LAS TENDENCIAS ESOTÉRICAS DEL REY.

Anuncio
LAS TENDENCIAS ESOTÉRICAS DEL REY.
El Rey, me consta, permite a Juan de Herrera introducir una estrecha relación entre los
jardines, huertos y escaleras de acceso al jardín de los frailes y la disposición de los
planetas, marcando su simbología en las escaleras de la zona meridional, este y norte
del jardín de los frailes evitando dibujarlas “porque no cupo más en la lámina”, como
dice textualmente el arquitecto.
Yo pienso que, tanto él como el Rey, mucho respeto tienen a la Santa Inquisición
contraria a estas veleidades versadas en ilusiones de orden mágico, alquímico,
cosmológico, astrológico y místico, de las músicas calladas de las esferas. Estas
prácticas son motivo suficientes para ordenar que se instale una pira funeraria que
abrase a su autor, debidamente amordazado para que sus molestas expresiones de dolor
no irrumpan en el ambiente expectante, ejemplarizante y terrorífico que rodea su
ejecución.
No debemos olvidar, amigo lector, que la teoría heliocéntrica de Copérnico no fue
publicada hasta 1548 en el tratado “De Revolutionibus orbium coelestium” y no es
admitida por la Iglesia hasta un siglo después, estando incluido este tratado entre los
libros del Índice prohibidos hasta 1603. Información que manejo desde mis “alturas”
En mi vida escurialense no conocemos la bóveda celeste, como la conocéis ahora. Las
Novas y Supernovas o las estrellas situadas a millones de años luz como la joven
estrella identificada recientemente por los astrónomos como G345.4938+01.4677, que
posee una masa quince veces mayor que la del Sol son totalmente desconocidas en el
siglo XVI. Sed benevolentes con el Rey y sus conocimientos, pues él se rodea de los
mejores especialistas para avanzar en el conocimiento de lo desconocido.
EL CUIDADO DE LA SALUD
Desde los inicios de la fábrica el Rey se interesa por cuidar la salud de sus operarios,
de los monjes, de la familia real y de su corte. Para ello, desde el inicio de la fábrica,
se improvisa un hospital en la Villa de El Escorial y más tarde en dependencias anexas
al Monasterio.
Así pues, el Rey crea la primera seguridad sanitaria para los empleados del Monasterio
y para atender a los enfermos de la comarca.
En todos estos recintos asistenciales se cuida la salud física y la espiritual, pues el Rey
hace especial hincapié en que los enfermos se confiesen y comulguen con frecuencia.
Incluso las defunciones se complementan con misas y los dineros del difunto pasan a
aliviar las penurias financieras de la asistencia sanitaria en caso de que así sea la
voluntad del difunto manifestada ante testigos. Cuando se cierra el hospital de El
Escorial los monjes mantienen tres enfermerías en la casa de la Compaña, donde se
atiende a los colegiales, visitantes y soldados.
Se cuida mucho la dieta de los enfermos, por lo que el hospital cuenta con una huerta
propia, los médicos vigilan estrechamente las comidas suministradas y los familiares
tienen prohibido introducir cualquier tipo de alimento.
La Galería de Convalecientes o Corredor del Sol es una de las primeras dependencias
construidas exteriores al cuadrángulo situada al sudoeste del jardín de los frailes, diez
años después de edificada la enfermería. Este edificio dispone de un espacio amplio,
aireado y lleno de luz diseñado para el reposo de los enfermos. Su sobria fachada está
diseñada por Juan de Herrera, “en el orden alto no hay bóvedas, sino maderamiento y
la pared está lisa y así es más ancho que el de abajo. Aquí toman el sol los enfermos
en invierno y en el verano gozan de los jardines, sin tener que subir ni bajar un dedo
de escalón desde las celdas de la enfermería que están al paso del suelo de la casa.
Las vistas que de allí se descubren son largas, abiertas, espaciosas, varias porque se
ven los jardines, la huerta, las fuentes, los estanques, las dehesas de la Herrería y
Fresneda, y de allí llega, por una parte, hasta aquellos cerros”
Aquí se tratan las epidemias que asolan a la población en 1572 y 1580, por causa del
romadizo - catarro actual - y de la gripe. Otras enfermedades como la tuberculosis,
neumonía, tifus y paludismo, también son causa de defunción habitual. Y los
accidentes laborales de los empleados de la fábrica, especialmente de sus hombres de
confianza, son preocupación principal del Rey, por lo que envía a sus médicos para
atender los casos que no se resuelven fácilmente.
Los enfermos contagiosos se desvían a otros centros hospitalarios, no así los enfermos
mentales, a quienes se les acoge y ata, en su caso, para que no se dañen al estar fuera
de juicio. Esto ocurre en los últimos tiempos de construcción de la fábrica y con un
escaso número de pacientes mentales que no crea problema alguno.
Existe un libro de registro donde se anotan los nombres de los pacientes, las fechas de
entrada, salida y fallecimiento, así como declaraciones sobre las deudas contraídas y
pendientes de saldar en escritos a modo de testamento.
Pero lo más novedoso e interesante es el interés del Rey por la investigación vinculada
a la salud.
La Torre de la Botica o de la Enfermería y la Farmacia de El Monasterio de San
Lorenzo llegan a tener, en época de Felipe II, hasta siete dependencias dedicadas a la
investigación.
En una de ellas se instala la Torre Filosofal en la que se producen litros de agua
destilada mediante ciento veinte alambiques. Por ella pasan los más famosos
alquimistas en la búsqueda de la Piedra Filosofal, imprescindible, se cree, para la
obtención de oro.
El mismo Felipe II promueve y está al tanto de las investigaciones con plantas y
procesos químicos que se realizan en el Monasterio, lo que salva a los investigadores
de las manos de la Inquisición, que considera que estas prácticas físico-químicas son
brujería pura y dura. Sin embargo el Rey no piensa lo mismo y decide que el
Monasterio sea el lugar idóneo donde se puede permitir la experimentación más
vanguardista. Comprende que no es suficiente estar rodeado de relevantes médicos y
cirujanos, sino que es necesario un laboratorio de investigación para paliar los escasos
medios terapéuticos de que dispone España en este momento y profundizar en el
diagnóstico, la medicación, y evitar que el mejor diagnóstico sea la autopsia.
Los experimentos con plantas medicinales y procedimientos novedosos se inician en
1585 para tratar las epidemias de catarro y paludismo. Se realizan mezclas y se
elaboran jarabes, jugos, infusiones y aceites y en estancias especiales, con alambiques
evaporatorios. En prensas, morteros y hornos se destilan mejunjes y plantas, y se
obtiene agua destilada a razón de ciento ochenta libras diarias que cubren las
necesidades del momento.
También en estas dependencias se dispone de libros especializados que consultan los
galenos investigadores, además de la documentación existente en la biblioteca del
Monasterio.
En otra dependencia más pequeña se instalan alambiques para la extracción de
quintaesencias de plantas y compuestos que “se manifiestan con ciertas reservas pues
los médicos de nuestra España no se atrevan a aplicar esta nueva medicina a nuestros
cuerpos”…
El alquimista del siglo octavo Jabir ibn Hayyan - latinizado como Geber - analiza cada
elemento del fuego, que es caliente y seco, la tierra, fría y seca, el agua, fría y húmeda,
y el aire, caliente y húmedo. Y afirma que todos los metales proceden de una
combinación de estos cuatro fenómenos de la naturaleza.
Partiendo de esta premisa, la transmutación de un metal en otro puede verse afectada
por la reordenación de sus cualidades básicas. Este cambio probablemente está
propiciado por una substancia, llamada en árabe al-Iksir . De aquí deriva el término
occidental elixir.
Se considera que existe un polvo seco de color rojo - el azufre rojo - proveniente de
una legendaria piedra, que llaman la piedra filosofal. La teoría de Jabir se basa en que
los metales como el oro y la plata pueden estar escondidos en aleaciones y minerales
que mediante un tratamiento químico adecuado pueden extraerse. Se cree que el propio
Jabir inventa el agua regia, una mezcla de muriático – ácido clorhídrico - y nítrico, una
de las pocas substancias que pueden disolver el oro y que se utiliza para su
purificación.
La piedra filosofal es el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, pues
simboliza la perfección en su máxima expresión, la iluminación y la felicidad celestial.
El libro titulado Della Física, del alquimista boloñés Leonardo Fioravanti, está
dedicado personalmente al Monarca. Otro alquimista inglés, Richard Stanihusrt, recibe
el encargo del Rey y escribe una obra Toque de Alchimia, 1593 con el fin de distinguir
a los verdaderos alquimistas de los falsos. Incluso se cree que este hombre llega a
preparar brebajes y elixires para restablecer la salud del Rey. No sé si el Monarca llega
a consumirlos, pero lo que sí conozco varios extraños artilugios alquímicos, como la
famosa Torre Filosofal, que son instalados en la botica escurialense por indicación
expresa del Rey.
A pesar de todos estos intentos de los alquimistas famosos en convencerle, Felipe II
escribe: “en verdad, que aunque soy incrédulo de estas cosas, que de ésta no lo estoy
tanto, aunque no es malo serlo, porque si no saliese, no se sintiese tanto”.
Descargar