JEAN JACQUES ROUSSEAU 1712-1778 Contexto histórico

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JEAN JACQUES ROUSSEAU 1712-1778
Contexto histórico, sociocultural y filosófico
Rousseau pertenece a la Ilustración, movimiento intelectual que alcanzó su
máxima difusión en el XVIII y que culmina en 1789 con la Revolución
Francesa.
La Ilustración no fue solo un movimiento filosófico, pues también tuvo
repercusiones en los terrenos de la política, la literatura, el arte o la religión.
Su principal objetivo fue difundir las «luces» de la razón frente al dogmatismo,
la superstición o el fanatismo. Por este motivo, el siglo XVIII recibe el nombre
genérico de «Siglo de la razón».
En el terreno social, la burguesía comenzó a perfilarse en esta época como la
nueva clase dominante frente a la nobleza y el clero. Su ascenso estuvo
favorecido por la aplicación de una serie de innovaciones técnicas (máquina de
vapor, telares mecánicos, etc.) que marcan los inicios de la Revolución
Industrial. Tales adelantos hicieron que la mayoría de los ilustrados confiasen
en el progreso y en la creación de una sociedad justa e igualitaria.
A pesar de esta nueva situación social, el sistema político vigente en la
mayoría de las naciones europeas era el despotismo ilustrado, forma de
gobierno en la que los monarcas aplicaban reformas sin contar con la
participación popular.
La confrontación entre la nobleza y la burguesía se proyectó también en el
arte: mientras la nobleza veía reflejada su lujosa concepción de la vida en el
estilo rococó, la burguesía plasmó sus ideales en el neoclasicismo, que
promovía la vuelta al severo ideal griego de belleza.
En religión, muchos ilustrados defendieron el deísmo: creían en la existencia
de Dios, pero no aceptaban las instituciones religiosas, sosteniendo una
religión natural.
La ciencia y el conocimiento tienen un gran desarrollo que queda plasmado en
la Enciclopedia, para que así pueda también difundirse y propagarse. En el
ámbito de la filosofía y la doctrina política, Montesquieu propuso su teoría de
la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, al tiempo que por
todo el continente se difundieron las concepciones contractualistas sobre el
origen de la sociedad, formuladas por los británicos Hobbes y Locke.
Biografía
Nacido en 1712 y huérfano de madre desde temprana edad, Jean-Jacques
Rousseau fue criado por su tía materna y por su padre, un modesto relojero.
Sin apenas haber recibido educación, trabajó como aprendiz con un notario y
con un grabador, quien lo sometió a un trato tan brutal que acabó por
abandonar Ginebra en 1728.
Fue entonces acogido bajo la protección de la baronesa de Warens, quien le
convenció de que se convirtiese al catolicismo (su familia era calvinista). Ya
como amante de la baronesa, Jean-Jacques Rousseau se instaló en la
residencia de ésta en Chambéry e inició un período intenso de estudio
autodidacta.
En 1742 Rousseau puso fin a una etapa que más tarde evocó como la única
feliz de su vida y partió hacia París, donde presentó a la Academia de la
Ciencias un nuevo sistema de notación musical ideado por él, con el que
esperaba alcanzar una fama que, sin embargo, tardó en llegar. Pasó un año
(1743-1744) como secretario del embajador francés en Venecia, pero un
enfrentamiento con éste determinó su regreso a París, donde inició una
relación con una sirvienta inculta, Thérèse Levasseur, con quien acabó por
casarse civilmente en 1768 tras haber tenido con ella cinco hijos.
Rousseau trabó por entonces amistad con los ilustrados, y fue invitado a
contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D’Alembert y Diderot;
este último lo impulsó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la
Academia de Dijon, la cual otorgó el primer premio a su Discurso sobre las
ciencias y las artes, que marcó el inicio de su fama.
En 1754 visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir
sus derechos como ciudadano ginebrino, entendiendo que se trataba de un
puro trámite legislativo. Apareció entonces su Discurso sobre el origen de la
desigualdad entre los hombres, escrito también para el concurso convocado en
1755 por la Academia de Dijon. Rousseau se enfrenta a la concepción
ilustrada del progreso, considerando que los hombres en estado natural son
por definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las que
imponen la desigualdad entre ellos, en especial a partir del establecimiento de
la propiedad, y con ello les acarrea la infelicidad.
En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame d’Épinay en
Montmorency, donde redactó algunas de sus obras más importantes. Julia o la
Nueva Eloísa (1761) es una novela sentimental inspirada en su pasión –no
correspondida– por la cuñada de Madame d’Épinay, la cual fue motivo de
disputa con esta última.
En Del contrato social (1762), Rousseau intenta articular la integración de los
individuos en la comunidad; las exigencias de libertad del ciudadano han de
verse garantizadas a través de un contrato social ideal que estipule la entrega
total de cada asociado a la comunidad, de forma que su extrema dependencia
respecto de la ciudad lo libere de aquella que tiene respecto de otros
ciudadanos y de su egoísmo particular. La voluntad general señala el acuerdo
de las distintas voluntades particulares, por lo que en ella se expresa la
racionalidad que les es común, de modo que aquella dependencia se convierte
en la auténtica realización de la libertad del individuo, en cuanto ser racional.
Finalmente, Emilio o De la educación (1762) es una novela pedagógica, cuya
parte religiosa le valió la condena inmediata por parte de las autoridades
parisinas.
A partir de entonces Rousseau cambió sin cesar de residencia, acosado por
una manía persecutoria que lo llevó finalmente de regreso a París en 1770,
donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que redactó sus
escritos autobiográficos.
1. Los males de la civilización
Rousseau, a diferencia de muchos de sus colegas, mantendrá una visión un
tanto pesimista sobre la sociedad moderna en la que vive el hombre de su
tiempo. Para él, el hombre es bueno por naturaleza, pero el desarrollo de la
civilización ha acarreado el mal y la desigualdad.
En su Discurso sobre las ciencias, Rousseau atacará la sociedad llamada
civilizada de su tiempo, a la que contempla como una sociedad corrompida.
Para Rousseau el hombre de antes era más sincero y abierto, y permitía que se
le viera tal como era, mientras que ahora predomina la artificialidad, la
apariencia y la mentira, no nos atrevemos a aparecer como realmente somos
sino que mentimos bajo perpetua constricción, han desaparecido la amistad
sincera y la confianza real, una cortesía convencional disimula toda suerte de
actitudes indignas, constantemente calumniamos, destruimos y criticamos a
los demás. Lo peculiar es que Rousseau atribuye esa situación al crecimiento
y desarrollo de las artes y las ciencias. Su postura era escandalosa porque
consideraba que las letras, las artes y las ciencias a las que los enciclopedistas
atribuían la causa del progreso, eran las responsables de los males sociales.
Las artes y las ciencias nacen según Rousseau de los vicios de la arrogancia y
la soberbia, y no han hecho progresar la felicidad humana en absoluto. Dice
nuestro pensador: «la astronomía nació de la superstición; la elocuencia de la
ambición, del odio, de la adulación y de la mentira; la geometría, de la
avaricia; la física de la vana y perversa curiosidad; y la filosofía del orgullo.»
Por tanto, nacen del mal y conducen a malas consecuencias. Producen lujo y
debilidad. Y Rousseau se esfuerza por sostener su tesis con diferentes
referencias históricas. Así, se ha llegado a suministrar una educación que lo
enseña todo menos la integridad moral. Se premia la excelencia literaria, la
artística y la científica, mientras dejan de premiarse las virtudes morales.
Rousseau se oponía al principio de la mayoría de los ilustrados según el cual
el avance de las artes y las ciencias representa el progreso humano en general.
Sin embargo, no debemos entender aquí un rechazo total y completo de la
sociedad civilizada, sino la expresión de su sentimiento hacia la sociedad
parisina en la que se encontraba. La idea general es la de que el hombre ha
sido corrompido por el crecimiento de una civilización excesivamente artificial
y racionalista. Rousseau está en contra de los ilustrados, pero no en contra de
la ilustración. Es un ilustrado, porque considera que la razón es el
instrumento privilegiado para superar y vencer los males en los que el hombre
se ha visto arrojado después de siglos de extravío.
2. El estado de naturaleza y el origen de la desigualdad
Si admitimos que el hombre ha sido corrompido por una civilización artificial,
¿cuál es el estado de naturaleza del que ha sido alejado?
Rousseau da aquí una explicación hipotética. Tal hombre en estado de
naturaleza sería robusto, hábil, sin el menor temor a los animales, resistente
a la enfermedad, y su preocupación principal sería la conservación de la vida
por lo que tendría los sentidos muy afinados. La diferencia fundamental con
respecto
al
animal
sería
su
inteligencia,
su
capacidad
de
autoperfeccionamiento y, sobre todo, su libertad.
Este hombre estaría gobernado por deseos inmediatos, el instinto y el
sentimiento. Iría por los bosques, sin industria, sin lenguaje, y sin hogar,
ajeno a la guerra, sin necesitar de sus semejantes ni desear dañarles. No hay
todavía ningún atisbo de vida social o de reflexión.
El sentimiento fundamental es el amor de sí, en el sentido del instinto de
conservación, pero ello no implica por sí mismo ni maldad, ni egoísmo, ni
violencia. En los comienzos el hombre se fijaba poco en su semejante; cuando
se fijó en él, entró en acción el sentimiento natural o innato de compasión,
anterior a todo tipo de reflexión. Así que el hombre en su primitivo estado de
naturaleza es esencialmente bueno. Rousseau acentuó mucho el impulso
natural y el sentimiento de donde brotará luego la moral, en clara reacción
contra el árido racionalismo del siglo XVIII.
Poco a poco, los hombres llegaron gradualmente a experimentar la ventaja de
las empresas comunes para ir pasando del estado de naturaleza al estado de
una sociedad organizada. Pero «El verdadero fundador de la sociedad civil fue
el primer hombre que, tras cercar una porción de tierra, tuvo la ocurrencia de
decir Esto es mío y dio con gente lo suficientemente simple para hacerle caso.»
Así se introdujo la propiedad, desapareció la igualdad y crecieron la esclavitud
y la miseria. El recién nacido estado de sociedad produjo un estado de guerra.
La propiedad privada fue resultado del apartarse el hombre se su estado de
sencillez primitiva, y acarreó males indecibles.
Dados la inseguridad y otros males, el establecimiento de la sociedad política,
del gobierno y de la ley era consecuencia inmediata. Así se establecieron por
consentimiento común el gobierno y la ley mediante un pacto entre el pueblo y
los jefes por él elegidos. Pero Rousseau no se entusiasma con ese desarrollo.
Por el contrario, la sociedad política aplicó nuevas ataduras al pobre y
fortaleció al rico, destruyó la libertad natural y dio ventaja a unos pocos
individuos sobre los demás. Sin embargo, en opinión de Rousseau en un
principio no se estableció un poder arbitrario, sino que éste es una
depravación. De esa depravación es consecuencia la falta de libertad y la
injusticia.
Al final, nos encontramos con la antítesis entre la bondad y sencillez natural
del hombre primitivo, y la corrupción del hombre civilizado y los males de la
sociedad organizada. Por eso, Rousseau se preocupará por la transformación
de la sociedad, abriendo así un punto de vista más optimista sobre la sociedad
política.
3. La filosofía rousseauniana del sentimiento
Tesis constante del pensamiento de Rousseau fue la idea de que el impulso
fundamental del hombre es el amor de sí mismo. Pero esa pasión no se debe
confundir con el egoísmo, pues éste nace solo en sociedad y mueve al hombre
a preferirse a los demás. El amor de sí mismo es siempre bueno y en
concordancia con el orden de la naturaleza.
También describe Rousseau al hombre primitivo como movido por la piedad o
compasión natural anterior a cualquier tipo de reflexión. Es un impulso
natural. El hombre siente piedad y compasión porque se identifica con el que
sufre.
Toda la moralidad se funda en esos sentimientos morales. Por tanto, si toda
nuestra vida moral depende de nuestras pasiones fundamentales, el desarrollo
moral consiste realmente en la recta dirección y ampliación de la pasión
básica del amor de sí, que es susceptible de desarrollo en amor a la
humanidad entera y en la promoción de la felicidad general.
Así las cosas, el vicio no es natural al hombre, sino que constituye la
distorsión de su naturaleza. El desarrollo de la civilización ha multiplicado las
necesidades y los deseos del hombre, lo que ha provocado el egoísmo y la
rivalidad. Pero para Rousseau, por debajo de todas las pasiones pervertidas y
de todas las ideas erróneas sobre nuestra naturaleza, existe una orientación
universal y natural hacia el bien. Rousseau está en contra de un modelo de
razón y de ciertos productos culturales porque en ellos ha desaparecido la
profundidad y autenticidad del hombre. Él lucha por la razón, pero en vista a
una reconstitución del hombre integral no en una dirección individualista,
sino en dirección comunitaria. El mal nació con la sociedad, y mediante la
sociedad –siempre que se la haya renovado adecuadamente– puede ser
expulsado y vencido.
4. El contrato social
El primer problema que ha de considerar en El contrato social se formula así:
«El hombre nace libre, pero por todas partes se encuentra encadenado. Uno se
cree dueño de los demás y sigue siendo más esclavo que ellos. ¿Cómo se
produjo este cambio? No lo sé. ¿Qué puede legitimarlo? Creo que puedo dar
respuesta a esta pregunta.» Tal es el propósito de Rousseau en esta obra:
intentar justificar y legitimar el necesario orden social.
Para ello recurre a la teoría contractual que entiende la sociedad como un
contrato o pacto libre, y se resiste a basar el orden social en la fuerza, pues la
fuerza no confiere derecho. Por lo tanto, para que el orden social sea legítimo y
justificado tendrá que fundarse en el acuerdo o la convención.
Rousseau propone la hipótesis de que los hombres han alcanzado el punto en
el cual los obstáculos opuestos a su conservación en el estado de naturaleza
resultan ya más poderosos que sus recursos para mantenerse en ese estado.
Por lo tanto, tienen que unirse y formar una asociación. Sin embargo, el
problema estriba en hallar una asociación que proteja a las personas y en la
que cada miembro siga obedeciéndose a sí mismo, tan libre como antes. Este
es el problema fundamental que pretende resolver.
En lo esencial se puede expresar el contrato social del modo siguiente: «Cada
uno de nosotros pone su persona y todo su poder en común bajo la dirección
suprema de la voluntad general, y en nuestra condición asociada recibimos a
cada miembro como una parte indivisible del todo.» Este acto de asociación,
surgido a partir de la libertad de cada uno, crea directamente un cuerpo moral
y colectivo. Un cuerpo político cuyos miembros se llaman colectivamente el
pueblo, e individualmente ciudadanos. En la teoría de Rousseau, el contrato
crea un soberano idéntico con las partes contratantes tomadas
colectivamente. El gobierno es simplemente un poder ejecutivo dependiente
del cuerpo político soberano. Rousseau, dada la importancia que concedió a la
libertad, quiso mostrar que en la sociedad se adquiere una forma de libertad
superior a aquella que se disfruta en el estado de naturaleza al realizarse cada
miembro más plenamente.
El Contrato social representa, por tanto, un notable cambio de actitud y de
tono respecto de los dos anteriores discursos, ya que Rousseau da a entender
que la verdadera naturaleza del hombre se consuma en el orden social. Pero
no hay contradicción alguna entre las diferentes obras. En los anteriores
discursos, Rousseau habla de los males de la sociedad civilizada tal y como
ésta existe realmente, mientras que ahora habla de la sociedad política tal y
como ésta debería ser. Es en ella donde el hombre puede desarrollar su vida
intelectual y moral, donde la libertad natural se transforma en libertad civil y
moral, lo que redunda en una serie de beneficios incalculables para el hombre.
El soberano es el entero cuerpo del pueblo en cuanto legislador, en cuanto
fuente de derecho, y la ley es la expresión de la voluntad. Por eso, la soberanía
no es nada más que el ejercicio de la voluntad general. El deber social del
individuo consiste en adecuar su voluntad particular a la voluntad general del
soberano, del cual es miembro él mismo.
5. La voluntad general
En este sentido, la idea clave es la de «voluntad general». Igual que cada uno
de nosotros tiene un cuerpo gobernado por una voluntad, la sociedad es como
un cuerpo más grande que ha de ser gobernado por una voluntad superior a
la de cada uno de sus miembros, una voluntad general. Es una voluntad
común orientada a los objetivos de ese grupo. Por tanto, se orienta al bien e
interés común de los individuos y es siempre justa. El legislador debe hacer
que las leyes sean conformes a esa voluntad general.
Esta voluntad general orientada hacia el bien del hombre, representaría lo que
cada miembro de la sociedad quiere realmente. No estaría en contradicción
con nuestra libertad, sino que nos otorgaría los beneficios de una libertad más
amplia gracias a la vida en sociedad, la libertad política. En realidad, la
verdadera naturaleza del hombre se consumaría en el orden social. Al
obedecer a la ley un hombre obedece así a su propia razón y a su propio juicio,
y por tanto el ciudadano obediente a la voluntad general es el hombre
verdaderamente libre. Rousseau habla de la sociedad política tal y como
debería ser. El verdadero problema es discernir cuál es la voluntad general y
llevarla a la práctica.
No debemos confundir la voluntad general con la voluntad de la mayoría, ni
siquiera con la voluntad de todos. La voluntad general es la voluntad de un
sujeto universal, el pueblo soberano, y su objeto es el bien común.
Para ello es aconsejable tener un sabio legislador y evitar, a ser posible,
sociedades parciales dentro del estado para que el ciudadano, provisto de la
adecuada información, piense y se manifieste de forma independiente. Si se
evitan los abusos y manipulaciones, el resultado de los votos expresará más
fielmente la voluntad general.
Está claro que para Rousseau los gobiernos han de ser servidores, no amos de
los pueblos. Y, evidentemente, no existe un gobierno ideal, además de que
todas las formas de gobierno son susceptibles de abuso y degeneración. Sin
embargo, se refiere con claridad hacia su predilección por las repúblicas
reducidas, donde fueran posibles las reuniones periódicas de los ciudadanos
para ejercer sus funciones legislativas. La ciudad-estado griega y la pequeña
república suiza le suministran el ideal.
6. Religión
Aunque su actitud religiosa pasó por varias alternativas, Rousseau siempre
conservó viva su fe en la existencia de Dios, ser supremo y autor de la
naturaleza, y en la inmortalidad del alma. Pero su religión se reduce a un
deísmo sentimentalista, excluyendo toda clase de religión positiva, tanto el
catolicismo como el protestantismo. Su fe nace sobre todo del sentimiento.
Considera necesario que el Estado tenga una religión puramente civil. Sus
principios favorecedores de la sociabilidad deben ser sencillos, pocos y
precisos. Se reducen a afirmar la existencia de una divinidad poderosa,
inteligente, bienhechora y providente; la vida futura, la felicidad de los justos,
el castigo de los malvados y la bondad del contrato social y las leyes.
Para Rousseau, en la naturaleza existe un orden, una unidad de plan y una
tendencia de las cosas a sus fines, todo lo cual atestigua la existencia de un
Dios personal. La materia es distinta del espíritu y no puede tener movimiento
por sí misma. Por consiguiente, la causa primera del movimiento debe ser una
voluntad personal. Defiende una Providencia que no impide el mal, porque
para ello habría tenido que crear al hombre privado de libertad. No cree en
Dios porque todo esté bien en este mundo, sino que encuentra algo buena en
todas las cosas porque cree en Dios. A la manera de Platón, piensa que Dios
sería un principio inmaterial ordenador de la materia preexistente.
Hará una crítica de toda clase de revelación, rechazándola como inútil. Si Dios
quisiera revelarse, debería hacerlo a cada uno en particular. Y lo mismo hace
con todo aquello que excede la razón, como los milagros y las profecías, y que
deberían de estar al alcance de todos. Rechaza todas las religiones positivas y
solo acepta una religión natural. Esto no le impide reconocer la belleza moral
del cristianismos y declarar el Evangelio como el más hermoso de los libros,
pero negando su valor sobrenatural. De hecho, se considera cristiano pero «no
como discípulo de los sacerdotes, sino como discípulo de Jesucristo».
7. Educación
Su presupuesto fundamental es la bondad innata de la naturaleza humana,
pero no hay que dejarla desarrollarse por sí misma, sino que Rousseau
reclama la intervención de un educador. Según él, hay una triple educación: la
primera viene de la misma naturaleza, la segunda de los hombres y la tercera
de las cosas. En el hombre bien formado, estas tres se unen y armonizan
según las etapas de desarrollo del hombre:
i.
Infancia. Hasta los doce años hay que formar el cuerpo, dejando el alma
inactiva para que se vayan desarrollando las facultades por sí solas
hasta que llegue la edad de la razón. Debe hacerse en el campo, lejos de
la sociedad que podría corromper las cualidades naturales del niño.
Hay que dejar sus miembros libres y dejarlo crecer sin prejuicios ni
costumbres. Hay que educar el sentimiento antes que la razón. Esta
etapa es sobre todo negativa, apartando los obstáculos que puedan
impedir el libre desarrollo de la naturaleza.
ii.
Adolescencia. Debe comenzar la educación intelectual en las ciencias
naturales, que durará hasta los quince años. Pero no por medio de
libros ni lecciones orales, sino haciendo que él mismo se acostumbre a
discurrir y se instruya por el contacto directo con la naturaleza y con
las cosas.
iii.
Juventud. Hasta los veintidós hay que educar su sensibilidad y formarle
en la vida moral. hay que despertar el sentimiento de piedad y justicia
en contacto con la realidad y la miseria humanas. Habrá de conocer el
mundo, la historia, el alma, Dios y la religión. Finalmente, se le
prepararía para el matrimonio.
DEFINICIONES
Estado de naturaleza: es una hipótesis de trabajo que permite enjuiciar la
evolución moral del hombre, permite comprender cómo es el hombre al
margen de los artificios que en él introducen la sociedad y una falsa
educación. El mal procede de la civilización, mientras que todo lo que se
refiere a la naturaleza humana, considerada en sí misma, es armonioso y
bueno.
Contrato social: modelo de contrato social que protege la libertad de cada
individuo, porque se basa en un pacto entre iguales, en el que cada miembro
de la sociedad cede su derecho a la libertad a todos sus demás componentes,
abandonando el estado de naturaleza y convirtiéndose en ciudadano.
Voluntad general: es la voluntad cuyo sujeto es el pueblo soberano y que
tiene por objeto el bien común. La voluntad general debe prevalecer sobre las
voluntades particulares. Puede darse si el hombre cede voluntariamente su
libertad individual, que tantas veces busca el propio bien de forma egoísta,
para buscar el bien de la sociedad, la libertad civil. Es el resultado de un
acuerdo mediante el que cada individuo se entrega a una voluntad general, a
un interés universal, para garantizar la libertad de todos.
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