¿Hoyos Negros Supermasivos en los núcleos de todas las galaxias? RESUMEN Deborah Dultzin Instituto de Astronomía, UNAM Hace 50 años se descubrieron los Cuasares (Quasars, en inglés, acrónimo de: Quasi Stellar Radio Sources). Desde su descubrimiento todo fue sorpresivo y los astrónomos pasaron de un enigma a otro: ¿como pueden estas fuentes tan potentes de radio-ondas ser tan diminutas? Al identificarse la primera con un objeto visible resulto parecer una "estrellita" azul. Pero ninguna estrella tiene esas características. ¿Podía ser correcta la distancia que se determinaba con los métodos más confiables? Pues si, y así, resultaron ser los objetos más distantes del Universo, que estaban a distancias de miles de millones de años luz. Más distantes que cualquier galaxia conocida hasta entonces. Inmediatamente surgió otra interrogante. Si una galaxia típica, como la Vía Láctea, estuviese a una distancia tan grande, el brillo de sus cien mil millones de estrellas no sería suficiente para detectarla. Entonces ¿cuál era la fuente de energía que podía hacer brillar a estos objetos así?, y más aún, cuya luz era emitida desde una región tan pequeña como nuestro Sistema Solar, lo que se determinó poco después. En 1967 los astrónomos Zeldovich (ruso) y Salpeter (gringo), propusieron, de manera independiente, que la energía podría ser emitida por la caída de gas a un Hoyo Negro Supermasivo. Un Hoyo Negro con una masa de varios millones de veces la masa del Sol. Zeldovich demostró que si este Hoyo Negro se "tragara" el equivalente de unas dos masas solares al año (en material gaseoso), seria suficiente para que la energía gravitacional de este material fuese convertida en el brillo observado. En esta charla recorreremos parte de esta historia, con énfasis en la evidencia acumulada durante estos años en favor de esta teoría. Por supuesto que hubo otras, pero fueron descartándose una a una, conforme se acumulaba evidencia en favor de esta primera teoría. Sin embargo, la evidencia era, como dirían los abogados, "circunstancial". La evidencia observacional directa (o casi) de la existencia de estos Hoyos Negros Supermasivos ha sido elusiva. Hace poco más de 5 años, la evidencia más concluyente se obtuvo, ni más ni menos, que del núcleo de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea. Esto ha sido posible, en buena medida, gracias al desarrollo vertiginoso de técnicas novedosas de construcción de grandes telescopios. También de detectores, métodos de optimización y procesamiento de datos en todas las longitudes de onda. En el caso que nos ocupa, de la óptica adaptativa en el infrarrojo. Todo parece indicar que prácticamente todas las galaxias tienen un Hoyo Negro Supermasivo en su centro. Algunos de ellos, "famélicos", como el de nuestra galaxia y otros que "devoran" cantidades enormes de gas y estrellas. Los últimos, además, se han convertido en faros que nos alumbran la historia del Universo, los albores de la época en que se formaron las Galaxias. Quiero platicarles algo de lo que sucede alrededor de estos Hoyos Negros, de los procesos que producen estas tremendas energías. Quiero platicarles un poco de cómo se han descubierto y, por último, de cómo hemos abordado las investigaciones sobre estos objetos en México y en que aspectos hemos contribuido