¿Con qué argumentos se puede captar el interés de este público?

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¿Con qué argumentos se
puede captar el interés de
este público?
En el apartado anterior ya hemos comentado en cierta manera este punt o , pero quizás sería interesante profundizar un poco más en la cuestión:
no todos los niños son ¡guales. N i en nuestro pai's ni muchas veces en la
misma ciudad.
La escuela marca mucho la manera de ser de los niños, de comprender,
de juzgar, aparte, evidentemente, del ambiente familiar. Pero de la misma
manera que un niño de corta edad puede preferir la papilla dulce o la salada, sin lugar a dudas, el niño espectador está en su perfecto derecho de rechazar una obra o de preferir otra, y desconcertar a los mayores que ponen a su alcance las obras que creen que encajan a su edad y a su formación.
No podemos ordenar y mentalizar la gran capacidad perceptiva de los
niños, porque la magia del teatro lleva consigo unos fenómenos extraordinarios: obras distinguidas en concursos literarios han obtenido a la hora de
su puesta en escena un fracaso r o t u n d o , y al contrario, otras piezas que no
habi'an merecido ninguna distinción, a la hora de ser valoradas por los mayores, han tenido una gran acogida por el público infantil y han sido objet o de gran interés por parte de éste.
A nuestro entender, el agrado y el beneplácito del público no siempre se
manifiesta con gritos y aplausos. Un silencio p r o f u n d o , contenido, es m u chas veces la prueba evidente de que el espectador está pendiente de lo
que pasa en el escenario.
Cuando hay silencio en una sala llena de niños, es que la obra interesa,
que se establece esta comunicación entre actores y p ú b l i c o , que constituye
la auténtica fusión, la auténtica c o m u n i ó n y es el m o m e n t o en que el teat r o pasa de ser un simple entretenimiento a un ritual casi m í t i c o . Una manera indiscutible de
"participar".
A q u í queremos hacer un inciso; siempre que hablamos de teatro nos referimos a u n espacio cerrado, aunque no sea concretamente el clásico teat r o a la italiana. Para nosotras, los espectáculos al aire libre, de animación,
de títeres o de marionetas, aun dentro de una gran calidad como tienen
muchísimos, no podemos considerarlos teatro. Esto creemos que es importante decirlo, sin menoscabo de nadie, aunque, naturalmente, conlleva una
gran polémica.
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Volviendo a la "participación"
también es importante decir que suele
ser m u y peligrosa, en el sentido general que cuando se interrumpe la trama
dramática para pedir la colaboración del público, para responder a las interpelaciones del actor o actores, es sencillamente arriesgado el cariz que
puede tomar la representación.
En muchísimos,
mentai, del mundo
taje, y el niño o el
ciones del actor, lo
y desgraciados casos, se corta el hechizo del hilo arguforjado en la escena por el autor y el director del monjoven en algunos casos responde adrede a las interpelaque dificulta mucho la tarea de seguir el guión.
Entonces, aparte de que este procedimiento, a nuestro entender ya está
un poco démodée en el teatro moderno, tiene este o t r o cariz que rompe el
ambiente propicio que requiere toda puesta en escena, esta gran comunicación interna entre actores y público.
Desde luego, t o d o esto no pretende ni mucho menos sentar cátedra; pero en esta reflexión sobre el teatro para jóvenes y para niños también nos
creemos obligadas a dar nuestra opinión personal, sobre t o d o en lo que
puede ser u n p u n t o de debate para f u t u r o s encuentros con personas interesadas en el tema.
El n i ñ o y el joven no son productos qui'micos, que asimilan o reaccionan negativamente con cierta cantidad de productos de fantasía, de música, de acción o de realidad. El niño, y quizas más el joven, debe empezar
a discernir entre lo bueno y lo mediocre, la buena interpretación y la mediocre o deficiente, y tiene t o d o el derecho a poder rechazar lo que le
parezca que va en contra de su manera de imaginar una obra teatral concreta.
De la misma forma, el autor es un artista, un creador, un forjador de
ideas y sentimientos, y debe de disponer del suficiente libre albedrío para
construir unas obras inéditas, sin someterse a ninguna forma específica.
Muchas veces he o í d o comentar que "escribir para niños es
agotador",
¿por qué?: "PORQUE
tienes que ponerte a su nivel". No estamos de
acuerdo. El niño tiene un sentido de la crítica lo suficientemente despiert o como para que no t o d o lo que se pone a su alcance le pueda interesar.
Incluso es positivo que pueda decir cuándo le disgusta una obra. Luego,
escribir para niños, a los que nos gustan los niños, es un placer y buscar
nuevos senderos, nuevas formas, nuevos caminos, es un trabajo que creemos ú t i l e interesante. Sólo una gran cantidad de buenas obras, de buenos
montajes, de buenos actores, puede ir t i r a n d o de este viejo carro de Tespis
y crear unos buenos adictos a la gran misión teatral que todos nos hemos
impuesto. Pero partiendo, desde luego, de un p u n t o básico, de una plataforma que no tiene otra igual: la escuela.
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