CORTE SUPREMA DE JUSTICIA William Namén Vargas SALA DE CASACIÓN CIVIL

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente:
William Namén Vargas
Bogotá, D. C., diecinueve (19) de noviembre de dos mil diez (2010)
Discutido y aprobado en Sala de veintisiete (27) de octubre de dos mil diez (2010)
REF.: 11001-3103-037-2005-00372-01
Decídese sobre la admisibilidad de la demanda con la que la sociedad
Sarcorel Ltda. –en liquidación- pretende sustentar el recurso de casación
interpuesto contra la sentencia de catorce (14) de octubre de 2009, proferida por
la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso
ordinario de Obras Industrias e Inversiones y Cía. Ltda. (hoy Gestión y
Construcciones y Cía. S. en C.) contra la recurrente.
A cuyo propósito se considera:
1.
En el libelo se pidió declarar –principalmente- que la obligación
contenida en el pagaré No. 1335343 se extinguió por pago total, y en
consecuencia, ordenar la cancelación de la hipoteca contenida en la escritura
pública No. 5517 de 22 de octubre de 1992 otorgada ante la Notaría Catorce de
Bogotá, condenando a la pasiva al pago de los perjuicios causados; en subsidio,
se reclamó la prescripción de las acciones derivadas del título valor.
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La demandada, se opuso a lo pretendido planteando excepciones de
mérito y demandando en reconvención, solicitando en la última que se declarara
que la demandante primitiva no honró la totalidad de los instalamentos
adeudados y se le condenara al pago.
En las dos instancias fueron acogidas las pretensiones del escrito genitor
de la litis, consideradas infundadas las excepciones de mérito y despachado
desfavorablemente el petitum de la reconvención.
2.
Inconforme con el pronunciamiento de segunda instancia, la
demandada –actora en reconvención- interpuso recurso extraordinario de
casación, el cual fue concedido por el Tribunal y admitido por la Corte
3.
Cinco cargos se plantean contra el fallo de segunda instancia, con
base en la primera de las causales de casación, consistentes todos ellos en la
violación de la ley sustancial.
(a).
El primer reproche enrostra la violación indirecta de los artículos 29
y 228 de la Constitución Política, 10 del Código Civil y 302 y 304 (incisos 2°) del
Código de Procedimiento Civil, como consecuencia de errores de hecho
cometidos al “omitirse en la parte resolutiva (…) las decisiones [expresas y
claras] relacionadas con las pretensiones individualizadas contenidas en el
escrito de demanda (…)”, esto es, “la obligatoria inclusión [en la sentencia] como
[f]undamentales, al expresar dichas normas que ‘[debera (sic) contener decisión
expresa y clara de cada una de las pretensiones] (…)’ para el [reconocimiento o
rechazo] de los derechos debatidos [no] sólo como [acto probatorio] que
inicialmente lo son [para luego asumir concomitantemente la condición y calidad
de sustanciales con efectos definitivos y obligatorios]”, omisión que “vulnera el
valor trascendental de la sentencia al no poder exigirse su cumplimiento, razón
fundamental y evidente para casar la sentencia tanto más cuando la [p]arte
[r]esolutiva de la sentencia tiene consecuencias y calidades [fundamentales
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duales al reconocer o negar los derechos debatidos]”. (fls. 12 y 13, cdno. de la
Corte).
(b).
El segundo ataque denuncia la violación indirecta de los artículos
740, 741 y 742 del Código Civil, por “aplicación indebida de la prueba
consistente en el [recibo de depósito] expedido por el Banco Popular, anexado
(sic) a la demanda, al asignarle un valor que la ley le niega, prodigando [e]rror de
[h]echo”, en tanto ni la sentencia ni el actor manifestaron que el recibo del
depósito judicial hubiese sido entregado a la sociedad demandada, “por lo cual
no [existió voluntad de pago]” (fls. 13 y 14, ídem), ni ser dicho recibo la primera
copia, sino la segunda, carente de negociabilidad.
(c).
El tercer cargo advierte la violación –recta vía- de la ley sustancial,
por aplicación indebida del artículo 696 del Código de Comercio, por cuanto el
Tribunal consideró el recibo de depósito judicial como un título valor, cuando
simplemente es un “[documento sustitutivo del pagaré] (…)” y “le dio aplicación
indebida” no obstante ser “la simple consignación del saldo de la deuda y los
intereses”, perdiendo de vista que el procedimiento a seguir era el señalado en
el artículo 420 del Código de Procedimiento Civil, por tratarse de una obligación
contenida en documento civil (fls. 14 y 15, ibídem).
(d).
La cuarta acusación se duele de la “violación directa por [e]rror de
[d]erecho y aplicación indebida al considerar el recibo de depósito (…) como
medio de pago sin serlo, violándose por falta de aplicación los artículos 740, 741,
742, 1634, 1658, 1660, 1663 y 1667 del Código Civil”, normas que “definen y
regulan el pago y que dan razón de la extinción de las obligaciones” cuando se
cumplen los presupuestos que olvidó el ad quem.
Señala que el citado recibo de depósito judicial “no constituye medio de
pago” –al no tener como destinatario al acreedor sino al depositante, ni ser
negociable-, entonces, el procedimiento del artículo 696 del Código de Comercio
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no sirve “en este caso, de medio de pago dado [no] ser título valor y no haber el
deudor expresado su voluntad de pago mediante su manifestación expresa para
que se (sic) transferencia al acreedor y no haberse dado aplicación al artículo
1634 para realizar el pago pues para ello se exige la citación del acreedor a la
autorización para realizar la [c]onsignación de que trata el artículo 420 del C. de
P. C. y otorgar el acta correspondiente que indica el artículo 1660 del C. C. todo
lo cual no cumple con las exigencias de las normas mencionadas haciendo que
la sentencia atacada las viole de manera directa por falta de aplicación (…)” (fls.
15 y 16, cdno. de casación).
(e).
La quinta censura señala la violación directa, por falta de
aplicación, de los incisos segundos de los artículos 302 y 304 del Código de
Procedimiento Civil, en concordancia con el artículo 29 de la Constitución
Política, toda vez que en la parte resolutiva de la sentencia se omitió resolver, de
manera expresa y clara, cada una de las pretensiones de la demanda.
4.
“La naturaleza excepcional, extraordinaria y eminentemente
dispositiva del recurso de casación, comporta en la normatividad procesal civil
una especial atención por parte del legislador a los requisitos formales de la
demanda que lo sustenta, de tal forma que su admisión a trámite despunta
vedada en el evento de obviar el recurrente las exigencias estatuidas. Es así
como entre los requisitos del libelo impugnaticio, resultan en extremo relevantes
para el asunto que ocupa la atención de la Corporación, los contenidos en el
numeral 3° del artículo 374 del Código de Procedimiento Civil, con arreglo al
cual para la admisión de la demanda han de exponerse ‘los fundamentos de
cada acusación en forma clara y precisa’, pues la propia naturaleza del medio de
impugnación impone a la Corte el moverse sólo dentro de los estrictos límites
demarcados por la censura y; cuando la invocada es la causal primera,” han de
señalarse las normas de derecho sustancial vulneradas, demostrando el yerro
cuando sea fáctico y, “más concretamente en los casos en que se acude a la
denominada vía indirecta por error de derecho, es imperioso para el recurrente
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‘indicar las normas de carácter probatorio que se consideren infringidas
explicando en qué consiste la infracción’, requisito que se explica porque no es
el litigio mismo la materia sobre la que opera el aludido recurso extraordinario pues en tal caso constituiría una tercera instancia, no prevista por la ley- sino la
sentencia impugnada, a efectos de que por la Corte se decida, dentro de los
límites trazados por la demanda de casación, si esa sentencia se ajusta a la ley
sustancial, o, en otra hipótesis, a la procesal” (auto de 19 de enero de 2009, exp.
00192, reiterado en auto de 18 de diciembre del mismo año, exp. 07634).
Análogamente, la Sala, en infinidad de oportunidades, ha precisado que
“[l]a claridad exigida por la normatividad citada, impone al libelista la carga de
estructurar su ataque de forma tal que sea ‘perceptible por la inteligencia sin
duda ni confusión, o sea, fácil de entender no sólo en su presentación sintáctica,
sino también en su construcción lógica’, mientras que la precisión obliga a que
‘la acusación sea exacta, rigurosa (…) que contenga todos los datos que
permitan individualizarla dentro de la esfera propia de la causal que le sirve de
sustento’ (Sent. Cas. Civ. No. 114 de 15 de septiembre de 1994), y, de ser ésta
la que reprocha al juzgador el haber violado la ley sustancial, debe indicarse y
soportarse –el reproche- con rigor, esto es, ha de indicarse la vía y la clase de
yerro que se atribuye al ad quem y no abandonar en su desarrollo el camino
escogido” (auto de 19 de febrero de 2010, reiterado en providencia de 8 de julio
del mismo año, exp. 03455).
Ahora bien, en cuanto a los yerros de hecho y derecho, abundante es la
jurisprudencia que señala sin hesitación, la diversa naturaleza de uno y otro así
como la imposibilidad de mezclarlos o confundirlos, ello como consecuencia de
la exigencia legislativa de exactitud. “Al punto, en múltiples pronunciamientos, ha
precisado la Corte que son diferentes; el yerro iuris surge de la contemplación
objetiva de las pruebas y de la infracción de las normas legales relativas a su
producción o a su eficacia, esto es, a su valor por exceso o por defecto mientras
que el fáctico lo hace de la suposición, preterición o errada apreciación de la
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prueba (sentencia 187 de octubre 19 de 2000, exp. 5442), es decir, ‘el error
probatorio de hecho acaece cuando el Tribunal cree equivocadamente en la
existencia o inexistencia de un medio probatorio en el proceso o cuando al
existente le da una interpretación ostensiblemente contraria a su contenido real,
es decir, cuando desacierta en la contemplación objetiva de la prueba, razón por
la que se ha explicado que su estructuración sólo puede tener como causa
determinante una cualquiera de estas hipótesis: a) cuando se da por existente
en el proceso una prueba que en él no existe realmente; b) cuando se omite
analizar o apreciar la que en verdad si existe en los autos; y, c) cuando se valora
la prueba que si existe, pero se altera sin embargo su contenido atribuyéndole
una inteligencia contraria por entero a la real, bien sea por adición o por
cercenamiento. En cambio el error de derecho, esto es, la equivocada
contemplación jurídica de la prueba, tiene lugar cuando el juez interpreta
erradamente las normas que regulan su producción o eficacia, o su evaluación.
De manera que su ocurrencia, tal cual se ha indicado, por lo general puede tener
lugar en uno cualquiera de estos eventos: a) cuando se aprecia un medio que
fue aducido sin la observancia de los requisitos necesarios para su producción,
es decir, cuando se infringe el principio de legalidad; b) cuando no se evalúa el
medio de convicción allegado por estimar erradamente que fue obtenido en
forma ilegal; c) cuando a la prueba se le confiere un valor persuasivo prohibido
en la ley; d) cuando se le niega el mérito probatorio a pesar de la ley otorgarle
esa virtud; e) cuando se valora siendo una prueba inconducente; y, f) cuando se
exige para probar determinado hecho o acto una prueba especial que la ley no
requiere para ese efecto’ (sentencia 034 de 10 de agosto de 1999, exp. 4979),
sin resultar admisible ‘para la prosperidad del cargo en que se arguye error de
hecho, sustentarlo con razones propias del error de derecho, ni viceversa, pues
en el fondo implica dejar enunciado el cargo pero sin la sustentación clara y
precisa que exige la ley; y, dada la naturaleza dispositiva del recurso de
casación, le está vedado a la Corte escoger a su libre arbitrio entre uno y otro
yerro para examinar las acusaciones’ (sentencias 077 de 15 de septiembre de
1998, exp. 4886; 112 de 21 de octubre de 2003, exp. 7486, y de 18 de
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septiembre de 2009, exp. 00406, inter alia)” (auto de 18 de diciembre de 2009,
exp. 07634).
5.
De los parámetros jurisprudenciales citados –pacíficos y
ampliamente reiterados por demás- sin mayor dificultad se concluye la ineptitud
de los cargos esgrimidos por el recurrente, resultando forzosa la inadmisión de la
demanda de casación.
En tal sentido, encuentra la Corporación que ninguno de los cinco
ataques planteados atiende la exigencia de claridad estatuida por el artículo 374
del Código de Procedimiento Civil, es decir, su estructura sintáctica, lógica y
gramatical, presentación y contenido, resultan vagos, difusos y sin la idoneidad
necesaria para su admisión.
6.
Aún haciendo abstracción de la falencia citada y si para ello se
aceptase, en gracia de discusión, que los reproches al fallo de segunda instancia
son perceptibles por la inteligencia sin duda ni confusión, es tal el número de
pifias en que incurre el libelista en lo que a la técnica del recurso extraordinario
respecta, que la conclusión acerca de la ineptitud de la demanda se mantiene
incólume como adelante, ataque por ataque, se establece.
(a).
El primero de los cargos, redactado de manera confusa, señala la
violación indirecta de los artículos 29 y 228 de la Constitución Política, 10 del
Código Civil y 302 y 304 (incisos 2°) del Código de Procedimiento Civil, como
consecuencia de errores de hecho consistentes en haber omitido en la parte
resolutiva de la sentencia, decisión expresa y clara de cada una de las
pretensiones de la demanda.
Sobre el particular, la Sala, ex plurimus pronunciamientos enseña que los
artículos 302 (clases de providencias) y 304 (contenido de la sentencia) del
Código de Procedimiento Civil, no tienen carácter sustancial, es decir, carecen
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del linaje que se precisa para que su invocación como normas vulneradas, al
amparo de la causal primera de casación, de paso a la admisión del libelo
(CCXXXIV, p. 385, reiterada en Sent. Cas. Civ. No. 019 de 20 de febrero de
2003, exp. 6345 y en auto de 23 de noviembre de 2005, exp. 03531; Sent. Cas.
Civ. No. 455 de 6 de diciembre de 1989, exp. 0863, y Sent. Cas. Civ. No. 002 de
25 de enero de 2008, exp. 00373); lo mismo sucede con los artículos 10 del
Código Civil, 29 y 228 de la Constitución Nacional, normas que amén de no ser
sustanciales –no consagran derechos ni obligaciones a las partes- (autos 066 de
30 de marzo de 1992 y 114 de 4 de junio del mismo año; auto 051 de 2 de abril
de 2008, exp. 06151, reiterado en auto de 16 de diciembre de 2009, exp. 00168)
tampoco tienen relación directa con el objeto de la litis ni constituyen o han
debido constituir la base esencial del fallo, es decir, no están íntimamente
ligadas con el aspecto jurídico de las pretensiones ventiladas en el proceso, “o
con el que sirve de soporte a la oposición” (Sent. Cas. Civ. Nos. 043 de 9 de
septiembre de 1999 y 120 del 9 de diciembre de 1999; auto 307 B del 9 de
diciembre de 2003, reiterado en auto 051 de 2 de abril de 2008, exp. 06151).
De lo anterior, se sigue que el reparo en mención no cumple con las
exigencias descritas para la admisión de la demanda, pues, a pesar de haber
denunciado el casacionista la violación de la ley sustancial, jamás enrostró como
vulnerada una norma de tal carácter, sin percatar que tal requisito “‘en la
actualidad se satisface cabalmente señalando cualquiera de las normas’
sustanciales que ‘constituyendo base esencial del fallo impugnado o habiendo
debido serlo, hubiese sido quebrantada por el sentenciador’ (Auto No. 180 de 11
de julio de 2000, exp. 1798)” (auto de 20 de agosto de 2010, exp. 00113), por
tanto, la primera censura, no puede ser admitido para estudio.
A mayor abundancia, pese a la obscuridad del escrito incoativo, se
adivina que la inconformidad del censor en apariencia radica en un supuesto
defecto cuyo ataque en casación ha sido disciplinado por el legislador en una
causal autónoma y ajena a la escogida por aquél, o lo que es igual, cuando la
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sentencia no esté en “consonancia (…) con las pretensiones de la demanda”,
motivo central de la delación del recurrente, el reproche ha de cimentarse en el
numeral 2 del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil mas no en el
primero, como lo hace el recurrente sin parar mientes en la exigencia de
precisión propia del medio impugnativo extraordinario.
(b).
El segundo cargo –denominado por el casacionista como “segunda
causal”- denuncia la violación indirecta de los artículos 740, 741 y 742 del
Código Civil, sin reparar en que tales normas no son sustanciales (Sent. Cas
Civ. Nos. 024 de 24 de octubre de 1975, 014 y 019 de 14 de febrero y 19 de abril
de 1978, reiteradas en auto 217 de 16 de agosto de 1995), por ende la censura
deviene inane.
Adicionalmente, el ataque resulta impreciso por estructurarse en un yerro
fáctico pero efectuar aseveraciones y reproches propios de los errores de
derecho en la apreciación probatoria; en otras palabras, la imputación no se
fundamenta en la preterición, suposición, cercenamiento o tergiversación de una
probanza, sino en el haberle asignado “un valor que la ley le niega” (fl. 13, cdno.
de casación), desconociendo así la distinta entidad de uno y otro yerro,
determinando así, la improcedencia del cargo.
(c).
La tercera denuncia resulta confusa, pues a pesar de enrostrar el
quebrantamiento directo de los artículos 696 del Código de Comercio y 420 del
Código de Procedimiento Civil, no se limita a estructurar el debate dentro de los
parámetros de la vía escogida, descendiendo, indebidamente, a la apreciación
que del material probatorio hiciere el ad quem, discusión reservada a la vía
indirecta. En efecto, el demandante señala que se dio aplicación indebida al
citado artículo 696 –según él la norma a aplicar resulta ser el artículo 420 de la
ley de enjuiciamiento civil- sin tener en cuenta “que el recibo de depósito
bancario anexo al escrito de demanda [no es título valor sino simple documento
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sustitutivo del pagaré y sin embargo le dio una aplicación indebida cuando era la
simple consignación del saldo de la deuda y los intereses” (fl. 14, ídem).
Sobre el particular, la Corte ha sido reiterativa en indicar que cuando los
cargos encuentran asidero en la causal primera del artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil, el censor debe ajustar las acusaciones a la vía que dentro
de aquella ha seleccionado. “Al punto, memórase que los ataques por vía directa
constituyen exclusivamente una disputa entre la interpretación, aplicación o
ausencia de ella, que de una norma jurídica haga el ad quem, sin debatir las
apreciaciones que de los elementos probatorios elabore o las conclusiones
fácticas a las que arribe; mientras que la vía indirecta, comprensiva del error de
hecho (sobre las probanzas la demanda y su contestación) y de ‘derecho por
violación de una norma probatoria’ (inc. 2º, num. 1º, art. 368 del Código de
Procedimiento Civil), se erige sobre la alteración de la litis en términos
probatorios. En síntesis, la vía directa se soporta en la censura por deficitario al
criterio y entendimiento jurídico del juzgador, en tanto en cuanto en la indirecta
se le reprocha es el carecer de capacidad observadora del expediente en cuanto
a las pruebas (Sent. Cas. Civ. 169 de 20 de septiembre de 2000), sin que sea
posible en un solo cargo hacer una imprecisa conjunción de ellos; esto es,
cuando el cargo comporta un ataque por la vía directa, se presupone la
imposibilidad para el recurrente de apartarse de las conclusiones fácticas del
juzgador, centrando el debate en la correcta o incorrecta aplicación o
inaplicación de la norma jurídica que se hizo operar en el asunto que se desata,
pues ‘(…) la actividad dialéctica del impugnador tiene que realizarse necesaria y
exclusivamente en torno a los textos legales sustanciales que considere no
aplicados, o aplicados indebidamente, o erróneamente interpretados; pero en
todo caso con absoluta prescindencia de cualquier consideración que implique
discrepancia con el juicio que el sentenciador haya hecho en relación con las
pruebas’ (Sentencia de 20 de Marzo de 1973, G.J. CXLVI)” (Sent. Cas. Civ. de
18 de junio de 2009, exp. 00341, reiterada en auto de 19 de febrero de 2010,
exp. 03455).
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Así las cosas, el inconforme, al encausar el ataque recta vía y no
obstante ello reprochar el mérito dado por el juzgador al recibo de depósito
judicial, equivocó la vía escogida, omitiendo e infringiendo las reglas técnicas
atrás mencionadas, o lo que es igual, no se limitó a reprochar al juzgador por ser
“su entendimiento del derecho deficitario” –ataque propio de la vía directa- sino a
increparle el no ser “el mejor observador del expediente en punto de pruebas”
(Sent. Cas. Civ. No. 169 de 20 de septiembre de 2000).
(d).
El casacionista al estructurar el cuarto cargo, incurre en idéntico
yerro al cometido con relación al tercer reproche, v.gr., se duele de la violación
directa por “error de derecho y aplicación indebida” de la ley sustancial al haber
considerado el Tribunal el “recibo de depósito como medio de pago sin serlo”
pues no tiene como destinatario el acreedor sino al consignante, no es título
negociable, y no constituye título valor, así como por no haber manifestado el
deudor –expresamente- su voluntad de pago ante el acreedor (fls. 15 y 16,
ibídem).
Como se aprecia, el cargo riñe con la técnica que le es exigible, pues
nuevamente, a pesar de plantear una acusación por la vía directa, desciende
indebidamente al ámbito de la apreciación probatoria, y como si ello fuera poco,
desde su formulación misma resulta fútil y carente de claridad, pues denunciar
recta vía por yerro jurídico, implica efectuar un planteamiento contentivo de
ataques excluyentes entre sí –lo que impide dilucidar el querer del recurrente-, y
deriva en la imposibilidad de abordar el estudio del asunto.
(e).
La última de las censuras increpa al ad quem por violar de manera
directa los artículos 302 y 304 del Código de Procedimiento Civil y 29 de la
Constitución Política, normas que, como se anticipó al desatar lo atañedero al
primero de los cargos, no son sustanciales, por tanto, el reproche resulta vano.
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Son las anteriores razones más que suficientes, entonces, para
deducir la ineptitud de los cargos contenidos en la demanda en estudio para ser
admitida a trámite.
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de
Casación Civil,
RESUELVE
1.
Inadmitir la demanda arriba mencionada.
2.
En consecuencia, se declara DESIERTO el recurso de casación
interpuesto por la sociedad Sarcorel Ltda. –en liquidación- contra la sentencia de
procedencia y fecha referidas.
Notifíquese.
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
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WILLIAM NAMÉN VARGAS
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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