Octubre 1990 - Fundación San Valero

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ENTREGARLES LO MEJOR.
Hemos comenzado el curso. El duendecillo de lo nuevo cosquillea nuestra curiosidad y
nos pone un poco nerviosos. ¿Qué pensaran los nuevos alumnos sobre nosotros?
¿Daré impresión? ... Casi con toda seguridad, la mayoría, concluimos pensando:
“debo entregarles lo mejor de mí”. Creo yo que los alumnos por su parte también
pensaran lo mismo: “Este profesor debe conocer lo mejor de mí y voy a comenzar
trabajando a tope”.
Transcurren los primeros días y casi todo se cumple. Recuerdo las palabras que
repetía el Sr. Plana –exprofesor de la Escuela- a algunos de sus alumnos. “Empezáis
como caballos cordobeses y termináis como burras manchegas”. Parece como si el
tiempo se empeñara, con cabezonería, en borrar las primeras buenas intenciones. Y
digo esto porque al final de curso casi siempre olvidamos la declaración de principios
que hicimos al comienzo.
Quizás sería bueno recordar “comienzos y finales” de curso para saber racionalizar
“impulsividades”. Imbuirnos de la reflexión, adentrarnos en la lectura escudriñadora de
renovación, cargar nuestro espíritu de serenidad, abandonarnos en la sonrisa que
engendra confianza. Tal vez así llegaríamos a no saber distinguir “comienzos y
finales”.
La tarea educativa cotidiana expresa el proceso que se desprende de nuestros
calores básicos. En ese proceso se desgranan las conductas concretas que explicitan
la entrega de lo mejor y peor de nosotros mismos.
Aunque queramos no podemos entregar fragmentos de la personalidad, El ser no se
divide en pedazos. Y por tanto es imposible escoger partes de algo tan esencial en el
educador como es transmitir una manera de conocer y desarrollar al hombre.
Entregarles lo mejor... es decir, entregarnos.
Rafael Roldán.
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