EL DILEMA ACTUAL DE LA POLITICA MACROECONOMICA Versión corregida Guillermo de la Dehesa Técnico Comercial y Economista del Estado La experiencia española de finales de los 80 y principios de los 90 nos ha demostrado que las políticas fiscal y monetaria no deben ni pueden plantearse con total independencia la una de la otra. La mezcla de una política fiscal fuertemente expansiva y, como reacción, de una política monetaria restrictiva en un contexto de tipos de cambio cuasi fijos, de libertad total de movimientos de capital y de externalidades negativas procedentes de la reunificación de Alemania, país eje del SME, dio como resultado unos elevados tipos de interés a corto plazo, una inflación creciente, una apreciación real del tipo de cambio con la consiguiente pérdida de competitividad y, finalmente, una recesión que pudo haber sido mucho mayor si los mercados financieros no hubiesen forzado varias devaluaciones sucesivas de la peseta. El cambio radical en la mezcla de las políticas marcoeconómicas pasando a una política fiscal restrictiva y monetaria expansiva, impuesta por los criterios de consolidación fiscal de Maastricht y por la salida de la recesión, ha resultado mucho más creíble y ha permitido reducir la inflación, los tipos de interés a largo y a corto y, además, cumplir el criterio de tipo de cambio dentro de las bandas estrechas del mecanismo de cambio del SME. La salida de la recesión ha sido lenta pero secuencialmente correcta. Los motores del crecimiento han sido: primero la exportación, después la inversión y ahora el consumo. Finalmente, la reducción de tipos de interés, propiciada por la credibilidad de la consolidación fiscal y por las crecientes expectativas de que la Unión Monetaria se va a iniciar en la fecha prevista y con España como país del grupo de cabeza, ha terminado por crear un cierto clima de euforia que ha elevado los precios de los activos financieros creando un efecto riqueza que, a su vez, ha incentivado un relanzamiento del consumo. La recuperación del consumo, que representa casi el 80% de la demanda interna, está dando un fuerte impulso a la actividad económica, que está superando todas las previsiones de crecimiento para este año. En el corto espacio de un par de meses se ha pasado de dudar de la consecución de un 3% de crecimiento para este año a tener la certeza de que el crecimiento va a acercarse al 3,5%. Ante esta recuperación mucho más fuerte de la esperada, el Banco de España se muestra cauto a la hora de bajar los tipos 1 de interés a corto plazo. Este retraso ha desatado ciertas críticas a la política monetaria. No comprenden algunos economistas, por qué no se aproveche el margen de reducción de los tipos de interés a corto plazo, por las siguientes razones: Primero, hay que hacerla, en todo caso para poder converger con los tipos alemanes (que ahora están 2 puntos por debajo) en Mayo de 1998 cuando se den a conocer los países que formarán parte del grupo de cabeza de la Unión Monetaria. Segundo, España tiene un crecimiento claramente inferior a su potencial, de entre 1,5 y 2,5 puntos de "output gap". Tercero, cuando nuestra tasa de paro es, en el peor de los casos, el doble que la de la media de la Unión Monetaria y, en el mejor de los casos, un 70% superior. Cuarto la tasa de inflación subyacente está en su nivel más bajo de la historia reciente y ni aquí ni en toda Europa (salvo en el Reino Unido) existen aún signos de recalentamiento. Los argumentos son, en principio, contundentes, pero también existen contraargumentos para mostrarse cautos como lo hace el Banco de España. En Estados Unidos y en el Reino Unido han empezado a subir los tipos de intervención teniendo un repunte de la inflación a medio plazo. Ulteriores subidas a finales de año por parte del Consejo de la Reserva Federal pueden empezar a transmitirse a Europa, dada la interpenetración de los mercados financieros a ambos lados del Atlántico. En Alemania y Japón la recuperación está siendo también hoy superior a la prevista y ambos países podrían subirlos también a principios de 1998. La fortaleza del dólar podrían empezar a tener efectos inflacionistas sobre el precio en pesetas del petróleo y otras materias primas. El consumo de bienes duraderos está ya iniciando una fuerte subida, este año podría crecer al 5%. Las cotizaciones de las acciones en bolsa siguen su marcha ascendente. Finalmente, parece lógico que el Banco de España quiera conocer, antes de reducirlos en mayor cuantía, que reducción del déficit público va a presentar el Gobierno en Septiembre en su propuesta de Presupuesto de 1998. Toda esta serie de argumentos naturalmente, deben ser matizados y situados dentro del contexto actual. El Banco de España y otros muchos banqueros centrales no desean, subir los tipos de interés de intervención para evitar futuras presiones inflacionistas porque podrían abortar la recuperación y, por ello, prefieren que, dado que la economía se está recuperando a buen ritmo, sean una mayor consolidación fiscal y reducción del déficit público las que lleven a cabo la tarea estabilizadora, especialmente, cuando los niveles de deuda pública sobre PIB son aún tan elevados. Es decir, quieren que la política fiscal sea aún más restrictiva y colabore a despejar un posible repunte inflacionista. Piensan que utilizar reducciones de gasto presupuestario para evitar un recalentamiento demasiado prematuro de la economía es una política más sana que tener que subir tipos de interés ya que estos pueden frenar en exceso la inversión por parte de las empresas y la compra de viviendas y de bienes de consumo duradero por parte de las familias. 1 En este contexto, se puede comprender que el Banco de España no quiera bajar ahora con rapidez sus tipos de intervención para después tener que subirlos dentro de unos meses, si los alemanes y los americanos los suben. Podría reducirlos más rápidamente si hubiese una colaboración compensatoria consistente en una mayor consolidación fiscal y dejar que, más adelante, el Banco Central Europeo los suba, si para entonces el recalentamiento es más manifiesto y se inicia un repunte inflacionista. Se impone, por tanto, una colaboración estrecha entre nuestras políticas presupuestaria y monetaria, por lo menos hasta que esto ya no sea posible al pasar la segunda al Banco Central Europeo que tendrá que guiarse no por la situación de inflación y crecimiento de un sólo país, sino por la situación media de los países miembros de la Unión Monetaria. La reciente experiencia de los procesos de ajuste fiscal en Europa han demostrado que, si tienen credibilidad como es nuestro caso, y tienen la composición adecuada (es decir, se aplican a gasto corriente y no a inversión), introducen una mayor estabilidad, sin por ello afectar negativamente al consumo y la inversión privadas, ya que las familias y las empresas reducen el valor presente de los impuestos futuros esperados al observar que se estabilizan o contraen los niveles de deuda, puesto que, racionalmente, consideran que la deuda de hoy serán impuestos mañana. Todas estas consideraciones vienen a corroborar que si se quiere seguir teniendo un crecimiento estable y duradero conviene seguir manteniendo el "policy mix" actual, pero reforzando la contracción fiscal conforme el crecimiento se acelera. El peor escenario que podría preverse a medio plazo es que la política fiscal siga siendo contractiva para poder cumplir con el Pacto de Estabilidad y la política monetaria también pase a ser contractiva incluso antes de que empiece a funcionar el Banco Central Europeo, ya que es posible que este último, para ganar credibilidad internacional y erigirse en un digno heredero del Bundesbank, inicie con una subida de tipos. La mezcla de las dos políticas macroeconómicas básicas de carácter contractivo podrían tener efectos negativos a corto plazo sobre la recuperación europea y, especialmente, sobre un país como el nuestro que necesita crecer a un ritmo más rápido para poder reducir su elevada tasa de paro y minorar sus diferenciales de renta per capita con la media europea. Por último, conviene hacer una seria advertencia a la política económica de toda la Unión Europea, no sólo de España. El actual período expansivo europeo es el fruto de la mezcla de expansión monetaria y restricción fiscal, pero si no se prosiguen y profundizan las reformas estructurales pendientes el impulso actual durará poco tiempo y existe el riesgo de retornar a un período recesivo como el de 1993-1994. 22 de agosto de 1997 1