Bibliografía_El derecho fundamental a no ser discriminado por

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Fernando: El derecho fundamental a no ser discriminado por razón de
sexo, Madrid: McGraw-Híll, J 995, 138 páginas.
REY MARTINEZ,
Es preciso saludar con honda satisfacción la aparición de esta nueva monografía en
la doctrina española por dos motivos fundamentales. En primer lugar, por el tema que anali­
za y, en segundo, por la forma en que se lleva a cabo, ya que no se limita a conceptos ya
conocidos entre nosotros sino que estudia figuras fuertemente arraigadas en otros ordena­
mientos y la manera de insertarlas en nuestro sistema legal. El análisis jurídico que el libro
realiza del derecho fundamental a no ser discriminado por razón de sexo se centra princi­
palmente en tres aspectos: revisión crítica de la jurisplUdencia del Te. en la materia, conte­
nido del artíCl1lo 14 de la C.E. y, significado de la prohibición de discriminación en nuestro
ordenamiento jurídico.
El autor parte de la existencia de un modelo cultural contrario a la igualdad de los
hombres y mujeres que afecta a todos los ámbitos de la vida social para señalar, a continua­
ción, que la prohibición de discriminación encuentra su sentido en acabar con esta situa­
ción. Como muy bien se indica, aunque se han producido transformaciones de la realidad
social, éstas no han sido suficientes para superar la situación de exclusión y discriminación
que han padecido las mujeres en la vida pública y privada a Jo largo de la historia. Por ello,
la finalidad última del alto 14 de nuestra Constitución es terminar con esta situación para lo
que constitucional iza, según el autor, el principio de igualdad como un derecho fundamen­
tal de contenido múltiple: por una parte, el clásico de igualdad en el contenido y en la apli­
cación de la ley, el novedoso de igualdad de oportunidades que se deduce de la relación del
art. 14 con el 9.2 y, por último, la prohibición de discriminación. Esta a su vez posee una
doble vertiente: subjetiva que supone la prohibición de discriminaciones directas e indirec­
tas, y objetiva que se manifiesta en un mandato de acciones positivas y la licitud de las dis­
criminaciones inversas, bajo ciertas condiciones.
En el capítulo primero el autor lleva a cabo un análisis crítico de la jurisprudencia
del Te. en materia de discriminación sexu<ll. Parte de la división, ya clásica en nuestra doc­
trina, que distingue entre las Sentencias del Tribunal Constitucional anteriores y posteriores
a la Sentencia de 128/1987, de 16 dejulio, rechazándola inmediatamente por no ofrecer un
criterio exegético de ordenación suficiente, proponiendo una distinción alternativa que cla­
sifica las Sentencias según pertenezcan a una jurisprudencia equiparadora o compensadora,
siguiendo el modelo de la doctrina y jurisprudencia alemana.
Así, las Sentencias del T.e. que anulan normativa que prohibía o limitaba a las
mujeres la realización de ciertos trabajos o actividades sí permitidas o exigidas a los varo­
nes, se deberían de encuadrar en la jurisprudencia equiparadora, que se fundamenta en la
prohibición constitucional de discriminaciones directas e indirectas. Por el contrario, las
denuncias de discriminaciones que, en el ámbito del trabajo y de la seguridad social, otor­
gaban a las mujeres ciertas ventajas o beneficios de cuyo goce estaban excluidos los varo­
nes en la misma situación, se tendrían que ubicar en la jurisprudencia compensadora, que
supone el reconocimiento explícito de las medidas de acción positiva e implícito de la dis­
criminación a la inversa.
El primer tipo de jurisprudencia no plantea problemas especiales. Su resultado ha
sido el de la igualación o parificación de la mujer en ámbitos concretos del Derecho del
Trabajo y de las Fuerzas Armadas. Las sentencias dictadas por el Te. que el autor sitúa en
este primer tipo son: las cláusulas de celibato de la reglamentación de trabajo de la Compa­
ñía Telefónica Nacional de España (711983, de 14 de febrero y posteriores); los efectos per­
judiciales derivados del embarazo para el acceso y permanencia en el trabajo de la mujer
(166/]988, de 26 de septiembre y 173/1994, de 7 de junio); la noción legal de cabeza de
familia (241/1988, de 19 de diciembre); las discriminaciones indirectas producidas por la
desigual valoración (adoptando como elemento decisivo el sexo) de trabajos equivalentes
desde el punto de vista de la naturaleza y condiciones de la prestación (145/1991, de I de
julio); la prohibición del acceso de la mujer a ciertas funciones tradicionalmente reservadas
en exclusiva al sexo masculino (216/1991, de 14 de noviembre y 22911992, de 14 de
diciembre).
Más problemas plantea la jurisprudencia de compensación al exigir la identificación
de los criterios que permitan distinguir las medidas paternalistas de aquellas de acción posi­
tiva o compensadoras de la subordinación histórica de la mujer. Superada la primera fase
que se puede definir como de aproximación indiferente al sexo, cuya expresión máxima son
las Sentencias 8111982, de [5 de enero y 103/1983, de 22 de diciembre, la etapa posterior,
que es en la que actualmente nos encontramos, se inauguró con la Sentencia 128/1987, de
16 de julio.
La importancia de la Sentencia radica en la doctrina innovadora que aplica a la hora
de analizar el supuesto de hecho: medidas especiales favorecedoras para el colecti vo de tra­
bajadoras con hijos pequeños a su cargo. El Tribunal va a partir de la situación histórica de
discriminación que ha existido contra la mujer, para pasar después a distinguir entre las
medidas protecloras que la perpetúan y aquellas que la remedian o compensan. Para ello
establece que no toda desigualdad de tralo que favorezca a un grupo por razón de sexo vul­
nera el arto 14 de la Constitución, siempre que sean medidas dirigidas a favorecer el acceso
o promoción de grupos desfavorecidos y busquen la eliminación de la situación de discrimi­
nación existente. Este tipo de medidas compensadoras las conecta con el art. 9.2 de la
Constitución, estableciendo que no existirá violación del principio de igualdad cuando se
otorguen tratos diferentes a situaciones distintas, de acuerdo a criterios razonables.
Sin embargo, cree el autor que la aplicación dada a su doctrina no es la más adecua­
da tanto en el tema de la normativa falsamente protectora como en el de acción positiva
dada la confusión y contradicción en la que ha incurrido. Parte de las Sentencias que
correctamente anulan normas que impedían la igualdad de oportunidades de las trabajado­
ras: 207/1987, de 22 de diciembre; 142/1990, de 20 de septiembre; 15811990, de 18 de
octubre y 58/1991, de 14 de marzo para señalar posleriormente las Sentencias que, según su
opinión, son merecedoras de crítica por la solución ofrecida: 28/1992, de 9 de marzo por no
declarar nula una nonna que establecía una protección discriminatoria a pesar de seguir la
12811987 y la 3/1993. de 14 de enero por ampliar el beneficio impugnado a los varones,
cosa que el T.e. no debía haber hecho tanto por carecer de competencia para ello como por
coherencia lógica, ya que si la medida discrimina a las mujeres también lo hace a los hom­
bres.
No obstante, el autor aprecia que en las dos últimas Sentencias, la 315/1994, de 28
de noviembre y 317/1994, de 28 de noviembre, la situación se clarifICa un poco al rechazar
en la primera la equiparación por arriba del beneficio y señalar los límites que diferencian
la acción positiva de la medida protectora en la segunda: que la medida no sea contraria al
principio de igualdad de trato, es decir, que no tenga el dedo de anular o alterar la igualdad
de oportunidades o de trato en el empleo y que no haya perdido su razón de ser, esto es, que
no perpetúe estereotipos o patrones culturales y superados.
Pero es a la hora de analizar la interpretación que el T.e. ha dado a las medidas de
acción positiva donde el autor más crítico se muestra ya que, según él, la única Sentencia
que ha mantenido una regulación favorable en la adopción de acciones positivas ha sido la
12811987 porque el resto se limitan a declarar como medidas de acción positivas normati­
vas falsamente protectoras del trabajo femenino.
Así, la Sentencia 19/1989, de 31 de enero concibe las acciones positivas, por un
lado, como meras medidas dirigidas a remover los obstáculos que impiden la igualdad real
y efectiva entre los grupos, sin captar su aspeclos de promoción de condiciones para que [a
igualdad y libertad sean reales y efectivas y, por otro, por su alusión explícita al carácter
transitorio de la medida para admitir su legitimidad. Pero serán las Sentencias 68/1991, de 8
de abril y [09/1993, de 25 de marzo, doctrina que se reiterará en la 187/1993 de 14 de julio,
en las cuales, según el autor, el Tribunal incurren en mayor confusión al declarar como
medidas de acción positiva normativa falsamente protectora o patemalista. En la primera
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Sentencia al no declarar anticonstitucional una nonnativa de la ciudad de Pamplona que
reconocía especiales derechos, a la hora de reclamar una pensión, a las hijas de los funcio­
narios "sea cual sea su edad hasta que contraigan matrimonio o profesen en religión" y en
la segunda al declarar como único sujeto activo del permiso de lactancia a la mujer (aunque
hay que indicar que la ley fue cambiada antes de la Sentencia para ampliar su disfrute al
varón).
El autor finaliza el capítulo señalando que la evolución de la doctrina constitucional
en el tema que nos ocupa ha sido positiva por Sll rechazo vigoroso de los estereotipos sobre
la condición femenina y la conceptualización del colectivo femenino como grupo social
todavía en desventaja al masculino. Sin embargo. cree que las contradicciones y dudas
mayores se presentan en el tema de acción positiva ya que no sigue un criterio exegético
globalizador. Aplica la doctrina de la 128/1987 a toda la normativa que se presenta como
acción positiva, siguiendo el argumento de la compensación, que es muy discutible. y reco­
nociéndoles una vigencia temporal muy limitada, orientada más que a la promoción de la
mujer a la compatibilidad entre su trabajo extradoméstico y sus actividades domésticas y
familiares.
El segundo capítulo aborda el tema de la igualdad, diferencia y discriminación.
Empieza con el principio de igualdad y la distinción de DWORKiN entre concepto de igual­
dad y concepciones históricas de la igualdad. Es especialmente imp011ante esta clasifica­
ción porque le permitirá rechazar tanto la reducción de este principio a un mero juicio de
razonabilidad como la postura que establece una diferencia radical entre el principio de
igualdad y la prohibición de discriminación, que es la predominante hoy en día sobre todo
en el Derecho Laboral.
El concepto de igualdad es el enunciado por ARIsToTELES en su canon de tratar igual
a lo igual y desigual a lo desigual. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ni en la natura­
leza ni en la sociedad existe lo igual sino lo diverso, 10 que supone tener que realizar un jui­
cio de valor cuyo resultado dependerá de la elección de las propiedades o rasgos considera­
dos relevantes. La función del concepto de igualdad es crear un campo de argumentación
con ciertas exigencias puesto que el esquema igual/desigual no ofrece respuesta a los pro­
blemas que se plantean. Por eso el contenido fundamental de la cláusula de igualdad consti­
tucional es delimitar qué desigualdades son tolerables y bajo qué circunstancias.
La concepción que nuestra Constitución recoge de igualdad es la del Estado Social y
Democrático de Derecho que abarca tres dimensiones, la de libertad, la de democracia y la
social, estrechamente ligadas entre sí como así se puede comprobar ante la prohibición de
discliminación, ya que ésta no sólo plantea un problema de igualdad violada sino también
de libertad lesionada. Estas tres dimensiones se funden en 10 que TRIBE ha denominado
principio de antisubyugación que parte de la igual dignidad social de todos los ciudadanos
lo que supone que el Derecho no pueda tratar a algunos miembros de la comunidad como
ciudadanos de segunda clase. Así, el objetivo central del principio de igualdad es garantizar
una medida completa de dignidad humana para todos.
El artículo 14 es el producto de esas concepciones de la igualdad que se han venido
sucediendo a lo largo del tiempo. En la liberal-individualista tiene su origen el concepto ya
clásico de igualdad en la aplicación del Derecho. De su crisis surge la igualdad en el conte­
nido de la norma y el de igualdad de oportunidades, este último a partir de la II Guerra
Mundial. Por 10 que se refiere a la igualdad en el contenido de la norma, el autor se va a
centrar en el problema principal que dicho principio plantea: qué criterio es la que el juez
ha de utilizar para valorar la obra del legislador, ofreciendo dos soluciones: la de ALEXY
que intenta mitigar la idea de polítización de la justicia con dos argumentos: que el princi­
pio general de igualdad es {ex generalis respecto a las normas especiales de igualdad y que
dicho principio deja un amplio margen de configuración al legislador lo que supone que la
competencia del T.e. para fijar límites a la Ley por el juicio de igualdad está también sujeta
a límites.
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La segunda solución es el del Derecho Norteamericano que distingue entre la doctri­
na de la clasificación razonable y la de la clasificación sospechosa. La primera se relaciona
con el contenido de la ley y establece, en primer lugar, que aquellos que estén similarmente
silUados sean similarmente tratados. En segundo Jugar define como clasificación razonable
la que incluye a todas las personas similaJmente situadas respecto al propósito de la ley.
Dependiendo de ese propósito se pueden establecer hasta cinco clases de relaciones.
En cambio, la doctrina de la clasificación sospechosa se aplica en situaciones en las
que se haya tenido en cuenta determinados factores, expresamente prohibidos por el legisla­
dor, que no pueden dar nunca lugar a una clasificación constitucionalmente válida, incluso
aunque fuera razonable. Como consecuencia de ello, los Tribunales deberán examinarlas
con un juicio más estricto, distinguiéndose hasta tres tipos: ratiollai relationalship test que
se aplica a las regulaciones socieconómicas y que exige tan sólo una relación de racionali­
dad entre los medios y los fines perseguidos por la norma, fijando que toda legislación debe
tener un objetivo público legítimo; el slriet serutiny test que exige que la clasificación
empleada responda a un fin primordial y que además sea necesaria para promover dicho
interés. Este test se aplica a las clasificaciones raciales o étnicas; y, por último, el interme­
diate test, aplicado a las clasificaciones sexuales, que deberán responder a un interés impor­
tante del gobierno, exigiendo una relación substancial entre fines y medios teniendo siem­
pre en cuenta la perspectiva del grupo beneficiado por dichas medidas.
Respecto al principio de igualdad de oportunidades o igualdad de hecho, éste se
deduce de la relación del alto 14 de la C.E. con el 9.2 y legítima un Derecho desigual, una
desviación de la igualdad de trato. Este plincipio queda configurado como un derecho sub­
jetivo a un trato desigual que sirva para la creación de una igualdad de Jacto, tanto por su
estrecha relación el principio del Estado Social de nivelación de condiciones de vida como
por el principio de igual dignidad cívica de todos los ciudadanos, derivado del principio de
antisubyugación.
Con la implantación del Estado Social y Democrático de Derecho se incorpora al
principio de igualdad la prohibición de discriminación por ciertas causas, entre ellas el
sexo. Como principio tiene un significado amplio, equivalente a toda infracción de la igual­
dad, y otro estricto, relativo a la violación de la igualdad cuando concurren algunos de los
criterios de diferenciación prohibidos por el art. 14. Sin embargo, de este último no se
puede deducir una prohibición de las acciones positivas al estar éstas ordenadas directa­
mente por la Constitución ya que se establece en el art. 14 que en ningún caso debe "preva­
lecer discriminación alguna" y esto exige, en positivo, que se adopten este tipo de medidas
para la consecución de la igualdad real entre los sexos.
Para el autor, no existen dos principios contrapuestos, el de igualdad y el de no dis­
criminación, sino sólo uno, el de igualdad, que operara de diferente manera en función de
cuál sea el factor de diferenciación. Como igualdad en el contenido de la ley, ésta se trans­
forma, ante factores como la raza o el sexo, en prohibición de discriminación y con criterios
distintos exige simplemente la razonabilidad de la diferencia de trato. Como igualdad de
Jacto el principio antidiscriminatorio introduce un plus de protección que obliga a la adop­
ción de acciones positivas.
El capítulo tercero estudia el significado concreto del derecho fundamental a no ser
discriminado por razón de sexo, abordando, en primer lugar, la distinción entre su vertiente
subjetiva que comprende dos reglas o derechos subjetivos fundamentales: la prohibición de
discriminaciones directas y las indirectas y la objetiva, que supone un principio, el de las
acciones positivas, incluida la discriminación inversa.
A continuación, analiza brevemente qué sujetos pasivos comprende este principio
para señalar su vigencia en las relaciones entre privados. Su efecto es inmediato pero no
absoluto lo que significa que será el juez quien deberá ponderar entre este principio y la
autonomía privada, teniendo como criterios orientativos la repercusión social de la discri­
minación, la posición dominante de la entidad discriminadora y la posible afectación al
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núcleo esencial de la dignidad o integridad moral de la persona discriminada. A las entida­
des titulares de un poder social o a particulares que exploten servicios de interés público se
impone, y se exige, un deber de trato igual.
Por 10 que se refiere al contenido de este derecho fundamental, estudia exclusiva­
mente la discriminación directa dado que, hasta el presente, la indirecta es sólo una crea­
ción jurisprudencial. Se centra principalmente en tres cuestiones: la diferencia entre esta
clase de discriminación y la acción positiva, incluida la discriminación inversa; las diferen­
cias de trato por raZÓn de una exigencia de apariencia física determinada o por razón de
actividades profesionales excluidas para las mujeres y, por último, la normativa protectora
del embarazo y maternidad.
Centrándonos en la primera cuestión, la acción positi va no constituye discriminación
directa porque, a diferencia de ésta, la primera supone un trato diferente pero no peljudicial
para los hombres. Mayores problemas plantea la discriminación inversa porque ésta sí pro­
voca un perjuicio en la esfera individual de los varones afectados por la medida. Sin embar­
go, ésta no constituye en puridad discriminación directa ya que supone una ventaja para
toda la sociedad, incluidos los varones concretos que puedan sufrirla aunque su legitimidad
constitucional está sometida a condiciones muy estrictas fuera de las cuales se convierte en
una auténtica discriminación directa. La posibilidad de existencia se debe a ese plus COITec­
tor de la desigualdad que aporta la dimensión objetiva de este derecho fundamental.
Las diferencias de trato por razón de una exigencia de apariencia física determinada
se permiten si la presencia física tiene, en ciertas actividades laborales, una importancia
decisiva para justificar una diferencia de trato por razón de sexo. En cuanto a las activida­
des excluidas para las mujeres es necesario referirse a la normativa comunitaria. La Directi­
va 76/207 las aprueba para trabajos en los que el sexo sean una condición detenninante de
la actividad profesional, en razón de la naturaleza o de las condiciones de ejercicio. El T.e.
ha admitido las diferencias en las condiciones de acceso al empleo y trabajo basadas en el
orden biológico natural para las que el sexo pueda ser relevante. Dada la ausencia de regu­
lación normativa espedfica, los criterios orientativos deberán de ser los contenidos en la
jurisprudencia comunitaria y norteamericana.
Por lo que se refiere al embarazo y matemidad, la discriminación que pueda sufrir
una mujer por estas causas se considera directa. Sin embargo, y al mismo tiempo, es la
única normativa protectora de la mujer que actualmente se admite como válida, sin olvidar
la distinción entre la protección estricta de la maternidad, cuya destinataria sólo puede ser la
trabajadora, y la protección para el cuidado y crianza de los hijos cuyo destinatario son
indistintamente cualquiera de los dos progenitores.
El último capítulo del libro se examina la problemática de las acciones positivas y
discriminación a la inversa. El autor parte de la noción de acciones positivas como medidas
de impulso y promoción que tienen por objetivo establecer la igualdad entre los hombres y
las mujeres mediante la eliminación de las desigualdades de hecho. Se vinculan tanto a la
vertiente objetiva del art. )4 como el arto 9.2 de la Constitución, constituyendo un principio,
el de las acciones positivas para el logro de la igualdad de oportunidades, y no una regla. Su
adopción es obligatoria al estar directamente contempladas por la Constitución y por ello no
dependen ni de medios financieros ni de deberes partidistas.
Por discriminación inversa se entiende una reserva rígida de un mínimo garantizado
de plazas que asignan un número o porcentaje o que atribuyen puntos o cualificaciones
especiales para los grupos a los que se quiere favorecer. Es una variedad de acción positiva
cuya expresión más conocida son las cuotas y los tratamientos preferentes. Aunque siendo
una clase de acción positiva el autor cree conveniente distinguirla de ésta y así establece
que mientras que las acciones positivas son deberes, la discriminación es una técnica posi­
ble o permitida al legislador bajo estrictas condiciones; se podrá recurrir a ella, pero como
remedio último ante la imposibilidad de conseguir la igualdad en un sector social determi­
nado y en un tiempo razonable, y de ahí su carácter transitorio y la necesidad de que se
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establezcan por ley. Los límites impuestos para su adopción han sido fijados por el T.e. en
la Sentencia 269/1994, de 3 de octubre que delimita la cuota como una medida equiparado­
ra de situaciones sociales de desventaja sin estimar que exista violación del principio del
mérito y la capacidad ya que el factor que se tiene en cuenta, en este caso la minusvalía, no
se ha valorado como mérito del sujeto. Aunque no ha habido más Sentencias en esta mate­
ria, el autor considera que el Tribunal debería de mostrar también una actitud favorable para
las mujeres dada su situación actual de desigualdad real y efectiva en el ámbito laboral.
A parte de la discriminación inversa, el autor señala la existencia de otros dos gran­
des tipos de acción positiva: las medidas que tiendan a integrar y remediar cualquier otro
aspecto discJiminatorio que caracterice la presencia o ausencia femenina del mercado de
trabajo y las que favorezcan el equilibrio entre responsabilidades familiares y profesionales
y una mejor distribución entre los dos sexos.
Para terminar con el capítulo y libro REY MARTINEZ expone los principales argumen­
tos en contra de las acciones positivas enumerados por la doctrina norteameJicana, y que
rechaza recurriendo tanto a autores norteamericanos como alemanes. La primera crítica se
centra en describir las acciones positivas como instrumentos de un derecho desigual que
violan el principio de igualdad de derechos. Citando a MAIDOWSKI, ROSENFELD y DWORKIN
el autor considera que este argumento es contrario al principio de igualdad del Estado
Social del arto 14 y que la identidad de trato jurídico puede actuar más como un instrumento
de conservación del status qua de las mujeres que como un punto de partida para un futuro
más igualitario; frente a los autores que describen las acciones positivas como medidas
underinclusive (no todas las víctimas actuales de la discriminación son mujeres) y overin­
clusive (no todas las mujeres son víctimas de la discriminación) se alega la posibilidad de
que se extiendan a otros grupos socialmente discriminados, que las acciones positivas se
justifican ante desigualdades concretas y no genéricas, que la discriminación sufrida por las
mujeres les afecta por su pertenencia al colectivo femenino y que la consideración de las
mujeres como un grupo no se debería distinguir de la justificación de un derecho desigual
en favor de otros grupos dignos de tutela que hace nuestra Constitución.
El tercer argumento contrario es el que rechaza este clase de medidas por violar el
principio del mérito y la capacidad. Sin embargo, este principio no tiene carácter absoluto,
10 que significa que puede ceder ante otros valores constitucionales, como el principio de
igualdad de oportunidades y, además, las acciones positivas sólo beneficiarán a las mujeres
que estén similarmente situadas a los hombres; otras objeciones se basan en la crítica liberal
clásica que las considera ineficaces y contraproducentes para el logro de la igualdad, a parte
de reforzar la ideología de la desigualdad y acentuar el paternal¡smo. Freme a estas ideas,
las acciones positivas se pueden considerar como una modesta compensación por los siglos
de subordinación sufridos; otro motivo de crítica es el de su impacto perjudicial respecto a
inocentes víctimas masculinas. Este efecto negativo sólo lo podrían llegar a producir las
discriminaciones inversas, y el autor se remite a su distinción de la discriminación directa y
a que la igualdad de trato puede ceder ante otros bienes jurídicos esenciales, como pueda
ser la igualdad fáctica de las mujeres.
Otro sector rechaza la acción positiva por el peligro de que se produzca una aja
expansiva de cuotas en favor de otros grupos sociales que se encuentren en una situación
comparable a la de las mujeres lo que les perjudicará por la prioridad que se da al colectivo
femenino y por el número limitado de posiciones a distribuir. Sin embargo, en este caso se
está privilegiando a un grupo que se encuentra en una situación social de minoría pero que
a la vez constituye la mayoría de la población. Otra objeción específica del ordenamiento
estadounidense es la Teoría del Proceso Público, según la cual sólo las minorías tienen
derecho a ser favorecidas por este tipo de medidas y no las mujeres ya que éstas no son una
"minoría aislada y sin voz" a 10 que contesta que a pesar del mayor contacto ex istente entre
los hombres y mujeres, el colectivo femenino ha soportado y asimilado posiciones de domi­
nación y subordinación producidas por un poder político dominado por los varones y en el
cual no han participado.
El
1iI1IIIID-----------------­
Las dos últimas clíticas se centran en negar, en primer lugar, que exista una mayor
necesidad de acciones positivas para las minorías que para las mujeres ya que éstas benefi­
cian también a los hombres al liberarles de los antiguos roles que les impedían un papel
activo en la vida familiar y, en segundo lugar, el rechazo de la idea de la compensación por
discriminaciones históricas como fundamento de las acciones positivas por los problemas
que crean, sobre todo de cara a las personas inocentes y a la cuantificación de la discrimina­
ción necesaria para establecer una medida de este tipo. Es mejor que sus objetivos sean la
eliminación de la tensión social, el incremento de la diversidad y la compensación de inte­
reses contradictorios actuales, dentro de un período de transición limitado en el tiempo.
El autor finaliza su exposición mostrándose abiertamente partidario de la adopción
de medidas de acción positiva como expresión de la vertiente objetiva del derecho funda­
mental a no ser discriminado por razón de sexo, citando él dos teóricos: DWüRKIN y su idea
de que las poi íticas que favorecen a las mujeres y perjudican a los hombres mejoran la
situación de toda la comunidad, y STUART MILL y su tesis de la igualdad perfecta sin privi­
legio ni poder para un sexo ni incapacidad alguna para el sexo.
A modo de conclusión, se puede afirmar la importancia dellíbro para todo aquél que
quiera acercarse a la materia objeto de estudio en la monografía recensionada, sobre todo
por el enfoque novedoso que da a algunas de las figuras que analiza, de donde sobresalen
con luz propia la acción positiva y la discriminación inversa.
EUSA SIERRA HERNAIZ
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