el capitalismo triunfante y la crisis del comunismo

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PETER BURNS
EL CAPITALISMO TRIUNFANTE Y LA CRISIS
DEL COMUNISMO: UN NUEVA CONTEXTO
PARA EL PENSAMIENTO SOCIAL CATÓLICO
Vivimos un momento crucial de cambio en la historia moderna de las ideas,
caracterizado por la crisis político-económica del mundo comunista y por el nuevo
estadio del desarrollo capitalista (revolución tecnológica y globalización de mercados,
resultando en una mayor interdependencia económica); junto a un renovado
compromiso ideológico con un capitalismo muy libre. El artículo desarrolla los motivos
por los cuales el magisterio social de la Iglesia y el pensamiento social católico deben
reaccionar ante esta nueva situación y ser fuerza creativa y positiva que aporte
recursos morales e intelectuales para la acción y para orientar y ayudar a los católicos
a posicionarse ante las distintas opiniones políticas de nuestro tiempo.
Capital triumphant and the crisis of Communism: a new context for Catholic social
thought, The Month, 23 (1990). 173-178 y 223-230
Juicio al socialismo
Se han asociado todas -las opciones políticas de izquierda con el fracaso comunista. No
sólo se juzga al totalitarismo, sino al socialismo en general, acusado de falsedad en sus
postulados y de ser inviable en la práctica. Aunque prácticamente ningún socialista
democrático ha llegado a aceptar como socialistas los regímenes de China, Unión
Soviética y Europa del Este, sí lo ha hecho la ideología procapitalista hegemónica
actual, en su empeño de relegar al socialismo al archivo de la historia de las ideologías,
mientras ensalza la libertad como "La Solución" a la ` situación humana, al menos en
sus aspectos materiales. Asimismo, la derecha cristiana defiende con justificaciones
pseudoteológicas su postura procapitalista, y no duda en vincular la libertad de mercado
y la libre empresa con la voluntad de Dios.
Defensa del socialismo
En esté clima intelectual de crecimiento de la ideología capitalista ante la crisis del
comunismo, el pensamiento social católico, así como su praxis, debe: 1) denunciar y
condenar la idólatra sacralización del capitalismo; 2) analizar y denunciar sin temor los
fallos destructivos del capitalismo; 3) apuntar una alternativa más humana. Y todo ello
debe hacerlo como respuesta a retos históricos y experiencias reales de nuestro tiempo.
La crítica del capitalismo
El nombre de Marx siempre ha levantado sospechas en la Iglesia, y a ello ha contribuido
la historia de los regímenes marxistas. Así, la Iglesia ha reflejado la actitud occidental
hacia Marx. Sin embargo, el pensamiento social católico debe mantener y reforzar su
interacción con el pensamiento marxista, básicamente porque la crítica de Marx al
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capitalismo es aún la más persuasiva, y la visión de Marx del socialismo converge en
muchos aspectos clave con la del pensamiento social católico.
El coste del capitalismo
A pesar de sus fallos, hay quienes siguen prefiriendo el capitalismo al socialismo,
porque aquél funciona y éste no. En la economía mundial nadie puede escapar a los
dictados del orden económico internacional capitalista, caracterizado por el hambre, la
pobreza, la inflación, el desempleo, la falta de vivienda, y la explotación de los
trabajadores. Sin embargo, su capacidad total de producción es suficiente para satisfacer
las necesidades básicas de toda la humanidad. Pero a pesar del fracaso de los mercados
e instituciones capitalistas en este cometido, se afirma que el capitalismo funciona.
El capitalismo funciona -¿para quién?
Las disfunciones mencionadas pueden considerarse simplemente como parte de su
funcionamiento normal. La mera continuidad del capitalismo es suficiente para afirmar
que funciona, haciendo a los ricos cada vez más ricos, y sin reparar en los millones de
personas, que mueren de hambre, a pesar de los excedentes alimenticios.
¿No hay alternativa?
La doctrina social católica no puede admitir esta irrelevancia de la miseria de millones
de personas. Sin embargo, se dice que es necesaria, puesto que sería mucho peor bajo
cualquier otro sistema socioeconómico, como demuestra la experiencia comunista.
Identificar las alternativas al capitalismo con los regímenes totalitarios del bloque
comunista es una falacia.
El sistema capitalista mata
Probablemente mueren cada año de hambre y malnutrición unos 15 millones de
personas. Los criterios de mercado, orientados hacia el beneficio, impiden que el
excedente alimenticio sea distribuido con la suficiente igualdad para evitar esas muertes.
Otras se producen por enfermedades que no pueden ser combatidas por falta de recursos
o fruto de accidentes laborales por falta de unas mínimas condiciones de seguridad y
una salud inadecuada, etc.
Este tipo de muertes se producen también en las sociedades comunistas Pero la pregunta
es si el capitalismo resulta realmente mejor. En los 2/3 del mundo dominados por las
relaciones de mercado capitalistas, el número total de muertes innecesarias fruto del
normal funcionamiento del capitalismo podría ser de 25 millones al año.
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El cuadro completo
La mayoría de las sociedades del Primer mundo no alcanzan a comprender el impacto
global de las relaciones de mercado capitalista y su directa relación con los deprimidos
niveles de vida de gran número de personas en otros lugares. Para ello bastaría con
preguntar qué le pasaría al nivel de vida del primer mundo si los precios de todos los
productos importados del Tercer mundo subieran a cotas que permitieran a los
trabajadores que los produce¡¡ tener el mismo poder adquisitivo que el ciudadano medio
occidental. Incluso admitiendo distintos niveles de productividad los trabajadores del
tercer mundo reciben sólo una pequeña fracción de lo que reciben sus homólogos del
Primer mundo.
Víctimas
Al hablar de represión política, la comparación también es menos favorable al
capitalismo de lo que habitualmente se cree. Podría preguntarse cuánta gente ha muerto
a manos de ejércitos apoyados por los EEUU y otros gobiernos occidentales. Las
víctimas incluirían a gente de los cinco continentes.
Al combinar estas muertes con las mencionadas anteriormente, nos encontramos con
que mientras quizás unos 150 millones de muertes pueden atribuirse al estalinismo y al
maoismo, el orden político y económico capitalista internacional ha sido el responsable
de cientos de millones de muertes innecesarias y con frecuencia brutales, y continúa
causando la muerte de millones de personas cada año. El hecho de no poder asociar
estas muertes a un nombre como Stalin o Mao no las hace menos condenables.
Deseo de emigrar
El ideólogo capitalista argumentará, sin embargo, que la gente ha votado tácitamente al
abandonar los países comunistas. El hecho es que generalmente hay un fuerte deseo de
marchar de los países pobres a los países ricos. Además, las grandes migraciones a los
EEUU vinieron al principio de toda Europa, mucho antes del comunismo. Y hay
muchísima migración interna dentro de los países desarrollados, en busca de empleo y
mejores salarios. La ley capitalista del desarrollo desigual hace inevitable el deseo de
emigrar, al margen del comunismo.
La búsqueda de alternativas
En la tradición católica del pensamiento ético y social existe una fuerte tendencia a
estimular la capacidad natural cognoscitiva y deliberativa del ser humano, más que
buscar soluciones a cuestiones prácticas y políticas en la revelación divina. Este gran
potencial del catolicismo fue ya respaldado en el Vaticano II al aceptarse explícitamente
la legítima autonomía del mundo secular y sus disciplinas. Y Juan Pablo II ha
reconocido que el magisterio social de la Iglesia no es una "tercera vía" entre
capitalismo y socialismo, sino más bien una guía teológica a aplicar a propuestas
prácticas políticas:Así el magisterio social, católico, sin perder su rol ni su identidad, no
debe temer ni desdeñar un compromiso serio, crítico y responsable con el pensamiento
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socio-político-económico secular, en su tarea de buscar soluciones prácticas a los
problemas del hombre.
Esta implicación no tiene más remedio que partir de las fuentes de la izquierda secular,
si quiere ir más allá de nuevas generalizaciones éticas, y muy a pesar del poco apoyo
oficial (cuando no oposición frontal) que algunas de estas ideas de la izquierda han
recibido dentro de la Iglesia. Pero al igual que el tomismo fue inicialmente condenado
por corromper la doctrina de la iglesia con una filosofía secular ajena, cualquier
compromiso con políticas de izquierda provocará una crítica similar. Hay que resistir
esta crítica, pero al mismo tiempo desenmascararla.
La alternativa socialista democrática
Para Marx era decisivo saber juzgar y seleccionar entre las distintas formas de
socialismo en base a dos precondiciones fundamentales del socialismo genuino: 1)
predicarse en un modo de producción capaz de satisfacer la demanda de consumo de
una población, y 2) realizarse a través de una masa de trabajadores que ejerzan el
control y la propiedad democráticos de los medios de producción., Es evidente que
ninguno de los actuales países socialistas cumplen estas condiciones, y mucho menos
los requisitos de ser sociedades sin clases, sin mercado, sin Estado pero
tecnológicamente desarrolladas y compuestas por cooperativas de productores libres,
que es a lo que Marx se refería al hablar de comunismo.
Aproximaciones pragmáticas
Actualmente hay que esperar el resultado de la política de Gorbachov y su impacto final
en el mundo comunista. Es posible que surja algo próximo al genuino socialismo, pero
también podría suceder un retorno al totalitarismo, o un vuelco absoluto, al capitalismo.
puro. Lo que queda aún por intentar es la aplicación de la visión de Marx del socialismo
en un país capitalista desarrollado. Sólo así se podría juzgar de forma justa su
alternativa socialista.
Un análisis del capitalismo
Al analizar al capitalismo, Marx vio que los procesos de producción se socializaban
cada vez más, requiriendo un alto grado de coordinación y cooperación, pero al mismo
tiempo el conjunto seguía sujeto a un control y una propiedad inexplicables y no
democráticos. El capitalismo es cada vez más racional en el detalle, pero irracional en
su conjunto. Actualmente hay una enorme planificación que incluye todo tipo de trabajo
coordinado dentro del ámbito de la producción. Sin embargo, esta planificación sigue al
servicio de la acumulación privada del beneficio y del poder. Una dirección democrática
de este uso planificado de la capacidad productiva al servicio de necesidades del
hombre sigue siendo un objetivo inalcanzado, por el modo en que el mercado ha sido
utilizado para encubrir esta acumulación de riqueza planificada pero privada. Lo que
Marx demostró es que la distribución de bienes y servicios no podía explicarse
simplemente por. las leyes de mercado de la oferta y la demanda, pues sus esquemas
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son ya en sí mismos variables que ocultan distribuciones desiguales de poder, que a su
vez dejan al mercado sujeto a la considerable influencia del capital.
La obsesión por la producción y el beneficio
Además de la creciente socialización de la producción, Marx predijo la creciente
concentración de poder económico, periódicas recesiones y booms, y un continuado
avance tecnológico. Mientras que a corto plazo los trabajadores podrían beneficiarse del
crecimiento económico, a la larga no serían capaces de aumentar sustancialmente su
participación de ganancias en la creciente productividad.
Marx predijo que bajo el capitalismo el aumento de la productividad no se utilizaría
tanto para reducir la jornada laboral como para incrementar la producción, y con ello el
beneficio. A pesar de que la productividad ha aumentado repetidas veces en las naciones
ricas, muchos trabajadores aún tienen que trabajar muchas horas en labores pesadas para
producir objetos inútiles sólo para mantener su nivel de vida. Y las reducciones de
jornada laboral y los aumentos de calidad de vida conseguidos han costado décadas de
lucha sindical.
Propiedad democrática
La obsesión por aumentar la productividad y el beneficio no sólo impide la
emancipación del trabajo respecto a las tareas más inútiles, sino que además amenaza el
propio equilibrio ecológico del planeta.
Al depender la estabilidad del capitalismo en su producción creciente, la única salida es
someter el capital a la propiedad y el control democráticos, y situar las necesidades
humanas como el principio rector de su utilización. Lo que justifica esta propuesta es
que no es el dinero, o las máquinas, o la reducción del consumo lo que crea riqueza,
sino las personas a través de su trabajo.
Dos características del socialismo
Marx describió el futuro del socialismo con dos características importantes. A medida
que la tecnología avanzara, posibilitando una mejor satisfacción de las necesidades
físicas, sería cada vez más innecesario asignar en el mercado bienes y servicios,
especialmente aquellos para los cuales la demanda fuera poco flexible. Se ha
demostrado la viabilidad práctica de distribuir servicios de sanidad y educación
básicamente en función de la necesidad, y podría aplicarse también en alimentación y
vivienda. Por supuesto, esta abolición del mecanismo de mercado necesitaría de una
estructura racional de planificación democrática y un firme consenso para limitar los
índices de crecimiento económico.
La otra característica del socialismo sería la progresiva reducción del tiempo de trabajo,
impedida por el propio mecanismo capitalista, o bien mal distribuida (creando
desempleo).
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Marx vio la emancipación del trabajo gracias al avance tecnológico como una
oportunidad única para permitir a los trabajadores desarrollar plenamente todo su
potencial cultural y espiritual. Nuevamente, bajo el capitalismo, estas oportunidades se
distribuyen de forma muy desigual. Solamente la propiedad y el control democráticos y
activos de los medios de producción por parte de los trabajadores puede situar el
desarrollo tecnológico al servicio de la liberación humana.
Transición del capitalismo al socialismo
Marx consideraba a la democracia como esencial al socialismo, y sabía que había que
extenderla a la economía si los trabajadores querían beneficiarse de ella.
El socialismo, por su esencia, no podía instaurarse por decreto. Las clases trabajadoras
debían ser plenamente conscientes y organizarse como un conjunto activo para
conseguir la necesaria transformación de la sociedad. Si las masas estuvieran pasivas o
desorganizadas, ningún poder revolucionario de élite podría verdaderamente engendrar
el socialismo. El socialismo como movimiento de masas es en sí mismo un embrión de
la sociedad socialista.
El estalinismo y el maoismo demostraron lo que puede ir mal si los individuos intentan
forzar el socialismo en una población no preparada se convierte en un transvestismo
brutal de lo que Marx quería. Pero se observa también que a medida que se produce una
industrialización forzada, y la economía y la sociedad se desamolían y son más
complejas, inevitablemente aparecen presiones irresistibles en favor de la
democratización política y la participación popular en el proceso ,de decisión
económica.
La dictadura del proletariado
Para Marx, la idea de democracia no era incompatible con la noción de dictadura del
proletariado por la que abogaba. Una democracia liberal capitalista sería una dictadura
de la burguesía, simplemente porque es la burguesía quien, en tal democracia,
controlaría el poder del Estado. Para Marx, la dictadura del proletariado significaba la
democracia participativa de masas en el período de transición durante el cual se
socializa el poder de los capitalistas. Cuando un movimiento socialista de masas
consigue el poder político y lo ejerce, necesita actuar con toda la autoridad y poder del
aparato estatal. Todo partido político actúa de forma similar al alcanzar el poder.
Ciertamente, Marx subestimó la capacidad del poder económico capitalista para resistir
e incluso frustrar los esfuerzos de los socialistas en el poder.
Marx también advirtió de los peligros inherentes en la propiedad del Estado si ésta
quedaba sujeta a una élite burocrática de la cual el Estado sería meramente propiedad
privada.
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No hay sustituto del proletariado
Todo esto demuestra que no hay sustituto para la gran masa de trabajadores organizados
y concienciados. Ni las élites revolucionarias armadas ni las burocracias de Estado
pueden reemplazarla. Por lo tanto, la experiencia de los Estados socialistas hasta la
fecha debería haber servido de confirmación -y no de descrédito- del marxismo. Este
marxismo democrático no equivale sin embargo a la socialdemocracia europea
occidental, que no obstante ha conseguido importantes logros en los distintos ámbitos
sociales del bienestar (empleo, sanidad, vivienda, educación, consumo, etc.). Estos
logros no surgieron del altruismo natural del capitalismo, sino de muchos años de lucha
política democrática.
Una serie de crisis
En parte también hay que atribuirlos al propio interés capitalista, pues al perseguir la
maximización de la producción y la minimización de los costes, la producción aumentó
más que el consumo, y se produjeron recesiones periódicas que culminaron en la gran
depresión. La enorme crisis se resolvió temporalmente en la posguerra mediante una
combinación de políticas keynesianas de pleno empleo, un sistema de asistencia social
creciente, y un nuevo papel para los trabajadores de alto salario para mantener los
niveles de consumo. Sin embargo, esta estabilización entró en crisis en los años 70
debido a los crecientes costes laborales, el aumento de los precios y la caída de los
índices del dinero. Ante ello, la reacción hostil del capitalismo se convirtió en ataques
contra el keynesianismo, los sindicatos y el Estado del bienestar. Una gran cantidad de
capital salió del Primer mundo en busca de mano de obra aún más barata, y hubo un
incremento en la especulación. Los resultados de este proceso incluyen graves
desequilibrios en las balanzas comerciales, el abandono de las políticas domésticas de
pleno empleo, y una creciente subclase.
Pero los niveles de alto consumo basados en la deuda van a conducir a nuevas presiones
inflacionarias en cuanto crezca la demanda de empleo y el precio de las materias
primas, y las reivindicaciones de los trabajadores en los países industrializados llevarán
a un aumento del coste salarial y de los precios de la importación. Esta presión se, verá
aumentada si se facilita el crédito para permitir a los bancos y demás entidades
crediticias eludir nuevas crisis. Para frenar estas alzas de la inflación, los gobiernos del
Primer mundo probablemente mantendrán la amenaza del desempleo masivo y la
presión para mantener los salarios bajos.
Al mismo tiempo, la desigualdad creciente en las rentas, la falta de inversión en
infraestructura, y los problemas sociales derivados de la pobreza continuarán azotando
las sociedades capitalistas avanzadas, mientras que las crisis del comercio mundial y de
la deuda seguirán hundiendo al Tercer mundo y amenazando con una nueva recesión
global.
La debilidad de la socialdemocracia
Para entender por qué afrontamos esta situación es necesario examinar las debilidades
básicas de la socialdemocracia: 1) fue incapaz de tratar con la internacionalización del
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capital frustrando la capacidad de los gobiernos para dirigir el comercio y mantener el
pleno empleo; 2) se forzó á los gobiernos a contentar al capital para mantener altos los
niveles de crecimiento económico; 3) las tendencias de clase seguían siendo evidentes
en los programas de gasto público (poco democráticos y participativos), no
consiguiendo una redistribución fundamental de la renta.
Una reestructuración radical de la sociedad
La socialdemocracia fue en la práctica demasiado débil para sujetar el capital al control
democrático, y se encerró a sí mismo en una ideología de crecimiento que resulto
insostenible. El socialismo optaría. por una restructuración más radical de la sociedad de
manera que, de una vez por todas, sometería al capital bajo la propiedad y el control
democráticos, mediante medidas adicionales tales como: 1) la socialización de las
decisiones sobre el comercio, la inversión y la distribución de beneficios, mediante la
propiedad pública y supervisión (por parte del gobierno y otros organismos
independientes y democráticos) de los bancos e instituciones financieras y
planificadoras, en cuanto a sus políticas de inversión y comercio, y el uso social de los
beneficios acumulados; 2) la transferencia de la propiedad de la mayoría de las
acciones, en las 1.000 sociedades más grandes, a sus empleados, y periódica
información de sus operaciones a unos consejos reguladores; 3)- un grupo de industrias
estratégicas propiedad del Estado o corporaciones públicas independientes, en materia
de energía y transportes, serían analizadas una a una para decidir la mejor forma de
propiedad para ellas; 4) el fomento, por parte del gobierno local, de cooperativas de
trabajadores comunitarias; 5) control público de precios y renta dentro de un marco de
mercado; 6) una reforma radical de las políticas fiscal e inmobiliaria con el propósito de
lograr una distribución de la renta más igualitaria.
Al considerar todas estas medidas, no se puede insistir demasiado en que lo que se
contempla es una planificación democrática y de carácter estratégico, ni la dirección
operacional de la economía por parte de una burocracia, como en las economías de tipo
soviético.
Subsidiariedad
Estas políticas se utilizarían también para financiar sistemas globales y gratuitos de
asistencia sanitaria, educación y servicios sociales, y un fuerte compromiso para
facilitar viviendas a bajo coste y erradicar su falta. El principio básico de la propiedad y
control democráticos del capital se llevaría a cabo dentro de un marco de supervisión
por parte de consejos reguladores elegidos democráticamente.
Pero el énfasis estaría puesto en los grupos independientes de trabajadores y ciudadanos
que ejercerían las funciones de propiedad y control. Esto enlaza perfectamente con la
doctrina social católica en cuanto al principio de subsidiariedad. Además, el sistema
sería suficientemente flexible para permitir un gran margen a negocios individuales y
familiares de pequeña escala. Este sistema fomentaría el tipo de democracia
participativa que es la clave del socialismo viable. Permitiría que la tecnología y el
capital se pusieran al servicio de necesidades articuladas democráticamente: También
estimularía una cultura social y política profundamente democrática.
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¿Sería económicamente factible este sistema? Sólo su implementación daría una
respuesta definitiva, pero un gran número de estudios teóricos de economistas sostienen
que no sólo sería factible en la práctica, sino que marcaría ventajas económicas sobre el
capitalismo.
Solidaridad social internacional
Es absolutamente crucial que se construyan fuertes lazos de solidaridad social
internacional entre los países desarrollados y los países en desarrollo, para que estas
políticas sean suficientemente efectivas para contrarrestar el poder del capital
transnacional. Los modelos de desarrollo para el Tercer mundo deberían basarse en la
satisfacción de las necesidades básicas, porque un desarrollo sólido depende del tipo de
crecimiento y su distribución, y no sólo de su cantidad. En este punto de su desarrollo,
los países más pobres necesitan una estrategia asistencial dirigida a elevar los niveles
básicos de vida, más que una socialización que de golpe, resultaría sólo en una
socialización de pobreza.
Este es un proyecto difícil y a largo plazo, y requerirá un delicado proceso de educación
sociopolítica. Pero se está produciendo un aumento de la concienciación de grandes
sectores de la población mundial, de su creciente interdependencia al afrontar los:
enormes problemas de la humanidad, y la necesidad de una acción co-operativa global
para hacerles frente.
Democracia económica
Al mismo tiempo está emergiendo una conciencia popular en favor de la democracia en
distintas partes del planeta. Hasta ahora se ha puesto un énfasis en la democracia
política, pero a medida que se reflexiona más sobre los ideales democráticos, hay una
gran necesidad de que el proceso de democratización se extienda a la esfera económica.
En la Europa del Este especialmente, esto puede tomar la forma de la propiedad de los
trabajadores de la industria, y formas de planificación económica estratégica que
regulen socialmente el mercado. También en Occidente, a medida que los ciudadanos
observan la lucha por la democracia en otros lugares, pueden empezar a preguntar de
cuánta participación democrática gozan en el desarrollo económico, tecnológico y social
de su propia sociedad.
Una organización tan internacional como la Iglesia Católica Romana está en una buena
posición para facilitar este proceso usando sus fuentes educacionales para el bien
común. Pero el pensamiento y la praxis social católicos deben entrar en una relación
renovada con las organizaciones socialistas y seculares: si se quiere lograr una masa
crítica para cambios decisivos. Son muchas las complejidades y dificultades que esta
tarea entraña, pero la alternativa es un mundo a merced del capitalismo global.
Si las reformas en el, bloque comunista, especialmente en la URSS, consiguen una:
cierta medida de socialismo democrático, supondrá un gran estímulo para la izquierda
democrática occidental. Es teniendo presente esta posibilidad que el pensamiento social
católico debe apoyar el proceso de reforma en el mundo comunista. Esto significará
desarrollar vínculos más estrechos con las fuerzas progresistas de estos países, pero al
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mismo tiempo intentar alejarlas de la tentación de seguir el camino capitalista. Una
familiaridad con el genuino pensamiento de Marx por parte de los pensadores sociales
católicos facilitaría este tipo de interacción. Afortunadamente hay grupos significativos,
especialmente en la URSS, que a la vez que decididamente críticos con el estatalismo
burocrático que ha caracterizado el desarrollo de sus sociedades y ha provocado la
actual crisis, también se comprometen a una alternativa democrática socialista al
capitalismo occidental.
La convergencia del pensamiento social católico y el socialismo de Marx
Algunos aún serán escépticos ante la idea de que el pensamiento social católico tiene
.mucho. en común con la visión de Marx del socialismo. Pero creo que, una
comparación sin prejuicios revela muchos puntos de convergencia. Quizás el más
fundamental sea la opción básica común por un tipo de sociedad conscientemente
participativa y cooperativa, y por una solidaridad global entre los pueblos. Además, el
magisterio social católico ha reiterado la prioridad de tres preocupaciones claves ante el
efecto del capitalismo: 1) la opción preferencial por los pobres; 2) la dignidad y los
derechos de los trabajadores; 3) el servicio de las necesidades básicas humanas sociales
y físicas.
Otro tema clave ha sido la idea de que la tecnología y la ciencia deberían estar al
servicio del hombre y no viceversa. El acento católico en el respeto por los recursos
naturales está en conexión con ello. Muchos socialistas actualmente están extendiendo
la visión de Marx en este sentido a la vista del peligro de daño ecológico provocado por
el incesante crecimiento económico. Esto encaja con el deseo de Marx de dirigir las
mejoras en la productividad a eliminar el trabajo innecesario en lugar de seguir
incrementando la producción. Marxistas y católicos pueden unirse en la crítica al
consumismo fútil. El deseo de Marx de que los hombres utilicen su progresiva
emancipación del trabajo innecesario para cultivar su propio desarrollo espiritual y
cultural converge con el interés de Juan Pablo II por un auténtico desarrollo humano en
Sollicitudo Rei Socialis.
Tradujo y condensó: VICTOR SÁNCHEZ
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