una inscripcion funeraria romanica en respaldiza (alava)

Anuncio
KOBIE (Serie Paleoantropología), Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.º XXIV, pp. 117-123, 1997
ISSN 0214-7971
UNA INSCRIPCION FUNERARIA ROMANICA EN
RESPALDIZA (ALAVA)
Agustín Gómez Gómez
RESUMEN
En este artículo analizo una inscripción románica de la iglesia de Respaldiza (Alava). Es un texto funerario
que aparece junto a la representación de un eclesiástico con un libro. Al igual que en los sarcófagos romanos se
establece una relación entre el oficio y el fallecido.
Palabras clave: Románico, Respaldiza (Alava), inscripción, funerario, eclesiástico, libro.
RESUME
Dans cet article j'analyse une inscription romane de l'eglise de Respaldiza (Alava). C'est une texte funéraire et la représentation d'un ecclésiastique avec un livre. Egal que dans les sarcophages romans il y a une relation entre le métier et le mort.
Mots eles: Romane, Respaldiza (Alava), inscription, funéraire, ecclésiastique, livre.
LABURPENA
Artikulu honetan Errespaldizako elizan dagoen inskripzio erromanikoa aztertzen dut. Inskripzio hori hilobi
textu bat da eta elizgizon baten errepresentazio ondoan agertzen da. Erromatar sarkofagoetan gertatzen den
bezalaxe lanbide eta hildakoa erlazio hertsian <laude.
Giltz-Hiltzak: Erromanico, Errespaldiza (Araba), Inskripzioa, funerario, elizgizon, liburua.
118
AGUSTIN GOMEZ GOMEZ
En el País Vasco no son muchas los textos epigráficos que nos han llegado del periodo románico (1).
Uno de los más excepcionales se encuentra en una
lápida empotrada junto a la portada de la iglesia de
Respaldiza (Alava) (fig. 1) (2). De la primitiva iglesia
románica de Respaldiza perdura la portada fechada en
los primeros años del siglo XIII. Esta se inscribe en la
corriente de iglesias que desde Estíbaliz adoptaron un
tipo de decoración en los fustes y capiteles, especialmente popular en Alava. La tentación de fechar los
restos románicos por la inscripción que nos ocupa es
totalmente baldía, pues ésta es indiscutiblemente de
años anteriores a la portada (3). No obstante, existen
noticias anteriores que mencionan Respadiza. Se cita
en la consagración de la iglesia de Llodio en 1095 y
se vuelve a citar en 1149 en otro documento. Algunos
autores han recogido tradiciones populares para señalar que los dos sepulcros que se encuentran en el interior de la iglesia, pertenecerían al conde Vela y a su
(1)
En la actual Comunidad Autónoma del País Vasco son pocas las
inscripciones románicas, inferiores numéricamente a las existente de los siglos VI al XI recientemente recopiladas por AZKARATE GARAl-OLAUN, Agustín y GARCIA CAMINO, Iñaki,
Estelas e inscripciones medievales del País Vasco, Bilbao, 1996.
Para las inscripciones románicas, todas alavesas -Armentia, San
Vicentejo, Marquinez, Tuesta, Respaldiza, San Juan de Cárcamo
y Ocariz (desaparecida)-, vid, AZCARATE, J. M., Basílica de
San Prudencia de Armentia, Vitoria, 1984; BARAIBAR, F.,
«Epigrafía armentiense», Bol. Real Academia de la Historia
(1906), pp. 241-265; Id., Rincones anísticos. San Juan de Marquínez y la Concepción de San Vicentejo, Madrid, s.a; EGUIA Y
LOPEZ DE SABANDO, J., «Elucubraciones en torno a la basílica de San Prudencio de Armentia (Alava), Fiestas de San Prudencia, Vitoria, 1984; FERNANDEZ DE PALOMARES, V.,
«Hallazgo de una inscripción del año 1150 en la ermita románica de Cárcamo», Angosto (1976), pp. 7-10; GOMEZ GOMEZ,
A., El arte románico en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya. Perspectivas historiográficas, Bilbao, 1996; MENDOZA, F., «La ermita
de San Juan de Marquínez y la Concepción de San Vicentejo»,
Euska/eriaren a/de, Bilbao 1974; OCON ALONSO, D., «El tímpano del cordero de la basílica de Armentia», 650 Aniversario
del pacto de Arriaga (1332-1982), Vitoria, 1985, pp. 791-799;
Id., «Ego sum ostium OR la puerta del templo como puerta del
cielo en el románico navarro-aragonés», Cuadernos de Arte e
iconografía (1989), pp. 125-136; PEREZ CARMONA, J.,
Arquitectura y escultura románica en la provincia de Burgos,
Burgos, 1959; RUIZ DE LOIZAGA, S., «El templo parroquial
de Tuesta», Bol. Instituto Sancho el Sabio, Vitoria, 1978. He
recopilado todas estas inscripciones en un trabajo -Las inscripciones románicas en el País Vasco. Texto y contexto- que verá la
luz próximamente.
(2) Hasta ahora no se había realizado ninguna lectura de esta inscripción, a pesar de todo se ha citado su existencia en diversas
ocasiones, CASTRO, Cristobal, Catálogo monumental de España. Provincia de A/ava, Madrid, 1915, p. 205; PORTILLA,
Micaela, Catálogo monumental de la Diócesis de Vitoria, vol.
VI. Las vertientes cantábricas del noroeste alavés. La ciudad de
Orduña y sus aldeas, Vitora, 1988, pp. 818-819.
(3) La fecha de la portada, además de por los caracteres estilísticos
relacionados con Estíbaliz (Alava), contamos con la fecha de
Pantaleón de Losa en 1207 que sin duda nos aproxima a la de
Respaldiza.
Fig. !. Respaldiza (Alava)
hijo Vela Velázquez (4). Existen noticias tempranas de
estos sepulcros, pues el Canciller Ayala escribió en
1371 sobre ellos y los atribuyó a dicho Conde, quien
habría construído la iglesia:
Este [Conde don Vela] poblo e aforó la tierra de Ayala, e fizó la Iglesia de Respaldiza, e diviso hi sus armas que eran bastones
bermejos en escudo dorado, e fizó las cercas de Vitoria en Alava. E a este D. Vela le
llamaron el Santo, e yaz en Respaldiza,
onde le soterraron el conde D. Vela Velaz
su hijo, e su muger doña Juliana que fueron señores de la tierra de Avalas ... E estos
amos yacen en Respaldiza, onde posieron
Capellanes fasta la fin del Mundo que
fagan plegarias a Dios por sus animas (5).
(4)
Por la descripción que hace Cristobal de Castro, parece que la
inscripción que analizamos pertenecería al sepulcro del conde
Vela. En dos ocasiones se refiere a ella en relación a dicho sepulcro: «junto al altar mayor hay un sepulcro de piedra cubierto
por una lápida prismática de más de dos metros de largo por
cerca de uno de ancho, con una ya borrosa inscripción que es
como sigue» (y recoge la inscripción), y más adelante señala que
según «la tradición, en el altar mayor y junto a la lápida, están
los restos de don Vela, primer señor de Aya/a». Son conocido los
numerosos errores de Cristobal de Castro en este trabajo, por lo
que sus palabras no se pueden tomar muy en serio. Además, en
un primer momento señala que la inscripción está EN el sepulcro y en la segunda cita dice que el sepulcro está JUNTO a la
lápida de la inscripción.
(5) El manuscrito del canciller Fernán Pérez de Ayala, que se hacía
entroncar con el linaje del conde Vela, ha sido publicado varias
veces. Sigo la excelente y última edición que conozco de GARCIA, Michel, Obra y personalidad del Canciller Aya/a, Madrid,
1983, pp. 328-350. En esta obra se encontrarán sugerentes aportación al carácter real y mítico del conde Vela.
UNA JNSCRIPCION FUNERARÍA ROMANICA EN RESPALDJZA (ALAVA)
a(5AM
eev
hl eco~
CTJNf;MT
V R;1BAS
~-P___e~(V
Fig. 2. Respaldiza (Alava)
La pieza es una lápida funeraria que adquiere
especial relevancia porque presenta una esquemática
representación que se relaciona con la inscripción
(fig. 2).
ERAMCCV
HICCON
TUINEMT
V RABAS
PETRUS
ERA MCCV HIC [est] CON[di]TU[s]
IN[t]E[re]M[p]TU[s] R[equiescit] ABAS PETRUS.
Era milesima ducentesima quinta hic est conditus
interemptus. Requiescit abas Petrus.
Era mil docientos cinco (año 1167). Aquí está
enterrado. Descansa el abad Pedro.
La ordinatio -el traslado del texto a la superficie
de la piedra con tiza o carbón- es muy tosca, sin líneas de pautado y con letras de diferente tamaño, lo que
viene a indicar que no hubo preparación previa del
campo epigráfico. No se establece separación entre
las letras a excepción de la cuarta línea en la que hay
una pequeña distancia entre la V la R y ABAS. Utiliza algún nexo, como la TU de conditus. Al final utiliza la abreviatura US con una s semicolón pero con
la característica de usarla invertida, lo cual es normal.
Carece de signos de puntuación y separación de
letras. La letras empleadas son mayoritariamente
mayúsculas, observándose únicamente dos minúsculas, la h de hic y la r de Petrus.
Como es fácil observar, se trata de una inscripción
funeraria que sigue las normas al uso al expresar la
data y el cargo del fallecido, es decir, nos da noticia de
la fecha de la muerte de su abad en 1167. No sabemos
por la inscripción si el difunto se caracterizó por una
labor concreta, su edad, origen ni virtudes que le
caracterizaron como también es frecuente encontrar
en las inscripciones funerarias de época románica.
Tampoco parecen existir datos históricos que comple-
119
ten estas lagunas. Pero lo temprano de la fecha para la
zona del valle de Ayala nos puede dar a entender que
se trataría de un personaje principal, posiblemente el
fundador, o un importante representante eclesiástico
de la iglesia de Respaldiza del que nada sabemos.
Al interés específico de esta inscripción hay que
sumar el relativo a la representación que le acompaña. Se trata de un eclesiástico que sostiene entre sus
manos un libro. Este aspecto es frecuente en las
representaciones románicas para caracterizar a los
eclesiásticos, pero en las escenas de sentido funerario, el eclesiástico con el libro es más un acompañante de la liturgia fúnebre representada que una caracterización del fallecido al que se recuerda. Si observamos la iconografía funeraria románica veremos que
normalmente junto a la figura yacente hay una serie
de acompañantes eclesiásticos con libros mientras
participan en las exequias. Por otro lado, la figura de
un individuo con un libro es habitualmente una imagen arquetipo del hombre de iglesia. La unión de la
figura con la inscripción y la representación del fallecido desempeñando la actividad u oficio que le caracterizaba en la sociedad medieval, nos aproxima al
modelo sepulcral bajorromano en el que se reproduce
al difunto realizando su oficio.
En este sentido, la imagen de Respaldiza constituye en sí misma una orientación muy precisa de lo que
eran dos de los pilares sobre los que se asentaba el
mundo medieval: la importancia de la muerte y el
protagonismo del clero como orden social.
En primer lugar, al escogerse como figura la de un
hombre con un libro, pretende acercamos al modelo
de lo que fue en vida. Así, para ese abad Pedro se
escoge una imagen que le caracteriza como hombre
de iglesia, pero al mismo tiempo le equipara a los personajes sagrados que son el modelo de una vida perfecta. En efecto, no olvidemos que la imitación de la
vita Apostolica se convirtió en el prototipo a seguir
por todos los mandatarios eclesiásticos, y lógicamente en el modelo general de comportamiento (6).
En la iconografía románica son numerosas las
imágenes que muestran al clero de forma activa, principalmente leyendo o escribiendo, es decir, en lo que
pretende ser la labor que les corresponde e identifica
en la sociedad como herederos, conservadores y difusores de la cultura y como legítimos representantes de
lo que se ha llegado a llamar la «religión del libro
(6)
VICAIRE, M.-H., L'imitation des apastres. Moines, chanoines,
mendiants (/Ve-XXllle siecles), Paris 1963, pp. 9-11. Son numerosos los textos y las referencias a ese acercamiento evangélico.
En la mayoría el peso de san Pablo, gravita enormemente: «Pues
por medio del Evangelio yo os engendré en Cristo. Os suplico,
por tanto que seáis imitadores míos» (l Cor. 4, 15-16); «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (I Cor. 11, l); «Y no porque no tuviéramos derecho, sino porque queríamos daros en
nosotros un ejemplo que imitar» (Il Tes. 3, 9).
120
AGUSTIN GOMEZ GOMEZ
sagrado» (7). De esta manera, el clero, al representarse con un libro, imita a los evangelistas, pero en primera instancia es la propia divinidad el modelo a
emular. En efecto, como señala Curtius, «Cristo es el
único Dios a quien se le representa en el arte antiguo
con un rollo en la mano» (8). La representación de la
Etimasia, con el trono ocupado por el libro y la cruz
de Cristo en espera de ser ocupado el día del Juicio
Final, es significativa de la identificación que a través
del libro se realiza. La Etimasia, que corresponde al
Juicio Final en el arte bizantino, evocaba el valor que
las insignias imperiales tenían al reemplazar al propio
emperador. Esta tradición clásica, llegó a instaurarse
en el mundo cristiano cuando en el concilio de Efeso
en el 431, los obispos dejaban en sus sesiones una
butaca vacía para simbolizar que Cristo presidía las
deliberaciones que allí se tomaban (9).
El libro representa el mejor signo del saber. La
ostentación de la cultura, además de las interesadas
asimilaciones a la divinidad y santidad, es posiblemente lo que motivó al clero a representarse con un
libro. La iconografía no es nueva, en sarcófagos paganos, en escenas consideradas de género, podemos
observar la presencia de personajes con libros. Un
ejemplo muy especial lo constituye un frontal de un
sarcófago del Museo Nacional de Roma en el que se
narran escenas de la vida de un niño, incluida una que
alude a la enseñanza y que representa al maestro
enseñándole al niño que lleva un libro (10).
También en las Notitiae Dignitatum Imperii
Romani, donde se trata sobre la organización del
Imperio Romano, se representan escenas de las ciudades del Imperio con insignias de los dignatarios y
de los administradores. En ocasiones se reproducen
hasta dieciocho libros dentro de un marco adornado
con personificaciones de las virtudes y no falta la ocasión en la que se figuran una biblioteca con códices y
rollos (11). Una forma parecida tiene una miniatura
CURTIUS, Emst Robert, Literatura europea y Edad Media
Latina, Madrid 1955, p. 435, todo el capítulo dedicado al libro,
«El libro como símbolo», es de gran orientación para las fuentes cristianas, 423-489.
(8) Ibídem, p. 435.
(9) La Etimasia, frecuente en Oriente y en Italia, cuenta con tempranas representaciones en sarcófagos, miniaturas y mosaicos,
de estos últimos destaca la cúpula del baptisterio de los Ortodoxos de Rávena, y los mosaicos románicos de Torcello, donde
Adan y Eva adoran el trono con el libro y la cruz; vid.
LECLERCQ, H., Dictionnaire d' archéologie chrétienne et de
liturgie, París 1922, voz «Étimasie», vol. V, pp. 671-673;
REAU, Louis, Iconographie de l'art Chrétien. Iconographie de
la Bible. Nouveau Testament, París 1977, pp. 732-733.
(10) GRABAR, André, Las vias de la creación de la iconografía
cristiana, Madrid, 1985, pp. 102-103 y figs. 71-73.
(11) París, B.N., lat. 9661, fols. 106v y 107; Oxford, Bodl. Ms. Can.
Mise. 738, fol. 105v; GRABAR, A., Las vías de la creación, op.
cit., p. 170 y fig. 163; SAXL, «Enciclopedias medievales ilustradas, l», en La vida de las imágenes, Madrid, 1989 (Londres,
1957) p. 214 y fig. 156e.
(7)
del Codex Amiatinus de principios del siglo VIII
que representa a Esdras como copista sentado ante un
armario que contiene abundantes códices, en clara
alusión a una biblioteca o al arca de la Torá (12).
De forma genérica, y a pesar de que no se puede
rechazar que los laicos tuvieran una formación intelectual (13), no cabe la menor duda de que el clero
ostentaba, por encima de cualquier grupo social, todo
lo concerniente al saber, y de forma exclusiva hasta el
siglo XIII todo lo relacionado con la enseñanza (14).
En lo que respecta a la representación del clero
sosteniendo un libro, esta fórmula se llegó a convertir en un lugar común dentro de la iconografía románica, especialmente en los canecillos. Esto supone
que se había llegado a una industrialización del motivo, a una sistemática copia con mínimas variaciones.
Esto es importante, porque esta, llamémosle, vulgarización del motivo, supone su asimilación y aceptación, al tiempo que se convierte en su más clara
insignia.
La forma estereotipada de un personaje con libro
como sinónimo de un eclesiástico, sirvió igual para
dignificarle que para establecer una crítica de sus
componentes. Si el primero de los casos está fuera de
toda duda, también se emplea cuando se pretende
ridiculizar a los eclesiásticos. En efecto, en las pocas
representaciones en las que se realiza con tono burlesco una crítica al clero, éstos tienen también como
elemento principal un libro. Son los casos de las
conocidas representaciones de Aulny, Parma y, la
desconocida Tuesta en Alava. En la arquivolta de la
portada de Aulny (Charente Maritime) un asno o carnero sostiene un libro en el que está leyendo otro animal similar, éste en actitud ceremoniosa y vestido con
alba y casulla (fig. 3). En el capitel de Parma se
representa a dos lobos y un asno con hábitos monacales (fig. 4). Uno de los lobos lee un libro sobre un
atril y el asno asperja al lobo lector; además, una inscripción nos relata el contenido del capitel que habla
del lobo hecho monje y sometido por el asno a la
regla: est monachus factus lupus ab asina sub dog-
(12) Florencia, Bilb. Med. Laur., cod. Amiatinus 1, fol. 5; vid.
CAHN, Walter, La Bible romane, Fribourg, 1982, pp. 30-32 y
fig. 12.
(13) RICHE, Pierre, «Recherches sur l'instruction des Jales du IXe au
Xlle siecle», Cahiers de Civi/isation Médiéval, 5 (1962), pp.
175-182, sostiene que es inexacta la identificación laici=illiterati. Su agumentación se basa en las firmas diplomáticas, cartas,
en los datos que al respecto nos aportan la vida de los santos y
los cartularios.
(14) BELTRAN DE HEREDIA, V., «La formación intelectual del
clero en España durante los siglos XII, XIII y XIV», Revista
Española de Teología 6 (1946), pp. 313-357, recoge algunos
concilios, el pontificado de Diego Gelmírez, escuelas capitulares, etc. donde se da expresa indicación de la formación que
debe tener el clero.
UNA INSCRIPCION FUNERARIA ROMANICA EN RESPALDIZA (ALAVA)
Fig. 3. Aulny (Charente Maritime)
Fig. 4. Parma
121
supuso copiar o miniar un códice es un elemento añadido de esta valoración. El escriba Florencia se
expresa con elocuencia en la suscripción de la Moralia in Job que realizó:
«El que no sabe escribir, piensa que esto
no cuesta nada, pero sábete que es un trabajo ímprobo. Quita luz a los ojos, encorva el dorso, tritura el vientre y las costillas, da dolor a los riñones y engendra fastidio en todo el cuerpo. Por eso, tú lector,
vuelve las hojas con cuidado, ten los
dedos lejos de las letras, porque así como
el granizo arrasa los campos, así el lector
inútil destroza la escritura y el libro.
¿Sabes lo dulce que es para el navegante
la arribada al puerto? Pues eso es para el
copista el trazar la última línea» (16).
Emeterio, el copista del Beato de Tábara, señala
también el dolor que le supuso los tres meses que tardó en realizar su obra:
«Oh, celda, donde Emeterio estuvo tres
meses sentado y encorvado y donde la pluma quebrantó todos mis miembros» (17).
No faltan casos en los que un genérico magíster,
portando un libro, se presenta como el autor de una
obra. Este es el caso de un canecillo de San Esteban
de Gormaz (Soria), donde un eclesiástico con capa
pluvial tiene, sobre un pequeño escritorio, un libro
con una inscripción aclaratoria: IULIANUS MAGISTER FECIT ERA MCXVIIII (fig. 6) (18). No sabe-
Fig. 5. Tuesta (Alava)
mate tractus (15). En la Península contamos con una
representación de este tipo en la arquivolta de Tuesta
(Alava). Ahí, junto a un avaro y varios monjes, dos
personajes con vestimenta eclesial y cabeza de animal leen en sendos libros (fig. 5).
En general, las numerosas representaciones de los
escribas, miniaturistas, donantes, promotores o destinatarios que se figuran realizando, entregando o recibiendo el libro redundan en la misma connotación de
la importancia del libro como objeto de inestimable
valor simbólico y material. Las suscripciones en las
que el escriba manifiesta el enorme esfuerzo que le
(15) GUGLIELMI, Nilda, «El status del loco y de la locura en el siglo
XII. A propósitos de dos escenas románicas (Parma-Aulny)»,
Marginalidad en la Edad Media, Buenos Aires, 1986, p. 144.
Fig. 6. San Esteban de Gormaz (Soria)
(16) GARCIA VILLADA, Z., «La vida en los escritorios españoles
medievales», Centro de Intercambio Intelectual Germano-español, Madrid, 1936, pp. 14-15.
(17) Ibídem, p. 13.
(18) ORTEGO, Teógenes, «En tomo al románico de San Esteban de
Gormaz. Una fecha y dos artífices desconocidos», Celtiberia 13
(1957), p. 89; ALVAREZ TERAN, Concepción y GONZALEZ
TEJERINA, Mercedes, «Las iglesias de San Esteban de Gormaz», Bol. S. Arte y Arqueología 8-9 (1934-35), p. 310, proponen la era 1149; GAYA NUÑO, Juan Antonio, El románico en la
provincia de Soria, Madrid 1946, pp. 41-52, no apreció la inscripción: «en cuyas páginas trató el artífice, con pleno fracaso,
de copiar caracteres latinos», p. 50.
122
AGUSTIN GOMEZ GOMEZ
mos si el Juliano de la inscripción es el escultor, promotor o maestro de obras, pero la elección a la hora
de elegir un libro para que quede constancia de su
magisterio es bastante significativa.
De lo hasta ahora señalado podemos concluir que
el libro era el elemento esencial a la hora de identificar y diferenciar al clero del resto de la sociedad. Esta
propensión a aparecer con un libro no se reduce a una
representación de presentación, donación o realización de un códice, sino que se incluye igualmente en
el trabajo cotidiano de los propios eclesiásticos. En
efecto, si la oración y el trabajo intelectual son el fundamento de las actividades del clero, éstas tienen una
concreción muy específica en la lectio divina, meditatio, oratio y contemplatio, base espiritual y principal esencia eclesiástica en claro detrimento del trabajo físico que era desempeñado por los campesinos. La
lectio divina era así uno de los medios de manifestar
la espiritualidad del hombre religioso, lo que tenía en
las reglas de las órdenes monásticas la mejor formulación del valor de la lectura.
Estos elementos físicos y mentales crearon una
iconografía del clero con un libro en el acto de leer
que se ajusta al significado de la lectio divina. Es
necesario señalar que aunque son muchas las representaciones en las que el eclesiástico adopta una postura propia de la lectura, otras están simplemente con
un libro entre las manos. Esta aparente falta de concreción en el gesto, no contradice necesariamente la
inclusión en la lectio divina, porque el libro sigue
siendo el elemento principal y porque la identificación con la lectio divina no pasa únicamente por el
hecho concreto de la lectura, sino que se trata de una
forma genérica para observar la importancia que dentro de las tareas laborales del clero, las intelectuales,
y dentro de éstas, todo lo que tiene que ver con la cultura escrita, es lo que mejor define y caracteriza al
clero.
El otro aspecto presente en la inscripción es el de
la muerte, concepción que durante toda la Edad
Media constituyó uno de los pilares básicos del pensamiento y accción de la Iglesia. La representación
del Juicio Final, en donde los muertos salen de sus
sepulturas para comparecer ante el Juez Supremo, fue
básica en la iconografía de los grandes programas
románicos. Estos muertos que acuden a la llamada de
la resurrección según la visión apocalíptica, poseen
una entidad anónima. Nada les identifica y han de
presentarse desnudos, sin ningún atributo o prerrogativa que les ayude en el momento del tránsito. Existe
también una individualidad en tanto que tienen que
someterse al peso de sus acciones, de lo que depende
que la balanza de Miguel se incline a su favor o a la
de Satán. Sólo hay dos formas de contrarrestar este
destino final. Una vida llena de acciones edificantes a
semejanza de los santos o realizar donaciones a la
Iglesia para que sus hombres intercediesen con sus
oraciones para la salvación del alma. Estos dos aspectos que son numerosamente citados en los textos eclesiásticos, son también los que aparecen reflejados en
la iconografía románica.
La preocupación por prepararse un destino final
feliz dependía entonces en gran medida de los medios
materiales puestos a disposición de la Iglesia. Una
cláusula condenatoria de un diploma del monasterio
de San Pelayo de Oviedo dirigida a los que niegan los
bienes concedidos por los que han buscado en el
monasterio las gracias espirituales, juega con un símil
altamente gráfico entre lo que era tener una sepultura
digna y no tenerla, lo que en este caso es un estercolero:
«penas inferni patiatur et asinina in sterquilino sit ei sepultura» (19).
Los libros memoriales, pro anima, que contenían
los nombres de los difuntos a los que se recordaba en
las oraciones para la salvación de sus almas, por las
generosas donaciones que hicieron en vida o dejaron
en herencia a la Iglesia, son uno de los múltiples
ejemplos del poder de las riquezas y de la diferenciación social de la muerte. Además, con esta forma de
garantizarse la gloria eterna se rompía con esa concepción de un destino colectivo que afectaba irremisiblemente por igual. De todas formas el anonimato
se rompía con las preces que aseguran las oraciones
del clero por el alma del difuntos y con una sepultura
digna para el cuerpo, que es en gran medida lo que
perseguía el hombre medieval.
Fig. 7. Saint-Hilaire de Poitier (Vienne)
Estos elementos presentes en toda la concepción
medieval de la muerte son los componentes esenciales de las representaciones románicas. Una muerte
(19) Aparecen en dos documentos de 1157 y 1161, FERNANDEZ
CONDE, F. J., TORRENTE FERNANDEZ, I., NOVAL
MENENDEZ, G. de la, El monasterio de San Pe/ayo de Oviedo.
Historia y fuentes Colcción diplomática (996-1325), Oviedo,
1978, doc. 28 y 29, pp. 70 y 71-72 respectivamente.
UNA INSCRIPCION FUNERARIA ROMANICA EN RESPALDIZA (ALAVA)
digna en su propio lecho y acompañado de una corte
de eclesiásticos que velan por su alma son las características que mejor definen esta iconografía. Según
la categoría del difunto, el alma puede ascender
acompañada de unos ángeles a imitación de la iconografíade lamuertedelossantos. El prototipo parte de la
muerte de aquellos que tuvieron una vida ejemplar.
Un capitel de Saint-Hilaire de Poitiers (Vienne) que
representa la muerte del santo titular tumbado en su
lecho, rodeado por sus monjes que oran con el libro
entre las manos y con el alma que es elevada por dos
ángeles, puede servimos como ejemplo de la iconografía románica de la muerte (fig. 7). En un capitel de
la portada de San Martí de Murá (Barcelona), san
Martín tendido en su lecho recibe la presencia del
diablo según narra la vita Martini de Sulpicio Severo
(20), pero su alma es ya alzada por dos ángeles ante
la presencia de dos monjes que llevan un libro y una
cruz procesional respectivamente (fig. 8).
123
Estos dos ejemplos citados, que no son en ningún
caso excepcionales, nos introducen en las características de la liturgia de la muerte. Esta liturgia estaba
perfectamente estructurada y existía un amplio ritual
que se celebraba ante el sepulcro. Este pasaba por las
oraciones y sacramentos que se realizaban ante el sarcófago, la bendición del sepulcro, el signo de la cruz
sobre la tumba, la absolución del cuerpo, etc. (21).
Por lo dicho hasta ahora la conjunción de la inscripción funeraria junto a la imagen de un hombre de
iglesia según el modelo más frecuente durante todo el
arte románico, tiene en Respaldiza un modelo que
combina a la perfección dichos elementos. Quizá falte decir que esta unión es más extraordinaria que
habitual. Nadie dudará en la identificación de un
hombre con un libro entre sus manos. Tampoco existen problemas en la comprensión del mensaje fúnebre
que nos quiere transmitir la inscripción. La escasa
aparición de una figuración de las sepulturas hace
difícil establecer una tipología al respecto. En el caso
de Respaldiza la sencillez de planteamientos invita a
pensar que ambos elementos se integran sin ninguna
dificultad, aunque dicha sencillez sea excepcional.
Fig. 8. San Martí de Murá (Barcelona).
(20) Este capitel es fiel al texto de Sulpicio Severo, quien narra que
a Martín se le apareció el diablo momentos antes de morir, al
que le dijo que nada tendría de él porque estaba seguro de ser
recibido en el seno de Abraham: Haec locutus diabolum vidit
propter adsistere. "Quid hic, inquit, adstas, cruenta bestia?
nihil in me,funeste, reperies: Abrahae me sinus recipit", SULPICIO SEVERO, Vita Martini, ep. 11. 1-6; sigo la edición de
FONTAINE, Jacques, Sulpice Sévere. Vie de saint Martín, París
1967, pp. 342-343. Sobre la iconografía de san Martín vid.,
GOMEZ GOMEZ, Agustín y ASIAIN YARNOZ «Caritas et
Diabolus en la iconografía de San Martín: el caso de San Martín de Unx (Navarra)», Príncipe de Viana, 205 (1995), pp. 285310.
(21) SICARD, Damien, La liturgie de la mort dans l' eglise latine des
origines a la réforme carolingienne, París, 1978.
124
AGUSTIN GOMEZ GOMEZ
Descargar