marcha campesina - Capítulo Boliviano de Derechos Humanos

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LA MARCHA CAMPESINA
UNA MARCHA HISTORICA
Víctor Vacaflores Pereira y Hugo Moldíz Mercado*
La marcha campesina y de colonizadores exigiendo la aprobación de una Ley INRA
favorable a sus intereses, los antecedentes y sus posteriores consecuencias, deben
ser ubicadas en un contexto, en un escenario de cambios que suceden en el país.
EL PROGRAMA DE TRANSICIÓN
La política económica neoliberal está terminando de transformarse en un modelo
capitalista que pone en entredicho la existencia misma de la nación: sobreexplotación
intensiva de la mano de obra, incorporación de una lógica individualizante y
concentración del poder político en un núcleo cada vez más pequeño de la burguesía.
En definitiva, se trata de una política económica que está imponiendo una visión de la
economía, la sociedad y del hombre que nada tiene que ver con la solidaridad,
reciprocidad y equilibrio. Es una forma vertical de articular las relaciones sociales y una
manera agresiva de destruir las utopías, los sueños y la esperanza. Por tanto, las
políticas de ajuste estructural ampliadas y reforzadas, en Bolivia y toda América
Latina, están convirtiendo a nuestros países, en una nueva forma de colonias en la
víspera del siglo XXI.
El proyecto neoliberal en nuestro país en su fase de transición, prácticamente está a
punto de concluir. Todo empezó en 1985 con el 21060, que antes de ser un
instrumento meramente económico, se convirtió en una herramienta que condensaba
el propósito oligárquico de transitar de una economía y modelo societal proteccionista
a un modelo facilitador de la penetración del capital trasnacional. Desde ese año, se
ha seguido de manera religiosa los dictados de los organismos financieros
internacionales, con tanto celo y sumisión, que han provocado efectos negativos a
corto plazo y nada anticipa que las cosas vayan a cambiar en el mediano y largo
plazo. Es más, a pesar de que con cinismo el BID, BM y FMI han recomendado a los
dos últimos gobiernos bolivianos no descuidar la parte social, la pobreza y la
desocupación, todo apunta a que el neoliberalismo camina sobre un barril de pólvora
a punto de explosionar.
Capitalización, Reforma Educativa, Participación Popular, destrucción de la Seguridad
Social, Ley de Hidrocarburos, Código de Minería, Privatización, Ley INRA, etc. son
parte del paquete de cambios que una oligarquía en recomposición viene ejecutando.
Las clases hegemónicamente dominantes que antes gobernaban con intermediarios
(llamada burguesía burocrática), hoy físicamente han comenzado a tomar las riendas
de la ejecución de sus medidas en todas las esferas de su poder.
Por eso, desde una óptica neoliberal, la transformación del conjunto de componentes
que hacen a la sociedad boliviana, no podía exceptuar el tema tierra.
La
recomposición neoliberal vía Ley INRA no podía permitir que ésta este dislocada del
conjunto de reformas, mas aún, era necesario complementarlas, para hacer del área
rural, en especial de la parte oriental, un componente mas del mecanismo de libertad
de fuerzas para dizque entrar en el mercado mundial. Liquidar la brecha entre la
"Bolivia atrasada" y la "Bolivia moderna", según formulación del "Plan de Todos",
exige liquidar las relaciones precapitalistas y no capitalistas vigentes en la mayor parte
del área rural o, lo que es lo mismo, ampliar las relaciones de producción capitalista de
las ciudades y las minas al campo. "Modernizar" el área rural implica, para los
intelectuales del capitalismo, una subsunción real de la economía agraria respecto a
las relaciones de producción capitalista predominantes en la formación económicasocial boliviana.
Producto de este "orden programático", después de 11 años, el neoliberalismo se
apresta a encarar el tema tierra, de cuya resolución depende la viabilidad o no del
capitalismo. En esa dirección, la actual administración está tendiendo un cerco sobre
el mundo campesino con reforma educativa, participación popular, etc. para luego
asestar el golpe sobre la propiedad de las tierras. Con la Ley INRA, reforma a la
Seguridad Social, Código de Minería y reformas judiciales, se estaría completando un
período de transición del modelo, luego del cual --según el gobierno y sus aliados-vendría el despegue y crecimiento económico.
Por lo demás, es importante tener en cuenta la modificación en la estructura de las
exportaciones bolivianas después de la crisis de la minería mundial. La exportación de
los "no tradicionales", entre los que destaca la soya, azúcar, algodón y madera, ha
desplazado en los últimos cinco años al petróleo y gas a un distante tercer lugar y
este año se ubicará en primer lugar, por encima de la minería nacional, repitiendo el
éxito alcanzado en 1994. Esta claro, por tanto, que la ampliación de la frontera
agrícola con destino al mercado externo pasa por convertir a la economía mercantil
simple, de la que los campesinos son sus actores principales, en una economía capaz
de atraer tecnología e inversión. Se trata de realizar el viejo sueño capitalista de
convertir a los campesinos en proletarios rurales y de crear un poderoso ejército de
reserva laboral para que los salarios sean bajos y las utilidades grandes.
Por ello, lectura, reflexión y debate sobre la Ley INRA no puede escapar al espíritu,
intencionalidad e interés de la oligarquía. Una lectura coherente de la nueva política de
administración de tierras, debe hacérsela en este contexto. Sería de ingenuos pensar
que Ley INRA sea liberadora y progresista y contradiga la política de incorporación de
la economía y sus factores al proceso de transnacionalización.
EL ESCENARIO RURAL
El proyecto de mercantilización de las tierras -esencia del proyecto- se plantea en un
sector que aporta con aproximadamente 16% al PIB y abarca a 40% de la PEA.
Pobreza alarmante (rondando del 95 al 98%), en todos los rincones de la vida
cotidiana campesina-originaria-indígena, incluso relaciones esclavistas de trabajo
definen al sector. Lo universalmente conocido, es el atraso en infraestructura,
servicios, índices preocupantes de migración, analfabetismo, morbi-mortalidad
elevada y una exclusión secante.
Prosperidad limitada y ambición por ampliar sus fronteras en el sector empresarial del
oriente, es la otra cara de la moneda. El achicamiento del Estado no podía cerrar su
agenda sin antes favorecer a empresarios que desde la década de 50 se enriquecieron
a costa del Estado. Algo más, había que dar facilidades para que las inversiones
directas o encubiertas de los transnacionales, terminen de convertir al sector
agropecuario en un rubro definitivamente capitalista.
Son 2 Bolivias, 2 intereses contrapuestos, 2 realidades que se niegan mutuamente,
pero, un solo Estado, un solo poder, una sola política, una sola Ley: las clases
dominantes.
La actual economía campesina definitivamente es un obstáculo para los intereses
oligárquicos, marcha en dirección contraria a la modernización, a la globalización y a la
política económica neoliberal. En la primera prima, a pesar de la subsunción formal al
capital, una lógica andina-amazónica de reciprocidad económica, política y cultural; en
la segunda, se impone la lógica del intercambio lucrativo y utilitarista. Por ello, para el
capital es preciso y urgente su transformación previo desmantelamiento de la lógica
andina que es antieconómica, antihistórica y antimodelo. El proyecto es liquidar la
base material-cultural de las relaciones de reciprocidad y complementariedad y
sustituirla por la lógica individualizante del capital.
Pero en este escenario está presente también un movimiento campesino originario
(Colonizadores entre ellos) que desde hace dos años atrás, ha comenzado a erigirse
con una fuerza y presencia política no conocida. Simplemente ocurre que ha tomado
cause un protagonismo especialmente quechua, cuya singularidad es ver al país como
un conjunto de problemas económicos, políticos, sociales, culturales que responden a
intereses de clases, a visiones distintas, a opciones en pugna.
En la línea de las luchas anticoloniales, el VI Congreso de la CSUTCB realizado en
Cochabamba recupera en lo político la propuesta del Instrumento Político ya
planteado en 1988 en Potosí, acierto del Movimiento Campesino de Bases (MCB) que
también propuso en ese evento la Asamblea de Nacionalidades como espacio de
reconstrucción de la identidad y forjación del poder comunitario, multinacional y
socialista. El VI Congreso dejó claro también la distancia entre los originarios y el
supuesto representante aymara Cárdenas, "impostor" y "felipillo moderno" según
reza el voto resolutivo (VI Congreso Documentos y Resoluciones Pag. 36).
Un Congreso extraordinario sobre Tierra-Territorio e Instrumento Político,
realizado en Sta. Cruz en marzo de 1995, decide un hecho trascendental: construir
un Instrumento Político para los campesinos, obreros, pobres y excluidos. Un acto
de autoestima colectiva, un acontecimiento histórico de los campesinos que deciden
anular los intermediarios para representarse a sí mismos. Este alcance histórico es
pues, una avanzada ideológica comparable solo a la alcanzada por el sector minero.
En la comprensión consciente de sus mejores cuadros y en la intuitiva de sus bases,
está expresada una ruptura con los moldes dominantes y coloniales de acción.
Por lo demás, adquiere particular importancia histórica la reafirmación de la existencia
de pueblos y naciones originarias, que supera el concepto clasista de campesino, y la
demanda de territorio, que trasciende la estrecha reivindicación del derecho a la tierra.
Es decir, se reinicia, producto de la "memoria larga", la lucha por la recuperación del
territorio como espacio ideológico y de organización económica, social y política,
indispensable para el desarrollo de un poder no occidentalizable.
La presencia campesina en el Congreso de la COB en Trinidad y en su continuidad en
Cochabamba, ratifican este proceso cualitativo que vive el sector. No fue solo el peso
de su documento político o la apertura de sus cuadros dirigenciales que discutieron de
igual a igual con los dirigentes esclarecidos de otros sectores, sino, su decisión, su
disciplina, su empuje, e incluso una presencia cualitativa (ASP) dentro el CE de la COB.
Notoriamente, un nuevo y joven liderazgo campesino ha comenzado a proyectarse,
con capacidad de interpelar a la sociedad, de exponer con claridad y coherencia sus
demandas y sin la clásica sumisión colonial. Es un paso a terminar con la doble
contradicción de dominación política del capitalismo colonial: la de clase y la de nación
(es).
Este movimiento campesino originario es quién decide, organiza y emprende una
histórica marcha sobre la ciudad de La Paz.
UNA GRAN JORNADA DE LUCHA
La decisión de protagonizar una marcha hacia la sede de gobierno, fue una marcha
histórica por el componente de los sujetos sociales presentes. Si bien la Marcha fue
planificada entre la CSUTCB, CSCB y la CIDOB, no es menos cierto que la misma
terminó de convertirse simple y llanamente en una marcha campesina y de
colonizadores.
Hablamos y hablaremos de campesinos en términos genéricos, en el entendido de
que los mal llamados colonizadores, que no pueden colonizar su propio territorio, son
pues quechuas y aymaras, campesinos y originarios ancestralmente dueños de estas
tierras y territorio.
Los indígenas de la amazonía que habían iniciado la marcha desde Sta. Cruz el 15 de
agosto para atravesar conjuntamente sus hermanos de "la Unica" y la Confederación
de Colonizadores más de 1.000 Kms., terminaron frenados en Samaipata, esperando
pasivamente hasta el final del conflicto, hasta el momento en que sus dirigentes con
"bombos y platillos" organizaran conjuntamente el gobierno un acto de entrega de la
Ley INRA impuesta. Esto fue para ellos una "victoria", "su victoria".
Lo que podía haber sido una marcha de los originarios: campesinos e indígenas,
terminó siendo solo eso, una marcha de los campesinos quechuas y aymaras.
Marcha histórica sin duda por las connotaciones políticas, organizativas, de
complementariedad y de conciencia visto internamente; para el exterior, quedó
evidenciado que existe una gran mayoría del país que es campesina, extremadamente
pobre, excluida y marginada en su propio territorio.
Esto fue por ello, una marcha campesina, así debe quedar en la memoria. Los
indígenas terminaron sucumbiendo bajo los cantos de sirena del gobierno o
negociando del lado opuesto de los campesinos.
Los 30 mil campesinos marchistas que habían recorrido 200-300-700--900 Kms.
para tomar La Paz, nos hicieron recuerdo que es ese el perfil más común de nuestras
naciones originarias y que ese puede ser el camino en el futuro para ejercer en los
hechos lo que históricamente se les niega.
Mas allá de los sacrificios estoicos, la marcha campesina en el proceso cualitativo que
vive, fue en nuestro criterio una excepcional jornada o cruzada de lucha. La gran
marcha viene luego, por el Territorio, por un Estado propio multinacional; marcha
donde los delegados por comunidad ya no serán necesarios, pues habrán de
movilizarse pueblos enteros y tomar físicamente el país.
Su significación y trascendencia no disminuye por ello. Llamada también "marcha del
siglo". Seguro que se constituyó en el acontecimiento de masas más extraordinario
de estos últimos 10 años de la historia reciente boliviana y la más extraordinaria
movilización campesina de los últimos 50 años. Otros factores no cumplidos, hicieron
que la marcha y presencia campesina en la ciudad de La Paz, no se convierta en un
hecho histórico de significación mayor. Si bien no ocuparon tierras, como el 52, dieron
un paso gigantesco al reconquistar una identidad afectada y distorsionada por el
nacionalismo boliviano de los últimos 50 años, lo que es un arma de gran valía para
seguir construyendo su poder desde las comunidades.
PROPUESTA CONTRA PROPUESTA
Es preciso que la verdad histórica prevalezca al manipuleo informativo y
propagandístico de sectores interesados y a juicios de valor, pudiendo ser ellos muy
respetables.
La propuesta gubernamental (MNR, MBL, MRTKL, UCS) luego de la intervención del
Consejo Nacional de Reforma Agraria (CNRA) y del Instituto Nacional de Colonización
(INC) en 1992, fue plasmada en el proyecto INTI a principios de 1994. En réplica, la
CSUTCB, en el mismo año, hizo conocer su proyecto denominado INKA. De estas dos
propuestas, emerge como acuerdo, el llamado INRA consensuado del 15 de agosto
de 1995. Este acuerdo burlado, da origen a nuevas movilizaciones y a un reencuentro
gobierno-campesinos, de donde surge el INRA concertado, el 30 de mayo del 96.
El gobierno movimientista, por segunda vez, falta a su palabra y modifica el proyecto
INRA, de la misma forma que lo hizo con maestros, con la COB y con otros sectores:
promete, amenaza, consensúa, reniega de los acuerdos y luego termina reprimiendo.
Entonces ¿quién rompió el diálogo? ¿Quién faltó a su promesa? ¿Quién después de
ofrecer vinos y festejar los acuerdos se burló de los campesinos?, ¿Quién montó un
show publicitario para demostrar al pueblo que el gobierno se flexibiliza ante las
demandas campesinas? Quién?. Evidentemente, el actual Estado que es
anticampesino, el gobierno es anticampesino, lo son sus socios y los políticos del
actual esquema.
La dirigencia campesina y su equipo de apoyo, en todo momento respondió con
solvencia técnica a todas y cada una de las propuestas del gobierno. En su fase final,
desde la reunión del 28 de septiembre en todos los debates fue demostrando las
incoherencias, las contradicciones, las afecciones y agresiones a los intereses de
campesinos e indígenas.
Como muy pocas veces, el debate y enfrentamiento técnico de parte del movimiento
popular pudo ser sostenido sin doblegarse. Fue así, proyecto contra proyecto,
propuesta contra propuesta. La marcha y las movilizaciones se desarrollaban,
entonces, como un mecanismo de presión para evitar nuevas burlas.
El gobierno sin embargo, se encargó de mentir todo el tiempo. Desprestigió la
marcha, desprestigió a los dirigentes, sobornó a algunos, manipuló, presionó a sus
militantes e hizo cuanto pudo para deslegitimizar las demandas campesinas.
Una revisión sencilla del proyecto INTI de 1994 puede esclarecer cuáles eran los
alcances de la propuesta del gobierno. Los tan mentados beneficios para los
campesinos e indígenas se los encontrará como producto de las iniciativas, en su
caso, como producto de la presión campesina. No existen reivindicaciones para los
trabajadores del agro propuestas por el esquema gubernamental que no estén en la
dirección del modelo. Es así que la incorporación de la mujer con los mismos derechos
de administración de las tierras que los hombres, libera simplemente la fuerza de
trabajo que requiere la dinámica de acumulación de capital en el agro. Los
empresarios, que están obligados a pagar por las tierras (adjudicación) y no a
dotarse, simplemente están garantizando la legalidad de sus propiedades e iniciando la
lógica de que la tierra cuesta y debe pagarse por ella. La ley establece que los
pequeños propietarios y las tierras tituladas colectivamente no pagarán impuestos,
pero las modificaciones a las extensiones a la propiedad agrícola que serán hechas
mediante reglamentación especial, y no vía ley como propuso la CSUTCB y CSCB,
podrá convertir de la noche a la mañana esta pequeña propiedad en mediana, por lo
que el pago de impuestos es cuestión de tiempo. La coyuntura no daba para imponer
en el presente momento histórico, la tributación directa. Se han abierto sin embargo
opciones que posibiliten hacerlo en el futuro.
De parte de la dirigencia campesina, las respuestas a cada una de las ofensivas
gubernamentales, fue respondida, es verdad, en el terreno, bajo la iniciativa del
gobierno. Cierta buena fe condujo desde su inicio a creer que negociando puntos de
vista contrapuestos podría evitar que se consume toda la intención del bloque
dominante.
En esa dirección debe leerse la propuesta de la CSUTCB y CSCB del 18 de septiembre
y específicamente la propuesta de INRA del 2 de octubre del 96 presentado a la
Cámara de Diputados. Vale decir, los campesinos elaboraron una contrapropuesta de
Ley dentro las reglas de juego impuestas por el poder; en ella se puede apreciar una
respuesta de transición -limitada es cierto- mientras se termine de elaborar la
demanda de territorio para los originarios de la parte andina.
La idea de modificar el sistema de administración de tierras, se fue convirtiendo en
algo más que eso. El proyecto de modificación del Servicio Nacional de Reforma
Agraria que tenía la finalidad de reformar la política de administración de las tierras
(sólo eso!), se fue convirtiendo al paso de los meses, en una ley que hace ya
innecesaria la famosa Ley de Tierras. Queda pendiente el Catastro Rural, que
juntamente a la Estrategia para la Transformación Productiva del Agro y el
Agropoder, constituyen la propuesta movimientista para el sector productivo rural.
En su significación ideológica, los proyectos que estaban en pugna no eran de ninguna
manera conciliables; se enfrentaron dos formas de ver la función de la tierra. Es más,
en lo ideológico, la Ley INRA busca materializar el viejo sueño colonial de "bolivianizar"
a los pueblos y naciones originarias y, por tanto, de sentar las bases de nuevas
formas de sujeción y/o dominación.
Por una parte, la clase dominante que entiende a la tierra solo como un factor
productivo que requiere ponerla en condiciones para producir, generar excedente,
sujeto de inversión, de capitalización y de tecnología, a bien de posibilitar niveles
óptimos de maximización para la exportación.
En esta dirección, el BID fue uno de los primeros en insistir y digitar para que el agro
boliviano sufra transformaciones acorde a la globalización, proyecto que fue
expresado, impulsado y ejecutado por vía de la Interventora Lavadens. Ese fue el
vehículo e interlocutor. Evidentemente, existen otras posiciones ultrareaccionarias que no entienden la transición necesaria para el modelo - que insistían en que la
pequeña propiedad y propiedades comunitarias también deben estar sujetas a la
evaluación económica, que la propiedad agraria "puede ser adquirida y extinguida de
acuerdo a los modos que para el efecto señala la Ley Civil: compraventa, usucapión,
sucesión hereditaria, donación y otras" (J.L.Roca) La Razón 12/V/96. Estos con
mirada mercantilista ven en la pequeña propiedad y las llamadas Tierras Comunitarias
de Origen, un obstáculo y un impedimento, son a decirlo en otros términos tierras
ociosas e inútiles.
Para la visión campesina-originaria, la tierra es parte de ellos. Individuos y comunidad
son parte de la tierra, de una unidad indisoluble. No es una mercancía, ni en la
propiedad, ni en la función reproductiva. Su cosmovisión integra en una armonía la
complementariedad, la solidaridad, el ayni, la minka, su religiosidad y la visión del
hombre-comunidad ligada a la tierra como partes de un todo. La propia suficiencia
alimentaria vista desde la óptica andina-amazónica está por ello, lejos de la lógica
occidental que tanto daño ha causado con sus alimentos donados. La visión es social,
colectiva y profunda y naturalmente anticapitalista.
Entonces el afán, lucro y los excedentes para el mercado chocó por ello con la visión
comunitaria.
ELEMENTOS QUE HACEN A UNA VISION CRITICA
Una revisión puntual de los aspectos sobresalientes, vistos críticamente desde quienes
hemos tomado partido por los campesinos, podrían ayudarnos a enjuiciar con
imparcialidad histórica y podrían arrojar elementos que nos ayuden en las futuras
confrontaciones con las clases dominantes:
1 La consigna, bandera y síntesis de la marcha inicialmente campesina-indígena por la
INRA consensuada (aunque era la concertada), se cualificó al proponer: "Tierraterritorio derechos políticos y desarrollo". Consigna, que gradualmente fue
perdiendo su unidad, quedando al final , solo la lucha por la tierra. Acuerdos iniciales
entre gobierno e indígenas, demagógicamente estipulaban la posibilidad de "estudiar"
que los originarios-indígenas se representen a sí mismos, sin intermediarios, sin
partidos, además de la creación de fondos financieros de apoyo al desarrollo de sus
pueblos.
En el proceso, la demanda de Desarrollo y Derechos Políticos fue desplazada
hasta quedar finalmente en el olvido. La dirigencia campesina
presionada y
chantajeada permanentemente, no pudo sostener la consigna. Marchistas de lugares
distintos y dirigentes manejaban indistintamente diversos nombres de la marcha,
expresando de esta manera la falta de unidad en los objetivos a conseguir. Incluso al
interior de la CSUTCB, no hubo unanimidad en el tema de los derechos políticos, pues
con buena o mala intención, se bloqueó la demanda en virtud de que ella daba pié a la
consolidación de la ASP. Por esta razón, no entra el tema, en la Plataforma de
Demandas de los 17 puntos del 18 de septiembre. La propia Plataforma no pudo
ser discutida en ningún momento con el gobierno.
2. La marcha, como parte de la movilización, terminó siendo insuficiente como
elemento de presión. Cerca de 20 a 30 mil campesinos en la ciudad de La Paz
pudieron en verdad convulsionar al país, ligado a movilizaciones en el interior,
bloqueos de caminos y acciones más contundentes. En el futuro, si se tiene
capacidad de cruzar el territorio con semejante cantidad de hombres, se tiene que
contar con un plan de movilización general.
3. Por lo menos para los campesinos, se dejó al descubierto que la legalidad actual no
tiene nada de democrática. El país fue militarizado, se imprimió una represión
simulada y la abierta también, cuando las víctimas directas e indirectas de la represión
alcanzan a siete. Los empresarios, ellos sí pudieron bloquear caminos, tomarse la
Prefectura de Santa Cruz y el aeropuerto de Viru-Viru; ellos no subvertían el orden y
no eran pacibles a procesos como Alejo Veliz y Evo Morales. Esta democracia es una
suerte de dictadura cuyo rasgo distintivo dentro el capitalismo salvaje es su afán de
legalidad, su discurso de legalidad, su rostro de legalidad. Por ello en el plano
superestructural jurídico están empeñados en constitucionalizar todo, dejando para el
pasado que el simple ímpetu de las fuerzas productoras arrasen con todo a su peso.
4. La imagen internacional del gobierno no sumó puntos. Al interior, cuánto el MNR no
hubiese querido que se llegue a la firma de un acuerdo que lo potencie políticamente.
Parte de la victoria campesina esta ahí, en una Ley INRA que fue impuesta, que será
aplicada contra los sujetos más importantes del agro boliviano.
5. Infelizmente, la ausencia de los máximos dirigentes de la "Unica" en el primer tramo
de la marcha (Sta. Cruz -Samaipata) fue decisiva para que el gobierno consume una
ruptura entre ambas direcciones. Las indecisiones, incoherencias de la máxima
dirección de la CSUTCB y CSCB ayudaron a que se pierda la vigilancia sobre un sector
que simplemente no tiene la visión, experiencia y madurez política para leer
epistemológicamente las intenciones gubernamentales. Una cosa decía el gobierno,
otra se negociaba y otra era la que finalmente estaba dispuesto a imponer.
De haber acompañado los ejecutivos de la dirigencia campesina disciplinadamente
al CIDOB, otro hubiese sido el resultado. Este hecho sirvió para que la dirigencia
indígena se autoafirme y se auto convenza de que estaban en una línea correcta y
responsable. Algo más, la dirigencia de la CIDOB, está convencida que los quechuas y
aymaras no sabían lo que querían, cuando en los hechos los indígenas del Oriente y la
Amazonía terminaron fortaleciendo los mecanismos de dominación colonial.
Definitivamente, no se hicieron los suficientes esfuerzos por coordinar con la
CIDOB, evitar que el gobierno los aísle y separe. El triunfo gubernamental al respecto
se consumó con los resultados ya conocidos.
6. La llegada precipitada y forzada el día 26 de septiembre a la ciudad de la Paz como
tope máximo, bajo el pretexto de que en esos días se introduciría el proyecto INRA al
Parlamento, la heterogeneidad y dispersión de los marchistas no le dieron el tiempo
suficiente para madurar y homogeneizar los objetivos a conseguir. La marcha
cocalera y la marcha indígena de 1990 precisamente tuvieron la virtud de resolver
este problema.
7. Por la magnitud de la marcha, hubo un sin fin de limitaciones organizativas y
logísticas. Al respecto, corresponde evaluar a los protagonistas para extraer
enseñanzas para el futuro. El cerco sobre La Paz de Tupac Katari en dos
oportunidades con cerca a 40 mil hombres muestra la complejidad que es alimentar a
semejante cantidad de hombres y garantizar un mando militar cuyas instrucciones
lleguen de manera rápida y precisa a sus ejecutores.
8. Siendo absolutamente justa y necesaria la marcha campesina, no logró legitimidad
ante la sociedad boliviana como era de esperarse. Pudo más la desorientación y el
bombardeo del gobierno que recurrió a los más bajos argumentos y maniobras para
hacer aparecer a los marchistas como intransigentes e intolerantes.
La ausencia de una política o estrategia de comunicación, explicación y persuasión
ante la sociedad boliviana, no fue trabajada en ningún instante. Primó el voluntarismo
y espontaneidad. Obviamente las limitaciones y el monopolio comunicacional de las
clases dominantes jugaron bien su rol.
9. El proceso de las negociaciones estuvieron también marcadas por una dinámica
precipitada. Toda la iniciativa chantajista del gobierno terminó imponiéndose.
La dirigencia campesina no pudo marcar el ritmo en concordancia a la incorporación
de otros sectores que estaban en conflicto con el gobierno o que se alistaban para
entrar a la pelea.
Acá, la propia COB habiendo aprobado en un ampliado ponerse a la cabeza de la
lucha campesina, no encontró la fórmula para hacerla realidad.
10. La conducta de los dirigentes de la CIDOB que según dijeron "maduros" y
"tolerantes" ya habían llegado a un acuerdo con el gobierno, cuando los campesinos
aún no iniciaban las discusiones (29 de septiembre), esperaron misteriosamente
hasta el final para firmar unilateralmente una ley INRA que es atentatorio a los
aymaras y quechuas.
En definitiva, la aceptación de las demandas indígenas, que no son tales, solo
fueron posible gracias a la presión campesina. Entonces, así no se acepte esta
dramática realidad, sus pocas conquistas fueron obra de los 30 mil marchistas
campesinos.
Se estableció también que los indígenas no hicieron nada en la ronda de
negociaciones por respaldar ninguna demanda campesina.
De oyentes y
observadores, solo insistían en ¡firmar yá! un convenio. La penetración de las sectas
en el universo indígena jugaron su papel, pues su falta de comprensión política
terminó viabilizando el proyecto gubernamental. Sobornados o no, su actitud y su
práctica fue y es desde todo punto de vista reprochable.
11. Quizá la ausencia de conducción política en todo el desarrollo de la marcha fue la
deficiencia mayor. Una dirección política centralizada que defina con meridiana
claridad los objetivos, sus tácticas, las políticas, los aliados, las contradicciones del
momento, la organización interna, los enemigos principales y secundarios, la denuncia
nacional e internacional, la conjugación de intereses diversos para golpear
certeramente al enemigo, etc. etc. No hablamos de una conducción externa, sino
desde el interior que era posible, pues existían materiales ideológicos y humanos
suficientes para que sea posible.
12. La solidaridad de la población ratificó simplemente que puede contarse siempre
con su pleno respaldo para futuras jornadas de lucha. Algo más, en sus niveles más
empobrecidos, víctimas del modelo, se redescubrió la fuente de actores sociales que
están en condiciones de incorporarse a una lucha de proyecciones vastas. La cultura
excluyente e individualista es resistida con la paciencia de Lot, en espera del momento
de provocar hazañas que requiere nuestro país.
Llama la atención sin embargo, la ausencia de las ONG's especialistas dicen en el
tema agrario, pues brillaron por su ausencia cuando más se los necesitaba.
Queríamos escucharlos, necesitábamos el aporte de sus técnicos experimentados en
décadas de trabajo "a favor de los campesinos". Siendo el tema tan fundamental
como es el factor tierra, nadie mejor que algunos que trabajan sobre ella. Volveremos
a reflexionar en otra ocasión sobre esta ausencia, quizá cuando los aludidos se
atrevan a abrir la boca sin miedo a que su actual relación con la esfera gubernamental
vía participación popular se los permita.
13. Pero lo trascendental es que el movimiento campesino ganó en experiencia, se
ahondó la conciencia, se fortaleció la autoestima colectiva, se ratificó el protagonismo
político de los campesinos-originarios en el actual espectro nacional.
El cruce y relación de cerca a 30 mil campesinos de distintas latitudes se fusionó en
una sola lucha, permitió identificar a sus enemigos comunes, percibir consciente o
instintivamente la necesidad de construir su propio proyecto, su propio Estado. Esta
asimilación se expresará seguro en los futuros enfrentamientos, fusionando la
"memoria larga" con esta experiencia de "memoria corta".
14. La marcha y sus resultados también ha permitido que los pueblos y naciones
originarias arriben, con diversas intensidades es verdad, a la conclusión de que el
camino legal para la materialización de sus intereses estratégicos se está cerrando
cada día, y que se requiere transformar la movilización social en una poderosa
movilización política que trascienda el límite de la legalidad constitucional.
La resistencia a la actual Ley INRA sancionada irónicamente por Víctor Hugo
Cárdenas, requiere a decir verdad un plan que esté más allá de la amenaza de los
dirigentes campesinos. Este es el primer desafío, seguido de la propuesta que ya se
teje para pelear por el territorio y no precisamente por la eufemísticamente llamada
"Tierras Comunitarias de Origen" (TCO).
Victoria o derrota?, Son palabras que no pueden expresar la compleja acumulación de
fuerzas sociales. Podría decirse que fue una victoria coyuntural del gobierno al haber
aprobado una ley que querían y al haber subyugado a los indígenas que lo único que
buscaban era legalizar jurídicamente sus TCO. Los campesinos marchistas aplicaron la
máxima de que "las peleas se pierden o se ganan, pero se dan". Su paciencia histórica
cargada de innumerables enseñanzas -como la precedente- , permitirán encontrar
una salida para acabar su exclusión colonial.
La Paz, 7 de noviembre de 1996
* Víctor Vacaflores Pereira, Strio. de Relaciones Internacionales de la Asamblea
Permanente de Derechos Humanos, de Bolivia y Hugo Moldíz Mercado, periodista,
oficiaron de asesores de la Confederación de Colonizadores de Bolivia (CSCB) y de la
Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) en el
proceso de negociaciones entre gobierno y campesinos sobre la Ley INRA.
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