Scottish League SPAN

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LA COOPERATIVA DE CREDITO, UN MODELO INTERNACIONAL
DE INCLUSION SOCIAL
(Parte I)
Conferencia Inaugural Bert Mullen: Universidad de Glasgow,
20 de octubre de 2005
John Hume
Premio Nobel de 1998
Me siento muy complacido por esta invitación de la Universidad de Glasgow y es para
mí un honor particular presentar la conferencia inaugural Bert Mullen. No hay lugar en
el mundo que privilegiaría a esta reunión de gente de las cooperativas de crédito, especialmente esta noche del Día Internacional de las Cooperativas de Crédito que celebramos conjuntamente con millones de otros socios en más de 100 países del mundo.
De lo que sé de Bert Mullen y de lo que dijo el Presidente de la League en su introducción, queda claro que Bert Mullen fue uno de estos individuos remarcables cuyas visiones tuvieron la capacidad de inspirar y cambiar las vidas de la gente de su entorno.
En el transcurso de su historia, el movimiento de las cooperativas de crédito tuvo la
suerte de contar con el apoyo de personas, hombres y mujeres, cuyos pensamientos,
energía y compromisos lo convirtieron en una fuerza vital en la vida de muchas familias, comunidades y naciones enteras.
En mi conferencia quisiera delinear para ustedes el impacto que tuvieron algunas de
estas personas en el movimiento cooperativo así como su influencia permanente en el
desarrollo del mismo. También quiero demostrar hasta qué punto sus capacidades e
ideas fueron un catalizador potente para cambiar las vidas en diferentes momentos y
lugares del mundo entero. Combinaron el idealismo y sentido práctico con su dinamismo y ambición de proveer a sus comunidades con servicios sociales y financieros.
Los principios de su pensamiento, desarrollados gracias a su trabajo y la práctica de las
cooperativas de crédito, tienen validez en el movimiento hasta el día de hoy. La defensa e implementación de estos principios aseguró el reconocimiento de las cooperativas
de crédito como instituciones financieras de gran éxito y poder de cambio permanente.
Los inicios
Ya en las sociedades antiguas hay evidencias de un desarrollo cooperativo. La interdependencia y el compartir de las habilidades y recursos en bien del grupo están bien documentados. El crédito cooperativo nació como respuesta a las mismas necesidades en
el contexto de la Europa post-feudalista. Cuando los pequeños campesinos quedaron
libres de sus obligaciones frente a los señores feudales, se enfrentaron a las realidades
igualmente duras de una economía individualista y capitalista. Para capitalizar el desarrollo, inclusive al nivel más bajo, tuvieron que recurrir a los prestamistas que cobraban tasas de interés exorbitantes y un precio muy alto en caso de morosidad, consecuencia de malas cosechas o bajos precios de mercado. En las ciudades, los dueños de
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pequeños almacenes, artesanos y obreros no calificados enfrentaron las mismas circunstancias económicas atemorizantes.
En Lanark, no lejos de aquí, Roberto Owen reconoció, a comienzos del siglo XIX, el
duro impacto del trabajo industrializado en la vida familiar y especialmente en los niños. Sé que algunos grupos siguen discutiendo si Owen fue un verdadero reformador
social o un industrialista paternalista. No me corresponde opinar al respecto delante de
un público escocés pero sí puedo destacar que Owen propagó elementos de participación y repartición mutual para el bien común de la comunidad industrial.
En Rochdale, 28 tejedores de Lancashire, influidos por las teorías de Robert Owen,
abrieron una tienda de abarrotes que tuvo tanto éxito que procedieron a la creación de
una fábrica cooperativa de textiles. Sus reglas combinaban una tasa de interés fija sobre el capital y la distribución compartida de los beneficios.
Se trata de dos casos de inclusión social; en el escenario de Owen, la inclusión se lograba con mayores oportunidades de educación, mientras que el experimento de Rochdale ofrecía un acceso más amplio a créditos financiables.
Los reformadores sociales del siglo XIX querrían aliviar los problemas financieros de
la población de bajos ingresos porque consideraban que los problemas eran el resultado de la revolución industrial. También querrían restaurar el sentido de comunidad
como bien importante de la sociedad. Desde su punto de vista, un cambio del sistema
bancario era esencial para aliviar los problemas fundamentales de los campesinos y
artesanos locales. A pesar de que se disponía de servicios bancarios desde hace siglos,
estaban sobre todo dirigidos, inclusive en su forma más progresista en el siglo XIX, a
los intereses de los grandes comerciantes y productores.
Europa
El crédito cooperativo propiamente dicho tuvo su origen en Alemania a mediados del
siglo XIX. ‘Con la ayuda de actividades asociadas, ejecutadas en el espíritu del amor
cristiano’, Víctor Aimé Huber, un luterano apasionado, quiso crear ‘una vida cristiana, comunitaria, basada en reformas económicas’. En 1861, publicó un folleto titulado ‘Lecturas sobre la solución del problema social’ que incluía temas como ‘Lo que
puede lograr un crédito cooperativo’ y ‘Cooperativas de crédito y cooperativas de
préstamo’. Huber estuvo sobre todo motivado por su profunda convicción religiosa y
sostenía que las fallas de carácter provienen de la presión degradante de la pobreza.
Sin embargo, no creía que los actos de caridad resolverían los problemas sociales de
los pobres. Estaba convencido de que la autoayuda a través del movimiento cooperativo presentaba la mejor oportunidad para superar la pobreza, mejorar el carácter y eliminar el mal.
Huber fue sobre todo un teórico y aunque sus escritos tuvieron mucha influencia en
Alemania, no se interesó personalmente en la organización práctica de instituciones
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cooperativas de crédito. Esta tarea fue asumida por Hermann Schulze-Delitzsch y
Friedrich Wilhelm Raiffeisen.
Después de un mala cosecha en 1846, Schulze-Delitzsch estableció un comité local
que alquiló un molino y una panadería para comprar los granos a precios al por mayor
y distribuir los productos a los necesitados. También creó una sociedad de artesanos
que ofrecía seguros cooperativos de muerte y enfermedad. Estableció una sociedad
cooperativa para maestros zapateros para adquirir el cuero para los socios a precios
mayoristas. Aún así se dio cuenta que la sociedad tuvo que hacer préstamos para realizar su primera compra y esta experiencia le convenció de la gran demanda de crédito
cooperativo entre artesanos y pequeños tenderos.
En 1850, organizó una asociación de préstamo con un capital inicial de aproximadamente £100, contribución de un grupo de amigos. Se diferenció de las instituciones
caritativas anteriores porque los prestatarios tuvieron que afiliarse a la asociación y
contribuir a su capital con 5 centavos mensuales. Después de unas dificultades iniciales, especialmente para mantener el nivel del capital, reorganizó la asociación en base
a una serie de principios clave:
 Cada socio tiene que pagar un aporte inicial de aproximadamente £1.00
 Tiene que comprometerse a pagar, mediante cuotas, una participación de unos
£5.00
 Los socios tienen que depositar sus ahorros en las sociedades de crédito para
disponer de capital de trabajo
 Se pagarían dividendos modestos de los ingresos obtenidos a través de los intereses sobre los créditos
 Si la sociedad requiere de capital adicional, se financiaría a través de otras instituciones financieras sobre la base de la responsabilidad ilimitada – según el
principio de ‘todos para uno y cada uno para todos’, formulado por SchulzeDelitzsch
 Los préstamos serían destinados a fines productivos
 Los préstamos deben otorgarse en función del carácter del prestatario y no en
base a las garantías
 Todas las personas pueden ser socios, el derecho a la afiliación no estaría limitado a determinados oficios o clases sociales.
Más adelante analizaré la relación entre estas reglas básicas y la estructura de las
cooperativas de crédito de nuestros días.
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Schulze no estaba interesado en la regeneración moral de la humanidad; no tenía la intención de interferir en las vidas privadas o enseñar su moralidad. Le bastaba lo económico. Querría integrar al sistema un número mucho mayor de conciudadanos – lo
que hoy en día llamamos inclusión social. Insistió en que la sociedad debe basarse en
principios sólidos de crecimiento, autoayuda y organización financiera. Creyó que el
primer deber de un reformador era convertirse en capitalista.
Friedrich Wilhelm Raiffeisen nació en Hamm, distrito del Rin, en 1818. En 1846,
Raiffeisen asumió la alcaldía de Weyerbusch . Igual que Schulze estaba profundamente conmovido por las devastaciones causadas por la hambruna y los duros inviernos de
1846 y 1847. Mientras que Schulze había tratado de asistir a los artesanos y comerciantes urbanos, Raiffeisen concentró sus ener-gías en la población rural campesina.
Se dio cuenta que los campesinos no estaban preparados para la agricultura comercial,
que no tenían dinero para pagar maquinaria, fertilizantes, semilla o ganado para incrementar la productividad de sus terrenos. La mayor parte del crédito rural era garantizado mediante hipotecas sobre la tierra pero en realidad, esta opción estuvo limitada a
los dueños de grandes extensiones. Para poder comprar tierra e insumos básicos, los
pequeños campesinos tenían que recurrir a los prestamistas y usureros que cobraban
tasas de interés exorbitantes. Los registros indican que algunos de estos usureros cobraban hasta el 100% de intereses. (Según datos de la DTI, actualmente, en esta ciudad
y la mayoría de ciudades británicas, hay gente de los estratos social y financieramente
marginados que pagan un promedio de 175% a prestamistas que van de casa en casa
golpeando las puertas). Raiffeisen estableció dos sociedades benéficas para cubrir las
necesidades de los campesinos. Ninguna de ellas tenía forma de cooperativa. Su capital provino de los estratos más privilegiados quienes, inspirados por la retórica entusiasta de Raiffeisen, dieron su contribución. Inicialmente tuvieron mucho éxito en la
medida en que ofrecían apoyo a través de préstamos a tasas de interés bajas a la gente
más pobre. Sin embargo, con el tiempo, los hombres con vocación pública que habían
contribuido originalmente perdieron interés porque los beneficios se destinaban exclusivamente a los prestatarios más pobres. Por ello, Raiffeisen decidió reorganizar la sociedad y reemplazar la beneficencia por los principios de la autoayuda. Finalmente, en
1864, creó una nueva organización llamada Asociación de las Cajas de Préstamo de
Heddersdorf. Su organización se diferenció de la de Schulze por sus principios básicos. Raiffeisen insistió en que el amor fraternal y los ideales cristianos tenían que ser
la base de las cooperativas de crédito, mientras que Schulze estuvo sobre todo interesado en promover la autonomía económica. Los criterios de afiliación fueron muy similares en las dos organizaciones. En la versión de Raiffeisen
 se aprobó la admisión si los socios existentes consideraban que el candidato
tenía buen carácter;
 no se distinguía entre ricos y pobres;
 los beneficios eran repartidos entre todos – al comienzo eran muy bajos porque las cooperativas de crédito privilegiaron la acumulación de reservas;
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 se pagaba un monto simbólico, una acción por socio (aproximadamente £1);
 los socios participaban en las asambleas generales anuales – cada socio con un
voto;
 se aplicaba la gestión voluntaria para la aprobación de préstamos y el control
general de la planificación estratégica;
 el comité de vigilancia asumía el papel de perro guardián de la gerencia y reportaba directamente a los socios de la asamblea general anual;
 se contrataba a personal de caja conforme crecía la sociedad pero este personal
no tenía ningún papel directo a nivel de la gerencia.
El trabajo de estos dos pioneros se difundió a través de Europa de modo que, a comienzos del siglo XX, el movimiento de las cooperativas de crédito ya pisaba firme en
Austria, Bélgica, Italia, Francia, Suiza, España y Dinamarca. Sorprendentemente, el
crédito cooperativo no tuvo mayor éxito en Inglaterra, cuna del gran movimiento
Rochdale. Se desarrolló un fuerte movimiento cooperativo entre los pequeños campesinos de Irlanda, especialmente en la industria lechera. Las cooperativas financieras
demoraron en establecerse hasta finales de los años 1950, pero de eso hablaré más en
adelante. En Europa, emergía un panorama de creciente acceso a los servicios financieros para toda la gente. La inclusión social se daba gracias al crédito cooperativo. Un
importante factor que lo sostenía fue el concepto del respeto del individuo, formulado
por Raiffeisen. Las primeras cooperativas otorgaban mucha importancia al desarrollo
personal y las aspiraciones educativas de sus socios. La cooperativa de crédito se dedicaba al apoyo de las necesidades integrales de la persona, su familia y de comunidades
enteras.
El término cooperativa de crédito ya no es utilizado por el movimiento cooperativo
pero los principios de Raiffeisen siguen siendo la base y el soporte de un sector financiero cooperativo1 muy dinámico. En sus viajes por Europa, muchos de ustedes habrán
visto los Bancos Raiffeisen en Alemania y en Austria, en Francia el Credit Mutuel, etc.
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Se habla de bancos cooperativos. En Alemania “Volksbanken” y “Raiffeisenbanken” (Nota de la trad.)
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