Podemos estar tranquilos

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Podemos estar tranquilos
Escuchar en la radio las noticias de las siete de la mañana no estaba resultando demasiado
estimulante como para lanzarse a la calle con optimismo. Salvo la dimisión de Camps que, esta
sí, daba una alegría al cuerpo, dentro de la vergüenza que, como valencianos, nos
corresponde por el hecho de haber elegido como presidente a un personaje como este. Salvo
esa, decía, las demás eran como para volverse a acostar y no salir de la cama hasta que el
mundo vuelva a tener un poco de sentido.
Abrían el sumario con una información según la cual la prima de riesgo subía continuamente y
abocaba España a una situación similar a la de Grecia. Grecia, a su vez, estaba al borde de la
quiebra económica y social, y los líderes europeos, prisioneros de las agencias de calificación,
no eran capaces de ponerse de acuerdo para solucionarlo. La ONU, entretanto, acababa de
declarar la situación de hambre en Somalia. En ese país africano cuatro millones de personas
se encuentran en serio riesgo de morir de hambre y, salvo la declaración de la ONU, que no sé
para qué sirve, (ni la declaración ni la ONU) nadie hace nada para evitarlo. En Inglaterra las
prácticas poco ortodoxas de Rupert Murdoch amenazaban con acabar no sólo con el imperio
del magnate si no, incluso con el gobierno conservador enredado en la trampa de los medios
informativos propiedad del millonario australiano. Ya en clave local, un dirigente de la
oposición, recordaba que en Valencia ciudad hay en estos momentos 70.000 parados. En el
capítulo de sucesos se informaba que la violencia machista se cobraba una nueva víctima; esta
vez en Chiva, donde una mujer de treinta años había aparecido estrangulada, al parecer, a
manos de su hombre.
La publicidad vino a rebajar mi tensión. Estaba a punto de ponerme a insultar a cualquier ser
humano que me encontrara en ese momento. Pero al volver a las noticias una frase me dio un
poco de esperanza: "Podemos estar tranquilos". Con esas tres palabras introdujo la noticia el
periodista, el cual continuó, ampliándola: "Juan Mata no se va al fútbol inglés y seguirá en el
Valencia, C.F. El futbolista, añadió el comentarista, ha declarado que es del Valencia, está a
gusto en el Valencia y, a pesar de que no puede adivinar el futuro, quiere seguir en el club de
Mestalla".
Saber que este chavalote de apenas 23 años ––que gana en un año más de lo que yo podría
soñar ganar en tres o cuatro vidas–– permanecerá en el Valencia fue un bálsamo que, como
dijo el periodista, me hizo sentir tranquilo y me permitió salir a la calle con una sonrisa imbécil
en la cara.
A pesar del desolador panorama que me había alterado minutos antes, la vida real, la que nos
interesa a los ciudadanos normales, continuaba. La próxima temporada Mata estará entre
nosotros.
(Malilla, L'Horta. veintitrés de julio de dos mil once)
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