cuando la autoridad se corrompe

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EDITORIAL
CUANDO
LA AUTORIDAD
SE CORROMPE
Ciertamente no estamos en paz. La violencia, con su séquito
destructivo, se va apoderando cada día más de nuestras ciudades,
de nuestra convivencia diaria y, lo que es peor, de nuestras propias
conciencias. Hasta empezamos a pensar que la única solución es
matarlos a "ellos", a los "otros",..
Llamado
apremiante
Empujadas por esta angustia, los obispos de la Iglesia Católica
se han vuelto a reunir para hacer un llamado urgente y conjunto a
sus fieles y al país entero: "Hermanos..., sólo la aceptación de un
auténtico diálogo, respetuoso y constructivo, la participación verdadera y la libertad unida a la solidaridad, nos llevarán a una convivencia razonable y fecunda". Pero, para que este llamado "a construir la paz" no quede en vaguedades, los obispos nos ayudan a
discernir "las raíces profundas" de la violencia que nos eslá destruyendo. Para todos, por tratarse de la más alta autoridad moral de
la nación, pero particularmente para los católicos, sean de oposición
o de gobierno, este llamado de la Iglesia es muy importante. Aún es
tiempo de escucharlo, para evitar el desastre social de un enfrentamiento cívico-militar de proporciones.
¿Y qué dicen los obispos?
Señalan cinco grandes causas de la violencia, que constituyen
en sí los atropellos básicos que se están cometiendo contra las personas y contra la sociedad como tal. Atropellos que ya son pecado,
pero que además supuran en el nuevo mal de la violencia. Las causas
de esta violencia que vivimos, dicen los obispos, son: el prolongado
sufrimiento de tantos chilenos; la falta de participación, "especialmente política"; la militarización de la vida civil de la nación; el
modo como se ejerce la función policial; y el terrorismo político,
que para lograr sus fines no titubea en emplear incluso medios criminales.
Y los obispos detallan: "De las poblaciones a las universidades,
hay jóvenes, adultos y niños que tienen hambre, que pasan frío, que
no tienen dinero ni para la locomoción. Agregúense los terremotos,
las inundaciones, la delincuencia, la cesantía, las dificultades para
alcanzar la salud o educación, las deudas en UF, los allanamientos,
la falta de vida de hogar, el exilio, el alcoholismo, la droga". Detrás
de casi todo esto está la falta de una organización social adecuada,
la falta de planes económicos "que, junto con ir a las causas de la
pobreza, alivien, a corto plazo, las situaciones más agudas".
Al referirse a la segunda de las causas —la falta de participación— también se puede decir que la mayor responsabilidad en esto
toca a la autoridad de gobierno: "El ejercicio vertical de la autoridad; la toma de decisiones sin consulta previa o explicación suficiente a los afectados; el rechazo al diálogo; la sospecha frente a
muchas iniciativas independien les o a reuniones no convocadas por
la autoridad, van creando un clima de creciente frustración".
Militarización
y represión
Lo mismo al referirse al carácter militar del régimen, que "no
se aviene con la manera de ser de la mayoría de los ciudadanos".
Hace tiempo que los obispos vienen pidiendo una vuelta a la democracia, para que Chile "renazca". Ahora casi se diría que piden elec-
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EDITORIAL
ciones, como un paso para ello: "Devolver a los civiles las tareas
políticas, administrativas, económicas, sociales y culturales que les
son propias ayudaría muchísimo a desactivar la violencia latente".
¿A quién, si no al gobierno, atañe la responsabilidad en esto?
También al señalar la cuarta causa de la violencia la responsabilidad cae fundamentalmente sobre la autoridad: "El uso innecesario, o excesivo, de procedimientos de guerra en contra de la población
civil causa terror, angustia e irritación a las víctimas, que, muchas
veces, ni siquiera han participado cn los actos que motivan la represión". Pocas palabras, pero portadoras de una carga indecible
de sufrimiento. Sólo cn lo que va del año, unas 30 personas han
muerto a causa de la violencia política y otras 146 han sido heridas,
mayoritariamente por balas, balines o perdigones. La Vicaría de la
Solidaridad ha registrado 3.334 casos de arrestos en este primer semestre (a la fecha el año pasado había registrado sólo 1.394). Unos
13.000 ciudadanos han sido "revisados" o retenidos cn allanamientos
que se han efectuado a 26 poblaciones del gran Santiago durante
el semestre, y otras 5,008 personas han sido detenidas en las calles
o universidades por "protestar" o ir simplemente pasando por ahí,
dejadas luego en libertad a menudo después de habérseles castigado
físicamente. Pero peor es la práctica del terrorismo oficial que se
está llevando a cabo cn las poblaciones, donde en los días de protesta
cualquier grupo que ande por las calles —no en el Barrio Alto, claro
está—• es disuelto a balazos, disparándose a las personas o contra las
casas de débiles tabiques, lo que se ha traducido no sólo en heridos,
mutilados y muertos, sino también en el quiebre psicológico de mucha gente cuyos nervios no resisten y se destruyen culpándose entre
sí por toda esta violencia. Terror oficial, además, que ha llegado a
aberraciones inhumanas nunca antes vistas en nuestra patria. Quemar a dos muchachos porque "tenían intención" de hacer una barricada, es una atrocidad que clama al cielo. Desnudar en el frío a
jóvenes que protestan; hacerlos apagar las fogatas con sus cuerpos;
quemarlos con cigarrillos; hacerlos correr descalzos delante de un
jeep; tirar a uno desnudo a un canal a medianoche, con los pies ya
quemados; hacerle sacar a otro la lengua y cortársela de un golpe
en el mentón, haciéndolo después correr y disparándole desde airas
(está ahora en el hospital con un balín metido en la médula espinal),
cortarle el pelo con yatagán a un muchacho y hacérselo comer, son la
floración inhumana de todo un procedimiento formativo en prácticas
aberrantes que se ha venido impartiendo a los soldados y que los
está destruyendo también a ellos como seres humanos.
El terrorismo
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Esto atañe también a la quinta causa de la violencia que denuncian ios obispos: el terrorismo político. Trátese del terrorismo de
Estado —que ya la Iglesia había advertido como "objetivamente más
grave" que el que pueden cometer los particulares— o del terrorismo contra el gobierno, que no trepida en poner bombas en lugares
públicos o en apedrear trenes o buses. No sabemos si los publicitados atentados terroristas pertenecen a estos grupos antigobierno
(¿quién puede estar seguro?), pero, sin duda, parte de la violencia
extremista que se vive tiene cn ellos su paternidad. Durante este
primer semestre han muerto tres uniformados y dos o tres civiles
a manos de esta violencia "desde abajo", más unos 10 o 12 heridos
por atentados explosivos o incendios. Tampoco se puede desconocer
que cada día aumenta la violencia destructiva de esa masa de juventud desesperada que "sobra" en todas partes. Se trata de una violencia que repudiamos y que hemos también constantemente condenado.
No cabe duda que los obispos no quieren decir que toda la
violencia sea responsabilidad do las autoridades. Al analizar, una por
una, estas "raíces profundas" de la violencia, cada uno puede ver la
dosis de responsabilidad que le atañe, y es bueno hacerlo para exaMENSAIE, N? 551, AGOSTO 1986
EDITORTAL
minar la propia conciencia. La violencia ejercida contra los que no
quieren adherirse a] paro; la violencia irracional de la destrucción
por la destrucción, que no daña sino a los propios pobladores; los
atentados al Metro o arrojando ácido a buses con pasajeros, son
también acciones criminales que condenamos enérgicamente. Pero
a pesar de todo eso, nos parece que la violencia oficial ejercida en
contra de la población y de los disidentes es enormemente más grave
y más destructiva. Y echar la culpa de la violencia represiva a los
dirigentes de la Asamblea de la Civilidad —están reos y en la cárcel
por esto— nos parece otro acto inaudilo de violencia que sigue empujando al país hacia su destrucción.
En este sentido, no cabe duda que, en su conjunto, esta Declaración es un juicio moral macizo de la Iglesia que atañe fundamentalmente a la autoridad de gobierno. En esto no podemos engañarnos. No se trata de un juicio político en contra del gobierno. Se
trata, sí, de un juicio moral condenatorio, hecho del modo más evangélico posible.
Probablemente Jesucristo usaría términos mucho más enérgicos
para condenar algunas atrocidades que, de por sí, descalifican absolutamente a cualquier autoridad de gobierno. Lo que se ha hecho,
por ejemplo, con Rodrigo Rojas y Carmen Quintana va más allá de
los límites que podíamos imaginar: golpear duramente a dos muchachos, quemarlos y, luego, ir a tirarlos a un camino despoblado. Pero
eso no fue todo: el Ejército oficialmente negó primero su participación en el hecho, encubriendo así este crimen. Lo mismo hizo el
Ministerio de Defensa. Más: el Jefe de Estado dijo al país que el joven se habría quemado "de adentro hacia fuera", lo que nos consta
que no es verdad, y, con alevosía, se propaga repetidas veces por
Televisión Nacional y otros canales una película montada en que se
muestra a la joven Quintana acarreando combustible para lanzar
bombas en manifestaciones, con imágenes que no corresponden a la
joven Carmen Gloria Quintana. Se trata de una injuria al más alto
nivel, para desacreditar anle la opinión pública a esta joven y neutralizar de antemano el posible testimonio que ella pueda dar, si
algún día logra declarar ante el juez y decir quiénes la quemaron.
junto a Rodrigo, que ya murió, y cuyos funerales fueron también
profanados por la irracional violencia policial. Después de dos semanas el Ejército reconoció que militares habrían tenido alguna participación en el hecho en que, "por la acción de uno de los propios
detenidos, se incendió la vestimenta de los nombrados".
Cuestión de moral
Todo esto constituye un cuadro extremadamente grave, pues la
autoridad, que es la llamada a unir y conducir a la nación hacia su
mayor crecimiento humano, aparece corrompiendo los valores más
fundamentales que nos unen como seres humanos y como pueblo.
Ya el Papa Pío XI, en 1937, hablaba del derecho que tenían los
ciudadanos a "defender a la nación y defenderse a sí mismos, con
medios lícitos y apropiados, contra los que se valen del poder público para arrastrarla (a la nación) a la ruina" (ver: Firmissimam
Constantiam). Esto lo decía el Papa para "cuando llegara el caso que
esos poderes constituidos se levantaran contra la justicia y la verdad
hasta destruir los fundamentos mismos de la autoridad".
Este llamado de la Iglesia chilena no puede dejar indiferentes
a los católicos que aún apoyan la gestión de este gobierno. La moral
no es ajena a la política, ni a la economía, ni a nada. Quiera Dios
que las legítimas y diversas posiciones ideológicas y políticas de los
cristianos no les impidan ver lo fundamental: cuando se llega a vulnerar principios morales básicos, se corrompe la autoridad y todo. •
MENSAJE
19 de julio de 1986
MENSAJE, Ni 351, AGOSTO 1986
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