Documento descargado de http://www.elsevier.es el 16/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIALES El cerebro del paciente anoréxico 97.812 Josep Toro Departamento de Psiquiatría. Universidad de Barcelona. Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil. Institut Clínic de Neurociències. Hospital Clínic. Barcelona. España. Han pasado muchos años desde que la valoración de las bases biológicas de la anorexia nerviosa (AN) se limitaban a las distintas alteraciones neurohormonales fruto de la desnutrición que aqueja a los pacientes. Finalizando el siglo XX empezó a plantearse con cierto rigor el posible papel desempeñado en el trastorno por supuestas disfunciones cerebrales. El hipotálamo se consideró la primera área candidata dado su relevante papel en la regulación del apetito (aunque nuestra AN común nada tiene que ver primariamente con una alteración del apetito). El caso es que se ha reunido un número relativamente importante de pacientes anoréxicos con lesiones hipotalámicas de carácter tumoral. Sin embargo, este género de afecciones se consideran simplemente coincidentes, pero no generadoras del trastorno anoréxico, y mucho menos consiguientes al mismo1. Pero la preocupación por el estado y funcionamiento del «cerebro anoréxico» no había hecho más que empezar. La aparición de las técnicas de neuroimagen permitió abrir nuevos horizontes. La tomografía computarizada permitió verificar la existencia en estos pacientes de ventrículos y surcos cerebrales dilatados2. En principio estas alteraciones se consideraron una falsa atrofia dada su aparente reversibilidad con la renutrición. Sin embargo, una minoría de pacientes no experimenta la mejora de tal atrofia incluso transcurridos varios meses después de la rehabilitación nutricional, lo que plantea la posibilidad de su irreversibilidad en tales casos. Los primeros estudios de imágenes funcionales mediante tomografía por emisión de fotón único y tomografía por emisión de positrones dieron lugar a resultados contradictorios. En los últimos años, el grupo belga que encabeza Delvenne3,4 ha desarrollado una línea de investigación sumamente coherente. Este grupo ha comprobado que las pacientes anoréxicas presentan un hipometabolismo cerebral global junto con un hipometabolismo absoluto y relativo de las regiones corticales frontales y parietales. Estas irregularidades se normalizan parcialmente al restaurarse el peso. Más adelante hallaron un perfil metabólico semejante en mujeres depresivas de peso bajo, lo que les llevó a plantear la dependencia del hipometabolismo respecto de los síntomas depresivos de la AN5. Por fin, hallaron que el hipometabolismo global de las anoréxicas las diferenciaba tanto de las controles normales como de las pacientes bulímicas, exceptuando el lóbulo parietal, cuya disfunción metabólica no diferenciaba unas de otras6. Esta característica común quizás fuera un reflejo de la distorsión de la imagen corporal que también es semejante en ambos procesos. Asimismo, mediante tomografía por emisión de positrones se ha podido observar que las pacientes anoréxicas, enfrentadas a alimentos hipercalóricos (no a los hipocalóricos), experimentan una activación de las cortezas occipital izquierda y temporal-occipital derecha, y un mayor flujo sanguíneo Correspondencia: Dr. J. Toro. Muntaner, 208, 2.o 1.a. 08036 Barcelona. España. Recibido el 31-1-2005; aceptado para su publicación el 22-2-2005. 578 Med Clin (Barc). 2005;124(15):578-9 en el lóbulo temporal medio7. Estas irregularidades son semejantes a las observadas en psicóticos y también se han considerado un fenómeno asociado a la distorsión de la imagen corporal. En el año 2001, Rastam et al8 publicaron uno de los estudios más trascendentes de los realizados hasta la fecha. Practicaron tomografías por emisión de fotón único a 21 muchachas que habían padecido una AN iniciada en la adolescencia, primero 7 años después de iniciado el trastorno y de nuevo a los 22 años de edad. Diecinueve de ellas tenían un peso normal. Comparadas con controles no neuropsiquiátricos, las pacientes (o ex pacientes) presentaron una importante hipoperfusión en los lóbulos temporal, parietal, occipital y orbitofrontal. Es decir, incluso habiendo transcurrido largo tiempo tras la rehabilitación nutricional, las anoréxicas presentan una hipoperfusión sanguínea de moderada a importante en las regiones temporoparietal y orbitofrontal. Todo parece indicar que estas alteraciones serían consecuencias de la desnutrición, pero ¿estamos en condiciones de asegurar que no existían con anterioridad al inicio de la AN? ¿Acaso su aparente irreversibilidad no pudiera ser un indicador de su índole «constitucional»? Si así fuera, ¿acaso podría considerarse un marcador biológico de la AN? Otro estudio anterior había hallado que las anoréxicas recuperadas presentaban volúmenes de líquido cefalorraquídeo significativamente mayores que las controles y volúmenes de materia gris significativamente menores9. Comparadas con anoréxicas actuales, las recuperadas presentaban volúmenes de líquido cefalorraquídeo significativamente menores y volúmenes de materias gris y blanca significativamente mayores. Ello supone una clara tendencia a la normalización y, por tanto, a la reversibilidad del cuadro. Pero, como ya se ha dicho, el volumen de materia gris sigue siendo inferior a lo normal en las anoréxicas recuperadas, lo que apunta a una probable irreversibilidad del fenómeno. De hecho, esta atrofia de la materia gris tiende a atribuirse a los elevados valores de cortisol plasmático que se dan en la AN. En 2002, Swayze et al10 demostraron claramente que la normalización ponderal y nutricional de las anoréxicas tiende a normalizar el líquido cefalorraquídeo y la materia blanca, si bien persiste una reducción significativa de la materia gris. Por consiguiente, es probable que la restauración nutricional no produzca forzosamente una normalización cerebral estructural –y por tanto funcional– completa. Todos estos datos y hechos vienen a cuento en relación con el artículo que Fleta et al11 publican en este número de MEDICINA CLÍNICA. Por primera vez un grupo español presenta los resultados de un estudio cerebral de pacientes anoréxicos adolescentes mediante resonancia magnética estructural. Han hallado que el 21,2 % de su muestra presenta atrofia cerebral y que esta atrofia guarda relación con el volumen relativo del peso perdido y con la reducción de tejido graso, es decir, con la gravedad biológica del trastorno. El hecho de que no aparezca atrofia cerebral en 3 de cada 4 pacientes y la relación de la atrofia con el estado nutricio28 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 16/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. TORO J. EL CEREBRO DEL PACIENTE ANORÉXICO nal llevan a concluir que se trata de un fenómeno fruto exclusivo de la desnutrición, no previo a ésta. Sin embargo, la cuestión radica en saber si, solucionada la AN, ese 21% de atrofias cerebrales conseguirá su recuperación total o solo será parcial. Eso sólo podrán aclararlo los estudios longitudinales. En cualquier caso, la reducción de materia gris, si persiste, no puede permitir un funcionamiento neuropsicológico o cognitivo indemne respecto al anterior a la AN. Pero todavía sabemos muy poco sobre ello. El estudio de Fleta et al11 concierne a una población exclusivamente adolescente. Una revisión reciente12 de las investigaciones dedicadas a AN en adolescentes permite establecer las siguientes conclusiones: a) persisten alteraciones cerebrales metabólicas tras la normalización del peso; b) las alteraciones detectadas suelen ser asimétricas y no globales; c) no se observan anormalidades focales específicas, y d) todo ello se reproduce de manera bastante coherente en las muestras estudiadas, a diferencia de lo que se observa en los estudios de pacientes anoréxicos adultos. Anoréxicos adultos o adolescentes, lo cierto es que la afectación cerebral existe. La variedad de áreas cerebrales afectadas probablemente explique la complejidad de los fenómenos cognitivos, emocionales, de regulación del apetito y relacionados con la percepción visual que presentan estos pacientes, sin olvidar la notable existencia de lógicas diferencias interindividuales. Es también probable que la AN aparezca influida por alguna anormalidad o disfunción de vías o circuitos cerebrales de interconexión que regulen esas funciones13. Prácticamente todas las áreas hipoperfundidas están implicadas en el sistema límbico, en el «cerebro emocional». Dicho todo esto, aunque existan factores disfuncionales previos, no puede olvidarse que la explicación de la AN es multifactorial: genética, personalidad, cuerpo, familia, grupo de edad, cultura, etc.12, son otros tantos agentes que conjunta- 29 mente la motivan. Los cambios cerebrales consiguientes a la desnutrición constituirían, eso sí, el factor más importante de perpetuación del cuadro. Y si alguno de ellos es irreversible, como ya se ha apuntado, alguna consecuencia tendrá... La investigación debe seguir. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Ward A, Tiller J, Treasure J, Russell G. Eating disorders: psyche or soma? Int J Eat Disord. 2000;27:279-87. 2. Krieg JC, Lauer C, Pirke KM. Structural brain abnormalities in patients with bulimia. Psychiatr Res. 1987;27:39-48. 3. Delvenne V, Lotstra F, Goldman S, Biver F, De Maertelaer V, Appelboom-Fondu J, et al. Brain hypometabolism of glucose in anorexia nervosa: a PET-scan study. Biol Psychiatry. 1995;37:161-9. 4. Delvenne V, Goldman S, De Maertelaer V, Simon Y, Luxen A, Lotstra F. Brain hypometabolism of glucose in anorexia nervosa: normalization after weight gain. Biol Psychiatry. 1996;40:761-8. 5. Delvenne V, Goldman S, Biver F, De Maertelaer V, Wickler D, Damhaut P, et al. Brain metabolism of glucose in low-weight depressed patients and in anorectic patients: a consequence of starvation? J Affect Disord. 1997;44:69-77. 6. Delvenne V, Goldman S, De Maertelaer V, Lotstra F. Brain glucose metabolism in eating disorders assessed by positron emission tomography. Int J Eat Disord. 1999;25:29-37. 7. Gordon CM, Dougherty DD, Fishman AJ, Eman SJ, Grace E, Lamm R, et al. Neural substrates of anorexia nervosa: a behavioural challenge study with positron emission tomography. J Pediatr. 2001;139:5157. 8. Rastam M, Bjure J, Vestergren E, Uvebrant P, Gillberg IC, Wentz E, et al. Regional cerebral flow in weight-restored anorexia nervosa. Dev Med Child Neurol. 2001;43:239-42. 9. Lambe EK, Katzman DK, Mikulis DJ, Kennedy SH, Zipursky RB. Cerebral gray matter volume deficits after weight recovery from anorexia nervosa. Arch Gen Psychiatry. 1997;54:537-42. 10. Swayze VW, Andersen AE, Andreasen NC, Arndt S, Sato Y, Ziebell S. Brain tissue volume segmentation in patients with anorexia nervosa before and after weight normalization. Int J Eat Disord. 2003;33:33-44. 11. Fleta J, Jiménez A, Velilla M, González G, Pina I, Olivares JL. Anorexia nerviosa y atrofia cerebral en adolescentes. Med Clin (Barc). 2005;124:571-2. 12. Toro J. Riesgo y causas de la anorexia nerviosa. Barcelona: Ariel, 2004. 13. Chowdhury U, Gordon I, Lask B, Watkins B, Watt H, Christie D. Early-onset anorexia nervosa: is there evidence of limbic system imbalance? Int J Eat Disord. 2003;33:388-96. Med Clin (Barc). 2005;124(15):578-9 579