Informe Técnico al GADL/ GDFE - Grupo de Fundaciones y Empresas

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Informe Técnico del Grupo de Afinidad de Desarrollo Local – Grupo de Fundaciones y Empresas
Año 2011
Marco Conceptual de la Inversión Social Privada para el Desarrollo Local.
Fabio Quetglas
1.- Acerca del presente informe.
El objeto del presente informe es compartir un marco de referencia, sobre la importancia que para la inversión
social privada tiene la evolución que adquiera el tratamiento que la agenda pública le dé al concepto de
“Desarrollo Local”
El encuadre referencial, se propone como una herramienta para aquellas organizaciones empresariales que
vienen llevando adelante o se encaminan a realizar acciones orientadas a la generación de entornos calificados
para la sociabilidad y la expansión de las capacidades humanas (RSE / ISP en sentido amplio). En ese sentido, el
presente no es un documento de “recomendaciones”, toda vez que como podrá verificarse a lo largo del
mismo1, la heterogénea realidad de empresas y territorios lo impide.
La naturaleza del informe es – obviamente – desde una posición teórica a) facilitar la construcción de sentido, b)
canalizar los términos del debate y, c) estimular de una manera al mismo tiempo abierta, rigurosa y ordenada,
que dichas organizaciones se involucren por los medios que entiendan conveniente en las cuestiones actuales
vinculadas al “Desarrollo” y el “Desarrollo Local”, como parte del compromiso con el entorno en el que les toca
operar.
2.- El Desarrollo en sus orígenes conceptuales.
Bajo el nombre de “desarrollo” la literatura política y económica ha referido en el último siglo a tres conceptos
emparentados pero diferentes:
a) Un resultado social: El Desarrollo se asociaba al “escenario transformado” por la incorporación masiva de la
industria como modo de producción. Esta visión del Desarrollo como un resultado, fue la que más intensa
asociación estableció a la “urbanización intensiva”, con la consecuencia de generar un lugar común de
referencia entre las nuevas pautas de la vida urbana con el desarrollo. Se trata de una asociación
importantísima, porque sin dudas las “nuevas formas de vida” del entorno de las ciudades devenidas en
metrópolis, constituirán el discurso cultural del Desarrollo; una relación riquísima entre modos de producción y
su impacto territorial, con implicancias hasta el día de hoy.
b) Una segunda acepción, identificaba al Desarrollo con el proceso por el cual se instaba a la industrialización y
“modernización” de la producción y los usos sociales, es decir al conjunto de las políticas de estímulo a la
transformación.
1
La diversidad de modos relacionales y estrategias empresariales en torno a la promoción del Desarrollo Local ha sido una
de las conclusiones del 1er encuentro llevado a cabo por el GADL
c) Por último, una acepción valorativa; el “Desarrollo” como “lo bueno” del orden emergente, frente a otro
orden precedente. El “Desarrollo” se constituía en la condensación de un conjunto de aspiraciones
transformadoras, de quiénes consideraban a esa “nueva sociedad” superior a las sociedades pre-existentes
(agro-artesanales). El Desarrollo en esta visión implicaba todo lo bueno y nada de lo malo, de un proceso sobre
cuyas consecuencias era difícil hacer predicciones serias. Se trataba en esta tercera acepción del “Desarrollo
emancipador”, el que terminaría con las restricciones materiales, con las dominaciones serviles y al que nada se
le opondría, porque fundado en la ciencia y la tecnología podría dominar aún la naturaleza misma.
Y con estos tres posibles significados, el término, se propagó porque existían fundamentos sólidos para que
sucediera. Y por detrás de todo este juego de palabras, se generaba un cambio en la base tecnológica de
producción, una alteración de la organización social, una multiplicación y concentración de la riqueza, la
aparición de nuevos actores sociales, el cambio de rol de los pre-existentes, la modificación de pautas de vida, y
el surgimiento de desafíos y problemas desconocidos.
No puede explicarse la expansión del concepto, sin comprender que por aquellos finales del 1800, ya estaban
dadas todas las condiciones para que sucediera. En términos materiales podía aplicarse asociado a una forma
de producción nueva, más eficiente y compleja y en términos simbólicos vincular esa novedad, esa eficiencia y
esa complejidad a la emergencia de un nuevo modo de organización social.. Desde principios del siglo XX, la
afirmación “sociedad desarrollada” (en general, como sinónimo de “industrializado/a”) ha ganado hasta
entrados los años 70 una connotación inequívocamente positiva. Muy pocos, desde un primer momento
cuestionaron el uso excesivo y creciente de un término tan omnicomprensivo y movilizador.
¿Qué sucedió desde aquellos años con este término?
La asociación inicial del Desarrollo con el proceso de industrialización intensiva, y con su primera derivación: la
urbanización intensiva, va a impregnar todo el recorrido que el concepto ha hecho. Por años Desarrollo e
Industrialización fueron usados casi como sinónimos. Y era un uso justificado. Sin embargo, para nosotros
puede resultar conveniente recordar que tal asociación se vinculaba al incremento de la eficiencia productiva
que la industria generaba y sobre todo a las mayores necesidades organizacionales y de conocimiento que una
forma de producción más compleja requería.
Así, hay cuatro cuestiones que “marcan” el carácter intenso y algo confuso del término:
a) la idea tecno-eficiente, la asociación del Desarrollo con tecnología para producir más eficientemente. Se
trata de una asociación primaria: Desarrollo es el uso adecuado del conocimiento socialmente útil.
b) el sentido de “ruptura”, que señala una clara diferenciación con un modo anterior de hacer las cosas. La idea
que la eficiencia económica, genera transformaciones sociales y “rompe” con esquemas pre-existentes.
c) la ambigüedad entre sentido de emancipación o la construcción de una nueva cultura de control de las
acciones humanas. Aquí el término condensa la lucha existente, entre quienes creen que la introducción
tecnológica para la mayor eficiencia económica es un fin en sí mismo y a la vez una fuerza de resolución de
problemas. Y desde otra perspectiva, quiénes creen que hay que poner “prudencia o criticidad” en un proceso
técnico que entraña riesgos, y que crea entornos de difícil gobernabilidad.
d) la causalidad; la fuerza del proceso industrial, rápidamente genero las condiciones para concluir en la
imposibilidad de pensar el desarrollo ni como un hecho de la naturaleza ni como una situación casual. La
complejidad industrial implicaba que el desarrollo era un fenómeno causado, por concretas decisiones políticas,
técnicas y empresariales que se conjugaban para facilitar y ampliar el proceso económico. No hay fatalismo en
el Desarrollo, sino complejidad.
3.- La naturaleza sistémica del “Desarrollo”.
La experiencia histórica demuestra que el “desarrollo” como contexto dotado de ciertos atributos positivos
(ciudadanía extendida, base productiva amplia, competitividad económica, razonable distribución de los
beneficios económicos, criticidad cultural, sostenibilidad ambiental, capacidad innovativa, contexto institucional
calificado, convivencialidad cuidada, etc.), no es un resultado que pueda ser construido por un actor social
aislado –por significativo que este sea-. Más bien lo que se evidencia de un modo creciente es que se trata de
una construcción colectiva y transtemporal, de características sistémicas. Dicho de otro modo, que a partir de
ciertas referencias dadas, el conjunto de actores sociales relevantes toman ciertas opciones y constituyen a
partir de las mismas (sean estas institucionales, culturales o económicas) un paradigma relacional, que facilitan
unas respuestas de parte de los otros actores; lo que va construyendo un “escenario” en el cual emerge un
modo muy específico de “gestión colectiva de las oportunidades”. A esa situación un tanto “vaporosa” e
“indescifrable”, que se nos manifiesta por conductas pro-activas, espíritu de cooperación, reconocimiento de
los meritos ajenos, prácticas anticipatorias, miradas transformadoras, porosidad a la incorporación de
tecnologías disruptivas, etc, solemos llamar “Desarrollo”, un orden sistémico y referencial que a veces aún no
podemos parametrizar con claridad.
En las sociedades contemporáneas abiertas, las empresas son (o pueden ser) agentes fundamentales de
“Desarrollo” en su rol clásico, como organizadoras del proceso de oferta de bienes y servicios, porque en las
múltiples tareas que ese rol implica se ponen en juego aquellas referencias que detallamos arriba.
Sin embargo y a pesar de su centralidad, las empresas no solo existen en una “cadena de valor material o
directa” conviven con otras organizaciones (Estados, familias, organizaciones de la sociedad civil, partidos
políticos, etc) en esferas de incidencia no siempre claramente diferenciadas; y en esa co-existencia se articulan
lógicas de actuación y valoraciones múltiples. Es importante para el universo empresarial comprender tanto su
rol específico, cuanto su lugar en el ecosistema social. Son ambos extremos las referencias de sus espacios de
aportación a un proceso sistémico (y en tanto tal no fácilmente gobernable).
Tal sistema requiere de empresas, en el sentido amplio del término, en tanto manifestación de una cultura de la
iniciativa. No hay “Desarrollo” sin esa energía.
Pero si el “Desarrollo” frente al “Subdesarrollo”2 es una manifestación de civilización, de vida compartida con
sentido cívico, vocación de pertenencia y reciprocidad; como la aventura del “buen vivir colectivo, compartido y
co-construido”, ello implica que no tanto la existencia o no de empresas, sino el modo de existir de las
empresas en la comunidad, es lo que determina su aporte al “Desarrollo”
3.- El Desarrollo más allá del fetichismo estadístico, y de las segmentaciones
Si consideramos al “Desarrollo” como un contexto, quedan relativizadas (aunque no eliminadas), las
ponderaciones en base a estadísticas tradicionales. Ello no significa que no se pueda medir nada y que todo sea
Ciertamente muchos autores críticos – con una dotación argumental sustantiva- consideran al Desarrollo/Subdesarrollo
como manifestaciones diversas de un sistema único.
2
relativo, pero sí implica (como no podía ser de otra manera) que debe incrementarse el sentido crítico (más que
los ítems) a medir3.
En esa lógica, el gran aporte de las empresas al tejido social, es – naturalmente –su sensibilidad económica, en
el sentido de estar orientadas a producir resultados con clara conciencia del esfuerzo invertido en obtener los
mismos. Los diversos modos en que las empresas consiguen proveer a la demanda social de bienes y servicios,
implica una enorme articulación, gestión y promoción de capacidades, conocimientos y conductas tangibles.
Cuando se pondera el aporte de las empresas al “Desarrollo”, la visión fetichista reduce la misma a un “número”
a una cantidad de producto. Eso es sólo una parte de la verdad, la más visible y por tanto evidente. Pero las
empresas incorporan en ese proceso a la vida social agentes entrenados, oportunidades, contextos de
negociación (muchas veces más fiables que los externos) e incluso obviamente espacios de creatividad,
investigación y promoción humana.
Muchas veces, cuando se señala que el “producto” es un indicador insuficiente de “Desarrollo” desde la esfera
empresarial, se piensa que esa afirmación es “anti-empresaria”, porque a lo largo del tiempo se fue
cristalizando una imagen simplificadora y distorsionada de la empresa como un “ducto” donde entra insumos y
salen productos. En verdad para que salgan los productos que se necesitan en cantidad y calidad adecuada y
puestos en los lugares que son requeridos, etc, las empresas más que un “ducto” son el nodo de una red de
relaciones y aprendizaje, de vínculos contractuales e incluso una plataforma de reflexión pragmática sobre lo
que se demanda y como satisfacerlo.
La superación del fetichismo estadístico, más allá de un imperativo académico, en el sentido de valorar
crecientemente un “nuevo universo de resultados” relacionado con las capacidades y la calidad de entorno para
el ejercicio de la ciudadanía; debe ser para las empresas un eje en el que re-dimensionar su rol social como
“constructoras de posibilidades económicas”.
Y en esa lectura es que las empresas necesitan mucho más que un funcionamiento “armónico” del mercado,
requieren de estatidad calificada generando y gestionando reglas de funcionamiento social adecuadas,
consensuales y asumibles, requieren de un sentido de la sociabilidad que extienda valores positivos: de
convivencia, pluralidad, iniciativa, cuidado. No es posible la existencia de mercados calificados en contextos de
institucionalidad cuestionada; ni es posible sostener un Estado calificado con una economía pobre; e
idénticamente si no se extiende la valoración positiva de la competencia transparente, del mérito, es imposible
que prosperen las empresas, etc. Por tanto no hay tres esferas sociales (mercado, estado, tercer sector); sólo se
trata de un ejercicio analítico. Lo que existe es una constante influencia de espacios, y las empresas que en el
capitalismo industrial han ocupado un lugar de centralidad social sustantivo con su actividad impactan en todo
el mundo social (generando producto, pagando impuestos, estableciendo pautas horarias, facilitando o
impidiendo progresos personales, estimulando formas de consumo, etc.).
En cualquier caso la construcción del “Desarrollo” es una epopeya cotidiana, exigente y reflexiva; que así
como posibilita la expansión de posibilidades, obliga a los actores a asumir criterios de actuación
crecientemente conscientes.
Una visión contemporánea del “Desarrollo”, ubica al mismo tanto como resultado cuanto como concepción que
permite la coexistencia de un conjunto de móviles para una existencia colectiva enriquecedora: en el mundo del
“Desarrollo” conviven la ganancia, la distribución de beneficios y la sociabilidad inmaterial. El sentido utilitario
de la producción es superado y la actividad económica adquiere un sentido más amplio, civilizatorio y
emancipador.
3
Generalmente “lo que se mide” es demostrativo de los intereses sociales que se tienen y condicionante de las conductas.
4.- Los valores de la empresarialidad y el “Desarrollo”.
La naturaleza dis-ruptiva del “desarrollo” es una demostración de que la emergencia del mismo requiere de
un cierto grado de inconformidad movilizante. Si ningún actor social pusiera nada en duda, ni cuestionara el
estado de cosas dado, ya sea a través de una perspectiva artística, de un cuestionamiento político o incluso
mediante la oferta de un bien o un servicio diferente o concebido de un modo diferente, el desarrollo ni
siquiera podría ser pensado.
En ese sentido hay un claro punto de conexión entre la “empresarialidad” y el desarrollo; en un caso la
movilización esta signada por el sentido de oportunidad, porque razonablemente quien emprende cree que su
acción agrega un diferencial (no siempre con un reflejo estrictamente económico). Los emprendedores sienten
el estímulo de un entorno que entienden puede ser alterado.
En ese sentido, la empresarialidad es tan fundante del “Desarrollo” como el sentido cívico, la vocación
innovadora, el ideal de colaboración social, etc. Y cada uno de esos valores tiene un motor que lo impulsa e
instrumentos que lo materializan. Así como el sentido cívico se materializa en la participación en los asuntos
públicos o la vocación innovadora en la investigación; la empresarialidad se materializa originariamente en la
inversión, como manifestación de un esfuerzo arriesgado, como la condensación de ahorro, confianza,
especulación positiva y vocación lucrativa. Por ello el término “Inversión Social” es especialmente útil al unir
conceptualmente universos que habitualmente se han separado y que deben poder re-unirse.
La conceptualización de la expansión empresaria hacia actividades no mercantiles, como “inversión social”,
conlleva la idea de una acción profesionalizada, planificada, desenvuelta con objetivos extraeconómicos pero
con instrumentos de eficiencia y calidad. Pareciera que a la larga existe una cierta convergencia entre
organizaciones “non profit” que se sofistican con un modelo de organización de rasgos empresariales, tanto
como conductas empresarias que en el giro habitual de sus negocios provocan explícitamente resultados
extra-mercantiles socialmente deseables. Se trata de una convergencia que habla de las personas y sus
sueños de vivir en sociedades plenas, al mismo tiempo competitivas, equitativas y éticas.
5.- El Desarrollo Local.
El “Desarrollo” no ocurre en el vacío y su construcción implica, la apropiación y valoración de la “territorialidad”
como espacio dotado de significación.
El “territorio” no es (necesariamente) un espacio administrativo o un recorte espacial arbitrario. Sobre una
referencia topográfica (física) emerge el resultado de acciones humanas desplegadas históricamente
(infraestructuras, modos de uso, influencias culturales, etc.); que construyen continuidades donde no las había
o establece límites donde a simple vista hay continuidades.
En ese proceso histórico, la actividad económica juega un rol vital en la evolución de los territorios; pero
también los territorios impactan en la evolución de los actores económicos. Se trata de una mutua influencia
relevante.
La espacialidad y sus limitantes, impulsan los debates en torno al “Desarrollo” hacia el plano de lo concreto
(¿qué obra es prioritaria? ¿qué tipo de calificación de los RRHH necesitamos? , etc.), hasta las cuestiones
aparentemente menos tangibles toman otra dimensión (¿cuál es la mejor plataforma público privado que
podemos generar? , ¿conviene que tal incumbencia sea provincial o municipal?).
Toda la “teoría del desarrollo local”, ha estado signada por el pensamiento en torno de cómo dotar
“competitividad” a los territorios, y en ese proceso se han destacado los estudios sobre las economías de
relación (capital social, plataforma público-privada), economías de especialización (aglomeraciones
económicas), la incidencia de factores culturales sobre la evolución económica, etc.
La riqueza del objeto de estudio y la diversidad de respuestas territoriales, lleva cada vez más a pensar el
“desarrollo local/ territorial” como un enfoque y no tanto como una “categoría”; concluyendo que existen
tantos “desarrollos locales” como respuestas exitosas.
Esta perspectiva es particularmente comprensible por el mundo de la empresa, donde aún con un conjunto de
reglas de “buena actuación” cuasi-universalmente medibles, conviven modos organizacionales empresariales
diversos (desde microempresas o empresas familiares, hasta holdings multinacionales). La analogía muestra el
potencial de la perspectiva empresaria en materia de construcción del desarrollo.
Ahora bien, en el espacio local hay una gobernanza que refiere al gobierno de proximidad (en nuestro lenguaje
usual Municipio); en el caso argentino por tratarse de un país federal que ha consagrado en su constitución la
autonomía municipal4, ello implica la convivencia del al menos tres poderes políticos en un espacio, y dado que
los Municipios tienen 23 regulaciones diferentes, una enorme variedad de posibilidades (e imposibilidades) que
las empresas deberán ir conociendo para mejorar las posibilidades de relaciones de co-responsabilidad con el
entorno satisfactorias.
Particularmente es destacable que la combinación entre una tipología amplia de “formatos empresariales” (en
cuanto a su vinculo con el entorno) y otra tipología igualmente amplia de Municipios, nos da como resultado la
“matriz concreta” de actores potenciales para un modelo de DL en Argentina.
Solo a modo de elemental ejemplo, entre los formatos empresarios uno podría destacar tres rasgos distintivos:
a) Tamaño de la empresa (ya sea por facturación como por número de empleados), b) Rol en el territorio (sobre
todo destacando si estructura o no en exclusividad la vida económica del territorio), c) Vinculo con los recursos
del territorio. En el plano de los Municipios, del mismo modo puede desarrollarse una clasificación por tamaño
(muy chico, chico, mediano, grande, conurbano), y por algún otro criterio, entre el que debe destacarse la
solidez fiscal o la dotación infraestructural.
5.a.- Un interlocutor esencial: el gobierno local.El gobierno del espacio de proximidad siendo esencial para generar condiciones de desarrollo es en Argentina
un actor muy condicionado. En efecto, debemos ser conscientes que un alto porcentaje de nuestros gobiernos
locales, son débiles fiscalmente, y enfrentan demandas crecientes sin contar con el respaldo organizacional y
profesional adecuado.
4
Aún no regulada por ninguna Provincia.
El universo de la ISP debe ser sensible a dicha situación, y en la medida de lo posible, las iniciativas socioterritoriales pueden (y deben) contener una componente que contribuya a favorecer la gestión municipal de las
situaciones potencialmente delicadas desde una perspectiva de gobernanza de calidad.
En ese sentido, y sin transformarnos en lo que no somos (agentes públicos), la búsqueda de convergencias en
materia de abordaje de temas de interés compartido o la introducción de modalidades de planificación (ya sea
como promotores, ya sea como partes invitadas) abiertas, plurales y eficientes, pueden contribuir tanto a
generar un clima positivo como a elevar los estándares de calidad en las respuestas públicas.
6.- Del Industrialismo al “stress transicional”. Cambio de agenda.
En el marco de la complejidad asumida, es que entendemos que la emergencia del Sociedad del Conocimiento,
y sobre todo la reconversión de la Sociedad Industrial, abre un nuevo Capítulo en la historia del “Desarrollo”.
Sin caer en premoniciones ni proyecciones, es fácil advertir que de idéntica manera que la emergencia industrial
excedió históricamente su rol material, la nueva base tecnológica esta modelando una Sociedad diversa.
A los fines de la actuación del GDFE aún más importante que el ejercicio prospectivo que pueda hacerse, es
comprender que estamos viviendo un “stress transicional”; una situación a la que aún actores y escenarios son
volátiles, y que en ese proceso es relevante la opinión de quienes pretenden incidir.
Las certezas del tiempo industrial están cuestionadas y sin embargo no es sencillo suplantarlas. Para las
empresas y las fundaciones de base empresaria se hace necesario un posicionamiento en torno de los debates
de esta transición : ya sea en torno al buen o mal uso de los recursos naturales, la sostenibilidad de las
actividades económicas, la distribución planetaria del empleo y la riqueza, la evolución demográfica y su
control político, los dilemas energéticos, la puja entre la actual sociedad de consumo y el establecimiento de
pautas culturales de consumo responsable, la orientación de la evolución tecnológica y la aparición de
tecnologías crecientemente menos agresivas al ambiente y más socialmente controlables. No son sino aristas
de una misma situación que al tiempo que avanza en criticidad, también esta siendo problematizada y abordada
tanto desde las agendas estatales como desde los espacios académicos, empresariales y de la Sociedad Civil. No
hay dudas que conforme como se lleve adelante la necesaria transformación del orden socio-económicopolítico hacia un modelo sujeto a mayores restricciones, conforme las limitaciones que impone la biosfera,
dependerá la suerte de sociedades y territorios concretos y del planeta como conjunto.
La solución en cualquier caso no surgirá desde una propuesta teórica, sino desde una iniciativa cívica y política
constituida de todos los ingredientes que esto significa: incorporación o valoración del tema en la agenda
pública, aparición y consolidación de nuevos núcleos de opinión en torno a valores emergentes, identificación
de tensiones centrales, comunicación y construcción con la mayoría de la población de una nueva visión de las
cosas, etc. El enfoque teórico es sólo un insumo.
Sobre esta cuestión quiero centrar el enfoque, desde una perspectiva que no excluya consideraciones técnicas,
políticas, históricas, económicas, sociales y culturales; con el temor (no infundado) que imprescindibles luchas
por la sostenibilidad se transformen en reacciones comarcales carentes de contextualización ó que
definitivamente se consolide a escala global un estándar dual ya no determinado por niveles de pobreza/
riqueza sino por ordenes políticos capaces de componer intereses en el marco de proyectos que trasciendan a
esos mismos intereses y ordenes políticos cooptados sectorialmente y subdesarrollados en el sentido más
primario del término.
Es indispensable, para los países de “desarrollo insuficiente”5, que la protección de sus recursos naturales no
constituya un impedimento para alcanzar los necesarios estándares de “Desarrollo” que le garanticen a esos
Estados recursos para un ejercicio razonable del poder democrático y a su población el acceso a una ciudadanía
de calidad. Y para ello – como condición previa – se requiere, que el debate en torno de esta cuestión deje de
pendular en exclusividad entre la defensa de la rentabilidad privada (sobre todo de corto plazo) y una cierta
visión cuasi-religiosa de los recursos y su uso; no para buscar un “justo medio” conciliador, sino porque tales
extremos “fuertes” ocultan otros aspectos que también deben analizarse. A esos fines incorporaré algunos
tópicos (formulados como afirmaciones, aunque obviamente sujetos a cuestionamiento) como aporte a un
debate que no debe concluirse, sino enriquecerse.
Si en verdad creemos que somos testigos de un cambio de paradigma civilizatorio, incorporar estas
consideraciones al fundamento de nuestra actuación pública, bien puede contribuir a la resolución de muchos
debates de coyuntura.
a.- Las “revoluciones tecnológicas” son a la vez causa y consecuencia de mayor nivel de actividad y complejidad
económica, pueden dar soporte a las políticas de extensión de la ciudadanía y el bienestar y nunca ocurren en el
vacío.
Efectivamente, lo expuesto quiere decir que no será posible la construcción de una sociedad de “Desarrollo
suficiente” en un contexto de baja actividad económica ó de simplicidad económica; y que el volumen de la
misma es condición necesaria de impulso a la reflexión y a la agregación inteligente de valor, no sólo de la
producción destinada al mercado, sino en lo referido a todos los aspectos de la esfera pública.
b.- Las actuales “revoluciones tecnológicas” en marcha, ponen en cuestión el modelo de explotación intensiva
de los recursos naturales; y eso es una buena noticia.
Tanto la revolución de la informática y las comunicaciones (tic´s), como la genética, la popularización de
técnicas racionales de uso del agua (sobre todo el riego gota a gota) e incluso la explosión de los combustibles
“bio” y otros tantos cambios tecnológicos, abren paso a alcanzar estándares crecientes de generación de
producto con la posibilidad de una menor lesión al ambiente. Sin embargo, no está claro que esas revoluciones
se expandan a escala planetaria en idéntico sentido; para ello se necesita una articulación política a favor de la
innovación, imposible en contextos de baja calidad institucional y con reglas de funcionamiento arbitraria, ó
refractarios a las transformaciones.
c.- En el actual estado del desarrollo político y tecnológico; para preservar recursos naturales es indispensable
contar con un soporte económico que evite la presión sobre los mismos; por lo tanto el desarrollo no
antagoniza con el cuidado ambiental, sino que es condición de posibilidad del mismo.
Aunque no siempre fue así, lo cierto es que contemporáneamente, los “territorios” que más y mejor cuidan el
ambiente son aquellos que han construido poderosas economías y gobiernos calificados (los casos
emblemáticos son los de la Europa nórdica), y por lo tanto disponen de recursos suficientes y bien dirigidos, a
varios fines al efecto: financiar la investigación científica, promover la renovación tecnológica con estímulos
5
Utilizó esta denominación para designas aquellos Estados nacionales signados por un conjunto de características
típicas, fácilmente verificables en términos estadísticos, sobre todo basados en 6 cuestiones: nivel de producto per cápita
relativamente bajo, pero en especial mal distribuido tanto social como territorialmente, amplios sectores sociales sin acceso a
los beneficios formalmente consagrados de la ciudadanía social, sistema político relativamente débil para equilibrar
intereses, economía altamente dependiente de uno ó unos pocos sectores competitivos a escala internacional (y por lo tanto
muy vulnerables externamente), baja producción de alternativas tecnológicas propias (patentes).
públicos, detraer espacios naturales del juego del mercado, orientar a su ciudadanía como demandantes de
productos requirentes de menor impacto ambiental, etc.
d.- La simplificación pendular entre el uso ó el no-uso de los recursos naturales evita la discusión sobre el
necesario cambio cultural en los modos de consumo y producción, mucho menos impulsado en los países de
“desarrollo insuficiente”.
La opción restrictiva (no explotar una mina, no emprender una actividad, no permitir la pesca comercial, no
consumir tal o cual cosa, etc.) para preservar los recursos naturales; a pesar de ser indispensable en muchos
casos (que compensan años de abusos), aún en el dudoso caso que pudiera controlarse taxativamente, no deja
de ser una opción simplificadora; porque evita el necesario abordaje sobre modos de uso posible de los
recursos y tiende a la sobre-especialización territorial. Cualquier actividad mal desarrollada (el turismo, la
agricultura, la minería, etc.) es lesiva del ambiente y bien desarrollada puede aportar a constituir un contexto
económico complejo y promotor de la cohesión social. Por lo tanto cada vez más debemos incorporar la mirada
sobre el “¿Cómo?” Ya no se trata de usar (explotar) o no usar (no explotar) los recursos, sino de cómo y en qué
condiciones hacerlo.
e.- El Desarrollo no tiene que ver con lo que una Sociedad tiene, sino con que se hace con los recursos que se
tienen.
Ni antes, cuando en el auge del industrialismo aparecía cierto desprecio por la disponibilidad de recursos
naturales en el análisis de las potencialidades de las sociedades, ni ahora que la valoración de los recursos
naturales es creciente; la tenencia de los mismos funda ó impide un proceso de Desarrollo. El tema es ¿Qué
hacer?; lo que determina el Desarrollo es la inteligencia institucional para dotarse de herramientas de uso
racional de los mismos.
f.- No existe a la fecha aún, un mecanismo de compensación económica hacia los territorios, que requeridos por
un mejor orden ambiental global, se abstienen de usar (en beneficio global y a raíz de una restricción de ese
orden) recursos que podrían incluir en el proceso económico.
Es poco responsable de parte de los Estados Desarrollados, generar condiciones de no-uso de los recursos
naturales en los territorios de “desarrollo insuficiente”; luego que en los últimos 200 años tales Estados en
general han tenido una actitud (cuanto menos) poco cuidadosa, que entre otras cosas les permitió acumular el
excedente económico suficiente para constituir sociedades cohesionadas socialmente y relativamente mejor
organizadas. El “negocio” económico de la preservación absoluta tiene como contracara migraciones masivas
y ordenes políticos de altísima hegemonía estatal por falta de actividad económica que ayude a constituir una
Sociedad Civil lo suficientemente autónoma de los recursos estatales.
g.- Por último pero no menos importante; señalar que hay un correlato casi perfecto entre: la toma de
decisiones no fundada en información de calidad sumada a la sospecha hacia lo público y el subdesarrollo. A la
inversa, la existencia de instituciones públicas creíbles y la toma de decisiones contextualizadas parecieran ser
fundamento de procesos de Desarrollo.
Si bien la experiencia histórica indica que poner bajo sospecha las palabras del poder puede ser una actitud al
menos prudente; lo cierto es que la constitución de una Sociedad de desconfianza se transforma en un
escenario paralizante que a la larga ni permite el Desarrollo ni garantiza la sostenibilidad ambiental.
Debemos evitar la lectura simplificada del fenómeno Desarrollo e impulsar acciones y políticas que hagan de
nuestro entorno una prioridad. Resulta necesario generar estándares, fortalecer y calificar al Estado, evitar el
regresionismo, comprender la complejidad económico-social de des-montar una economía basada en el
consumo desmedido, contribuir propositivamente en el impulso de espacios de planificación, fortalecer el
cuidado ambiental-local, re-pensar nuestras ciudades que aún hoy se proyectan cada vez más energéticodependientes, formar recursos humanos que en todos los planos incluyan la mirada de sostenibilidad ambiental
y sobre todo trabajemos para reconstruir un espacio público (material y simbólico) de calidad basado en el
dialogo, la confianza, el cumplimiento de la Ley, el reconocimiento de intereses y la creación de un clima
orientado a la superación de conflictos.
7.- Mercados globales, desarrollos locales; territorialidad y empresas.Como bien dicen numerosos autores, “el desarrollo es siempre local”; la actividad económica que no genera un
entorno de calificación es un “enclave” que no puede recibir el calificativo de “Desarrollo”; al mismo tiempo es
pertinente señalar que el desarrollo local es una sinfonía de múltiples partituras; ya que los principios que
hemos enunciado en este texto pueden materializarse de muchas formas.
La “globalidad” creciente de la actividad económica (y también política y socio-cultural), ha generado dos
fenómenos simultáneos: a) Por un lado un proceso de especialización económica creciente, con notables
consecuencias organizacionales, políticas y sociales y b) Por otro lado un proceso que paradójicamente ha
revalorizado las “cualidades territoriales” (el territorio no es un comoditie), porque la fácil disposición de la
información (como insumo de producción) en cualquier lugar del globo, no ha hecho más que profundizar un
principio existente de antaño: los criterios de selección económica se fundan crecientemente en las distintas
cualidades que los múltiples territorios tienen.
Esas cualidades, son una construcción, de las que las empresas no son ajenas. El tejido empresarial, la
plataforma infraestructural, el conocimiento extendido, y tantos otros “ítems” con los que suele ponderarse a
los territorios a la hora de “medir” su nivel de “Desarrollo”, forman parte del patrimonio colectivo, de la historia
de sociedades que han visibilizado oportunidades, utilizado sensatamente sus recursos, distribuido
oportunidades.
La globalización es un proceso aún lleno de incertidumbres; su gobernanza, el rol de las sociedades civiles, el
control de las potentes herramientas técnicas democráticamente distribuidas, los niveles de equidad, etc., no
parecen ser cuestiones resueltas; pero en cualquier caso, le corresponde a todos los actores un rol responsable
y también a las empresas, como organizaciones plásticas y dinámicas frente a un momento histórico
convocante y movilizador.
Las empresas tienen un muy alto potencial adaptativo, y tanto ene so como en su carácter competitivo reposan
sus fortalezas que la han ido ubicando en el rol central de organizador social. Sin embargo una sociedad
cualificada en términos organizacionales se empobrecería si fuera empresa-céntrica; en cambio un modelo
social policéntrico, con familias a cargo centralmente de la transmisión de valores y de la construcción de
identidad individual, con Estados democráticos a cargo de garantizar la legalidad y un piso de pertenencia
social por tanto constructores de identidad colectiva plural, con empresas generadoras de bienes y
capacidades, y con la sociedad civil como referencia de criticidad; y en definitiva con una enorme variedad
organizacional de múltiples formas activa para promover la realización humana, la circulación del
conocimiento, la expansión de las fronteras de lo posible y la revisión permanente del decurso histórico.
Necesitamos empresas que contribuyan a construir territorios valorables y valiosos, diversos y dignos para la
producción y para una vida de calidad. El “Desarrollo Local” debe ser el nombre de una globalidad humana,
incluyente, atractiva, y civilizada.
8.- Preguntas a modo de epílogo.
Pensar la ISP para el Desarrollo Local, no sólo requiere de un enfoque; también requiere de cuidados. Tal vez a
modo de sintético cuestionario que nos sirva tanto para intervenir en terreno como para abrir un debate
deberíamos plantearnos:
a)
b)
c)
d)
e)
f)
g)
h)
i)
j)
k)
l)
m)
n)
o)
p)
q)
r)
s)
t)
u)
v)
w)
x)
y)
Conocemos el territorio donde vamos a intervenir?
Podemos definirlo?
Conocemos las influencias extraterritoriales inmediatas?
Conocemos la materia sobre la que vamos a intervenir?
Hemos acudido a la literatura sobre la materia o situaciones análogas?
Tenemos un mapeo de actores territoriales? Sabemos hacerlo?
Tenemos un mapeo de actores sectoriales del tema que nos interesa?
Sabemos qué se ha venido haciendo en el territorio?? Y por qué esos precedentes no han resuelto el
problema?
Tenemos una estrategia para vincularnos con los actores territoriales?
Sabemos si se resolvió y cómo ese problema en territorios similares?
Nuestra acción va direccionada a fortalecer la competitividad del territorio? O sea a generar condiciones
para que los actores económicos principalmente puedan producir de manera eficiente obteniendo
recursos necesarios para el ejercicio de la ciudadanía de su propia actuación económica.
Nuestra acción tiene incidencia social pero no incrementa directamente la competitividad territorial?
Qué alineación tiene las acciones de ISP con la gestión empresarial?
Cómo nos proponemos ese alineamiento?
Contribuye nuestra acción a que los diálogos y los vínculos territoriales se fortalezcan?
Tenemos socios locales? Estamos trabajando en fortalecer instituciones para que en el futuro puedan
ser socios locales?
Hemos hecho una línea de base para medir nuestra intervención?
Tenemos una política de comunicación de nuestras acciones?
Intervenimos sobre aspectos controversiales?
Afectamos a algún grupo o sector?
Existen restricciones insalvables desde la esfera social o empresarial que condicionan la evolución del
territorio (infraestructura, cumplimiento de la Ley)
Los recursos afectados guardan proporcionalidad con los objetivos previstos?
Estamos entrenados para la acción que queremos emprender?
Tenemos una estrategia para superar la acción que desplegamos?
Somos parte de alguna instancia público-privada de planificación?
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