Trompe l`oeil: La inmovilización del maginario

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Trompe l'oeil: La
inmovilización del
maginario
LUIZ MEYER
Hacia finales de 1995, fui a pasar el Año
Nuevo a Rio de Janeiro. Me alojé en un pequeño y simpático departamento, situado
en un edificio modesto y antiguo de sólo
tres pisos que estaba incrustado en una callejuela escondida del barrio Ipanema. Al
lado había un enorme peñasco en cuya cima
se divisaban las ruinas, un tanto ocultas por
las vegetación, de lo que debió haber sido
un hotel turístico jamás concluido. Una innumerable cantidad de peldaños, esculpidos en la piedra, formaba una escalera
irregular que, zigzagueando por la pendiente, dibujaba caminos cuyos destinos se confundían con la masa del relieve. Las calles
laterales eran apacibles, sombreadas por
árboles frondosos y "sombreros-de-sol" de
grandes hojas de amarillo estridente, bordeadas por edificios sencillos, de clase media y por casas aún intocadas, protegidas
por muros bajos de piedra y con fachadas
cuyos arcos formaban terrazas abiertas en
las que brillaba el piso rojo de las baldosas
enceradas. En la calle el movimiento era
poco: un rumor difuso, distante y los gritos
entusiasmados con que la gente se saludaba habitualmente (expresión de la
jovialidad local) que no asustaban ni perturbaban el sueño.
El departamento, situado entre la playa y la laguna Rodrigo de Freitas no estaba muy lejos de los lugares donde hervía
la vida social. En efecto, bastaba caminar
tres o cuatro cuadras para que el paisaje se
transformara. Yo caía entonces dentro de
la agitación de los bares, con sus mesas en
las varandas y en las veredas, repletas de
gente que conversaba y discutía mientras
bebía el chop tradicional, siempre bien
helado y bien servido. Restaurantes,
farmacias, panaderías, boutiques, tiendas
de chucherías, llaveros de emergen-
cia, librerías, refugios vegetarianos, toda la
vitalidad de esa región magnetizaba el aire,
creando una atmósfera calurosa y cautivante volcada para una fruición contenida. Todo
era muy moreno, jovial, ondulante, coloreado, tranquilo, sonriente, musical -el mítico
encanto carioca, abriéndose delante de los
ojos del visitante. Como todos los demás,
yo también me sentaba, pedía mi vaso, comía algún aperitivo, le metía conversa al
vecino de mesa y me desperezaba, mirando las curvas de mujeres imposibles y la
agilidad de los niños que equilibraban enormes botellas de gaseosas sobre las bolsas
de papel llenas de panecillos franceses.
El Año nuevo se iba aproximando y,
al cabo de un tiempo, una cierta intranquilidad comenzó a alterar aquella placentera rutina. Incipiente al principio,
mero desasosiego, agitación interna, se fue
transformando con el pasar de los días en
aprehensión, adensándose como angustia
hasta que, finalmente, adquirió la forma de
un intenso sentimiento de inquietante
extrañeza. Aunque mi rutina permanecía
igual, algo parecía haber cambiado en el
mundo que yo contemplaba. La gente, es
verdad,
continuaba
conversando,
comiendo, bebiendo, pero ahora con una
espontaneidad decreciente y parecía
obedecer a alguna imposición que
organizaba y comandaba sus movimientos.
Todos hablaban entre ellos, articulaban
sonidos inteligibles pero las palabras como decirlo- apenas les salían de la boca.
Lo que decían parecía ser nada más que la
reproduccción del diálogo que habían
intercambiado en la noche anterior, o en la
anterior...Los gestos se tornaron afectados,
las sonrisas se hicieron mecánicas, el
andar parecía estudiado.
LUIZ MEYER
El paisaje y el ambiente también parecían
transformados, bañados ahora por una luz
metálica que se derramaba sobre los
automóviles estacionados en la calle y se
extendía a los objetos dispuestos en las
vitrinas, otorgándoles un brillo artificial y
excesivo.
Los árboles adoptaron una nueva disciplina,
alineados
unos
tras
otros,
recortándose nítidamente contra el cielo en
perspectiva rígida. Los senderos que antes se
perdían sobre la superficie de la piedra
contigua a mi departamento, se destacaban
ahora, accesibles, sin misterio. Incluso el
departamento que hasta entonces había
primado por la discreción y cuya simplicidad
era la razón misma de su encanto, había
perdido esa reserva: muebles y objetos se
asociaban ahora, creando una decoración
ostentosa, ligada al gusto pretencioso de algún
decorador de moda.
La comprensión de lo que estaba sucediendo provino -creo- instigada por la
aflición e impregnada por el cansancio, en el
momento en que descubrí que había adquirido
capacidad de anticipar cada acontecimiento: el
mundo había perdido su substancia y se había
transformado en mera representación.
Ipanema era apenas un gigantesco escenario
de telenovela donde los espectadores del
capítulo de la víspera perpetuaban la trama
sujetando el vaso, llamando al mozo, abriendo
la puerta, usando palabras, siguiendo entonaciones, exactamente como se hacía en la
televisión, como actores personajes de sí
mismos, en un espejamiento infinito. Rio de
Janeiro natural había dejado de existir: su
esencia era formada ahora por las imágenes
continuamente generadas en la telenovela; real
era el Rio de Janeiro de la ficción televisiva.
Lo que me era posible fruir era tan sólo la
representación que la TV hacía de Rio de
Janeiro, con una resalva, claro: mi placer
debía corresponder al modelo de placer
moldado en la telenovela, vivido por la
representación de turista en que yo me había
transformado. La ciudad no se alimentaba más
de su propia historia: lo que la tornaba posible
y real eran los anuncios de cerveza que
creaban su paisaje.
106
Al llegar a casa y prender distraídamente
la TV, me di cuenta de que la mano que
sujetaba el control remoto actuaba como el
personaje del próximo capítulo.
II
La experiencia autobiográfica recién
relatada puede, claro, ser comprendida según
los cánones clásicos de psico-patolo-gía. Allí
se describe un sujeto que se despersonaliza y
experimenta un sentimiento de desrealización
del mundo. Estaríamos frente a un ego frágil
even-tualmente marcado por algún evento
particular en la trayectoria de su biografía.
Sumados, estos factores pueden ofrecer nexo si no a su experiencia- al menos a su
weltanchaung. Sin embargo, además de ser
limitada, esta comprensión (aún siendo
verdadera) es prejuiciosa; por asociación, me
trae a la memoria una historieta que siempre
me dio mucho qué pensar. En una pequeña
ciudad de Europa Central vivía, a fines de la
Edad Media, un hombre culto que se dedicaba
al estudio de los cuerpos celestes.
Sorprendido, él descubrió una noche que muy
luego iba a pasar por la ciudad un cometa
cuyo fulgor peculiar tendría el poder de
enloquecer a todos quienes lo miraran. Corrió
entonces a avisar a las autoridades, instándolas
a que previniesen a los habitantes,
aconsejándoles que mantuvieran los ojos bajos
cuando apareciera el astro. Naturalmente no le
dieron oídos. Cuando por fin el cometa surgió
en el cielo, toda la ciudad fue hasta la plaza a
contemplarlo
mientras
nuestro
sabio,
confiando en la verdad de su descubrimiento,
se protegía bajo el techo de su casa. Cuando el
cometa hubo pasado, los aldeanos se habían
vuelto todos locos con excepción, claro, del
astrónomo prevenido. Al salir a la calle, fue
cercado por la muchedumbre y la bizarra
sanidad que marcaba su comportamiento hizo
que luego lo identificasen como al único loco
de la ciudad, siendo entonces debidamente
encerrado.
Si conseguimos suspender el juicio
psicopatológico, al menos temporariamente,
lograremos notar que la cuestión
"TROMPE L'OEIL LA INMOVILIZACIÓN DEL MAGINARIO"
central suscitada por mi experiencia, quizás no
consista en saber si yo estaba sano mientras
percibía el mundo en su naturalidad, y
mentalmente perturbado cuando pasé a verlo
como campo de estereotipia o si, al contrario,
era el estado de alienación en que vivía
sumergido, el que me presentaba el mundo
como natural, siendo que la emergiente
percepción de su artificialidad era ya una señal
de que me había recuperado. Lo que viví y
narré puede abarcar los dos lados de la moneda: finalmente, la oscilación entre razón y
falta de razón es la forma princeps de la
presentificación del siquismo.
Creo, firmemente, que la crisis que viví
está relacionada con otro núcleo: el
surgimiento de un referente universal,
omnipresente -la imagen mediática televisivacuya función es mantener la equivalencia entre
lo real y su representación, tornándolas
indistintas. Dentro del contexto en que esa
imagen opera y crea, sujeto y realidad dejan
de adquirir consistencia a través de los
intercambios que los relacionan y los
distinguen; la identidad de ambos pasa a ser
producto y función de la imagen mediática
televisiva definida por ella. Este trabajo busca,
justamente, presentar una reflexión acerca de
este Nuevo Orden y el tipo de organización
psíquica que exige y determina.
III
Evidentemente fue Walter Benjamin1 >, en un
ensayo que es hoy un clásico, "La obra de arte
en la era de su reproduc-tibilidad técnica",
quien primero llamó la atención sobre el
impacto generado por la producción industrial
de la imagen. Aunque el objeto de su estudio la obra de arte-se distancie del nuestro,
volcado hacia la imagen mediática,
encontramos en la argumentación que él
desarrolla, elementos que nos ayudan a
comprender la función y la posición de la
imagen mediática, tal cual se presentan hoy en
nuestra sociedad. Entre esos elementos, resalta
la desacralización del objeto y su presencia
ubicua, ambas inducidas por las técnicas de
reproducción. En su trabajo, Benjamin aborda
el desarrollo de las técnicas de reproducción
[de la obra de arte] y muestra cómo llegaron
no solamente ".. .para modificar las formas de
influencia de las obras de arte", sino también
para "imponerse ellas mismas como formas
originales de arte". La diatriba de Benjamin
iba dirigida al cine, considerado por él como
técnica reproductiva, producción industrial
que se presenta con fuero de creación artística.
No viene al caso aquí que investiguemos la
evolución trazada por el cine ni cuánto las
ideas de Benjamin se mantienen vigentes a ese
respecto. Nos ocuparemos de aquellos aspectos del ensayo que ayudan a comprender la
relación que se desarrolló entre un sistema
generador de imágenes y el espectador que las
consume.
Al hablar de la originalidad de la obra
de arte, Benjamin escribe que "aquello que
determina la autenticidad de una cosa es todo
lo que ésta contiene de originariamente
transmisible, desde su duración material hasta
su poder de testimonio histórico". Ese poder se
liga a la historia de la obra, de su cuerpo, al
peso de su edad, a la historia de sus relaciones
(como, por ejemplo, la establecida con sus
propietarios). De esta concepción surge una
noción de tradición, entendida no como
historia repetida, sino como construcción de
una trayectoria. Benjamin describe de manera
poética el poder de la transmisibilidad
inherente a la obra de arte original. Pide que el
lector se imagine descansando en el campo,
frente a una cadena de montañas delineadas al
horizonte o acostado bajo la sombra de la rama
de un árbol que lo protege del sol. De esta
situación y de esta relación se desprende una
vivencia peculiar: uno siente el aura de esas
montañas o de esa rama. El aura es aquí una
presencia y una atmósfera, es el vínculo con
algo distante que circunvuela, es el
sentimiento del contacto. Esta aura,
"...aparición
de
una
realidad
lejana...actualización de una situación
inabordable con el objeto...lo sacraliza".
El aura se liga a la función original
de la obra de arte, al valor de culto que le era
intrínseco, cuando el contacto con lo divino
ocurría como actividad privada, mediada por
ella. Sin embargo, este
107
LUIZ MEYER
valor de culto se dislocará cuando, debido a la
expansión religiosa, la obra pase a ser
expuesta y a tener un público, lo cual le va a
conferir nueva función y significado.
Resumiendo: la obra de arte produce un aura
que instaura el sentimiento del contacto; la
continuidad de ese sentimiento le otorga
cuerpo a la obra y genera transmisibilidad,
crea una historia que establece una tradición.
Parte de esa tradición ya consiste en el pasaje
del valor de culto al de exposición. El hecho
nuevo, que Benjamin aborda en su ensayo, es
el surgimiento de técnicas de reproducción
que tornan la obra "transportable", que
multiplican su presencia y le retiran el aura, ya
que ésta requiere el original, es decir, la
encarnación de la historia en su propio cuerpo.
El encuentro entre el movimiento que concibe
la obra como objeto para ser expuesto y el
desarrollo de una técnica que multiplica de
manera ilimitada la posibilidad de su
exposición, provocará una modificación en la
propia forma de concebir esa obra: pasa a ser
definida por la función expositiva. Será una
obra que no lleva peso histórico, en otras
palabras, una obra cuya historia le es
completamente externa. La falta de aura, la
desacralización resultante, no se debe al
contenido de la obra, sino a la peculiar
intencionalidad de su producción: está
concebida para ser pura exterioridad,
ahistórica.
Para Benjamin, la obra de arte que
produce y lleva un aura exige que quien la
contemple se retire y se repliegue. Queda
claro, en la descripción realizada, que el aura
no es intrusiva y que no se presenta según un
contenido formalizado. Ya la imagen
mediática es pura diversión. Para Benjamin,
cuando hay un retiro, el sujeto se sumerge en
la obra de arte; cuando hay diversión es la
obra de arte la que penetra en el sujeto [en las
masas].
Esta distinción me parece un poco
rígida ya que, al penetrarse en la obra de arte
se puede intuir que también ella penetra en el
sujeto. Me parece que la diferencia crucial
reside en el modo específico con que la
imagen mediática penetra en el sujeto: siendo
ahistórica y pura exterioridad, aún así simula
una historia que
108
juzga necesaria para mantener su poder de
penetración. Sin tradición, fabrica una trama
que aparenta tradición, una tradición
sobrepuesta. La ausencia de pasado
(hablaremos más adelante de las consecuencias de este factor) es suplida con la
permanencia de sí misma, presentada como
historia.
La
imagen
mediática
es
completamente auto-referida.
Su forma de penetrar en el espectador
adquiere ahora nueva complexidad: es un acto
organizador que crea y establece una
modalidad de relación donde el sentimiento de
contacto -el que Benjamin menciona cuando
se refiere al vínculo con algo distante y que al
mismo tiempo circunvuela sobre el individuoha sido extirpado. Lo que surge en su lugar,
alterando la forma perceptiva y las relaciones
inter e intra-subjetivas (como describo en el
episodio vivenciado por mí) es la propia
imagen mediática, en cuanto substancia de lo
cotidiano. La estructura de esta imagen -tal
cual la describimos-induce a la continuidad de
su propio consumo, excluyendo la distancia
crítica (en realidad, la distancia entre el
espectador y su objeto) y el todo adquiere la
forma de demanda de diversión.
IV
Al finalizar la descripción de la experiencia por la que pasé, en Río de Janeiro,
mi deducción fue que lo sucedido estaba
ligado a la disolución de la diferencia entre
realidad y representación, dirigida por la
imagen mediática. Este género de disolución
está presente todavía y afecta asimismo otros
campos del comportamiento humano. Cuando
identidad e imitación tienden a indiferenciarse, la definición de modelo sexual sufre un
disolución paralela. Esta cuestión fue
recientemente abordada por Barale y Ferruto2'
. La imagen mediática impone al sujeto la
asimilación de alguna forma de identitad
sexual, a partir de elementos ficcionales
organizados, de manera que el consumo de
esa imagen se mantenga constante. Incluso un
eventual conflicto entre los elementos
ficcionales ofrecidos y la demanda o
necesidad del
r
"TROMPE L'OEIL LA INMOVILIZACIÓN DEL MAGINARIO"
espectador será también ficcional, es decir, ya
se encuentra incluido como posibilidad en la
imagen mediática. La sexualidad deja de ser
trabajo de construcción para tornarse actividad
de ostentación. El sujeto se torna indefinido y
transparente para sí mismo y excesivamente
visible para el otro, se comporta en
continuidad a lo que está fuera, a lo que le es
externo, exibiendo contornos que reflejan los
de la imagen mediática.
Esta descripción nos aproxima del
concepto de fetiche, aunque quepa señalar
aquí la diferencia con el modelo clásico,
propuesto por Freud. Clínicamente, el fetiche
es la solución encontrada por el sujeto frente a
una experiencia conflictiva que lo obliga a
aceptar y rechazar una misma evidencia; el
fetichista no confunde un objeto con otro,
aunque utilize uno en lugar del otro. Ya la
sexualidad dependiente de la imagen
mediática utiliza elementos ficcionales
preconstruídos,
ofrecidos,
que
son
aprovechados e integrados, substitutivamente.
En esta situación el sujeto no construye una
solución (como ocurre en la clínica) sino
simplemente consume un producto. En esto
consiste la fetichización: el elemento ficcional
ofrecido la imagen mediática-, es apreendido
como siendo la realidad conflictiva.
Una situación donde también opera
una dinámica semejante a ésta, es la
reproducción
asistida,
igualmente
problematizada por los autores. Interpretada
desde un punto de vista psicoanalí-tico, la
reproducción asistida tiene la función de "un
intruso en el palco de la procreación"; puede
ser vista como una actuación, de cuño
maníaco "...una tentativa de reparación de un
mundo interno vivido como destruido para
siempre". Para los autores, tiene carácter
destructivo y fecalizante, en la medida en que
"reduce
el
ser
humano
a
partes
intercambiables por intermedio de una
analidad
omnipotente".
Aquí
ocurre
simultaneamente un ataque a la escena
primaria y la instauración de una escisión
entre sexualidad y procreación, situación ésta
que los autores -con un cierto optimismoconsideran pasible de ser superada por el
inconsciente ya que éste no confundiría
"primario"
con "origen". Afirman ellos todavía que el
triángulo original conserva su significación a
través de una acción continua de
resignificación, bajo la acción de repetidos
après-coups "...no sólo en relación [a lo real]
sino también a despecho de cualquier real".
Es verdad que no debemos subestimar
la fuerza del inconsciente, así como tampoco
la de lo "real" que aquí está operando. Este
último, en cuanto imagen mediática, posee el
don de la ubicuidad que transforma el aspecto
informativo de su producción en fuerza
cohercitiva; el mundo deja de ser continente
de información para transformarse en el espejo
que la refleja. El espectador, a fin de no
sentirse en disonancia, o mejor, para no verse
alejado de una producción que crea y
sistematiza la vida social, se vuelve entonces,
también, un espejo del sistema y pasa a
funcionar como personaje. El aspecto
manipulatorio de la reproducción asistida
logró tornarse transparente, a través de la
interpretación psicoanalítica de los autores.
Pero la violencia que la imagen mediática
ejerce no es, de ningún modo, frontal, no se
enfrenta a la escena primaria, como lo hace la
reproducción asistida, al ofrecer una trama
alternativa que conserve su eficacia. Al
conferirle exceso de visibilidad, de
omnipresencia, ella simplemente drena su
significado, le retira su carácter simbólico
sexual. Mientras la reproducción asistida
separa "filiación de sexualidad", la acción de
la imagen mediática separa identidad de
proceso de identificación.
V
La ubicuidad a la que ya nos referimos,
es descrita por María Rita KehP ' bajo el
nombre de "efecto imagen". Según la autora,
la pérdida de la capacidad crítica del
telespectador se debe no sólo "a la
indiferenciación cualitativa entre las imágenes
más diversas" sino, principalmente, "a su [de
la imagen] inserción sin discontinuidad en el
cotidiano de las personas". Se trata de dos
niveles distintos y complementarios de
funcionamiento. Uno dice respecto a la
indiferenciación inter-
109
LUIZ MEYER
na, vigente entre los elementos que componen
el flujo de imágenes; el otro, remite a la
indiferenciación,
resultante
de
la
impregnación de la vida social por la imagen.
Esta última, es el punto clave para comprender
las secuelas que acarrea. La "inserción sin
discontinuidad" no significa apenas constancia
de presencia; es básicamente obstrucción del
espacio que debería interponerse entre la
imagen como representación producida y el
cotidiano vivido. Con la obstrucción de este
espacio desaparece el hiato en el cual ausencia, diferencia y carencia son experimentados y cobran sentido. Al producir una
realidad sin contradicciones y sin exclusiones
(a no ser aquellas que -como venimos
insistiendo- forman parte de su programa), la
imagen asume un papel totalizante y una
acción totalitaria. Kehl escribe, al hablar de la
relación de los niños con la TV, que ellos no
tienen indagaciones que parezcan respondidas
por el discurso omnipresente de la TV, lo cual,
de cierto modo llevaría al niño a "olvidar sus
deseos". Me parece que la acción de la imagen
mediática es más perversa: otorga las
indagaciones al sujeto y plasma un deseo que
se concibe como deseo-de-imagen. El sujeto
no es más "sí mismo" ni el deseo es "suyo": es
apenas personaje imagético; sus protofantasías
(concebidas según la teoría de Bion) serían
también televisivas, aspiraciones diseminadas
por ella. El totalitarismo de la imagen es, sin
embargo, esquivo y casi impalpable; no
prohibe el pensamiento, simplemente crea un
contexto
donde
el
pensamiento
es
desnecesario.
VI
Lo que venimos describiendo hasta ahora
puede ser expresado de manera simple, en una
frase muy concisa: a medida que la imagen se
fue haciendo autónoma, el sujeto se fue
haciendo dependiente de la substancia de esa
misma imagen. Al fin y al cabo, él la necesita
y exige su presencia para sobrevivir,
creándose así un círculo maligno que evoca la
descripción kleiniana de las relaciones
esquizo-para-
110
noicas. El sistema productor de la imagen -el
capitalismo contemporáneo- no propone al
sujeto que establezca relaciones-de-objeto,
pero sí que las aparente. En un mundo
ordenado por la apariencia, el diálogo pierde
su función de establecer enfrentamiento entre
alteridades. El sujeto con quien el
psicoanalista venía lidiando habitualmente, se
reconocía justamente en esa diferencia con el
otro, y la autorepresentación que iba
construyendo decurría de la solución (muchas
veces sintomática, como nos enseñó Freud) de
los conflictos intra e intersubjetivos con los
cuales se deparaba. Ya la auto-representación
que estamos aquí describiendo, y que tiende
ahora a surgir en nuestros consultorios, es
apenas realización-deimagen. Guy Debord4) ,
en su libro profético y seminal titulado "La
sociedad del espectáculo", publicado en 1967
y retrabajado posteriormente, contextualiza el
funcionamiento de este sistema, señalando su
relación con las fuerzas que hacen posible su
existencia. Debord escribe que "cuando la
necesidad económica es substituida por la
necesidad de desarrollo económico sin límite,
la satisfacción de las necesidades humanas
primarias es substituida por la continua
fabricación de pseudo-necesidades que son
reducidas a la única pseudo-necesidad de
mantener el reino de la economía autónoma".
Dicho de otra forma, "la economía transforma
el mundo pero lo transforma solamente en un
mundo de economía". El nuevo orden
imagético me parece la expresión máxima de
esta dinámica. Siendo pura ideología, su
esfuerzo retórico se empeña en convencernos
de que lo que es bueno para la imagen es
bueno para el hombre. Este esfuerzo por
presentar el mundo como unitario está en los
antípodas mismos de la concepción psicoanalística de lo humano. El psicoanálisis
aprehende el funcionamiento psíquico como
una actividad continua, volcada a la
integración de la diversidad y a la
instrumentalización de la fragmentación,
trabajo éste que humaniza el tiempo al
otorgarle sentido histórico. Es justamente este
sentido histórico que la imagen mediática
necesita solapar para crear y
"TROMPE L'OEIL LA INMOVILIZACIÓN DEL MAGINARIO"
mantener su "reino de economía autónoma". (como lo que ocurrió en el episodio vivido por
Lo consigue a través de una técnica de mí, cuando el aspecto visual de la
funcionamiento que instaura el presente en representación asumió el carácter de un
cuanto usufructo absoluto*, ininterrupto, pura cotidiano real). Ahumada concluye que "en la
"fabricación de pseudo-necesidades", creando sociedad del espectáculo, cada uno se
un sujeto sin memoria, ya que vive en un relaciona consigo mismo como imagen, como
medio en el cual no hay nada para recordar. personaje y se atenúa o se evapora la
Debord describe con maestría la situación de posibilidad de observación y de introyección
este telespectador "aprisionado en un universo en la vida consciente, así como la posibilidad
achatado, que conoce apenas "fictional de pensarse a sí mismo y a los demás, como
speakers" y circunscrito por el telón del personas".
espectáculo trás el cual su vida fue deportada. Para alcanzar ese efecto, la imagen pasteuriza
al mismo tiempo lo cotidiano y realza los
VII
beneficios provenientes de su propio consumo;
se organiza y se presenta como pura seducción
Ahumada5', en un artículo reciente donde lo cual, nuevamente, le retira cualquier
problematiza de manera muy aguda posibilidad
de
funcionar
criticamente.
prácticamente las mismas cuestiones que Presionado de esa forma, el espectador
estamos abordando aquí, enfatiza la abandona cualquier ambición de privacidad, un
instauración de una "entronización de la espacio propio amueblado por él, para
imagen" (evidentemente de la imagen a ser transformarse en depósito (no en continente)
exhibida). Esta entronización substituye los de lo transitorio y de lo efímero (el
discursos anteriores (orales y escritos) por el consumismo descartable), ambos provistos, en
de la imagen. En oposición a sus antecesores, continuum, por la imagen. Esta otra cara de la
volcados a la crítica y al cuestionamiento, el ilusión participativa induce a la creencia en la
discurso de la imagen mediática (ahumada presencia continua del objeto y en la
piensa aquí como W. Benjamin)se dirige sólo perpetuación de su función proveedora. Así
a la diversión. Creo que Ahumada tiene razón, como ocurre con la privacidad, la experiencia
pero es posible ecuacionar los mismos de elaboración de una relación se substituye
elementos de esa relación (imagen entro- por la adicción a la imagen**. Ahumada, en
nizada-diversión), desde otro punto de vista: la una feliz expresión, escribe que este universo
diversión impregna la imagen mediática, por "arrastra la mente hacia la superficialidad
ser la forma más adecuada para alcanzar su eufórica en expansión". La realidad se
meta, que no es otra si no su propio consumo. transforma en el video-clip de la realidad.
Este se mantiene constante, en la medida en Dijimos recién que la imagen mediática se
que la diversión que lo fomenta y la imagen en presenta como un objeto en permanencia
la cual ella se encarna, permitirán al espectador constante, atrayendo al espectador, al ofrecerle
la experiencia de una ilusión participativa que la percepción de un mundo que puede
se opone a la crítica y al cuestionamiento. Esta funcionar sin fallas y sin faltas, donde todo lo
ilusión le da la sensación de que estar con la sucedido es siempre presente, repetición de
telenovela es lo mismo que estar en la instantes equivalentes, puntuales, destinados a
telenovela, tornarse un personaje, tener acceso mantener el poder seductor de la imagen. Estos
a los bienes ficcionales que la imagen véhicula no se organizan en una secuencia histórica,
donde el pasado (la tradición de W. Benjamin)
aparecería como referencia
Cf.El"EfectoImagen"deMariaRitKehl. Prestando mucha atención, notaremos que la imagen mediática
funciona como la revene, aunque al contrario; si ratreamos las funciones que definen la revene, las
encontraremos invertidas en la acción de la imagen mediática. Siguiendo la nota de Bion, podríamos
incluso señalarlo como -R (menos revene).
111
LUIZ MEYER
que sitúa la acción del presente, ya que dicho
encadenamiento, si ocurriese, implicaría la
percepción de la noción de pérdida, que haría
imposible la contemplación del mundo como
un eterno presente. Por eso es que Ahumada
llama la atención al hecho central de que "en
la cultura del espectáculo la reelaboración de
los lutos iniciales se deja siempre de lado en la
adición a la imagen y siendo fenómeno
compartido, se torna invisible y configura una
neo-normalidad social".
La institucionalización de las maniobras de evasión frente al luto (entre las
cuales encontramos la banalización del
sufrimiento a través de su transformación en
mera información mediática), crea problemas
técnicos muy difíciles para el psicoanalista.
Este se ve obligado, no sólo a crear
condiciones para que el paciente entre en
contacto con el dolor psíquico -situación que
forma parte de la tradición de todo trabajo
analítico- sino también obligado a señalar la
existencia de la "neo-normalidad social" en la
cual el paciente se encuentra envuelto y que
su mismo comportamiento implementa. Para
que este trabajo interpretativo sea posible, es
necesario que el propio psicoanalista no
funcione normativamente, como una cámara
de TV. La interpretación debe funcionar
ofreciendo "conocimiento relevante, no
sentida como mensaje de acción, es decir,
como seducción o intrusión...".
Quisiera mencionar a un paciente que
requiere justamente este padrón interpretativo.
Un sueño ayudará a ilustrar el funcionamiento
de su estructura mental, ajustada al padrón de
la imagen mediática, y espejo de sus
exigencias. En el sueño él va a una fábrica a
conversar con alguien -una asistente socialencargada de ofrecerle informaciones y de
discutir respecto a una cuestión que ocurre en
un área de su responsabilidad. Tras hablar con
ella, tiene su atención volcada a la fábrica
vecina, donde parece estar ocurriendo algo
misterioso, eventualmente ilícito. En seguida,
él se ve delante de los portones de esta
segunda fábrica que
Cit. In Ahumada, op.cit.
112
son muy altos y parecen rejas de hierro.
Coloca entonces bajo sus rodillas, la almohadilla de su hijo (un niño de tres años),
empuja el control remoto y, al accionarlo, se
pone a volar sobre la fábrica, transponiendo
los portones, planeando sobre el paisaje y
manipulando a la gente que permanece en
tierra. Al narrar el sueño en la sesión, el
paciente entra en un extraordinario estado de
euforia: el relato está impregnado de
carcajadas que transmiten el intenso placer y
el estado de júbilo vividos por él. No voy a
profundizar aquí los aspectos más evidentes
del sueño, la escisión representada por la
presencia de las dos fábricas, la apropiación
del seno (la almohada) y su asimilación a un
penis omnipotente que le permite vencer todo
obstáculo, el triunfo hipo-maníaco, etc. Lo que
es relevante, es que este paciente -bisexualinsiste sesión tras sesión, en querer que la
palabra del psicoanalista se transforme en
acción canónica, en simulacro de control
remoto. Si el psicoanalista se empeña para que
la interpretación proceda "como descripción
que ilumina una faceta hasta entonces
desconocida de lo que sucede"***, el paciente,
por su parte, realiza un movimiento continuo
para atribuirle un carácter de acción, de
inducción al comportamiento: repite lo que
digo, y retraduce inmediatamente la
comprensión
que
había
alcanzado,
confiriéndole una segunda intención, de
carácter correctivo y operacional. El paciente
ordena,
clasifica
e
instrumenta
las
interpretaciones
para
tornaralas
"operacionales". Su bise-xualidad hace eco
como mimesis de la imagen totalizante: él
adhiere a todo lo que se le ofrece porque ese
"todo" abole la carencia (en ese caso, la
carencia ligada a la diferencia sexual): y él
necesita que el análisis sea también parte de
ese "todo" porque así puede valerse de ella
como herramienta de manipulación.
Su mente tiene un qué de depósito
donde él va a buscar la mercadería que juzga
estratégica para mantener en funcionamiento
su negocio, incluso el psíquico. La cuestión no
radica sólo en el hecho
"TROMPE L'OEIL LA INMOVILIZACIÓN DEL MAGINARIO"
de que un depósito es un ambiente poco
propicio para el retiro espiritual, sino también
en la manutención de un contexto mental
dentro del cual la idea de retiro y de
privacidad está representada por el sistema
mediático, al que la mente del paciente está
adherida, como contraria a la sociabilidad
adecuada al mundo de relación, vigente dentro
de él. El trabajo de revelación y de
investigación del análisis, al poner en
evidencia la presencia de un modelo de
sociabilidad cuya concomitancia psíquica es
calcada en el padrón imagético, va a tener que
enfrentarse también con la adecuación a la
"neo-normalidad social" y a la eficacia que de
ella decurre.
VIII
Una de las maneras posibles de caracterizar al sujeto moderno, consiste en concebirlo como sujeto de su angustia. La teoría
kleiniana radicaliza este modo de ver, al
describir la formación y el funcionamiento del
psiquismo, como producto de la tensión y de
la oscilación entre angustias esquizoparanoicas y depresivas. Esta tensión y esta
oscilación operan como una dialéctica
investigadora que amplía el campo de las
cuestiones a ser enfrentadas por el individuo y
funciona como materia prima para la
formación de su identidad. Dentro de este
modelo, tanto el narcisismo como las
relaciones de objeto valorizan la individualidad del sujeto, definen el perímetro de su
personalidad y del mundo en el cual él está
insertado. Abarcando este movimiento de
doble mano y fundamentándo-
lo, encontramos siempre a la angustia, que le
permite al sujeto pensarse como conciencia,
incluso de su inconsciencia.
El sujeto contemporáneo, por su parte,
siguiendo el ejemplo de mi paciente, camina
en otra dirección: sirve a las fuerzas que lo
instan a taponar la angustia, a substituirla
junto a sus funciones, por una prótesis.
Su interioridad se inmoviliza, tal como la
escena que el video "congela" en la pantalla.
El sujeto pasa a ser, según le conviene, pura
exterioridad, rostro público en un espacio
público, preservado de la experiencia de la
vacilación, propia de la angustia, y privado de
la humanización que ésta posibilita.
Ese sujeto televisivo incorpora6' una
"humanidad sin atributos...que prefiere el
simulacro a la cosa, la copia al original, la
imagen a la realidad"; él absorbe el lenguaje
mediático que es "meramente presentativo,
cotidiano, navegando sobre, exponiendo
apenas, la superficie del sentido común"; un
lenguaje que refleja "el mundo de los objetos
reencantados por el mercado donde "todo se
conecta con todo" de manera que las
contradicciones quedan excluídas o son
presentadas ya "pre-construídas", con el fin de
que no amenazen el sentimiento de la
inclusión7' y de la ilusión participativa. Siendo
mera circularidad, presente redundante, nada
en la imagen mediática puede desafiarnos.
Esta naturaleza -su esencia- se encarga de que
dentro de ella la profundidad no exista. Si por
ventura la percibimos, será apenas un
constructo: trompe l'oeil
113
LUIZ MEYER
Referencias
1 BENJAMIM,WALTER.
_ L'Oeuvre d'art au temps de ses techniques de
reproduction, in Oeuvres Choisies, Julliard,
Paris, 1959.
2 BARALE, FRANCESCO Y VERRUTO, ANNA.
_ "But is Paris really burning", Int.J.Psycho-Anal.
(1997) 78,373 (traducción brasileña in
Rev.Bras.Psicanal Vol.XXX (3) 571-578,1996)
3 KEHL, MARIA RITA.
_ "Imaginar e Pensar" in Rede Imaginaria,
Televisão e Democracia, Companhia das Letras, São Paulo, 1995.
4 DEBORD, GUY.
_ Society of the Spectacle, Rebel Press, AIM
Publications, 1987.
114
5 AHUMADA, L.JORGE.
"El papel del analista en la era de la imagen:
problemáticas y desafios" in Boletim de
Novidades, Pulsional, São Paulo, 1998.
6 CATALÁN, CARLOS.
_ "La televisión: el éxtasis del presente" in Re
vista Universitária, N.53, Tercera Entrega,
1996, Pontifícia Universidad Católica de Chi
le, Santiago-Chile.
7 WEATHERHILL, ROB.
Cultural Collapse, Free Association books,
London, 1994.
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