TITULOS ALTERNATIVOS:

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TITULOS ALTERNATIVOS:
A) ¿ES POSIBLE UN MAYOR CRECIMIENTO SIN QUE AUMENTE LA INFLACION?
B) ¿NOS ENCONTRAMOS ANTE UN NUEVO PARADIGMA DE LA ECONOMIA
MUNDIAL?
Guillermo de la Dehesa
Desde hace unos años, la experiencia de la economía
americana, que ha mostrado unas tasas de inflación menores de las
esperadas y unas tasas de crecimiento mayores de las previstas,
ha dado pie para que surja una nueva teoría, llamada el "nuevo
paradigma" o la "nueva era", en la que se intenta demostrar que
nos encontramos ante una nueva etapa en la que será posible mantener
unas tasas elevadas de crecimiento y de bajo desempleo manteniendo
controlada la inflación en niveles tan bajos como los actuales.
Esta nueva teoría, que lógicamente ha adquirido en poco
tiempo amplia popularidad, especialmente entre los empresarios
los periodistas y los políticos, aunque también entre algunos
economistas, se basa en dos ideas muy simples.
Por un lado, se piensa que la revolución tecnológica
digital está permitiendo un crecimiento de la productividad
desconocido hasta ahora, lo que hace que la economía pueda crecer
más rápidamente y las empresas puedan absorber mayores costes
laborales sin por ello tener que aumentar los precios.
Por todo ello, se cree que la globalización de la
actividad económica está resultando en una fortísima competencia
que impide que los precios puedan aumentarse por las empresas,
incluso aunque se enfrenten a una mayor demanda de sus productos
o servicios.
Las consecuencias para la política económica de este
"nuevo paradigma" son muy claras: La Reserva Federal americana no
debería aumentar los tipos de interés en los próximos meses porque
no hay peligro de inflación futura, y si los sube tomará una decisión
errónea porque afectará negativamente al espectacular y sostenido
crecimiento de la economía americana sin tener necesidad de ello.
Esta nueva teoría viene a contradecir la ortodoxia
tradicional, en la que la mayoría de los economistas seguimos
creyendo, que consiste en predecir que un crecimiento económico,
rápido y sostenido, como el americano en los últimos seis años,
que ha conseguido reducir la tasa de paro a niveles históricamente
mínimos, lleva, invariablemente, a una aceleración de la inflación.
Si la nueva teoría fuese confirmada por la realidad, y
estuviésemos ante una nueva "revolución industrial", el futuro de
Estados Unidos y, en buena parte, de Europa sería brillante tanto
para el empleo, la convergencia de renta y la producción, como para
los mercados financieros y el sector público. Si, por el contrario,
se impone finalmente, la tradicional relación entre el desempleo
y la inflación, el futuro será menos optimista y habrá que sacrificar
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algo de crecimiento a corto plazo en aras de un mantenimiento de
la estabilidad.
A pesar del atractivo y popularidad de esta nueva teoría,
cuando se hace un análisis básico de sus fundamentos se observan
serias de debilidades.
En primer lugar, las estadísticas sobre la productividad,
que se miden en términos de productos por hora trabajada y por
persona empleada, muestran que su crecimiento en Estados Unidos
ha sido relativamente bajo e inferior al de la mayor parte de los
países europeos. Esto se debe a una serie de causas. Es cierto que
la productividad en la industria manufacturera ha aumentado mucho
en los últimos años, pero se ha debido parcialmente, a que las
empresas industriales han traspasado buena parte de su mano de obra,
no directamente involucrada en la producción manufaturera,a otras
empresas (el famoso "outsourcing"). Naturalmente, la estadística
de 1996 muestra un ligero aumento del producto por ocupado en la
industria, pero una fuerte caída de las horas trabajadas en las
empresas industriales con lo que la productividad aumenta,
exagerada y artificialmente, un 3,3%. Mientras tanto, el resto de
la economía americana, no agropecuaria, no ha aumentado ni un ápice
su productividad, ya que han aumentado, notablemente, las horas
trabajadas. Asimismo, la reducción general del desempleo ha
contribuido también a que la productividad media de la economía
americana haya aumentado sólo el 0,6% anual en los últimos cuatro
años.
En segundo lugar, tampoco existe evidencia de que los
beneficios de las empresas hayan aumentado, a pesar de los aumentos
salariales, por causa de la productividad. La expansión de los
beneficios se dio en 1993 y 1994, años en los que los salarios reales
cayeron un 1% anual y la productividad creció un 1%. A partir de
entonces los salarios reales han aumentado lo mismo que la
productividad. Si los márgenes de explotación empresariales han
seguido creciendo ha sido más por unos bajos costes financieros
y por unos imputs importados más baratos, dada la fortaleza del
dólar, que por un aumento de la productividad.
En tercer lugar, la globalización económica no ha tenido
todavía un gran impacto sobre la economía americana que es aún una
economía bastante cerrada ya que sólo importa un 12% de su PIB.
Por otro lado, no existe una relación sistemática, en los análisis
de países, entre grado de apertura al exterior y tasa de inflación.
Por último, una competencia internacional mucho más fuerte hubiese
reducido los márgenes empresariales y, sin embargo, estos han
seguido subiendo y son ahora más altos que antes de
que la
globalización empezara a ser creciente.
Sin duda alguna, ha sido la fortaleza del dólar la que
ha permitido que la inflación se mantuviese, a pesar de la fuerte
reducción del desempleo y de la mayor presión salarial, ya que no
hay que olvidar que desde la primavera de 1995 el dolar se ha
apreciado más de un 20%. Otro factor que ha ayudado algo a que se
mantenga la tasa de inflación ha sido la creciente desincronización
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del ciclo americano con el Europeo continental y con el Japonés,
ya que mientras las presiones inflacionistas en Estados Unidos
aumentaban por la expansión, en Europa Continental y Japón se
reducían por la recesión, si los tres se hubiesen expansionado al
mismo tiempo las presiones inflacionistas hubieran sido mayores.
Por estas razones, entre otras, el nuevo paradigma no
tiene consistencia suficiente para ser ni nuevo ni paradigma. Al
menos en los próximos años. El futuro quizá sea diferente, pero
de momento no lo es aunque, es posible que sea en Estados Unidos
donde primero cambie. Por lo tanto, si la economía americana sigue
mostrando signos de presión salarial y escasez de mano de obra para
cubrir las demandas de empleos, si el dolar empieza a caer en los
próximos meses, y si la Reserva Federal no toma medidas
precautorias, la inflación en Estados Unidos no tardará en despegar
de nuevo, como ha sido el caso tradicionalmente siempre que se han
dado condiciones parecidas.
Otro caso distinto, al menos temporalmente, es el de la
Europa Continental, es decir, excluyendo al Reino Unido e Irlanda,
que se han acercado más al ciclo americano que al del resto de Europa.
Aquí la recuperación se está empezando a consolidar pero algunos
países como España, están ya en plena expansión. Dado que el
crecimiento Europeo está aún por debajo de su potencial y que el
nivel de desempleo cíclico es aún alto, no se puede decir que se
den aún condiciones para tener que empezar a subir los tipos de
interés, Sin embargo, si los tipos empiezan a subir en Estados
Unidos, dado que la globalización en los mercados financieros es
muy elevada, especialmente entre Estados Unidos y Europa, parte
de dichos aumentos terminarán trasladándose a nuestro continente.
Por todo ello, creo que sería erróneo que los ciudadanos
pensaran que hemos entrado en una nueva era en la que se va a crecer
más rápido y en la que no va a haber inflación. Las decisiones que
puedan derivarse de tal idea provocarían una gran burbuja
especulativa en los mercados, es decir, a la postre una inflación
en los activos financieros en lugar de los reales,
de la que al
final, sólo se podrá salir por la vía dura, como ha ocurrido en
Japón.
8 de septiembre de 1997
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