TOMO D E L CINCUENTENARIO. — MEMORIAS 123 libre por desaparición de aquella placa, es ocupado por la madreporita (fig. 5, d, M), que colocada en el interradio 2 y sin abando­ nar éste, se prolonga y se intercala entre las radiales I y V , estan­ do, por tanto, emplazada casi toda ella en el plano.(I1I-5); es decir, que vuelve a ocupar en parte su lugar primitivo, en donde la hemos hallado en el Aristocystis, en la larva del Antedon y en el mesenterio dorsal de los holotúridos. Esta emigración no se verifica de un modo brusco, observándose, por el contrario, una evolución que se inicia ya en los Holectypida, desapareciendo paulatina­ mente la basal número 5, al mismo tiempo que la madreporita inva­ de el espacio que ella deja libre (fig. 5, a-d). Este ejemplo es sumamente curioso, por mostrarnos cómo for­ mas muy evolucionadas pueden recobrar una disposición, evidente­ mente primitiva, que se encuentra en especies arcaicas, recordan­ do tal vez una relación de descendencia. Sabido es que la simetría pentámera es la más frecuente en los equinodermos vivientes, produciéndose, por desdoblamiento de los cinco radios típicos, una simetría de orden superior, como sucede en el género Promachocrinus, que tiene diez radios y un número aún mayor en varios géneros de las familias Helliasteridae y Brisinguidae. Esta tendencia al desdoblamiento de los radios se observa de un modo patente en varios grupos en los cuales los brazos se ramifican, como sucede en todos los Crinoidea y en la mayoría de los Cladophiurida. Es frecuente en los Cystoidea una simetría trímera, muy mani­ fiesta en mucha especies, y cuya influencia se nota aún en formas que tienen ya simetría pentarradial, determinando una cierta dispo­ sición de las placas esqueléticas (placas básales de los Blastoidea). Estos hechos han inducido a B A T H E R ( 1 ) a suponer la simetría trirradial como primitiva, originándose de ésta la pentarradial por desdoblamiento de los dos radios posteriores, entre los cuales están colocados el ano y los orificios de los aparatos acuíferos y geni­ tal (fig. 6, c). Si atendemos a lo dicho más arriba respecto a la cons­ titución del Aristocystis, podremos completar esta idea suponiendo (1) B A T H E R , A Treatise on Zoology, Part III,«The Echinoderma», 1900.