PROLOGO MEMORIA REFORMA PENITENCIARIA. Prólogo

Anuncio
PRÓLOGO DEL SEÑOR MINISTRO JUAN N. SILVA MEZA, PRESIDENTE
DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DEL CONSEJO
DE LA JUDICATURA FEDERAL, A LA EDICIÓN DE LA MEMORIA DEL
SEMINARIO “LA REFORMA PENITENCIARIA: UN ESLABÓN CLAVE DE LA
REFORMA CONSTITUCIONAL EN MATERIA PENAL”
En su escrito El largo camino hacia la libertad, Nelson Mandela exalta las
implicaciones del reconocimiento de la dignidad humana de las personas privadas
de su libertad: “Suele decirse que nadie conoce realmente cómo es una nación
hasta haber estado en una de sus cárceles. Una nación no debe ser juzgada por el
modo en que trata a sus ciudadanos de alto rango, sino por la manera en la que
trata a los de más bajo”.
El segundo párrafo del artículo 18 constitucional, reformado el 10 de junio de
2011, dispone que el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a
los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la
salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la
sociedad y procurar que no vuelva a delinquir, observando los beneficios que para él
prevé la ley. Las mujeres compurgarán sus penas en lugares separados de los
destinados a los hombres para tal efecto.
Bajo estos postulados fundamentales está el timón que orienta al sistema
penitenciario nacional: el respeto a los derechos humanos y la reinserción del
sentenciado a la sociedad.
Desde luego, la historia universal nos ofrece testimonios conspicuos de que
los centros penitenciarios han distado años luz del respeto a los derechos
fundamentales y la expresión reinserción social, no formaba siquiera parte del
1
vocabulario de las autoridades del Estado. Así, en la antigua Babilonia, las cárceles
eran conocidas como lago de leones en las cuales los calabozos en los que eran
recluidos los presos se encontraban inundadas por agua. En Grecia, había tres tipos
de prisiones, la de custodia, el Sofonisterión, destinado a los condenados por delitos
no graves, y el Suplicio, ubicado en parajes desérticos, para los autores de ilícitos
graves. La antigua Roma transitó de la Ergástula a la cárcel Tuliana o Mamertina,
consistente en dos celdas, una sobre la otra, donde, según la tradición, San Pedro y
San Pablo fueron prisioneros antes de ser ejecutados. Durante la Edad Media, la
prisión existió como pena, consistente en la reclusión en un monasterio de aquellos
clérigos que hubieren incurrido en penas eclesiásticas, o bien, para los herejes y
delincuentes juzgados por la jurisdicción canónica. La pena, se aplicaba con carácter
de penitenciaría, para que el culpable llevara a cabo un ejercicio interno de
introspección sobre la culpa y arrepentimiento. La penitenciaría era pues, el lugar
por antonomasia destinado a la reconciliación con el orden divino.
En nuestro país, la tradición carcelaria es ancestral, y solo por mencionar
algunas instituciones establecidas por los Aztecas, vale recordar al Teilpoyan, al
Cuauhcalli, al Malcalli, y al Pentlacalli, éste último, destinado para aquellos que
habían cometido faltas leves. Fue durante la Colonia, mediante la Recopilación de
Leyes de los Reinos de las Indias, que se dispuso que “en todas las ciudades, villas
y lugares de las Indias se hagan cárceles para custodia y guarda de los delincuentes
y otros que deban estar presos”. A partir de esa disposición, varios conventos fueron
adaptados como prisiones, y la Cárcel Perpetua fue la primera que se estableció
para purgar las penas de los sentenciados, a la vista de los inquisidores.
Con anterioridad a la gesta independentista ya funcionaban la Cárcel de la
Ciudad; la Cárcel de la Acordada y la Cárcel de la Diputación, entre otras. Durante el
imperio de Maximiliano se estableció la Cárcel de Belén, de la que el periodista
Guillermo Mellado, en Belén, por dentro y por fuera, dijo: “…el destino le conservó su
condición de casa destinada a apagar los gritos de dolor y desesperación de la hez
social. Se antoja pensar que una maldición divina pesa sobre aquella casona que ha
2
sido, es y seguirá siendo la sede de la miseria y del dolor, hasta que la piqueta
destruya lo que de ella queda y deje el campo listo para la construcción de una
cárcel moderna, de una cárcel humana”.
A finales del siglo XIX se edificó la Cárcel de Santiago Tlatelolco, que a la
postre fue reemplazada por el Centro Militar número 1 de Rehabilitación Social.
Acaso tan célebre, tan tristemente célebre como el Presidio de San Juan de Ulúa y
la Prisión de Perote, la Penitenciaría del Distrito Federal, Lecumberri fue inaugurada
el 29 de septiembre de 1900 y persistió por más de tres cuartos de siglo, hasta que
el Palacio Negro fue clausurado por su último Director, el jurista Sergio García
Ramírez.
En la actualidad, tomando en cuenta los Centros Federales de Readaptación
Social, el Centro Federal de Readaptación Psicosocial, y los correspondientes
establecimientos estatales y municipales, hay en nuestro país 430 centros
penitenciarios, con espacio para 184,193 internos. No obstante, en estos momentos,
en nuestro país, más de 225 mil personas duermen en cárceles.
En su obra clásica Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, Michel
Foucault, advertía que la prisión fabrica indirectamente delincuentes al hacer caer en
la miseria a la familia del detenido: “La misma sentencia que envía a la prisión al jefe
de familia, reduce cada día que pasa a la madre a la indigencia, a los hijos al
abandono, a la familia entera a la vagancia y a la mendicidad. En este aspecto es en
el que el crimen amenaza perpetuarse”, advertía. Al respecto, para mitigar los
impactos negativos de la reclusión, sugería Foucault la aplicación de las siete
máximas universales de la buena condición penitenciaria, varias de ellas surgidas
desde mediados del siglo XIX: 1) Principio de la corrección (la detención penal debe
tener como función esencial la trasformación del comportamiento del individuo); 2)
principio de la clasificación (los detenidos deben estar aislados o al menos repartidos
según la gravedad penal de su acto, pero sobre todo según su edad, sus
disposiciones, las técnicas de corrección que se tiene intención de utilizar con ellos y
3
las fases de su trasformación); 3) principio de la modulación de las penas (el
desarrollo de las penas debe poder modificarse de acuerdo con la individualidad de
los detenidos, los resultados que se obtienen, los progresos o las recaídas); 4)
principio del trabajo como obligación y como derecho (el trabajo debe ser uno de los
elementos esenciales de la transformación y de la socialización progresiva de los
detenidos, debe permitir aprender o practicar un oficio, y procurar recursos al
detenido y a su familia); 5) principio de la educación penitenciaria (por parte del
poder público es una precaución indispensable en interés de la sociedad a la vez
que una obligación frente al detenido); 6) principio del control técnico de la detención
(a cargo de un personal especializado que posea la capacidad moral y técnica para
velar por la buena formación de los individuos), y 7) principio de las instituciones
anejas (la prisión debe ir seguida de medidas de control y de asistencia hasta la
readaptación definitiva del ex detenido).
Tras el periplo histórico de diversos sistemas penitenciarios (Filadelfiano o
celular; Auburn y Sing-Sing; Reformatorios, e Inglés de los Borstals), el espíritu
penitenciario progresivo moderno, como se ha dicho, ha sido recabado por el
artículo 18 constitucional, buscando la reinserción del sentenciado a la sociedad,
tomando como medios al trabajo, la educación, la salud y el deporte.
Pero el respeto a los derechos humanos es la piedra angular del sistema
penitenciario. Por ello, son por demás atendibles los Principios y Buenas Prácticas
sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las Américas,
documento aprobado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en
marzo de 2008, considerando el valor de la dignidad humana y de los derechos y
libertades fundamentales reconocidos por el sistema interamericano y por los demás
sistemas de protección internacional de los derechos humanos; reconociendo el
derecho fundamental que tienen todas las personas privadas de libertad a ser
tratadas humanamente, y a que se respete y garantice su dignidad, su vida y su
integridad física, psicológica y moral; destacando la importancia que tiene el debido
proceso legal y sus principios y garantías fundamentales en la efectiva protección de
4
los derechos de las personas privadas de libertad, dada su particular situación de
vulnerabilidad, y observando con preocupación la crítica situación de violencia,
hacinamiento y la falta de condiciones dignas de vida en distintos lugares de
privación de libertad en las Américas; así como la particular situación de
vulnerabilidad de las personas con discapacidad mental privadas de libertad en
hospitales psiquiátricos y en instituciones penitenciarias; y la situación de grave
riesgo en que se encuentran los niños y niñas, las mujeres, y los adultos mayores
recluidas en otras instituciones públicas y privadas, los migrantes, solicitantes de
asilo o de refugio, apátridas y personas indocumentadas, y las personas privadas de
libertad en el marco de los conflictos armados.
Así, son principios generales los siguientes:
1. Trato humano. Toda persona privada de libertad que esté sujeta a la
jurisdicción de cualquiera de los Estados Miembros de la Organización de los
Estados Americanos será tratada humanamente, con irrestricto respeto a su
dignidad inherente, a sus derechos y garantías fundamentales, y con estricto
apego a los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.
2. Igualdad y no-discriminación. Toda persona privada de libertad será igual ante
la ley, y tendrá derecho a igual protección de la ley y de los tribunales de
justicia. Bajo ninguna circunstancia se discriminará a las personas privadas
de libertad por motivos de su raza, origen étnico, nacionalidad, color, sexo,
edad, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento, discapacidad física, mental o
sensorial, género, orientación sexual, o cualquiera otra condición social.
3. Libertad personal. Por regla general, la privación de libertad de una persona
deberá aplicarse durante el tiempo mínimo necesario.
4. Principio de legalidad. Nadie podrá ser privado de su libertad física, salvo por
las causas y en las condiciones establecidas con anterioridad por el derecho
interno, toda vez que sean compatibles con las normas del derecho
internacional de los derechos humanos.
5
5. Debido proceso legal. Toda persona privada de libertad tendrá derecho, en
todo momento y circunstancia, a la protección de y al acceso regular a jueces
y tribunales competentes, independientes e imparciales, establecidos con
anterioridad por la ley.
6. Control judicial y ejecución de la pena. El control de legalidad de los actos de
la administración pública que afecten o pudieren afectar derechos, garantías o
beneficios reconocidos en favor de las personas privadas de libertad, así
como el control judicial de las condiciones de privación de libertad y la
supervisión de la ejecución o cumplimiento de las penas, deberá ser periódico
y estar a cargo de jueces y tribunales competentes, independientes e
imparciales.
7. Petición y respuesta. Las personas privadas de libertad tendrán el derecho de
petición individual o colectiva, y a obtener respuesta ante las autoridades
judiciales, administrativas y de otra índole. Este derecho podrá ser ejercido
por terceras personas u organizaciones, de conformidad con la ley.
Las personas privadas de libertad también tendrán derecho a presentar
denuncias, peticiones o quejas ante las instituciones nacionales de derechos
humanos; ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y ante las demás
instancias internacionales competentes, conforme a los requisitos establecidos en el
derecho interno y el derecho internacional.
En el ámbito interno, la Ley que Establece las Normas Mínimas sobre
Readaptación Social de Sentenciados (LNMRSS), en vigor desde 1971, y reformada
en enero de 2009, establece, en su artículo 6º el presupuesto esencial para lograr la
reinserción del sentenciado en la sociedad, a saber: la individualización del
tratamiento:
Artículo 6º.- El tratamiento será individualizado, con aportación de las
diversas ciencias y disciplinas pertinentes para la reincorporación social del
sujeto, consideradas sus circunstancias personales, sus usos y costumbres
tratándose de internos indígenas, así como la ubicación de su domicilio, a fin
de que puedan compurgar sus penas en los centros penitenciarios más
cercanos a aquél, esto último, con excepción de los sujetos internos por
6
delincuencia organizada y de aquellos que requieran medidas especiales de
seguridad.
Para la mejor individualización del tratamiento y tomando en cuenta las
condiciones de cada medio y las posibilidades presupuestales, se clasificará
a los reos en instituciones especializadas, entre las que podrán figurar
establecimientos de seguridad máxima, media y mínima, colonias y
campamentos penales, hospitales psiquiátricos y para infecciosos e
instituciones abiertas.
El sitio en que se desarrolle la prisión preventiva será distinto del que se
destine para la extinción de las penas y estarán completamente separados.
Las mujeres quedarán recluidas en lugares separados de los destinados a
los hombres. Los menores infractores serán internados, en su caso, en
instituciones diversas de las asignadas a los adultos.
(…)
Consideramos que los medios de mayor importancia para lograr la reinserción
del sentenciado a la sociedad son: el trabajo (tomando en cuenta los deseos, la
vocación, las aptitudes, la capacitación laboral para el trabajo en libertad y el
tratamiento de aquéllos, así como las posibilidades del reclusorio. Se organizará
previo estudio de las características de la economía local, especialmente del
mercado oficial, a fin de favorecer la correspondencia entre las demandas de éste y
la producción penitenciaria, con vistas a la autosuficiencia económica del
establecimiento. Artículo 10, LNMRSS), y la educación (que no tendrá sólo carácter
académico, sino también cívico, social, higiénico, artístico, físico y ético. Será, en
todo caso, orientada por las técnicas de la pedagogía correctiva y quedará a cargo,
preferentemente, de maestros especializados. Artículo 11, LNMRSS).
Esta obra recaba la memoria del Seminario “La Reforma Penitenciaria: un
Eslabón Clave de la reforma Constitucional en Materia Penal”, organizado
conjuntamente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la
Judicatura Federal y la Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la
Implementación del Sistema de Justicia Penal. Aquí se recaban las reflexiones e
inquietudes de diversos especialistas comprometidos con la reforma penitenciaria, y
su rol en el marco del nuevo sistema penal acusatorio.
7
La organización del Seminario y la edición de esta obra son fruto del impulso
decisivo y generoso del señor Ministro Sergio A. Valls Hernández, a quien
reiteramos nuestra sincera gratitud y amplio reconocimiento, que son extensivos,
desde luego, al señor magistrado Oscar Vázquez Marín, quien durante su gestión
como Consejero de la Judicatura Federal fue representante de ese cuerpo colegiado
ante Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal.
Finalmente, consideramos que si la reforma penitenciaria es el eslabón clave
de la reforma constitucional de la reforma penal, a su vez, el gozne de la reforma
penitenciaria debe ser la dignidad humana, como el valor que debe presidir toda
relación entre los seres humanos, y que debe ser respetada y protegida por todos
los poderes del Estado. La dignidad encierra la fundamentación de lo que puede ser
considerado como derecho humano, esto es, el fundamento de los derechos
humanos proviene del ser humano mismo, de su propia dignidad como persona.
En suma, todo derecho y libertad fundamental suponen la dignidad humana,
pues ésta es el cimiento, la razón de ser de todo el edificio constitucional, y es la
fuente de la que brotan los derechos humanos así como el fundamento de la
libertad, la justicia y la paz.
8
Descargar