En camino como Francisco y María Ana Día 4º Fraternas y creadoras de fraternidad Ser “hermanas” al estilo de Francisco y María Ana Haznos expertas en deshacer nudos y en romper cadenas en abrir surcos y en arrojar semillas, en curar heridas y en mantener viva la esperanza. Y concédenos ser, humildemente, en un mundo abatido por la tristeza, testigos de la verdadera alegría Ant: Señor, fuego de Amor, haznos arder en tu Caridad Ambientación (Colocamos al pie del Cristo de San Damián, una hogaza de pan) Francisco decía a sus frailes: “todos vosotros sois hermanos”. De hecho, una de las notas más características de la Orden Franciscana fue sin duda el sentido de Fraternidad evangélica en que la inspiró y la modeló. Canto: Gracias por la fraternidad Reflexión El espíritu que aleteaba sobre la primera Fraternidad en la Porciúncula, en expresión de Francisco, era el de las “madres” y los “hijos”. Las madres eran aquellos que desempeñaban los quehaceres de Marta. Los demás, que como María, se dedicaban a la escucha del Maestro, eran los hijos. De cuando en cuando se invertían los papeles, haciendo los hijos de madres, y las madres de hijos. Se obedecían mutuamente, sirviéndose unos a otros de buen grado. “Y donde quiera que estén y se encuentren unos con otros los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí. Y, con confianza, manifeste uno a otro sus necesidades, porque, si la madre ama y nutre a su hijo carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual? Y, si alguno de ellos cae enfermo, los otros hermanos le deben servir como quisieran ellos ser servidos.” (2R 6, 7-9). La fraternidad evangélica había de acoger con cortesía y caridad a todos cuantos llamasen a la puerta, fueran ladrones o malhechores. Francisco en la Regla, escribía: “Y todo aquel que venga a ellos, amigo o adversario, ladrón o bandido, sea acogido benignamente”. En el corazón de los primeros frailes estaba constantemente presente la memoria de las palabras de Francisco: “Y donde quieran que estén y se encuentren unos a otros los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí” . (Oración de resonancia) Recordamos las palabras de nuestras Constituciones: “Sintiendo la alegría de la filiación divina y de la fraternidad universal, oramos a nuestro Padre, estando atentas a las necesidades de los hombres y mujeres de nuestro mundo. Con nuestra vida, hacemos un reclamo a la unidad de todos en Cristo Jesús” (Cf. C 67) (Como gesto fraterno repartimos el pan y con él en la mano rezamos el Padre Nuestro) Final: Bendición de María Ana (Rezada) En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Señor os de su bendición y os guarde, os muestre su rostro y tenga vosotras y de mí, misericordia. Convierta su rostro y os de la paz, a vosotras, hermanas e hijas mías, a todas las que han de venir y en nuestro Instituto y compañía, así presentes como futuras y que hasta el fin perseveraren en todas las casas de las hermanas Terciarias, bajo la advocación de la Divina Pastora. Amén. Haznos, Señor, una comunidad alegre Ant: Señor, fuego de Amor, haznos arder en tu Caridad Señor Jesús, danos una comunidad abierta, confiada y pacífica, invadida por el gozo de tu Espíritu Santo. Una comunidad entusiasta Señor Jesús que sepa cantar a la vida, vibrar ante la belleza, estremecerse ante el misterio y anunciar el reino de tu amor. Ant: Señor, fuego de Amor, haznos arder en tu Caridad Que llevemos la fiesta en el corazón aunque sintamos la presencia del dolor en nuestro camino, porque sabemos, Cristo resucitado, que tú has vencido el dolor y la muerte. Que no nos acobarden las tensiones ni nos ahoguen los conflictos que puedan surgir entre nosotras, porque contamos –en nuestra debilidadcon la fuerza creadora de tu Espíritu. Ant: Señor, fuego de Amor, haznos arder en tu Caridad Regala, Señor, a esta familia tuya, una gran dosis de buen humor para que sepa desdramatizar las situaciones difíciles y sonreír abiertamente a la vida. Este amor entre ellos, era el testimonio que ellos ofrecían al mundo, reconociéndoles así por verdaderos discípulos de Jesús. Así mismo, Francisco en la 1ª Regla escribía: “Y todos los frailes guárdense de calumniar a nadie, ni de promover contiendas… Ni tengan pleitos o demandas entre sí ni con otros, mas procuren responder con humildad…” Canto: Hermano lobo Música y silencio…. Lectura bíblica: 1Cor 13,1-13 Canto: (Con referencia al amor) El Espíritu Santo revela su acción en María Ana y la impulsa a la tarea fascinante, laboriosa y difícil de construir fraternidad. “Por sus frutos los conoceréis …” sus actitudes, bien podemos afirmar, son fruto de los dones del Espíritu, concedidos para apoyo y sostenimiento. Dicen sus testigos: religiosas, alumnas y otras personas que la trataron en diversas circunstancias, que irradiaba paz, paciencia, benevolencia, bondad, mansedumbre, alegría , dominio de sí … Además de trasparentar una viva, fina y delicada fidelidad a Dios, se mostraba rica en calor humano y en caridad, sencilla, acogedora, con igualdad de trato, idéntico con todos, según su necesidades, atenta en la comunicación y muy cercana. Conocía bien María Ana, aquellos aspectos humanos que es necesario erradicar para que la vida en grupo, la vida de una comunidad religiosa , discurra por los cauces normales de la caridad evangélica. Un testimonio pone en su boca alguna expresión que la testigo debió oírle muchas veces y que constituye todo un programa “...que felicidad servir a Dios y amarse mutuamente!. Fuera de vosotras rencillas y divisiones. Soportaos en vuestras imperfecciones con ese amor fraternal que todo lo sufre y todo lo disimula. No os quejéis nunca de nada ni de nadie” Los más delicados sentimientos hacen que distanciamientos, diferencias, desprecios… pasen a segundo o a último término cuando sus hermanas, a las que se siente unida por una común vocación, estén en necesidad. Siempre aparece toda la expresividad de una mujer que en los hechos de su vida se manifiesta con una ternura entrañable. Hacemos de esta carta del 3 de mayo de 1884, una lectura en clave fraterna: (Sugerimos leer en silencio la carta, reflexionar, orar con ella y después compartir sentimientos surgidos en el corazón de cada una) En la escuela de la oración, atenta siempre a las indicaciones del maestro y puesto en ejercicio lo único que tenía que aprender, “el mandamiento nuevo”, con toda la autoridad que da la experiencia, pudo decirnos al final de su vida: Hijas mías: Amaos como yo os he amado, sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. AMOR Y SACRIFICIO “Mi querida madre Remedio: El Espíritu de Dios nos ilumine. Su reverencia sabe algo de la fundación nuestra, ha vivido algunos años conmigo y con madre Isabel, que en paz descanse, madre Francisca, madre Rosa, que en paz descanse, madre Teresa y algunas más, y veo que todas se han olvidado totalmente de la pobre madre Mogas; i Dios sea bendito!, y según el modo con que obran ni siquiera quieren oír pronunciar semejante nombre. Decidme, hijas en Jesús, ¿qué es lo que yo las he hecho para estar tan resentidas de mí?... este día ha venido a visitamos un respetable señor de esa, conocido de antes, y me ha contado varias cosas de vosotras, el cual está bastante enterado de nuestro instituto y extraña mucho que sus Caridades hagan como que yo he desaparecido. De verdad las digo, que siento este retraimiento y las pido por amor de nuestro Señor Jesucristo que me digan en que las he ofendido; yo estoy pronta a ponerme en camino para postrarme a los pies de todas y pedirles me perdonen. Jesús en la cruz pidió perdón por todos los que le habían ofendido, yo creo que todas pedirán para que un día pueda ir allá a gozar y bendecir a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Yo espero que nuestro Seráfico Padre San Francisco nos presentara a todas al Juez eterno, para darnos a cada una lo que merecemos. Vuestra pobre madre que os desea mil bendiciones. Sor María Ana Mogas”. Esta carta por sí sola constituye un canto al perdón, a la caridad, a la fraternidad. Desvela el sufrimiento de una mujer que ama a sus hermanas, que está dispuesta a todo con tal de restablecer los lazos fraternos. Canto: Como María Ana respondió Nosotras hemos sido convocadas por el Señor a vivir la misma espiritualidad y congregadas en su nombre. Nos sentimos urgidas a superar el individualismo, aprendiendo a “ser hermanas” de todos desde unas relaciones recíprocas y de igualdad, donde cada persona es acogida, apoyada y valorada en su ser único e irrepetible. Como mujeres consagradas colaboramos para que este mundo se convierta en un hogar acogedor para todos, especialmente para aquellos que la sociedad excluye y margina. (PGF nº10) La VIDA FRATERNA, recibida gratuitamente, es un don, pero es también expresión y consecuencia de una tarea. Nuestras constituciones nos dicen : “Al profesar en la Vida Religiosa hemos aceptado construir fraternidad. A pesar de nuestras deficiencias, renovamos cada día este compromiso y, poniendo en él nuestras mejores energías, nos esforzamos en establecer auténticas relaciones fraternas para hacer realidad el mandato de Jesús que María Ana vivió y nos transmitió en su testamento: Amaos unas a otras, CARIDAD…CARIDAD VERDADERA, AMOR Y SACRIFICIO” (C 56) “El amor vivido en fraternidad, además de ser signo de nuestra fe en Cristo y manifestación del advenimiento del Reino, es fuente de alegría, de paz y convocatoria de nuevas vocaciones. Así lo entendió Nuestra M. Fundadora: Amaos con verdadera caridad las unas a las otras y así tendréis paz en el alma y florecerá el seráfico vergel de la Divina Pastora” (C. 68) Silencio meditativo...