LAS PREOCUPACIONES DE LOS NIÑOS SON MAS INTENSAS DE LO QUE SOSPECHAMOS En un artículo anterior había hecho referencia a cómo tendemos a pensar que las personas son más felices que nosotros, sobre todo cuando vemos sus perfiles en Facebook, donde siempre aparecen sonrientes y rodeados de amigos. Todo parece indicar que nos dejamos llevar por la misma ilusión en el momento de valorar las preocupaciones de los niños. Es decir, tendemos a minimizarlas y a maximizar sus niveles de felicidad. Al menos así lo confirma un estudio desarrollado en la universidad de California. Los investigadores reclutaron a 228 niños sanos con edades comprendidas entre los 4 y los 11 años y evaluaron sus preocupaciones y miedos. Lo curioso fue que cuando le preguntaban a sus padres, estos tendían a catalogar al niño como más despreocupado de lo que los propios infantes se valoraban. Los investigadores desarrollaron un segundo estudio para contrastar estos resultados iniciales. En esta ocasión se aseguraron de que los padres y los niños respondiesen exactamente a las mismas preguntas que evaluaban el nivel de ansiedad, preocupación y miedo. Una vez más, se apreció que los genitores subestimaban las emociones negativas que experimentaban sus pequeños. Finalmente, en una tercera ronda, se reclutaron otros 90 niños con sus padres para evaluar el grado de optimismo. Como puedes presuponer, en esta ocasión los padres tampoco se mostraron muy precisos en evaluar el grado de optimismo de sus pequeños, atribuyéndoles más emociones positivas de las que estos referían. ¿A qué se debe este fenómeno? Las explicaciones pueden ser muy variadas. Por ejemplo, los investigadores hipotetizan que quizás los niños perciben sus emociones de forma distorsionada y que son los padres quienes pintan el cuadro real. En este punto, los adultos suelen pensar que si los pequeños no han pasado por vivencias realmente traumáticas, no tienen por qué sentirse tristes o preocupados. Y, de cierta forma tienen razón, los niños no tienen suficiente experiencia como para calibrar el nivel de sus emociones positivas o negativas. Sin embargo, esto no significa que se deban sentir felices o que no tengan miedos. Por ejemplo, el hecho de que los dragones no existan en la realidad, no significa que los pequeños no le teman y que incluso, en las noches, no se sientan aterrados por esta imagen. Lo que quiero decir es que cada persona vivencia las experiencias de vida de manera diferente por lo que un evento nos dañará o nos hará feliz en la misma medida en que consideramos que es significativo. Por otra parte, también podría lanzarse otra hipótesis: los padres se dejan llevar por los estereotipos en el momento de evaluar el estado emocional de sus hijos. En práctica, las creencias de que los niños no tienen problemas como los de los adultos o que no entienden la magnitud de los acontecimientos, podrían nublar nuestra percepción de las reacciones infantiles. Ya sea por un motivo u otro, creo que lo importante es mantenerse siempre atentos a los más pequeños de casa y no restarle importancia a sus problemas, miedos y preocupaciones. Solo así podremos construir una relación sólida y comprensiva que se mantendrá por toda la vida. Fuente: Lagattuta, K.H.; Sayfan, L. & Bamford, C (2012) Do you know how I feel? Parents underestimate worry and overestimate optimism compared to child self-report. Journal of Experimental Child Psychology; 113 (2): 211-232. Jennifer Delgado Suarez Publicado en: Rincón de la Psicología, 11 de marzo de 2013