La naturaleza del sufrimiento

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La naturaleza del sufrimiento
por Bel Cesar - [email protected]
Traducción de Melissa Park - [email protected]
El sufrimiento aumenta nuestra fuerza interior.
Su Santidad Dalai Lama
Siete días después de haber alcanzado la Iluminación, Buda hizo su primer sermón transmitiendo las
enseñanzas fundamentales del Budismo: las Cuatro Nobles Verdades. Son estas:
1. El sufrimiento existe.
2. El sufrimiento tiene sus causas.
3. Es posible eliminar estas causas.
4. Existe un camino para eliminarlas.
Ellas son semejantes a una receta médica, diagnosticando la enfermedad, la causa de esta dolencia, el
remedio para curarla y la prescripción de como tomarlo. Para crecer espiritualmente, tendremos que
practicar estas cuatro verdades como un método que nos ayudará a superar la limitada idea que
tenemos sobre nosotros mismos y a abrir nuestro corazón para comunicarnos verdaderamente con el
otro.
La primera noble verdad: “El sufrimiento existe”
La primera noble verdad se refiere a la existencia del sufrimiento. La realidad del sufrimiento es
denominada dukkha, en Pali (antiguo sánscrito) que, además de sufrimiento, también significa
imperfección, no permanencia, vacío, insubstancialidad.
Este es el punto inicial de la estructura lógica del Budismo: la constatación de la existencia del
sufrimiento y de que todos los seres están sujetos a él. En tanto, el Budismo no es una filosofía
derrotista, ni pesimista. Él nos enseña que podemos despertar nuestra sabiduría intuitiva para no sufrir
con el sufrimiento.
Nuestra tendencia, en general, es negar la marca de sufrimiento humano. Nos sentimos “traicionados”
por el destino cuando tenemos que lidiar con las separaciones, con la enfermedad, con la muerte o aún
con el envejecimiento. Encaramos estos procesos con indignación, esto es, como si no fuese justo ni
correcto sufrir! En tanto, si no hubiese sufrimiento, no sería preciso buscar la sabiduría. Ella no sería
necesaria, y, por lo tanto, raramente sería alcanzada.
Es la conciencia del sufrimiento que genera la energía de la sabiduría, no el sufrimiento en sí mismo.
Sufrir sin sabiduría es acumular más confusión y dolor. El dolor, en sí, no purifica nada. Por eso, el dicho:
“con el tiempo pasa” no es verdadero para quien sufre de un dolor no comprendido. Para liberarnos del
sufrimiento tenemos, también, que despertar el deseo profundo de desapegarnos de él.
Podemos abrazar el sufrimiento con la intención de transformarlo en auto-conocimiento y sabiduría.
Como escribe Pema Chödrön en su libro "Los lugares que nos asustan" (Os lugares que nos assustam):
“Aceptar que el dolor es inherente y vivir nuestras vidas a partir de esa comprensión es crear las causas
y condiciones para a felicidad”.
Según el Budismo, existen tres tipos de sufrimiento:
1. Sufrimiento ordinario o Sufrimiento del sufrimiento
Existen dos formas de sufrimiento ordinario: el sufrimiento intrínsico a la vida conciente y el sufrimiento
causado por las tentativas de evitarlo y huir de él. El sufrimiento intrínsico a la vida conciente es explicito
en la tristeza: una sensación de vacío decurrente de la falta de un sentido para la vida.
El sufrimiento ordinario es propio de la vida humana: todas las formas de sufrimiento físico y mental
relacionadas al nacimiento, al envejecimiento, a la enfermedad y a la muerte, así como estar ligado a lo
que se detesta, estar separado de lo que se ama y no realizar lo que se desea. Por eso, este tipo de
sufrimiento también puede ser llamado sufrimiento del sufrimiento: cuando algo que nos causa dolor
surge como causa para desencadenar más dolor.
Cuando una cosa fea acontece luego después otra, y las situaciones están yendo de mal en peor,
podemos creer que estos son momentos de azar, pero, en realidad, ellos expresan algo mucho más
fundamental: nuestra propia impotencia frente a la realidad inmediata. Y cuando estamos impotentes, no
tenemos salida si no aceptar las cosas como se dan. Esa es la gran sabiduría que las situaciones de
sufrimiento continuo tienen para enseñarnos.
2. Sufrimiento producido por cambios
El sufrimiento producido por cambios es explicito en la búsqueda de placeres y de estados de alegría
transitorios, que llevan a más sufrimiento por su naturaleza provisoria e inconsistente.
Ese tipo de sufrimiento también ocurre cuando rehusamos admitir la naturaleza impermanente de la vida.
A pesar de que intelectualmente sabemos que todo cambia constantemente y de modo imprevisible,
emocionalmente luchamos para aceptar esta verdad. Al hacernos eso, nos sentimos inseguros, nada nos
parece confiable y todo se torna insatisfactorio para nosotros.
La realidad externa es, por naturaleza, incierta, por lo tanto, no podemos tener garantías con relación a
ella. La persona insegura es justamente aquella que busca controlar la realidad externa. La persona
segura es aquella que acepta su inseguridad.
Al convivir con maestros budistas, pasé a notar una fuerte característica común a todos ellos: ellos viven
la vida, al revés de intentar controlarla.
3. Sufrimiento que todo lo penetra
El sufrimiento que todo lo penetra es constante, pero sutil.
La mayor parte del tiempo, luchamos contra la realidad de la existencia del sufrimiento. Buscamos
desesperadamente “tips” para esquivarlo, en la esperanza de que sea posible evitarlo. Mas la Primera
Noble Verdad nos enseña que nada de eso adelanta. En cuanto haya ignorancia, habrá sufrimiento.
Es preciso encarar el sufrimiento para eliminarlo. Encarar aquí no significa desafiar, y sí, simplemente
ponerse delante de él para conocer su naturaleza, sin juzgarlo como justo o injusto.
Lo que intensifica el dolor de un sufrimiento es el sentimiento de indignación frente a él, o sea, es nuestra
exasperación delante del sufrimiento que hace que él aumente y tome cuenta de todo nuestro ser.
Todo eso quiere decirnos: pare de luchar contra la realidad. No se resista a lo que está, objetivamente,
ocurriendo.
Es como la jaqueca, por ejemplo. Precisamos aislarnos, tomar un remedio y confiados esperar que pase.
Cada vez que pensamos: “Ah! Este dolor no pasa”! y nos sentimos impacientes, la cabeza late
fuertemente y el dolor inmediatamente aumenta. Es casi como una alarma, un aviso de que ese no es el
modo de proceder, de que es justamente eso lo que intensifica el dolor.
Al contrario, cuando podemos apropiarnos de nuestro sufrimiento, sea él físico o emocional, y decir para
nosotros mismos: “OK, está ocurriendo eso conmigo. Estoy sufriendo, pero estoy aquí para hacerme
compañía. No voy a abandonarme delante de este dolor”, nos sentiremos más leves y libres para
transformarlo.
Una vez que aprendemos a responsabilizarnos por la manera como lidiamos con el sufrimiento, pasamos
a entender que no precisamos tornarnos víctimas de él.
Nos tornamos víctimas del sufrimiento cuando no lo aceptamos y lidiamos con él como si él estuviese
fuera de nosotros, proyectando, así, la causa de nuestro dolor en los otros. Acoger nuestro sufrimiento
es el único modo de salir del resentimiento y de las proyecciones. Cuando hacemos eso, nos sentimos
más tranquilos y seguros, pues, como dice Lama Gangchen al final de la práctica de meditación Auto
Cura Tántrica: “No existen más enemigos”.
Es preciso tener empatía por nuestro sufrimiento: tener compasión por él, esto es, despertar un interés
genuino por conocerlo y querer transformarlo.
Tara Bennett-Goleman, psicoterapeuta americana, aliada a la psicologia budista a la psicologia cognitiva.
En este método, el paciente aprende a identificar sus esquemas - padrones emocionales inadaptados - y
a transformarlos por medio de la meditación budista de plena conciencia. Ella escribe en su libro
Alquimia Emocional: “No apenas como terapeuta, si no también en mi trabajo interno personal, aprendí
que es importante comprender como la persona vivencia e interpreta una situación, y sentir empatía por
la realidad simbólica de esa persona. Cuando la parte de la persona que se identifica con la realidad del
esquema siente que está recibiendo empatía, ella puede comenzar a abrirse a otras perspectivas, lo que
incluye comenzar a percibir como la lente del esquema distorsiona sus percepciones y reacciones”.
Si no fuéramos empáticos con nuestro sufrimiento, podremos buscar esta empatía en el reconocimiento
ajeno. Esto es, muchas veces, sin que nos demos cuenta, alimentamos el sufrimiento por medio de
lamentaciones que nada más son tentativas de ser reconocidos, por los otros, por aquello que estamos
pasando. Más, de hecho, este reconocimiento poco nos ayuda. Será al sentir compasión por nosotros
mismos, que conseguiremos parar de lamentarnos y decidir, de hecho, hacer algo para salir del
sufrimiento.
Texto extraído de "El libro de las emociones (O livro das Emoções) - Reflexiones inspiradas en la
Psicología del Budismo Tibetano” de Bel Cesar, Ed. Gaia. (Brasil)
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