la comunidad eclesial, sacramento de liberación

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ALOISIO LORSCHEIDER
LA COMUNIDAD ECLESIAL, SACRAMENTO DE
LIBERACIÓN
Don Aloisio es obispo desde hace 25 años y ha desempeñado numerosos ministerios
eclesiales de naturaleza supralocal. En 1971 fue nombrado presidente de la
Conferencia episcopal brasileña y en 1975 del CELAM. A pesar de sus altos cargos, es
un obispo cercano al pueblo, especialmente a los más pobres, de quienes reconoce
haber recibido fuerza evangelizadora con la que alimentar su teología. Don Aloisio
escribió el texto que aquí condensamos para un encuentro de delegados de "Caritas" en
la República Dominicana en septiembre de 1986. Se trata de un intento de anclar la
pastoral social en una eclesiología fidedigna y acorde con los signos de los tiempos.
Die kirchliche Germeinde, Sakrament der Befreiung, Orientierung, 51 (1987) 110-112
Esencia y misión de la iglesia
La iglesia es comunidad "peregrina" en la historia de los hombres. La plenitud de la
vida en Cristo sobre la cual se va edificando históricamente alcanza a todo tipo de
personas, en diversas medidas.
Es "sacramento" en el sentido del signo, señal, realidad que apunta y revela otra
realidad, invisible y oculta. Por ello es también "misterio".
Como sacramento, la iglesia es un signo eficaz de la gracia: actúa, produce, realiza, hace
efectiva la salvación, la liberación del hombre respecto a sus cadenas. Lo que retiene al
hombre encadenado es, desde la perspectiva de la fe, el "pecado". "El salario del pecado
es la muerte" (Rm 6, 23); por el contrario, "el don de Dios es la vida eterna en nuestro
Señor Jesucristo" (ibid).
Perspectivas diversas sobre la iglesia
La iglesia es "misterio" y también "institución". En cuanto misterio la iglesia es una
realidad penetrada por la presencia de Dios y, por ello, capaz de realizarse en
perspectivas siempre nuevas y más profundas. Como institución fue fundada por Cristo
sobre Pedro y el resto de los apóstoles, y enviada a predicar, bautizar y enseñar el
mensaje de Cristo (Mt 28, 19-20). La armonía entre estos dos aspectos, que contienen
en sí otras tensiones bipolares, se ha realizado a lo largo de la historia de diferentes
formas: existen diversos modelos de iglesia, según se acentúe el aspecto mistérico o
institucional de la misma, el carisma o el poder, lo divino o lo humano, el ya o el
todavía-no. A continuación presentaremos dos modelos de iglesia, destacando en cada
uno de ellos los rasgos correspondientes a tres dimensiones de la vida eclesial: a)
comunidad y participación; b) inserción en el mundo; c) misión.
ALOISIO LORSCHEIDER
Tres dimensiones de la iglesia
1. Comunidad y participación
Desde esta perspectiva se dan dos modelos de iglesia. El primero está orientado en
forma jerárquica, piramidal; funciona de arriba abajo, es clerical, se apoya en la
autoridad jerárquica como sede del poder sacramental. El Código de Derecho Canónico
de 1917 es expresión patente de este primer modelo, que aún continúa ejerciendo su
influencia, si bien ya algo debilitada, en el de 1981.
El segundo modelo, en cambio, es más carismático, popular, dirigido de abajo arriba; en
vez del poder del clero, subraya la fuerza de la comunidad, la esencial igualdad de todos
los miembros del pueblo de Dios. La separación entre clero, órdenes religiosas y laicos
tiende a difuminarse, apareciendo en su lugar estructuras configuradas según el
principio de igualdad, fo rmas muy variadas de participación del pueblo en la
responsabilidad eclesial. Las comunidades eclesiales de base se autocomprenden como
nuevo sujeto histórico que se va imponiendo en la sociedad y en la iglesia. La presencia
del obispo y los sacerdotes no se experimenta como imposición, sino como ministerio
especial al servicio de la comunidad en su tarea de discernir la voluntad de Dios en la
historia.
Este segundo modelo es testimonio de una encarnación objetiva de la fe en los estratos
populares, fe caracterizada más por el símbolo que por el concepto, por la narración
concreta que por la argumentación abstracta. Frente al modelo monárquico,
aristocrático, centralista, éste es más democrático, popular, pluralista y participativo.
2. Inserción en el mundo
Desde esta perspectiva encontramos la contraposición entre el modelo tradicional de
iglesia como "sociedad perfecta" y el modelo socio-crítico de una iglesia que es
"fermento evangélico".
El primero se autocomprende como sociedad completa y cerrada en sí misma,
contrapuesta a otras sociedades, al Estado. Es la iglesia de las nunciaturas, las
secretarías de Estado, las delegaciones apostólicas, el Sacro Imperio Romano, las
regalías y los privilegios: la iglesia visible por la que tanto luchó Bellarmino frente a
toda evaporación espiritualista de la institución. Es la iglesia de "cristiandad" que, en
concurrencia con el Estado, busca conquistar su "puesto al sol", influir en todos los
planos de la vida civil; y para ello firma concordatos, mantiene relaciones diplomáticas,
etc... Hoy día captamos con mayor claridad las ambigüedades de este modelo de iglesia.
¿Se debe mantener todo este aparato diplomático, que tan claramente deja traslucir el
aspecto demasiado humano de la iglesia? ¿Podemos seguir defendiendo hoy la iglesia
como "sociedad perfecta"?
Si pasamos al otro modelo, nos encontramos con una iglesia vivida como fermento
profético en medio de la sociedad. Partiendo del evangelio (aspecto profético), esta
iglesia realiza en la sociedad (aspecto social) una función de diferenciación (aspecto
crítico) que subvierte radicalmente todo lo que en el mundo se contrapone al plan de la
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creación y la salvación divinas. Así, "lo que el alma es para el cuerpo, son los cristianos
para el mundo" (Carta a Diogneto).
3. La misión de la iglesia
De acuerdo con esta dimensión se nos presenta, por un lado, la iglesia como "misterio
de salvación" y, por otro, la iglesia como "misterio jerárquico de salvación". Misterio
significa aquí fuerza oculta que actúa eficazmente. La iglesia es, de acuerdo con ello, un
elemento vivificador, vida renovadora que se expande cada vez más, apuntando como
meta a la total realización del reino de Dios entre los hombres. Ella es signo, principio,
semilla e instrumento de ese reino de Dios. La vida divina presente y activa en el mundo
es agape, caritas, amor de las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu, comunidad
trinitaria que es modelo de la humana. El reino de Dios se realiza allí donde la gracia
divina actúa y su amor vence al pecado ayudando al hombre a crecer en la gran
comunidad eclesial, en la vida que se nos ha ofrecido en Jesucristo. Pero dios puede
también actuar fuera del ámbito estricto de la iglesia visible (LG 8), en el corazón de
todos los hombres (Puebla, 226-228).
El modelo de iglesia como institución jerárquica de salvación, en cambio, acentúa lo
inmutable, lo estático, el poder de la jerarquía, lo permanente, el pasado. La salvación
parece planear sobre la vida de los hombres como respuesta caída del cielo y custodiada
por la institución visible de la iglesia, que insiste en la rectitud doctrinal (magisterio), en
la conservación de las formas litúrgicas tradicionales, la piedad sacramental y la
pastoral individualista, en vez de apoyar al compromiso político a gran escala.
Aquí se plantea el gran problema de "tradición y revelación". ¿Transmite la iglesia una
tradición viva? ¿En qué consiste precisamente esta tradición? Según los documentos del
magisterio, la revelación objetiva concluyó con la muerte del último apóstol (Ds 3070,
3020, 3421). Con ello no se pone en cuestión la iglesia como institución ni se la relega a
un puesto secundario; al contrario, la actualización de los hechos salvíficos realizados
en y por Jesucristo es tarea permanente de la iglesia institucional, que actúa por la
fuerza del Espíritu, en unión con el Resucitado, bajo la dirección de sus pastores,
mediante el anuncio de la Palabra, la celebración sacramental y la acción liberadora
enraizada en el amor. Esta institución comprende no sólo la jerarquía, sino que la
constituye todo el pueblo de Dios estructurado jerárquicamente; no es sólo poder, sino
también carisma. La iglesia es un acontecimiento siempre nuevo del Espíritu Santo en la
historia de los hombres, que vive esperando con paciencia (Rm 12, 12) la consumación
de todas las cosas en Dios (l Co 15, 28).
La iglesia que queremos
Tras esta presentación de modelos e imágenes de iglesia nos preguntamos: ¿qué iglesia
queremos? Ya en Puebla (n.º 1302-1305) obtuvimos una respuesta, que ahora se
profundiza a través de la viva acción del Espíritu Santo en las iglesias del este de
nuestro continente. Soñamos con una iglesia que escucha y realiza efectivamente la
palabra de Dios y la kénosis salvadora de Jesucristo (Flp 2, 5-9), que testifica, anuncia y
celebra la vida de Dios encarnada para la transformación del mundo, de modo que los
corazones y las estructuras se conviertan, y se realice el compromiso de todos los
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cristianos en una acción transformadora del mundo que sea anuncio, anticipación y
sacramento del definitivo reino de Dios: sacramento de participación en el Espíritu del
siervo de Yahvé, sacramento de liberación en fidelidad total a Cristo y a los hombres en
el Espíritu. Sólo así será sacramento universal de salvación (LG 48, GS 45).
"¿Eres tú el que había de venir, o hemos de esperar a otro?". Jesús responde: "Id y
contad a Juan lo que veis y oís: los ciegos ven, los cojos andan..." (Mt 11, 3-6). Como
Jesús, también la iglesia ha de realizar signos que den credibilidad a su misión. "A los
que creen se les dará poder de expulsar demonios, hablar lenguas nuevas, curar
enfermos..." (Mc 16, 17-18). "En eso reconocerán que sois mis discípulos: en que os
amáis unos a otros" (Jn 13,35).
En nuestro mundo actual, el amor es el signo por excelencia, la justificación teológica
más importante de la institución "Caritas". Se trata de un amor liberador, que se
desprende de sí y de su poder, sin reservas y sin pactos con el poder civil. La base social
de la iglesia ya no es la alianza con los poderes establecidos, sino la inserción en el
pueblo llano. Esta traslación del lugar social, que se expresa en la opción preferencial
por los pobres y la solidaria comunidad de bienes, es el gran signo profético que vuelve
a insertar la profecía en la institución, como en los primeros tiempo del cristianismo
(Hch 2,44).
A modo de conclusión expondré una doble proyección de esta eclesiología a la pastoral
social: a) proyección intraeclesial: "entre ellos no había ninguno que pasara necesidad"
(Hch 4, 34); y b) proyección extraeclesial: "el compromiso activo por la justicia y la
colaboración en la transformación del mundo son dimensión constitutiva del anuncio
del evangelio, de la misión de la iglesia en vistas a la salvación de la humanidad"
(Sínodo episcopal de 1971, introducción al documento "Justicia en el mundo"). "El
servicio a la paz y la justicia es una tarea esencial de la iglesia" (Puebla, 1304). "La
evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta que el evangelio y la vida
concreta, personal y social, del hombre se implican mutuamente" (Evangelii nuntiandi,
29).
Tradujo y condensó: M.ª JOSE TORRES
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