I.-INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES. Ninguna actividad económica ha alcanzado en los últimos 15 años un crecimiento tan acelerado como la camaronicultura en las áreas tropicales y subtropicales costeras del mundo. Actualmente el volúmen de producción de camarón de cultivo en el mundo esta alrededor de 1.6 millones de toneladas métricas registradas en el año 2002. Esta industria ha tenido un crecimiento de 10 a 20% en los últimos años y las proyecciones a futuro estiman un incremento del 12 al 15% anualmente (Chamberlain, 2003). En nuestro país esta actividad se incrementó en los últimos 10 años, alcanzando una producción de 10,000 toneladas en 1990, hasta más de 20,000 toneladas en el año 2000; es decir, ha tenido un crecimiento del 100% en 10 años, y se puede predecir que estos niveles de producción se mantendrán por algunos años (Martínez-Córdova, 2002). El crecimiento de la acuacultura ha ocasionado un gran debate debido al impacto que tiene sobre los cuerpos receptores costeros, llamando la atención de académicos, autoridades, diversos sectores económicos, grupos ambientalistas y público en general. La influencia de los estanques camaronícolas representa un riesgo para las aguas receptoras, debido a que generalmente cuentan con un alto contenido de nutrientes (nitrógeno y fósforo), biomasa fitoplanctónica y material sedimentable, que le confiere una elevada demanda bioquímica de oxígeno. El efecto potencial de los efluentes de la camaronicultura como fuentes de polución está relacionado con la vulnerabilidad del ecosistema que los recibe, i.e. aguas costeras oligotróficas, que reciben bajos aportes de nutrientes (Páez-Osuna, 2001). La acuacultura costera entonces, contribuye a la eutroficación de cuerpos de aguas receptores debido a la gran cantidad de desechos que estos sistemas de producción vierten al medio acuático. Es por ello indispensable la aplicación de nuevas tecnologías y mejores prácticas de manejo para que esta actividad sea sustentable y económicamente viable (McIntosh y Fitzsimmons, 2003). El cultivo de camarón se ha desarrollado tradicionalmente en regiones costeras con diferentes fuentes de suministro de agua, como esteros, lagunas costeras e incluso de mar abierto. Sin embargo, especies de camarón tales como el camarón blanco del Pacífico Litopenaeus vannamei, la especie de camarón mas comúnmente cultivada en el hemisferio occidental (Rosenberry, 2000), habita aguas costeras con un rango en la salinidad que va desde 1 1 a 40‰ de salinidad (Bray et al., 1994). Debido a la capacidad de esta especie para tolerar bajas salinidades y los antecedentes que se tienen acerca de su cultivo en un rango de salinidad de 0.5‰ (Samocha et al., 2001) a 28.3‰ (Smith & Lawrence, 1990), esta especie se ha hecho atractiva para su cultivo en sistemas con suministro de agua extraída del subsuelo, por ejemplo, agua de pozos. La producción de camarón en aguas de acuíferos subterráneos es una alternativa a la acuacultura costera tradicional. El agua subterránea con baja salinidad es un abundante recurso en muchas regiones del mundo que pueden ser aprovechadas para propósitos acuaculturales; adicionalmente, los efluentes ricos en nutrientes pueden hacer una importante contribución a la irrigación de campos agrícolas en regiones áridas. Se han realizado reportes de investigación enfocados a la caracterización de efluentes de granjas que operan a baja salinidad y su contribución potencial para irrigar campos agrícolas. McIntosh y Fitzsimmons, (2003) realizaron una comparación de sistemas agrícolas irrigados con aguas de efluentes de granjas de camarón y con aguas extraídas del subsuelo en Arizona, y concluyen que los campos irrigados con aguas procedentes de sistemas de cultivo de camarón son más productivos en comparación con aquellos regados con aguas subterráneas. La gran productividad se debe a la carga orgánica de nutrientes que son aprovechadas por las plantas. La producción de camarón en la Unión Americana en aguas tierra adentro con bajas concentraciones de sales se ha venido desarrollando desde hace 15 años en estados tales como Alabama, Arizona, Florida, Illinois, Indiana, Michigan, Mississippi, Carolina del Sur y Texas, donde se ha logrado cultivar exitosamente L. vannamei. Tal éxito ha despertado una gran variedad de cuestionamientos sociales, económicos, medioambientales y biológicos acerca del cultivo de camarón marino tierra adentro en aguas prácticamente dulces. La problemática se ha desarrollado básicamente en torno a las formas de operación del sistema y aspectos relacionados con el medio donde se desarrollan los organismos (Davis et al., 2002). La composición iónica del agua salina parece ser más importante que la salinidad con respecto a los efectos en el crecimiento y supervivencia del camarón. Esto es probablemente debido a que las aguas de origen marino y estuarino contienen niveles adecuados de cloro (Cl- 2 ), sodio (Na+), potasio (K+) y magnesio (Mg2+) para satisfacer los requerimientos fisiológicos del camarón; sin embargo, éstos y otros iones pudieran no encontrarse en niveles adecuados en agua de pozos para poder satisfacer los requerimientos del organismo. Algunas granjas que operan bajo este tipo de sistemas han reportado mortalidades lentas y organismos que se estresan fácilmente con cambios de temperatura y bajos niveles de oxígeno disuelto en el agua. El comportamiento de los organismos es letárgico en tanques de pre-cría y en los estanques de cultivo, y el estrés es a menudo caracterizado por la cola blanquecina, acalambramiento y posiblemente la muerte. Una razón probable para estos síntomas puede ser el desbalance iónico y la falta de reservas nutricias causada por estas condiciones ambientales adversas (Davis et al., 2002). Algunos suministros de agua tierra adentro son adecuados para el cultivo de L. vannamei, y factores tales como las concentraciones de sodio (Na+), cloro (Cl-), pH y dureza del agua tienen un efecto en la supervivencia del camarón, siendo estos parámetros importantes en calidad del agua por lo que tendrían que tomarse en cuenta para realizar un cultivo adecuado en condiciones de baja salinidad. Saoud et al. (2003) determinaron que el potasio (K+), magnesio (Mg2+) y sulfato (SO42-) también pudieran tener un efecto en la supervivencia del camarón debido a la deficiente concentración de estos iones en aguas procedentes de diferentes pozos que fueron probadas en diferentes bioensayos con postlarvas (PLs) de L. vannamei. Además encontraron que la capacidad de la PLs para aclimatarse a la baja salinidad aparentemente se incrementa con la edad, y determinaron que el mejor período para aclimatarlas a baja salinidad es a partir de PLs15. Sugieren que la supervivencia de los organismos está positivamente correlacionada con estos iones y negativamente correlacionada con altas concentraciones de hierro. En general, la capacidad del camarón para tolerar cambios en la salinidad parece ser influenciada por la edad, la especie y factores ambientales. McGraw et al., (2002) también observaron que la edad de la postlarva limita su aclimatación a la baja salinidad. Ellos aclimataron tres diferentes tallas de PLs (10, 15 y 20 días) a 1 y 4‰ variando la tasa de disminución de salinidad. Encontraron que las PLs10 pueden ser aclimatadas a 4‰ con buena 3 supervivencia, mientras que las PLs15 y PLs20 pudieron ser aclimatadas hasta 1‰ aún con buena supervivencia. Por otra parte, la osmorregulación es un proceso mediado por membranas y acción enzimática (bombeo Na+- K+- ATPasa) y la permeabilidad de la membrana está influenciada por el balance osmótico. Los ácidos grasos y los fofolípidos son los más abundantes componentes de las membranas biológicas y se ha establecido que son influenciados por parámetros ambientales tales como la salinidad y la temperatura (Castell, 1979). Consecuentemente, el tipo de lípidos que constituyen las membranas celulares pueden también influenciar la capacidad de un animal para responder a condiciones de baja salinidad. Durante la pasada década, epidemias virales prolongadas han afectado la producción de las granjas camaronícolas en todo el mundo y han ocasionado el fracaso de muchas empresas. La gran mayoría de los cultivos de camarón se realizan en estanques de tierra al aire libre y éstos se encuentran localizados en zonas costeras que están expuestas a una gran variedad de patógenos. Como una medida sanitaria para evitar la introducción de organismos patógenos a los sistemas de cultivo, se ha propuesto el minimizar el suministro de agua nueva a los sistemas de producción, es decir, minimizar el recambio de agua, así como también la implementación de filtros, la exposición del agua a radiación ultravioleta e incluso la construcción de barreras físicas perimetrales para la exclusión de portadores virales terrestres (Schuur, 2003). Existe pues la tendencia a nivel mundial hacia la adopción de sistemas con cero recambio de agua, que no solamente son factibles, sino que además garantizan la bioseguridad de los sistemas de cultivo evitando la introducción de agentes patógenos que pudieran actuar en detrimento de la producción. Otra característica prometedora de los sistemas de cultivo con cero recambio de agua es que reducen los costos de alimento y de agua, lo que resulta en una alta sustentabilidad y compatibilidad con el medio ambiente (Tacon et al., 2002). Aunque los sistemas sin recambio de agua no son todavía muy utilizados, constituyen una de las innovaciones más prometedoras para la acuacultura moderna. En ellos se aprovechan prácticamente todos los nutrientes que se introducen dentro del sistema pues se 4 desarrollan productores primarios que utilizan nitrógeno y carbono; ellos a su vez se incorporan a las cadenas tróficas de los estanques de cultivo y sirven como una fuente adicional de alimento para el camarón (Buford et al., 2003). Por otra parte la nitrificación y la denitrificación llevadas a cabo por las comunidades de bacterias que se establecen bajo estas condiciones controlan las perdidas de nitrógeno, creando un filtro biológico in situ. Por lo tanto, la comunidad fitoplanctónica y microbiana juegan un importante papel en el reutilizamiento del nitrógeno proveniente de la dieta no consumida por los organismos en cultivo o sus desechos. Todos estos factores son primordiales para lograr un exitoso sistema de cultivo (Burford et al., 2002). Ecológicamente los sistemas intensivos de cultivo (altas densidades de siembra) están mediados por la productividad bacteriana heterotrófica y autotrófica. Los restos de alimento y las excretas del camarón son digeridos por bacterias que soportan la base de la cadena trófica en el estanque. La respiración del camarón y de los organismos que componen la cadena trófica en los sistemas intensivos de producción requieren obligatoriamente de aireación mecánica, la cual proveerá oxígeno para compensar la cantidad de este gas que demanda el sistema y así mantener su equilibrio aeróbico (Schuur, 2003). Decamp et al. (2003) concuerda en que manejar la ecología heterotrófica de los sistemas de cultivo con altos niveles de productividad y cero ó mínimo recambio de agua, son el futuro para un buen manejo de los estanques de producción. El alimento del camarón, la materia orgánica floculada rica en bacterias, restos celulares, protistas e invertebrados pastantes, son primordiales para crear un ambiente alimenticio propicio para el camarón. Buford et al. (2003) mantuvieron un sistema con cero recambio de agua y altas densidades (120 organismos/m2) por un período de tres semanas y observaron que el sistema se caracterizó por altas concentraciones de nutrientes y un gran número de bacterias, fitoplancton y protozoarios. Decamp et al. (2003) investigaron el impacto de varias salinidades (9, 18 y 36‰) en las características cualitativas y cuantitativas de las comunidades naturales, particularmente de protozoarios ciliados, en la producción de L. vannamei en un sistema experimental con cero recambio de agua. El peso ganado en camarones cultivados a 9‰ fue significativamente más bajo que en aquellos cultivados a 36‰, pero no se observaron 5 diferencias significativas en la supervivencia. Las concentraciones de protozoarios ciliados mostraron fluctuaciones considerables durante el periodo de estudio y reflejaron el impacto de la salinidad y de las interacciones dinámicas entre dichos organismos y el sistema de producción. Muchos sistemas de producción de camarón son ineficientes en la conversión del nitrógeno de la harina de soya en biomasa del camarón. Una estrategia para solucionar este problema es enriquecer los alimentos balanceados con harina de pescado más digerible con el fin de reducir las pérdidas de nitrógeno. Burford et al. (2002) utilizaron el marcador 15 N incorporado en la dieta de camarón, el cual se detectó posteriormente en la comunidad biótica del sistema. Entre 67% y 81% del nitrógeno que entró vía alimento no se recuperó como biomasa de camarón, y paso a formar parte de la fracción soluble del nitrógeno, heces, bacterias muertas ó fue excretado como amonio a través de las branquias. A pesar de que los sistemas de cultivo con recambio de agua limitado e incluso cero recambio de agua prometen un gran beneficio a la acuacultura tradicional, habría que poner mucha atención en aspectos tales como el manejo de la calidad del agua, ya que el mal manejo del sistema podría deteriorarla y por consiguiente ocasionar un impacto sobre los organismos en cultivo, lo contrario reflejaría buen crecimiento, alta supervivencia y un adecuado factor de conversión del alimento (FCA). Thakur y Lin (2003) proporcionan información valiosa en prácticas de manejo de sistemas de cultivo cerrados para camarón y demuestran que estos sistemas pueden mantener una aceptable calidad del agua para el cultivo manejando densidades de hasta 50 juveniles/m2. El nitrógeno es un nutriente importante en estanques de cultivo que se origina principalmente a partir del componente proteico de los alimentos balanceados introducidos al sistema. Debido a que la proteína es el nutriente más limitante para el crecimiento del camarón, además de ser el más costoso, es primordial reducir sus pérdidas (Kureshy y Davis, 2002). Por ello es indispensable tener una comprensión del origen y el destino de la carga de nitrógeno en las granjas de camarón, y evaluar el progreso de las pérdidas dentro de los sistemas de producción; es decir, conocer el balance del presupuesto de nitrógeno dentro del 6 estanque de cultivo. La eficiencia del sistema puede evaluarse a través del análisis de la conversión de nitrógeno en biomasa de camarón. El nitrógeno que no se recupera en biomasa de organismos cultivados puede encontrarse dentro de sistema en diversas formas, i e., nitrógeno orgánico e inorgánico disuelto, biomasa fitoplanctónica, sólidos suspendidos ó sedimentados, etc., aunque en sistemas abiertos puede perderse a través de la volatilización de nitrógeno amoniacal (Thoman et al., 2001). Anon (1993) estima que la carga orgánica de nitrógeno y de fósforo resultante de producir 1,000 kg de camarón varía en función del FCA logrado, que a su vez depende de varios factores como la formulación, atractabilidad, palatabilidad, digestibilidad del alimento balanceado y del aprovechamiento del alimento natural. Este investigador estimó que las pérdidas de nitrógeno pueden variar desde 26 kg con un FCA de 1.0, hasta 117 kg con FCA de 2.5 (Tabla I). Desde el punto de vista económico es muy importante diseñar una apropiada estrategia de alimentación para obtener una mejor producción con el mínimo costo, por lo que un adecuado manejo de la productividad natural de los estanques puede contribuir positivamente a la factibilidad económica de esta actividad (Martínez-Córdova et al., 1998). Tabla I. Estimación de la carga de materia orgánica, nitrógeno y fósforo durante la producción de 1,000 kg de camarón, en función del factor de conversión alimenticia (FCA), según Anon (1993). FCA Materia orgánica Nitrógeno Fósforo (kg) (kg) (kg) 1.0 500 26 13 1.5 875 56 21 2.0 1250 87 28 2.5 1625 117 38 7 La mayor parte del nitrógeno que se suministra al sistema de producción se pierde a través de las descargas a cuerpos de agua receptores, y aprovechar al máximo estas aguas servidas de nutrientes, que es uno de los objetivos primordiales en los sistemas cerrados ó con cero recambio de agua, tiene beneficios económicos y medioambientales, ya que en ellos se promueve la proliferación de microalgas y otros microorganismos que retienen el nitrógeno inorgánico disuelto, así como la formación de detritus orgánico que proporciona una fuente de alimento natural adicional para el camarón (Jackson et al., 2003). Jackson et al. (2003) evaluaron el presupuesto de nitrógeno en una granja de camarón intensiva durante un período de diez meses. Se calculó el nitrógeno total (NT) del agua de suministro y de la descarga, del proporcionado en el alimento, además del encontrado en el sedimento y el de los organismos cosechados. Encontraron que los niveles de NT en el agua de suministro fueron bajos y solo contribuyeron con el 5% del nitrógeno que entró en la granja. Más del 90% entró a los estanques vía alimento balanceado. Dentro de los estanques, el 22% del nitrógeno de entrada fue convertido en biomasa de camarón, el 14% permaneció en el sedimento, mientras que más del 57% fue descargado al medio ambiente, sólo el 3% no fue contabilizado y se asume que fue una perdida vía denitrificación y volatilización del nitrógeno amoniacal. Thakur y Lin (2003) evaluaron el presupuesto de nutrientes (nitrógeno y fósforo) en un sistema de cultivo cerrado de Penaeus monodon y encontraron que solo el 22.8-30.7% del nitrógeno y el 10.5-12.8% del fósforo total que entró al sistema fue incorporado en biomasa del camarón cosechado. El porcentaje restante quedo en sedimentos (14-53% de nitrógeno y 39-67% de fósforo) y en agua (14-28% de nitrógeno y 12-29% de fósforo). El estudio demuestra que en un sistema de cultivo cerrado se puede mantener una aceptable calidad del agua para el buen crecimiento del camarón y lograr una considerable reducción de las perdidas de nutrientes a través de los efluentes de los estanques. Existen diversas formas de nitrógeno disuelto en el agua: orgánicas como aminoácidos, y aminoazúcares, sustancias húmicas de diverso grado de refractabilidad; nitrógeno molecular asimilable solo por bacterias y algas cianofitas; sales inorgánicas que predominan en 8 concentración como ión amonio (NH4+), nitritos y nitratos, y bajo condiciones de pH alcalino, amoniaco (NH3). La materia orgánica de cualquier origen esta constituida por proteína y éstas por aminoácidos que al descomponerse se transforman en amoniaco, el cual al reaccionar en el agua forma el ión amonio (amonificación) bajo condiciones aeróbicas y anaeróbicas. Este ión amonio es asimilado por el fitoplancton y demás microvegetación directamente sin cambio químico ni gasto de energía. En aguas con condiciones aeróbicas, el ión amonio puede oxidarse a nitritos o nitratos, proceso conocido como nitrificación. La forma preferencial para los productores primarios son los nitratos, a pesar del gasto energético que representa transformarlo en ión amonio que es el precursor de aminoácidos y proteínas. La reducción de nitratos a nitritos, ión amonio e incluso nitrógeno elemental, se conoce como denitrificación y se lleva a cabo en condiciones anaeróbicas (De la Lanza-Espino y Hernández-Pulido, 1998). El nitrógeno amoniacal es producto primario del metabolismo de las proteínas el cual es excretado por los organismos acuáticos dentro de los estanques de producción. Las concentraciones de nitrógeno amoniacal se incrementan cuando la biomasa y la cantidad de proteína en la dieta son altas. El nitrógeno amoniacal es tóxico para los organismos acuáticos y su toxicidad es afectada por el pH, el NH3 es más tóxico que el NH4+, además la toxicidad se incrementa con temperaturas altas. La interrelación de la fotosíntesis y la respiración crean un cambio cíclico en el pH de los estanques de cultivo. El agua del estanque llega a ser más ácida justo antes del amanecer y más alcalino a horas avanzadas de la tarde. La presencia del NH3, que es la forma más tóxica, se incrementa con pH alto y decrece con pH bajo, por lo que en el estanque de producción el NH3 es alto al atardecer y bajo antes de amanecer (Wurts, 2003). Una importante preocupación relacionada con los cultivos intensivos de camarón es la producción de altos niveles de amonio, que es la forma principal de nitrógeno excretada por los crustáceos (Regnault, 1987). La cantidad de amonio excretada, o tasa de excreción de amonio, varía en función de varios factores, tales como la dieta, temperatura, salinidad, muda, etc. (Needham, 1957). El amonio es excretado a través de las branquias (Kormanik y Cameron, 1981), dado que las concentraciones son mayores en la hemolinfa que en la célula branquial, el transporte al interior de estas células se da a través de un mecanismo pasivo; sin embargo se requiere de un transporte activo para expulsar el amonio al medio acuático, por 9 medio de un intercambio catiónico (Na+/NH4+). El consumo de oxígeno por el camarón se incrementa conforme aumenta la concentración de nitrógeno amoniacal en el agua, lo cual refleja un incremento en el gasto de energía. Además, el nitrógeno amoniacal causa un disturbio osmorregulatorio que eleva el perfil de aminoácidos libres de la célula (proteólisis) (Racotta y Hernández-Herrera, 2000). La tolerancia al nitrógeno amoniacal se incrementa con el desarrollo de nauplio a juvenil en Marsopenaeus japonicus, y la susceptibilidad se incrementa durante y justo después de la muda en larvas, post-larvas y juveniles, esto puede ser atribuido a la alta permeabilidad que se tiene al formar la nueva cutícula y/o al incremento de la actividad metabólica y a los recambios hidrominerales al tiempo de la muda. Por otro lado, concentraciones elevadas de nitrógeno amoniacal disminuyen marcadamente la capacidad hipo-osmorregulatoria a 36‰ e hiper-osmorregulatoria a 15‰ de esta especie (Lin et al., 1993). En el caso de organismos cultivados a baja salinidad, la proteína y los ácidos grasos juegan un papel importante en el alimento ya que influyen en la capacidad de osmorregulación del camarón al enfrentarse a un ambiente adverso. Consecuentemente, la adición en la dieta de ingredientes ricos en aminoácidos o la inclusión de éstos en forma cristalina, optimiza su asimilación e incrementa la supervivencia y crecimiento del camarón. Los aminoácidos y minerales juegan una importante función en la osmorregulación, pero también se hace necesario un gasto energético para el bombeo iónico y otros eventos asociados a la osmorregulación. Los carbohidratos y lípidos juegan un papel directo o indirecto en la permeabilidad de las membranas celulares y proveen la energía requerida para la osmorregulación. Esto ha sido demostrado mediante la cuantificación del nivel de glucosa en la hemolinfa de camarones expuestos a salinidades extremas (Spaargaren y Haefner, 1987; Lignot et al., 1999). Las investigaciones acerca de los requerimientos de proteína de camarones peneidos, en especial para L. vannamei, se han concentrado en la evaluación del nivel óptimo de proteína en la dieta. Diversos estudios reportan niveles óptimos de proteína que van desde 15 a más de 36%. La determinación del requerimiento de proteína dietaria de camarones peneidos 10 es importante debido a que la proteína es el nutriente más limitante para el crecimiento y el componente más costoso en la preparación del alimento. Además, la disponibilidad de la proteína del alimento puede afectar la calidad del agua vía excreción de nitrógeno (Kureshy y Davis, 2000). La proteína asimilada que es utilizada como fuente de energía contribuye a la liberación de metabolitos nitrogenados dentro del medio de cultivo (Cho et al., 1994) que causan la eutroficación del mismo y de las aguas receptoras. Por esta razón es importante el desarrollo de alimentos amigables con el medio ambiente que contengan el nivel adecuado de proteína para el óptimo crecimiento del camarón en un sistema de cultivo particular, y evitar las perdidas de nutrientes y gastos innecesarios, pues debemos considerar que los costos del alimento y del suministro de agua son dos de los mayores costos en el cultivo de camarón (Martínez-Córdova et al., 1998) representando mas del 60% de los costos de operación en sistemas semi-intensivos (Cruz, 1991; Usha-Rani et al., 1993; Zendejas-Hernández, 1994). Establecer el requerimiento de proteína del camarón en condiciones adversas de cultivo, tales como la baja salinidad y cero recambio de agua, es entonces indispensable no solo desde el punto de vista nutricional sino también económico. Kureshy y Davis (2002) evaluaron tres dietas prácticas con 16, 32 y 48% de proteína y varias tasas de alimentación (comida ofrecida/día) para estimar el requerimiento diario de proteína necesario para alcanzar el crecimiento máximo de juveniles y sub-adultos de L. vannamei. El requerimiento de proteína para alcanzar un máximo crecimiento en camarones juveniles fue de 46.4 g de proteína dietética/kg de peso corporal por día (g PD/(kg PCd)) cuando se alimentaron con la dieta de 32% de proteína, y 43.4 g PD/(kg PCd) con la dieta de 48% de proteína. En el caso de animales subadultos se estimó 23.5 y 20.5 g PD/(kg PCd) con dietas de 32 y 48% de proteína, respectivamente. En general, la eficiencia alimenticia incrementó al aumentar el nivel de proteína dietario y se redujo al incrementarse la tasa de alimentación, por lo que indican que un amplio rango de niveles proteicos en la dieta puede utilizarse para alcanzar el máximo crecimiento de juveniles o subadultos de camarón en diferentes escenarios de cultivo. McIntosh et al. (2001) evaluaron el efecto de dos dietas bajas en proteína (21% y 31%) en el cultivo de L. vannamei en un sistema con recambio limitado de agua. Los camarones alimentados con 31% de proteína en la dieta mostraron una supervivencia significativamente 11 más alta (96.2% vs. 90.6%) y también el peso final fue significativamente mayor (14.04 g vs. 12.17 g). El FCA fue significativamente más bajo con 31% de proteína (1.75 vs. 2.15), y se logró una producción de 540 g/m2, lo que representó 22% más que con la dieta con menor porcentaje proteico (441 g/m2). Por otra parte, Velasco et al. (2000) evaluaron el nivel óptimo de proteína cruda y lípidos para L. vannamei en un sistema cerrado de recirculación. En un primer experimento evaluaron dietas que contenían 10, 18 y 25% de proteína cruda y 3 y 11% de lípidos, y en un segundo experimento evaluaron niveles de 5, 10, 15, 20 y 25% de proteína y 8% de lípidos. En el primer experimento no observaron diferencias significativas en la supervivencia de la postlarva respecto al nivel de proteína, pero sí fue significativamente menor en postlarvas alimentadas con 11% de lípidos. En el segundo experimento no se observaron diferencias significativas entre los tratamientos en cuanto a supervivencia, que fue mayor de 90% en todos ellos. Las dietas con 18 y 20% de proteína proveyeron un crecimiento similar de las postlarvas en comparación con aquellas alimentadas con el nivel más alto de proteína (25%) bajo estas condiciones de cultivo en los experimentos I y II, respectivamente. Dado que la información existente acerca del cultivo de camarón en sistemas con cero recambio de agua y en aguas continentales que poseen bajas concentraciones de sales es limitada, y poniendo de manifiesto el papel tan importante que tiene el aspecto nutricional, especialmente la determinación del requerimiento de proteína en la dieta para cultivos bajo estas condiciones, el presente trabajo pretende abordar la evaluación de estos diferentes aspectos incluyendo un análisis del presupuesto de nitrógeno dentro del sistema experimental. 12