IGLESIA DE SAN AGUSTÍN Y ESCUELA DE LA VIRTUD La Iglesia de San Agustín se comenzó a construir el año 1728 y fue bendecida en 1750. El templo presenta un vasto pórtico, con seis grandes columnas y cinco arcos que a él dan ingreso. Sobre la clave del arco del medio se ostenta de relieve el escudo de las armas reales en señal de haber sido costeada la obra por el rey. Las columnas descansan sobre pedestales y se hallan un tercio empotradas. El santuario consta de una sola gran nave. Todos los adornos de carpintería plateresca que decoraban esta iglesia, incluso el altar mayor, el órgano y el coro, desaparecieron a fuerza de llamas en la famosa noche del 25 de julio de 1835 en que también, entre otros, fue incendiado el convento de “San José”. Gracias a los esfuerzos del obispo D. Pedro Martínez de San Martín, apoyado por la reina María Cristina de Borbón, pudo restaurarse y abrirse al culto público la víspera de San Agustín en 1839. Este templo reconstruido es el que Francisco utilizará como sede de la “Escuela de la Virtud”. En abril de 1851, de regreso de su exilio francés, pasando por Gerona unos días, llegó a Barcelona el mes de mayo. La situación socio-religiosa de la ciudad era compleja. Por su situación geográfica (próxima a Francia) le llegaban ideas revolucionarias y antirreligiosas de Francia. A esto se unía una masa proletaria (mayoría de la población) descontenta por la conducta injusta de los empresarios. Todo esto producía síntomas de desorden y de alejamiento de la Iglesia. Además no cesaban las luchas sangrientas entre liberales y carlistas, enconándose los ánimos y creando un ambiente desfavorable a la Iglesia, partidaria, para muchos, del carlismo y contraria al progreso. Ante esta situación el obispo de Barcelona, José Domingo Costa y Borrás se propuso desarrollar un programa de reevangelización, sobre todo a la masa obrera, haciendo frente a los errores que se propagaban. Los medios que utilizó fueron: evangelización oral y escrita, prensa, misiones populares y cartas pastorales. El 13 de mayo de 1851 el obispo concede al P.Palau las más amplias facultades ministeriales y lo nombra director de ejercicios del Seminario. El P. Palau habitó en el colegio episcopal hasta febrero de 1852. En Mayo de 1851 el P. Palau se retira al Montsant, en la ermita de San Bartolomé, para cerciorarse de la voluntad de Dios sobre su vocación. Desde aquí escribe a sus dirigidas en Lérida. En este retiro resuelve entregarse a la predicación y se pone bajo las órdenes de Costa y Borrás, quien lo compromete en su plan de reevangelización de Barcelona. Bajo las órdenes del obispo, Francisco atendió apostólicamente las nuevas barriadas formadas alrededor de Barcelona por emigrantes llegados a Barcelona en busca de trabajo, en condiciones de pobreza y abandonados espiritual y culturalmente. (ej. Barrios de Pueblo Nuevo y Taulat. Hoy complejos industriales anexionados a Barcelona). Francisco pidió al Obispo la construcción de capillas en esos lugares (ej. Nuestra Señora del Pilar en la zona de Gracia). Predicó (sermones, triduos, novenas, etc.) en las grandes iglesias de la ciudad (San Agustín, Nuestra Señora de Gracia, Belén, San José, en las Carmelitas Descalzas, etc.). Ante una sociedad en cambio, “en una época en la que el vicio pretende vestirse de las insignias reales de la virtud”, ve la necesidad de buscar nuevas formas de evangelizar a los adultos para lo que traza un nuevo plan de predicación y enseñanza del Evangelio: La Escuela de la Virtud, la cual se inaugura como obra diocesana el 16 de noviembre de 1851 en la Iglesia de San Agustín. Para la Escuela de la Virtud solicitó la ayuda de sacerdotes y seglares y la solidaridad de otras asociaciones (para el pendón, imagen de la Reina da las Virtudes, bancos, etc.). Pidió ayuda económica a párrocos a través de una suscripción de 4 reales por trimestre. Incluyó colegios católicos y los invitó a bordar un pendón con una virtud y a presentarse con una representación de alumnos en procesiones organizadas por la Escuela de la Virtud. Invitó a la Escuela a través de volantes, utilizando los mismos medios de los enemigos de la Iglesia. Organizó una junta directiva formada por cuatro sacerdotes y cuatro seglares. El primer curso de la Escuela se realizó del 16 de noviembre de 1851 al 20 de diciembre de 1852 y el segundo curso del 25 de diciembre de 1852 al 17 de diciembre de 1853. Los cursos duraban un año repartido en 52 clases (52 domingos) de 1 a 2 horas de duración. Las conferencias comenzaban todos los domingos a las 18:00 hrs. El tema era sobre una virtud y los vicios que se oponen a ella por exceso y por defecto. Se daba en forma de catecismo. El 2 domingo anterior se les entregaba la lección del siguiente domingo para podérselas preguntar llegado el día. Asistieron alrededor de 500 personas, llegando en ocasiones a 2000 personas, siendo la mayoría jóvenes. En este Templo de San Agustín se expuso por primera vez la imagen de Nuestra Señora de las Virtudes, patrona de la institución, hecha de encargo para el P.Palau expresamente, y seguramente también bajo su inspiración, temática al menos. En el primer curso el orden de cada función los domingos era el siguiente: Comenzaba con un canto o rezo de toda la asamblea al Espíritu Santo (Introducción CV p.275). Después un coro de niños recitaba de memoria la lección. El P. Palau explicaba el tema entablando un animado diálogo con los asistentes. Luego se alababa a Dios con el canto o recitación de los salmos 83 y 116 (relectura del salmo 83 hecha por Francisco) (Introducción CV p. 278). Se pronunciaba un discurso moral análogo a las materias tratadas y se hacía un acto formal de aceptación de la virtud estudiada y una protesta formal contra los vicios opuestos a ella. En el segundo curso se introdujeron modificaciones, entre otras, se dividió en dos secciones; se agregó la explicación de un punto de apologética sobre temas y problemas religiosos de la más palpitante actualidad en sus implicaciones con los errores del ateísmo, racionalismo, agnosticismo, socialismo y comunismo. Al final de cada curso se tenían exámenes generales. Las lecciones utilizadas compendiaban la doctrina de Santo Tomás sobre el tema. El P. Palau introduce una innovación a lo presentado por Santo Tomás en su tratado sobre las virtudes, introduciendo una lección sobre “la Iglesia de Dios”. En el periódico “El Áncora” el 6 de marzo de 1852 escribía “...Nuestro Catecismo le describe (al cristiano) la ciudad santa, los senderos y carreteras que guían a ella, los precipicios y despeñaderos en los que podría caer; le enseña por fin todo aquello que debe saber para no extraviarse del camino de la perfección”. Es interesante leer la carta del 18 de octubre de 1853 a José Domingo Costa Y Borrás, Obispo de Barcelona, donde expresa el objetivo que lo llevó a crear la Escuela de la Virtud, los problemas prácticos que después de dos años de funcionamiento se han ido viendo y solicita la posibilidad de elevar la Escuela a Sociedad religiosa. “Exmo. e Ilmo. Señor 1. El Pbro. D. Francisco Palau a V.E.I. con respeto expone lo que sigue: Cada época tiene sus necesidades a cuyo remedio se dirigen las instituciones, y a este objeto mira lo que llaman Escuela de la Virtud. Antes que se formalicen en asociación religiosa los ejercicios que ésta todos los domingos practica en la parroquial de S. Agustín, preciso es sepamos si motivos especiales lo exigen. Así lo hemos creído, pero como toca al obispo juzgar de estas materias, deber mío es insinuarlo a la ilustración de V.S.I. para que decida con conocimiento de causa. 2. Se han presentado en estos últimos siglos en el campo contra Israel unos hombres titulados filósofos racionalistas, ilustrados, quienes no osando combatir a cuerpo y brazo descubierto, han trocado los términos, y con escándalo de la lógica han calificado de bueno a lo malo, y a lo malo de bueno; han pintado el vicio como una virtud y a ésta 3 como un vicio. Con esto, introducida la confusión en este mundo ideal, han hecho devorar a los incautos el veneno y han logrado seducir la multitud; y mientras se le permita combatir a Dios, a la religión, a la Iglesia, a los prelados, el dogma, la moral y las virtudes en nombre de estos mismos sagrados objetos, tales escuelas no pueden menos de ser funestas y fatales para el pueblo fiel e incauto. En frente de estas escuelas antisociales y anticatólicas ábranse otras cuya misión se dirige a denominar el bien y el mal, la virtud y el vicio por sus propios términos; escuelas que dando la definición verdadera de la virtud y describiendo el vicio por sus propiedades destructoras, desarme al enemigo. 3. Las virtudes son el ornato y riqueza del hombre espiritual, como lo son del animal y carnal los bienes materiales. Una misión importante desempeñaban las órdenes religiosas, y era enseñar y dirigir al pueblo fiel en el camino de la perfección, ya desde el púlpito, ya desde el confesionario; arrancados del lado del obispo estos auxiliares, imposibilitados por otras ocupaciones a suplir ni por sí ni por los párrocos esta alta misión, su falta ha producido un efecto fatal y es la ignorancia sobre la verdadera virtud, y ésta ha de dar por parte un hombre sensual y carnal. El pueblo será católico porque se le predica la fe. Si se sostiene contra mil ataques, es todo cuanto puede hacer la jerarquía eclesiástica por sí sola y esto a trueque de mil penalidades y sacrificios. El pueblo será católico pero sensual y material, animal como dice el Apóstol, y esta sensualidad pondrá en peligro hasta sus creencias. Si es que a este mal haya remedio humano que pueda atajarle, eríjanse frente al panteísmo. Escuelas de Virtud donde no de cualquier modo sino formalmente, y con toda solemnidad se forme al pueblo y se edifique en la parte que tiene de racionalidad y de espiritualidad. 4. La falta de maestros espirituales y de escuelas que los enseñen y formen ha de producir otro mal grave en nuestro porvenir, y es que los fieles a Dios llevados de un buen celo, caerán en mil ilusiones y supersticiones en sus prácticas piadosas. La mala inteligencia sobre la verdadera virtud o la ignorancia sobre ella, engendra un fanatismo tan perjudicial a la religión como la misma impiedad. ¡Este fanatismo cuánto no da que sufrir a los prelados! y ¿no es un arma de que se sirven los incrédulos para quitar el prestigio a la Religión? Ábranse, si es posible, en las capitales escuelas apologéticas donde se enseñe la verdadera virtud, y éstas salvarán la parte escogida del pueblo fiel de un derrumbadero en que tantos se precipitan. 5. En tiempos bonancibles en que bastaba al pueblo proponer la verdad para que la creyera y siguiera, no había necesidad de formalizar escuela apologética, pero ahora ya ha oído los argumentos de los contrarios y le han forzado a discurrir sobre el bien y el mal y, en este estado, tiene necesidad de escuelas apologéticas cuya forma sea no precisamente proponer y explicar, sino probar por principios y rebatir errores. Esto es Escuela. 6. Las altas clases de la sociedad aprenden y estudian la Religión por impresos y en éstos, a causa de la libertad de imprenta, la verdad va mezclada con mil errores. En estas escuelas apologéticas acomódese la doctrina a su capacidad, sin defraudar a los ignorantes de la parte que les debe la enseñanza religiosa, y en éstas tendrán ocasión de oír de boca de sus pastores las verdades de la Religión. 4 7. Todos estos y otros motivos, junto a la necesidad que siempre hay de enseñar a los fieles adultos la doctrina cristiana, fueron los que nos impulsaron a proponer a V.E.I. la instalación de la Escuela de la Virtud en noviembre de 1851. Por bello que sea el ideal, cuando del programa se pasa a la práctica, el tiempo descubre muchas veces la inconveniencia o la irrealización de nuestros proyectos y algunas veces la experiencia, la utilidad o necesidad de la empresa. 8. Cuando se publicó el programa sobre la Escuela no podíamos formar juicio acertado sobre ella; pero completados dos cursos ya, o dos años de conferencias, la experiencia puede muy bien darnos consejo para decidir si conviene o no darle forma estable y legal Lo que podemos atestar es que a pesar de funcionar todos los días festivos y de estar los actos despojados de todos aquellos aparatos que suelen atraer el concurso, cuales son música, cantos, luces, etc.; a pesar de estas reducidos los ejercicios a dos horas de enseñanza, el auditorio ha sido siempre el mismo, siempre constante, siempre extraordinario, atendido lo usual de las funciones. Esto y las repetidas instancias de los alumnos nos han movido a redactar estatutos que acompañan, los que expongo a la censura, examen y revisión de V.E.I. 9. Suplicando tenga a bien manifestarnos si en sus sabias previsiones V.E.I. cree oportuno elevar la Escuela de la Virtud en sociedad o congregación religiosa. En caso afirmativo, si los estatutos redactados, y modificados en la parte que crea conveniente, son de su pastoral aprobación. Así lo espera del celo verdaderamente apostólico de V.E.I. (Cta 14) Ante el éxito de la Escuela de la Virtud, el gobierno se asustó pues detrás estaba el fantasma del carlismo. Los periódicos anticlericales repetían que el P.Palau “desvía a la juventud” y lo acusaban de “jesuitismo”, de “loco”, de promover “el fanatismo y la superstición”. Uno de los periódicos escribía: “En medio de lúgubres ceremonias y extraños misterios, el curioso espectador no podrá menos de comprender toda la influencia que ejerce sobre los espíritus reflexivos y timoratos de los numerosos jóvenes afiliados a dicha institución”. En otra ocasión se leía de la Escuela: “Esta sociedad que no es más que la resurrección de la Compañía de Jesús con sus principios, tendencias y ambiciones”. Al entrar a la Iglesia se insultaba a los alumnos. Con la escusa de rumores, que según el gobernador civil habían llegado a él, de que había quienes querían perturbar las funciones de la Escuela, puso guardias para vigilar al P. Palau, quien, con cierta “ingenuidad”, lo agradeció públicamente en la Escuela. Los ataques contra el director de la Escuela de La Virtud fueron cada vez mayores, tanto, que necesitaron buscar de qué acusarle para esto investigaron sus pasos y utilizaron los grupos de hermanas que él dirigía para inventar toda clase de calumnias. Él mismo lo tiene claro y así lo cuenta en una de sus cartas al obispo de Lérida: “Los enemigos han tendido redes a los pies de S.S.I. y han sorprendido su autoridad, arrancándole la orden que ha expedido contra parte de mi familia, que ha siempre marchado bajo mi dirección. 5 2. Desde que desplegó la Escuela de la Virtud su estandarte en esta capital, la impiedad se conjuró para hacerla pedazos. Si tenemos enemigos, no faltan amigos que saben sostenerla. Era como natural que yo fuese el blanco de todos los tiros. No quedó ni queda piedra para revolver contra el Director de la Escuela. No olvidó el enemigo de que la provincia de Lérida es mi país natal, sabía que yo había trabajado en esa parte, habían de seguir mis pasos, y cortar la tierra a mis pies. ¿Bajo qué punto de vista pintarían mis relaciones con esas mujeres, viudas y doncellas, contra las que S.S.I. ha fulminado un rayo tan terrible?.” (Cta.10) El 28 de abril de 1852, Costa y Borrás dirige una Exhortación pastoral a sus diocesanos en defensa de la Escuela de la Virtud. También mantiene correspondencia con los ministros de Gobernación, Gracia y Justicia; y con el Nuncio en Madrid sobre la incorrecta actuación de las autoridades y del periódico “La Actualidad”. En octubre, por real orden, se suprime dicho periódico. En 1853 continúan los ataque y el éxito de la Escuela es cada vez mayor. En este tiempo de ataques, el P. Palau confiesa sentirse “contra corriente” y desea abandonar el mundo: “Hago lo que no tengo corazón de hacer...La esperanza me consuela. Espero que Dios, viendo cuan contra corriente hago lo que Él me ordena, tendrá piedad de mí y tal vez me sacará del mundo”. (Cta. 11) No encontrando solución justificable a la problemática planteada por una huelga obrera, se buscó un responsable y se escogió la Escuela de la Virtud y se optó por la supresión de aquella “especie de catequesis obrera”. El 31 de marzo de 1854 La Rocha decretaba la supresión y disolución de la Escuela de la Virtud. El domingo anterior a la supresión de la Escuela, en pleno hervor huelguístico, en la Escuela se había tratado el tema de la Eucaristía y se habían rezado las letanías lauretanas como rogativas por la paz y tranquilidad ciudadana. El día 1 de abril el capitán pedía una lista de los afiliados a la Escuela de la Virtud. (Leer Cartas 15, 16 y 17) El domingo 2 de abril, fue dramático para el P.Palau. En aquellas horas tensas ante el desconcierto por las drásticas medidas tomadas contra la Escuela, se dedicó a redactar una memoria de la misma, dirigida al obispo de Barcelona, en contestación al oficio por el que le comunicaba la orden de supresión (Cf. Cta 15, p.1023ss). En esta defensa define lo que era la Escuela: “es el pueblo católico congregado en la Iglesia parroquial de San Agustín, para oír la explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de todas las clases”(Cta 15,5 p.1024). También escribió a las autoridades civiles en defensa de la Escuela de la Virtud (Cf. Cta 16, p.1026ss; Cta.17, p.1031ss) y se presentó ante ellas sin obtener ningún resultado, sino por el contrario poner más contra él al poder civil que calificó sus intervenciones de “calumniosas, denigrativas y con tendencia a perturbar el orden público”. Además se le acusaba de desobedecer volviendo a colocar el rótulo de la Escuela de la Virtud en la puerta de la Iglesia. Por estas razones el 7 de abril de 1854, el capitán general, una vez recibido del alcalde el escrito comprometedor, notificaba al obispo la decisión irrevocable de expulsar al 6 P.Palau de Barcelona. La resolución tomada fue de “que dicho Presbítero pase confinado a la isla de Ibiza”. El día decretado para ejecutar el precipitado edicto de expulsión era el día 8. Dicho día , el capitán general de Cataluña comunicaba al ministro de la Guerra que el director de la Escuela de la Virtud había sido desterrado a la isla de Ibiza. El 9 de abril partía en el vapor “El Mallorquín” de Barcelona y llegaba a Palma de Mallorca. Juntamente, el barco llevaba el informe de La Rocha al capitán general de Baleares, en el que se presentaba al desterrado como persona poco afecta a las autoridades y perturbadora y peligrosa para la paz ciudadana. De una en otra autoridad de la Isla fue pasando el informe del P.Palau que lo convertía en gigantesco molino de viento, en un sujeto, objeto de miedo que había que sujetar bien, “cuidando de frustrar su evasión de esa isla, caso de que lo intentara” (comunicado del gobernador civil al alcalde de Ibiza). Con esto comenzaba una nueva, dolorosa y fructífera etapa en la vida de Francisco Palau. Él lo tiene muy claro, lo suyo es la contradicción, desde sus destierro escribe: “2. Yo no veré en toda la vida sino persecuciones, pues mi espíritu escupe el mundo y para conservar mis comodidades yo no torceré nunca el camino. Si me quedo aquí en Europa los malos cristianos no me dejarán quieto ni en el desierto, ni en la ciudad; ni yo podré aguantar a ellos ni ellos me tolerarán a mi. 3. Mi destierro me ha dado ocasión de conocer que los males que yo ya temía son más graves de lo que yo pensaba. La impiedad prevalece y el justo apenas tiene fuerza para hacer su confesión de fe, porque ésta que en ciertas épocas ocasionaba el martirio, ahora es mirada como un crimen de desacato a las autoridades. ¡Cuántos de esos desacatos cometieron los mártires delante de los reyes y de los emperadores! 4. Lo que se llaman virtudes religiosas y monásticas, como la pobreza, la penitencia pública, etcétera, el mundo las ha desterrado y quien quiera practicarlas, quien quiera hacer volver el tiempo de los frailes y anacoretas, será mártir de su vocación. El mal ha de avanzar, ha de progresar, se ha de engordar y hará su curso sin que fuerza humana lo pueda contrarrestar, y caerá por sí mismo cuando esté maduro, pero su marcha no nos exime del deber de atacarlo. 5. Yo no sueño otra cosa sino cruces, contradicciones y combates, ni quiero por eso otro camino alguno que el de la cruz.”(Cta.18) Francisco Palau confía que la contradicción es fruto de la virtud y que a la larga los frutos que ahora se sienten amargos serán dulces. Es interesante leer la carta dirigida el año 1854 desde su destierro a uno de sus colaboradores de la Escuela: “1. Aprovechando esta ocasión, te envío no la palma de una gloriosa victoria obtenida por la Escuela de la virtud, sino el fruto de ella, sus dátiles; pero son aún ásperos, no han sazonado. Espera un poco, luego serán más dulces que la miel. 2. Guarda esa hermosa rama, no la destroces ni repartas, espera su madurez. El Sr. Juan Casases, el Sr. Agustín Mañá, el Sr. Francisco García, todos los filósofos, Casellas y los compañeros de Ceperes que recitaron las lecciones, los que hacían y deshacían el aula y todos los alumnos más decididos tienen su porción y te reclamarán sus derechos al fruto de 7 la palma. Han sido fieles en los combates, que coman el fruto de sus victorias. Te van a sitiar tu tienda y sus reclamaciones deben ser atendidas porque son justas. ¿Dónde está me dirás nuestra victoria? No veo sino destrozos de Escuela. No vemos más que derrotas. Pero ¿no te he dicho que los dátiles eran ásperos? Gústalos y lo sabrás. Un poco de paciencia, el tiempo los madurará. 3. ¿Es que la Escuela volverá a su orden? Sí, no se ha parado en su carrera. Ha seguido su marcha. No lo entiendo. Óyeme y atiende. Estábamos en semana de pasión y las autoridades militar, civil y municipal necesitaban un sermón. La Escuela se ha encargado de hacerlo y este sermón tiene por tema: el pueblo en lo espiritual y religioso ha de ser gobernado por Cristo y su Iglesia, por los obispos sus legítimos pastores y demás ministros, y no por seculares, no por hombres legos, no por las potestades de este mundo. Este sermón les ha gustado mucho, lo han transcrito muchas veces, todas las oficinas lo han estudiado, oído y escuchado encantados y extasiados al oírle predicar han remitido su contenido a Madrid. Allí han oído atentos lo que la Escuela enseñaba y por más que los protestantes anglicanos crujan sus dientes y revienten de furor y rabia, el sermón se ha predicado en el tiempo santo de cuaresma y ahora lo sentirá un auditorio inmenso. La Escuela vive aún y predica, sigue su curso inmortal, como la palabra de Dios es invulnerable. 4. Los dátiles son ásperos. Estamos a media función. Y cuándo concluirá este sermón yo no lo se. La Escuela suprimida hará un sermón eterno y si le cortan una rama en Barcelona, producirá mil en otras partes. ¿Puede un lego suprimir la palabra de Dios, la enseñanza del Evangelio y la explicación de sus doctrinas? ¡Horrible sacrilegio! ¿Quién ha oído jamás esto sin estremecerse? ¡Escándalo inaudito! Antes que sea hecha toda astillas la silla de San Pedro y la cátedra de Moisés, algo les ha de costar. 5. Un “non” un ¡ay! de maldición eterna lanzado sobre ellos por el espíritu de Dios, basta para disipar como humo todas sus esperanzas. Pueden cortarnos la lengua, pero no quedará vulnerada nuestra libertad. Pueden cortar las manos a un obispo, pero no perderá su báculo. Pueden matar el cuerpo, pero no encarcelarán el Verbo de Dios. Déjales, ningún mal pueden hacer a los que son fieles a Dios. Cuando los dátiles sean sazonados da a cada uno su porción, que los coma la Escuela. Fruto es de la virtud, la contradicción. La palma os ofrece sus dátiles. ¡Gustadlos! Otra vez os dará una de sus ramas y ojalá (nos) encontremos en la gloria trayéndola en las manos por símbolo de nuestro triunfo. Salud a todos y recibe tú y todos de la escuela mil afectos de amor y mandad de este su indigno director.” (Cta. 21) (Respecto a lo sucedido con la parroquia de San Agustín en los años siguientes a la Escuela de la Virtud, no he tenido acceso a esa información que tendré que buscar para completar la historia de esta parroquia en relación con lo que hoy se conserva del tiempo en que el P.Palau trabajó en ella. Sería interesante conocer, por ejemplo, si el púlpito corresponde al que el padre utilizó para su predicación, y así otras cosas). 8 Púlpito desde el que quizá el Beato Francisco Palau predicó. 9