Terrorismo e histeria

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Terrorismo e histeria
La agresión contra el cuerpo social por parte de unidades irregulares, o grupos
paraestatales puede ser analizada desde diversas ópticas, aparte de las
perspectivas políticas, económicas y culturales.
El psicoanálisis ofrece la posibilidad de proponer un camino alternativo de
interpretación del fenómeno del terrorismo. En esta vía un punto de partida es el
concepto de “cuerpo social”, entendido éste de modo diferente al de una simple
colonia de la mecánica o perteneciente al orden natural, al determinismo genético.
En la realidad social, donde incide el lenguaje como un fenómeno de la cultura, los
conflictos ideológicos se radicalizan, dejan heridas y marcas. La identidad
colectiva se escinde entre “lo uno” y “lo otro” y es proclive a causarse heridas
desde formas culturales polarizadas.
Las partes no se reconocen como tales sino que se enajenan del colectivo,
advierten que pueden perder las riendas y producir daño, el mayor caos posible,
fuera de los parámetros habituales de las guerras.
La sociedad aparece confrontada en sí misma, “algo” mantiene a la conciencia en
división, cuando el sujeto (individual o colectivo) aparece confrontado consigo
mismo, sin una lógica que articule o que pueda explicar la desarticulación.
¿Cómo se explicaría desde el psicoanálisis cuando un sujeto a través del terror
causa un dolor a su propia realidad constitutiva (social) y permanece
imperturbable?
Las bases para la explicación se encuentran en el estudio de casos de histeria. De
ellos se desprende que el fenómeno es sintomático de un “yo escindido” entre
“lo uno” - de la humanidad - y “lo otro” - de la humanidad -, la irrupción de un
cuerpo imaginario, mistificado, desde el cual se confronta al cuerpo real y lo que
éste simboliza.
Con la contribución de estudios sobre la histeria y la hipocondría, se puede pensar
la relación entre el cuerpo real, (una red de hábitos, costumbres, la institución del
existir, un "estar allí en relación"), el cuerpo simbólico (cuerpo de doctrinas,
normas jurídicas, discursos, relatos o signos que organizan sentidos o verdades)
y el cuerpo imaginario (representación divergente, llamada a corresponder en aras
de la funcionalidad, con el cuerpo real y simbólico).
En el anudamiento de los tres registros real, simbólico e imaginario), se sostiene
una tensión en el que hay encuentro jubiloso respecto a la imagen o no lo hay.
(Lacan en " La tercera). Sin ese encuentro jubiloso, para un cuerpo real se pueden
construir y establecer conflictos entre otros cuerpos simbólicos e imaginarios
relativos al mismo cuerpo físico. Un ejemplo de ello es el caso de Dr. Jackl and
Mister Hyde, o el caso de países confrontados a una guerra civil, donde para un
mismo tejido social se diferencian proyectos políticos y militares diferentes.
La teoría del psicoanálisis se podría remontar desde cuando Charcot en Paris
propone a Freud (1888) investigar la correlación entre casos de histeria y el
funcionamiento del sistema nervioso y se podría extender hasta adaptar algunas
lecturas psicoanalíticas contemporáneas.
Freud plantea la dependencia del cuerpo ante ciertas formaciones culturales,
como los dichos populares (1893), que pueden incidir para que un miembro o una
función se altere en los términos en que es expresado el dicho popular.
En el caso del terrorismo, desde una revisión conceptual del psicoanálisis,
(Lacan), se podría “socio-analizar” la agresión contra el cuerpo social hasta
provocar el terror.
Desprovisto del lenguaje ideológico maniqueo, el terrorismo como forma de
violencia puede ser ejercida por diferentes actores:-(Human Rights Watch, 1998)
 Agentes del estado.
 Agentes paramilitares: Particulares que actúan con el apoyo, tolerancia, o
aquiescencia de las autoridades del Estado.
 Agentes Insurgentes que combaten contra el estado o contra el orden social
vigente
Hay un dolor físico evidente, una lesión orgánica, pero luego de la pérdida del
equilibrio, ¿dónde duele el duelo por la pérdida?
En los rostros de los deudos se muestran componentes de una identidad colectiva
basada en un pretendido pacto social de no-agresión, y el dolor confirma que el
pacto de construcción de un proyecto social está roto.
El dolor que se provocan las partes del propio cuerpo social les resulta ajeno,
desde imaginarios diferentes, lo cual dice de su enajenación.
Los grupos de terror paraestatales o antiestatales se reconocen mutuamente
excluidos de una integridad originaria, la familia humana. El dolor que causan no
les toca, por su tranquilidad pueden apelar al mecanismo de autonegación y
asegurar no habérselo causado, o por mecanismo de autoafirmación pueden
asumirse como una identidad diferenciada.
Evocan la figura del histérico que con su lesión orgánica responde a un problema
que no se atreve a contar de manera explícita. Su daño expresa representaciones
inconscientes reprimidas, hace referencia a lo nó-dicho, a un silencio por
decodificar.
¿En el terrorista, cuáles son las representaciones inconscientes reprimidas?.
Es evidente que se enfrentan y golpean particularmente en la fálica representación
del poder masculino, la fuerza militar institucional, el dominio económico, el
exclusivo ministerio religioso masculino, atacan a muerte la majestad del “padre”,
la “patria”, las sinagogas, las mezquitas, las torres de dominio de las ciudades, o
como en la inquisición, se enfilan contra las brujas en repudio feroz a sus
instrumentos, viriles símbolos de poder, (la escoba metida en la olla, la escoba
puesta entre las piernas).
Los agentes del terror han escindido una identidad colectiva, se han opuesto a un
cuerpo real y a todo lo que lo representa, el cuerpo simbólico, y han construido un
cuerpo imaginario desde el cual se lucha contra el poder de las reglas o contra las
reglas del poder.
El terrorista, - incrustado en el Estado o en la subversión a lo establecido a través
de una organización que representa -, manifiesta haber construido un cuerpo
imaginario para invocar y desde el cual atacar al cuerpo social real - a la gente en
relaciones de producción e intercambio -, y para dejarle marcas a ese cuerpo
simbólico - al ordenamiento arquitectónico, cultural, formal, legal, político, militar,
religioso -.
La sintomatología es similar a los casos de histeria que muestran lesiones
orgánicas causadas desde una consciencia escindida entre la “víctima“ y el
“victimario”.
“El suceso traumático puede cambiar su estatuto de sufrimiento si el sujeto habla y
el suceso transcurre en "las cadenas asociativas"."(Freud, 1890).
¿Cómo ayudar a verbalizar el problema que no se atreve a decir de manera
explícita?.
La violencia es una muestra de su rechazo a un pacto de no-agresión, significa la
quiebra del vínculo simbólico de la lealtad a un proyecto colectivo donde se
ubicaban actores, que ahora aparecen como antagonistas, contradictores desde
medios y modos de producción.
Desde este panorama de pactos denunciados, habría en el terrorismo otra
perspectiva que no está suficientemente explicada, el espacio argumental para el
terror, la denuncia del poder de las reglas o el rechazo a las reglas del poder.
El terrorista, (paraestatal o contraestatal) estaría entonces del lado del rebelde, del
revolucionario o del contrarrevolucionario? ¿Con el pueblo, o contra el pueblo?
El dato a analizar es si tanto el uno como el otro, proclives a pronunciarse en su
identidad simbólica con el pueblo, desde su identidad imaginaria atacan al cuerpo
real, al elemento material del estado.
El dato objetivo es que si agrede a quien dice representar con su voz, si hiere a su
realidad concreta, material, la conducta del terrorista semeja más a la del histérico.
Con Ho Chi Min habría que invitar a una respuesta, que ayude a romper el círculo
vicioso de la agresión ¿Por qué se debe convertir a la gente en objeto de
genocidio, si la arquitectura de la revolución está construida por un pueblo y un
ejército valerosos?, siendo que ”el palacio de toda victoria se construye sobre el
pueblo entero” (Ho Chi Min, 1974). ¿Si se es revolucionario como habría que
demostrar entonces respeto revolucionario fundamental a la dignidad humana?
No obstante lo anterior, es posible una apología –excusa- al terrorista (para-estatal
o contra-estatal). Su acción convoca, asume que el cuerpo social está como
“dormido”, pues a través de punzadas de terror se le llama al “levantamiento” ante
la limitación de los derechos civiles que padece ese mismo cuerpo.
Es posible que la acusación del letargo del pueblo y la presunción de “estado de
vigilia” del sindicado de terror explica que en el siglo XX grupos llamados
terroristas, entendieron que podían institucionalizarse, saltar del terror a la
dialéctica de las armas y al “apalabramiento” del cuerpo social desde el lenguaje
político, interviniendo en las causas tanto objetivas como subjetivas del conflicto
colonialista en América Latina, Africa y Asia.
Aquellos sindicados o valorados como héroes revolucionarios entendieron la
necesidad del cambio de discurso. ¡Aquellos acogieron una solución similar al
tratamiento de la histeria a través de la revisión de formas culturales, del lenguaje!
En la vía de solución política, la consciencia enajenada entre el “yo” y el “otro”
pudo haber empezado con asumir una posible unificación imaginaria con su
cuerpo, en lo que se llama la imagen corporal. Pudo haber dialogado con la
“otredad” en el “espejo” cada mañana luego de levantarse, o pudo cuestionarse al
asomarse ante los medios de comunicación masiva, aquí la consciencia y allá la
imagen “especulativa”.
Para salir del terrorismo pudo emprender varias opciones pero lo certero fue que
trabó una nueva la relación entre el deseo y el goce, para ir tejiendo una historia
de la víctima-victimario a la que no le alcanzaban las palabras, para cambiar su
estatuto de sufrimiento.
El énfasis al diálogo y a la negociación política sería clave para poner fin al
conflicto, además que señala la confianza en la palabra para allanar el camino a la
convivencia social, para advertir ciertos ordenamientos en torno al núcleo que
origina el malestar.
Aunque el diagnóstico realizado desde el “socioanálisis” haya sido diverso, esta
última conclusión no fue divergente sino más bien coincidente con análisis
políticos respecto a la necesidad de buscar soluciones desde un marco de
racionalidad, donde al apalabramiento se sigue la intervención.
Se requiere ser prudente en la confianza en el diálogo. La intervención no puede
limitarse al apalabramiento. La narración de cadenas asociativas puede o no dar
cuenta de los efectos del trauma sobre el cuerpo del sujeto. La explicación la dará
en tendencias oscuras, en dos inconscientes uno original y otro reprimido. (Freud,
1890).
Mientras al sujeto colectivo se le plantea además del diálogo político un
tratamiento de intervención estructural, económico, político, social y cultural, al
sujeto individual la práctica psicoanalítica reconoce el espacio ganado por los
medicamentos que estabilizan el estado de ánimo, reducen la manía y compensan
la depresión como el litio y el valproato.
Para sedar y calmar al paciente, y para controlar la psicosis o comportamientos
violentos, trastornos bipolares, el médico administra antipsicóticos también
llamados neurolépticos como el Haloperidol, o los ansiolíticos conocidos como
benzodiacepinas, normalmente el Clonazepam (Rivotril) o el Lorazepam
(Idalprem). Las sustancias atípicas Clozapina (Leponex), Olanzapina (Zyprexa) y
Risperidona (Risperidal) son eficaces, tanto solas como con litio, como terapias de
mantenimiento. Se está comprobando que la terapia electroconvulsiva (TEC) de
mantenimiento es eficaz para aquellos que no responden a la medicación.
Además del diálogo corresponde la praxis consecuente, la intervención sobre
causas de conflictos estructurales.
En alguna dimensión donde se aquiete la ira, el antagonismo se resuelve en una
nueva síntesis de la condición humana, donde sobrevivan, tal vez alterados
mutuamente, los actores del conflicto, donde lo particular y lo general se entiendan
como momentos de una misma realidad cósmica.
Reconciliados los actores surgirán otros retos. Pero superado el terrorismo, la
guerra, “padre de todas las cosas”, (Heráclito, Siglo IV a.C.) no tendrá que ser
armada.
BIBLIOGRAFIA
1) Freud Sigmund: "Tratamiento Psíquico (tratamiento del Alma en "Obras
Completas" T.1 Amorrortu Ed. Bs. As. 1979.
2) Freud Sigmund: 1890 "Psicoterapia de la histeria" en Obras completas T.II
Amorrortu. De. Bs. As. 1979. Pág. 294
3) Lacan Jacques: "El estadio del espejo" en Escritos 1.
4) Lacan Jacques: "La tercera" en "Intervenciones y Textos 2". Manantial- Bs.As.
5) Ho Chi Min: Obras escogidas, Publicado en español, traducido por Juana
Bignozzi, Editorial Abraxas, Buenos Aires, 1974, páginas 103 y 104
6) Zuberman José El síntoma histérico, el fenómeno psicosomático y el discurrir
hipocondríaco, Escuela Freudiana de Buenos Aires. http://edupsi.com/cuerpo
7) - Human Rights Watch, 1998, www.elsecuestro.freeservers.com/bibliografia.htm
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