Movilizar las aplicaciones Aunque hablar de generaciones y extraer

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Movilizar las aplicaciones
Aunque hablar de generaciones y extraer conclusiones evolutivas es siempre aventurado
porque requiere de una perspectiva histórica más extensa y distanciada, todo parece indicar
que estamos asistiendo en los últimos tiempos (dos, tres, cuatro años a lo sumo) al nacimiento
de una nueva generación de aplicaciones informáticas que buscan sacar todo el partido a los
dispositivos móviles con conexión estable a Internet, bien sea teléfonos inteligentes o tabletas.
Si nos remontamos unas cuantas décadas atrás, podemos percibir una tendencia por la cual las
aplicaciones han ido ganando progresivamente por un lado en alcance y por otro en facilidad
de uso y prestaciones para los usuarios.
Desde que los sistemas centralizados dieron paso a las arquitecturas distribuidas en redes de
PC’s y de éstas a las aplicaciones web, hemos estado oscilando entre la centralización y la
distribución, y colocando mayor potencia y usabilidad en manos de los usuarios, aumentando
las capacidades gráficas de las aplicaciones y los medios disponibles para operarlas. El camino
hacia el aumento de la productividad, eficacia y alcance ha sido imparable.
A la evolución de las aplicaciones web hacia interfases de usuario más ricas tipo Web 2.0 y de
mejor respuesta interactiva (¡esas esperas para la carga de páginas!) se ha unido ahora la
pujanza de la telefonía móvil, que nos ha liberado de la esclavitud de necesitar una roseta
cercana. El alcance de las aplicaciones ahora es mucho mayor, solo a expensas de la cobertura
proporcionada por los operadores.
Basadas en la ubicuidad de la nube, la aplicaciones móviles permiten además una mayor
facilidad de uso por parte del usuario, impulsado por nuevos conceptos que guían su diseño:
ahora no nos importa tanto que tengan muchas prestaciones o sean muy potentes, como que
las pocas funciones que incorporen sean robustas, eficientes, productivas, fáciles de usar y
estén disponibles siempre (o casi siempre).
Si tomamos cualquier aplicación tradicional, como una Nómina (o una Gestión de Almacén, por
citar otro ejemplo) podemos ver como ha podido pasar por estas cuatro etapas: primero fue
una aplicación centralizada con decenas de operadores introduciendo datos, y luego fue una
aplicación distribuida entre los centros de trabajo para consolidarse en una central que
explotaba la información con gran potencia gráfica y herramientas ofimáticas. Más tarde se
hicieron Nóminas (o se complementaron) en forma de portales web que centralizaban de
nuevo la operación en una única aplicación accesible fácilmente desde todos los puntos de
entrada y ahora se trata de aplicaciones ricas sobre la web que permiten a los usuarios mayor
productividad y una experiencia más confortable. Si a eso le añadimos el aumento de alcance
que permite la movilidad, nos encontramos ante el reto de aprovechar para diseñar
aplicaciones que transmitan el dato relevante allá donde se produce, en cualquier momento
que lo sea, por parte de quién lo genera.
Así, volviendo al caso de la Nómina, cualquier trabajador podría actualmente capturar su parte
de baja y enviarlo a la empresa al instante, rellenar un formulario desde su móvil o ser enviado
telemáticamente por su propio médico. Se nos abren así a las empresas grandes posibilidades
para complementar o rehacer aplicaciones tradicionales buscando aumentar su alcance y su
inmediatez.
Aplicaciones para pedidos, inventarios, mantenimiento, soporte, inspecciones, vigilancia y
tantas otras, en sectores tan diversos como transportes, distribución, sanidad, turismo,
educación y administración pública pueden (y deben) ser rediseñadas para recoger las
operaciones en el campo y transmitirlas al instante a los servidores, añadiendo allí donde sea
necesario nuevas capacidades como la geolocalización, la capacidad de añadir fotos, vídeo o
voz a dichas operaciones, la firma electrónica en movilidad, los códigos bid o la
radiofrecuencia.
Una nueva generación de aplicaciones está esperando a ser diseñada y está empezando a ser
una realidad, de la mano de tabletas y smartphones: ¿a qué estamos esperando nosotros para
ofrecerlas? ¿Y a qué están esperando los responsables de empresas y organismos para
recabarlas de nosotros?
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