LA ENSEÑANZA DEL DERECHO EN LOS TIEMPOS DEL NEOLIBERALISMO. LOS RETOS DE LA “EFICIENCIA” José Roldán Xopa* I. Planteamiento del problema El paradigma del mercado ha colocado al concepto de “eficiencia” como uno de los ejes articuladores del derecho y de su explicación. La regulación que concierne a los sectores económicos más dinámicos se han diseñado considerando como “norte”, la eficiencia en los mercados; la administración pública se ha rediseñado considerando como centrales a órganos reguladores (Comisión Federal de Competencia, Comisión Federal de Telecomunicaciones, Comisión Reguladora de Energía, etc.) bajo criterios de “desempeño”. Al cambio en el objeto de estudio, le sigue el necesario cambio en su explicación; el signo más evidente en la misma es que para conocer el nuevo derecho no basta su conocimiento “dogmático”, se requiere un paso más, el conocimiento de la economía que explica la función de la eficiencia como un concepto propio de esa disciplina. A lo anterior le sigue la pregunta ¿qué problemas plantean tales cambios a la enseñanza del derecho?, ¿son procesables tales cambios por las formas tradicionales de enseñar y analizar el derecho? II. Los cambios. El caso del derecho administrativo. Para ordenar esta presentación consideraremos los cambios en el “objeto” (el derecho administrativo, la Administración pública) y los cambios en el “conocimiento” (las teorías del derecho administrativo y los saberes especializados relacionados). Si bien, referirnos al cambio como puerta de entrada lleva necesariamente a destacar lo actual, la apreciación integral del objeto de estudio --en nuestro caso la Administración pública, el derecho administrativo—es algo más complejo, porque no solamente la modernidad está presente; como creaciones históricas, son el resultado * de modelos, concepciones, tradiciones, condiciones políticas, Jefe del Departamento de Derecho del ITAM 1 económicas o sociales, e ideologías, arrojan un muestrario de la historia y de la pluralidad. Si se piensa que la Administración mexicana se ha construido bajo una influencia europea, en especial del modelo napoleónico; pero que, por otra parte, se inserta en una estructura presidencial inspirado en el constitucionalismo norteamericano; que el derecho administrativo y la doctrina nacional han abrevado fundamentalmente de las fuentes de la Europa continental, pero que por vías más pragmáticas se reorienta hacia el modelo norteamericano; que el sistema de justicia administrativa ha combinado el contencioso administrativo con el amparo; que asimismo, la Administración ha sido la institución estatal que ha asumido, la función, localizable ya en el México independiente1, de construir no solo las condiciones de viabilidad de la Nación sino la construcción también de las mismas fuerzas productivas -diríase en un viejo lenguaje-, o las condiciones del mercado en otro no menos clásico-. Más evidentemente en nuestro país, el Ejecutivo, la Administración pública, no ha sido solamente el “ejecutor”, o “aplicador” de la ley, por el contrario, en términos de política real, ha sido el que ha desempeñado la función de gobierno, el que asumió en definitiva la construcción no sólo del orden jurídico sino de la realidad sobre la que operaría. En esa medida, la propia Administración ha sido el escenario de disputa por la Nación, dirían Cordera y Tello2. En tales circunstancias, la invocación al cambio no es una limitación analítica, sino una contextualización de la obra que se presenta y, eso no pasa desapercibido, de las preocupaciones más inmediatas del autor. No solamente porque en la mira la historicidad forma parte de la explicación de las cosas, sino porque también la propia creación es producto de ella. En ánimo de agrupar las diversas manifestaciones que surgen alrededor de nuestra disciplina, sin ánimo de exhaustividad, pueden ser explicadas a partir de los cambios de paradigma en la política pública (orientada hacia el modelo de mercado); la globalización; la pluralidad política y la pluralidad social. La enumeración anterior parte de un ejercicio de generalidad que nos permita señalar 1 Recuérdese por ejemplo la influencia de los constructores del México independiente, Mora y Lucas Alamán, el último de los cuales es el creador del Banco de Avío. 2 Cordera, Rolando y Carlos Tello, La disputa por la Nación, México.Edit. Siglo XXI. 2 los principales acontecimientos sociales y tomarlos a manera de criterios orientadores para mostrar, en este primer acercamiento, sus repercusiones en el campo en el campo del derecho administrativo. Como se intentará mostrar, tales expresiones de cambio se presentan como fenómenos asistemáticos, contradictorios, en distintos tiempos, y frente a los cuales se han tenido que ir construyendo respuestas cuya lógica está marcada por la coyuntura. La reformulación del derecho administrativo en mayor o menor medida (y en eso también podría observarse un gradualismo), está marcado por eso. El ejercicio tiene como propósito exponer las magnitudes del cambio y al mismo tiempo establecer las razones que legitiman este trabajo académico. III. El mercado y la eficiencia. El cambio de un modelo “intervencionista” por otro de mercado explica, sin duda, la racionalidad de las transformaciones fundamentales de la Administración pública, de su actividad y del ordenamiento jurídico administrativo. Como marca dominante de la conducción política nacional se instaló desde los ochentas, iniciándose y posteriormente profundizándose a lo largo de estos años, redefiniendo el quehacer del Estado en la economía y como consecuencia las funciones de la Administración, su estructura y, paralelamente, también el ordenamiento jurídico administrativo. La idea de que es el mercado el mecanismo más eficiente de asignación de recursos subordina la lógica de la acción pública, por una parte, al desmantelamiento de una serie de características que resultaban ya inoperantes y disfuncionales con la situación y con el nuevo modelo (aparato administrativoburocrático grande, empresa pública numerosa, mercado nacional cerrado a la competencia, monopolios estatales, etc.); por otra, un proceso constructivo, en el que la Administración pública es el agente, en cuyo seno se diseñan las líneas fundamentales de construcción del nuevo derecho, en el que con definiciones constitucionales, sin ellas o a pesar de ellas, el derecho administrativo es el instrumental operativo, y que somete a la propia Administración a una refuncionalización. La Administración es conductora del proceso de 3 desestatización, a la vez ella misma se ajusta para cumplir de mejor manera su papel de promotora, reguladora y vigilante del mercado. La grandes líneas de privatización, liberalización y desregulación (después conocida como mejora regulatoria), se convierten en los ejes de diseño de la regulación en aquellos sectores comprendidos por razones de interés público dentro de la disciplina del derecho administrativo. Se crean condiciones de mayor libertad de actuación de los particulares para la realización de sus actividades, abriendo actividades a la competencia, disminuyendo los obstáculos administrativos, ampliando los espacios de actuación privada con el correspondiente retiro estatal sea en la titularidad de la función o en la gestión directa de la misma. A la vez que se precisaban las funciones de regulación, vigilancia, control de la administración y el modo de organización interna más idónea para ello. La pretensión del principio de eficiencia como informador del ordenamiento y de la acción administrativa. La eficiencia dejó de ser un concepto de la teoría económica para implantarse en el lenguaje jurídico como un principio. De esta suerte, al tener una función de “guía” para la interpretación y por tanto para la acción pública coloca requerimientos económicos en la decisión. Si, en términos generales, la eficiencia exige para ser verificada de la “mejor” elección para los recursos escasos y si, en una indagación más sofisticada, se localizan modelos de eficiencia tales como los de Pareto, Kaldor-Hicks u otros, entonces se pide al decisor un determinado comportamiento para que decida sobre modos de repartición de la riqueza, lo que pude abrir debates sobre los modelos de elección económica que pueden llevar a diversas ideas de organización económica y de acción pública. Así pues, si se adopta la idea del Pareto-eficiente según el cual una citación es más eficiente que otra si se mejora la situación de alguno de los miembros de una comunidad sin empeorar la situación de otro, se llegaría a la conclusión de que si se mejora la situación del hombre más pobre de México y se empeora la situación del más rico (quitándole un peso), tal decisión no sería eficiente. Como podrá 4 deducirse una situación como la anterior, pone en jaque la función redistributiva del Estado, lo que resulta muy cuestionable en un país como el nuestro 3. IV. ¿Son suficientes los saberes jurídicos? La transformación del derecho ha estado orientada por ideas “regulatorias”, esto es, la convicción de que una regla incide en el comportamiento de los destinatarios de la norma orientado a un interés. El know how regulatorio combina disciplinas tales como microeconomía, análisis económico del derecho, teoría de la regulación y análisis institucional. El cambio también de relaciones entre administración y administrados se verificó al seno de la Administración, bajo la guía de la “Nueva Gestión Pública”. El management fue la traducción al interior de la Administración de las técnicas gerenciales privadas4. Hacia el mercado la Administración es el agente institucional responsable de garantizar la eficiencia; para lo cual ella misma debe asumirla, pero aún más hacerlo de manera eficaz. En palabras de Luciano Parejo, la cuestión con la eficacia tiene que ver con la exigencia social de que la Administración no solo actúe, sino que resuelva los problemas sociales; el éxito, dice, es un criterio de legitimidad de la Administración pública.5 Si se ha dado la presencia de nuevos conocimientos como la “tecnología” que explica los cambios, la enseñanza del derecho no puede permanecer ajena a los mismos. La indiscutible presencia del pensamiento económico no puede ser ajena a los contenidos de materias generalmente presentes en los programas de estudio, tales como las economías, o las historias del pensamiento económico. Trato este tema con mayor amplitud en el artículo “Eficiencia y Derecho Administrativo”, originalmente publicado en el Revista mexicana de derecho público, No. 4. ITAM 4 En este aspecto la Administración mexicana es deudora de experiencias llevadas a cabo en otros países particularmente Inglaterra y los Estados Unidos e impulsada por organismos internacionales como la OCDE (siglas de la Organización para el Crecimiento y el Desarrollo). La Nueva Gestión Pública (NGP) puede identificarse como toda una corriente de pensamiento y una “tecnología” aplicable a la Administración pública, alrededor de la cual se ha desarrollado una extensa bibliografía. Véase, Les Metcalfe y Sue Richards La modernización de la gestión pública, (Trad. Eduardo Zapico y Luis E. Echevarría) INAP, Madrid 1989; y experiencias administrativas en los países miembros de la OCDE; VV.AA., Política y gestión pública, FCECLAD, Bs. As, 2004, entre otros. 3 5 Parejo Alfonso, Luciano, Eficacia y administración, tres estudios , INAP Madrid, 1996., p 89. 5 Aun la crítica a tal forma de entender la economía requiere el conocimiento de sus bases. En nuestra experiencia, la existencia de dos cursos de economía (microeconomía y macroeconomía) a cargo del departamento de economía han resultado centrales en la formulación de las bases de conocimiento interdisciplinario. A lo anterior se agregan los cursos de análisis económico del derecho y derecho y políticas públicas, que permiten hacer las conexiones con el derecho. V. Hacia una nueva dogmática La llamada “doctrina”, al menos como ha sido entendida en nuestro país, debe dejar de ser tratada con ese halo de formulación indiscutible que más que ser analizada es repetida incurriendo en uno de los signos más perversos de la “educación” jurídica. Por el contrario, y ese sería su mejor destino, lo que aquí se presenta es simplemente el conjunto de reflexiones realizadas desde la academia, que aspira a formar parte, por la vía de la razón y no del dogma, de un debate, que consideramos socialmente urgente, sobre nuestro derecho y nuestras instituciones. En tal sentido y ubicándonos en una perspectiva externa al derecho, lo jurídico, el fenómeno jurídico, es una manifestación de la vida social, es parte, usando un término de Díez-Picazo, de sus experiencias.6 Significa conductas, orienta, obliga, funda pretensiones, establece procedimientos e instituciones de tratamiento de conflictos, legitima poderes, etc. En tal sentido lo jurídico existe, es una creación humana. La convivencia social, y en particular la sociedad contemporánea, tengo en mente a la nuestra, es una sociedad plural, con una diversidad de intereses, formas de expresarlos, expresiones políticas o sociales, que le dan una marca, el conflicto. Si bien, no puede tampoco afirmarse que el conflicto sea el estado habitual y generalizado de la interacción social y que de hecho se observan situaciones sociales de paz social, de equilibrio, el conflicto está presente o es latente; y en tal sentido, el derecho como institucionalización de las reglas sociales están hechas 6 Véase Experiencias jurídicas y teoría del derecho, 3ª. Edic. Ariel, Barcelona1993, pp. 5 a 22. 6 más pensando en cómo tratar el conflicto que cómo tratar la paz, ésta en todo caso es un objetivo, una finalidad, el conflicto es un problema de primera mano; de suerte que el derecho establece pautas, orientaciones de conducta debidas, obligaciones, sanciones asociadas a conductas indebidas, de las que se derivan desde mensaje, prevenciones hasta la coacción legítima de la autoridad, para evitar, tratar o sancionar la conducta “desviada” (en tanto el derecho regula el ejercicio de la coacción). El derecho es un modo de tratar el conflicto, éste es el objeto primario.7 Con lo anterior no se pretende ingresar ni por asomo al milenario debate acerca de la naturaleza del hombre, de su bondad o de su maldad; de manera que no se está afirmando que si el hombre tiene una naturaleza conflictiva hay derecho, sino simplemente que el derecho existe porque en las relaciones sociales se presenta el conflicto. A lo anterior hay que agregar un contexto de escasez. Siguiendo a Díez-Picazo, un conflicto existe cuando sobre un bien (puede ser de diverso tipo), algo valioso, apto para satisfacer necesidades o aspiraciones, dos o más partes “ocupan posiciones y mantienen posturas que son entre sí antagónicas o incompatibles. El conflicto es, precisamente, la situación de estas personas cuya posición de encuentra y de alguna manera choca”8. Si para Marx, la lucha de clases es la partera de la historia, el conflicto se encuentra en la génesis del derecho. “Esta conflictividad potencial (o presente, agregaríamos), típica de las relaciones sociales, si bien por un lado da origen al Derecho como instrumento dispuesto para la resolución de los conflictos, por otro lado hace también que el Derecho mismo... se cargue de ese carácter de ambivalencia característico de las relaciones entre individuos y la sociedad”9 Lo afirmado sirve de punto de partida para hablar de las formas de producción jurídica y de los modos de determinación de sus contenidos. La respuesta, al menos la que nos parece más adecuada, parte también de la historicidad del 7 Ibid, p. 7 Op. cit, p. 12. 9 Lumia, Giuseppe, Principios de teoría e ideología del derecho. Editorial Debate, Madrid, p. 1989, p. 11. 8 7 derecho, y de alguna manera en un determinismo dinámico; esto significa que cada sociedad va encontrando sus formas de producción jurídica y que las mismas pueden ir cambiando. De esta suerte, si tenemos en mente las fuentes, aquellos dos modelos de órdenes jurídicos, consuetudinario o de derecho legislado, resultan en una apreciación de más detalle, un referente inicial para su conocimiento. Sin embargo, ni los statutes (leyes) son ajenos al commmon law, ni la costumbre, y en nuestro caso el derecho indígena es la prueba, al derecho legislado. Tener en cuenta la pluralidad de fuentes nos sirve para hablar de sus contenidos, puesto que así localizamos a los agentes productores del derecho a manera de ponderar la influencia que tiene en la determinación del derecho, los métodos “voluntaristas” de creación, de aquellos que provienen de conductas sociales de largo plazo. Un orden predominantemente de derecho legislado como el nuestro, es a la vez un mejor basamento para actuaciones o para explicaciones teóricas de corte voluntarista10, en el que el cambio jurídico depende de la voluntad de quien tenga el poder de hacerlo y de que el derecho positivo es el derecho puesto, dado, por los órganos estatales con facultades para crearlo. Si bien, tal forma de concebir al derecho explica una gran cantidad, y al menos mi opinión va en el sentido de que sigue siendo fundamental en ella, también es que es necesario relativizarla para entender los condicionamientos, los matices, las pluralidad de formas de creación del derecho que permitan tener una visión más completa de nuestro objeto. Finalmente son decisiones las que causan la reforma constitucional, la emisión de una nueva ley, de un reglamento, de un acto administrativo o de una sentencia; son actos unilaterales de órganos estatales, y finalmente actos de poder. Sin embargo, las condiciones del ejercicio del poder cambian desde aquéllas en las que privan condiciones de homogeneidad en los titulares de los órganos y el control social en donde las expresiones autoritarias y de imposición son el signo, a aquellas en las que hay alternatividad política, pluralidad en el origen político o 10 Una crítica interesante a la idea voluntarista en la creación del derecho se localiza en Olivecrona, Karl, El derecho como hecho. La estructura del ordenamiento jurídico, (trad. Luis López Guerra), Labor universitaria, Barcelona 1980, pp. 255 a 259. para este autor, las normas no dependen de su imposición por personas, su eficacia ha de explicarse a factores psicológicos, que hacen que los individuos respondan a normas establecidas de cierta manera. 8 social de los titulares de los órganos y juego democrático en que incluso, los actos unilaterales de “imperium” tienen que ser previamente consensados, negociados como condición de su propia efectividad. En este punto, y en esa experiencia nos estamos inaugurando, la creación y la operación del derecho es mucho más compleja; si anteriormente, la solución de los conflictos podía recurrir con mayor facilidad al cambio de las normas generales11, ahora el cambio normativo se va orientando hacia el cambio en las interpretaciones cuando aquéllas resultan difíciles o inviables. Una visión así riñe con las que sostienen que el derecho per se tiene una serie de virtudes, o bien que contiene, expresa u obedece a conceptos, esencias, naturalezas o valores intemporales.12 Si lo dicho durante esta fijación de postura, destaca, el conflicto, el derecho como creación humana y la historicidad, de del mismo, el paso seguido es explicar cuáles son, entonces, las funciones del derecho. VI. ¿Hacia qué tipo de conocimiento de lo jurídico? Ahora bien, al ser este un trabajo sobre el derecho administrativo mexicano, el acercamiento analítico es dado por el propio objeto, y lo que aquí se formula es pues una elaboración teórica inscrita en lo que se conoce como dogmática jurídica. La ubicación en este terreno obedece en primer término a que el objeto de estudio es una determinada parcela de un ordenamiento jurídico positivo, es pues un ejercicio cognoscitivo inmediato, no se trata pues de una teoría del derecho y ni siquiera una teoría general del derecho administrativo que pretenda explicar cualquier derecho de este tipo; se trata sí, de un ejercicio de vertebración13 de la explicación del derecho administrativo mexicano. No formula un sistema cerrado, sino que se trata más bien de una construcción abierta y que pueda avanzar en etapas sucesivas. Cfr. Cossío Díaz, J.R. “Cambio social.., cit. pp, 213 a 290. Una crítica a ese tipo de posturas en la doctrina mexicana se encuentra en Cossío Díaz, Cambio social... y a la que remitimos, en especial, pp, 297 y ss. 13 Al respecto me confieso deudor de la idea de Eberhard Schmidt-Assmann para quien la cierncia del derecho administrativo ha de ser concebida como ciencia de dirección y vertebración. Véase La teoría general del derecho administrativo como sistema, (trad. Mariano Bacigalupo, et, al. ) INAP- Marcial Pons, Madrid, 2002, p. 27. 11 12 9 Por otra parte, vale precisar el empleo del término dogmática, porque el enfoque supone que el derecho a analizar existe, es identificable y es conocible por medio de un método propiamente jurídico, con fines prácticos. Lo anterior no supone un conocimiento “dogmático” (opuesto a conocimiento crítico14), ni tampoco cerrado, esto es solamente normativo, lo que se sostiene es que siendo posible la construcción de un saber especializado, jurídico, en tanto conocimiento social, debe tener la capacidad de comunicación con otros saberes especializados sin abandonar su especificidad. En tal sentido, el método jurídico como instrumento de construcción del conocimiento debe procesar, interiorizar en el proceso científico, los datos relevantes (sean estos sociales, económicos, políticos o sociológicos), para la explicación del derecho. En la línea apuntada por Cossío, y si bien se considera que lo jurídico tiene su nota en lo normativo, la positividad del derecho no se agota en su apreciación estática, el orden jurídico es dinámico y tiene una operatividad social; en esa medida la facticidad es también una dimensión de lo jurídico.15 Las funciones de la dogmática como una actividad del jurista consisten en la descripción, análisis, interpretación, sistematización de normas jurídicas aceptadas como válidas. Además de las tareas anteriores, se ha considerado que el jurista “por diversos procedimientos realice(n) una verdadera reformulación “del derecho, adecuando las normas jurídicas a determinadas pautas que establecen soluciones valiosas, construye, entonces, un sistema de soluciones coherentes con postulados valorativos específicos.16 Esta última tarea ha valido la “La dogmática jurídica parte de unos principios que no son susceptibles de crítica racional. Quien critique las normas no trabaja en el seno de la dogmática sino en el campo de la política jurídica. Pero, si bien es cierto que sus presupuestos y sus reglas de juego son indiscutibles, no es menos cierto que las teorías están expuestas a la crítica racional. Las teorías –como resultado de la actividad de la comunidad dogmática—no sólo admiten la crítica racional, sino que son explícitamente críticas. El dogmatismo de la jurisprudencia sólo se mantiene en el nivel de los presupuestos y las reglas del juego. Tanto éstas como aquellas son indiscutibles” Calsamiglia, Albert, Introducción a la ciencia jurídica, 3ª. Ed., Barcelona España, 1990, p., 76. 15 Al respecto Cossío Díaz señala que para que la dogmática sea un conocimiento socialmente relevante en tanto aborde los problemas que la sociedad enfrenta es necesario encontrar un grado de vinculación entre el quehacer dogmático y la aplicación cotidiana del derecho. Véase, Cambio social ...,cit., p. 357. 16 Cfr., Nino, Carlos Santiago, Consideraciones sobre la dogmática jurídica, UNAM, México 1989, p. 33. 14 10 consideración de que el jurista no realiza únicamente una función descriptiva, sino también prescriptiva, cumpliendo una función “creadora del derecho”17. Si bien es cierto que el jurista en su quehacer reformula el ordenamiento a efecto de presentar soluciones plausibles, creemos que de allí a afirmar que “crea” derecho, todavía existe una gran distancia, toda vez que las reformulaciones por más que tengan formas linguísticas prescriptivas, es decir de la solución que “debe ser”, las mismas son creaciones del pensamiento, propuestas subjetivas, mas no derecho objetivo . Una nueva dogmática debe tomar en cuenta, en palabras de Cossío “..primero, que la relación dogmática-creación /aplicación del derecho debe ser considerada en términos históricos y no como si hubiera una única y constante manera de llevarse a cabo; segundo, que, a pesar de lo anterior, es preciso visualizar que los diversos órganos el Estado suelen formar comunidades propias, donde su referencia de actuación está más bien dada por sus propias pautas que por las provenientes de pautas “ajenas”; tercero, que por lo mismo resulta difícil sostener, en principio, los alcances de la función social asignada de un modo muy general a la dogmática, como no sea de modo intersticial o en la fase educativa (...). En la medida en que la dogmática prácticamente se agota en una lucha conceptual, su función social es escasa respecto de una sociedad que no concibe el derecho en esos mismos términos” 18 Luhmann dice “la dogmática jurídica no debe servirse a sí misma sino que debe servir a la vida social, es decir, a la aplicación del derecho.19 Para ello, el conocimiento jurídico debe estar abierto a otros saberes. No son tiempos para el jurista “autosuficiente”. El saber jurídico experto para atender eficazmente a su propósito social requiere de su comunicación con otros conocimientos (para citar 17 En este sentido encontramos al propio Nino Idem, y a Albert Calsamiglia, Introducción a la ciencia jurídica, 3a. Ed. Ariel, Barcelona 1990, p. 17 18 Cambio social...cit., p. 357. 19 Sistema jurídico y dogmática jurídica, (trad. Ignacio de Otto) CEC, Madrid, 1983, p., 11 algunos que nos tocas a los administrativistas, con la economía, las políticas públicas y las ciencias de la administración). VII. Incertidumbre y cambio Hecho el repaso de los aspectos de la realidad que consideramos relevantes podemos explicar de mejor manera nuestra posición, que en principio, consiste en una actitud ante los mismos. En un contexto de cambio, de pluralidad social y de incertidumbre, el derecho es un mediador social, un articulador de relaciones sociales; en tal medida, al establecer reglas sociales, instituciones, su reto ante el conflicto es el de institucionalizarlo, esto es convertirse ante los actores sociales en una vía racional y efectiva de tratamiento de sus contradicciones y a la vez donde el juego democrático posibilite la disputa de distintas opciones sociales de gobierno. De esta suerte, el jurista como experto social tiene ante sí en la medida en que sea capaz de hacer frente a los retos, la oportunidad de recuperar una legitimidad profesional . Sin perjuicio de que adopte sus propias posturas sociales, la democracia requiere una actitud abierta y tolerante. Ante las transformaciones del derecho, las teorías conocidas se vuelven viejas, cuando no son capaces de explicar, cuando dejan de cumplir o no están en condiciones de cumplir su función social, pierden interlocución. En un contexto de cambio, adquiere mayor relevancia hablar de cuál es la función del derecho y como cuestión anexa, la posición del jurista. El derecho está ligado, a la incertidumbre, esa es una de sus papeles sociales, la “seguridad jurídica”, y en tal sentido, el cambio altera las condiciones de funcionamiento de lo dado, de la vía conocida para hacer frente a los problemas. Esta visión genera una actitud normalmente conservadora del derecho, como ”apóstoles” del derecho, como operadores del mismo. “El temperamento conservador de los juristas constituye un estereotipo, que se liga con la idea de prudencia, de la que la actividad jurídica no es sino una de sus formas: la prudentia iuris o la jurisprudencia” 20 Pero, y coincidiendo con Diez Picazo, tal visión genera posturas que advertir, esto es actitudes conservadoras del status quo, y una idea igualmente conservadora de 20 Díez-Picazo, Experiencias..., p. 298. 12 la seguridad que pone al derecho como obstáculo. “la prudencia verdadera, la sofrosiné clásica, es una virtud humana que consiste en una consciente utilización de los medios más convenientes y ajustados para la consecución de un fin. Pues bien, es claro que cuando lo exijan así las condiciones, lo prudente puede ser la audacia o la anticipación. Con un símil automovilístico, en muchos casos lo prudente no es frenar, sino acelerar”21. Así mismo, la seguridad no reclama la intocabilidad del orden, “bajo la idea de seguridad se expresa la aspiración a la razonable previsibilidad de unos resultados. Más claro: se trata de poder prever o de poder predecir si una pretensión puede ser justamente formulada y si existe probabilidad de que reciba satisfacción”.22 Lo cierto es que el cambio como condición de la evolución humana se hace con el derecho o a pesar del derecho. Tal circunstancia aconseja para el jurista adoptar una actitud no solamente científica sino como actor social para afinar sus sentidos y sus instrumentos de actuación que le permitan leer dichos cambios. 21 22 Ibid, p. 298. Ibid, p. 299. 13