Dora – Atravesando el bosque infestado de lobos Un

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Dora – Atravesando el bosque infestado de lobos
Un ensayo sobre el Caso Dora a partir del cuadro “La Madonna Sixtina”
Fragmento del análisis de un caso de Histeria. Freud, 1905.
Eliane Souto de Abreu
Psicoanalista en Formación
Candidata del
Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Fortaleza (GEPFOR)
Resumen:
El presente trabajo interpreta parte del caso Dora, empleando los elementos alegóricos
encontrados en la pintura de Rafael Sanzio “La Madonna Sixtina”, una de las asociaciones
hechas por Dora en el relato de su segundo sueño. A partir de datos históricos y de la tradición
católica sobre los personajes del cuadro, particularmente San Sixto y Santa Bárbara, nuevas
posibilidades interpretativas son sugeridas. Así como Dora, Santa Bárbara fue una virgen
perseguida en el bosque por un hombre abusivo, su propio padre. Doncellas solas en bosques
parecen poblar lo imaginario, creando historias como Caperucita Roja y Santa Bárbara, y figuras
míticas como princesas raptadas por dragones, hadas, ninfas y amazonas, en las más diversas
culturas. En el bosque la virgen enfrenta poderosas fuerzas. Esas fuerzas son interpretadas por el
psicoanálisis como inconscientes, oriundas de las intensas transformaciones y pulsiones propias
de ese momento de la vida femenina - la adolescencia. El caso Dora es visto como un análisis de
adolescente, con sus peculiaridades en la transferencia y contra transferencia. El psicoanalista y
los adultos que rodean a la joven precisan comprender este proceso para ayudarla a salir del
bosque por sí misma y por el mejor camino.
Descriptores:
Dora (01.07.02); Psicoanálisis adolescente (06.04.01); Psicosexualidad (01.03.01)
Dora – Atravesando el bosque infestado de lobos:
Un ensayo sobre el Caso Dora a partir del cuadro “La Madonna Sixtina”
No encontramos en la literatura un análisis más detallado sobre un trecho de la historia de Dora
que nos parezca importante: durante una visita a Dresden, “…Se demoró dos horas enfrente a
“La Madonna Sixtina”, absorta en muda admiración”. Freud le pregunta qué era lo que tanto la
atraía en el cuadro, pero ella “…no encontró una respuesta definida. Finalmente respondió: “La
Madonna” (Freud, 1972). Esa latencia de respuesta puede indicar que ella fue construida para
satisfacer al psicoanalista, respuesta obvia y “más correcta”, ocultando aquello que realmente
movilizó a la joven.
“La Madonna Sixtina” es la última de las tantas “madonas” de Rafael Sanzio, hecha para adornar
la abadía de San Sixto (o Sixtus, por eso Sixtina). Dentro de un ambiente celestial, enmarcado
por cortinas, están en lo alto la Virgen María y el Niño Jesús en sus brazos; a la derecha está
Santa Bárbara y a la izquierda, San Sixto, quien se quitó la corona papal, depositándola en el
rincón inferior izquierdo del cuadro. Abajo de todo, como que inclinados en un balcón o ventana,
hay dos ángeles, los más famosos de la historia del arte, retratados en tarjetas de Navidad,
camisetas, tazas y todo tipo de producto mundano (Collins, n.d.).
San Sixto, un hombre de avanzada edad, mira humildemente a la Virgen y al Niño, y apunta
hacia el espectador, como que intercediendo por los hombres junto a Ella. Del otro lado, Santa
Bárbara, una bella joven, mantiene la cabeza baja (Collins, n.d.).
Siendo judía, es probable que Dora no conociera detalles de los personajes del cuadro. Sin
embargo, como una posible admiradora del arte, y considerando el tiempo que pasó frente al
cuadro, esta hipótesis debe de ser tomada en cuenta. El conocimiento consciente de Dora sobre
los personajes del cuadro no es imprescindible, pues su inconsciente puede haber captado
simbolismos universales. Sabemos más de lo que percibimos saber.
San Sixto fue papa de la Iglesia en el siglo lV, siendo reconocido como un gran normatizador de
costumbres, escribiendo diversas obras para la orientación de los cristianos (Catholic
Encyclopedia, n.d.).
Bárbara vivió en el siglo lV, perteneciendo a una rica familia pagana romana. Viudo, su padre la
mantenía prisionera en una torre para alejarla de las miradas masculinas, restringiendo su
libertad. Bárbara rechazó todos los casamientos arreglados por su padre. Convirtiéndose al
cristianismo, provoca la ira y los castigos paternos. Ella consigue huir refugiándose en una
caverna en el bosque. Tras muchas vueltas, su padre la encuentra y la entrega a las autoridades
para ser juzgada. Recibió la pena de muerte y su verdugo fue su propio padre, quien la decapitó.
En ese mismo momento, un rayo cayó del cielo sobre él y murió fulminado. Ésa es la razón por
la cual Santa Bárbara es la protectora contra rayos y tempestades
(Voragine, 2002).
En el cuadro de Rafael, la Virgen sostiene a su hijo presentándolo al mundo. Su rostro es
indescifrable, tal vez asustado. Es una chica que acabó de entrar en la adolescencia, con trazos
infantiles aún. El propio Niño Jesús parece más “adulto” que ella. Es commovente el desamparo
de esta casi niña precozmente madre... (Grossman, 2010). San Sixto parece frágil también, un
hombre anciano incapaz de proteger a sí mismo, cuánto más a sus seguidores.
La figura de Santa Bárbara en el cuadro es enigmática. Bárbara está ricamente vestida, con los
cabellos prendidos en un bello peinado, como debe de presentarse una doncella de alta casta
social. Atrás, y entre ella y la cortina, podemos notar la torre, elemento de su historia.
Curiosamente, Bárbara retira su mirada de la Virgen María, pero no parece mirar hacia el
espectador. ¿Estaría mirando a los ángeles? Éstos tampoco están mirando a la Virgen, quien
debería de ser en principio la figura más importante del cuadro: ellos vuelven la mirada hacia
Bárbara.
Dora podría haberse identificado con Bárbara, y no con la Virgen. Así como Bárbara, sujeta a un
padre que no la protege, un substituto del padre que la persigue en el bosque y una madre
distante, inaccesible en su “psicosis doméstica”, una mujer que repudia el sexo. Sobre ella el
padre de Dora dice “... nada consigo de mi mujer” (Freud, 1972), ya que ésta no quiere ser
contaminada por la suciedad del pene de su marido, tratado anteriormente de sífilis. Ella quiere
su ambiente inmaculado, y no quiere tener contacto con los deseos conscientes e inconscientes
en torno de ella. Dora, así como Bárbara, quiere darle la espalda a ese destino. Ella rechaza la
sumisión y el conformismo de la niña obligada a ser madre. Interpretada por Freud: “Los
hombres son tan abominables, que es mejor que yo no me case. Esa será mi venganza.” (Freud,
1972). Los ángeles miran curiosos a Bárbara / Dora: ¿qué es lo que va a hacer ella?
La adolescencia es fruto del siglo XX. Hasta ese momento, las niñas pasaban de las manos del
padre para las del marido y asumían su puesto como amas de casa y madres. Los niños, por su
vez, comenzaban a trabajar más temprano e iniciaban sus vidas sexuales con prostitutas, muchas
veces contratadas por el propio padre (Roudinesco, 2003). Para los chicos y chicas de entonces la
iniciación sexual era bastante traumática. La sexualidad Es traumática, pero hoy en día tenemos
más conocimiento psicoanalítico para intentar comprender el torrente de pulsiones que invade al
adolescente, con su natural indefinición de la orientación sexual, los impulsos hostiles, la
curiosidad, la impulsividad, el deseo de amar y ser amado, de explorar su cuerpo y el del otro...
El adolescente es una obra no-terminada y necesita tener a su alrededor las cualidades que
Winnicott resaltó en una madre lo suficientemente buena: el holding, la continencia, la capacidad
de soportar sus angustias y necesidades emocionales sin sofocarlo, y al mismo tiempo frustrarlo,
enfrentándolo con la realidad externa e interna. Los padres y el psicoanalista deben tener esas
cualidades.
Es posible que la valoración de la adolescencia como espacio protegido para las vivencias y
experiencias de la sexualidad sea uno de los factores que tornaron los grandes estados histéricos
menos comunes.
Sin embargo, lo que hoy vemos es la adolescencia precoz, prolongada e híper sexualizada. Hace
algunos años en nuestro país, el Supremo Tribunal Federal absolvió a un hombre adulto por
violencia sexual contra una niña de 12 años, porque ésta habría admitido que “…dieron unas
ganas…” (Policarpo Junior, 1997). No obstante, tanto el abusador cuanto el juez deberían
protegerla percibiendo – aunque intuitivamente - que le faltaba madurez para saber lo que hacer
con su sexualidad. Ya el abusador al contrario, se aprovecha, como la pareja K., y uno de los
jueces explica su voto: “Hoy en día no hay niñas, y sí chicas de 12 años. Precozmente maduras,
la mayoría de ellas ya cuenta con discernimiento bastante como para reaccionar ante eventuales
adversidades”. Es casi una transcripción de las palabras de Freud: “En mi opinión, una chica
normal resolvería una situación de esta especie sola.” (Freud, 1972). No, no, niñas de esa edad
no deben ser dejadas solas en el bosque infestado de lobos, aunque piensen que están
divirtiéndose.
Los adultos alrededor de Dora no pueden contener sus ansiedades adolescentes, involucrados
como están en sus propios conflictos y deseos. Y Freud tampoco consigue, en este momento de
su carrera, notar la necesidad de ser no sólo imparcial, no sólo honesto y científico, sino que
también continente. De esta forma, San Sixto puede representar tanto al padre lascivo y enfermo,
como también a Freud, el hombre poderoso, pero frágil y asustado ante da sexualidad de Dora,
con la transferencia y con su contra transferencia.
Aun cuando Dora vuelve a procurarlo, más de un ano después del abandono, él está resentido,
sin percibir sus sentimientos contra transferenciales: ... “noté que no estaba siendo sincera... no
comprendí qué tipo de ayuda ella quería de mí, pero le prometí perdonarla por haberme privado
de la satisfacción de curarla...” (Freud, 1972). Nos parece claro el tipo de ayuda que Dora
quería: retomar su análisis con Freud, que él fuese el adulto en quien ella pudiese confiar, la
figura continente para realizar su transferencia de manera total y segura. Pero tal vez Dora haya
percibido que, una vez más, eso no sería posible.
Dora era una adolescente expuesta, posiblemente desde la tierna infancia, dentro de un ambiente
permisivo, ambivalente y de híper sexualidad. Podemos imaginar cuán difícil debe de haber sido,
para ella, entrar en la latencia. De esta forma, mientras su hermano, más favorecido por la
atención materna, escribía una pieza teatral a los 9 años, ella se enfermaba (Appigananesi &
Forrester, 2007).
En el segundo sueño de Dora, ella “penetra” en un “bosque denso” (Freud, 1972). Parece que
doncellas solas en bosques pueblan lo imaginario, alimentando la historia de Santa Bárbara y
cuentos de hadas como “Caperucita Roja”.
En una nota posterior, Freud dice que existe una relación entre el sueño y su apellido. Dora en
realidad es Ida Bauer, y bauer, en alemán significa bosque. Por lo tanto, es dentro de sí misma, y
del denso bosque de su sexo y su sexualidad que Dora precisa de ayuda para enfrentarse con los
peligros – con el ardor de sus deseos juveniles en su “casa en llamas” (Freud, 1972).
Pero esas adolescentes – Dora, Bárbara y Caperucita – no pudieron contar con figuras paternas
confiables. Fueron perseguidas, asediadas y abandonadas a los lobos. La madre de Caperucita la
lanza dentro del bosque sola. ¿Qué madre suficientemente buena haría eso? ¿Y si la abuela no
hubiera sido “comida” por el lobo? ¿Y si ella fuese el lobo? La mujer vieja envidiando la
frescura y sexualidad floreciendo en la joven, e intentando devorarla, en un movimiento al
mismo tiempo de destruición e incorporación de esas cualidades. Caperucita aún puede contar
con el cazador, el hombre salvador que la reconduce. Bárbara fue encontrada por el padre, que la
llevó a la muerte. Y es sola que Dora precisa entrar y salir del bosque.
Dora / Ida se casó en 1903, un año después de su última visita a Freud, con un empleado de su
padre. No se conocen los motivos de ese casamiento, que parece haber sido infeliz. Los dos
soportes emocionales de Ida durante su vida adulta fueron su hermano y su hijo, Kurt Herbert
Adler. Es con él al piano, todavía niño, que Ida posa para la única foto disponible de su vida
adulta. Su hijo se fue para los EUA, tornándose un renombrado regente de la Ópera de San
Francisco. Un detalle interesante es que Kurt llegó a trabajar con Herbert Graf, el pequeño Hans
(Appigananesi & Forrester, 2010; Gay, 2008).
Felix Deutsh fue un médico que atendió a Freud y años después, en 1922, también a Ida Bauer, y
reconoció en ella a la adolescente Dora. Él la retrata de manera bastante negativa: una mujer
resentida con los hombres, frígida, “una de las histéricas más repugnantes” que él había conocido
(Appigananesi & Forrester, 2010; Gay, 2008).
Es probable que esa descripción sea parcial y prejuiciosa. Después de dejar a Freud, Dora se
tornó una profesora de bridge de otras mujeres. La Sra. K estaba a su lado en esta actividad.
(Appigananesi & Forrester, 2010). Es como si Dora / Ida hubiera creado un espacio posible para
su amor por la Sra. K., excluyendo a los hombres de ese juego.
Rechazando las propuestas perversas de su padre y de la pareja K., y ante las pocas alternativas
para las chicas de su época, parece que Dora salió del bosque por el mejor camino que logró
encontrar.
Referências
Appigananesi, L. & Forrester, J. (2010). Dora: Um fracasso exemplar. As mulheres de Freud
(Nana Vaz Castro & Sofia de Sousa Silva, trad). (cap. 5, pp. 241 – 270). Rio de Janeiro: Record.
(Obra original publicada em 2001).
Catholic Encyclopedia (n.d.). Pope Saint Sixtus. Recuperado el 2 de Diciembre, 2011,
www.newadvent.org/cathen/14032a.htm. (Obra original publicada en 1917).
Collins, N. (n.d.). The Sistine Madonna by Raphael. Encyclopedia of Art Education. Recuperado
el 2 Diciembre, 2011, http://www.visual-arts-cork.com/famous-pai ntings/sistine-madonna.htm.
Freud, S. (1972). Fragmento da análise de um caso de histeria. Edição Standard Brasileira das
Obras Psicológicas de Sigmund Freud. (Jayme Salomão, trad.). Rio de janeiro: Imago, (vol. 7,
pp. 1 – 119). (Obra original publicada en 1905).
Gay, P. (2008) Terapia e Técnica. Freud: Uma vida para o nosso tempo. (Denise Bottmanns,
trad.). São Paulo: Companhia das Letras, (cap. 6, pp. 232 – 241). (Obra original publicada en
1988).
Grossman, V. (2010, Dezembro). A Madona Sistina (trecho traduzido). Revista Piauí, ed. 51.
Recuperado el 1 Abril, 2012, de http://revistapiaui.estadao.com.br/edicao-51/espolios-deguerra/a-madona-sistina. (Obra original publicada en 1955).
Policarpo Jr. (1996, Maio 22) "Pintou uma vontade". Revista Veja, 1445 (21), Ano 29, p. 36.
Recuperado el 21 Marzo, 2012, de http://veja.abril.com.br/acervodigital/home.aspx.
Roudinesco, E. (2003). “A família em desordem” (André Telles, trad.). Rio de Janeiro: Jorge
Zahar. (Obra original publicada en 2002).
Voragine, J. (2002). Here Beginneth the Life of Saint Barbara. Lives of the Saints. Recuperado el
2 Diciembre, 2011, de www.aug.edu/augusta/iconography/goldenLegend/barbara.htm. (Obra
original publicada en 1470).
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