Reconciliación para construir paz Luis Felipe Gómez, S.J. Rector de Seccional Melgar, 2016 Reconciliación y paz como realidades complejas Para hablar de reconciliación y construcción de paz, tomemos conciencia del nivel de barbarie, de decadencia humana y espiritual en la que vivimos y que hemos construido en los últimos 50 años de guerra fratricida en el país. Hay múltiples hechos que nos podrían reflejar esta realidad. Se me viene a la memoria una realidad que me confronta fuertemente, como ser humano, como universitario y como jesuita. A tres horas de la Seccional, en Buenaventura, jóvenes de unos 20 años, la misma edad de los que asisten a clase en la Universidad, cumplen con las tareas que les encomiendan sus jefes en las casas de pique: torturar sin misericordia y luego descuartizar con sevicia a otro ser humano. Toda esta barbarie busca intimidar al otro bando y desaparecer las pruebas, porque los pedazos humanos son tirados al mar; pero, además, busca evitar que quienes recuperen los cadáveres puedan rezarlos con magia negra y, en virtud de la brujería, vengar sus muertes. Estoy convencido que por más escabrosa o indigna que sea nuestra realidad no podemos perder la esperanza en que es posible reparar y reconstruir estas realidades y reconciliarnos. Creo firmemente que en medio de esta barbarie y decadencia humana y espiritual es posible el milagro del perdón. Reconciliar no es otra cosa que restaurar una relación. La tarea de la reconciliación es una tarea de lo más profundo de nuestra identidad jesuítica, y es ineludible si queremos aportar en la construcción de una paz estable y duradera. Desde que fue aprobada la Fórmula del Instituto, se pide al futuro jesuita que se “manifiéstese preparado para reconciliar a los desavenidos”1. Reconciliar es quizá el reto más desafiante en el marco de la posible implementación del acuerdo que pone fin al conflicto armado. Implica, ante todo, un trabajo en la profundidad de nuestra interioridad, es un ejercicio donde uno se enfrenta a uno mismo, a sus prejuicios más arraigados sobre el otro diferente y el otro “extraño”, es una tarea del adentro, no del afuera. Los estudios comparados de paz, nos enseñan que la solución política del conflicto armado duran entre 5 y 7 años; luego, las tareas de construcción de paz social o acciones para frenar la violencia estructural ven resultados significativos luego de una década de trabajo constante y sistemático; y, finalmente, los procesos de reconciliación y perdón, la restauración a las víctimas y la superación de las diferencias, son tarea de al menos una generación. De otro lado, una relación rota implica una frontera. En la línea de la actual misión de la Compañía de Jesús, nosotros como obra apostólica estamos precisamente enviados a las fronteras para establecer relaciones justas con Dios, con los demás y con la creación2. Esta triple perspectiva nos 1 Arzubialde, S.; Corella, J. y García Lomas, J.M. (eds.). Constituciones de la Compañía de Jesús: introducción y notas para su lectura. Bilbao: Mensajero. 1993. 2 Congregación General 35. Decreto 3. Número 12. 1 implica un abordaje integral que sintoniza con la propuesta del Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si´. Toda ruptura es una realidad compleja que para ser abordada requiere apertura a categorías que nos conecten con la esencia de lo humano y nos permitan superar lecturas parciales. No habrá reconciliación verdadera si no hay lectura ambiental, económica, social, cultural, cotidiana y generacional y si no parte del bien común como principio central y unificador de la ética. “Son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”3. Desde la espiritualidad Ignaciana sabemos que “el mundo en el que trabajamos es, a la vez, realidad de pecado y de gracia”4. Bien dice, el poeta: “a lo lejos todas las montañas son azules, de cerca y a los ojos, todos los seres humanos son humanos”, el peor asesino, de cerca y a los ojos, es humano y tiene la oportunidad de parar, sanar y restaurarse. Tomar conciencia de esta realidad implica comprender la reconciliación como un proceso, no como un estado estable. En este orden de ideas tiene más sentido hablar de reconciliaciones, en plural. Múltiples situaciones que se resuelven continuamente entre la ruptura y la reconciliación. Reconciliación, paz y funciones sustantivas universitarias Preguntemos, entonces, qué debemos hacer en este momento histórico. Aunque, para ser fiel y justo con nuestra historia, considero que la pregunta debe ser: “qué puede seguir haciendo nuestra institución”, o más bien, “qué más y mejor podemos hacer”. Porque quiero afirmar algo que todos conocemos: que en la Javeriana ya venimos construyendo la paz. Desde su autonomía, la Universidad ha interpretado su papel en el país y se ha puesto a su servicio de múltiple maneras. Como ejemplo, quiero citar la invitación que a finales del siglo pasado nos hacía el Padre Gerardo Remolina, como rector, para construir un nuevo proyecto de nación: “El país, particularmente después de un largo período de conflicto armado, no puede realizarse sin un nuevo proyecto de nación. La labor de la Universidad es aquí de primera importancia; ella debe presentar propuestas (saber) y explorar la manera de realizarlas (saber hacer)”5 Si pasamos brevemente la mirada por cada una de nuestras funciones sustantivas, podemos encontrar eso que podemos hacer más y mejor. La docencia tiene la característica de dirigirse a la persona; en particular nuestra docencia, que se orienta a la formación integral, que busca formar personas autónomas capaces de asumir la historia de su país y de proyectarla al futuro aportándoles un sentido fundamentado en los valores del evangelio. Ciudadanos con este perfil de formación son, sin duda, la principal condición para la paz. Aprovecho para comentarles que en la Seccional hemos explicitado tres intencionalidades formativas institucionales, para que sean un insumo en procesos de diseño y reforma curricular. De ese trabajo extraigo los siguientes rasgos que creo fundamentales en la tarea de la reconciliación: el primero de es la sensibilidad, que permite superar el egoísmo y dar rostro a los 3 Francisco (2015). Laudato Sí. Libreria Editrice Vaticana. § 10 Congregación General 35. Decreto 3. Número 18. 5 Remolina, Gerardo, S.J.(1998). La responsabilidad social de la Universidad frente a la problemática del país. Conferencia al Consejo Académico (28.X.98) y al Consejo del Medio Universitario (12.XI.98) 4 2 demás; el segundo es la capacidad de interacción con los demás, que permite reconstruir relaciones, y finalmente, la capacidad para servir, que permite construir con otros un nuevo país. Ahora bien, debemos reconocer que así como muchos javerianos han construido anónimamente la posibilidad de que hayamos avanzado tanto en el proceso de paz, otros han ayudado a agudizar el conflicto. Pero, no nos desanimemos y sigamos trabajando por ser maestros que inspiren personas y no solo profesores que transmitan conocimientos. Tal vez podríamos ser más específicos cuando planteamos nuestros objetivos formativos, de tal manera que podamos orientar más efectivamente nuestra docencia a la creación de condiciones para la reconciliación en el país. Me pregunto si este urgente llamado de nuestra historia colombiana podría ser una oportunidad para una actualización de nuestro proyecto educativo. Miremos ahora la investigación. El anterior Padre General de la Compañía, expresaba claramente que aunque todo el conocimiento es valioso en sí mismo, debemos preguntarnos en favor de quién y en favor de qué está el conocimiento6. Nosotros debemos preguntarnos cómo creamos conocimientos que sirvan para sentar condiciones de paz en nuestro país. Porque no podemos estar tranquilos sin desvirtuar la hipótesis de que estemos desplegando nuestro potencial académico para incrementar indicadores de productividad institucional, en detrimento de la necesaria y urgente pertinencia. Siguiendo al Consejo de Regentes, estamos invitados a enfrentar “de manera integral los problemas de las regiones del país donde la Compañía de Jesús ha decidido realizar su Misión”7. Por último centremos la atención en el Servicio que puede prestar la Universidad, con el que debemos hacer explícita nuestra pertenencia al país, como se afirma en el Proyecto Educativo. Nuestra función sustantiva de servicio es la gran oportunidad de incidir con acción universitaria en la realidad de nuestro entorno; la autonomía y la excelencia son nuestras mayores fortalezas para hacer bien nuestra labor y no caer en la tentación de hacer labor de ONG o de empresa consultora. Se trata de poner lo mejor de nuestras investigaciones al servicio de quien las necesita en función del servicio a la sociedad. En esta labor los Institutos y los centros de consultoría y educación continua tienen una responsabilidad muy grande, al ser la “caballería ligera”, que aporta en la transformación de la sociedad, desde la autoridad de la academia. Al revisar nuestras funciones sustantivas por separado puede quedar la impresión de una posible desarticulación que no es propia de la universitas. Por eso hace falta, además, que estén articuladas por una opción institucional clara que permita aportar en concreto. El Padre Ignacio Ellacuría propone dirigir la atención de la universidad, sus esfuerzos y su funcionamiento a las estructuras que condicionan la vida de todos los ciudadanos. La universidad “debe crear modelos nuevos para que la sociedad y el Estado puedan ponerlas en marcha”8. En la coyuntura actual, una 6 Cfr. Kolvenbach, peter-Hans. (2000). “El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación suprior jesuita de los Estados Unidos”. Alocución en la Universidad de Santa Clara. 7 Cfr. Orientaciones del Consejo de Regentes a la Universidad. 2011. No. 6. 8 ELLACURÍA, I., «Discurso de la Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’ en la firma del contrato con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)», en ÍD., Escritos universitarios, UCA Editores, San Salvador (El Salvador), 1999. 3 opción que nos articule debe invitarnos a pensar con optimismo en la reconstrucción de territorios concretos, de regiones. Es claro que la paz que estamos construyendo es paz territorial. Allí hay una gran apuesta y una oportunidad para dinamizar y concretar nuestras funciones sustantivas. Reconciliación y paz con enfoque regional El abordaje regional de nuestra acción universitaria permite focalizar las fronteras que debemos superar para que haya procesos efectivos de reconciliación que construyan paz. Estas no son abstractas y conceptuales, sino situadas en la historia y en el mundo, con actores concretos. Son las fronteras que hemos sufrido y compartido con ellos. Las regiones nos permiten responder, como profesores, como institución, a la pregunta que al Padre Kolvenbach proponía como legítima, aunque no sonara académica: “¿Cuándo investigo y enseño, dónde y con quién está mi corazón?”9 En la reconstrucción de territorios y de comunidades hay una clave para responder a la pregunta sobre la contribución de la Universidad en esta nueva realidad del país. Porque si bien, como lo hemos afirmado, es clara la contribución que la Universidad ha hecho para la paz, también lo es el hecho de que esa contribución se ha hecho en un país en guerra. Entonces, ¿cuál debe ser la diferencia de lo que hagamos ahora? Yo creo que un elemento diferencial debe ser el abordaje regional. Y por eso, los trabajos que adelanta la Sede Central en las regiones y la actividad de la Seccional adquieren una relevancia especial. Estar en la región es estar cerca de las víctimas, es estar en Trujillo a las nueve de la mañana y atestiguar el dolor y la dignidad atropellada que se refleja en los rostros de las personas de la comunidad, la mayoría de ellos supervivientes de las masacres o bien, con familiares desaparecidos, torturados y asesinados. Es sentir la mirada fija y penetrante de uno de los líderes comunitarios cuando, con sus manos rudas por la labor agrícola, preguntaba en tono de reproche: “¿cómo se puede perdonar si aún existe el conflicto, si aún siguen los falsos positivos?” Y es compartir el dolor cuando añadía: “nos es muy doloroso recordar, pero más doloroso olvidar”. Es tejer con los indígenas, afro y campesinos del Cauca los sueños de reconstruir su territorio; es acompañar al puerto de Buenaventura a encontrar caminos de esperanza en medio de la barbarie; es ayudar a los empresarios a que pasen del simple respeto a la ley, al compromiso y responsabilidad con la sostenibilidad y a la acción sin daño. Termino proponiendo una imagen, a propósito del año de la misericordia, que estamos viviendo. El Papa Francisco abrió el 8 de diciembre pasado la Puerta Santa. Nos explica en la Bula de convocación de este Jubileo que se trata de “una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrara podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza”. Imaginemos que la Universidad se abre simbólicamente como una puerta similar, una puerta de reconciliación para construir paz, por la que están invitados a pasar estudiantes, profesores, toda la comunidad educativa y toda la comunidad colombiana, los jóvenes de Buenaventura, los campesinos de Trujillo, los indígenas, campesinos, afrodescendientes, empresarios. Y que cualquiera que entre por ella adquiera consciencia de la importancia de su papel en la construcción de los escenarios que establecen la posibilidad de vivir procesos de reconciliación que lleven a la paz. 9 Cfr. Kolvenbach, peter-Hans. (2000). “El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación suprior jesuita de los Estados Unidos”. Alocución en la Universidad de Santa Clara. 4