Lo que Goya jamás imaginó Por Luis Murillo del Razo (Revista EPOCA, noviembre de 1980) A las tribulaciones ancestrales que agobian a los pueblos Purhépecha, víctimas frecuentes de asesinatos impunes, del abuso de autoridad, de despojos, de persecuciones y del saqueo de sus bienes comunales, se agrega ahora el comportamiento ruin de un número importante de maestros que presentan sus servicios; supuestamente educativos, en la Meseta Tarasca. Más de 50 profesores de la 24 zona escolar con sede en Paracho y su inspector, Perfecto Zalapa Valerio, acordaron destruir –y así se hizo- un mural pintado por miembros de la comunidad de Aranza que plasma el drama que viven los niños indígenas que asisten a la escuela primaria local “Otilio Montaño”. El mural fue pintado al frente del edificio de la jefatura de tenencia, cuyas autoridades detuvieron a Pedro Zalapa, sobrino del inspector y aficionado a la pintura, contratado para ejecutar el maleado acuerdo del tío y subordinados, mismos que más tarde reconocieron su error –“pero que esto no trascienda”; suplicaron y pidieron perdón a los indígenas, aunque manteniendo hacia comuneros y autoridades una postura arrogante, despectiva y de prepotente desafío. En reunión de comuneros y profesores se consideró a la obra pictórica como “patrimonio artístico comunal” y se exigió por parte del pueblo, su reposición. Para ello los campesinos solicitaron la intervención de las autoridades judiciales a las que demandaron “un castigo ejemplar” para los responsables y la reparación de los daños, estimados por los Purhépecha en 20 mil pesos. Los maestros rechazaron el veredicto popular. El mural fue inspirado en imágenes de la historia del arte, especialmente en un grabado de Francisco de Goya en donde el pintor español satirizó a los maestros de su tiempo con la figura de un asno frente a un álbum familiar de borricos intitulado “Asta su Abuelo”. Pero los comuneros, luego de varias asambleas donde los integrantes del Taller de Investigación Plástica en coordinación de José Luis Soto, presentaron diversas imágenes del arte mundial, y convinieron en que se pusiera en manos del asno un libro abierto que en lugar de texto llevase una botella de licor “porque esa es la realidad de la escuela”, “los maestros llegan alcoholizados a dar clases y no enseñan bien a nuestros hijos”, indicaron. En opinión del mismo Pedro Zalapa, “el mural plasma con realismo la razón de la inconformidad popular”, “los maestros se vieron en ese espejo, se hicieron los ofendidos y acordaron destruir su imagen, por ofensiva”. Pueblo y maestros fueron convocados a asamblea general en la plaza, discutiendo el caso en el portal, frente a la oficina de tenencia, pero la asamblea popular fue suspendida por las provocaciones de numerosos grupos de profesores de escuelas de otros poblados cercanos de la Meseta Tarasca que el inspector trajo en su apoyo. La amenaza de “echarles encima al sindicato”, de levantar a otros pueblos contra Aranza, gritos, gritos vulgares, retadores; ironías despectivas, fueron el argumento mejor de los incondicionales del inspector. Por su parte, el delegado sindical de la zona, asumió ladino, el papel de manso predicador. Zalapa, en tanto actuaba como villano siniestro: lo mismo imploró suplicante el perdón que desató la furia de sus amenazas. Demagogo hasta el tedio. Mezquino en su escarnio de las autoridades lugareñas. La actitud de los maestros provocó que uno de los comuneros desenfundara su pistola para acabar con las ironías magisteriales sobre la incapacidad mental de los niños de la comunidad. Pero inspector y maestros exigieron a gritos la libertad del detenido. Amenazaron insistentemente con sacarlo ellos mismos de la carcel. “El es inocente. Nosotros somos los culpables. Enciérrenos a nosotros. ¿O de eso tienen miedo?. Retaron a los comuneros. “La gloriosa organización llamada SNTE será nuestra defensa, martilleaba Zalapa. Coces al viento. Nada arredró a los comuneros. Como en la fábula clásica, pues. El asno se vistió la piel del león sindical. Convencidos de la inocencia del prisionero, los comuneros pusieron en libertad al chivo expiatorio. Al verse libre, el sobrino del inspector dijo a los Purhépecha: “De conocer el fondo de todo esto, yo mismo les hubiera ayudado a pintar el mural”. El Jefe de Tenencia, Luciano García, afirmó que la paz no volverá a este pueblo hasta que las autoridades de educación cambien la escuela de zona o remuevan a su personal docente “como se hizo ya el año pasado en las comunidades de Nurio y Cheranástico, donde el mismo Zalapa provocó que los padres de familia dejaran de enviar a sus hijos a la escuela, hasta que se libraron del inspector y sus profesores”, precisaron los campesinos. Por otra parte, Salvador Guzmán Soto, representante de bienes comunales, denunció que de 84 niños que terminaron su instrucción primaria el año lectivo pasado, sólo cinco fueron aprobados en los exámenes de admisión a la secundaria de la vecina Paracho. Los Purhépecha afirmaron que las causas de ese desastre es que varios de los maestros de la escuela local son improvisados y denunciaron que sólo parientes del inspector integran el plantel escolar, habilitados como profesores por Zalapa. Goya nunca imaginó que la figura de un asno grabada por él hace más de cien años vendría a conmover y unificar a una comunidad indígena de la Meseta Purhépecha enclavada en la sierra michoacana. Comunidad aparentemente impasible y con graves conflictos internos, comentamos a los comuneros. “Si todos los pueblos hicieran lo mismo que nosotros, el asno de Aranza conmovería a la nación”, repuso Salvador Guzmán. El mural, aunque destruido, cumplió su misión al hacer que el inspector firmara el compromiso de cambiar a los malos maestros. Pero será repuesto y en su forma original, “porque esa es la voluntad del pueblo”, que ha encontrado en este muralismo su mejor forma de expresión colectiva. Muralismo despojado de abstracciones académicas y en el que lo único que cuenta es el pueblo que lo pintó. “El artista queda así en un plano secundario”, admitió con regocijo, José Luis Soto. Los maestros pues, enseñaron las orejas. Falta sólo saber si también como en la fábula, el pueblo que descubrió el engaño molerá a palos al asno amenazante. De ello hay indicios... ¿O tomarán su papel sindicato y autoridades?.