EJERCICIO 3: LA PROPUESTA CONSISTE EN RELACIONAR UN FRAGMENTO DEL RESÚMEN.... CON LA FILOSOFÍA DEL AUTOR. Para ayudarte a llevar a cabo esta parte del comentario de texto te proponemos una serie de tareas. “Por todo lo que se ha dicho, el lector percibirá fácilmente que la filosofía contenida en este libro es muy escéptica, y tiende a darnos una noción de las imperfecciones y estrechos límites del entendimiento humano. Casi todo razonamiento es aquí reducido a la experiencia; y la creencia, que acompaña a la experiencia es explicada como no otra cosa que un peculiar sentimiento, o concepción vívida producida por el hábito. Ni siquiera es esto todo: cuando creemos en una cosa cualquiera de existencia externa, o suponemos que un objeto existe un momento después de dejar de ser percibido, esta creencia no en nada más que un sentimiento de la misma clase. Nuestro autor insiste en otras varios tópicos escépticos y concluye, en suma, que asentimos a nuestras facultados y empleamos nuestra razón porque no podemos remediarlo.”(P. 298 de Lecturas fundamentales) a) Analízalo señalando las ideas principales así como la tesis del mismo. b) Relaciona el fragmento con la filosofía del autor, siguiendo las siguientes pautas. Busca en el texto 4 del autor la división de los razonamientos y relaciónalo con lo que dice en la línea 2 “Casi todo razonamiento…… Lee el fragmento 1 del autor y explica el papel de la experiencia en su filosofía. Explica, a partir del texto 4, donde encuentra el límite en los razonamientos causa-efecto. Expón, a partir de los textos 9 y 10 las razones de su escepticismo TEXTO 4: Crítica de la inferencia inductiva. “Es por todos aceptado que no hay una conexión conocida entre cualidades sensibles y poderes ocultos y, por consiguiente, la mente no es llevada a formarse esa conclusión, a propósito de su conjunción constante y regular por lo que puede conocer de su naturaleza. Con respecto a la experiencia pasada, sólo puede aceptarse que da información directa y cierta de aquel periodo de tiempo abarcado por su acto de conocimiento. Pero por qué esta experiencia debe extenderse a momentos futuros y a otros objetos, que, por lo que sabemos, puede que sólo en apariencia sean semejantes, ésta es la cuestión en la que deseo insistir. El pan que en otra ocasión comí, que me nutrió, es decir un cuerpo con determinadas cualidades sensibles estaba en aquel momento dotado con determinados poderes secretos. Pero ¿se sigue de esto que otro trozo distinto de pan también ha de nutrirme en otro momento y que las mismas cualidades sensibles siempre han de estar acompañadas por los mismos poderes secretos. De ningún modo parece la conclusión necesaria. Por lo menos ha de reconocerse que aquí hay una conclusión alcanzada por la mente, que se ha dado un paso, un proceso de pensamiento y una inferencia que requiere explicación. Las dos proposiciones siguientes distan mucho de ser las mismas: He encontrado que a tal objeto ha correspondido siempre tal efecto y preveo que otros objetos, que en apariencia son similares, serán acompañados por efectos similares. Aceptaré, si se desea, que una proposición puede correctamente inferirse de la otra. Sé que, de hecho, siempre se infiere. Pero si se insisten que la inferencia es realizada por medio de una cadena de razonamientos, deseo que se represente aquel razonamiento. La conexión entre estas dos proposiciones no es intuitiva. Se requiere un término medio que permita a la mente llegar a tal inferencia, si efectivamente se alcanza por medio del razonamiento y la argumentación. Lo que este término medio sea, debo confesarlo, sobrepasa mi comprensión, e incumbe presentarlo a quienes afirman que realmente existe y que es el origen de todas nuestras conclusiones acerca de las cuestiones de hecho” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, pp. 150 y 151 TEXTO 1: Diferencia entre impresiones e ideas. “He aquí, pues que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se distinguen por los distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresiones, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas en que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las operaciones o movimientos arriba mencionados (…………) En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde sólo a nuestra mente y voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas o percepciones más endebles son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas. Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes. Primero cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos que siempre se resuelven en idas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas que, a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio más detenido derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que queramos, y seguiremos encontrando que toda idea que examinemos es copia de una impresión similar. Aquellos que quisieran afirmar que esta posición no es universalmente válida ni carente de excepción tienen un solo y sencillo método de refutación: mostrar aquella idea que, en su opinión, no se deriva de esta fuente” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, Editorial Tecnos (Grupo Anaya S.A.) 2007, pp. 123 y 124. TEXTO 9. Refutación del escepticismo radical. “Cuando reflexiono sobre la falibilidad natural de mi juicio, confío todavía menos en mis opiniones que cuando me limito a considerar los objetos sobre los que razono; y cuando voy aún más allá, y vuelvo mi mirada hacia cada estimación sucesiva que hago de mis facultades, todas las reglas de la lógica sufren una disminución continua, con los que al final se extingue por completo toda creencia y evidencia. Si en este momento se me preguntara si creo sinceramente en este argumento, que con tanto trabajo parezco inculcar a los demás, y si soy realmente uno de esos escépticos que mantienen que todo es inseguro y que nuestro juicio no posee en ninguna cosa medida ninguna ni de verdad ni de falsedad, replicaría que esa pregunta es completamente superflua, y que ni yo ni ninguna persona ha sido nunca sincera y constantemente de esa opinión. La naturaleza por medio de una absoluta e incontrolable necesidad, nos ha determinado a realizar juicios exactamente igual que a respirar y a sentir; tampoco está en nuestra mano evitar que veamos ciertos objetos bajo una luz más intensa y plena, en razón a su conexión acostumbrada con una impresión presente, más de lo que podamos prohibirnos a nosotros mismos el pensar mientras estamos despiertos, o el ver los cuerpos que nos rodean cuando dirigimos hacia ellos nuestra vista a plena luz del sol. El que se tome la molestia de refutar las sutilezas de este escepticismo total en realidad ha disputado en el vacío, sin antagonista y se ha esforzado por establecer con argumentos una facultad que ya de antemano ha implantado la naturaleza en la mente y convertido en algo insoslayable.” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo I, p. 315. TEXTO 10: Clasificación de las áreas de conocimiento. “Me parece que los únicos objetos de las ciencias abstractas o de la demostración son la cantidad y el número, y que todos los intentos de extender la clase más perfecta de conocimiento más allá de estos límites son mera sofistería e ilusión (……….) Todas las demás general investigaciones de los hombres conciernen sólo a cuestiones de hecho y existencia. Y, evidentemente, éstas no pueden demostrarse. Lo que es, puede no ser. Ninguna negación de hecho implica una contradicción. La no existencia de cualquier ser, sin excepción alguna, es una idea tan clara y distinta como la de su existencia. La proposición que afirma que no es, por muy falsa que sea, no es menos concebible e inteligible que la que afirma que es. El caso es distinto con las ciencias propiamente dichas. Toda proposición que no es verdadera es confusa e ininteligible. Que la raíz cúbica de 64 es igual a la mitad de 10 es una proposición falsa y jamás podrá concebirse distintamente. Pero que Cesar o el ángel Gabriel, o cualquier ser nunca existió, podrá ser una proposición falsa, pero de todas formas es perfectamente concebible y no implica contradicción. Por tanto, la existencia de cualquier ser sólo puede demostrarse con argumentos a partir de su causa o de su efecto, y estos argumentos se fundan exclusivamente en la experiencia. Si razonamos a priori, cualquier cosa puede parecer capaz de producir cualquier otra. La caída de un guijarro puede, por los que sabemos, apagar el sol o el deseo de un hombre controlar los planetas en sus órbitas. Sólo la experiencia nos enseña la naturaleza y límites de la causa y el efecto y nos permite inferir la existencia de un objeto de la de otro. Tal es el fundamento del razonamiento moral, que forma la mayor parte del conocimiento humano y es la fuente de toda acción y comportamientos humanos. Los razonamientos morales conciernen a hechos generales o a hechos particulares. Todas las deliberaciones en la vida conciernen a éstos, así como también todas las disquisiciones históricas, cronológicas, geográficas y astronómicas. Las ciencias que tratan de hechos generales son la política, la filosofía de la naturaleza, la física, la química etc., donde se investigan las cualidades, causas y efectos de una especie entera. La teología, como demuestra la existencia de una divinidad y la inmortalidad de las almas, se compone en parte de razonamientos sobre hechos particulares, en parte de razonamientos sobre hechos generales. Tiene su fundamento en la razón en la medida en que está apoyada por la experiencia, pero su mejor y más sólido fundamento es la fe y la revelación divina. La moral y la crítica no son propiamente objetos del entendimiento como del gusto y del sentimiento. La belleza moral o natural es sentida más que percibida. O si razonamos acerca de ella, e intentamos fijar su patrón, consideramos un hecho nuevo, a saber: el gusto general de la humanidad o algún hecho que pueda ser objeto de razonamiento o investigación. Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas pues no puede contener más que sofistería e ilusión” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, p. 282-285.