SENTENCIA DERECHOS HUMANOS

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VISTOS, para dictar SENTENCIA DEFINITIVA, en los autos del JUICIO
EJECUTIVO MERCANTIL, expediente número 224/2011, promovido por REYES
MARTINEZ ALFREDO en contra de BERTHA ALVAREZ ARCINIEGA; y,
RESULTANDOS
1. Mediante escrito presentado el once de febrero del año dos mil once, ante la Oficialía
de Partes Común Civil y Familiar de este Tribunal Superior de Justicia, por ALFREDO
REYES MARTINEZ, demandó en la VIA EJECUTIVA MERCANTIL de BERTHA
ALVAREZ ARCINIEGA, el cumplimiento de las siguientes prestaciones: “a) El pago
de la cantidad de $2,000,000.00 (DOS MILLONES DE PESOS), que como suerte
principal se reclama en este juicio cantidad que se desprende del documento base de la
presente acción. b) El pago de los intereses a razón del 12% (doce por ciento) mensual
tal y como consta en el pagaré Título de Crédito base de la presente demanda, mismos
que en ejecución de sentencia se cuantificaran, desde el momento en que cayo en mora
el ahora demandado y hasta el pago total de lo que hoy se reclama. c) El pago de los
gastos y costas judiciales que genere el presente litigio a cargo de la demandada, por
haber dado lugar a la presente controversia”
Demanda que fundó en los hechos y preceptos de derecho que estimó aplicables,
mismos que se tienen por reproducidos en obvio de repeticiones.
2. Se admitió a trámite la demanda, en la vía y forma propuestas para que mediante
notificación personal hiciere el pago de la cantidad reclamada, apercibida que de no
hacerlo se le embargarían bienes de su propiedad suficientes para garantizar el monto de
lo reclamado, y con las copias simples que exhibió la parte actora se le corriera traslado
para que dentro del término de ley efectuara el pago o se opusiera a la ejecución, por lo
que una vez que fue emplazada y transcurrido el término para que diera contestación a
la demanda, no contestó la misma, razón por la cual se le tuvo por acusada la rebeldía y
por precluido su derecho para hacerlo. Abierto que fue el juicio a prueba por el término
de Quince Días, se admitieron las ofrecidas por la parte actora como única oferente,
mismas que sse desahogaron las que así constan en autos; asimismo, se paso al período
de alegatos por el termino de dos días, transcurrido el término se ordenó pasar los autos
a la vista del suscrito Juez para dictar la sentencia definitiva que en derecho proceda, la
que hoy se dicta al tenor de los siguientes:
- - - - -CONSIDERANDOS- - - - I. El suscrito Juez es competente para conocer del presente asunto en razón al grado,
materia, territorio y cuantía en los términos de lo previsto en los artículos 1090, 1092 y
1094 fracciones I y II del Código de Comercio, en relación a lo que disponen los
artículos 1, 2 fracción II, 48 y 50 fracción III de la Ley Orgánica del Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal.
II. La legitimación en la causa de las partes, se encuentra debidamente acreditada, a
través del DOCUMENTO PRIVADO exhibido por la actora, que consiste en un
pagaré suscrito con fecha cinco de marzo del año dos mil siete, del que se desprende
que el accionante es la titular del derecho que viene a ejercitar y que la demandada es la
persona obligada a dar satisfacción a sus reclamos, pues éste aparece como suscriptora
de tal título.
La legitimación en el proceso también se encuentra debidamente acreditada, la del actor
porque compareció a juicio por su propio derecho, mientras que la demandada se
condujo en rebeldía al no haber dado contestación a la demanda instaurada en su contra
con fundamento en el artículo 1078 del Código de Comercio.
III. Antes de iniciar el estudio de la acción correspondiente, es necesario destacar la
existencia y el contenido del Acuerdo del Tribunal Pleno de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, correspondiente al día catorce de julio de dos mil once, para
resolver el expediente “varios” 912/2010, relativo a la instrucción ordenada por el
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la resolución de fecha
siete de septiembre de dos mil diez, dictada dentro del expediente “varios” 489/2010.
En dicho acuerdo la Suprema Corte de Justicia, tomó en consideración que el día diez
de junio de dos mil once, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma a
diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en
materia de protección de los derechos humanos, entre las cuales destaca el contenido de
su artículo 1° cuyo texto es el siguiente:
“TÍTULO PRIMERO. CAPÍTULO I. DE LOS DERECHOS HUMANOS Y SUS
GARANTÍAS.
Artículo 1°. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los
derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales
de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su
protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y
bajo las condiciones que esta Constitución establece.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con
esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en
todo tiempo a las personas la protección más amplia.
Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de
promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con
los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En
consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las
violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.
Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del
extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su
libertad y la protección de las leyes.
Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el
género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la
religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que
atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los
derechos y libertades de las personas.”
El acuerdo referido fue dictado para dar cumplimiento a la determinación del Tribunal
Pleno contenida en su resolución pronunciada el siete de septiembre de dos mil diez en
el expediente “varios” 489/10, descrita en el considerando segundo de esa ejecutoria,
que obligó a que se analizara el reconocimiento de la competencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, para posteriormente establecer cuáles son la
obligaciones concretas que resultan para el Poder Judicial como parte del Estado
mexicano.
Habiéndose establecido que el resto de la jurisprudencia de la Corte Interamericana
que deriva de las sentencias en donde el Estado mexicano no figura como parte, tendrá
el carácter de criterio orientador de todas las decisiones de los jueces mexicanos, pero
siempre en aquello que le sea más favorecedor a la persona, de conformidad con el
artículo 1º constitucional cuya reforma se publicó en el Diario Oficial de la Federación
el diez de junio de dos mil once, en particular en su párrafo segundo, donde establece
que: “Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad
con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo
en todo tiempo a las personas la protección más amplia.”
Ordenándose en ese Acuerdo del Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, correspondiente al día catorce de julio de dos mil once que los jueces
nacionales deben inicialmente observar los derechos humanos establecidos en la
Constitución Mexicana y en los tratados internacionales de los que el Estado
mexicano sea parte, así como los criterios emitidos por el Poder Judicial de la
Federación al interpretarlos y acudir a los criterios interpretativos de la Corte
Interamericana para evaluar si existe alguno que resulte más favorecedor y
procure una protección más amplia del derecho que se pretende proteger.
Estableciéndose como Obligaciones concretas que debe realizar el Poder Judicial como
parte del Estado mexicano, las siguientes:
A) Los Jueces deberán llevar a cabo un Control de convencionalidad ex officio en un
modelo de control difuso de constitucionalidad.
B) Deberá restringirse la interpretación del fuero militar en casos concretos.
C) El Poder Judicial de la Federación deberá implementar medidas administrativas
derivadas de la sentencia de la Corte Interamericana en el caso Radilla Pacheco.
Precisándose que, todas las autoridades del país, dentro del ámbito de sus competencias,
se encuentran obligadas a velar no sólo por los derechos humanos contenidos en los
instrumentos internacionales firmados por el Estado mexicano, sino también por los
derechos humanos contenidos en la Constitución Federal, adoptando la interpretación
más favorable al derecho humano de que se trate, lo que se entiende en la doctrina
como el principio pro persona.
En el caso de la función jurisdiccional, como está indicado en la última parte del
artículo 133 en relación con el artículo 1º, los jueces están obligados a preferir los
derechos humanos contenidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales, aun
a pesar de las disposiciones en contrario establecidas en cualquier norma inferior.
Si bien los jueces no pueden hacer una declaración general sobre la invalidez o expulsar
del orden jurídico las normas que consideren contrarias a los derechos humanos
contenidos en la Constitución y en los tratados (como sí sucede en las vías de control
directas establecidas expresamente en los artículos 103, 107 y 105 de la Constitución),
sí están obligados a dejar de aplicar estas normas inferiores dando preferencia a
los contenidos de la Constitución y de los tratados en esta materia.
De este modo, este tipo de interpretación por parte de los jueces presupone realizar
tres pasos:
A) Interpretación conforme en sentido amplio. Ello significa que los jueces del país,
al igual que todas las demás autoridades del Estado mexicano, deben interpretar el orden
jurídico a la luz y conforme a los derechos humanos establecidos en la Constitución y
en los tratados internacionales en los cuales el Estado mexicano sea parte, favoreciendo
en todo tiempo a las personas la protección más amplia.
B) Interpretación conforme en sentido estricto. Ello significa que cuando hay varias
interpretaciones jurídicamente válidas, los jueces deben, partiendo de la presunción de
constitucionalidad de las leyes, preferir aquélla que hace a la ley acorde a los derechos
humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales en los que el
Estado mexicano sea parte, para evitar incidir o vulnerar el contenido esencial de estos
derechos.
C) Inaplicación de la ley cuando las alternativas anteriores no son posibles. Ello no
afecta o rompe con la lógica del principio de división de poderes y del federalismo, sino
que fortalece el papel de los jueces al ser el último recurso para asegurar la primacía y
aplicación efectiva de los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los
tratados internacionales de los cuales el Estado mexicano es parte.
IV.- HABIÉNDOSE ESTABLECIDO LAS REGLAS A LAS QUE SE SUJETARÁ EL
DICTADO DE LA PRESENTE RESOLUCIÓN, se procede al estudio de las
actuaciones judiciales las cuales gozan de pleno valor probatorio con fundamento en lo
dispuesto por el artículo 1294 del Código de Comercio.
De las que se advierte que se concedió a las partes un término de dos días para el efecto
de que formularan sus alegatos, sin que alguna de las dos partes los hubieren formulado.
Apreciándose que la parte actora continuó promoviendo lo conducente al
perfeccionamiento de los embargos trabados en autos, mediante su inscripción en los
respectivos Registros Públicos de la Propiedad.
Asimismo, cabe señalar que con la finalidad de desencadenar la actividad jurisdiccional,
la ley establece para las partes dentro de un juicio ciertas cargas procesales, como lo es
la de impulsar el procedimiento, estando en ejercicio de la acción procesal
encomendado en sus dos formas, activa y pasiva, a las partes y no al Juez. En otras
palabras, en los juicios civiles y mercantiles las partes deben impulsar el procedimiento
manifestando su interés en proseguirlo a través de promociones que activen y exciten al
órgano jurisdiccional hasta dictar sentencia.
La sanción que se impone a las partes por no activar o impulsar el procedimiento, se
constituye a través de la figura de la caducidad de la instancia, institución procesal que,
se origina por la inactividad de los sujetos procesales y del propio órgano jurisdiccional
en el plazo señalado por la ley y que tiene como finalidad la extinción de la relación
procesal sin pronunciamiento sobre el aspecto de fondo.
En consecuencia, la razón de ser de la institución de la caducidad se apoya
principalmente en dos motivos distintos; el primero es de orden subjetivo y se traduce
en la intención de las partes de abandonar el proceso que se refleja en el desinterés de
las mismas en continuar y culminar con el mismo; y el segundo, de orden objetivo, que
descansa en la necesidad de evitar la tendencia indefinida de los procesos, lo que traería
una falta de seguridad jurídica: este criterio objetivo tiene también su fundamento en el
interés del propio Estado de liberar a sus propios órganos de la necesidad de impulsar
procesos y emitir la resolución correspondiente sustituyendo las cargas y obligaciones
procesales de las partes, cuando éstas evidentemente abandonan su causa; además de
que se trata de garantizar una administración de justicia pronta y expedita.
No obstante, en consideración del suscrito juzgador, debe atenderse a que los
gobernados acuden a la instancia judicial con la única finalidad de obtener justicia,
POR LO QUE LA INACTIVIDAD PROCESAL QUE PUEDE SER
SANCIONADA CON LA CADUCIDAD, NO DEBE SUPONER UN
OBSTÁCULO PARA EL EJERCICIO DE LA ACCIÓN, LA CONSERVACIÓN
DE LAS ACTUACIONES JUDICIALES LEGALMENTE PRACTICADAS, LA
ECONOMÍA PROCESAL Y EN GENERAL, PARA LA TUTELA JUDICIAL
EFECTIVA, EN SU VERTIENTE DE ACCESO A LA JUSTICIA, PUES ES
EVIDENTE QUE LA DECLARACIÓN DE QUE HA PROCEDIDO LA
CADUCIDAD DE LA INSTANCIA PONE FIN AL JUICIO SIN
PRONUNCIAMIENTO DE FONDO.
Lo que se afirma con base en las siguientes consideraciones:
Los requisitos o formas de los actos jurídicos pese a su importancia para la ordenación
del proceso, se transforman en formalismos sin sentido cuando se erigen en rituales u
obstáculos insalvables para su continuación, es decir, lo enervan.
El formalismo, como fenómeno jurídico, consistente en la aplicación o interpretación de
los requisitos procesales (especialmente los formales) de modo tal que aunque se
consiga la finalidad que pretenden, se entiende que ha sido incumplidos, con la
consiguiente ineficiencia de la actividad procesal realizada sin atender ese requisito, por
no efectuarse ajustándose a la pura literalidad del precepto y por considerar exigible
legalmente lo que es inútil o inadecuado y vulnerar así el derecho a la tutela judicial
efectiva.
Para determinar si un formalismo respeta la tutela judicial efectiva o por el contrario,
atenta contra ella, debe en primer lugar, razonarse si el requisito procesal incumplido o
defectuoso observado responde a una finalidad justificada; de ser así, en segundo lugar
debe examinarse si la aplicación judicial ha ponderado debidamente las circunstancias
concurrentes, especialmente el efecto que la conducta de la parte ha tenido en relación
con la finalidad requisito y el grado de buena fe y diligencia que haya observado y tener
siempre presente que lo decisivo no es la forma concreta en que se ha cumplido el
mismo, sino la satisfacción de la finalidad que motiva la exigencia legal.
La regla de oro para saber si se está en presencia de un formalismo justificado, es
preguntarse ¿la forma en este proceso o en este sistema procesal está al servicio de
justicia o se sacrifica la justicia en algún caso en obsequio de la forma? ¿Juega la falta
de presupuestos procesales como simples motivos retardatorios en la obtención de la
justicia, o como medios para conseguirla?
Otra forma de apreciar si se está en presencia de una interpretación formalista es
determinar si la misma atiende a los principios de proporcionalidad, subsanación y
conservación de las actuaciones.
Bajo esa perspectiva, la conclusión de que ha operado la caducidad de la instancia,
porque se considera que la actuación de las partes no tiene una naturaleza jurídica
que permita considerarlas como aptas para interrumpir el término de la
caducidad, simplemente supone una interpretación contraria al principio
denominado “de favorecimiento de la acción”, que constituye una de las técnicas
judiciales no formalistas.
Se denominan de esa manera, aquellos medios en virtud de los cuales la jurisprudencia
y la legislación han tratado de superar el formalismo contrario a la tutela judicial
efectiva.
Son tres las medidas concretas o principios que han sido identicazos y aplicados, a
saber: a) de interpretación más favorable o de favorecimiento de la acción (mejor
conocido como pro accione); b) de subsanación de efectos procesales y c) de
conservación de las actuaciones procesales.
Principio de interpretación mas favorable o de favorecimiento de la acción (mejor
conocido como pro accione).
En aplicación de este principio, los órganos judiciales están obligados a interpretar las
disposiciones procesales en el sentido más favorable para la efectividad del derecho a la
tutela judicial efectiva, al evitar la imposición de formulismos enervantes contrarios al
espíritu y finalidad de la norma a sí como el convertir cualquier irregularidad formal en
obstáculo insalvable para la prosecución del proceso y la obtención de una resolución de
fondo.
En otras palabras, los juzgadores deben realizar la interpretación más eficaz, a fin de
garantizar una tutela judicial efectiva, esto es, resolver los conflictos de manera integral
y completa, sin obstáculos, formalismos o interpretaciones no razonables, que impidan
o dificulten el enjuiciamiento de fondo.
Se trata de un principio inspirado en el artículo 17 de la Constitución Federal, que
impone una especial atención por parte de los tribunales, a una posible manifestación
implícita o indirecta del justiciable, o una falta de técnica procesal disculpable que
no obsta a entender lo que se pretende.
Principio de subsanación de defectos procesales:
La subsanación es una actividad que acontece dentro del proceso y consiste en que el
sujeto procesal repita totalmente el acto, ya sin defectos o cumpla con el requisito
omitido mediante otro rectificativo que unido al acto defectuoso lo haga perfecto, para
lo cual la ley procesal dispone la concesión de un plazo.
El grado de imperfección de los actos procesales puede ser diferente (actos nulos,
anulables, irregulares, erróneos o incompletos) pues depende del tipo de requisito
omitido por lo que sus consecuencias jurídicas también serán diferentes.
Incluso, puede hablarse de una subsanación de oficio, esto es, realizada por el propio
órgano jurisdiccional cuando sea necesaria para preservar el derecho fundamental en
cita, que se traduce en la obligación de suplir los defectos advertidos, con la única
limitante de no afectar las garantías procesales de la parte contraria.
Principio de conservación de las actuaciones procesales.
La nulidad de un acto procesal determina la de los demás actos sucesivos que de él
dependan.
No obstante, si algún acto de los realizados no se ve afectado y, por tanto, es
independiente, se impondrá su conservación para evitar repeticiones inútiles, que nada
añadirían.
Así, se impone para la existencia de este principio, que concurra el llamado “efecto útil”
que deba apreciar el juez según su prudente arbitrio.
El desacato del juzgador al principio en estudio puede suponer una violación al derecho
de tutela judicial efectiva por el quebranto irreparable que puede producir al justiciable
la no persistencia de lo actuado procesalmente.
En el caso a estudio, en atención a los principios de favorecimiento de acción y
conservación de las actuaciones para dar vida al derecho fundamental de
ACCESO A LA JUSTICIA, consagrado en el articulo 17 de la Constitución
Federal y el numeral 25 de la Convención Americana de Derechos Humanos, debe
tomarse en consideración que la parte actora siguió actuando en el juicio, aunque
sólo haya sido para el perfeccionamiento de los embargos, LO QUE EVIDENCIA
SU VOLUNTAD DE QUE SE LLEVARÁ HASTA SU CONCLUSIÓN FINAL EL
JUICIO EN EL QUE SE ACTÚA, pues de otra forma no se explicaría el impulso
correspondiente para perfeccionar los embargos, SINO SE TUVIERA DE
MANERA PARALELA Y COMPLEMENTARIA LA INTENCIÓN DE LLEGAR
HASTA LA SENTENCIA DEFINITIVA, en la que eventualmente, SE EMITIRÁ
LA CONDENA CORRESPONDIENTE Y NECESARIA PARA ESTAR EN
APTITUD DE PEDIR EL REMATE DE LOS BIENES EMBARGADOS.
De igual forma, se considera que al evitarse la declaración de caducidad y continuar con
el procedimiento, para concluirlo con el dictado de la sentencia definitiva
correspondiente, en la que se resuelva el fondo del asunto planteado por la parte actora,
no afecta ni limita las garantías procesales de su contraria, puesto que dicha demandada
fue debidamente emplazada, con lo que se le respetó su derecho de GARANTÍA DE
AUDIENCIA.
V.- La vía elegida por la parte actora es procedente, en términos de lo previsto por
la fracción IV del artículo 1391 fracción III del Código de Comercio en relación al
artículo 5° de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, en virtud de que
el documento base de la acción constituyó un título de crédito, de los denominados
pagaré, documento que trae aparejada ejecución para obtener el pago del derecho
literal consignado en él.
El pagaré base de la acción fue suscrito el cinco de marzo del año dos mil siete, por
BERTHA ALVAREZ ARCINIEGA en su calidad de suscriptor, consignando un
adeudo por la cantidad de $2,000,000.00 (DOS MILLONES DE PESOS 00/100
M.N.), con fecha de vencimiento primero de marzo del año dos mil ocho.
Documental que contiene todas las menciones establecidas en el artículo 170 de la Ley
General de Títulos y Operaciones y Crédito, mismos que al tener el carácter de títulos
ejecutivos y constituir así, prueba preconstituida, la misma le confiere al tenedor del
documento el ejercicio del derecho literal en ellos consignado, con fundamento en el
artículo 5 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, lo que se consolida
con la tesis número 399 que a la letra dice:
“PAGARES. SON PRUEBA PRECONSTITUIDA, Y ES AL DEMANDADO A
QUIEN CORRESPONDE PROBAR SUS EXCEPCIONES.- El pagaré tiene el
carácter de título ejecutivo, y constituye una prueba preconstituida de la acción, pues el
propio documento contiene la existencia del derecho, define al acreedor y al deudor, y
determina la prestación cierta, líquida y exigible de plazo y condiciones cumplidos,
como pruebas todas ellas consignadas en el título; en tal virtud, es al demandado a
quien corresponde probar sus excepciones:” OCTAVO TRIBUNAL COLEGIADO EN
MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. I.8o.C.215 C. Amparo Directo 508/99.Aurelio Flores Delgado.-7 de junio de 1999. Unanimidad de votos.- Ponente: María del
Carmen Sánchez Hidalgo.- Secretaria: Edith Alarcón Meixueiro.
DOCUMENTO BASE DE LA ACCIÓN QUE TIENE EL VALOR PROBATORIO
PLENO NECESARIO, PARA PROCEDER A CONDENAR A LA PARTE
DEMANDADA AL PAGO DE LA SUERTE PRINCIPAL RECLAMADA.
En mérito de lo expuesto, y comprobado en juicio la demandada BERTHA ALVAREZ
ARCINIEGA en su carácter de suscriptora, no cumplió con su obligación de pagar la
suma que le reclama la actora, y que deriva del adeudo consignado en el título base de la
acción, se le deberá condenar a pagar a favor de REYES MARTINEZ ALFREDO la
cantidad de $2,000,000.00 (DOS MILLONES DE PESOS 00/100 M.N.) por concepto
de suerte principal lo que deberá realizar dentro de un plazo de CINCO DIAS, contados
a partir de que esta resolución sea ejecutoriada, apercibido que de no hacerlo en dicho
término, se procederá al trance y remate de los bienes embargados, para que con su
producto se haga pago de lo condenado.
VI.- Ahora bien, por lo que respecta a los Intereses Moratorios pactados por las partes
en el pagaré materia de juicio, se desprende que las partes pactaron que en caso de
falta de pago oportuno, se causarían intereses moratorios, a razón de una tasa
mensual de 12% (Doce por ciento) que se traduce en una tasa anualizada del 144%
(CIENTO CUARENTA Y CUATRO PORCIENTO).
Destacándose que lo relativo al pago de los intereses moratorios, será materia de estudio
bajo la misma perspectiva jurídica que se utilizó para alcanzar la determinación judicial
de la no declaración de caducidad.
Al respecto, debe decirse que el cobro de intereses excesivos es considerado por la
doctrina y por la normatividad internacional como una actividad de usura:En su sentido
gramatical, el Diccionario de la Real Academia Española refiere: “Usura. (Del lat.
usūra). 1. f. Interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de mutuo o
préstamo. 2. f. Este mismo contrato. 3. f. Interés excesivo en un préstamo. 4. f.
Ganancia, fruto, utilidad o aumento que se saca de algo, especialmente cuando es
excesivo.”.
La obra Etimología Jurídica, editada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
sobre la palabra en consulta dice: “Usura, de la palabra culta usura-ae; de usus-us, de
utor y sufijo –ura, cualidad o estado. Facultad de usar, uso de un capital prestado,
posteriormente significó interés, rédito (que se paga mensualmente por usar un capital
prestado); interés excesivo en un préstamo, ganancia, fruto o utilidad que se saca de
una cosa, especialmente cuando es excesivo, que es la nota característica de la usura,
por lo que fue condenada por los teólogos juristas españoles del siglo XVI.”.
Guillermo Cabanellas, en el Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, señala que
usura, en estricto sentido, es el interés o precio que recibe el mutuante o prestamista por
el uso del dinero prestado en el contrato de mutuo o préstamo; En significado más
amplio, y casi el predominante, es el sinónimo de excesivo interés, de explotación del
necesitado o del ignorante, de precio o rédito exagerado por el dinero anticipado a otro,
que debe devolverlo además de abonar tales intereses.
Ello se refuerza con lo ilustrado por el Diccionario Jurídico Espasa: “Contemplando los
preceptos de la Ley de 23 de julio de 1908, de Represión de la usura, se puede definir
como todo negocio en que se estipule un interés notablemente superior al normal del
dinero y manifiestamente desproporcionado con las circunstancias del caso o en
condiciones tales que resulte aquél leonino, habiendo motivos para estimar que ha sido
aceptado por el prestatario a causa de su situación angustiosa, de su impericia o de lo
limitado de sus facultades mentales.”.
Rafael de Pina Vara en su Diccionario de Derecho define: “Actividad consistente en la
prestación de dinero con interés evidentemente superior al que debería percibirse de
acuerdo con las normas de la moral y del derecho.”.
Con base en las definiciones que anteceden, podemos considerar que la usura constituye
la estipulación de intereses excesivos o desproporcionales que establecen una ventaja
patrimonial en favor del acreedor por el cobro de un interés superior a las tasas máximas
de intereses permitidas.
Se han conceptualizado diversas clases de usura; respecto de aquellas que se clasifican
en relación a su función, Cabanellas señala que Escriche expone las principales clases
de usura: a). La lucrativa, que se percibe sólo por sacar algún provecho de la cosa
prestada; b). La compensatoria, la recibida como indemnización por la pérdida que sufre
el prestamista, o de la ganancia de que se le priva por causa del préstamo; y, c) La
punitoria, cuando se exige o se impone como pena por la morosidad o tardanza del
deudor en satisfacer la deuda.
Por lo que hace a las que se clasifican en relación a su fuente, se ha establecido que la
usura, por su forma de constitución, se distingue entre la convencional, estipulada por
las partes; y la legal, debida en ciertos casos por el derecho o ley.
Ahora bien, existe una forma de sancionar a la usura en la vía civil, en el que, cuando el
interés sea tan desproporcionado que haga fundadamente creer que se ha abusado del
apuro pecuniario, de la inexperiencia o de la ignorancia del deudor; a petición de éste, el
juez, teniendo en cuenta las especiales circunstancias del caso, podrá reducir
equitativamente el interés al tipo legal. La sanción civil lleva a la reducción de los
intereses obtenidos por vicios en la voluntad del deudor.
En materia mercantil, podemos advertir, en una mayor frecuencia, el pacto de
intereses convencionales de carácter excesivo, que bajo el auspicio del principio de
voluntad de las partes como norma suprema en las convenciones de comercio, se genera
un aprovechamiento superior al establecido por la ley para ciertos casos o a los usos
comerciales permitidos en el mercado.
El concepto de usura en materia mercantil no exige hablar siempre de vicios de la
voluntad, como error, violencia, lesión, entre otros, sino a la circunstancia de que
una persona, en total capacidad de ejercicio y uso de su autonomía de la voluntad,
acuerde con otra un préstamo, aceptando pagar como precio una tasa determinada
de interés, que puede ser excesiva.
Con independencia de la existencia de algún vicio en la voluntad de las partes, que es
propio de la usura civil, es dable considerar que si el pacto de intereses excede la tasa
máxima permitida por la ley, y se encuentra dicha transacción fuera del ámbito del
sistema bancario o financiero, se configura la usura y quien la sufre tiene derecho a ser
protegido en contra de esa estipulación.
En este apartado es útil hacer referencia al entorno sociológico de la usura, pues
Cabanellas señala que hoy, en casi todos los países se limita el interés del dinero para
impedir la usura; ya declarando la nulidad de los contratos, la ausencia de obligación de
cumplirlos por el deudor. Cuando por la ley no se encuentre establecida la tasa de
interés, la jurisprudencia restablece en sus verdaderas proporciones la autonomía de la
voluntad y declara sin efecto las obligaciones que por su origen o circunstancias son
injustas.
La usura ha sido cuestión que ha agitado a la humanidad desde los albores de su
organización económica-jurídica, por contraponerse la necesidad del que pide salvar
una situación, para emprender un negocio o inversión, o buscar mejores condiciones de
vida, en contraposición de quien otorga el crédito, que figura como salvador en primer
término, pero que al llevar una finalidad de obtener un lucro superior al permitido,
termina realizando una actividad de explotación patrimonial a su favor.
Por lo general, cuando una persona acude con una persona para que le otorgue un
crédito, es porque no tiene acceso al sistema financiero, ya sea por falta de recursos o
requisitos o por falta de tiempo para esperar a que su crédito sea aprobado. Los Bancos
evalúan el riesgo de cada operación y se asignan un valor. Por eso es que si no obtienen
los estándares de seguridad que exigen, niegan el crédito, ya que a menor garantía,
mayor riesgo, y el riesgo tiene un costo demasiado alto, que el sistema financiero y
bancario no está dispuesto a asumir.
Este costo del riesgo, empero, sí tiene un sector dispuesto a asumirlo. Se trata de los
operadores de crédito particulares. Ellos trabajan bajo reglas distintas, siendo sus
sistemas de cobranza poco ortodoxos que se sujetan a lo estipulado en los documentos
del crédito. Algunos se dedican a este rubro como medio de vida, y otros no. Otros
pueden ser simplemente amistades o familiares del prestatario que necesita liquidez para
cubrir alguna deuda, para solventar alguna emergencia o para realizar alguna inversión.
En esa medida, aun cuando quien adquiera el crédito haya manifestado su acuerdo a la
tasa establecida en ejercicio absoluto de su autonomía privada y, particularmente, de su
libertad contractual. Lo cierto es que el solo hecho de pactar intereses excesivos que
sobrepasan los estándares permitidos por la ley se actualiza la usura, aunque hay
quienes sostienen que quien acepta contratar bajo estas condiciones se encuentra en
estado de necesidad, y que muy probablemente carece de los requisitos que las
entidades financieras exigen para otorgar el préstamo, siendo estas circunstancias
aprovechadas por los usureros.
Cabanellas también señala que existen dos tipos de sistema que disputan la hegemonía
en materia de réditos del dinero.
Uno de ellos pide la mayor libertad y entregar la tasa de interés a la ley de la oferta y la
demanda, a los acuerdos de las partes, libres para convenir según sus necesidades,
acerca del empleo del dinero y los perjuicios que al prestamista se le irroguen por
desposeerse durante cierto tiempo de lo suyo.
El otro criterio reclama la limitación del interés, que no pase del precio del uso del
capital de una suma moderada, que retribuya los riesgos que pueda correr el prestamista;
pero sin permitir que éste abuse de quien, encontrándose necesitado, debe aceptar las
duras condiciones del prestador y hacia este sistema se inclina la humanidad.
Se han aceptado algunos parámetros como validos para definir cuándo se presenta la
usura.
La usura es un instituto de no fácil comprensión ni asimilación, por un lado, se la
proscribe o limita cada vez más de los ordenamientos jurídicos y particularmente por la
doctrina jurídica, inclusive puede considerarse como una norma que siempre debe
tomarse en cuenta y debe interferir con la autonomía de la voluntad de quienes realizan
el otorgamiento de créditos.
Para considerar que un determinado pacto de intereses resulta usurario se requiere de la
delimitación de parámetros legales o permitidos en los usos comerciales que en caso de
ser excedidos permitirán establecer que el pacto resulta usurario.
Por ello resulta complejo establecer, en qué casos se actualiza un pacto de intereses
usurarios, sobre todo en aquellos lugares en donde no se cuenta con normas que definan
cuándo y de qué forma se presenta la usura; pero ello no quiere decir que el juzgador
ante la oscuridad normativa pueda amparar operaciones usurarias, pues debe llevar a
cabo una comparación entre el interés establecido por las partes con el interés reglado o
permitido en los usos comerciales, para obtener si existe una desproporción y ello dará
pie a la posibilidad de examinar si se configura la usura.
Ahora, la usura constituye al deslizamiento y reducción en sumas periódicas o
acumuladas que, consolidadas, afectan el derecho de propiedad del deudor, quien se ve
mermado en su patrimonio ante el cumplimiento del pago de intereses usurarios.
Si bien, como todo acto de comercio, quien realiza un crédito o préstamo, tiene el
derecho de recibir una retribución económica por el riesgo que corre y para no dejar de
percibir las ganancias que produjera su dinero en caso de que lo tuviera invertido, lo
cierto es que cuando ese interés que obtiene es más alto de las tasas permitidas en el
mercado, indudablemente que está obteniendo una ganancia que tampoco es permisible,
por encontrarse fuera de los parámetros legales u usos comerciales.
De esa manera, si el acreedor obtiene a su favor un interés superior al permitido, si bien
él se ve beneficiado, lo cierto es que en contraposición, se menoscaba el patrimonio del
deudor, quien ante la acumulación de intereses excesivos va observando la disminución
del valor de su propiedad privada.
En ese orden de ideas, un interés constituye usura en las convenciones entre
particulares, cuando sobrepasa los promedios de las tasas de interés usuales en los
mercados.
Para obtener los parámetros de intereses permitidos en el mercado financiero, es
pertinente tomar en cuenta las tasas de intereses activas, que son el porcentaje que las
instituciones bancarias, de acuerdo con las condiciones de mercado y las disposiciones
del Banco de México, cobran por los diferentes tipos de servicios de crédito a los
usuarios de los mismos. Son activas porque son recursos a favor de la banca.
A fin de conocer esta información resulta conveniente consultar los cuadros
comparativos que publica en su página de internet, la Comisión Nacional para la
Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros en los cuales se
encuentran las tasas de interés de los créditos que otorgan las instituciones bancarias.
En la especie, para conocer la tasa de interés promedio en el mercado financiero, sin
prejuzgar si es o no justa el mismo, sino simplemente considerarlo como el permitido,
para las operaciones bancarias, según el CUADRO COMPARATIVO DE
PRODUCTOS Y SERVICIOS QUE OFRECE LA BANCA EN MÉXICO,
COMISIONES PARA TARJETAS DE CRÉDITO TIPO CLÁSICAS. De agosto de
dos mil doce, publicado por la COMISIÓN NACIONAL PARA LA PROTECCIÓN Y
DEFENSA DE LOS USUARIOS DE SERVICIOS FINANCIEROS, se aprecia que las
tasas más bajas corresponden: a la tarjeta “Banorte Fácil” equivalente a 15.93 %
anualizada; a la tarjeta de crédito Banamex “Santos” equivalente a 19.85 %
anualizada; y la tarjeta de crédito Banamex “Necaxa” equivalente 20.72 %
anualizada; en tanto que las tasas más altas corresponden: a la tarjeta de crédito
“Ban Coppel Visa” equivalente a 65.00 % anual; “Tarjeta Comercial Mexicana
Visa” equivalente a 61.31 % anual; y “Tarjeta BBVA Bancomer Trecompensa”
equivalente a 59.06 % anual.
Dichos parámetros son los permitidos en el mercado financiero por el Banco de México
y el mismo debe servir de base para determinar si un interés convencional pactado en
distintas operaciones entre particulares excede dicho límite para considerarlo como
excesivo.
En el caso, en el juicio natural se pretende el cobro de intereses convencionales a razón
del DOCE por ciento mensual, lo que equivale al CIENTO CUARENTA Y CUATRO
por ciento anual. Y este porcentaje constituye el motivo de estudio en el presente
asunto.
Como se adelantó al inicio de esta resolución, la doctrina del control de
convencionalidad fue creada por las Cortes Internacionales con el fin de generar un
sistema supranacional de derecho constitucional válidamente aplicable en los estados
que forman parte de los tratados en materia de derechos humanos.
Dicho control de convencionalidad pretende que los tribunales nacionales evalúen y
comparen el derecho local con el supranacional y ejerzan un control ex oficio entre las
normas internas y la Convención Americana de Derechos Humanos.
Esta directriz fue creada en nuestro Sistema Regional, por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos al resolver el Caso Almonacid contra Chile en el año dos mil seis y
con posterioridad ha sido perfeccionada en diversos fallo subsecuentes.
La Corte Interamericana ha hecho alusión a esta institución al resolver asuntos en los
que ha sido parte el Estado Mexicano, en específico en la sentencias del caso Radilla
Pacheco, en la cual, en relación con el control de convencionalidad sostuvo lo siguiente:
“En relación con las prácticas judiciales, este Tribunal ha establecido en su
jurisprudencia que es consciente de que los jueces y tribunales internos están sujetos al
imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el
ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional
como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado,
también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las
disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes
contrarias a su objeto y fin, que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras
palabras, el Poder Judicial debe ejercer un “control de convencionalidad” ex oficio
entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco de
sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes. En
esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también
la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de
la Convención Americana.”.
Criterio que reiteró la Corte Interamericana al resolver el caso Cabrera García y Montiel
Flores en contra de México.
El control de convencionalidad, como su nombre lo indica, procura hacer prevalecer la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa Rica,
sobre las reglas locales que se le oponen.
El objetivo del control de convencionalidad es determinar si la norma nacional
enjuiciada a través de la Convención Americana sobre Derechos Humanos es o no
“convencional”, esto es, acorde con tal Convención. Se trata, entonces, de un análisis de
confrontación normativa.
Dicha inconvencionalidad importaría una causal de invalidez de la norma así
descalificada, por carecer “desde un inicio” de efectos jurídicos. La inconvencionalidad
produce un deber judicial concreto de inaplicación del precepto objetado. Y si éste no
tiene, desde su inicio, vigor jurídico, equivaldría a reputarlo inexistente, con efectos
retroactivos, para la solución del litigio donde es así enjuiciado.
El control de convencionalidad es asimilable en sus efectos al resultado del control de
constitucionalidad ceñido al caso concreto, con efectos inter partes.
La norma repudiada es inaplicada, pero no derogada por resultar incompatible con el
instrumento supranacional.
Reiterándose que el control de convencionalidad y la aplicación del principio pro
homine o pro persona fue incorporado al derecho interno, primeramente con las
reformas al artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
publicada el diez de junio de dos mil once en el Diario Oficial de la Federación, y
posteriormente ha sido interpretado por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
De acuerdo con el artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, a partir de su reforma, todas las autoridades del país, dentro del ámbito de
sus competencias, se encuentran obligadas a respetar, promover, proteger y garantizar
no sólo los derechos humanos contenidos en la Constitución Federal, sino también los
que se prevean en los instrumentos internacionales firmados por el Estado Mexicano,
adoptando la interpretación más favorable al derecho humano de que se trate, lo que se
entiende en la doctrina como el principio pro persona.
Por su parte, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la tesis aislada P.
LXVII/2011(9a.), localizable en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Libro III, Diciembre de 2011, Tomo 1, página 535, sostuvo que todas las autoridades,
en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y
garantizar los derechos humanos y para tal efecto, deben observar la Constitución y
Tratados Internacionales en los que el Estado Mexicano sea parte, procurando en todo
momento la mayor protección a la persona. Este criterio es del tenor siguiente:
“CONTROL DE CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO EN UN MODELO DE
CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD. De conformidad con lo previsto en
el artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, todas las
autoridades del país, dentro del ámbito de sus competencias, se encuentran obligadas a
velar no sólo por los derechos humanos contenidos en la Constitución Federal, sino
también por aquellos contenidos en los instrumentos internacionales celebrados por el
Estado Mexicano, adoptando la interpretación más favorable al derecho humano de
que se trate, lo que se conoce en la doctrina como principio pro persona. Estos
mandatos contenidos en el artículo 1o. constitucional, reformado mediante Decreto
publicado en el Diario Oficial de la Federación de 10 de junio de 2011, deben
interpretarse junto con lo establecido por el diverso 133 para determinar el marco
dentro del que debe realizarse el control de convencionalidad ex officio en materia de
derechos humanos a cargo del Poder Judicial, el que deberá adecuarse al modelo de
control de constitucionalidad existente en nuestro país. Es en la función jurisdiccional,
como está indicado en la última parte del artículo 133 en relación con el artículo 1o.
constitucionales, en donde los jueces están obligados a preferir los derechos humanos
contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales, aun a pesar de las
disposiciones en contrario que se encuentren en cualquier norma inferior. Si bien los
jueces no pueden hacer una declaración general sobre la invalidez o expulsar del orden
jurídico las normas que consideren contrarias a los derechos humanos contenidos en la
Constitución y en los tratados (como sí sucede en las vías de control directas
establecidas expresamente en los artículos 103, 105 y 107 de la Constitución), sí están
obligados a dejar de aplicar las normas inferiores dando preferencia a las contenidas
en la Constitución y en los tratados en la materia.”.
En otras palabras, el control de convencionalidad implica buscar la compatibilidad entre
las normas de derecho interno y la Convención Americana, con base en una
interpretación expansiva de esta última para generar un espectro de mayor alcance en
favor de la persona.
Lo anterior implica que todos los operadores jurídicos –control difuso de
convencionalidad- deben armonizar las normas nacionales y las convencionales,
para establecer una efectiva protección de los derechos humanos en pro de las
personas.
Conforme a la resolución emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
el caso "Radilla Pacheco vs. Estados Unidos Mexicanos", y ahora con las reformas a la
Constitución, las autoridades judiciales deben efectuar un control de convencionalidad
ex officio en el marco de sus atribuciones y, por ende, deberán en principio armonizar el
marco jurídico interno con el previsto convencionalmente, o en su caso, inaplicar las
normas generales que, a su juicio, consideren transgresoras de los derechos humanos
contenidos en la propia Constitución Federal y en los tratados internacionales en que el
Estado Mexicano sea parte.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido que las sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en que el Estado Mexicano haya sido parte son
criterios vinculantes y solamente orientadores cuando no haya sido parte.
Lo anterior se desprende de las tesis siguientes:
“SENTENCIAS EMITIDAS POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS
HUMANOS. SON VINCULANTES EN SUS TÉRMINOS CUANDO EL ESTADO
MEXICANO FUE PARTE EN EL LITIGIO. El Estado Mexicano ha aceptado la
jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por ello, cuando ha
sido parte en una controversia o litigio ante esa jurisdicción, la sentencia que se dicta
en esa sede, junto con todas sus consideraciones, constituye cosa juzgada,
correspondiéndole exclusivamente a ese órgano internacional evaluar todas y cada una
de las excepciones formuladas por el Estado Mexicano, tanto si están relacionadas con
la extensión de la competencia de la misma Corte o con las reservas y salvedades
formuladas por aquél. Por ello, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aun como
tribunal constitucional, no es competente para analizar, revisar, calificar o decidir si
una sentencia dictada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos es correcta o
incorrecta, o si excede en relación con las normas que rigen su materia y proceso. Por
tanto, la Suprema Corte no puede hacer ningún pronunciamiento que cuestione la
validez de lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya que para
el Estado Mexicano dichas sentencias constituyen cosa juzgada. Lo único procedente es
acatar y reconocer la totalidad de la sentencia en sus términos. Así, las resoluciones
pronunciadas por aquella instancia internacional son obligatorias para todos los
órganos del Estado Mexicano, al haber figurado como parte en un litigio concreto,
siendo vinculantes para el Poder Judicial no sólo los puntos de resolución concretos de
la sentencia, sino la totalidad de los criterios contenidos en ella.”, (P. LXV/2011,
Décima Época, visible en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro
III, Diciembre de 2011, Tomo 1, página 556).
“CRITERIOS EMITIDOS POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS
HUMANOS CUANDO EL ESTADO MEXICANO NO FUE PARTE. SON
ORIENTADORES PARA LOS JUECES MEXICANOS SIEMPRE QUE SEAN MÁS
FAVORABLES A LA PERSONA EN TÉRMINOS DEL ARTÍCULO 1o. DE LA
CONSTITUCIÓN FEDERAL. Los criterios de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que derivan de sentencias en donde el Estado Mexicano no intervino como
parte en el litigio son orientadores para todas las decisiones de los jueces mexicanos,
siempre que sean más favorables a la persona, de conformidad con el artículo 1o.
constitucional. De este modo, los jueces nacionales deben observar los derechos
humanos establecidos en la Constitución Mexicana y en los tratados internacionales de
los que el Estado Mexicano sea parte, así como los criterios emitidos por el Poder
Judicial de la Federación al interpretarlos y acudir a los criterios interpretativos de la
Corte Interamericana para evaluar si existe alguno que resulte más favorable y procure
una protección más amplia del derecho que se pretende proteger. Esto no prejuzga la
posibilidad de que sean los criterios internos los que se cumplan de mejor manera con
lo establecido por la Constitución en términos de su artículo 1o., lo cual tendrá que
valorarse caso por caso a fin de garantizar siempre la mayor protección de los
derechos humanos.”, (P. LXVI/2011, Décima Época, visible en el Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta, Libro III, Diciembre de 2011, Tomo 1, página 550).
En el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos, importa tener en
cuenta una regla que esté orientada a privilegiar, preferir, seleccionar, favorecer, tutelar
y por lo tanto, a adoptar la aplicación de la norma que mejor proteja los derechos
fundamentales del ser humano.
En el ámbito del derecho nacional, a partir de la reforma a la Constitución del artículo
1º y en el ámbito internacional, se ha establecido el principio pro homine o pro
persona como parte de principiología propia de los derechos humanos.
Este principio se puede considerar como un criterio hermenéutico que informa todo el
cuerpo normativo de los derechos humanos, en virtud del cual se debe acudir a la norma
más amplia o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer y proteger
derechos de las personas.
Resulta evidente que el objetivo primordial es reconocer derechos al ser humano, por lo
que la interpretación debe hacerse a favor del individuo, o en otras palabras, debe
hacerse aquella que mejor proteja al individuo o a la víctima de una violación a sus
derechos humanos.
Este principio de interpretación pro homine, debe ser inspirador del derecho
internacional de los derechos humanos y una e indispensable regla de hermenéutica al
momento de la aplicación de los tratados internacionales de los derechos humanos por
los tribunales internos.
En ese sentido, se ha subrayado que la invocación y el uso de la norma más protectora
son perfectamente aceptados en la defensa judicial en derechos humanos, dado el
objetivo garantista que orienta la materia.
El principio pro homine se manifiesta de tres maneras diferentes, que podrían ser
denominadas como las de la conservación de la norma más protectora, la aplicación de
la norma más favorable y la interpretación con el sentido más protector.
Respecto de las formas de aplicación del principio pro persona o pro homine; se destaca
a la Regla de Aplicación de la norma más protectora, cuando exista coincidencia
normativa.
Una de las formas es aplicar la regla de interpretación pro homine cuando a una
determinada situación concreta, le es posible aplicar dos o más normas vigentes,
nacionales e internacionales, cualquiera que sea su jerarquía.
Con esta regla, el juez y el intérprete deben seleccionar de entre varias normas
concurrentes, eligiendo a aquélla que contenga protecciones mejores o más favorables
para el individuo o la víctima en relación con sus derechos humanos.
Aquí se trata de que la norma de derechos humanos que mejor proteja a la persona,
prevalezca sobre otra de igual, interior o incluso de superior rango y sea aplicada en
tanto más protectora del o de los derechos fundamentales del ser humano.
Ello significa que la tradicional regla de la jerarquía, cedería frente a la conveniencia de
otra norma, aun de una jerarquía inferior, en caso que mejor proteja al ser humano.
Con esta regla no puede plantearse un problema de "ilegalidad" al aplicar una norma
inferior, dado que es la misma norma de rango superior (tratados internacionales
ratificados de derechos humanos) los que expresamente permiten la aplicación de
aquella otra norma, en tanto más protectora.
Esto puede darse entre dos normas de fuente internacional o una norma internacional
con una nacional, en virtud de lo que consagran los propios tratados internacionales de
derechos humanos.
Indudablemente que si la norma de rango interior consagra menor protección, el
juzgador debe volver a aplicar la tradicional regla de la jerarquía y disponer el
cumplimiento de la norma superior, ya sea una ley o sea un tratado -en tanto conceda
mayores efectos protectores a las personas en el ejercicio de sus derechos humanos-.
Son las reglas de la norma más protectora y la jerarquía las que operan en este proceso
de interpretación y aplicación del derecho.
Es importante subrayar que aquí no está en juego un problema de derogación ni
abrogación, sino de aplicabilidad e interpretación de distintas fuentes de igual o
diferente rango.
Respecto de las formas de aplicación del principio pro persona o pro homine; también
se destaca a la Regla de Conservación de la norma más favorable cuando exista
sucesión de normas.
También, a partir de los instrumentos internacionales, el principio pro homine actúa
como una regla de interpretación y aplicación en el caso de sucesión de normas, esto es,
cuando una norma posterior tiene vocación para desaplicar o derogar una norma anterior
de igual o interior jerarquía de manera expresa o tácita. A deferencia de la regla
anterior, en este caso se ingresa en el terreno de la temporalidad.
En virtud de esta regla del principio pro homine, una norma posterior no derogaría o
desaplicaría otra anterior, independientemente de su jerarquía, en tanto la anterior
consagre mejores o mayores protecciones, para las personas, que deben conservarse.
Una vez más, importa señalar que aunque una norma sea posterior en tiempo, no
derogan otras disposiciones nacionales o internacionales anteriores que establezcan
protecciones más favorables al ser humano, dejando de lado las reglas de la jerarquía y
la temporalidad y consagrando la conservación de las normas que mejor protejan.
Respecto de las formas de aplicación del principio pro persona o pro homine;
igualmente se destaca a la Regla deInterpretación con sentido tutelar más favorable
cuando existan distintas formas de interpretación para una norma.
Puede señalarse la aceptación del principio pro homine, cuando un juez se encuentre
frente a una norma de derechos humanos donde pudieran existir varias interpretaciones
posibles.
Esto es, cuando exista una res dubia, es decir, que se genera duda o incertidumbre en la
norma, que genere una pluralidad de interpretaciones.
A diferencia de las dos reglas anteriores, esta regla no se aplica para casos donde existen
dos o más normas con vocación de aplicabilidad a una situación concreta, sino que tiene
incidencia al momento de analizar el significado de una determinada norma, sin que
exista una situación de concurrencia o sucesión de distintas normas.
En este caso, el juez debería adoptar la interpretación que mejor tutele al individuo o a
la víctima. Esta regla o manifestación del principio pro homine, no refiere a la
comparación de diferentes normas posiblemente aplicables, es de utilidad al momento
de buscar el significado de un precepto ambiguo de una determinada norma y darle el
alcance que mejor tutele al ser humano.
Por lo que toca a la Interpretación conforme; la interpretación de las normas
jurídicas que se relacionen con la observancia de un derecho humano, se realizará
conforme a la Constitución y con la Convención Americana de Derechos Humanos,
favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Esta
interpretación se encuentra prevista en el artículo 1º, párrafo segundo de la
Constitución.
En este caso, el control de convencionalidad opera en una faceta constructiva de un
sistema jurídico, para armonizarlo y hacer su interpretación de acuerdo o de
conformidad al pacto constitucional o convencional en materia de derechos humanos.
Mediante el uso de la interpretación “conforme”, el operador puede a menudo evitar la
declaración de invalidez, por “inconvencionalidad”, de normas subconstitucionales
prima facie colisionantes con el Pacto de San José de Costa Rica.
Se trata de un dispositivo práctico de rescate de esas normas, que podrán permanecer
como válidas, en tanto y en cuanto se seleccione, para aplicarlas, una interpretación
conforme con la Convención Americana, y se descarten las interpretaciones conflictivas
con dicha convención, o con la jurisprudencia vinculatoria de la Corte Interamericana.
En ocasiones las normas internas no contienen la regulación o protección expresa de un
derecho humano por la existencia de una omisión legislativa, o porque en su
temporalidad, aun no existía vinculación de reconocer en la norma local ese derecho por
ser un instrumento creado con anterioridad al pacto de San José.
Esa falta de reconocimiento de protección del derecho humano, no implica por sí mismo
la inconvencionalidad de la norma, pues al no existir un punto antagónico, puede ser
interpretada en consonancia con los instrumentos internaciones protectores de los
derechos humanos de los que el Estado Mexicano forma parte y con la jurisprudencia de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos que sea vinculatoria para éste.
En ese caso, la interpretación conforme opera como constructora de la norma interna
para darle un sentido protector de los derechos humanos en pro de la persona,
generándose así una interpretación con la que la norma interna se incorpora al sistema
hermenéutico en la materia convencional que nos ocupa.
La interpretación conforme también opera cuando una norma subconstitucional permite
varios tipos de interpretación, lo que permitirá al operador preferir la que coincida, y no
la que se oponga, a la Convención Americana de Derechos Humanos.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos recepcionó la doctrina de necesidad de
la interpretación del derecho nacional, “conforme” con el Pacto de San José de Costa
Rica, y con la jurisprudencia de dicho Tribunal sobre el mismo, al resolver el caso
“Rosendo Radilla Pacheco”.
En relación a las Reglas para la aplicación del control de convencionalidad; una
sistematización metodológica que favorezca la aplicación de los instrumentos
internacionales en materia de derechos humanos, debe contener: La identificación del
supuesto de contradicción normativa que será materia del control de convencionalidad y
establecer los efectos del control de convencionalidad.
Para la Identificación del supuesto de contradicción normativa, que será objeto de
aplicación del control de convencionalidad, tiene que tomarse en cuenta que pueden
presentarse tres supuestos:
a). La existencia de una colisión normativa;
b). La existencia de una coincidencia; o
c). Que no haya coincidencia ni colisión porque sólo se prevé en la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos o en un Tratado Internacional de los que el Estado
Mexicano forma parte, pero no en el sistema normativo doméstico ordinario.
Decimos que un precepto es contradictorio cuando permite lo que otro diverso prohíbe o
a la inversa y recíprocamente se destruyen, ya sea total o parcialmente, en este caso se
da la colisión normativa.
Se actualiza una coincidencia cuando en ambas normas protegen el derecho humano, es
decir existe compatibilidad normativa.
Puede darse el caso de que no exista coincidencia ni colisión, porque en la norma
interna no se prevea el derecho humano reconocido en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos o en el Tratado Internacional del que el Estado Mexicano
forma parte. Es decir, la norma de derecho interno simplemente no lo prevé.
En el caso concreto; al aplicar las reglas de control de convencionalidad, en lo
relativo a la identificación del supuesto de contradicción normativa, para efectuar
un control de convencionalidad, en principio, debe definirse qué tipo de norma es
la que subyace de cláusula en que se prevé el derecho humano a salvaguardar y
realizar el mismo paso respecto de la norma o normas que se prevén en el derecho
local.
Convención Americana de Derechos Humanos en materia de intereses excesivos o
usura.
-Pacto de San José“Artículo 21. Derecho a la Propiedad Privada.
1. Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes. La ley puede subordinar tal
uso y goce al interés social.
2. Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de
indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los casos y
según las formas establecidas por la ley.
3. Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el hombre,
deben ser prohibidas por la ley.”.
El precepto supranacional señala que toda persona tiene derecho al uso y goce de sus
bienes, quien no podrá ser privada salvo por subordinar su uso y goce al interés social o
por razones de utilidad pública. Asimismo la convención proscribe la usura por
considerarla como una forma de explotación del hombre por el hombre, que
indudablemente constituye una modalidad que afecta la propiedad privada a que todo
ser humano tiene derecho.
La norma supranacional en comento es de carácter prohibitivo, porque proscribe la
usura como forma de explotación del hombre por el hombre.
Este postulado contiene directamente un derecho a favor del individuo que consiste en
la protección de su propiedad privada y para protegerla establece en forma específica
que la usura debe ser prohibida por la ley.
La norma protectora del derecho humano es ejecutable por sí misma, ya que se
encuentra dentro de una vocación de incorporación inmediata y su aplicación en pro de
la persona no puede estar condicionada a regulación legislativa o desarrollo mediante
leyes reglamentarias, lo que permite su aplicación directa.
Conforme a lo anterior, se observa que la Convención Americana sobre los
Derechos Humanos, en su artículo 21, numeral 3, proscribe la usura y la consigan
como una forma de explotación del hombre por el hombre, razón por la que
prohíbe su uso y práctica, como forma de protección del derecho a la propiedad
privada de las personas.
Por otra parte, las normas de derecho interno que regulan los intereses que deben
pactarse en los pagarés, son las siguientes:
Código de Comercio.
“Artículo 77. Las convenciones ilícitas no producen obligación ni acción, aunque
recaigan sobre operaciones de comercio”.
Artículo 78. En las convenciones mercantiles cada uno se obliga en la manera y
términos que aparezca que quiso obligarse, sin que la validez del acto comercial
dependa de la observancia de formalidades ó requisitos determinados”.
“Artículo 362. Los deudores que demoren el pago de sus deudas, deberán satisfacer,
desde el día siguiente al del vencimiento, el interés pactado para este caso, ó en su
defecto el seis por ciento anual.
Si el préstamo consistiere en especies, para computar el rédito se graduará su valor por
los precios que las mercaderías prestadas tengan en la plaza en que deba hacerse la
devolución, el día siguiente al del vencimiento, ó por el que determinen peritos si la
mercadería estuviere extinguida al tiempo de hacerse su valuación.
Y si consistiere
mismos títulos
determinándose
cotizables, ó en
vencimiento”.
el préstamo en títulos ó valores, el rédito por mora será el que los
ó valores devenguen, ó en su defecto el seis por ciento anual,
el precio de los valores por el que tengan en la Bolsa, si fueren
caso contrario por el que tuvieren en la plaza el día siguiente al del
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
“Artículo 174. Son aplicables al pagaré, en lo conducente, los artículos 77, párrafo
final, 79, 80, 81, 85, 86, 88, 90, 109 al 116, 126 al 132, 139, 140, 142, 143, párrafos
segundo, tercero y cuarto, 144, párrafos segundo y tercero, 148, 149, 150, fracciones II
y III, 151 al 162, y 164 al 169.
Para los efectos del artículo 152, el importe del pagaré comprenderá los réditos
caídos; el descuento del pagaré no vencido se calculará al tipo de interés pactado en
éste, o en su defecto al tipo legal; y los intereses moratorios se computarán al tipo
estipulado para ellos; a falta de esa estipulación, al tipo de rédito fijado en el
documento, y en defecto de ambos, al tipo legal.
El suscriptor del pagaré se considerará como aceptante para todos los efectos de las
disposiciones enumeradas antes, salvo el caso de los artículos 168 y 169, en que se
equiparará al girador.”.
Estos preceptos legales contienen la regla general y su excepción, que rige en las
convenciones de carácter mercantil, y que son aplicables a la suscripción de los pagarés,
estableciendo que cada persona se obliga en la forma y términos en que quiso hacerlo al
momento de celebración del acto comercial.
Así las convenciones mercantiles se rigen bajo el principio jurídico de que la voluntad
de las partes es la ley suprema.
La libertad convencional o contractual se manifiesta en la expresión autónoma
expresada en el documento, que determina las estipulaciones que las partes se otorgan
de manera libre, y son obligatorias para ellas desde el punto de vista jurídico.
Conforme a dichos preceptos legales, el establecimiento de intereses en un pagaré podrá
realizarse en la forma y términos que las partes deseen obligarse, permitiendo una
consignación libre.
Ahora bien, la libre voluntad de las partes, si bien constituye la regla general, ésta
tiene excepciones, como la que se desprende del artículo 77 del Código de
Comercio, que establece que las convenciones ilícitas no producen obligación ni
acción, aunque no prohíbe la usura de manera expresa.
Conforme a la interpretación de los preceptos legales trascritos, a falta de estipulación al
tipo de rédito fijado en el documento, se tendrá en cuenta el tipo legal. Este último opera
en supletoriedad de la voluntad de las partes.
Las normas internas en materia mercantil señalan que cuando se pactan intereses, éstos
pueden establecerse en la forma en que las partes lo acuerden sin prever limitación
alguna, lo que permite que pueda pactarse intereses excesivos en perjuicio del deudor.
Ahora, de una comparación entre la norma supranacional con las normas de
derecho interno, se obtiene que la primera prohíbe la usura o el cobro de intereses
excesivos, mientras que las leyes domésticas sí permiten la estipulación de intereses
excesivos, al no establecer limitante al respecto.
Lo anterior permite advertir la existencia de una contradicción normativa, porque por un
lado la Convención prohíbe la usura, y por otro lado, las normas de derecho interno la
permiten al no imponer limitación en el pacto de interés y señalar que las partes –
particular- se obligan en la manera y términos que aparezca que quisieron hacerlo.
LO QUE SE TRADUCE EN QUE LA NORMA SUPRANACIONAL PROTEGE
EL DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA DEL SER HUMANO,
MIENTRAS LAS NORMAS DE DERECHO INTERNO EXAMINADAS DEJAN
DESPROTEGIDO ESE DERECHO.
Ante la materialización de la contradicción normativa, porque las normas domésticas se
contraponen al reconocimiento de los derechos humanos establecido en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, el juzgador debe inaplicar las disposiciones
internas para hacer efectivo el control de convencionalidad.
De esta forma, el presente asunto deberá ser resuelto bajo la aplicación del instrumento
internacional en materia de derechos humanos para inaplicar las normas que lo
colisionan.
Conforme a lo anterior, como ya se dijo, un interés constituye usura cuando sobrepasa
los promedios de las tasas de interés usuales en los mercados.
En la especie, el interés más alto en el mercado financiero, sin prejuzgar si es o no justa
el mismo, sino simplemente considerarlo como el permitido, para las operaciones
bancarias, según el CUADRO COMPARATIVO DE PRODUCTOS Y SERVICIOS
QUE OFRECE LA BANCA EN MÉXICO, COMISIONES PARA TARJETAS DE
CRÉDITO TIPO CLÁSICAS. De agosto de dos mil doce, publicado por la
COMISIÓN NACIONAL PARA LA PROTECCIÓN Y DEFENSA DE LOS
USUARIOS DE SERVICIOS FINANCIEROS, corresponde a la tarjeta de crédito
“Ban Coppel Visa” equivalente a 65.00 % anual; “Tarjeta Comercial Mexicana
Visa” equivalente a 61.31 % anual; y “Tarjeta BBVA Bancomer Trecompensa”
equivalente a 59.06 % anual.
De modo que, para determinar la tasa de interés anual plasmada en el documento base
de la acción, se debe multiplicar el DOCE por ciento de su monto por los meses que
tiene el año, lo que arroja una tasa del 144% (CIENTO CUARENTA Y CUATRO
POR CIENTO ANUAL) anual; cantidad que sobrepasa en demasía la tasa de interés
anual promedio de la tarjeta de crédito más cara en el mercado bancario; de ahí que sea
evidente que los intereses pactados en el título de crédito base de la acción sobrepasan
el límite permitido en el mercado financiero para créditos básicos en favor de los
particulares, por lo que ese exceso permite considerar que existe usura en el pacto de
intereses consignado en el pagaré base de la acción.
En esa virtud y al ejercer un control de convencionalidad, que implica una
compatibilidad y armonía entre las normas internas –Código de Comercio y Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito- y las supranacionales – con Convención
Americana de Derechos Humanos- con base en una interpretación extensiva que
beneficie a la persona, se colige que el DOCE por ciento mensual de intereses
moratorios estipulados en el contrato base de la acción, resultan usureros, contrarios a
derecho, en específico a la proscripción establecida en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, prevista en su artículo 21, numeral 3.
En ese contexto jurídico y circunstancial, se concluye que la condena al pacto de interés
convencionales a razón del DOCE por ciento mensual reclamado por la parte
enjuiciante, resultaría transgresora la Constitución Política de los Estado Unidos
Mexicanos y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo
21.3 que protege la propiedad privada de las personas contra la usura proscrita como
una forma de explotación del hombre por el hombre.
En ese contexto, el suscrito juzgador está obligado al dictar la presente sentencia –
individualización de la norma-, a advertir lo excesivo de la tasa de interés y en el
ejercicio de la función de control de convencionalidad ex oficio, debe aplicar de
modo directo la disposición convencional y como consecuencia inaplicar las
disposiciones domésticas de la materia, para ajustar la condena a esa prestación,
para apegar su proceder con los derechos humanos de conformidad con lo que
establece el artículo 1º de la Constitución Federal.
AHORA, TAMBIÉN DEBE CONSIDERARSE que, conforme a la tesis del
PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO DEL TRIGÉSIMO CIRCUITO del rubro
"INTERESES MORATORIOS EN UN TÍTULO DE CRÉDITO. EL ARTÍCULO 174
DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO QUE
PERMITE SU PAGO IRRESTRICTO TRANSGREDE EL DERECHO HUMANO DE
PROHIBICIÓN LEGAL DE LA USURA ESTABLECIDO EN EL ARTÍCULO 21,
NUMERAL 3 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS
HUMANOS.", que aparece publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, Décima Época, Libro XI, Tomo 2, agosto de 2012, página 1735, es necesario
establecer cuándo un rédito puede considerarse usurario, esto es, que transgrede los
límites de lo ordinario o lícito.
Así, atento a que la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito ni el Código de
Comercio prevén un límite para el pacto de intereses en caso de mora, es válido -de
acuerdo a la supletoriedad de la codificación mercantil del Código Civil Federalremitirnos, en primera instancia, al artículo 2395 de la indicada legislación sustantiva
civil federal; sin embargo, de su lectura se advierte que prevé la reducción de los
réditos, bajo la justificación en el juicio de la figura jurídica de la lesión, sin hacer
referencia a intereses usurarios ni fijar un porcentaje en tal sentido.
Por tanto, al tratarse la usura de un acto motivo de represión por las legislaciones
penales, se destaca que el Código Penal Federal, en sus artículos 386 y 387, fracción
VIII, prevén como usura la estipulación de intereses superiores a los "usuales en el
mercado"; no obstante, debe observarse que la banca presta diversidad de servicios
financieros, además de que el interés varía, de acuerdo al producto, y que los
porcentajes anuales que cobran las instituciones financieras por réditos son extremosos,
entre los más bajos y altos en su cobro; de ahí que el elemento del cuerpo del delito de
fraude por usura, a que se refiere el mencionado artículo 387, fracción VIII, del Código
Penal Federal de "intereses superiores a los usuales en el mercado", se torne abstracto o
impreciso para dar seguridad al gobernado de cuándo estará en condiciones de alegar
que, en caso del cobro de un título y de la realización de operaciones de crédito, existe
usura en el cobro de intereses moratorios.
Ello es así, porque el Alto Tribunal ha sentado criterio en la tesis P. LXIX/2011 (9a.),
que aparece publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima
Época, Libro III, Tomo 1, diciembre de 2011, página 552, de rubro: "PASOS A
SEGUIR
EN
EL
CONTROL
DE
CONSTITUCIONALIDAD
Y
CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO EN MATERIA DE DERECHOS
HUMANOS.", que cuando hay varias interpretaciones jurídicamente válidas, los Jueces
deben, partiendo de la presunción de constitucionalidad de las leyes, preferir aquella que
hace a la ley acorde a los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los
tratados internacionales en los que el Estado Mexicano sea parte, para evitar incidir o
vulnerar el contenido esencial de estos derechos.
Por tanto, atento al contenido de dicho criterio, en lo tocante a la interpretación de las
normas positivas de derecho interno, se considera que una ley más acorde para la
protección del derecho humano reconocido en el artículo 21, numeral 3, de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos -que conmina a la prohibición en ley
de la usura- es la Legislación Penal para el Estado de Aguascalientes, norma positiva
que si bien no es federal, sí permite fijar un porcentaje certero y eficaz para la
salvaguarda del derecho humano en comento, al disponer en su artículo 48, fracción I,
que ello sucede cuando un interés convencional evidente o encubierto excede de un
treinta y siete por ciento anual; de ahí que, para estar en condiciones de resolver si un
rédito es usurario, es válida la remisión a dicha legislación estatal.
Ahora bien, el pronunciamiento de la declaratoria de inconvencionalidad del artículo
174 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito determina un límite para el
cobro de intereses moratorios, cuyo efecto es que, en caso de que los réditos se excedan,
el Juez deberá reducirlos a ese porcentaje, sin que esto implique la absolución de su
pago, o su reducción hasta el interés legal.
Ello es así, porque si bien del artículo 77 del Código de Comercio se advierte que las
convenciones ilícitas no producen obligación ni acción, no debe pasar inadvertido que la
materia mercantil supone, per se, la existencia de una ganancia.
En efecto, los préstamos en dinero llevan aparejado el pago de un dinero extra por
concepto de intereses, lo que es lógico pues, de lo contrario, ningún prestamista se
desprendería de un dinero que con riesgos recuperará en el futuro, sin poder disponer de
él durante la vigencia del préstamo.
Por tanto, partiendo de la premisa de que primigeniamente existe voluntad de las partes
en el pacto de intereses; que se trata de la materia mercantil y que, atento al control de
convencionalidad ejercido, se protege el derecho humano contenido en el numeral 3 del
artículo 21 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al proscribir que en
el cobro de intereses moratorios éstos no sean usurarios, se considera correcto que, para
su reducción se esté a lo dispuesto en el artículo 2266 del CÓDIGO CIVIL PARA EL
ESTADO DE AGUASCALIENTES, COMO PARTE DEL SISTEMA JURÍDICO
MEXICANO, que impone que el interés convencional no podrá exceder de treinta y
siete por ciento anual y sanciona la transgresión a lo anterior de la manera siguiente:
"En caso de exceder la tasa del interés convencional, el Juez de oficio, deberá
disminuirla hasta establecerla dentro de los límites del presente artículo."
Sirve de criterio orientador el estudio contenido en la tesis aislada de la Décima Época,
Registro: 200136, Instancia: PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO DEL TRIGÉSIMO
CIRCUITO, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Localización:
Libro XI, Agosto de 2012, Tomo 2, Materia(s): Constitucional, Tesis: XXX.1o.2 C
(10a.), Pag. 1735, [TA]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XI, Agosto de
2012, Tomo 2; Pág. 1735:
”INTERESES MORATORIOS EN UN TÍTULO DE CRÉDITO. EL ARTÍCULO
174 DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO,
QUE PERMITE SU PACTO IRRESTRICTO TRANSGREDE EL DERECHO
HUMANO DE PROHIBICIÓN LEGAL DE LA USURA ESTABLECIDO EN EL
ARTÍCULO 21, NUMERAL 3, DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS. La usura en su sentido gramatical se define como el interés
excesivo en un préstamo. Por su parte, el artículo 78 del Código de Comercio consagra
el principio pacta sunt servanda, esto es lo estipulado por las partes, en cualquier forma
que se haya establecido, debe ser llevado a efecto. Empero, esa libertad contractual tiene
la limitante prevista en el numeral 77 de la codificación en cita, que se refiere a que
tiene que versar sobre convenciones lícitas. En vista de ello, la Convención Americana
sobre Derechos Humanos -suscrita el veintidós de noviembre de mil novecientos
sesenta y nueve en San José de Costa Rica, que entró en vigor el dieciocho de julio de
mil novecientos setenta y ocho, de exigibilidad en México a partir del veinticuatro de
marzo de mil novecientos ochenta y uno- establece en su artículo 21, numeral 3, que la
usura y cualquier otra forma de explotación humana por el hombre, deben ser motivo de
prohibición legal; luego, dicha disposición se trata de un derecho fundamental, pues el
artículo 1o. de la Carta Magna amplía el catálogo de éstos no sólo a los contenidos en el
ordenamiento supremo del orden jurídico nacional, sino también en los tratados
internacionales aprobados por el Estado Mexicano. En ese orden de ideas, se destaca
que el artículo 174, segundo párrafo, de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito no fija límite para el pacto de intereses en caso de mora en un título de crédito,
pues la voluntad de las partes rige -en principio- para dicho acuerdo, en correlación con
el mencionado numeral 78 de la codificación mercantil, y con la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, que proscribe la usura. De ello se colige que si bien la
legislación mercantil contempla la posibilidad de cobrar intereses por los préstamos,
basada en el principio de libre contratación, en atención al contenido de los artículos 21,
numeral 3, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 1o. de la
Constitución Federal, debe reconocerse la protección al deudor frente a los abusos y a la
eventualidad en el cobro de intereses excesivos, por constituir usura. De este modo,
permitir que la voluntad de las partes esté sobre dicha disposición convencional sería
solapar actos de comercio que conculquen derechos humanos. Así, el artículo 77 del
Código de Comercio, es acorde con el texto de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos y con el de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al
regular que los pactos ilícitos no producen obligación ni acción; pero la aplicación del
artículo 174 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito en el sentido de
permitir el pacto irrestricto de intereses en caso de mora, es inconvencional, pues tolera
que los particulares se excedan en su cobro con la eventualidad de que éstos sean
usurarios.
Igualmente sirve de criterio orientador el estudio contenido en la tesis aislada de la
Décima Época, Registro: 2001362, Instancia: PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO
DEL TRIGÉSIMO CIRCUITO, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, Localización: Libro XI, Agosto de 2012, Tomo 2, Materia(s): Constitucional,
Tesis: XXX.1o.4 C (10a.), Pag. 1737, [TA]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta;
Libro XI, Agosto de 2012, Tomo 2; Pág. 1737:
”INTERESES
MORATORIOS.
LA
DECLARATORIA
DE
INCONVENCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 174 DE LA LEY GENERAL DE
TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO, EN RELACIÓN CON EL
ARTÍCULO 21, NUMERAL 3, DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS, IMPLICA LIMITAR EL COBRO DE AQUÉLLOS,
AL REDUCIRLOS HASTA EL TREINTA Y SIETE POR CIENTO ANUAL, Y
NO LA ABSOLUCIÓN DE SU PAGO, NI FIJARLOS HASTA EL MONTO DEL
INTERÉS LEGAL. En la tesis de rubro: "INTERÉS USURARIO. SE CONSIDERA A
LA UTILIDAD POR MORA QUE EXCEDA DEL TREINTA Y SIETE POR CIENTO
ANUAL A QUE SE REFIERE EL ARTÍCULO 48, FRACCIÓN I, DE LA
LEGISLACIÓN PENAL PARA EL ESTADO DE AGUASCALIENTES.", que aparece
publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Libro
XI, Tomo 2, agosto de 2012, página 1734, este tribunal consideró que una ley más
acorde que el Código Penal Federal para la protección del derecho humano reconocido
en el artículo 21, numeral 3, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos que conmina a la prohibición en ley de la usura- es el artículo 48, fracción I, de la
Legislación Penal para el Estado de Aguascalientes, que señala que ésta se da cuando un
interés convencional evidente o encubierto excede de un treinta y siete por ciento anual;
ahora bien, el pronunciamiento de la declaratoria de inconvencionalidad del artículo 174
de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito determina un límite para el cobro
de intereses moratorios, cuyo efecto es que, en caso de que los réditos se excedan, el
Juez deberá reducirlos a ese porcentaje, sin que esto implique la absolución de su pago,
o su reducción hasta el interés legal. Ello es así, porque si bien del artículo 77 del
Código de Comercio se advierte que las convenciones ilícitas no producen obligación ni
acción, no debe pasar inadvertido que la materia mercantil supone, per se, la existencia
de una ganancia. En efecto, los préstamos en dinero llevan aparejado el pago de un
dinero extra por concepto de intereses, lo que es lógico pues, de lo contrario, ningún
prestamista se desprendería de un dinero que con riesgos recuperará en el futuro, sin
poder disponer de él durante la vigencia del préstamo. Por tanto, partiendo de la premisa
de que primigeniamente existe voluntad de las partes en el pacto de intereses; que se
trata de la materia mercantil y que, atento al control de convencionalidad ejercido, se
protege el derecho humano contenido en el numeral 3 del artículo 21 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, al proscribir que en el cobro de intereses
moratorios éstos no sean usurarios, se considera correcto que, para su reducción (en
caso de que éstos se excedan del porcentaje que para el delito de usura prevé el artículo
48, fracción I, de la legislación penal para el Estado), se esté a lo dispuesto en el artículo
2266 de la codificación sustantiva civil local, que impone que el interés convencional no
podrá exceder de treinta y siete por ciento anual y sanciona la transgresión a lo anterior
de la manera siguiente: "En caso de exceder la tasa del interés convencional, el Juez de
oficio, deberá disminuirla hasta establecerla dentro de los límites del presente artículo."
También sirve de criterio orientador el estudio contenido en la tesis aislada de la
Décima Época, Registro: 200 1360, Instancia: PRIMER TRIBUNAL COLEGIADO
DEL TRIGÉSIMO CIRCUITO, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, Localización: Libro XI, Agosto de 2012, Tomo 2, Materia(s): Constitucional,
Tesis: XXX.1o.3 C (10a.), Pág. 1734:
”INTERÉS USURARIO. SE CONSIDERA A LA UTILIDAD POR MORA QUE
EXCEDA DEL TREINTA Y SIETE POR CIENTO ANUAL A QUE SE REFIERE
EL ARTÍCULO 48, FRACCIÓN I, DE LA LEGISLACIÓN PENAL PARA EL
ESTADO DE AGUASCALIENTES. Conforme a la tesis de este órgano colegiado de
rubro: "INTERESES MORATORIOS EN UN TÍTULO DE CRÉDITO. EL
ARTÍCULO 174 DE LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE
CRÉDITO QUE PERMITE SU PAGO IRRESTRICTO TRANSGREDE EL
DERECHO HUMANO DE PROHIBICIÓN LEGAL DE LA USURA ESTABLECIDO
EN EL ARTÍCULO 21, NUMERAL 3 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS.", que aparece publicada en el Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Décima Época, Libro XI, Tomo 2, agosto de 2012, página
1735, es necesario establecer cuándo un rédito puede considerarse usurario, esto es, que
transgrede los límites de lo ordinario o lícito. Así, atento a que la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito ni el Código de Comercio prevén un límite para el
pacto de intereses en caso de mora, es válido -de acuerdo a la supletoriedad de la
codificación mercantil del Código Civil Federal- remitirnos, en primera instancia, al
artículo 2395 de la indicada legislación sustantiva civil federal; sin embargo, de su
lectura se advierte que prevé la reducción de los réditos, bajo la justificación en el juicio
de la figura jurídica de la lesión, sin hacer referencia a intereses usurarios ni fijar un
porcentaje en tal sentido. Por tanto, al tratarse la usura de un acto motivo de represión
por las legislaciones penales, se destaca que el Código Penal Federal, en sus artículos
386 y 387, fracción VIII, prevén como usura la estipulación de intereses superiores a los
"usuales en el mercado"; no obstante, debe observarse que la banca presta diversidad de
servicios financieros, además de que el interés varía, de acuerdo al producto, y que los
porcentajes anuales que cobran las instituciones financieras por réditos son extremosos,
entre los más bajos y altos en su cobro; de ahí que el elemento del cuerpo del delito de
fraude por usura, a que se refiere el mencionado artículo 387, fracción VIII, del Código
Penal Federal de "intereses superiores a los usuales en el mercado", se torne abstracto o
impreciso para dar seguridad al gobernado de cuándo estará en condiciones de alegar
que, en caso del cobro de un título y de la realización de operaciones de crédito, existe
usura en el cobro de intereses moratorios. Ello es así, porque el Alto Tribunal ha
sentado criterio en la tesis P. LXIX/2011 (9a.), que aparece publicada en el Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Libro III, Tomo 1, diciembre de
2011, página 552, de rubro: "PASOS A SEGUIR EN EL CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD Y CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO EN MATERIA
DE DERECHOS HUMANOS.", que cuando hay varias interpretaciones jurídicamente
válidas, los Jueces deben, partiendo de la presunción de constitucionalidad de las leyes,
preferir aquella que hace a la ley acorde a los derechos humanos reconocidos en la
Constitución y en los tratados internacionales en los que el Estado Mexicano sea parte,
para evitar incidir o vulnerar el contenido esencial de estos derechos. Por tanto, atento al
contenido de dicho criterio, en lo tocante a la interpretación de las normas positivas de
derecho interno, se considera que una ley más acorde para la protección del derecho
humano reconocido en el artículo 21, numeral 3, de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos -que conmina a la prohibición en ley de la usura- es la Legislación
Penal para el Estado de Aguascalientes, norma positiva que si bien no es federal, sí
permite fijar un porcentaje certero y eficaz para la salvaguarda del derecho humano en
comento, al disponer en su artículo 48, fracción I, que ello sucede cuando un interés
convencional evidente o encubierto excede de un treinta y siete por ciento anual; de ahí
que, para estar en condiciones de resolver si un rédito es usurario, es válida la remisión
a dicha legislación estatal; máxime cuando las partes en la suscripción del título de
crédito señalaron como lugar de pago la entidad de Aguascalientes, lo que, a la postre
otorgó competencia a la responsable para conocer de la contienda en términos del
artículo 1104, fracción I, de la codificación mercantil.”
En mérito de lo expuesto, se deberá condenar a la demandada BERTHA ALVAREZ
ARCINIEGA a pagar a favor de REYES MARTINEZ ALFREDO, o a quien
legalmente sus derechos represente, la cantidad que resulte por concepto de intereses
moratorios a razón del 37 % TREINTA Y SIETE POR CIENTO ANUAL, que se
hayan generado a partir del día siguiente del vencimiento del pagaré, es decir desde el
dos de marzo del año dos mil ocho los que se sigan generando hasta que se haga pago
total de la suerte principal, los que se cuantificarán en ejecución de sentencia y a través
del incidente respectivo.
VII. Por encontrarse el presente juicio en los supuestos del artículo 1084 del Código de
Comercio se condena a la demandada, al pago de las costas en esta instancia.
VIII.- Asimismo, tomando en consideración que para el dictado de la presente
resolución se ha recurrido a la aplicación de Normas de Carácter Internacional, así como
a Normas de otras entidades federativas que forman parte del Sistema Jurídico Nacional
y con la finalidad de que exista certeza de que las partes involucradas se enteren de su
contenido, para que estén en aptitud de mostrar su conformidad o hacer valer el recurso
correspondiente –lo que también constituye un derecho fundamental- se ordena que
mediante notificación personal se haga del conocimiento de las mismas la presente
resolución, acompañando copia simple de la misma; lo que deberá hacerse respecto al
actor en el domicilio señalado en su escrito inicial, y a la demandada en el domicilio en
donde fue emplazada.
Por lo expuesto y fundado es de resolverse y se,
- - - - - RESUELVE - - - - PRIMERO. Ha sido procedente la Vía Ejecutiva Mercantil ejercitada, en la que el actor
REYES MARTINEZ ALFREDO, acreditó parcialmente su acción, mientras que
BERTHA ALVAREZ ARCINIEGA, se condujo en rebeldía.
SEGUNDO. Se condena a BERTHA ALVAREZ ARCINIEGA a pagar a favor de
REYES MARTINEZ ALFREDO, la cantidad de $2’000,000.00 (DOS MILLONES
DE PESOS 00/100 M.N.) por concepto de suerte principal lo que deberá realizar dentro
de un plazo de CINCO DIAS, contados a partir de que esta resolución sea ejecutoriada,
apercibida que de no hacerlo en dicho término, se procederá al trance y remate de los
bienes embargados, para que con su producto se haga pago de lo condenado.
TERCERO. También se condena a BERTHA ALVAREZ ARCINIEGA, a pagar a
favor de REYES MARTINEZ ALFREDO, o a quien legalmente sus derechos
represente, la cantidad que resulte por concepto de intereses moratorios a razón del
TREINTA Y SIETE POR CIENTO ANUAL que se hayan generado a partir del día
siguiente del vencimiento del pagaré, es decir desde el dos de marzo del año dos mil
ocho más aquellos que se sigan generando hasta que se haga pago total de la suerte
principal, los que se cuantificarán en ejecución de sentencia y a través del incidente
respectivo.
CUARTO. Por encontrarse el presente juicio en los supuestos del artículo 1084 del
Código de Comercio se condena a la demandada, al pago de las costas en esta instancia.
QUINTO. Notifíquese Personalmente en los términos precisados en el considerando
octavo de la presente resolución.
ASI, DEFINITIVAMENTE juzgando lo resolvió y firma el C. JUEZ Trigésimo de lo
Civil LICENCIADO FRANCISCO NERI ROSALES que actúa ante la Secretaria de
Acuerdos Licenciada María Yvonne Pérez López que autoriza y da fe. DOY FE.
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