Fragmento de la novela Los murmullos, por Juan Rulfo.

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UNIVERSIDAD DE M EXICO
6
E
S T O Y acostada en la m ism a cama
Y
lástim a que ella ya no v o lv ie ra a v e r el
tu s sillas se quedaron v a c ia s
du­
donde m urió mi m adre hace cua­
trigo ni el ju ego del vien to en los ja z ­
rante u n d ía y medio hasta que fu im o s
renta y tres años, sobre el mismo
m ines ; que c e rra ra los o jo s a la luz de
a e n te rra rla , con aquellos hom bres a lq u i­
c o lc h ó n ; bajo la m ism a cobija de
los d ías. ¿ P e r o por qué iba a llo ra r? E l
lados, su d an do por un peso e x tra ñ o , a je ­
llanto 110 se desperdicia en vano.
nos a cu alq u ier pena, cerrando la sep u l­
lana n egra con la cual nos tapábam os las
dos p a ra d orm ir. Entonces y o dorm ía a
¿ T e acu erdas, Ju s tin a ? P u siste las si­
tura con aren a m o jad a ; bajand o el cajó n
su lado, en un lugareño que ella me ha­
cia d eb ajo de sus brazos.
C reo sen tir todavía el golpe pausado
de su
FRAGMENTO
re s p ira c ió n ; las palpitaciones y
DE
LA
NOVELA
suspiros con que ella arru llab a m i sueño...
Creo sen tir la pena de su m uerte.
LOS
P ero esto es falso.
I'.stoy aquí, boca arriba, pensando en
aquel tiem po. T ratan d o de h acerlo para
olvidar m i soledad. Porque 110 estoy acos­
tada solo por un rato. Y no en la cam a de
MURMULLOS
mi m adre, sino dentro de un cajón negro
como el que se usa para en terrar a los
muertos. P o rq u e estoy m uerta.
Siento el lu ga r en que estoy y pienso.
Por Juan R U L F O
P ienso cuando m aduraban los lim ones.
E n el vien to de febrero que rom pia los
tallos de los heléchos, cubiertos de retoños,
antes que el abandono los se c a ra ; los
limones m ad uros que llenaban con su olor
ácido el v ie jo patio.
E l vien to b ajab a de las m ontañas en
las m añanas de febrero. Y las nubes se
quedaban a llá a rrib a , detenidas, esperando
el tiempo bueno de b a ja r al v a lle ; m ien­
tras tanto dejaban vacío el cielo azul,
dejaban q ue la luz cayera en el ju eg o del
viento haciendo círculos sobre la tierra,
rem oviendo el polvo y batiendo las ram as
del viejo n a ra n jo .
Y los g o rrio n e s re ía n ; picoteaban las
hojas que el a ire hacía caer y re ía n ; d e ja ­
ban entre las espinas de las azaleas sus
plumas y p ersegu ían a las m ariposas rom ­
piéndoles la s alas. E r a esa época.
llas a lo la rg o del corredor p ara que la
con la p acien cia de su oficio, b a jo el a ire
gente que vin ie ra a verla, e sp erara su tu r­
que les re fre sc a b a su esfuerzo. S u s o jo s
no. E stu v ie ro n vacías. Y m i m ad re sola,
frío s, in d iferen tes.
en m edio de los c irio s ; su cara p álida y
D ije r o n : “ E s tanto” . Y tú les p agaste,
sus dientes blancos asom ándose apenitas
como quien com pra una cosa, desd oblan­
entre sus labios m orados, endurecidos por
do tu p añ u elo húmedo de lágrim as, e x ­
la am oratada m uerte. S u s pestañas y a
prim ido y vuelto a exp rim ir y ah o ra con­
quietas y quieto y a el resuello. T ú y yo,
teniendo el dinero de los fu n erales . . .
allí rezando rezos interm inables, sin que
Y cuando ellos se fueron, te a rro d illa s ­
ella o y e ra nada, sin que tú ni y o , o y é ra ­
te en el lu g a r donde había quedado su
mos nada, todo perdido en la sonoridad
cara y besaste la tierra y podías haber
del viento d eb ajo de la noche.
abierto un a g u je ro hasta ella si y o no te
Planchaste su vestido n egro , alm ido­
nando el cuello y los puños de sus m angas
está en o tra parte, aquí no hay m ás que
para que su s m anos se vie ra n n uevas,
una cosa m u erta .”
cruzadas sobre su pecho m u erto ; su v iejo
pecho am oroso sobre el que dorm í en un
E n feb rero, cuando las m añanas esta­
ban llenas de viento, de go rrion es y de luz
azul. M e acuerdo.
tiempo y que me dió de com er y que
Y nadie vin o a verla. A s í estuvo m ejor.
L a m uerte no se reparte com o si fu era
Que y o debía haber g rita d o ; que mi
un bien. N a d ie anda buscando tristezas.
llanto debía haber empapado las p a r e d e s ;
E sta b a n m adurando los lim ones.
que mis m anos tenían que h aberse hecho
T o caron la aldaba de la p uerta. T ú sa­
hubieras
tú
querid o
que
fu ese.
¿P ero
— ¿ E r e s tú la que has dicho todo eso,
D orotea ?
— ¿ Q u ié n , y o ? N o. M e quedé dorm ida
palpitó p ara a rru lla r m is sueños.
M i m adre m u rió entonces.
pedazos e stru ja n d o su desesperación. A s í
hubiera d ic h o : “ V ám onos, Ju s tin a , ella
un rato. ¿ T e siguen asustando?
— O í a algu ien que hablaba. U n a voz
de m u jer. C re í que eras tú.
— ¿ V o z de m u je r? ¿C reiste que era y o ?
liste.
H a de s e r la que habla sola. L a de la
sepultura gran d e. D oña Susanita. E s tá
— V e tú, te d ije. Y o veo bo rro sa la cara
aquí en terrad a a nuestro lado. L e ha de
acaso no e ra alegre la m añ an a? P o r la
de la gente. ¿Q u é vienen p or el dinero
haber llegad o la humedad y estará rem o­
puerta ab ierta entraba el aire, quebrando
de las m isas g reg o rian as? E lla 110 dejó
viéndose en tre el sueño.
las guías de la ye d ra, sacudiendo las flo ­
ningún dinero. D íselos, Ju stin a . Y
res blancas de los arrayan es. E n m is p ier­
que se va y a n . ¿ Q u é no sald rá del p u rg a ­
— L a últim a esposa de Pedro Páram o.
nas com enzaba a crecer el vello entre las
torio si 110 le rezan esas m isas ? ¿ Q uiénes
U n o s dicen que estaba loca. O tros, que
venas, y m is m anos temblaban tibias al
son ellos p ara hacer la ju sticia, Ju s tin a ?
no. L o cierto es que y a hablaba sola des­
tocar mis senos. L o s gorrion es ju gaban.
¿D ices que estoy loca? E s tá bien, has lo
de en vid a.
E n las lom as se mecía el trigo. M e dió
que quieras.
has
— ¿ Y q u ién es doña Susanita?
— Debe h ab er m uerto hace mucho.
UNIVERSIDAD DE MEXICO
7
— ¡ U h , s i ! H ace mucho. ¿ Q ué le oíste
d ecir?
d ejó c o jo como ustedes ven. Y
m anco
sión, lo cierto es que echó fu era a la
como usted es ven. P ero no me m ató. D i­
gente y se sentó en su equipal, cara al
— A lgo acerca de su m adre.
cen que hasta se me torció un o jo desde
camino. \
— P ero si ella no tuvo m adre. O al me­
entonces. L o cierto es que me vo lv í m ás
como en ruinas. D aba pena v e r aquella
hom bre. E l cielo es gran de.”
tierra llenándose de achaques con tanta
nos, no la tra jo cuando vino. P ero espé­
rate, ahora me acuerdo que ella nació
aq u í, y que ya de añejita desaparecieron.
— ¿ Q u ié n se rá ?
la tierra se quedó baldía y
breña y palo pinolillo que la invadió en
— S a b rá D io s. Pedro P áram o causó tal
cuanto la d ejaro n sola. D e ese día para
sí. S u m adre m urió de la tisis. E r a
m ortandad después que le m ataron a su
acá se consum ió la g e n te ; se desbandaron
u n a señora m uy rara que no visitab a a
padre, que se dice casi acabó con todos
los hom bres en busca de otros “ bebe­
nadie.
los asisten tes a la boda en la que don
d eros” . R ecu erd o veces en que Cómala
L u cas P á ra m o la iba a hacer de padrino.
se llenó de “ ad ioses” y hasta nos parecía
Y eso que a don I.u c a s nom ás le tocó de
cosa aleg re sa lir a despecjir a los que se
rebote, porq u e la cosa era contra el no­
iban. Y es que se iban con intenciones de
Y
— E s o decia ella, que nadie h abía ido a
ve r a su m adre cuando m urió.
— P o r el puro m iedo de a g a rr a r la ti­
sis, p o r eso nadie se p aró en su casa.
vio. Y
com o nunca se supo de dónde
volver. D e ja b a n sus cosas y su fam ilia.
C u an d o vu elvas a oiría, m e a visa s, me
había salid o la bala que le pegó a él, P e ­
L u ego algu n o s m andaban por la fam ilia
dro P á ra m o a rra só por p arejo . E s o fu é
aunque no p o r sus cosas y d espués p a­
allá eti el c erro de V ilm ayo, donde antes
recieron olvid arse del pueblo y de nos­
estaban unos ranchos que y a d esap arecie­
otros. Y o me quedé porque no tenía a
:— N o, no es ella. E s o vien e de m ás
ron . . . M ir a , ah ora sí parece ser ella. T ú
dónde
le jo s, de por este otro rum bo. Y es voz
que tienes los oídos m ás m uchachos, pónle
aguardaban que P ed ro P á ra m o m uriera,
de hom bre. L o que pasa con estos m uer­
atención. Y a me contarás lo que diga.
pues según decían les había prom etido
g u s ta ría saber lo que dice.
— ¿ O y e s ? parece que va a h ab lar de
nuevo. S e oye una voz.
tos v ie jo s es que en cuanto se hum ede­
“ E l cielo es gran de. Y D io s estuvo con­
m igo esa noche. P o rq u e fu é y a fie noche
cuand o r e v i v í . . .
—¿Y
de q u é se q u e ja ?
— S e q u e ja y nada m ás. T a l vez por
“ . . . T en ia san gre por todos lados. Y
al levantarm e chapotié con m is m anos la
sa n g re regada en las p ied ras. Y era mía.
M onton ales de sangre.
P e ro no estaba
m uerto. Supe que P e d ro P á ra m o no te­
nía intenciones de m atarm e. S ólo de d ar­
susto.
Q u ería a v e rig u a r
si yo
h abía estado en V ilm a y o dos m eses an­
O tro s
se
quedaron
porque
heredarles sus bienes, y con esa esp eran ­
za v iv ie ro n todavía algunos. P e ro pasa­
ron años y años y él seguía vivo , siem ­
pre alli, com o un esp an tap ájaro s frente
— N o lo sé.
por nada. P a r a bien la oreja.
. — S í.
un
se le entiende. P a re ce que no
— D ebe ser por algo. N adie se q u eja
— ¿ L o oyes y a m ás claro ?
me
— No
habla, sólo se qu eja.
cen com ienzan a despertar.
ir.
lo que la hizo s u fr ir P ed ro P á ra m o .
a las tierra s de la M edia L u n a.
Y a cuando le faltaba poco p ara m orir
vinieron las gu e rras esas de los “ cristeros” y la tropa echó rialada con los po­
— N o creas. E l la quería. Y o creo que
cos hom bres que quedaban. I'u é cuando
nunca q u iso a ninguna m u jer com o a esa.
aquí cam biábam os huevos por tortillas
Y a se la en tregaron su frid a y q u izá loca.
y aún así no nos faltaba el ham bre. F u é
T an la q u ería , que se pasó el resto de sus
cuando y o com encé a m orirm e de ham ­
años ap lastad o en un equipal, m iran do
bre y desde entonces nunca me vo lví a
el cam ino p o r donde se la habían llevado
em p arejar.
al cam posanto.
¿ E n cuál boda? ¿ E n cuál S a n C ristó b a l?
todo. D e sa lo jó las tierras y m andó que­
dro, por
Y o chapoteaba en mi sangre y le p regu n ­
m ar los en seres. U n o s dicen que porque
porque se le m urió su m u jer, la tal Su-
ta b a : ¿E n
se sintió cansado, otros que por desilu-
sanita. Y a le h as de im aginar si la quería.
cuál boda, clon P e d ro ?
Me
P e rd ió todo interés en
Y todo p or los zaquizam ís de don P e ­
tes. E l día de S a n C ristó bal. E n la boda.
sus
pleitos de alm a.
N om ás
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