Reflexión ética y problemas de la muerte inminente

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Waldo Romo P.
Prof. de la Facultad de Teología U.C.
Reflexión ética y problemas de la muerte inminente
según la hermosa expresíón de San Francisco, ha
causado al ser humano desde la más remota antigüedad una ,explicable
angustía. No sólo como protagonista -jamás mejor aplicado ,el términosino en cuanto espectador conmovido por la desaparición de seres que le
son queridos.
Tal angustia ha movido los esfuerzos, cada vez más exitosos y complejos,
para luchar contra las causas de la muerte; y ha desembocado, al acercarse
el fin eLeotro milenio, en una situación que parece absurdamente paradójica: la de una humanidad que, teniendo cada vez más y mejores medios
para sostener las funciones corporales que aún persistimos ,en llamar "vitales", empieza a preguntarse si es licito y hasta qué punto el usar de tales
medios, en presencia de un ser que ya no tiene funciones superiores de su
sistema nervioso ni posibilidad razonable de recuperarlas.
El presente trabajo es una reflexión sobre el ámbito y contenido eLela
ética, la cual aplicaremos a los problemas de la muerte inminente. Para
ello realizaremos aproximaciones sucesivas, lo que permite desglosar el
trabajo en los siguientes puntos:
LA "HERMANA MUERTE",
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Disciplinas en juego en ,el tema.
Especificidad de la ética.
La naturaleza como criterio ético.
Afirmaciones básicas para una ética médica.
Juicio ético sobre la manipulación biológíca.
Visión cristiana de la muerte.
El problema ético de la muerte inminente.
Dejar morir con dignidad. La distinción de los medios.
1.
Disciplinas
en juego en el tema.
Al entrar a precisar el objeto de estudio, lo primero que se impone es
delimitar o hacer un esfuerzo epistemológico por clarificar disciplinas que
estando conexas no deben confundirse. Si este esfuerzo no se hace, se
exigirá a cada una de ellas competencias que no les corresponde desarrollar
o precisiones que no están en el ámbito de sus objetos formales. Este aspecto es especialmente pertinente frente a un tema en el cual se entrecruzan enfoques interdisciplinarios y en el cual el juicio ético aparece como
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tributario, en definitiva, del juicio médico sobre el momento de la muerte
o su inminencia.
En el intento por bosquejar, brevemente, esta clarificación terminológica, cabe afirmar que el comportamiento humano puede ser estudiado en
su desarrollo en dos planos distintos (1) :
a) El plano de la teoria ("theorein") que implica la dimensión del saber,
que es, a la vez, un plano abstracto, es d,ecir, despojado de las últimas o más
inmediatas determinaciones del tiempo y del espacio. Por ello mismo, el
ámbito de la teoria se mueve en el nivel general con tendencia a lo universal. Es el que nos interesa tratar en nuestro trabajo y dentro de él incluimos
el estudio de la ciencia, la tecnología y la ética.
b) El plano de la práctica ("praxis") que implica la dimensión de la
acción que es, a la vez, lo concreto, aquello que está determinado por los
imperativos inmediatos del tiempo y del espacio. Es un ámbito esencialmente particular, de singularización. Si nos permitimos una licencia gramatical, diremos que es la "una-vez-idad". Para los efectos de ,este trabajo
no interesa desarrollar las disciplinas que están incorporadas en este plano.
Fr,ente al ser, el primer impulso del hombre es conocer, es decir, lograr
la presencia lúcida del objeto en la conciencia. Lo que ésta capta es "todolo-que-es", toda la realidad ... dentro de la limitación humana. El punto
de vista desde el cual "aprehende" lo r,eal es la verdad y ésta se constituirá,
por tanto, en la adecuación o conformidad entre conciencia y realidad.
Con los elementos aportados hasta aqui podemos ya conceptualizar la
ciencia como un cuerpo sistemático de conocimientos, adquiridos con método, desde el punto de vista de la verdad(2). De este modo, no cabe en la
ciencia hablar de conocimientos buenos o malos, sino de verdad o error,
adecuación o inadecuación entre el sujeto que conoce y el objeto conocido.
Esta precisión es importante destacarla en nuestro tema desde el momento
que las responsabilidades médicas surgirán -desde un punto de vista éticoa partir de las exigencias propias de las finalidades trascendentes del
hombre y no a partir de los imperativos propios de la ciencia. Ello no
significa, obviamente, una oposición o separación -estamos distinguiendo
para unir- en el juicio práctico y concreto de un médico en relación a su
paciente entre los postulados de la ciencia y las exigencias de la ética.
Introducido en el mundo del conocimiento ci.entifico, el ser humano se
plantea, ante el binomio sujeto consciente y objeto conocido, un objetivo.
Ello acontece porque la persona se descubre indigente y sujeto de necesidades; capta que se da una gran distancia entre lo que es y lo que aspira
ser. Esta tensión constituye el mundo de sus necesidades que trata de satis( 1)
(2)
Esta distinción de planos es fundamentalmente pedagógica, es decir, tiene por objeto
entender mejor los niveles en los cuales estamos haciendo el estudio. Una separación
tajante entre "theorein" y "praxis" es absurda al mirar el comportamiento humano desde
el momento que el hombre conoce, transforma y valora para el actuar concreto, aquí
y ahora. A su vez, la praxis replantea y cuestiona conocimientos, transformaciones y
valoraciones. Hay, en definitiva, una "circularidad" o mutua afectación entre estos dos
planos que estamos distinguiendo. Es posible, sin embargo, encontrar momentos en la
historia en que se ha privilegiado un plano más que el otro. Nuestra época es, al
parecer, supravaloradora de la praxis.
El concepto propuesto no desconoce otras definiciones. Pretende, sin embargo, no
reducir la ciencia a una perspectiva exclusivamente empirico-experimental.
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facer. Para ello sale de sí misma y penetra en el mundo ya conocido por la
ciencia para buscar allí la complementación necesaria que le permita
asegurarse la perfección que busca y que la define(3).
Lo expresado implica asumir el mundo no sólo como objeto de conciencia sino también como objetivo de la voluntad. Se trata de "sacarle"
a lo conocido toda su utilidad, toda su capacidad de satisfacer una necesidad humana. Con ello entramos al ámbito de la tecnología que tiene como
objetivo el mundo transformado en utilidad. Es necesario, sin embargo,
precisar que todo objetivo plantea exigencias al que lo persigue, las que
están latentes en el interior mismo de lo que se pretende. Si dichas exigencias no se cumplen, el objetivo no se logra. Estos imperativos que permiten
transformar los conocimientos en objetivos útiles SOn las normas tecnológicas. Por ello se puede afirmar que la tecnología es una disciplina normativa, de deber ser, y el punto de vista desde el cual "aprehende" el obj,etivo
será la capacidad de éste, transformado por la actividad tecnológica, para
satisfacer una necesidad humana. Desde esta perspectiva, se percibe el
carácter esencialmente egocéntrico de la tecnología: hace salir al hombre
de sí mismo hacia el mundo para dominarlo y transformarlo de objeto de
conocimiento en objetivo; de esta transformación obtener, a su vez, una
utilidad en cuanto se satisface una necesidad. Con ello encaminarse a una
mayor perfección y a la superación de sus múltiples carencias.
Cabe, sin embargo, plantearse, en este punto de la r,eflexión, una pregunta fundamental:
¿la suma de necesidades satisfechas constituye la
perfección total y definitiva del ser humano? Se descubre que saciar una
necesidad no es sino una etapa en el camino hacia la perfección en plenitud. En efecto, más allá del círculo egocéntrico que lleva al hombre hacia
su entorno circundante para volv,er hacia sí mismo con la utilidad de este
mundo, tenemos el ámbito de la perfección misma del ser humano, de la
realización integral de la persona. Hay una disciplina del fin último, frente
al cual todos los objetivos tecnológicos no son sino medios o fines intermedios. Dicha disciplina es la ética, la cual también es normativa, pero el
deber ser no surge aquí de la exigencia de un objetivo tecnológico sino que
son normas imperadas por la perfección o plenitud totalizante que ha de
alcanzar la persona humana. El punto de vista desde el cual "aprehende"
esa normatividad es la bondad, es decir, la adecuación o conformidad entre
la persona que actúa y el fin último, global e integral por alcanzar.
Se percibe, así, el carácter normativo de la ética -al igual que el
mundo de la tecnologia-, pero a la vez su carácter teleológico trascendente
en la medida que sitúa a la persona en el ámbito del fin definitivo a que
ella aspira. Se concluye, por tanto, el caráct,er absoluto de la ética y su
primacía frente al carácter ancHar de la tecnología.
Apliquemos estas reflexiones a nuestro tema en estudio. Hoy asistimos
a un formidable incremento de conocimientos científicos y de aplicaciones
tecnológicas que permiten prolongar la vida en situaciones que en épocas
anteriores habrian significado la muerte. Esta "manipulación de la vida"
es una expresión sectorializada del progresivo dominio del hombre sobre la
(3)
El paso de un mundo ingenuo y precientífico a un mundo cientlfico está dado por esta
percepción. En el primero la explicación se encuentra en el mito, en el segundo en la
razón, a través de la cual se entra en el ámbito científico-tecnológico.
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naturaleza en general y sobre su propio ser. Cabe preguntarse si todo lo
que puede hacer la ciencia, lo debe hacer. Esto nos sitúa de lleno en el sentido de ese progreso. La valoración positiva o negativa del mismo la expresaremos más adelante. Baste, por el momento, dejar planteado el problema
que nos permite .entender la necesidad de una clarificación epistemológica
a la cual aludiamos al comenzar este punto.
2.
Especificidad
de la ética
La pretensión de la ética es hacer salir al ser humano del ,exclusivo
circuito cientifico-tecnológico y obligarlo a plantearse las motivaciones últimas de su vivir, exigi'rle que se interpele sobr,e el sentido de su existencia,
pero no desde una perspectiva inmediatista, sino teleológica, es decir, desde
las razones más profundas, más trascendentes de la persona humana.
Las preguntas éticas constituyen una dimensión fundamental de la
existencia del hombre: ¿qué sentido tiene lo que estoy haciendo? ¿por qué
estoy obrando asi? ¿cuáles son mis razones de vivir y de esperar? ¿en torno
a qué valores quiero construir mi mundo individual y comunitario? Es obvio
que estas preguntas son interrogantes gratuitas, poco interesadas en respuestas-objetos inmediatos: son preguntas-limites, propias de la filosofia, y
la ética es una parte de ella. Yen esta perspectiva de preguntas-limites
trascienden a la filosofia misma, llevando al hombre más allá del ámbito
puramente inmanente, abriéndolo a la perspectiva de interrogantes teológicas. En efecto, para la opción creyente el destino trascendente del hombre
es Dios que se constituye en su Fin Ultimo, Global e Integral. De esta
forma. la persona orientará su vida personal y social hacia un comportamiento que implique ir haciendo presente en este mundo ese Fin trascendente, tanto en sus opciones personales cuanto en la organización comunitaria que construya. Ref,erido a nuestro tema, este destino trascendente
será determinante en la mirada que se tendrá sobre la muerte y permitirá
delin,ear las obligaciones y responsabilidades éticas frente al paciente cuya
muerte es inminente. Permitirá tener un criterio de discernimiento sobre
los medios, fármacos, técnicas y terapias que deben emplearse en esa situación y por cuánto tiempo.
En nuestro mundo contemporáneo empieza a surgir, sin embargo, una
seria dificultad: la interrogante ética se plantea escasamente. Como su
gratuidad es enorme, se la deja de lado, no interesa, se la considera irrelevante. Se empieza a vivir, aSi, en un esquema de amoralidad más que de
inmoralidad, lo que da origen al "hombre unidimensional" de nuestros
dias, para quien la perspectiva éti'ca no tiene cabida frente a lo que pueden
hacer la ciencia y la técnica. Esta posición invade muchos ambientes universitarios y profesionales y se busca una asepsia cientifica, un exigente
cultivo de disciplinas, rigurosas en sus métodos, pero que han perdido su
vinculación con las interrogantes profundas de la persona y con su realización trascendente. Las preguntas que interesan en estos circulos son
¿cómo funciona talo cuál fenómeno? ¿cómo se puede optimizar el rendimiento de talo cual procedimiento? No interesa interrogarse por el sentido
de ,ese fenómeno o por las valoraciones subyacentes a la optimización de
ese procedimiento. Es más. Se considera, muchas veces, como una injerencia indebida al quehacer cientifico, la interrogante sobre el sentido teleológico de tal o cual disciplina, transformándose en un ídolo la neutralidad
REFLEXION
ETICA
y PROBLEMAS
DE
LA
MUERTE
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valórica. Con ello en el campo profesional se corre el riesgo de privilegiar
sólo ~a tecnologia subyacente a toda profesión, olvidando que su auténtico
sentido está ,en el servicio de la persona humana. Es lo que explica el verdadero "encarnizamiento terapéutico" que puede ocurrir al prolongar artificialmente -con los actuales recursos de tecnología médica- una vida
que naturalmente está llegando a su término.
La carencia de interrogantes éticas arranca de un "a priori" implicito
en esta postura: ¿para qué preguntarse por las opciones si ,el hombre no es
más que comportamiento instintivo un poco más sofisticado que el animal
o no es más que automatismo programado desde su entorno exterior? Es
verdad que el instinto o la influencia del entorno SOn las fronteras que
limitan y condicionan el comportami,ento ético. No es menos cierto, sin
embargo, que la tarea ética es tomar conciencia de esas fronteras e ir
luchando por liberarse de esos limites y condicionantes. Si se niega la posibilidad de una conciencia y libertad básicas, la ética se esfuma o se
resuelve en un craso inmediatismo que hace de la ciencia y la tecnología
-con sus leyes y métodos- un absoluto en sí, un positivismo experimental
que, en definitiva, se vuelv,e contra el hombre. La posibilidad de no construir un "humanismo inhumano" es abrir a la persona hacia la trascehdencia, optar por una comprensión del misterio del hombre que se revela
cuando se acoge un Asoluto( 4).
Esta posibilidad plantea, empero, el arduo problema de la r,elación entre
inmanencia-trascendencia,
la vinculación interna entre el ámbito natural
y el sobrenatural. Tocamos aquí ,el delicado punto de la justa autonomia
de las ciencias y su entronque con el sentido trascendente del ser humano
que aporta, sefialadamente, la teología. La respuesta a este problema se
encuentra ,enunciada en la Constitución Pastoral "La Iglesia en el Mundo
de hoy" del Vaticano n, cuando distingue entre aquella legítima autonomía
que reconoce "que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias
ley,es y valores que el hombre ha de descubrir, emplear u ordenar poco a
poco ... " (GS. 36), de aquella otra falsa autonomía que considera "que la
reali'dad creada es independiente de Dios, y que los hombres pueden usarla
sin referencia al Creador" (ibid.).
Retomemos, para terminar este punto, nuestra afirmación fundamental: el ser humano es un ser teleológico, se trasciende a sí mismo, tiene
finalidades intermedias que se engarzan con su finalidad trascendente.
La ética supone percepción de esa finalidad. Quien actúa sólo impulsado
por su instinto o está absolutamente determinado en su obrar no puede
dar cab~da a un comportamiento ético.
Cabe preguntarse, sin embargo, cómo leemos esa finalidad, dónde descubrimos esa teleología trascendente. Una respuesta inicial nos dirá que
(4)
"Un humanismo cerrado, impenetrable a los valores del espíritu y a Dios, que es la
fuente de ellos, podría aparentemente triunfar. Ciertamente el hombre puede organizar
la tierra sin Dios, pero 'al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra
el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano'. No hay, pues, más
que un humanismo verdadero que se abre al Absoluto, en el reconocimiento de una
vocación, que da la idea verdadera de la vida humana. Lejos de ser la norma última
de los valores, el hombre no se realiza a sí mismo si no es superándose. Según la tan
acertada expresión de Pascal: "el hombre supera infinitamente al hombre". Paulo VI,
Encíclica "Populorum Progressio", 42.
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la finali:dad va unida íntimamente
con la naturaleza de cada ser. Naturaleza y finalidad se interrelacionan
y esa vinculación
es n,ecesario tenerla
presente para pronunciar un adecuado juicio moral.
"Cuando se pIerde la apreciacLón nítIda de la relacIón que existe
entre una naturaleza determinada y su finalidad -y esto vale muy
particularmente en el caso humano-, esa pérdida de percepción influye grave y negativamente en el juicio moral. Supóngase una persona que estima que la finalidad del hombre se agota totalmente en
su exístencia temporal en este mundo: tal pérdida de visión de finalidad, tal error acerca de la relación entre la naturaleza humana y
su finalidad última tendrá una indudable influencia en las percepciones morales de la persona en cuestLón"(5).
3. La naturaleza como criterio ético
Frente a este enunciado surgen, sin embargo, diversas preguntas:
¿qué
es esa naturaleza?
¿de dónde se deduce la normatividad
ética que rige la
actividad humana para calificarla de buena o mala? ¿de dónde brotan las
normas morales que permitan al hombre orientarse hacia su fin último,
global e integral o apartarse del mismo? La respuesta a estas interrogantes
ha sido ardua y, en ocasiones, ha dividido profundamente
la reflextón ética
y filosófica en la medida que ha existido la tentación de adoptar posiciones
extremas. O se ha afirmado un exclusivo naturalismo biológico con el riesgo
inherente de un fixismo: ¡la normalidad de los procesos biofisiológicos es
el criterio definitivo de moralidad!; o se ha afirmado un exclusivo naturalismo psicologista con el riesgo inherente
de un enfoque relativista:
¡el
criterio definitivo de moralidad es la "realización existencial" del ser humano, definida en forma subjetiva!
"El razonamiento habitual afirma que la naturaleza humana es el
lugar de descubrimiento de la ley natural. Sabiendo lo que es la naturaleza del hombre sabemos cuál es su finalidad y, por tanto, su
normatividad. Este razonamiento, siendo radicalmente verdadero desde un punto de vista cristiano, es necesario someterlo -sin embargoa una crítica que nos permita evitar la confusión de conceptos. Es
cierto que la persona es 'rationalis naturae, individua substantia'; no
es menos cierto, sin embargo, que esa definición esencial no dice todo
lo que es el hombre en su dinamismo natural, existencia e historicidad. Cuando la Constitución 'Gaudium et Spes' (n. 12) describe al
hombre, utiliza un concepto operativo o vocacional: el ser humano es
la criatura capaz de conocer y amar a Dios. Por tanto, el hombre -por
naturaleza- es abierto al infinito, a Dios mismo. El ser humano no es
definible si no entra en la definición un valor absoluto que en cristiano tiene un Nombre. De este modo, el hombre se da cuenta que es
parte del cosmos y advierte, además -y es lo específico de lo humano- que trasciende al cosmc:s mismo y que no se puede reducir a
una parte de una cosmología o a una pura animalidad" (6).
(5)
MEDINA,
J.,
"Reflexiones introductorias al estudio de la moral médica" en Revista de
la Academia de Medicina 'San Lucas', año 1, n. 1 (1976), pág. 5.
(6)
ROMO,W., El método de la teología moral referido a un tema concreto: la masturbaci6n, en Teología y Vida, 4 (1978), pág. 310.
REFLEXION
ETIeA
y PROBLEMAS
DE
LA
MUERTE
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A partir del n. 51 de "Gaudium et Spes" se ve difícil que los criterios
morales objetivos del uso de las facultades corpóreas puedan reducirse a
lo que ocurre en los animales que poseen esas mismas facultades. A la luz
del texto conciliar se desprende que la ley moral natural no será leida, en
general, en la naturaleza cósmica o exclusivamente ,en el "ingrediente"
biológico del ser humano sino, precisamente, en aquello que constituy,e la
diferencia en relación a los otros seres animales, ,es decir, en su racionalidad.
Para aquella posición que deduce el criterio básico de moralidad del
dato dado, no modificado, biológico, Le es difícil aceptar las experimentaciones, procedimientos y manipulaciones que tienen por objeto prolongar
artificialmente una vida humana que, naturalmente, ha terminado. Con
ocasión de los debates sobre la eticidad de los trasplantes, Ch. Curran,
moralista norteamericano, señalaba en 1968:
"Creo que a los teólogos católicos nos cuesta encarar estos temas
porque aún continuamos pensando en términos del hombre precientifico. Los filósofosestoicos de la Antigua Grecia plantearon la interrogante: ¿en qué forma el hombre hallará la felicidad? Su respuesta
era muy simple: obra de acuerdo con la naturaleza. Si hace frío, no
salgas. Cuando haga calor, sácate la indumentaria. Cuando sea de
noche, acuéstate. Si hay una montaña en tu camlno, rodéala. Todo
esto tenía mucho sentido en los tiempos precientíficos.Pero el genio
del hombre científico moderno es que la naturaleza esté de acuerdo
con él. Humaniza e interfiere en la naturaleza. Si hace calor afuera,
pone en marcha el aire acondicionado.Si una montaña se atraviesa
en su camino, la perfora con dinamita y construye un túnel. Dios le
dijo al hombre que dominara la tierra, que usara de sus habilidades
y de su tecnologia para hacer la vida humana más humana. Pero
recién estamos comenzando a comprender qué significa esto en el
orden moral"(7).
En una palabra, "el artificio" también pasa a ser un criterio de moralidad y entra en el concepto de lo que la naturaleza del hombre puede
hacer. Hablando con rigor, natural no se opone a artificial, no son conceptos adecuadamente contrarios. Hay muchas cosas artifíciales que son naturales, es decir, conformes a la dignidad humana que se desprende de su
esencia de ser razonable; por el contrario, muchas cosas naturales -no
artíficiales- afectan la naturaleza del hombre y éste puede COnsu capacidad racional modificarlas para un desarrollo más humanizador.
Es cLerto que lo expresado hasta aquí no significa que todo adelanto
científico o tecnológico conlleva necesariamente un avance en humanidad.
Por ello se impone en estas materias -,experimentación cHnica, manipulación biológica, prolongación de la vida por medios extraordinarios-,
la
debida prudencia al emitir un juicio, tener los antecedentes, tanto de principios como de hecho, para fundarlo y reconocer que cuando llegamos a los
límites de la vida -sea ,en su origen, sea en su térmíno- hay normas
objetivas de moralidad que respetar. Estas normas tienen por objeto sal(7)
CURRAN,CH. Debate con el Dr. Robert WHITE sobre "Moral de los trasplantes",
publicado en la revista Sign y reproducido en revista Ercilla de Santiago de
Chile, semana del 17-23 de julio de 1968, p. 36.
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vaguardar la integralidad física y espiritual de la persona humana, reconociendo que es un hijo de Dios y que no puede ser utilizado como un
medio para un fin.
Es por ello que ,el verdadero metro moral lo constituyen la naturaleza
de la persona y de sus actos (OS, 51). No es, pues, la pura facticidad, el
solo acontecimiento físico externo lo que tiene significación moral, sino
,el suceso en cuanto está cargado de significado, de opción interior. Esta
capacidad de elegir interiormente es lo especificamente humano.
"Esto es lógica consecuenciade una larga reflexión teológica: el concepto de trascendentalidad de la persona impide todo cierre de posibilidades dentro de una rígida definibilidad de una esencia y forma
humana a realizar. Este es precisamente el confín entre el hombre y
el cosmos: el hombre no es definible sino como el que tiende hacia,
como el que tiene el cometido de escogerse a sí mismo y el propio
camino de autorrealizaci.ón.En estas condiciones,deducir de la naturaleza humana preceptos operativos descriptibles e imponibles desde
el exterior es algo difícil de aceptar. El hombre está siempre a la
búsqueda de si mismo hasta que se encuentre plenamente en Dios,
que es el verdadero Tú del hombre; el verdadero término en que para
el hombre perderse es encontrarse" (8).
Es esta teleologia que abre al hombre a la trascendencia lo que permite
entender en su verdadera dimensión lo que es la "naturaleza de la persona
y de sus actos". En efecto, la eticidad del comportamiento humano no se
juega en dejar hacer a la naturaleza biológica sino en hacer opciones de
máxima humanización o personalización. Para que estas opciones no se
resuelvan, sin embargo, en una consideración subjetiva (lo que interesa es
encontrar criterios objetivos de moralidad), es necesario asumir "una visión global del hombre y de la humanidad" que ofrece el Evangelio, recibido
en la comunidad ecLesial. Dicha visión nos permite comprender que "el
misterio del hombre no se aclara de verdad sino en el misterio del Verbo
encarnado" (OS, 22), porque sólo en El la trascendencia se resuelve en
inmanencia y ésta en aquélla. Así se supera, para la moral, una pura
heteronomía o una exclusiva autonomía absoluta, postulando un metro
ético que es optar por una autonomía teónoma.
4.
Afirmaciones
básicas para una ética médica
El camino de la autonomía teónoma reconoce que el ser humano está
llamado a descubrir en sí mismo las exigencias de su propia personalización (auto-nomia). Sin embargo, al profundizar en el descubrimiento
de sí capta, como exigencia de su mismo ser, la necesidad de una trascendencia. Es decir, reconoce que el ser humano se constituye como tal cuando se define como apertura, como comunicación COnotros y con Otro (teonomia). Aunque parezca una paradoja, la teleología del ser humano permite entender que se es más autónomo cuanto más teÓnomo. Ahora bien,
este Dios que expli'ca lo que es el misterio del hombre lo ha dotado de determinadas características. Una fundamental es que se trata de un espíritu
(8)
CmAVACCI,
E., "Ley natural",
Paulinas, Madrid, 1974, p. 565.
en Diccionario
enciclopédico
de Teología
Moral, Ed.
REFLEXION
ETIeA
y
PROBLEMAS
DE
LA
MUERTE
205
encarnado. Ello implica que la corporalidad
y sus leyes biológicas me
"pre-dicen"
el sentido del ser humano; la r,egularidad de estos procesos
son una lectura premonitoria para discernir los criterios de humanización
o deshumanización
con que el progreso cientifico-tecnológico
se aplica a
la persona humana. Esta "mirada anticipada"
es especialmente relevante
a la hora de juzgar sobre la moralidad de los procedimientos
y terapias
que inciden en el comienzo de la vida del hombre y en su término.
A la luz de lo expresado podemos enunciar algunas afirmaciones
que es
necesario tener presente en la moral médica y que tendrán incidencia en
nuestro tema:
"a. el hombre es una realidad peculiar que filosóficamente se expresa
diciendo que es una persona. Tiene en sí un elemento espiritual que
no es reductible a la materia ni a los procesos físico-químicos. Admitir
esto implica afirmar que el hombre tiene un destino trascendente, es
decir, que el hombre no concluye con el proceso biológico que es la
vida en su forma corporal y cuyo término, no fácil de precisar en su
contenido y momento, es la muerte" (9).
El riesgo que el investigador de la vida y de la muerte deforme progresivamente
su mirada y extravíe su objeto en estudio -el hombreestá siemprle latente.
"... el biólogo general y el especialista se ven empujados con fuerza,
cada vez mayor, a tres cosas. Primero, a tratar el organismo en general
y el humano en particular, como un agregado de compartimentos de
cuyo nexo complejísimo resultaría a la postre la vida, nexo comprensible, plena y satisfactoriamente. a partir de leyes físico-químicas
descubiertas, o aún por descubrir. El organismo sería de facto un
mosaico de tejidos, funciones y actividades y las funciones vitales la
simple resultante de las interacciones entre las partes de ese mosaico (lO). En segundo término, es llevado a situarse en el estudio de
los fenómenos en el nivel de lo materialmente ínfimo, esto es, el
microscópico o ultramicroscópico, tras la búsqueda de las unidades
portadoras de las propiedades del viviente. Finalmente es movido al
descubrimiento de las relaciones causales estrictas y si es posible cuantificables entre los fenómenos con exclusión de otros objetivos" (11).
Frente a esta deformación producida en la óptica del investigador que
explica la vida y la muerte por símple agregación o desagregación se desconoce el carácter de totalidad específica, de conspiración uni'taria que
muestra el organismo vivo len general, totalidad y "conspiración"
que se
torna luminosa y "numinosa" en los organismos superiores.
Esta deformación tenderá a desconocer la jerarquización
tanto causal
como finalistica de ciertas funciones vitales por rlelación a otras, olvidará
la temporalidad
o historicidad de la vida orgánica y considerará, en definitiva, al organismo humano "como un complejo de procesos ilimitadamente manipulabLes desde fuera por agentes mecánicos o químicos capaces,
( 9)
( 10 )
(11)
MEJ}INA,
J. op. cit., p.
La muerte sería, así, la
GANDOLFO,
R. Apuntes
Médica U.C. 1 (1983),
8.
simple desarticuhción de ese mosaico.
sobre el sentido de la enfermedad y la muerte, en Educación
p. 40.
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en principio, de sustituir siempre y doquiera la acción del principio viviente mismo" (12).
Una segunda afirmación para la moral médica se impone:
"b. El hombre es una unidad cuerpo-espíritu, lo que hace que los
procesos humanos no deben mirarse como exclusivamente físicos o
espirituales sino como realidades que conllevan la impronta compleja
de su origen y de su destino último. Ni lo corporal es aislable del
espíritu, ni lo espiritual puede prescindir, en la existencia terrena, de
la mediación corporal. Esta bipolaridad del ser humano nunca debiera perderse de vista en la perspectiva médica.
c. La dignidad del ser humano reclama respecto y actitud de servicio.
La acción médica se sitúa frente al misterio de la vida no sólo
corporal, sino ante la vida total; misterio que no es propiedad del
médico ni siquiera del paciente. La naturaleza del hombre y las
posibilidades de lograr su finalidad imponen una norma básica de
moralidad médica. situando la vida del ser humano en un punto de
vista privilegiado. Si una acción no respeta la finalidad última del
hombre, es preciso concluir que ella es, en virtud de esa deficiencia
fundamental, una acción inmoral" (13).
Es muy posible que para un hombre de etencill o pllra un profesional
médico o paramédico los valores éticos enunciados no puedan conceptualizarse o explicarse de la forma propuesta, si bien pueda captarlos y
apr.eciarlos. Ciertamente, la rectitud moral puede darse aunque la fundamentación de esa actitud de respeto y de aceptación a una "conspiración
unitaria" -que es lo necesario para que haya vidH humanano pueda
explicarse suficientemente. Ocurre muchas veces aue se tiene la apreciación directa de la dignidad humana o existe el convencimiento de lo que
es correcto aunque no sepamos dar razonada cuenta de esa apreciación o
convencimiento. Hay ciertos limites que todos aceptamos y que provienen
de una apreciación natural conforme a verdad. de un sentido moral básico
--Que es claro al nivel de las primeras evidencias- y que nos especifica
como seres humanos.
5. Juicio ético sobre la manipulación
biológica
Lo expresado hasta aquí nos lleva de lleno a tener que emitir un
juicio ético sobre la manipulación biológica y, en general, sobre la experimentación ,en el ser humano, que tendrá alta incidencia en nuestra
reflexión ética en relación a los problemas sobre la muerte inminente.
La manipulación, entendida como intervención sobr,e los fenómenos
naturales con el fin de modificarlos, es susceptible de una valoración
ambigua, porque se trata de una realidad fundamentalmente ambivalente.
Las ciencias experimentales la valoran de una forma prevalentemente
positiva y está a la base de todo avance científico-técnico en la linea de
la medicina. Por el contrario, las ciencias morales presentan una valoración
principalmente negativa. Esto es especialmente claro en algunas corrientes
éticas que, para evitar los riesgos de una indebida manipulación, ponen
( 12)
(13)
Op. cit., p. 41.
J. Op. cit., p. 8.
MEDINA,
REFLEXION ETIeA y PROBLEMAS DE LA MUERTE
207
los limites de la experimentación en un respeto total a la normalidad
de los procesos biológicos que ocurren en el ser humano. Esta valoración
ambivalente se traduce, en ocasiones, en apar,entes confli'ctos entre los
progresos del mundo científico y el discernimiento moral sobre ellos. Dichos apar,entes conflictos generan un clima de mutua desconfianza y
sospecha y hay ejemplos históricos de estas actitudes. Cabe preguntarse
el porqué de esta valoración diferente. La respuesta se encuentra en .el
riesgo extraordinario que conlleva la propia experimentación. Hay intervenciones que no tienen por objeto mejorar la especie humana o a una
determinada persona sino simplemente pretenden alterar la especie o la
persona.
Gianbatista Garbelli en un articulo sobre manipulación e investigación
biológica señala que:
"desde 1967 el neurocirujano Robert White, de la Universidad de
Clevelandconsiguemantener en vida, durante horas' y días, un cerebro
aislado de un Macacus Rhesus conectado a la carótida de otro macaco.
Pero si, en lugar de mantenerlo fuera, este cerebro sin cuerpo hubiera
sido introducido en la caja del cráneo del huésped, el trasplante habría
sido completo. ¿Pero quién sería de los dos el huésped: aquel mono
del que procede el cuerpo o aquel del que procede el cerebro? Imaginemos -termina-------,
este problema cuando se trate de hombres ... (14),
Si a futuro -en un tema conexo al de nuestro central interés- pudieran aumentar los "receptor.es" de órga.nos, podría ocurrir que escasearan los "dadores" cuya muerte sería posible retrasar a voluntad para
obtener órganos frescos y sanos.
Es claro, entonces, que nos encontramos en el umbral de una manipulación del hombre que hasta ayer mismo se habría considerado como
de ciencia-ficción (15). A nuestro entender, la teología moral contemporánea más que tratar de establecer normas con la pretensión de que
permanezcan inmutables en la medida que se apoyan .en una clara delimitación de la línea que separa objetivamente lo lícito de lo ilicito debe
procurar defender con fuerza determinados valores personales tales como
la vida humana desde su concepción hasta la forma de morir al modo
humano.
¿Qué decir en concreto de la manipulación médica, máxime cuando
en el ámbito de las ciencias siempre hay una determinada cuota de manipulación? Lo primero será determinar si se trata de una experimentación
científica o una experimentación que se realiza con otros objetivos, buscando, por ejemplo, obtener la recuperación de la salud de un enfermo
frente a una muerte inminente (intervención "a la desesperada"). La
experimentación científica tiene por objeto verifi'car una hipótesis de la
misma índole y se llevará adelante, en consecuencia, por razón de sí misma
( 14)
GARBELLI, G.,
"Manipulación e investigación biológica" en Diccionario...
Op. cit.,
p. 617.
(15)
Hoy ya es una realidad una increible red de situaciones que se refieren al comienzo
de la vida humana, todas ellas marcadas con la impronta de la manipulación. Comenzando por la reproducción sexuada a través de la inseminación artificial, siguiendo con la fecundación in vitro, con implantación en úteros de donantes, bancos de
espermios, etc., hasta llegar a la posibilidad de la reproducción asexuada por clonado.
208
W ALDO ROMO P.
----------
~-----"
buscando el progreso de la ciencia. De ello puede derivarse un beneficio
para la salud o calidad de vida del ser humano. La finalidad última de la
experimentacIón es "in recto" el incremento de lo que se sabe.
La otra experimentación tiene por obj,eto sanar al enfermo. Es muy
posible que COn ello -y será lo habitualavance la ciencia, pero la
finalidad es distinta: se experimenta (con la dosis de manipulación que
ello conlleva) para salvar o prolongar una vida aunque la posibilidad de
tener éxito sea muy pequeña. La licitud de este último tipo de experimentación está fuera de duda. En este caso el motivo es valioso. En el primero
-caso de la experimentación cientifica- el motivo puede ser o no valioso.
El limite lo señalará el respeto a la dignidad de la persona humana, dado
que el avance científico en si no puede ser el criterio supremo de moralidad.
Ese progreso permanece ambivalente y le asignamos bondad moral -es
decir, rompemos la ambigüedad- en la medida que lo ponemos al servido
del hombre, de modo que resalte que el metro moral es la mayor humanización o personalización de "todo el hombre y de todos los hombres".
Es esta centralidad de la persona humana lo que se ha ido asumiendo
en los diversos códigos de ética médica referidos a la experimentación
ci'entifica en seres humanos. Mencionemos desde el Código de Nuremberg
sobre "Experimentos médicos permisibles" que denota un ethos profesional
elevado y quizás demasiado riguroso, explicable debido a su objetivo de
sancionar los aberrantes experimentos efectuados por el nacismo, hasta
la codificación madura elaborada en la Declaración de Helsinki adoptada
por la Asociación Médica Mundial en junio de 1964 y ratificada en asambleas posteriores (16) .
6.
Visión cristiana de la muerte
En este avance por aproximaciones sucesivas que anunciábamos al
comenzar el trabajo corresponde presentar una visión cristiana sucinta
de la muerte en su relación dialéctica con la vida.
•
Dios Todopoderoso, creador del Universo, es el autor de la vi'da. El sólo
tiene el dominio absoluto sobre ella y el ser humano es administrador
de este regalo, al que no se llega, sin embargo, si no es con la colaboración del hombre.
• Dado que el ser humano no es dueño de este don, no puede arbitrariamente ponerLe término (suicidio), aunque sea por motivo de piedad
(eutanasia) .
• Este deber -en cierto modo negativose transforma en positivo:
exige conservar, cuidar, defender y desarrollar la vida. Hasta dónde
se ,extiende este deber y qué medios emplear para conservarla o cuidarla lo señalaremos más adelante.
• El profesional médico o paramédico está al servicio de la vida y no
de la muerte.
(16)
Como ilustraci6n, baste mencionar algunas otras declaraciones: la de Sydney en
1968 sobre determinaci6n del momento ne la muerte en el caso de trasplantes; la
de Tokio ,en 1975 que ratifica y complementa la Declaraci6n de Helsinki; la de
Oslo en 1970 sobre el aborto terapéutico; la de Hawai en 1977 sobre normas de ética
médica en relación con los problemas de la Psicología y Psiquiatría y la intemaci6n
en establecimientos psiquiátricos.
REFLEXION ETIeA y PROBLEMAS DE LA MUERTE
209
.~---~-----~~-------
•
•
Aunque la vida fisica tiene un gran valor no es ciertamente el valor
absoluto. "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar
el alma" (Mt. 10, 28). "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida
por sus amigos" (Jn. 15, 13). El único valor absoluto ,es Dios y la construcción del Reino y el gran precepto es el de la caridad, que tiene
por objeto a Dios, al prójimo y a nosotros mismos.
"La muerte del ser humano no es un simple hecho biológico que acontece dentro del proceso de las cosas naturales ... Por el contrario, la
muerte tiene una r.elación especifica con la existencia humana. " La
muerte no es el simple final de nuestro ser. Morir es una modalidad
de la existencia, presente a lo largo de todos los momentos de la vida
como su posibilidad lImite (17). Desde el punto de vista existencial,
hay que incluir a la muerte en el seno de la vida, como presencia que
revela el significado más profundo de la existencia. Entendida desde
la vida, la muerte arroja una luz de unicidad irrepetible sobre la vida
presente" (18) .
Este aporte de la filosofía existencial -y sefialadamente de Heidegger- ha fecundado en una reflexión teclógica -Rahner, Boros, Troisfontainesque considera la muerte como "cumplimiento": en el instante
de la muerte. el ser humano asume el sentido definitivo de la existencia.
La muerte es la llave maestra para llegar al fin último, global e integral,
en cuanto permite abrir la puerta que nos da acceso a la plenitud humana,
a la personalización máxima, cual es el encuentro con Dios. Gracias a ella
dejamos de ser en el tiempo y accedemo~ a ser en la eternidad, podemos
llegar, finalmente, a la culminación del conocer y del querer. En el momento
de la muerte, se plantea la posibilidad de hacer la opción final que exprese
y comprometa nuestra totalidad de ser en libertad y nos "ancle" definitivamente en la apertura hacia los hermanos y hacia Dios.
En esta perspectiva de "cumplimiento", la muerte se presentará ----en
la gran mayoría de los casos- como un proceso prolongado de deterioro
humano. Este proceso asumirá, desde el punto de vista de la ética cristiana, un camino de "acabamiento", de Pascua o tránsito progresivo en
que se va apagando esta vida y va despuntando la situación definitiva
de nuestra existencia. Ello nos permitirá decir con propiedad que lo importante no es tener una actitud especial frente a la muerte sino tenerla
frente a la vida.
7. El problema ético de la muerte inminente
Determinar el momento de la muerte no le corresponde a la moral
sino a las ci!encias médicas. Es verdad que la filosofía y la teologia pueden
decirnos lo que es la muerte, pero no están capacitadas para sefialarnos
el instante en que ella ocurr,e realmente. Esta precisión es una valoración
científica. Históricamente puede constatarse que filosofía y teología han
ido amoldando su reflexión -para
confirmar la muertea lo que la
( 17)
(18)
En verdad, el único evento aún no acontecido pero del cual estamos a~olutamente
seguros que ocurrirá es la muerte. Todo otro evento es siempre posibilidad. Por ello
la muerte es parte de la vida.
SPISANTI, S., "Muerte" en Diccionario ...
op. cit., p. 685.
210
WALDO ROMO P.
medicina ha ido aportando progresivamente. De este modo, cuando ésta
ind~caba como instante de la muerte la detención del corazón o de la
función respiratoria, la moral incorporaba esas indicaciones para la resolución de casos prácticos que tenían alcanc,es éticos. Con posterior~dad la
medicina indicó que en casos excepcionales ("muertes" repentinas y otras
situaciones de muertes aparentes) el organismo podia recuperarse para
la vida a través de técnicas de reanimación. Ante ello, el juicio de la ética
fue mucho más cauto y exigente para aquellas situaciones ,en que estaba
en juego la precisión del momento de la muerte y ulterior.es procedimientos
con connotaciones éticas (v.gr. donación de órganos). En la actualidad,
la moral, ateniéndose a lo que sefiala la medicina, considera "muerta" a
la persona en la que se ha producido un proceso de degeneración irreversibl,e de la masa cerebral, o sea, el estado de muerte cltnica, que hace al
sujeto totalmente irrecuperable a la vida. Aun antes del primer trasplante de corazón, la medicina sabía de la importancia decisiva de la
corteza cerebral como centro del ser consciente y del acto voluntario. Sin
embargo, con ocasión de ese trasplante se .empezó a plantear en forma
diferente la determinación del momento de la muerte con exigencias de
mayor precisión. Hoy empieza a haber un acuerdo prácticamente generalizado en las ciencias médicas para considerar que la muerte del cerebro
es el término del caminar terreno de la persona humana. Como lo afirman
Goulon y Babinet en un ya clásico trabajo sobre "le coma depassé" (Cahiers
Laenec, de septiembre de 1970),es posible decÍ'r que "solamente el cerebro
da al hombre su realidad. Si el cerebro muere, ya no hay hombre por más
tiempo. Tal es la opiniún manifestada por las autoridades médicas nacionales e internacionales".
La actual ,electroencefalografía, neurología, neurocirugía, neuropsiquiatría están procurando llegar a criterios médicos lo más precisos posibles
para determinar la muerte cerebral, es decir, la muerte de la persona
humana. Son dignos de admiración los esfuerzos increíbles por llegar a
criterios cada vez más refinados de un Congreso a otro, de un Simposio
científico a otro (19).
( 19)
En Londres en 1966 una reunión de médicos, juristas, sacerdotes destinada a considerar los aspectos éticos de los nuevos procedimientos quirúrgicos llegó fundamentalmente a cinco criterios:
a. dilatación comp1eta de las pupilas sin ninguna respuesta a la luz;
b. ausencia total de reflejos musculares a los estímulos habituales;
c. ausencia completa de respiración ~ontánea
después que el respimdor mecánico
ha cesado cinco minutos;
d. descenso continuo de la presión sanguínea a pesar de la dosis masiva de drogas
vasopresoms, y
e. trozado EEG (electroencefalograma), plano durante varios minutos.
Con posterioridad en 1968 el Comité ad hoe de la Escuela de Medicina de Harvard
para examinar la definición de muerte del cerebro, con ocasión del estudio completo
de los "trasplantes de órganos", dejó de lado la caída de la presión sanguínea e
incorporó el rigorismo de otros criterios. En junio de 1977 se realizó en Santiago
de Chile un Taller sobre Muerte Cerebral, con ocasión de un Congreso de la Federación Mundial de Neurocirugía, y se precisaron nuevos y más refinados criterios
médicos. Hoy se considera como una de las técnicas definitivas la angiografía:
inyección de sustancia de contraste en la carótida y ulterior examen del cerebro por
rayos X. Si el cerebr·o está vivo se dibujan las ramificaciones de vasos cerebrales;
REFLEXION
ETIeA
y
PROBLEMAS
DE
LA
MUERTE
211
Establecer una equivaLencia entre muerte del cerebro y muerte de la
persona trae consecuencias éticas importantes. Una de ellas es ubicar netamente a la ética como tributaria de la ciencia .en la confirmación de la
muerte. Ello ya lo habia expresado Pio XII en 1957 al manifestar:
"Es competencia del médico el dar una determinación clara y precisa
de la 'muerte' y del 'momento de la muerte' de un paciente que muere
sin recobrar la conciencia. En tal caso, uno puede recurrir al concepto
ordinario de separación... del alma y del cuerpo; sin embargo, en
un nivel práctico, es necesario estar muy atentos a la relación entre
los términos 'cuerpo' y 'separación'... En cuanto a la declaración
de muerte, en ciertos casos, la respuesta no puede inducirse de principios religiosos y morales, y, consiguientemente, es un aspecto que
está fuera de la competencia de la Iglesia" (20).
Frente a una progresiva precisión del momento de la muerte que
entregará el avance cientifico-tecnológico, habrá una progresiva clarificación ética. No afirmamos que la Teologia Moral no sepa definir lo que
es la muerte y que nada pueda aportar al respecto. Ella tiene su concepto
y tiene una valoración de ese momento y de su significado. Decimos, sin
embargo. que la determinación del instante en que ocurre la muerte es
una precisión que compete a la medicina.
La limitación de la ética es perfectamente comprensible. En efecto,
el juicio éti1coconcreto y "coyuntural" no arranca ni de la sola enunciación de un principio general y abstracto ni de la exclusiva apreciación de
las circunstancias sino de la unión del principio con las circunstancias.
La conclusión s~logística que implica un juicio ético toma en consideración
tanto lo general, lo permanente, como lo particular v lo cambiante. Mencionamos así la difícil conexión entre la dimensión objetiva y la dimensión
subjetiva que encierra todo sistema ético y que será un elemento clave
para j1lstipreciar ,el comportamiento moral concreto de una persona.
Lo dicho se puede plantear en un ejemplo, por medio de una proposición silogística:
"Tal experimento no puede hacerse con el ser humano" (principio general) .
"Es así que en el caso concreto se trata de un ser humano" (apreciación
de hecho).
"Por tanto, en este caso no puede hacerse tal experimento" (conclusión) .
Imaginemos el caso concreto contrario, sin variar el principio: "es
asi que en este caso concreto no se trata de un ser humano (v.gr., estamos
ante un cadáver), la conclusión será, por tanto, que en este caso se puede
hacer tal experimento".
Vemos, de este modo, que es distinto el juicio sobre el principio (que
se mantiene como válido) y la apreciación sobre la situación de hecho,
que es algo cambiante: "¿en este caso concreto. estamos ante un s,er
humano o ante un cadáver?". La respuesta sólo podrá darla el juicio cien-
(20)
de lo contrario, la sustancia de contrate 'e detiene en la base del cerebro, porque no
hay riego sanguíneo cerebral. Varias an~ograHas sucesivas durante 15 minutos son
signo inequívoco de muerte.
Pío XII, A.A,S. n. 45, noviembre de 1957, pp. 1.027-1.033.
212
W ALDO
ROMO
P.
tífico que puede irse precrsando, y, por tanto, cambiando, gracias al mayor
acervo de conocimientos científico-tecnológicos.
Desde el punto de vista filosófico y étíco podrá decirse: "para que
se dé un ser humano, o permanezca como humano, es necesario que ese
ser tenga una cíerta unidad, que exista una dinámica de unicidad -¡no
de degeneraci'ón irreversible !-, que exista una "conspiración unitaria".
Ese será el aporte que estas disciplinas podrán hacer y .el que deberá exigirseles, siendo susceptible de lograr mejores afinamientos conceptuales.
Sin embargo, el juicio concreto ("aqui" y "ahora"), sobre la situación de
facto si estamos en pr,esencia o no de esa "conspiración unitaria", sólo
puede darlo un pronunciamrento de la ciencia experimental. Si en relación
a ese ser que está en la mesa de operaciones no hay actividad cerebral, no
hay latido cardiaco, no hay reflejos, hay EEG plano, etc., y sólo hay vida
celular, ¿es suficiente esto para hablar de unidad del ser humano? Pareciera que esa pura vida refleja o de actividad vegetativa no bastaría ... a
lo más podriamos decir que estamos ante células que se pueden mantener
en su cultivo en forma indefinida pero no fr,ente a un ser humano.
Podrá pensarse que este razonamiento se acerca peligrosamente a una
perspectiva de ética de situación. La respuesta será la siguiente: esta ética
yerra porque no acepta los principios y sólo atiende o sefiala como único
criterio moral la situación, los condicionamientos, las crrcunstancias, etc.
Aquí no hemos afirmado eso. Hemos expresado que el juicio ético arranca
de la unión mísma entre la valoración máxima del principio y la apreciación -supuesta la buena intención y la debida capacitación cíentíficade las circunstancias de hecho. El enfoque opuesto a aquella ética rechazada no es mejor: una ética ritualista en que se aplican "contra viento y
marea" los principios sin pasar por la apreciación de las circunstancias (21) .
Detengámonos, para terminar este punto, en una mayor profundizacíÚn del concepto basilar de muerte clíriÍca. Para ello citaremos "in extenso" la presentación de Giácomo perico, teólogo especializado en moral
médica que, al referirse a la problemática de los trasplantes humanos,
expresa:
"La muerte clínica quiere indicar aquel estado fisiopato1ógico,en
que, pese a haber desaparecidotoda actividad circulatoria, respiratoria
y nerviosa, no se puede decir todavía que el paciente está totalmente
muerto, ya que el organismo, puesto en condiciones particulares,
podría ser reactivado, mediante el restablecimiento de la circulación
y de la respiración a través de un inicial encauzamiento artificial
'reanimador'. Si, entretanto, se ha producido la destrucción o la degeneración masiva de los centros superiores, la intervenci.ónreanima(21)
Esta última consideración puede no ser convincente, especialmente en el ámbito
jurídico. Sin embargo, es claro qne nna culpabilidad de tipo legal no se identifica
con una transgresión ética. En efecto -máxime en estos casos límites-, la situación
cambiante de la ciencia o sn progresivo desarrollo hay que tomarla siempre en cuenta
para juzgar la responsabilidad ética del que actúa. Subjetivamente esta situación
puede influir y cabe llegar a la conclusión de que talo cual médico o personal paramédico no ha actuado mal desde un punto de vista moral. Podrá haber equivocación al
hacerse el diagnóstico de muerte inminente -y aun darse responsabilidad penal por
ese hecho-, pero para la ética no habrá necesariamente culpabilidad, ya que no
siempre lo objetivo y lo subjetivo van unidos en el juicio moral concreto.
REFLEXION ETIeA y PROBLEMAS DE LA MUERTE
213
dora ya no conseguirá nunca volver a traer al sujeto a la vida cerebral
y, por consiguiente, a la vida autónoma. Por esto, mientras haya
circulación y ventilación forzada, el sujeto podrá aparecer vivo biológicamente, pero, de hecho, no tendrá ya posibilidad de volver a ser
'hombre' en el sentido pleno. Será vida sólo aparente y mecánica, que
llegará a ser muerte total apenas se interrumpa el contacto con las
máquinas de la reanimación.
Es precisamente sobre este concepto de muerte clínica sobre el que la
moral dicta su valoración. Una vez que la ciencia, con todos sus
métodos más actualizados desde un punto de vista técnico, nos ha
confirmado que el sujeto no tiene ya ninguna posibilidad de volver
a la vida, podemos comportarnos con él como nos comportamos con
un cadáver, sobre el cual velan solamente normas de respeto y de
piedad, pero no normas de intocabilidad esencial. Una ulterior profundización científica podrá darnos también, a continuacLón, una definición de muerte más actualizada y más precisa, y menos expuesta
a peligros de error. Pero no se puede exigir del hombre que ponga
en crisis todos sus conocimientos, constituidos por sus certidumbres,
porque mañana serán más perfectos, sobre todo cuando se trata de
contextos de urgencia. Cada época se vale de las nociones de certidumbre que ha alcanzado para resolver sus problemas. También en
el pasado hemos resuelto nuestros problemas de urgencia con las nociones y las técnicas que entonces parecían ser las mejores. Hoy las
tenemos mejoradas y precisadas. Pero nadie intenta culpar a nadie
del pasado porque no ha esperado nuestra época para tener nociones
más perfectas. Es el límite humano el que nos acompaña a todas
partes ...
Frente a esta valoración moral de la muerte clínica irreversible, es
más fácil responder a la pregunta de si un sujeto, muerto clínicamente
de manera irreversible, sometido a reanimacLán, debe ser asistido
indefinidamente, o bien, llegado a cierto punto, se le puede dejar a
su destino de muerte biológica y total(22), separándolo de los instrumentos reanimadores para poder socorrer a otro paciente que, con los
mlsmos instrumentos, puede ser recuperado. La respuesta no puede
ser sino afirmativa: la persona, efectivamente, ya no está viva, por
lo que no se viola ningún precepto de vida ni se mata a nadie"(23l.
8.
Dejar morir con dignidad. La distinción
de los medios
El avance espectacular
cientifico-tecnológico
está planteando
una situación paradojal para la moral cristiana:
por una parte, se mantiene y
reitera la prohibición de la eutanasia;
por otra parte, se interroga hasta
cuándo se debe prolongar una vida -gracias
a los instrumentos
de reanimaciónque naturalmente
está llegando a su término. Esta situación
compleja ha planteado
problemas a la misma terminología
con que se
tratan estos temas.
Partiendo
de la etimología de la eutanasia
como "buena muerte",
"muerte dulce", la terminología clásica ha distinguido entre eutanasia positiva (activa) y eutanasia negativa (pasiva). A su vez esa eutanasia posi'tiva pudiera ser directa o indir,ecta. La reflexión clásica ha entendido por
eutanasia positiva la privación de la vida de un ser humano enfermo por
(22)
(23)
Notemos que PERlCO no habla de acción positiva, sino "dejar a su destino".
e., "Trasplantes humanos" en Diccionario .. " op. cit., p. 1142,
PEIUCO,
214
W ALDO
-
ROMO
P.
---~-~---~~~~~--
razones que se consideran de un valor superior. Esa privación se realiza en
forma directa sea por una acción cuyo efecto inmediato es "hacer morir"
o por la omisión de cuidados necesarios e imprescindibles para conservar
la vida (Ej.: no dar alimentos. Aqui la causa de la muerte es la privación
de eso imprescindible). Por su parte, estaremos en pr,esencia de una eutanasia positiva indirecta cuando se realiza una acción médilCa que tiende
a aliviar los dolores del enfermo aunque de ello pueda seguirse un acortamiento de su vida. Es el caso de la administración de la morfina, si bien
la causa de la muerte es propiamente la enfermedad y no el proporcionar
tal medicamento. Finalmente, la nomenclatura clásica ha entendido por
eutanasia negativa el acto de privar a un enfermo de aquellos medios que
podrian prolongar innecesariamente su vida.
La complejidad de estas distinciones, que el propio progreso cientifico
hace más dificil de precisar, ha l1evado a recientes documentos de la Santa
Sede a plantear el tema en forma más simpliflicada. Asi, la Declaratio de
Euthanasia de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe expresa:
"Nomine euthanasiae significatur actio vel omissio qua,e suapte natura vel
constlio mentis mortem affert, ut hoc modo omnis dolor removeatur. Euthanasia igitur in voluntatis proposito et in proc,edendi rationibus, quae adhibentur, continetur"(24). Como se ve, la eutanasia se sitúa a nivel de las
intenciones y de los métodos usados. En la eutanasia se busca matar, pero
por una razón particular: evitar el dolor. Esta situación es radicalmente
diferente a la eutanasia negativa o pasiva. Como la terminologia induce a
equivocos, hoy se prefiere hablar en esta última situación de "dejar morir
con dignidad".
¿Qué decir desde una perspectiva ética sobre este "dejar morir con
dignidad", proclamado por algunos como un verdadero derecho? Es necesario, en primer lugar, decir con claridad que el médico no está obligado a
combatir de una manera mecánica, automática y absoluta la muerte. Ello
no se opone a la afirmación que expresamos anteriormente, en el sentido de
que el médico está para servir la vida y no la muerte. Se trata de reconocer
que cualquier terapia debe encuadrarse en un contexto humano y por tanto
aquélla no puede convertirse en una lucha desesperada contra la muerte.
Tal vez detrás de esta actitud está una falta de comprensión de la muerte
como "cumplimiento" de la vida para asumir la Pascua de todo ser humano
mortal. Si no se tiene esta perspectiva, la muerte siempre se mirará como
un fracaso y la terapia fallida como una batalla perdida.
En segundo lugar, es necesario integrar en un "delicado equilibrio"
tres aspectos que están si1empre presentes en el quehacer médico:
a) Esforzarse por prolongar la vida del paciente. Ello está implicito
cuando un enfermo recurre al médico yes la adecuada comprensión de
que este profesional está al servicio de la vida.
b) El tratamiento médico debe procurar, a la vez, ali'Viar el dolor,
humanizando la existencia del enfermo, pero teniendo presente que el
sufrimiento es parte de ,esa misma existencia.
c) Proteger la libertad de decisión del enfermo, si le es posible manif,estar su opción. Con ello se le permite asumir responsablemente esa si'tuaciÓn-limite.
(24)
Sacra Congregatio pro Doctrina Fidei, Declaratio de Ellthanasia, Roma, 1980, p. 7.
REFLEXlON
ETleA
~~------
y
PROBLEMAS
----
DE
LA
_.~
MUERTE
_-----_._----------
215
..
Se trata que el comportamiento concreto del médico procure conciliar
estos tres elementos, sin sobrevalorar uno en desmedro de los otros. Estamos
conscientes que ello no siempre es fácil, pero el desequilibrio trae diversas
consecuencias. Si sólo se mira prolongar la vida del enfermo, se descontextualiza la vida de su entorno humano, queda reducida a pura biología,
olvidando la humanización del sufrimiento y atropellando la libertad de
elección del paciente. Si sólo se procura aliviar el dolor, abreviando la vida
y limitando la Ubertad del enfermo (ej. uso abusivo de anestesia), se quita
a éste la posibilidad de asumir su propia historia, especialmente en el
momento más decisivo. Si sólo se considerara la libertad de opción del
enfermo, ello afectaría al servicio a la vida a que está llamado el médico.
Del mismo modo, afectaría a la posibilidad de humanizar el dolor.
El delicado equilibrio entre estos tres objetivos encierra estas consecuencias:
a) La prolongación de la vida biológica tiene sentido con tal que ella
esté al servicio de una vida personal, es decir, consciente y libre y exenta
de dolores insoportables.
b) Es licito abr.eviar la existencia biológica si no está al servicio de
una vida personal. En tal caso será legítimo el empleo de determinadas
terapias, aunque ello implique acortar la vida. En esta situación -verdadero conflicto de valores- la "prolongación de la vida" cede ante "la
humanización del sufrimiento". Es la situación que la moral clásica llamaba eutanasia positiva indirecta.
c) Se puede renunciar a una intervención que podría prolongar la
vida del enfermo pero a costa de dejarlo gravemente disminuido, sea en su
dimensión intelectual, sea en su dimensión afectiva.
En la articulación de estos tres aspectos será frecuente encontrarse
con el problema de los medios, terapias, fármacos y procedimientos a usar.
La clasificación de ,ellos está a la base de la dístinción entre eutanasia
pura y simple y el "dejar morir con dignidad" (lo que hemos llamado
"eutanasia negativa o pasiva"). La respuesta habitual en una situación de
enfermedad ha sido ,emplear los medios ordin.arios, considerándolos obligatorios, no así los extraordinarios. La dificultad surge, sin embargo, al
intentar precisar lo que son aquellos medicamentos o tratamientos de una
u otra índole. Esta pr,ecisión se hace más ardua cuando el lenguaje médico
no siempre coincide con el lenguaje moral. En efecto, médicamente un
tratamiento ordinario puede ser aquel que habitualmente se emplea para
tratar talo cual enfermedad y obtener la recuperación del paciente; sin
embargo, desde un punto de vista moral ese tratamiento puede ser extraordinario y no obligatorio, por tanto, en conciencia. Por otra parte, la
vertiginosidad de los avances puede hacer que algo hasta ayer extraordinario, sea hoy ordinario.
Ante la dificultad de precísar, se han intentado otras expresiones. Así,
la bioética norteamericana habla de medios razonables y no razonables,
introduciendo con ello un criterio más personalista. El documento sobre
Eutanasia anteriormente aludido (cf. nota 24) habla de medios proporcionados y no proporcionados y expresa que un medio es proporcionado "en
r,elación con el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo que
comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el
resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condi-
216
W ALDO
ROMO
P.
ciones del enfermo y sus fuerzas fisicas y morales" (25) . El documento
concluye que siempre es licito contentarse con los medios normales que la
medicina puede ofrecer. Como se ve, la determinación y cualificación del
medio engloba diversas variables que hacen más complejo el juicio ético,
exigiendo una tarea de auténtico discernimiento.
Concluyamos haciendo nuestro el pronunciamiento ético que Paulo
VI emitió sobre la "reanimación": "En muchos casos, ¿no seria una tortura
inútil imponer la reanimación vegetativa en la última fase de una enfermedad incurable? El deber del médico consiste más bien en hacer lo posible
por calmar el dolor en vez de alargar el mayor tiempo posible, o con cualquier medio y en cualquier condición, una vida que ya no ,es del todo
humana y que se dirige naturalmente hacia su acabamiento" (26) .
Es precisamente esta perspectiva de "acabamiento", de Pascua teológica, de .encuentro entre la creatura y su Creador, lo que permite comprender por qué muchos cristianos -llegados a la inminencia de la muerte- no
piden abreviarla ni prolongarla artHicialmente, sino acogerla como entrada al encuentro definitivo.
(25)
( 26)
Sacra Congregatio ... op. cit., p. 11.
Carta del Cardenal VILLOT, Secretario de Estado, enviada en nombre del Papa al
Secretariado General de la Federación interna italiana de las asistencias médicas católicas, 3 de octubre de 1970.
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