el regionalismo y los nacionalismos. el movimiento obrero.

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EL REGIONALISMO Y LOS NACIONALISMOS. EL
MOVIMIENTO OBRERO.
TEMA 3
EL MOVIMIENTO OBRERO.Por movimiento obrero se entiende la actividad política y
social de los obreros y los campesinos para mejorar su situación y
defender sus derechos dentro de una sociedad regida por la
propiedad. La evolución de las organizaciones obreras en España
tiene un camino paralelo al vivido por los trabajadores europeos:
lucha por el derecho de asociación y de huelga y por la reducción
de la jornada laboral y de la fiscalidad indirecta. Asimismo,
arraigan las primeras doctrinas sociales que ofrecen alternativas
globales a la sociedad capitalista.
Durante la mayor parte del siglo XIX, los trabajadores del
campo y de las ciudades manifestaron sus protestas y su malestar
recurriendo a procedimientos de tradición centenaria. Entre ellos
se puede destacar el bandolerismo rural, endémico en Andalucía,
que recibía el apoyo de los campesinos; y el motín o algarada
popular, contra los elevados impuestos, los incrementos de
precios, la falta de comestibles y pan, el reclutamiento militar…
En otras ocasiones las protestas se dirigían contra
determinados colectivos, objeto de la ira popular por razones
diversas. Estos motines tradicionales se fueron politizando a lo
largo del siglo, pues los liberales primero y los demócratas y
republicanos después invocaban la acción justiciera del pueblo
contra el mal gobierno y le incitaban a promover cambios
políticos.
A medida que algunas zonas se industrializaban y el sistema
político liberal, después democrático, se implantaba, se
difundieron las ideas que nacieron con la Revolución Francesa.
Como consecuencia, los trabajadores comenzaron a utilizar
nuevas formas de lucha y de organización que constituyeron un
incipiente movimiento obrero en su doble faceta sindical y
política.
Antes de la revolución de 1868, aparecieron en España las
primeras protestas espontáneas de obreros industriales,
canalizadas a través del ludismo. Este movimiento destruía las
máquinas, que simbolizaban los nuevos métodos de producción y
acarreaban la pérdida de puestos de trabajo.
Durante el sexenio democrático se evidenció la desconfianza
de los trabajadores hacia la democracia y la república. Como
consecuencia los obreros emplearon dos vías para reivindicar sus
derechos:
1.- La acción directa contra los empresarios mediante la
realización de huelgas y la creación de sindicatos o sociedades de
resistencia estables y organizadas.
2.- La acción política, destinada a presionar a las autoridades
mediante elecciones, actos multitudinarios, y formaciones
políticas que debían convertirse en partidos de masas
La división entre anarquistas y socialistas tuvo lugar en el
ámbito internacional y se produjo en el seno de la Asociación
Internacional de Trabajadores, que llegó a España a través de
Fanelli, partidario de Bakunin. Junto a él surgieron los primeros
líderes obreros del país creando la Federación Regional Española.
El desprecio por el parlamentarismo y el rechazo a la
centralización que implicaba el estado liberal, así como la defensa
de la acción directa y la autonomía regional y local, hicieron del
anarquismo una fuerza enormemente popular entre los obreros
industriales de las regiones mediterráneas y entre los jornaleros
andaluces. En 1874 la FRE fue prohibida, por lo que sus
miembros tuvieron que pasar a la clandestinidad
Las posibilidades de acción del movimiento obrero durante
la Restauración eran pequeñas, pues las libertades de asociación,
expresión y reunión estaban limitadas. El régimen de la
restauración, además, no se preocupó de integrarlo en el sistema
político.
A este marco general hay que añadir la fuerte división
interna que presentaba el movimiento obrero en España desde los
años setenta, con la formación de una corriente anarquista y otras
de socialismo reformista.
El movimiento obrero del último tercio del siglo XIX se
caracterizó por tres rasgos:
a) El sindicalismo obrero no unitario, cuyas principales
vertientes fueron el socialismo, el anarquismo y el
reformismo moderado.
b) El peso del anarquismo, especialmente en Andalucía y
Cataluña, a diferencia de lo que sucedía en el resto de
Europa.
c) El apoyo al republicanismo político por parte de los sectores
obreros y populares.
El anarquismo se reorganizó en 1881 a través de la creación de
la Federación de Trabajadores de la Región Española. Fue
precisamente en Andalucía donde tuvo lugar el episodio de la
Mano Negra (1883), una supuesta organización clandestina de
Cádiz y Jerez, considerada responsable de una serie de delitos y
asesinatos. Esto provocó una fuerte represión del anarquismo en
Andalucía.
La estrategia política anarquista se centró en tres tipos de
acciones:
- La acción violenta, como el asesinato de Canovas en 1897.
- La acción sindical, a través de la huelga general y la
reivindicación de la jornada laboral de ocho horas.
- La producción cultural.
En 1879 se fundó en Madrid el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE), cuyo primer secretario fue Pablo Iglesias. Su
implantación fue lenta y sólo en 1910 consiguió su primer acta de
diputado. En 1888 se fundó la Unión General de Trabajadores
(UGT). El arraigo social del sindicalismo reformista fue débil,
salvo entre la población minera de Vizcaya y Asturias. Una de sus
principales iniciativas fue la celebración a partir de 1890, de la
Fiesta del 1º de Mayo, cita anual que sirvió durante muchos años
de aglutinante del movimiento obrero y de cauce de expresión de
sus reivindicaciones.
La UGT se nutrió de obreros cualificados y urbanos, que a
su vez formaban parte de las sociedades de oficio. Estas
constituían federaciones nacionales que se unían por oficios en el
seno del sindicato socialista, dotado de una dirección más
centralizada que la anarquista. La UGT era una entidad
independiente pero subordinada al PSOE, con la que compartía
dirigentes, siguiendo el modelo socialdemócrata alemán.
El abogado y jesuita Antonio Vicent representa el esfuerzo
de la Iglesia por adaptarse a las nuevas circunstancias sociales
emergentes. Su acción se enmarca en la nueva orientación de la
Iglesia católica en materia social, tras la publicación de la
encíclica Rerum Novarum.
Vicent realiza una amplia labor organizativa y crea los
Círculos Católicos Obreros, que operan como cajas de resistencia
y que en la práctica desarrollan un sindicalismo conciliador. El
sindicalismo cristiano se desarrolla en los inicios del siglo XX y
adquiere cierta influencia en las zonas agrícolas de propiedad
media.
REGIONALISMO Y NACIONALISMO.Durante la restauración alfonsina van tomando cuerpo los
distintos movimientos regionalistas, que evolucionan desde
posiciones románticas hasta la defensa de opciones políticas
propias que dan paso a la organización de partidos de carácter
nacionalista.º
En la salida a la superficie de los diferentes regionalismos y
nacionalismos en las últimas décadas del siglo confluyeron un
conjunto de factores que se venían arrastrando sin solución desde
hacia tiempo. El uso patrimonial del estado que hicieron las élites
políticas liberales dio como resultado el desprestigio de aquellas
como impulsoras de cualquier plan real de cohesión nacional.
La acción del estado liberal a favor de la modernización de
la sociedad fue muy débil, dedicando muy pocos recursos a
sectores tan básicos como las comunicaciones y obras públicas, o
la enseñanza. España era en el siglo XIX “un país de
centralismo legal, pero de localismo y comarcalismo real”, una
red de comarcas mal comunicadas y poco integradas entre sí. En
el Estado burgués español no había una burguesía nacional con un
proyecto nacional, sino burguesías regionales distintas y
separadas entre sí.
Los regionalismos periféricos fueron originariamente
manifestaciones de las medianas y pequeñas burguesías. A
medida que el fenómeno fue ampliando sus bases y haciéndose
interclasista, es innegable que a él también se adhirieron las
burguesías dirigentes, y lo supieron esgrimir como arma política
frente a Madrid para obtener determinadas ventajas,
especialmente en el terreno económico.
El nacionalismo catalán tiene como referencia más remota el
movimiento cultural de la Renaixensa, que era una reivindicación
del catalanismo cultural que reclamaba la lengua y la cultura
propias de Cataluña, y cuya expresión más notable es la
producción literaria, manifestada popularmente en los juegos
florales iniciados a mitad de siglo. Mosén Verdaguer con sus
obras L´Atlantida y Canigó, y Ángel Guimerá con Mar i Cel, y
el drama rural Terra Baixa son sus principales exponentes.
Con la restauración, el catalanismo se constituye
definitivamente en un movimiento político de la mano de Valentí
Almirall, fundador del periódico Diari Catalá, desde donde se
ejercía una labor eficaz de difusión del ideario catalanista. Fue
además uno de los redactores del Memorial de Greuges,
presentado ante Alfonso XII y en el que se defendía el
proteccionismo industrial y el derecho de Cataluña frente a la
uniformización del derecho español.
Prat de la Riba será quien formule la doctrina nacionalista
que pretende la autonomía y el reconocimiento de la importancia
de Cataluña en el estado. En 1892 colabora en la redacción de las
Bases de Manresa, documento guía del catalanismo político, en
el que se exponen las competencias centrales que debe asumir el
estado y las que deben ser propias de Cataluña. Entre estas
últimas estarían:
- Establecimiento del catalán como lengua oficial
- Acuñación de moneda propia.
- Acceso a los empleos públicos en Cataluña para los nacidos
o naturalizados en este territorio
- Competencias plenas en materia de orden público y justicia
- Establecimiento de un parlamento de carácter corporativo
En 1901 el dirigente catalanista organiza la Lliga
Regionalista, como consecuencia de la fusión de la Unió
Regionalista y el Centre Nacional Catalá. En las Elecciones a
Cortes de ese año el catalanismo obtiene un triunfo político al
conseguir acta de diputado sus cuatro representantes por
Barcelona.
La Lliga sería a partir de entonces el vehículo político para
reivindicar la identidad catalana dentro del estado español. Su
líder más importante fue Cambó. En 1905 a raíz del incendio
por los militares del diario La Veu de Catalunya, las diferentes
fuerzas políticas de Cataluña se unieron en torno a la Lliga
hasta formar el movimiento popular catalanista Solidaritat
Catalana, con lo que el sistema de la Restauración perdía el
control político sobre amplios sectores de la sociedad catalana.
Este grupo se desintegró un año más tarde debido a la
multiplicidad de fuerzas e intereses encontrados que existían en
su seno.
El nacionalismo vasco adquirió carta de naturaleza política
en 1895, con la fundación del Partido Nacionalista Vasco
(PNV) por Sabino Arana que extrajo del fuerismo su
consecuencia última, el independentismo.
El ideario de Arana se basaba en la defensa de la integridad
cultural y étnica del pueblo vasco, puesta en peligro por los
efectos de la abolición de los fueros y por la industrialización
de fines de siglo, que provocó una importante inmigración de
gente no vasca (llamados despectivamente maketos). El
nacionalismo vasco propugnaba desde un principio la
independencia política.
Al contrario que el nacionalismo catalán, el nacionalismo
Sabiniano no tiene base literaria, al estar la lengua vasca
escasamente presente en textos poéticos o novelísticos. Arana
dedica parte de su obra y de su tiempo a normalizar y
estructurar el euskera. Los rasgos distintivos del nacionalismo
Sabiniano son: la raza, las costumbres, el antiespañolismo y
un profundo catolicismo.
Pasando el tiempo el líder nacionalista evolucionó desde el
radicalismo inicial hacia otras posturas más moderadas,
tendentes a la formación de una liga de vascos españolistas que
contradecía totalmente las tesis separatistas que había
mantenido hasta entonces, y desterraba el antimaketismo que
había impregnado sus discursos y escritos anteriores.
El nacionalismo gallego se desarrolla en el último decenio
del siglo. Su origen se encuentra en una publicación de Alfredo
Brañas en la que se plasma un primer programa político
centrado en las defensas forales y en la descentralización
A fines de siglo Murguía expone los puntos esenciales del
nacionalismo gallego y que se basa en estrechar los lazos entre
todos los pueblos gallegos, sin menoscabo de la unidad
nacional; reservar la representación parlamentaria de Galicia a
los gallegos; combatir el caciquismo y propagar las doctrinas
convenientes para la protección y el fomento de las artes y las
industrias gallegas, especialmente de la agricultura.
Este galleguismo no pretendía alcanzar un estado
independiente, ni siquiera un federalismo, sino un modelo
jurídico político de descentralización designado con el término
de autonomía.
El regionalismo valenciano tiene escaso desarrollo. Sus
primeras manifestaciones están ligadas a la labor lírica de
Teodoro Llorente y a la manifestación y exaltación que del
paisaje hace Blasco Ibáñez en obras como La Barraca o
Cañas y Barro. El regionalismo en esta zona fue un fenómeno
tardío y minoritario. El valencianismo cultural encontrará su
núcleo de desarrollo en la fundación de la sociedad Lo Rat
Penat.
El regionalismo andaluz comenzó a caminar a partir de los
movimientos cantonalistas de 1873. El primer acto andalucista
clave fue en Antequera en 1883 donde se proclamó la
Constitución Federalista Andaluza y se solicitó expresamente
una “Andalucía soberana y autónoma”.
En Andalucía Blas Infante expuso sus doctrinas
nacionalistas en el manifiesto de Córdoba de 1919, en torno a
la solución del problema de la tierra y a la obtención de la
autonomía política para el territorio andaluz. Sin embargo, no
se alcanzó la consolidación de un partido andalucista burgués,
posiblemente por la vinculación de la propia burguesía
andaluza con el poder central o por la derivación del
movimiento obrero hacia el anarquismo, contrario a todo pacto
con la burguesía.
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