Blog 1 RSE frente a la ética empresarial

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¿RSE frente a la ética empresarial)
(27/08/2012 (Publicado en Revista Stakeholders))
Joshep M Losano
Si algo caracteriza el camino que se ha seguido en los últimos años es que cuanto
más se ha ido hablando de RSE menos se ha hablado de ética empresarial. Desde
finales del siglo pasado al crecimiento de la RSE le ha correspondido un declive de la
ética empresarial.
Hay que reconocer que el enfoque RSE resulta mucho más cercano a la lógica
managerial, y probablemente es lo que está en el origen de su éxito. Su punto de
partida parece a primera vista mucho más concreto y objetivable, Tanto de cara a la
gestión empresarial como de cara a debatir casos en el aula. Se trata, en definitiva, de
atender al impacto y/o a las consecuencias sociales y ambientales de las actuaciones
empresariales. Una pregunta de la que ninguna empresa se puede escapar, puesto
que si algo hacen las empresas es actuar, y si algo tienen las acciones es
consecuencias. El punto de partida es tan incontrovertible, que las discusiones se han
situado en el alcance y la legitimidad de las exigencias de responsabilidad, pero no en
el hecho de la responsabilidad como tal. Frente a ello, la ética empresarial parece
responder inevitablemente un enfoque normativo-deductivo. De hecho, se habla
sintomáticamente de éticas "aplicadas", cuyo supuesto parece ser la preexistencia de
un discurso axiológico normativo previo a la realidad a la que quiere aplicarse, y que
debería someterse a él. Algo que, fin de cuentas, hace aparecer a la ética como algo
ajeno y añadido a la dinámica empresarial. Sin embargo, quizás ya ha llegado la hora
de preguntarse qué hemos perdido con la práctica desaparición de cualquier
referencia a la ética empresarial y su sustitución por términos como RSE, empresa y
sociedad, valores o liderazgo. Porque me temo que en este hecho se juegan
cuestiones mucho más sustantivas de lo que estamos dispuestos a reconocer.
Por otra parte hay que aceptar también que la RSE ha lidiado mal con la cuestión de
los valores, y siempre ha parecido partir del supuesto de que la responsabilidad
(stakeholders mediante) era algo evidente por sí misma, sin atendar excesivamente a
los marcos axiológicos, a los condicionantes sociológicos ya los propósitos y
motivaciones que son los que permiten, al fin y al cabo, calificar a una actuación como
un ejercicio de (i)responsabilidad. Y, además, la RSE ha estado sometida a un
conflicto interminable de interpretaciones. Entre otras razones porque arrastra una
imprecisión terminológica, debida a la diversidad de usos que la palabra "social"
permite cubrir. Lo que ha conllevado que bajo la etiqueta RSE se hayan propuesto sin
ningún rubor discursos y prácticas contradictorios entre sí. Y tarde o temprano se
pondrá de manifiesto que la diversidad de aproximaciones requiere la construcción de
un marco de referencia que permita, si no dirimir, al menos razonar sobre ellas. Entre
otras razones porque la RSE no es un discurso autosuficiente, que se pueda sostener
sobre sí mismo. La RSE tiene como marca de fábrica un déficit de clarificación
axiológica, y una de sus mayores aportaciones (poner el foco en la organización
considerada en sí misma, y no de manera subordinada a un discurso ideológico o a la
moral personal) algún día deberá conectarse con una de sus mayores limitaciones (la
ausencia de un modelo antropológico y de un modelo de sociedad sobre los que
apoyarse y articularse).
Curiosamente, sin embargo, en los últimos años el discurso sobre la responsabilidad
ha vuelto a abordar cuestiones de carácter más personal cuando se ha caído en la
cuenta de que no es posible tener empresas responsables sin personas que lo sean.
Este abordaje se ha producido mediante la conexión entre liderazgo y responsabilidad:
liderazgo responsable. Por cierto: la invasión abrumadora del "liderazgo" como clave
de bóveda o adjetivo de todo tipo de propuestas en las escuelas de negocios sería
digna de un estudio específico. Sólo analizar cómo y por qué la palabra "liderazgo" ha
pasado ha tener un lugar preponderante no sólo en las misiones de las escuelas de
negocios sino incluso en sus eslogans nos ayudaría a entender un poco más la época
en la que estamos viviendo: una época en la que probablemente compensamos las
incertidumbres que nos abruman con una demanda de liderazgo, en el fondo a la
espera insensata y casi mesiánica de los líderes que nos sacarán de los callejones sin
salida en los que nos encontramos.
Entre la diversidad de aproximaciones al liderazgo (sólo comparable en su diversidad
quizás a la de la RSE) el liderazgo responsable emerge ante el progresivo
reconocimiento de que para comprender al liderazgo deberíamos ir más allá de la
mera descripción, y centrar el enfoque en la calificación . También -en el límite- desde
una clave de lectura ética. El liderazgo responsable parte del supuesto de que no
cualquier tipo de liderazgo es deseable, y para definir este tipo de liderazgo apela a
parámetros eminentemente cualitativos, en el marco de un enfoque relacional. Así, el
líder debe cuidar de los valores compartidos en las Comunidades en las que actúa,
servir a los demás y ofrecer inspiración y perspectiva sobre el futuro deseado. Para
ello debe devenir arquitecto de estructuras y procesos, agente de cambio
transformador, dar apoyo a sus seguidores y crear sentido y significación. Con
independencia de si es posible concentrar en una persona este ramillete de virtudes y
capacidades, parece obvio que un perfil tan orientado a lo cualitativo tarde o temprano
deberá preguntarse en qué consiste la calidad humana última del sujeto sobre la que
puede sostenerse todas estas cualidades. Parecería, pues, que el siguiente paso a dar
sería un enfoque que pusiera el acento en la persona como tal, en la calidad de su
arraigo en sus valores fundamentales, en la calidad de la conexión con sus más
íntimas aspiraciones y en la calidad de sus compromisos con horizontes que vayan
más allá de su propias gratificaciones.
Por lo que yo sé, estos temas siempre se han consideración propios de la ética...
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