¿a manos de quién está pasando el control - Espae

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Rodolfo Paz Mora
[email protected]
Profesor de la Maestría en
Gestión de Proyectos
ESPAE - ESPOL
¿A MANOS DE QUIÉN
ESTÁ PASANDO EL
CONTROL AMBIENTAL?
Año 2 No. 16 – Marzo 2012
L
os empresarios industriales están abandonando la posición reactiva ante los
asuntos ambientales. En su lugar se están volviendo innovadores. Y así, el control
ambiental que le corresponde al Estado como ente regulador, está pasando
poco a poco a manos del sector privado.
Esta situación comenzó a presentarse gradualmente desde que salieron las primeras
regulaciones ambientales en la década de los setenta en los Estados Unidos. Éstas
tuvieron el carácter de “control”, es decir, el regulador exigía del contaminador
colocar sistemas de limpieza al final del proceso. Eran los tiempos de la ingeniería
ambiental.
En un principio, el empresario percibió que los problemas ambientales eran
responsabilidad del Estado y que la empresa como tal, no tenía obligaciones al
respecto. Y es por esto que, ante la promulgación de las primeras leyes ambientales,
las empresas adoptaron una actitud “reactiva”. Se resistían a cumplirlas y en ciertos
casos burlaban el control de las autoridades.
Invertir en asuntos ambientales era visto como un gasto que contribuía a mejorar el
entorno natural, pero que no traía beneficios a la empresa. Eran tiempos en que la
ingeniería ambiental tenía la última palabra, es decir, la solución de estos problemas
venía por la vía de la instalación de un equipo al final de la línea, que limpiara la
descarga y ayudara a cumplir con los límites de emisión establecidos. Y si lo hacíamos
así podíamos dormir tranquilos sin sentir remordimiento.
Con el transcurrir del tiempo las empresas se dieron cuenta de que lo que se emitía al
ambiente provenía de la materia prima y los insumos, y que se podía mejorar el
desempeño ambiental utilizando menos materia prima y menos insumos. Esto
significaba también instalar sistemas de limpieza de menor tamaño y con un menor
costo de operación. Es decir, había que mirar de cerca los procesos para reducir los
elementos de entrada, mejorar la tecnología, revisar los materiales incorporados en los
productos, la toxicidad de las substancias, etc. Después de todo, lo que sale del
sistema es lo que ingresó, es decir, materia prima e insumos. No es sensato arrojarlos al
ambiente y perder dinero.
Esto derivó en oportunidades para mejorar el desempeño ambiental y condujo a las
empresas a abandonar la actitud reactiva y a volverse más “proactivas”. Pasaron de
la visión de “control a la salida”, a la de “control a la entrada”, en otras palabras, a la
prevención.
La historia no termina ahí. Los empresarios comprendieron que en un mundo más
consciente de la responsabilidad ambiental no podían permanecer indiferentes. El
público se estaba volviendo más exigente, las regulaciones ambientales más estrictas.
Es en estas circunstancias que las empresas percibieron que estaban frente a
oportunidades de negocios para desarrollar tecnología, productos, procesos y
servicios más amigables con el medio ambiente. Esto invitó a las empresas a dar el
último salto para trabajar por un mundo mejor: se volvieron “innovativas”.
Es en este estado de cosas que la regulación ambiental pasa a un segundo plano,
puesto que las empresas entran a un proceso de mejoramiento continuo que va más
allá de lo que el ente regulador les pide acatar. El cumplimiento de las regulaciones
ambientales es tan sólo una consecuencia del proceso, pero no el objetivo principal
para las empresas innovadoras. Para éstas llegaron los tiempos de la Producción
Limpia, los Sistemas de Gestión Ambiental, la Ecología Industrial, el Análisis de Ciclo de
Vida de Productos, la Logística a la Inversa, el Diseño para el Medio Ambiente, la
Biomímica, la Ecoeficiencia y la Ecoefectividad.
Si bien es cierto que lo relatado hasta el momento se percibe más en empresas de los
países desarrollados, sin embargo en nuestro medio también tenemos buenos
ejemplos, como el del concurso Ecoeficiencia, que es ejecutado por el Consejo
Empresarial para el Desarrollo Sostenible del Ecuador (CEMDES) y el Muy Ilustre
Municipio de Guayaquil. El concurso se inició en el año 2003 y hasta la fecha han sido
favorecidas con el premio las siguientes empresas: Unilever Pingüino (2003), Compañía
de Cervezas Nacionales C. A. (2005), Holcim (2006), Toni (2008), AmBev Ecuador (2009),
Nestlé (2010) y Electroquil S.A. (2011). En los años 2004 y 2007 el premio fue declarado
desierto.
Para participar las empresas deben responder a un cuestionario de 172 preguntas
relacionadas con su desempeño ambiental en concordancia con las regulaciones
ambientales que deben cumplir, pero además con aspectos ambientales y sociales
que van más allá de lo que la regulación demanda. Consecuentemente, para aspirar
al premio la empresa debe haber superado la etapa reactiva y haber entrado a las
etapas proactiva e innovadora.
Y es de esta manera como el control ambiental va pasando de las manos del Estado
a las del sector privado. Y si además, el Estado incentivara a las empresas a
aprovechar las oportunidades de negocios en el campo ambiental, los empresarios
podrían aspirar al premio mayor: el cielo verde.
Todas las opiniones vertidas en esta publicación son de exclusiva
responsabilidad de los autores, y no representan necesariamente la opinión de
ESPAE o de ESPOL.
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