LA DIFÍCIL TAREA DE PSICOANALIZAR Silvia Saskyn ∗ Freud dijo que hay tres profesiones imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar. Cómo podemos entender esta frase tan contundente. Veamos el sentido o sentidos que esta frase podría tener y qué consecuencias conlleva. A nuestro juicio “imposible” no quiere decir que psicoanalizar es imposible ya que la tarea del psicoanálisis se practica desde que la inició Freud. Si tomamos el concepto de “inconciente” que Freud desarrolló a lo largo de su obra, lo que Freud estaría diciendo es que no se podría ser totalmente analizado, o educado o gobernado porque el inconciente opera permanentemente y es imposible asirlo en su totalidad. Esto enlazaría con su postulado que el análisis es interminable dado que siempre se siguen produciendo síntomas, lapsus, chistes, sueños y todas las tantas manifestaciones del inconciente. Lo cual implica que el deseo del ser humano insiste en rebelarse a pesar de todos los esfuerzos que se hagan, al decir de Freud, para domesticarlos. Esto no quiere decir que un análisis no llegue a su fin. Lo importante es en el devenir de un análisis, poder ir sosteniendo las demandas del analizando y tener cierta creatividad para encontrar las formas de abordar los conflictos que se hacen presente en la tarea terapéutica, esto es en la transferencia. De tal manera se intenta que disminuya el sufrimiento de quien nos consulta. Esto quiere decir que hay que ser muy cauto y no recurrir inmediatamente frente a las dificultades del trabajo del análisis a soluciones rápidas como la administración de psicofármacos para hacer que el síntoma desaparezca, por supuesto transformado en otro síntoma, tal vez menos aparente. Esto resta posibilidades al trabajo pausado de un análisis, si es que el analista se plantea como dirección de la cura, la modificación de la estructura subjetiva del paciente. Estos atajos implican un empobrecimiento del trabajo analítico ya que no permiten abordar los conflictos que subyacen a lo que se manifiesta como síntoma. ∗ Doctora en Psicología. Miembro Didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (IPA). Junta Directiva AAPIPNA. 1 Esto no quiere decir que en determinadas situaciones límites no se pueda recurrir al uso de psicofármacos, pero sabiendo que esto es producto de las dificultades en el sostenimiento de las demandas del paciente por parte del terapeuta y en razón de las a veces manifestaciones de violencia o donde la perentoriedad en encontrar respuestas hace difícil la consecución de la tarea. También en determinados momentos críticos de un análisis se puede recurrir a dicha opción de forma temporaria y acotada. De todas formas, es preferible no recurrir rápidamente al uso de psicofármacos y sí ensayar las posibilidades creativas del analista para sostener estas demandas para que aún en situaciones tormentosas, el trabajo analítico pueda ir cursando. De lo contrario se pueden promover situaciones de impasses en la terapia con un costo importante para el mismo analizante. Todo esto quedará incluido dentro de lo que podríamos llamar las dificultades, miedos y angustias a las que se encuentra enfrentado el terapeuta en su labor y en lo que se debe incluir el que el propio terapeuta haya cursado su propio análisis personal. Suele ocurrir que cuando se deriva un paciente para que sea medicado, lo que se busque sin que el terapeuta sea consciente de ello, es que un otro le diga cómo operar, lo que podría pensarse como una búsqueda encubierta de supervisión del caso. Nuestra labor como analistas implica responsabilidad. Esto quiere decir que no depende sólo del consultante que la labor pueda llevarse a cabo. De nuestra escucha, de nuestra posibilidad de esperar, de nuestra posición atenta y también humilde dependerá lo que en el devenir de un análisis ocurra. Hay situaciones, como dijimos antes, en las que uno, impotente frente a las dificultades que se presentan y la inseguridad a la que se ve expuesto, recurre a la medicación. ¿Es esta la solución o esto estaría dando cuenta de los reaseguros a los que el terapeuta se aferra por no poder soportar la incertidumbre acerca de lo que va a suceder? Otras veces el analista sin poder registrar qué producto de la soledad de su trabajo cae en algunas circunstancias en desesperación y ubica al analizando en el lugar del desesperado. De este modo se convence y desde el lugar de la certeza cree que la medicación es la solución. En realidad, en estas circunstancias tras la medicación se oculta un no saber qué hacer y la búsqueda del psiquiatra que medique, sin que de ello sea consciente, implica una búsqueda de ayuda para resolver la situación. De esta forma quedan veladas sus dificultades, desconocimientos. No recurre a la figura de aquél que va a medicar como a alguien que lo ayude en sus dificultades, sino porque ese alguien tiene el poder de medicar. Así el terapeuta 2 se tranquiliza sin la menor idea del porqué de su acción, con el argumento de que de ese modo podrá realizar el análisis en “mejores condiciones”. Nuestro trabajo radica justamente a dejar de lado todo aquello que nos conduzca a manejarnos con criterios universales y debemos saber que nuestra labor es con cada caso en su particularidad y ante lo cual como analistas tendremos que participar de la particularidad de cada caso, poniendo al servicio de esto nuestra propia creatividad. Uno debería poder despojarse de todos los presupuestos que nos condicionan en el trabajo y que nos llevan a ubicar al paciente en una determinada nosología. Es fácil caer en la tentación de ubicar al paciente como psicótico frente a situaciones complicadas. De este modo frente a un momento crítico se lo ingresa y/o medica. Recuerdo el caso de un paciente de supervisión en el que el psiquiatra había sido convocado para la medicación. Fue claro, las terapeutas, eran dos, (lo cual ya muestra la confusión) y no pudiendo tolerar el “no saber qué hacer ni cómo operar” resolvieron que la solución mejor para dicho consultante era que fuera medicado. Debemos preguntarnos para quién era la mejor solución. Parece obvio que ambas terapeutas se encontraban impotentes ante la situación. Fue convocada la psiquiatra como “medicadora”. Podemos suponer que a través de ese pedido manifiesto lo que se encubría (sin saberlo), “dime lo que tengo que hacer porque nosotras no podemos”. Podría decirse que ese pedido revela otro pedido “entrelíneas” que lo podemos nombrar como “supervisión”. Otra cuestión que opera en uno como terapeuta es lo que llamó Freud “furor curandis”; la urgencia por curar, lo que implica la dificultad del terapeuta de poder instalarse en una situación de espera en relación a las posibilidades de elaboración del paciente. ¿O acaso el hecho de que un síntoma desaparezca es señal de que el paciente se ha curado y es el éxito del analista? Aunque el paciente muestre alivio, eso no implica que haya habido un cambio en su posición subjetiva. Múltiples pueden ser los factores por los cuales un síntoma pueda haber remitido pero eso no implica una transformación. Podría ser en todo caso un efecto transferencial, por ejemplo sometimiento por parte del analizando a una figura de autoridad, etc. De cualquier forma el éxito no es del psicoanalista, cuando lo hay. El esfuerzo y la tramitación de la situación de sufrimiento es realizada por el analizando, acompañado por una escucha pausada por parte del analista. 3 Tomemos como ejemplo “la historia de una neurosis infantil”; el caso del hombre de los lobos, de Freud. Freud en ningún momento, teniendo demasiadas cuestiones complicadas por las cuales habría podido apoyarse en la medicación, recurrió a ella. Es cierto que en aquella época no había esta proliferación masiva de psicofármacos, aún así podría haber recurrido a los medios disponibles sin embargo se dedicó a realizar un análisis exhaustivo de las producciones del analizando, junto con el analizando, atravesando momentos de gran desconcierto, vacilando en cada momento acerca de cuál sería la manera adecuada de intervenir. En ningún momento intentó ubicarlo en una determinada nosología, sino que se dedicó a descifrar el sentido de los síntomas con el paciente. Creo que esto nos tiene que servir de guía en nuestro quehacer analítico para no precipitarnos en la búsqueda del borramiento del síntoma, como ocurre con el fácil recurrir a la administración de psicofármacos. Es importante no mal entender y creer que estamos diciendo “no a la medicación en absoluto”, sino que pretendemos hacer un llamado de atención para estar advertidos y no caer en la tentación de medicar cuando atravesamos situaciones difíciles en la cura, frente a las cuales nos encontramos impotentes. 4