preguntarse qué sentido tendría que el mismo Estado que
emprende enérgicas campañas anti-tabaco se volviera comprensivo con los que fuman
marihuana, cuando el daño pulmonar y la presencia de sustancias cancerígenas en el
humo del cannabis es mayor que en el cigarrillo.
Y después de perseguir tanto la conducción bajo los efectos del alcohol, ¿se pondrá el
mismo celo para evitar los accidentes de tráfico provocados por quienes conducen bajo
la influencia del consumo de marihuana?
Respetar la libertad del individuo
A FAVOR:
Está en juego el respeto a la libertad del individuo. Cada uno es dueño de sí mismo y
por tanto libre de hacer lo que estime conveniente con su cuerpo, siempre que no
perjudique los derechos de los terceros. El Estado no es quien para dictar a la gente lo
que debe o no consumir.
EN CONTRA:
La sociedad no puede asistir indiferente a la posibilidad de que una buena parte de sus
miembros se autodestruyan de forma legal. Las drogas no son malas porque están
prohibidas; están prohibidas porque son malas.
Tampoco está claro el principio de que cada uno puede hacer lo que quiera con su
cuerpo. El problema concreto de la droga pone de manifiesto que el declive ético tiene
un elevado coste social. El Estado sí tiene algo que decir en este asunto, puesto que los
vicios privados –entre los que se cuenta la droga– tienen consecuencias públicas (gastos
sanitarios, conductas antisociales...) .
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